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Ellos nos preguntan menos en las citas, ¿por qué?

Recuerdo que era médico, tenía dos hermanos pequeños, quería especializarse en neurocirugía y su destino veraniego favorito era Cádiz.

También recuerdo que no me hizo ni una sola pregunta en toda la cita. Y, al desahogarme con mi amiga de la mala suerte que había tenido, empezamos a unir los puntos.

Era raro dar con alguien que se interesara por nosotras de la forma en que nosotras lo hacíamos.

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Así que la duda parecía clara, ¿vivimos las citas como si fueran auténticas entrevistas de trabajo, queriendo conocer todo de su vida, o es que ellos no se esforzaban demasiado?

No puedo evitar ver la similitud de cuando recorres los perfiles de cualquier aplicación para conocer gente y en un perfil con apenas un par de fotos encuentras la vaga descripción de «No sé que poner, pregúntame lo que quieras».

¿Funcionaría esa misma estrategia en la solicitud de un puesto para empezar a trabajar en una nueva empresa?

Vale que no es lo mismo. Esto, a diferencia de un cambio laboral, puede que sí sea para el resto de tu vida.

Sin embargo, el denominador común en ambas situaciones es la sensación de falta de esfuerzo.

Cuando quedamos con otra persona, nos gusta sentir que nos escuchan y que se interesan, por lo que hacer preguntas es fundamental.

De hecho, se gasta una cantidad inmensa de tiempo y energía cuando solo eres tú quien tiene ese papel.

Además, hablar es una forma de conectar y también el factor que garantiza que quieran volver a quedar contigo más adelante, según un estudio reciente de Hinge.

Por lo que tiene que darse una buena conversación si se busca que se desarrolle un vínculo, algo que se puede aplicar no solo a la pareja, sino también a las amistades.

Planteando mi desidia en Instagram sobre la aparente falta de ganas, varios seguidores me contestaron que podía deberse a timidez o inseguridad, a no saber cómo lanzar una pregunta.

Y es algo que también puede tener su raíz en la manera en la que hombres y mujeres somos socializados.

Nosotras estamos más acostumbradas a compartirnos, pero también a escuchar y saber qué siente la persona de enfrente.

Mismo lenguaje, distinta manera de usarlo

Ellos, en cambio, usan el lenguaje como una manera más de reafirmarse ante el resto del grupo, pero no como un espacio de vulnerabilidad.

Según expertas como Deborah Tannen, sociolingüista o Amanda Montell, lingüista, otro campo de competición serían las conversaciones.

De ahí que haya eternos diálogos en los grupos de amigos de quién ha jugado mejor al fútbol o de cuánto peso levantan en el gimnasio

Esto también podría explicar como ellos tienen menos síndrome del impostor en el mundo laboral, mientras que a nosotras nos cuesta más participar en reuniones de trabajo donde sentimos la presión de la competencia.

Esto es una generalización, por supuesto, pero, por otro lado, nos permite abordar esta diferencia de preguntas en las citas sabiendo que igual no estamos viendo la conversación como lo que es.

Un momento del que podemos sacar mucha información y que nos permite colaborar: ya sea para una futura cita, un encuentro sexual u otra cosa de la que ambas personas se vean beneficiadas.

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A fin de cuentas, ni nosotras somos responsables de que él sea la estrella de la cita ni ellos de que estemos comiéndonos la cabeza porque no nos ha preguntado por la querida mascota de nuestra infancia.

Ante la duda, iniciativa, que bien puede ser tirarse a la piscina si alguien identifica que no ha lanzado ninguna cuestión y de paso, dejar abierta la puerta de la duda si no nos han dicho nada.

«Aprovechando que estamos hablando más de nosotros, ¿hay algo que te gustaría saber de mí?», puede ser una forma muy elegante de invitarle a plantear una consulta.

Y recordar que no tiene que hacerte tantas preguntas como las que te hace tu mejor amiga, cada quien tiene sus habilidades sociales básicas de comunicación, puede que no sea a propósito que no se exprese con tanta facilidad como tú.

Pero si ni con esas cambia el comportamiento, más vale una retirada a tiempo, a no ser que quieras estar con una persona-podcast, a quien solo vas a escuchar hablar por el resto de vuestros encuentros.

Mara Mariño

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La clave para que tu cita sea un éxito, está en vestirte así (o eso dice TikTok)

Mi proceso de preparación para una cita con una persona que me gusta suele durar entre una hora, hora y media.

El 25% del tiempo es para ducharme, el otro 25% para secarme el pelo y el 50% restante para enfrentarme a la crisis existencial de que no me gusta nada de lo que tengo en el armario y, por tanto, cambiarme varias veces de ropa.

Da igual dónde o con quién vaya a ser el plan: no termino de estar convencida con lo que ponerme.

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El problema, como habrás imaginado, es mío, nace de las ganas de gustar, de dar en el clavo y asegurarme una posible segunda cita.

Y como eso algo que depende de mucho factores, toda la presión recae en lo único que puedo controlar, lo que llevo puesto.

Por eso la elección del conjunto suele incluir alguna prenda que me da seguridad (lo que se traduce en algo que siento que me hace lucir bien), pero también intentando impactar, dejar algún tipo de huella…

Al pensar sobre ello, me doy cuenta de que es algo generacional.

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Las películas románticas de los años 90 y 2000 siempre incluían una escena de la protagonista preparándose para su cita y entrando a cámara lenta al sitio de encuentro.

Sí, Bridget Jones, Alguien como tú o Cómo perder a un chico en 10 días son grandes ejemplos del efecto transformador del armario.

Citas cómodas literalmente

Ahora, es al contrario. En los últimos vídeos virales de TikTok varias chicas hablan del ‘efecto chándal’ o cómo triunfan mucho más en un bar yendo vestidas con ropa deportiva.

Por lo visto, según los comentarios, tiene una explicación sencilla: esos conjuntos cómodos e informales dan sensación de normalidad, al contrario que los looks elaborados que se considerarían ‘inalcanzables’.

Aunque para mí la clave está también en que un estilismo cómodo se aproxima más a lo que llevamos con frecuencia.

Bien para estar en casa, teletrabajando, haciendo un plan tranquilo familiar o dando una vuelta con amigas, la ropa que solemos escoger no es fruto de una preparación de horas, sino algo más informal.

Así que puede que la red social no ande desencaminada y, además de apostar por la comodidad -que eso siempre es más cómodo que un vestido ceñido-, nos brinde la excusa perfecta para dejar de agobiarnos tanto por la ropa que elegimos.

Porque si le gustamos a alguien a gustar, que gustemos independientemente de lo que llevemos puesto.

Mara Mariño

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¿Quieres una segunda cita? Estos son los factores que debes cuidar (y no son ni el sitio ni tu ropa)

Quienes hemos usado aplicaciones para conocer gente, sabemos que el momento de la primera cita es crucial.

Según lo que pase en ese rato, tomaremos la decisión, más o menos consciente, de si volver a quedar o no dedicar más tiempo a explorar ese vínculo.

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Por eso es normal que, cuando el momento se aproxima, las preguntas como qué hacer, a dónde ir o incluso qué ropa escoger, monopolicen gran parte de nuestros pensamientos.

Quieres que el encuentro sea lo más perfecto posible dentro de que hay muchos factores que escapan de tu control (y justo ese día puede parecer que nada va a salir bien).

Y es que por mucho que nos esforcemos en cuidar los detalles que rodean esa desvirtualización, no es a lo que deberíamos prestar atención.

Logan Ury, que es directora de Ciencia de las Relaciones en Hinge, conoce cuáles son esas casillas a tachar que conducen a una segunda cita.

Al seguir el recorrido de los usuarios en sus encuentros, según su experiencia, «hay tres aspectos clave que pueden conducir a una primera cita estupenda y ayudar a las personas a conseguir una segunda: la vulnerabilidad emocional, la risa y la escucha».

Por eso la experta recomienda que esa primera toma de contacto no se use para proyectar una imagen inmaculada, sino todo lo contrario.

«La gente suele pensar que presentar una versión perfecta de sí misma es la clave para conseguir una segunda cita. Pero es nuestra autenticidad y nuestros defectos los que nos hacen más atractivos», afirma.

Una investigación de Hinge en el Reino Unido reveló que más de la mitad (66%) de los usuarios confirmaron que es más probable que tengan una segunda cita con alguien que muestra vulnerabilidad emocional en la primera cita.

Pero, ¿qué es mostrarse vulnerable? Logan lo resume en sincerarse en cuatro áreas: «tus valores, sentimientos, esperanzas en la relación y miedos».

Nada de jugar la carta del misterio o de frenarse por si la otra persona considera que estamos subiendo el nivel de intensidad. A la hora de conectar, eso no funciona.

Los beneficios de hacer reír y saber escuchar

Pero sí funciona el sentido del humor. La experta de Hinge destaca los beneficios de la risa como otra de las claves que garantizan que puedan darse más encuentros en el futuro.

«No solo reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, permitiéndonos relajarnos, sino que también crea un golpe de dopamina, activando los centros de placer de nuestro cerebro», explica.

«Es genial para una primera cita: más unión, menos estrés y más posibilidades de una segunda cita».

¿Significa eso que quienes se dediquen a la comedia van a tener más facilidad a la hora de tener pareja? No necesariamente, ya que hay un tercer aspecto que, por muy amplio que sea el repertorio de chistes, es imprescindible: la escucha.

«Hablar menos y escuchar más» es, según la experta de Hinge, el consejo para una buena conversación en la primera cita.

«Practica la escucha activa estando presente y siendo curioso con tu cita», aconseja. «Mantén el contacto visual, elimina las distracciones retirando el teléfono de la mesa y utiliza un lenguaje corporal positivo, como asentir y sonreír».

Pero, ¿qué sucede si aún con todo, después de haber sido vulnerables, haber hecho reír y haber escuchado, no tenemos claro que haya habido química?

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«Siempre recomiendo a la gente que ignore ‘la chispa’ (o la falta de ella). No es un indicador fiable de conexión o compatibilidad y, a menudo, la atracción crece con el tiempo», afirma Logan.

«Demasiados rechazamos a la gente después de la primera cita porque olvidamos que lleva tiempo abrirse. Es muy posible que te estés perdiendo a muchas grandes parejas por decir ‘no’ a la segunda cita».

Mara Mariño

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‘Slow love’ o tomarte las cosas con calma cuando estás conociendo a alguien

Recuerdo cuando terminó la pandemia como una etapa muy movida en cuanto ligoteo, era como si se hubiera desatado la revolución sexual que tanto canta La Casa Azul.

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Ahora, las mascarillas han desaparecido de la ecuación. Las restricciones también.

Podemos volver a acercarnos disimuladamente al borde de la mesa de la terraza, para estar más cerca de la otra persona, sin miedo de contagiarnos.

Total, hemos perdido la cuenta de las dosis de vacunas que llevamos encima.

Pero esa urgencia de después de los meses de cuarentena, ha terminado por diluirse.

Al encierro le ha seguido otro fenómeno: el de las bodas sin fin.

Las que se retrasaron se han concentrado en este verano y, cuando vas a la tercera de ellas, te planteas si no estaría bien dejar de dar tumbos sentimentales y tener alguna conversación más allá de «¿tienes la casa libre?».

Y es algo que también ha descubierto We-Vibe realizando una encuesta a solteros y solteras.

Lo mejor es que la conclusión a la que han llegado es que nos estamos tomando las cosas no solo con calma, sino con dedicación.

Conocerse bien a todos los niveles ya es más importante que si surge un polvete. La química está muy bien, pero la compatibilidad manda.

Y para averiguar si se tiene, las conversaciones previas son las que ayudan a que se vayan construyendo esa conexión emocional de cuando descubres que a la otra persona también le apasiona El Señor de los Anillos.

Una vez el vínculo emocional es seguido de la afinidad, la química en el sexo no puede faltar, es otra de las pruebas de fuego.

De hecho casi la mitad tanto de hombres como mujeres, terminarían una relación si sexualmente no es satisfactoria, revela el estudio.

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En nuestro caso, el 29% de las mujeres españolas tratan en profundidad el tema de los deseos y fantasías sexuales durante los tres primeros meses de relación, según el estudio de la empresa.

En el caso de ellos, el 27% lo tratan en el primer mes.

Y ahora la pregunta del millón, ¿cómo llego a ese punto de conexión?

Ana Lombardía, que es experta en bienestar y salud sexual de We-Vibe (y le entrevisté hace poco por el lanzamiento de su libro), tiene claro qué claves nos acercan.

Para empezar, es fundamental abrirse en cuanto a los miedos -especialmente si hay nervios de por medio-, también tener la paciencia de conocerse sin prisas por ‘recuperar el tiempo perdido’ y, sobre todo, coquetear.

Según la sexóloga, es como conducir, no se olvida nunca. Pero con un poco de práctica -en un bar, un plan con amigos, una sesión de entrenamiento en el parque-, puedes volver a dejar salir tus encantos y ver qué pasa.

En resumen, tómatelo como la slow food o el slow sex, tan de moda ahora. Hazte fan del slow love.

Mara Mariño

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Todo lo que tienes que tener en cuenta antes de quitarte la mascarilla en una cita

Las llaves, la cartera, el móvil y la mascarilla: las cuatro cosas que necesitamos antes de salir de casa para una cita. Y aunque de tres de ellas casi no te enteras, la cuarta puede arruinarte un poco el momento.

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Porque, por muy acostumbrados que estemos a estas alturas a lavarnos las manos más veces al día de las que podamos contar, es difícil recordar que, también con alguien que nos gusta, no podemos bajar la guardia.

La espontaneidad es un lujo que no podemos permitirnos desde que estalló la crisis sanitaria. Este permanente estado de alerta, incluso con quien queremos que pase a un ámbito más íntimo, es lo que nos toca ahora.

Pero la vida sigue, la gente se mueve -o lo hacía antes de las restricciones- y los sentimientos florecen. No podemos esperar a que llegue esa hipotética fecha en 2022, la que pronostican los expertos como vuelta a la normalidad (normalidad real, de la de antes)

Hasta el nuevo horizonte sin virus, nos acompañará la pregunta del millón.

Si ya ha pasado un tiempo, las cosas van bien y le vemos potencial a lo que va surgiendo, ¿cuándo podemos quitárnosla?

Es nuestra responsabilidad mirar más allá del impulso inicial y tener en cuenta a qué gente estamos exponiendo. Si vivimos con abuelos o un familiar inmunodepresivo (o incluso si la otra persona lo es) está en nuestro entorno, es como para pensarlo dos veces.

Si nos da confianza para dar ese paso, también dependerá mucho de conocer cuáles son las medidas que toma. ¿Está pendiente de desinfectarse? ¿Procura relacionarse lo mínimo posible? ¿Estornuda en el codo? Son buenas señales.

Otros factores, como el lugar de trabajo, se escapan de nuestro control. Pero, por desgracia, la exposición no es la misma estando en casa teletrabajando, que yendo en metro todos los días a una oficina.

Así que, lo mejor que podemos hacer, es darnos tiempo. Tiempo para averiguar todo eso y aprovechar para decidir si realmente es algo con futuro.

Hasta entonces, tener citas al aire libre con poca gente será clave. Cuando llegue el momento -quizás un par de semanas más tarde-, habrá que poner sobre la mesa si solo se está viendo (y si solo se va a ver) a la otra persona antes de tomar la decisión. Un primer ensayo de la famosa charla del compromiso versión Covid-19.

Y, mientras, toca aguantarse las ganas, jugar con las miradas y entrecruzar las manos solo si las hemos pasado por gel hidroalcohólico.

También aferrarse a que, en algún momento, podremos echar la vista atrás y brindar -con un poco de suerte, con la misma persona- por aquel periodo tan raro que ya ha quedado en el pasado.

Duquesa Doslabios.

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Si todavía te da miedo acercarte, aquí tienes ideas de citas a un metro de distancia

Nunca he sido de llevarme bien con esas personas que no conocen (ni respetan) el concepto de ‘espacio personal’. Así que me encuentro extrañamente cómoda en este mundo poscoronavirus en el que nos obligan a guardar las distancias y no hace falta ir dándole dos besos, de buenas a primeras, a cualquier persona que nos presentan.

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Y lo bueno es que es algo que tenemos que tener en cuenta en todo momento. Desde cuando vamos al supermercado a hacer la compra, hasta esa tarde tomando el sol en la piscina de la comunidad (o en la de tu amiga).

Incluso en el mundo de las citas la distancia, parece algo imprescindible.

Ya que dejar de conocer gente -sobre todo con la facilidad que nos da internet- no es una opción para la mayoría, es el momento de poner a prueba la imaginación y dar con esos sitios en los que pueden convivir los encuentros cara a cara con la seguridad de no contagiarnos.

Una de mis ideas favoritas para tener una cita en la nueva normalidad, es el senderismo. Andar por la naturaleza (o ir en bici) no solo te va a ayudar a alejarte temporalmente de la ciudad, sino que obliga a dejar a un lado los móviles y hablar. Eso sí, ojo con la sierra madrileña y sus marabuntas estos fines de semana.

Si ves que Guadarrama está hasta arriba, otra opción es organizar un picnic en el que cada uno se lleve su comida y su manta. Y, lo mejor es que no hace falta que te vayas lejos, puedes hacerlo en un parque o en la playa a última hora de la tarde.

Una sesión de deporte al aire libre permitirá lo mismo (y además ponerse en forma después de la cuarentena, dos pájaros de un tiro). Si os veis sudados y despeinados y os seguís sintiendo atraídos, no lo dudes, hay material. O, si te ves con ganas de subir la temperatura, el yoga puede ser una práctica -visualmente hablando- muy erótica.

Aunque los cines han vuelto a abrir sus puertas, cumpliendo las medidas de seguridad, si quieres más distancia todavía, los autocines nos dan la seguridad de que cada uno esté en su coche. ¿Y para comentar la película? Siempre se pueden mandar mensajes (o pasar del móvil y recurrir a las miraditas).

Para los fans de la gastronomía, las terrazas y restaurantes vuelven a estar en marcha, así que es tan sencillo como comentarle a la otra persona que os vais a sentar un poco separados el uno del otro. Y también es la excusa perfecta para que no tengas que compartir las patatas.

Pero si no ves claro lo de estar sentados en el mismo espacio, la alternativa de que cada uno pida comida para llevar en su restaurante favorito y se haga intercambio para conocer los gustos, me parece tierna y deliciosa. Eso sí, no hay que olvidarse (nunca) de pedir postre.

Duquesa Doslabios.

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El lado bueno del ‘coronadating’

Hace unos días, en plena cuarentena, uno de mis amigos vivió su particular primavera de las rupturas después de que su novia le pusiera fin a una historia de amor de años.

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Pasado el duelo inicial por su expareja, las aplicaciones para conocer gente a través de Internet le devolvieron al campo de juego. ¿El único impedimento? Que no es sencillo conocer a alguien si las pruebas de compatibilidad, las citas, están prohibidas por el Gobierno.

Tanto él como quienes quieran que su vida sentimental no se vea afectada por esta situación, tendrán que volverse imaginativos.

Lo bueno es que la tecnología, esa que tanto culpamos de aislarnos, ha demostrado ser quien nos acerca en estos momentos de distancia física.

Gracias a las videollamadas podemos seguir viéndonos las caras y comprobar si es la misma que la que aparece en las fotos del perfil de la aplicación (recordemos que no está de más ser precavidos cuando la delincuencia online ha crecido en estas semanas).

Con ese encuentro virtual se puede diseñar una cita al gusto de cada uno, algo que vaya desde ver una película al mismo tiempo y compartir opiniones, a beber de un vaso de vino a una cerveza (pasando por una tila para calmar esos nervios que la mayoría tenemos encima).

Otra de mis amigas se está convirtiendo en toda una experta en organizar con su cita cenas románticas a la luz de las velas. Sí, incluso con lista de canciones suaves de Spotify diseñadas para la ocasión de fondo.

Aunque no significa que solo podamos poner en práctica los planes más convencionales. La oportunidad de sorprender con un curso online, un videojuego o una receta que se debe de seguir a la vez puede ser la alternativa que una a quien busque una experiencia distinta.

Al final, la lección que podemos sacar de la reclusión en casa es que tenemos que dejar a un lado el roce físico, ese que hasta ahora dábamos por sentado, y encontrar la forma de conectar con una persona más allá del tacto.

No digo que todas las relaciones que salgan de las conversaciones más profundas -con el extra añadido de haber tenido la fortaleza de aguantar la situación y sobrellevarla-, vayan a ser definitivas.

Pero sí que sus miembros estarán aprendiendo a conocer a alguien de una manera que también puede ser plena.

Duquesa Doslabios.

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Toda primera cita debería empezar por comer una hamburguesa

De todos los sitios, de todos los planes, de todo Madrid, ir a tomarnos una hamburguesa fue la primera cosa que hicimos juntos. Nuestro comienzo.

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No lo sabía entonces, pero sería el mejor plan para conocerte, o, al menos, para darme cuenta rápido de que el estómago era una de las vías más directas para conquistarte.

Ni Burger, ni McDonalds, ni Goiko Grill: un mercado de Malasaña fue el elegido para alejarnos de las más típicas y buscar algo de calidad, ya que eras nuevo en la ciudad.

Porque mi objetivo, el que pudiste adivinar si leías entre líneas entonces, y el que sigue siendo a día de hoy, es descubrirte lo menos conocido de aquí.

Que el veganismo no era lo tuyo me quedó claro cuando tu elección fue una hamburguesa de buey. Quién te iba a decir que, años más tarde, me verías a mí pidiendo lo mismo, solo que de lentejas y quinoa.

Si la tortilla -con o sin patata-, funciona a la hora de hacerte una idea de si tienes futuro con tu acompañante, con la hamburguesa pasa lo mismo.

O eres de huevo o de tomarla sin huevo. Te gusta con pepinillo o lo aborreces. Y, en el peor de los casos, de esa gente que incluso teniendo una buena carne, le echa ketchup.

La escogiste con el típico pan de semillas de sésamo pero de una carne peculiar. Clásico, pero con un punto sorprendente, muy en tu línea, como eres en todos los aspectos.

Al poco descubrí, con tu ofrecimiento de probarla, que eras (y eres) muy de compartir. Hasta el punto de que somos de esos que piden dos platos que nos vayan a gustar a ambos para catar siempre la mitad del otro.

Que no dejaras ni una miga en la bandeja tachó otra de las cosas de la lista. Tenía ante mí a alguien de buen comer. Si llegaba el momento, ibas a encajar en la familia.

También la hamburguesa me sirvió para analizar hasta qué punto me seguías pareciendo atractivo cuando tenías la boca manchada con un poco de tomate (y me lo pareciste mucho, créeme).

Deduzco que lo mismo te pasó a ti, que me viste pringada casi hasta los codos. Mi técnica, en ese momento, era tan terrible que terminé por comerla medio deshecha.

La particular prueba de fuego gastronómica me permitió fantasear sobre cómo eras en la cama. Viendo cómo la cogías y te la llevabas a la boca -con ganas, de forma casi apasionada-, la imaginación jugó la buena pasada de pensar que es así como podrías llegar a hacérmelo a mí.

Aunque la respuesta más simple de por qué mi test de compatibilidad empieza por una hamburguesa es tan sencilla como que se trata de una de mis comidas favoritas. Encontrar a alguien con quien compartir no ya el gusto, sino el amor por ella (ya que pretendo comerla muy a menudo a lo largo de mi vida), me parece un buen punto de partida.

Duquesa Doslabios.

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