Os comportáis como novios, viajáis como novios, pero no sois novios

Puede que la palabra de 2023 haya sido «polarización», pero en mi opinión, debería haber sido «fluir».

«Fluir» es lo que te dice la persona con la que empiezas a hablar, esa que no termina de especificar qué va buscando y se mueve en los márgenes de la imprecisión.

Pero «fluido» es también el mundo en el que nos movemos, las fronteras de la sexualidad, el trabajo y hasta de la ideología política se han vuelto más permeables que nunca.

pareja cita novios

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En esta sociedad fluida, donde la liquidez ya no se refiere al dinero, sino a las relaciones interpersonales, es difícil averiguar dónde empieza o termina algo, cuáles son los límites.

Porque hablarlo es sinónimo de que te puedes estar pillando, o peor, de que eres una persona intensa.

Y en ese espacio con los bordes difuminados, florecen las parejas no-parejas.

Son fáciles de identificar (y pondría la mano en el fuego de que has formado parte de una de ellas) porque se caracterizan por la exclusividad.

Las parejas no-parejas hablan de manera ininterrumpida a lo largo del día, comparten lo que hacen, tontean, quedan, se van de cine, museo, cena, beben unas copas, juegan con la ropa de la otra persona, la tiran al suelo, entremezclan las pieles, desayunan tostada con aguacate, entrenan juntos, quedan con una pareja de amigos, planean un viaje juntos e incluso conocen a miembros de sus respectivas familias.

Pero no son novios y la resistencia a la nomenclatura, a la etiqueta, suele venir de uno de los dos miembros. Spoiler, no sueles ser tú.

Cuando te das cuenta de que estás en una pareja no-pareja es porque cuando ha surgido el tema del futuro, te ha tocado escuchar que es que «no es el momento, quiero centrarme en el trabajo», «he sufrido en el pasado y no estoy en ese punto», «no creo en eso»…

Es el mismo momento en el que te preguntas que cómo puede ser que te diga eso si lleváis varios meses en los que se comporta como si fuerais novios hasta el punto de estar pendiente de recogerte del aeropuerto si llegas tarde o de cocinarte la cena.

Sí, en este tipo de vínculos la confusión es tan frecuente como los gestos de cariño o los cuidados que recibes, por eso es tan difícil ejecutar lo único que puedes hacer en estos casos: ponerle fin.

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Puede parecer que por las respuestas recibidas, la situación cambiará en un futuro. Una mañana se levantará y llegarán esas ganas de ir a más, seguiréis el curso natural de evolucionar, paso a paso, a una relación ‘oficial’.

No pasará.

Mantener la pareja no-pareja en pausa no es temporal, porque no es una cuestión de no poder cambiarlo, sino de no tener ninguna intención de hacerlo.

Es como intentar dar un paseo con alguien cuando tú quieres ir en bicicleta y la otra persona sentarse a tomar una cerveza.

Estar en pareja hace la vida más fácil, ya que mantienes las esferas sociales, afectivas y sexuales ‘cubiertas’, pero solo cuando estás a la misma altura de compromiso que la otra persona.

Y entre que tú te mereces todo -y que puedes hacer ese viaje con amigas, ir al cine con tus padres, beber unas copas con tus compañeros de trabajo y pedirte un taxi cuando llegues al aeropuerto-, recuerda que quien solo busca fluir es porque no quiere permanecer.

Mara Mariño

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Hay gente teniendo sexo con ChatGPT (pero no como imaginas)

Podemos estar de acuerdo en la cantidad de partido que se le puede sacar a las inteligencias artificiales como ChatGPT.

En mi caso, hace unos meses, le preguntaba incluso consejos para mejorar la vida íntima.

Sin embargo, esa finalidad de resolver las dudas que tiene la inteligencia artificial, organizando la información de forma coherente, no es la única que ciertos usuarios han encontrado.

Hay personas que están usando ChatGPT para hacer sexting o crear historias de alto contenido erótico.

hombre ordenador portátil

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«¿Cómo pongo a la IA de humor?», pregunta alguien en uno de los foros de Reddit.

No parece tan descabellado si tenemos en cuenta que las interacciones íntimas entre robots y humanos no son ajenas a nadie desde que existen las muñecas sexuales.

Aunque salió en 2013, la película Her -en la que Joaquin Phoenix termina teniendo sexo con la voz de la asistente virtual-, ya adelantaba lo que está pasando 10 años más tarde.

Cualquiera podría pensar que es normal que se terminara explorando esa faceta más ‘picante’ de ChatGPT, que, por mucho censor integrado que tenga, en el hilo de respuestas que leo a la pregunta, no es difícil sortearlo.

Pero, más allá del uso y disfrute personal, hay una cara B de este fenómeno, que es la que me ha puesto los pelos de punta.

Y es que el estímulo no está solo en conseguir una respuesta erótica por parte de una inteligencia artificial, sino que se están compartiendo las historias y con una búsqueda rápida es posible leer esos relatos.

Si nos parecía que los fanfics, el género literario donde los fans cambian a su gusto sus historias preferidas, eran un loco universo alternativo donde Harry Potter podía tener sexo con Draco Malfoy, las historias de ChatGPT son para preocuparse.

No faltan historias sobre violaciones a mujeres («Por favor, detente», susurró de nuevo, su voz temblaba por la inutilidad de sus palabras ante su captor) ni dirty talk en el que la IA adopta un tono sumiso: «Oh sí, soy una zorra, soy la mayor zorra que has conocido».

Dos ‘tramas’ que recuerdan demasiado a lo que ya se ve en cualquier película pornográfica y a la vez explica que los usuarios que están creando las historias son hombres heterosexuales, ya que el enfoque de la mirada masculina sobre el sexo es el mismo.

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Pero más allá de eso, se han vuelto muy populares en los foros las historias que son explícitamente violentas.

Una de las más impactantes habla de una auténtica salvajada como es que ChatGPT describa lo que es que le corten un brazo.

Asimismo, en las respuestas a esa historia, hay usuarios que preguntan cómo llegar a ese punto para que la IA responda de esa manera tan real hasta el punto de suplicar por el fin de ese dolor virtual.

También quienes comentan que eso no es nada y que han conseguido crear detalladas narraciones sobre disparar a mujeres en la cabeza (y a su vez quienes preguntan si pueden pasar el enlace para leerlas).

Y me da igual que la brutalidad se quede en el plano digital. Quienes están detrás de esas historias son personas reales que están fantaseando con la idea de agredir físicamente.

Que están dándole un prisma erótico a crímenes donde, por muy virtual que sea todo, el género de sus víctimas digitales siguen siendo mujeres.

No es ya solo que ChatGPT se convierta en otro espacio en el que darle rienda suelta a la erotización de la violencia, es que si se simulan delitos del código penal, se incita el odio hacia las mujeres.

¿El posible control sobre esto? Ni está ni se le espera…

Mara Mariño

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¿Por qué el sexo y el amor romántico están relacionados?

Es ver cualquier serie en la que una pareja decide abrir su relación y que salgan quienes afirman que la monogamia está de capa caída.

Otros opinan lo contrario, que por ‘culpa’ del poliamor, esta forma de relacionarse ha cogido más fuerza.

Y yo, que soy monógama no tanto por convicción, sino más por vaguería, me pregunto en qué momento se juntaron amor y sexo como para que ahora nos planteemos estas nuevas formas de vincularnos.

Hombres besándose

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Habrá a quien esto le parezca antinatural y piense que el ser humano lleva, desde el comienzo de los tiempos, relacionándose así.

Lo cual no es del todo cierto, arrastramos este modelo desde hace siglos, sí. El amor que ‘practicamos’ actualmente (en Occidente, quiero decir) es el amor romántico.

Pero ni lleva aquí desde siempre ni es la alternativa infalible.

Voy a empezar el repaso histórico por el tatarabuelo del amor romántico: el amor cortés del siglo XIII.

Nace de boca de los trovadores franceses, que pregonan el culto a la mujer y el sufrimiento por la distancia de ella, idealizándola en principio, y adquiriendo progresivamente una tendencia más sexual.

Con el tiempo se transformaría en lo que acabamos llamando amor romántico, aunque inicialmente su origen era más espiritual o idealista al servicio de la castidad y la proeza.

Todavía en el siglo XVIII, las relaciones de pareja se caracterizaban por separar el amor romántico de la sexualidad y el matrimonio.

Por un lado estaba el matrimonio amistoso o por conveniencia, como institución social y religiosa (para obtener descendencia legítima).

Por otro los devaneos, la forma aceptada socialmente a través de lo que obtener las satisfacciones amorosas románticas, y que eran casi siempre exclusivamente masculinos (prostitución incluida).

Es en la Edad Contemporánea cuando por primera vez comienza a coger fuerza la idea de juntar amor y matrimonio.

La reivindicación de los sentimientos

En el siglo XIX, el Romanticismo, comienza la exaltación de la pasión romántica y trágica, ese amor que relata Jane Austen en Orgullo y Prejuicio.

Puede que el puritanismo reprimiera cualquier tipo de manifestación erótica pública, pero comenzaba a surgir tímidamente un tipo de noviazgo que se desvincula de las imposiciones paternas.

Elizabeth Bennet puede casarse con Darcy por los sentimientos que se profesan.

Aunque el broche final se da durante el siglo XX con los grandes cambios sociales que repercuten fuertemente en las relaciones amorosas y sexuales: la emancipación de la mujer, el acceso a los anticonceptivos y el temor al contagio del SIDA.

Con esta segunda gran revolución del comportamiento amoroso se fusionan el amor romántico, el matrimonio y la sexualidad.

Es decir, aparece el matrimonio por elección libre, basado en el enamoramiento, y el amor romántico deja de ser un fenómeno minoritario.

En el caso de España, también influye la herencia religiosa, ya que los valores católicos promueven la conexión entre el amor romántico y el matrimonio contribuyendo a la idea de que el sexo debería estar vinculado a una relación de compromiso y afecto duradero.

Así que a día de hoy, la creencia que predomina en nuestra sociedad es la de que la base del matrimonio debe ser el amor romántico, con la expectativa de mantener la pasión erótica y romántica con una misma pareja durante toda la vida.

¿Dónde aprendemos el amor?

Las creencias y características del amor romántico son las que nos ‘tocan’, pero no nos vienen de serie. Aprenderlas y, por tanto, desarrollar nuestro comportamiento amoroso, es algo que replicamos gracias a la influencia de la familia.

Es la primera estructura que repite el comportamiento, pero también a través de la cultura popular, incluyendo películas, libros y música, que retratan el amor romántico como un componente esencial de las relaciones sexuales.

Estas representaciones refuerzan la idea de que el sexo debe ser parte de una conexión emocional profunda (y que se lo digan a Crepúsculo, 3MSC, El diario de Bridget Jones, La última…).

Y la idealización del amor romántico, como la forma más elevada de relación, ha contribuido a la creencia de que el sexo dentro de una relación romántica es más valioso o significativo que el sexo casual.

A eso hay que sumarle las normas o presiones sociales, que condicionan el comportamiento sexual y establecen expectativas sobre cuándo y cómo debería ocurrir el sexo.

Una serie de determinantes que llevan a entender por qué cuesta desprenderse tanto de la idea de que el sexo debe estar vinculado a una relación afectiva y a un compromiso a largo plazo.

Así que si te preguntabas por qué de cierta manera estaba mal visto que tuvieras relaciones sexuales sin sentimientos de por medio (sobre todo si eres mujer), o por qué puede ser que te cueste conectar en el sexo si no hay emociones, no eres tú.

Te han socializado para sentirte así en cualquiera de los dos espectros.

Mara Mariño

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‘Negging’, el tóxico ‘truco’ para seducir que parece obra de Barney Stinson

Uno de mis amores imposibles fue un compañero de carrera que, por muchas afinidades que teníamos, «solo salgo con rubias», me decía.

Repetía lo bien que se lo pasaba conmigo y lo divertida y guapa que le parecía, pero que se conocía y que siendo yo morena, no iba a funcionar.

hombre ligando con una mujer

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Aquello, en vez de desanimarme, me incitaba todavía más a prepararle planes sorpresa para convencerle de que, pese a no tener el color del pelo, tenía todo lo demás.

Por supuesto aquello no funcionó. Y no solo eso, sino que mientras yo dediqué mi tiempo y energía, él no hizo nada en absoluto más que ‘dejarse querer’.

No sería la primera vez que este tipo de interacciones marcarían mi vida.

También recuerdo otro chico, con el que salí una vez, que me dijo que yo no encajaba en su prototipo porque le solían gustar mujeres más delgadas como sus exnovias, que era o modelos o misses.

Cuando volví a casa después de la hamburguesa me escribió para preguntarme si íbamos a su piso a tener sexo.

Por suerte, y aunque no sabía explicar bien por qué, yo sí le había descartado a él en cuanto soltó el comentario.

Como con el chico de las rubias, y quiero pensar que de una manera inconsciente, los dos habían tirado por una estrategia de ligue que tenía en común no hacerme sentir suficiente para ellos.

Además de atacar directamente a mi autoestima, como que tenía que estar agradecida de que, de alguna manera, rebajaran sus estándares por mí.

No solo me hacía querer estar a la altura de ese supuesto sacrificio por su parte, sino que despertaba el afán de competir con las otras mujeres, rubias y modelos, que aunque ni las conocía, era como si estuvieran ahí.

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Tuvo que llegar el trabajo en mi amor propio junto a una psicóloga para que aprendiera a que mi validez no se medía en función de la respuesta de los chicos que podían gustarme.

Podía elegir que los chicos que me gustaran fueran aquellos a los que les gustara yo también, para empezar, y descartar los que llegaban a mi vida con lista de requisitos, basados solo en la apariencia física.

En aquel momento no le puse nombre, pero por lo visto, esto de soltar piropos envenenados a la persona que te gusta se conoce como negging.

Es una estrategia de manipulación que aparece en el libro El método de Neil Strauss, un ensayo que busca convertirse en el famoso manual de Barney Stinson para conquistar mujeres, pero en la vida real.

Pero claro, el manual de Barney era divertido en el marco de una serie cómica donde sus descabellados planes basados en mentir y engañar, formaban parte de la trama.

En la vida real, utilizar esas artimañas no es ético, y es lo que pasa con el negging cuando, de manera deliberada, se crea una inseguridad en el ‘objetivo’.

Y además tengo algunos ejemplos de negging reales que me han escrito algunas seguidoras: «No soy de tatuajes, pero tendría que ver los tuyos para ver si son finos, soy muy exigente», «Si me importara el físico, no estaría contigo», «Qué guapa eres de cara, tienes que mejorar el cuerpo, pero podemos quedar igual», «No eres como las otras chicas, eres como un tío con tetas» o «Eres más atractiva que guapa».

La consecuencia si no tienes la autoestima trabajada, es la que os relataba de querer demostrar que no eres como te encasilla, sino mejor para conseguir su aprobación (porque recordemos que especialmente a las mujeres se nos socializa en ser deseables y nos sentimos valoradas cuando conseguimos propósito de ser deseadas).

Así que en vez de eso, en vez de dejarnos llevar por el automatismo de querer gustar, hacernos la siguiente pregunta.

¿Por qué quiero seguir dedicando mi tiempo a una persona que en esta primera conversación o primera cita ya me está haciendo sentir mal conmigo misma?

Mara Mariño

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Quiero y no puedo, el dilema de las bisexuales al ligar con otras mujeres

No es la primera vez que, hablando con otras mujeres bisexuales, nos damos cuenta cuando echamos la vista atrás, de que hemos tenido más experiencias con hombres que con mujeres.

Haciendo balance, llegamos a la misma conclusión: nos habría gustado (o nos gustaría, la esperanza es lo último que se pierde) que la cifra femenina fuera mayor.

Haber estado con más chicas, vaya.

dos mujeres mirándose

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Actualmente estoy en una relación de pareja con un hombre. Y será la última.

Como le he comentado -medio en broma, medio en serio-, que aunque espero que vaya bien y lleguemos a vernos todas las canas que nos toquen, si terminamos, lo siguiente serán única y exclusivamente mujeres.

No me malinterpretes, no es una decisión basada en el hartazgo de los vínculos sexoafectivos hetero, ni por nada que haya hecho él, ni mucho menos.

Pero tengo más interés en profundizar en algo que, hasta el momento, han sido historias puntuales que por circunstancias, no se han desarrollado, derivando en algo más.

Esa sensación de que me falta calle con la bisexualidad es algo que, por lo que me comentan otras mujeres de la misma orientación, compartimos entre muchas.

Así que es imposible no hacerse la pregunta del millón, ¿por qué las mujeres bi queremos, pero no podemos?

Quitando los gustos personales, ya que las hay que pueden sentirse más atraídas por ellos (recordemos que esto no va de porcentajes exactos), hay una serie de factores que nos hacen echar el freno.

Para empezar, desde pequeñas somos socializadas en la heteronormatividad, la asunción de que todas las personas son heterosexuales por naturaleza.

A partir de ese concepto, todos los referentes románticos o historias que nos han podido marcar después de la tierna infancia, se basan en que nos sintamos identificadas con la sufriente protagonista que sueña con el chico como el amor de su vida.

Una atracción construida artificialmente y muy efectiva. Por eso, cuando en la tele no te gustaba Hércules porque quien te cautivaba era Xena, la princesa guerrera, acallabas ese pensamiento.

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Una vez aprendido que las relaciones heterosexuales son las que están bien vistas, nos llega el momento de ligar.

Nuestra manera de practicar las tácticas de seducción se divide en dos roles muy definidos: ellos tienen el papel activo y nosotras el pasivo. Su forma de ligar es la de aproximarse y la nuestra de esperar.

Por eso, cuando somos nosotras quienes debemos llevar la iniciativa, replicamos la manera en la que nos han ‘conquistado’ todos estos años.

Y como sabemos que, en muchas ocasiones, esa manera de entrar puede ser violenta, preferimos no generar incomodidad con las formas y nos quedamos eternamente en el banquillo.

Así como tenemos la capacidad de identificar al segundo si hay un chico intentando llamar nuestra atención en el gimnasio o el festival de turno, entre mujeres apenas tenemos tablas cuando se trata de tener funcionando el radar.

Como nos cuesta más ‘leernos’ las intenciones entre nosotras, ese miedo a lo desconocido, a no saber si le gustamos a la que está enfrente o solo está siendo amable, nos genera esa sensación de intimidación.

O bien terminamos haciéndonos amigas, porque nos relacionamos de otra manera y desconocemos qué códigos de seducción emplear.

Además, en muchas ocasiones, no nos damos cuenta hasta muchos años después de esa primera atracción, de que es algo que forma parte de nuestra orientación sexual.

Bien por la educación recibida, porque pensamos que es algo puntual o porque, cuando nos puede apetecer lanzarnos, nos frena la idea del qué dirán por culpa de la bifobia.

Y eso sin olvidar que si te abres un perfil bisexual en las apps de conocer gente hay muchas menos opciones.

Así que entre que el ‘mercado’ es limitado y tampoco comprendemos cómo dar el primer paso, seguimos prefiriendo la salida fácil, por conocida: seguir ligando con ellos.

Ajustarnos a lo de siempre, a la zona de confort en la que dominamos su funcionamiento y cuáles son las normas de seducción, y aprovechar el heteropassing, que no es otra cosa que te lean como heterosexual.

En conclusión, da igual que ahora por fin tengamos claro que nos gustan las chicas.

No tenemos ni idea de cómo ligar con ellas.

Mara Mariño

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Tinder Australia incluye anuncios sobre consentimiento (y España debería tomar nota)

Cuando te descargas Tinder y seleccionas qué preferencia tienes, la aplicación procede a enseñarte un sinfín de perfiles para que empieces con el mítico swipe left o swipe right. Menos si estás en Australia.

Una iniciativa del CRCC (Centro de Crisis por Violación de Canberra) ha conseguido que, entre match y match, aparezcan anuncios sobre el consentimiento.

campaña publicitaria consentimiento Tinder Australia

TINDER AUSTRALIA

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Desde que dio comienzo la campaña, a los australianos les aparecen frases como «¿Sabes cuál es mi palabra de seguridad? ‘No’ es la única palabra que deberías necesitar», «Si el sí no se comunica verbal o físicamente, es un NO» o «Si cada acto sexual tiene mutuo consentimiento, es un SÍ».

El objetivo además de resolver las dudas que aún puedan existir sobre el consentimiento es, por supuesto, el de cambiar las actitudes de los usuarios que usan la app.

Además, al animar a hacer comprobaciones durante el encuentro, para asegurarse de que se está a gusto con lo que está sucediendo, se promueve la idea de que el consentimiento es una conversación constante.

Algo que es una de las asignaturas pendientes, porque además de los famosos contratos que algunos popularizaron en redes creyendo que serían la ‘solución’ -antes que ir cerciorándose del bienestar de su acompañante-, ha habido intentos de webs o aplicaciones que ofrecen la opción de ponerlo por escrito.

El consentimiento algo que se puede revocar, lo que aparece reflejado en el cambio de la Ley de Enmienda de Delitos de 2022 que cambió el principio de presunción del consentimiento.

Es decir, que además de que debe haber una conversación continua y mutua entre los participantes, la ley también establece que las personas tienen derecho a elegir no participar en actividades sexuales

En España, si vamos al artículo 178, la teoría también la tenemos  al día: «Solo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona».

Porque, por desgracia, muchas de las interacciones de citas de hoy en día comienzan en línea, no son consensuadas y por tanto inseguras.

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A nivel nacional, tenemos datos que prueban esto, este año gracias al informe ‘Apps sin violencia’ de la Federación de Mujeres Jóvenes.

Basado en casi mil encuestas, los resultados revelaron que el 22% de las mujeres que tuvieron una cita a través de una aplicación sufrieron una violación.

Por otro lado, según el mismo informe, se calculó que el 57,9% de las entrevistadas se han sentido presionadas para tener sexo con los hombres con los que quedaron.

consentimiento campaña Tinder Australia

TINDER AUSTRALIA

Aunque todavía es pronto para saber cómo ha funcionado en Australia esta medida, sí podemos sacar en claro que son recursos que superan a Tinder España (y otras aplicaciones de conocer gente).

En la aplicación de nuestro país solo aparece la definición de consentimiento en la guía de términos y condiciones, algo que acompañan de una lista de recomendaciones.

Pero si con el «Curso intensivo» de consentimiento, que es como lo llaman, ha habido un 20% de violaciones, igual es que no es suficiente.

Soy consciente de que las aplicaciones para ligar no tienen la culpa de lo que la gente haga después de hacer match. Idealmente, una educación en el respeto del consentimiento, recibida desde la infancia, sería clave.

Pero mientras no suceda, mientras sigamos luchando por conseguir que se respete un «no» o se pare inmediatamente ante una falta de entusiasmo, la opción de Australia se presenta como un refuerzo de cara a recordar de qué manera deberían ser los encuentros.

Así podrá evitarse que se sigan perpetuando agresiones sexuales con violencia o sin esta, pero sin ser deseadas.

Mara Mariño

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Escribir a tu ex para felicitarle la Navidad puede no ser tan buena idea como crees

Los villancicos, las luces que decoran las calles, las películas románticas navideñas donde la solitaria protagonista termina cambiándose de ciudad y encontrando el amor verdadero…

Sí, la Navidad es una época romántica porque invita a quedarse en sitios calentitos tomando algo y hablando o en casa compartiendo una manta.

El caldo de cultivo perfecto para que la nostalgia de cuando estabas en pareja te coja con la guardia baja.

Cuando te quieres dar cuenta, estás con el móvil en la mano dándole vueltas a un mensaje para tu ex. Por eso quiero convencerte de que no lo mandes.

chica móvil navidad

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Tu ex no necesita saber de ti, porque de necesitar estar al día de lo que pasa en tu vida (y tú de la suya), no sería tu ex, sería tu amigo.

Así que si ya tiene esa etiqueta, es porque está formando parte de tu pasado y ahí debería quedarse.

Cuando se habla de responsabilidad afectiva es también entender que, recibir un mensaje así, por mucho que creas que solo tiene buenos deseos, tiene un impacto en la otra persona que no conoces.

Por lo pronto, un inocente «Que pases unas felices fiestas», puede afectar a su bienestar emocional y al tuyo (si no sabes cómo se lo va a tomar).

Lo que te deja en una situación de ansiedad anticipatoria que podrías haberte ahorrado.

Y es que este tipo de tomas de contacto, pueden reabrir emociones no resueltas o heridas sin sanar (¿a quién no se le ha acelerado el pulso viendo el nombre de esa persona del pasado en la pantalla?).

Es algo que reinterfiere en el proceso de superación si una de las dos personas no ha pasado página, aunque también puede suceder incluso habiendo cerrado el capítulo.

Aunque solo pongas «Feliz Navidad, espero que todo bien», escribir es, en sí mismo, un acto que puede provocar confusión, ya que tú puedes tener claro que solo querías felicitar las fiestas, pero puede dar pie a que se piense que intentas reconciliarte y estás utilizando el periodo navideño como excusa.

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O incluso que pueda interpretarse como falsa amabilidad, ya que el mensaje estaría motivado solo por la navidad y no por razones genuinas.

Si tu ex ha dejado claro (verbal o por acciones como dejarte de contestar en cierto punto) que no quiere saber de ti, mandar un mensaje es una manera de violar los límites establecidos.

Porque por mucho que te crees expectativas más o menos realistas, de que te va a contestar y todo va a estar bien, pueden no suceder.

Así que, con todo esto, ¿aún quieres exponerte a ello?

Me gustó mucho un consejo que dio María Esclapez en su podcast sobre superar el duelo que también se puede aplicar a este caso.

Si tienes muchas ganas de contactar o echas en falta a la otra persona, piensa en él o ella y mándale cariño mentalmente.

Deséale que esté bien, dedica unos segundos a llenarte de esa buena energía, de ese aprecio que sientes, y déjalo correr imaginando que se lo envías por el aire.

Deberías centrarte en disfrutar con las personas del presente, son tiempos para estar pendiente de la familia y amigos cercanos, todo lo que te distraiga de cenar con tu abuela -por poner un ejemplo-, es ruido.

Y la tranquilidad de no darle vueltas a momentos o personas que no van a volver, es el mejor autorregalo que puedes hacerte.

Mara Mariño

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La preocupante obsesión por la virginidad de las cantantes

Voy a ponerte en situación. Estaba leyendo una noticia de Taylor Swift y su nueva pareja cuando, hacia el final, uno de los párrafos estaba dedicado a la virginidad de la cantante.

Narraba -con todo lujo de detalles-, cómo según las pesquisas de algunos de sus fans, era posible imaginar con quién la había ‘perdido’ y cuántos años tenía en aquel momento.

Ariana Grande

Youtube

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Para ello, habían buscado y repasado todas las letras de las canciones de la estadounidense, dándoles una interpretación que encajara con la historia de su primera experiencia.

Aquello me chocó. ¿Qué necesidad hay de revelar algo tan íntimo de una persona, por mucho que se trate de un personaje público?

Y sobre todo, ¿cómo es posible que, tantos años después, sea algo lo bastante noticiable como para que se siga incluyendo en artículos de la artista que no tienen nada que ver con ello?

Pienso en mi caso y en lo mucho que me molestaría que si ahora escribieran un artículo sobre mi libro, lo que se mencionara fuera un párrafo de con quién estuve o no en aquella ocasión, en vez de darle importancia a mi logro profesional.

Taylor no es la única, claro. Si pones en Google el nombre de cualquier cantante mujer seguido de la palabra «virginidad», te aparecen páginas y páginas de noticias con vivas descripciones de ese encuentro de las artistas, propiciadas por fans, fuentes anónimas o, de vez en cuando, ellas mismas.

Ariana Grande, Hilary Duff, Miley Cyrus son tan solo unos ejemplos. Aunque el caso más turbador es el de Britney Spears.

De la que es una de las reinas del pop, se utilizó la virginidad de manera descarada como herramienta de marketing hasta el punto de que presentadores y periodistas le preguntaban por su sexualidad como si se tratara de un interrogatorio.

Ella misma comentó en entrevistas lo incómoda que le hacía sentir haberse convertido en el mito de la «lolita» cuando cada vez aparecían hombres más mayores en sus actuaciones.

Si analizo las noticias que he leído sobre su primera vez, hay algo que comparten todas.

Lo primero es que solo se ha considerado como ‘pérdida oficial’ de virginidad el coito con un hombre (por esa regla de tres, ¿una lesbiana sigue siendo virgen?), dejando en un segundo plano el resto de prácticas sexuales.

Con esta narrativa, que además dada su fama llega a todas partes del mundo, se potencia la idea de que solo la penetración cuenta como relación sexual.

Pero también tiene una cara B, y es que juega a darla alas a las fantasías de los fans masculinos, volviéndolas más deseables al fetichizar la virginidad.

«Si no consumes su música, siempre puedes consumirla a ella», se sugiere de manera velada.

Lo segundo que tienen en común es que su sexualidad es de dominio público y tanto medios como fans se sienten con el derecho de indagar y hablar de ello en cualquier momento.

Curiosamente (o no), en el caso de los cantantes hombres, la virginidad no aparece como titular en noticias que hablan de ellos.

Sus experiencias siguen siendo suyas porque las fans no se organizan para salir de dudas, casi se podría afirmar que genera menos interés.

Y porque no existe un consumo exacerbado de su imagen al no tener tanto alcance como mito sexual como el que tienen sus compañeras de profesión.

Es más, quienes sacan el tema de sus primeras experiencias, bien lo hacen como broma («Si no me hubiera hecho famoso, aún sería virgen», decía Harry Styles) o dominan la narrativa decidiendo qué cuentan, cómo y cuando, como fue el caso de The Weeknd.

Abel Tesfaye fue de los pocos que ha compartido su historia, comentando, además, que estaba borracho y lo hizo con una mujer mucho más mayor que él, un discurso que genera preocupación más que despertar morbo, como son normalmente las historias de ellas.

Sexy, pero no demasiado

Caso excepcional es el de los hermanos Jonas, que, al llevar anillo de castidad, creaban esa expectación por ser la excepción a la norma del resto de artistas de la industria.

La diferencia de Joe, Nick y Kevin es que, como se ha sabido más adelante, lo del anillo era más teoría que práctica y no les ha supuesto un impacto negativo en su imagen haber perdido su ‘pureza’ antes de casarse.

Nada de esto es casual, es una ventaja de la cultura patriarcal aplicada al sector de la música: la virginidad de las mujeres es un valor importante, que se asocia con su moral, independientemente de que sean estrellas mundiales.

Este sesgo sexista no solo idealiza la imagen de la mujer ‘pura’ en la industria de la música, también se crean expectativas poco realistas de cómo deberían ser las mujeres y aumenta la presión por mantener la virginidad (recordemos que Britney, en cuanto la perdió y comenzó a tener una vida sexual propia, paso a ser tachada por la prensa de «promiscua» y «mala madre»).

Puede que nos pillen lejos, pero sus casos son ejemplarizantes, algo que también han vivido Miley Cyrus o Bella Thorne, tan deseadas por hombres como criticadas cuando han empezado a sacar explotar su lado sexual para sí mismas.

Si podemos hablar de la doble moral que hay respecto a la sexualidad femenina, en el caso de la industria del entretenimiento es aún más feroz.

Está la contradicción de que se espera que sean sexys y sugerentes en sus fotos, conciertos y videoclips; y a la vez se las juzga si tienen actividad sexual.

Con todo esto, se entiende el porqué de la obsesión por la virginidad de las mujeres -famosas o no-, es una forma de controlarnos.

Y puede ser usada como estrategia mediática o herramienta de ventas, ya que genera interés en torno a la vida privada de las cantantes y encumbrarlas a lo más alto, o destruirlas.

Mara Mariño

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El otro lado de la ‘friendzone’: no era amistad, solo estaba ahí para acostarse contigo

El término de friendzone me acompaña desde la universidad, cuando algunos de mis compañeros -después de mantener varios años de amistad con la que les gustaba-, se quejaban de finalmente ella no quería tener nada más allá de esa relación de amigos.

En ese momento venían con el drama: habían sido rechazados por hipotéticos hombres que seguro las iban a tratar mucho peor que ellos.

La historia eternamente confirmada por el cine, ella no quiere al buen tío y siempre es el malote, el macho alfa, quien termina triunfando por encima de todos los demás.

amigos discutiendo friendzone

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Con el orgullo herido y una buena dosis de resentimiento, mis compañeros de clase ponían fin a esa amistad.

Porque claro, les resultaba demasiado doloroso seguir llevándose como amigos. Yo, por supuesto, empatizaba con su situación.

No me preguntaba cómo se sentirían ellas.

Ahora que he perdido recientemente la relación con una amiga (y sé que es un lugar que no puede ser reemplazado así como así), no dejo de darle vueltas a la otra cara de la friendzone.

La de la persona que cae en que su amigo no era tan amigo como se pensaba.

Cuando desaparece de su vida, después de no querer tener nada más, y descubre que solo estaba ahí para ver si en algún momento podían acostarse juntos.

Además del dolor que supone esa ausencia, cuyo duelo es también un proceso que se debe atravesar, poco se habla del desprestigio a la amistad por parte de la palabra friendzone.

Casi como que es una relación de segunda, un sustitutivo y no lo que supone en realidad: un vínculo que nace y se desarrolla con la atracción personal que se nutre de la comunicación íntima mutua, las aficiones comunes, la reciprocidad, la ayuda

¿Friendzone o fuckzone?

Mientras hablemos de friendzone seguiremos sin darle valor a la amistad per se y considerándola un ‘castigo’ en vez de una suerte.

Por tanto, las relaciones con las personas seguirán teniendo el único mérito de si acaban en un sexo.

Sobre esto, me gusta especialmente una publicación que hizo hace unos meses Raúl Macías (@masculinidadsubersiva a quien entrevisté aquí).

En su Instagram reflexionaba acerca del término en cuanto a que se utiliza como algo «devaluador cuando simplemente la otra persona sí da valor a la amistad y el que no la das eres tú».

«Nadie te mete en la friendzone, en la friendzone te metes tú cuando ves que no puedes follar con quien tú querías hacerlo».

Quizás es el momento de ponerle un nuevo nombre a este fenómeno y de ahí que, en vez de la friendzone, tengamos que empezar a hablar, como propone Raúl, de la fuckzone.

La ausencia de sexo en la amistad no es un fenómeno pasivo donde te ves relegado, sin poder hacer nada al respecto, a la categoría de amigo.

La verdadera categorización es la que hacen quienes te colocan, de manera activa, una etiqueta que te clasifica solo como un agujero donde meterla.

Mara Mariño

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Miller’s Girl, ¿de verdad hacen falta más películas de ‘lolitas’?

No ha acabado el año, pero ya podemos empezar a fantasear con 2024. 365 días, 365 oportunidades, como nos gusta recordar a quienes aún usamos Twitter (o como se llame).

Es un año donde no falta, por mi parte, la esperanza de que el mundo avance, de que el feminismo continúe imparable, de lograr más y mejor en todo, menos en feminicidios.

Y sin embargo ya me he llevado la primera decepción.

Jenna ortega Martin freeman Miller's girl

YOUTUBE

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Acaba de salirme en Youtube el trailer de que durante el próximo año se estrenará Miller’s Girl, una película de mi amadísima Jenna Ortega y mi también querido Martin Freeman.

En ella, la actriz de Miércoles se encarga por activa y por pasiva de perseguir un único objetivo: conseguir que su profesor, mucho más mayor, se enamore de ella.

Una relación donde la que la palabra «truculenta» se queda corta, si tenemos en cuenta que la estudiante tiene tan solo 17 años en el guion original (aunque en la película mencionan 18), mientras que el actor ya ha pasado los 50.

Solo se necesitan unas pocas escenas para entender de qué pie cojea. Es una historia tan vieja como el sol: ella tan madura y decidida para su edad, él víctima de una alumna que puede terminar con su carrera.

Ella seductora y dueña de su sexualidad incluso a una edad tan temprana, él intentando resistir por todos los medios y poniendo -no sin mucha eficiencia, he de decir-, algunos pobres argumentos.

Los suficientes como para que nadie le tache de asaltacunas: lo ha intentado, es ella quien no le deja en paz, quien le quiere a toda costa.

«Soy la víctima», dice el profesor en el guion de la película. «¿Ah sí? ¿La víctima de una chica de 17 años?», le responde su esposa. Para que luego, al final, él comente muy apesadumbrado que al menos su estudiante le hizo sentir que él valía algo.

Se asegura la inocencia por partida doble al mostrar un hombre blanco de mediana edad que es perjudicado de su alumna y de su esposa, la responsable de que no le hacía sentir suficiente y le llevó a fijarse en la menor.

 

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Cuando se estrene el film, habrán pasado 62 años desde que Stanley Kubrick estrenó en el cine Lolita, así que solo queda hacerse una pregunta: ¿Por qué siguen haciendo estas películas?

¿Por qué siguen apareciendo en el cine alumnas jóvenes y profesores mayores que terminan enamorándose, pero siempre son ellos quienes no tienen ningún tipo de mando sobre la situación y ellas, las femme fatale, que se aprovechan de su sexualidad para controlarles?

En mi opinión, por dos grandes motivos que no dejan de estar relacionados.

En primer lugar porque, siendo el cine cultura, es una manera de transmitir valores, creencias, tradiciones, costumbres y formas de vida que caracterizan a un grupo social.

Es decir, si aparecen este tipo de narrativas, es una forma de garantizar que estas historias se normalice más allá de la pantalla, o en otras palabras, que los hombres sigan teniendo acceso a cuerpos de mujeres jóvenes (y de lavarse las manos si lo hacen porque han intentado resistirse a su atracción, pero al final, solo son hombres).

Una manera de mantener el statu quo del que se benefician hombres como Risto Mejide o Kiko Matamoros, con sus novias cada vez más jóvenes, para que nos entendamos.

Sorprende que el hecho de que aparezca un hombre mayor asumiendo la responsabilidad de su situación de poder en un caso así, siga pareciendo de ciencia ficción.

Y ahí entra mi segundo motivo, que es aún más preocupante.

En la mayoría de casos de docentes despedidos de centros escolares, son hombres quienes llevan años valiéndose de su cercanía a las estudiantes y su posición para acosar o agredir impunemente.

Pero si lo que se convierte en la tónica habitual es el discurso de que una chica, independientemente de su edad, va buscando sexo con hombres más mayores, ¿cómo van a atreverse a hablar y denunciar esas situaciones, si han crecido con películas que las señalaban con el dedo?

¿Cómo van a esperar que las crean?

En el caso del machismo, no avanzar y seguir fomentando este tipo de discursos supone que las mujeres seguimos viviendo en un sistema que nos discrimina, así que en este caso, seguir con la misma cantinela seis décadas después, es retroceder.

Mara Mariño

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