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Las inteligencias artificiales ya son cómplices del ‘revenge porn’, ¿por qué no lo evitamos?

Han pasado unas semanas desde que aquellos alumnos de Almendralejo usaron la inteligencia artificial para modificar fotos de sus compañeras. Un periodo en el que no hemos perdido de vista qué medidas se iban a tomar al respecto.

El proceso de movilización mediática y judicial tenía en el punto de mira a los chavales por crear y difundir pornografía infantil.

Pero de lado ha quedado un tema que preocupa más abordar por su complejidad, ¿qué pasa con las consecuencias en la inteligencia artificial?

mujer inteligencia artificial

PEXELS

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La tentación (y posibilidad) de desnudar a cualquier mujer del mundo está ahí y es tan fácil como subir una foto de su cara.

Así que la pregunta que incomoda, que realmente no se quiere poner sobre la mesa, es por qué si la inteligencia artificial ejecuta según lo que se pide de ella, no hay una forma de evitar que esto pueda repetirse, de ‘bloquear’ el uso de quitar la ropa a quien sea.

No debería ser tan complicado teniendo en cuenta que ya existen algoritmos que detectan si aparece un pezón en redes sociales y rápidamente se encargan de borrarlo, para proteger a un posible público sensible, pero ¿por qué no protege cuando convierte una imagen desnuda de una vestida?

La mayoría ni entendemos cómo funciona la IAs ni la controlamos, tenemos sentimientos encontrados de si van a mejorar el mundo o a dejarlo más tocado, pero lo que sí hemos visto es que pueden hacer mucho daño.

Sacándole el tema a una amiga que trabaja en ciberseguridad le dije que me parecía impensable que no existiera forma de ponerle algún tipo de código a las inteligencias artificiales para evitar que esto se repitiera en un futuro.

Podemos ver las ventajas de tener un sistema que nos ayude a hacer listas, preparar presentaciones, crear contenidos y hasta sacar ideas para el cumpleaños de tus seres queridos, ¿de verdad cambiaría tanto la cosa si cuando subes una foto al programa que sea y buscas el retoque ‘mágico’ de la desnudez el sistema detecte que es una persona y lo evite?

Su respuesta fue que todo es programable, así que me queda claro que, si no se hace, es porque no interesa. Y a nadie nos pilla por sorpresa.

Porque aunque las damnificadas empiecen a ser cada vez más (Rosalía y Laura Escanes también lo vivieron anteriormente y ya hay otro caso en Alcalá de Henares), la sensación con la que me quedo, viendo que no es algo que ni se plantee, es que da igual.

Puede que haya cambiado la forma de conseguir el material, pero el revenge porn contra las mujeres es el mismo que ya conocíamos. El acoso a las de siempre por parte de los de siempre.

Te compro el discurso de que las IAs por sí mismas no son malas, pero no el de que van a hacernos «mejores personas», como dijo una experta.

Malo es el uso que se les da. Y si los humanos que hacen uso de estos sistemas viene de una sociedad donde las formas de violencia hacia nosotras son algo normal, lo mismo van a hacer estos programas perpetuándolas.

Nadie va a hacer por cambiarlo de la misma manera que los esfuerzos por prevenir o disminuir la violencia fuera de la pantalla van también al ralentí.

Pero si alguien descubriera la forma de usar la inteligencia artificial para transferir dinero de las grandes fortunas del mundo a la cuenta bancaria propia, este código o programación de la que os hablo iba a empezar a funcionar en menos de lo que tardas en hacer un click.

Mara Mariño

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El acoso sexual a las de siempre (por parte de los de siempre)

«No os quejéis, que luego subís fotos que casi se os ve el coño», escribía uno de los alumnos del centro de Almendralejo en redes sociales sobre la difusión de imágenes de sus compañeras.

Con una ‘sutil’ diferencia, que no es lo mismo elegir voluntariamente qué foto subes a tus redes y que se descarguen esa foto tuya sin permiso, que la retoquen con un programa para que parezca que no tienes ropa y que la difundan.

uniforme colegio

PEXELS

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Ha pasado hace unos días, pero la historia no es nueva, es la misma de siempre: apropiarse del cuerpo femenino sin importar el deseo de la implicada.

Ahora lo hacen con inteligencias artificiales, pero hace nada era levantando la falda para comprobar qué bragas llevábamos.

La que era la práctica habitual en mi colegio, hasta el punto de que trasladamos a los profesores el problema, quedó impune cuando la recomendación que recibimos fuera que apostáramos por shorts o mallas cortas que quedaran cubiertas por la falda del uniforme.

Llama la atención que la respuesta de muchos sea la de poner la mira en quien señala el problema porque es víctima de él.

Cuando la pregunta no es qué hacíamos nosotras para que nos levantaran la falda (solo llevarla, como mandaban las normas del colegio).

Ahora la acusación se ha adaptado a los nuevos tiempos convirtiéndose en «No haber subido fotos a redes».

Un aviso que suena familiar, que me devuelve a aquel «Si no queréis que se os vea nada y hagan bromas, poneos pantalones debajo de la falda».

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Siempre nosotras, desde niñas, las responsables de parar algo que no hemos elegido. Pero lo que parece que cuesta preguntarse es, en vez de qué podemos hacer nosotras para ‘remediarlo’, por qué siempre son ellos.

Por qué los chavales de ahora -y los de hace 10 o 20 años-, encuentran una fuente de diversión en la intimidad de sus compañeras de clase, desnudándolas física o digitalmente.

Y sobre todo haciendo de ello una mofa o un juicio, que hace que el colegio se convierta en un lugar peligroso por partida doble.

Por un lado por ser el sitio donde se comparte espacio a diario con quienes han realizado la agresión, que se regodean en sus malos actos con el acoso, y donde los adultos miran hacia otro lado.

A excepción de las madres de las afectadas. Sí, digo bien, madres, que son ellas quienes se han organizado y copan los titulares de estos días.

Aquí lo que toca cuestionarse de una vez por todas es por qué nosotras ni bajamos pantalones por los pasillos del colegio ni usamos herramientas digitales para quitarles la ropa a nuestros compañeros de clase.

Qué está pasando para que cambien las generaciones, sintamos que como sociedad estamos avanzando hacia un mundo más abierto de miras, cuando el problema es que el sistema apenas ha evolucionado con nosotros.

Porque las actitudes machistas no desaparecen, se adaptan a los nuevos tiempos.

Y seguimos estando expuestas porque existe esa mentalidad compartida de que la intimidad de las mujeres está al alcance de cualquiera, que la culpa la tiene ella por buscárselo o por cómo iba vestida o por lo que subía a su perfil.

Todo con tal de llamarlo como lo que verdaderamente es: violencia hacia las mujeres.

Porque el primer escalón es que difunda una foto tuya y quien la edita o lo comparte, no lo vea como algo serio; pero el siguiente es que te dé un beso sin que tú quieras recibirlo y el otro que, después de una violación, afirme que solo lo llamas así porque no has quedado satisfecha.

Mara Mariño

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