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Cómo ‘milf’ y ‘dad bod’ reflejan desigualdades de género en la sexualización a los 40

El otro día subía un vídeo hablando del dad bod, un concepto que se utiliza para definir los cuerpos de hombres de mediana edad que no están en forma.

Literalmente es la traducción al inglés de ‘cuerpo de padre’, un término que se ha popularizado en los últimos años en un sinfín de artículos poniendo como ejemplos de esta constitución a actores como Leonardo Di Caprio, Adam Sandler, Pierce Brosnan o Javier Bardem.

O, como se les llama también en español, «fofisanos».

hombre bata dad bod

PEXELS

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Según la revista GQ en uno de sus artículos, en concreto el de Por qué el cuerpo de padre es sexy, el dad bod es «un cuerpo de tío sanote. Nada demasiado excesivo, pero un poco de tripa asomando bajo la tela de la camiseta».

Claro que en una sociedad que mide el éxito en términos de atractivo, a la vez que estipula los arquetipos de belleza, que una de las revistas masculinas más leídas se refiera en esos términos a la falta de tono físico en los hombres, no es casualidad.

Por otro lado, las revistas femeninas se sitúan en el otro extremo de la balanza. Ante la permisividad de esos famosos que posan en sus yates con una lata de cerveza, encontramos fotos de actrices o cantantes con brazos tonificados dignos de tenistas profesionales o abdominales de acero.

Nos hablan de la lista de famosas con cuerpazos a los 50 o se utilizan como ejemplos en artículos de Cómo estar mejor a los 50 que a los 30.

Es curioso el doble rasero de la prensa. El mensaje es que ellos pueden ganar peso y además seguir siendo considerados sexys, ya que el concepto de lo que es atractivo sexualmente se adapta para que entren en el espectro.

Nosotras, en cambio, no solo tenemos que estar delgadas, sino combatir al tiempo y estar más jóvenes que hace 20 años. Si no estás mejor a los 50 que a los 30, has fracasado. Si ellos están mejor a los 50 que a los 30, han triunfado.

El efecto ‘Homer y Marge’

La película de American Pie fue la primera en ponerle nombre a otro concepto que completa esta paradoja de la sexualización a partir de cierta edad en la sociedad.

Fue con el boom de la saga de comedias de instituto cuando se popularizó el término milf, que es la abreviatura de Mother I would like to fuck o, como se dobló en castellano, la «mqmf», «madre que me follaría».

Que le pusieran nombre fue la única novedad, las milfs en la pantalla llevaban mucho tiempo entre nosotras sin que nos hubiéramos percatado.

El premio se lo lleva Marge Simpson por la cantidad de años que estuvo la familia amarilla saliendo en nuestras pantallas.

Durante los más de 20 años que los personajes de Springfield nos han acompañado, la fórmula de Homer, gordo, amante de la cerveza y las rosquillas, y Marge, la devota madre de familia numerosa siempre delgada (nunca supimos sus comidas favoritas), son el ejemplo perfecto.

A ellos les siguieron Peter y Lois Griffin, Bob y Helen Parr (Los increíbles), pero también Diego y Lucía (Los Serrano).

El común denominador es el mismo: hombres fofisanos con mujeres que, después de la maternidad, mantienen una forma física estupenda. Y además son guapísimas.

En el momento en el que las representaciones que encontramos en las películas o series están reforzando estas ideas, nos encontramos con una cultura que perpetúa estos estereotipos de género en la sexualidad y construye no solo nuestra identidad sexual como individuos, sino en pareja.

Tener hijos cambia. Pero la sorpresa es que cambia hasta el punto de que si eres mujer se convierte en algo con lo que se te puede sexualizar.

La milf no se quedó en American Pie, es un término que se encuentra la pornografía y ha llegado a convertirse en una de las categorías más visitadas. Dad bod, por otro lado, no aparece en ninguna web de contenido para adultos.

¡Si encuentras hasta ilustraciones realizadas por fans de Marge Simpson, con un físico aún más sexualizado, ya que cambian las dimensiones de su cuerpo, en ropa interior, con posturas de sumisión o luciendo accesorios de BDSM!

De Homer no encontrarás este tipo de contenidos, lo que lleva a pensar que a las madres se las quieren follar, a los padres no.

Eso sí, no a cualquier madre, las mujeres que componen el imaginario erótico no tienen un cuerpo de haber pasado tres partos. No verás milfs con estrías en las tetas, la cicatriz de la cesárea ni tripas bamboleantes.

«Qué buena está la madre de mi amigo José», cantaba Dani Martín, no sabemos más de ella en el resto de la canción, lo importante quedó en esa estrofa.

En cambio, los hombres gozan con el privilegio de la aceptación. Su sexualización a partir de los 40 no cambia por mucho que sus cuerpos experimenten variaciones.

Siguen siendo percibidos como sujetos eróticos aún cuando su figura está menos esculpida.

Es más, volviendo al artículo de GQ, el dad bod se admira porque «no está obsesionado con el gimnasio», algo que se relata en el mejor de los sentidos. Los atributos que encuentras en el texto es que es un tío «auténtico» que está «cómodo» en su propia piel.

Pero, claro, es fácil estar cómodo en tu propia piel cuando al cumplir 40 años tu autoimagen no se ve atacada por los mensajes o referentes que nos rodean a nosotras.

Reimaginando la sexualidad a los 40

Cómo nos vemos físicamente no solo se construye con la opinión personal que nos formamos. El juicio externo nos valida o invalida porque mide cuán atractivos resultamos al otro.

Algo que además repercute de manera directa en nuestra vida sexual y relaciones de pareja, ya que es uno de los pilares de la autoestima sexual.

Sentir que a partir de una edad, tu cuerpo es menos aceptable, no solo es una desigualdad social porque nos afecta más a las mujeres que a los hombres.

También significa que habrá más probabilidades de vivir ciertas situaciones con incomodidad, vergüenza con nuestro propio cuerpo e incluso llegar al punto de sentir que la sexualidad es lo único que podemos ofrecer, tanto ante una pareja esporádica como en una relación.

Para terminar con una nota de esperanza, lo más revolucionario parte de la estimación de una misma, es decir desafiar y cambiar estas normas de género en la percepción de la sexualidad a los 40 pasa por autoaceptarse.

Que suena fácil, y no lo es, soy consciente. Pero puedes empezar por recordar que el cuerpo que tienes no solo es el tuyo (y por eso ya se merece mucho amor), sino que va a seguir cambiando y además va a seguir siendo capaz de experimentar un montón de placer que te va a hacer sentir genial.

Y, una vez reivindicado tu cuerpo, toca señalar también las narrativas de esos programas o películas en los que las representaciones corporales siguen este sesgo según los personajes sean hombres o mujeres.

Las relaciones de pareja sanas deben estar basadas en la igualdad, así que debe empezar en casa. Y es difícil que haya igualdad de condiciones si uno de los miembros puede aceptar sus cambios de la edad y el otro vive con la angustia, la presión y la inseguridad que le generan los mismos.

Así que, no solo es tarea nuestra sentirnos a gusto con nosotras, dar con parejas en las que la tónica habitual es el respeto mutuo es clave.

Hay una diferencia abismal entre tener a tu lado a alguien que te acepta con todo (edad, cambios corporales, de trayectoria, etc) y, una persona que fomenta esa presión (algo que puede pasarte a los 40, pero también a los 20). En cuyo caso lo mejor que puedes hacer es ponerle fin a esa relación.

En definitiva, la importancia de la sexualidad a los 40, a los 50 o a los 60, no debería estar ligada al aspecto físico. Necesitamos valores íntimos que se centren en la inclusividad, en la aceptación, en la igualdad, en el cuestionamiento de esas normas de género.

La única preocupación de nuestra vida íntima, según cumplimos años, no debería ser otra que centrarnos en ser flexibles y adaptar nuestra sexualidad a lo que nos va pidiendo el cuerpo y la mente en cada momento.

Mara Mariño

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