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Acostarte con el ex de tu amiga: ¿de verdad es una falta de respeto?

Hace una semana, una seguidora me preguntaba por Instagram (que si no me sigues aún, deberías hacerlo) que si había escrito algo sobre tener sexo con el ex de una amiga.

Supongo que no tenía muy claro hasta qué punto era correcto hacerlo y pregunté al resto de seguidores cómo veían la situación.

La gran mayoría se oponía por completo diciendo que era una falta de respeto hacia los amigos.

pareja sexo

PEXELS

«Uf, mucho lío», «Mi amiga vale más que un polvo», «No sería capaz», «Es raro», «Hay algo que se rompe», «Está feo»…

Pero, ¿en serio es tan tremendo?

En mi opinión -y desde ahora hasta que acabe el artículo, te animo a que me lleves la contraria- las personas no somos posesiones.

Es decir, tener una relación de pareja no nos convierte en una propiedad ni significa que ‘adquiramos’ a alguien.

Lo que sí podemos es compartir una serie de afectos e intimidad durante una etapa de nuestra vida, sentimientos que se deben trabajar también cuando esa historia llega a su fin pasando a otro plano.

Concebir a las personas que están pasando o han pasado por nuestra vida como ‘nuestras’ es una ilusión porque somos libres.

El sexo es un acto compartido más de disfrute que no tiene por qué ir acompañado de todo ese despliegue sentimental a la hora de tener un encuentro físico.

Que puede ser un polvo y ya está.

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Lo que sí me parece imprescindible es saber en qué punto está la persona con la que mantenemos amistad.

¿Ha pasado página del todo o todavía siente algo? Si es algo que le va a generar dolor, se debe sopesar si es el mejor momento de hacerlo o se puede esperar.

Para llegar a toda esta información, nada como sentarse a hablar con esa persona y conocer si para ella su ex es un límite.

Y la razón del límite, en el caso de que sea afirmativa la respuesta.

Entiendo que aquí pueden entrar los celos o inseguridades, pero sigue siendo un trabajo que debe hacer la amiga o el amigo.

Porque si el malestar que le puede causar se debe a que considera que su ex pareja es intocable, no estaría de más hacerle entender que somos independientes y podemos tomar las decisiones que queramos.

Le he dado muchas vueltas al tema desde que me lanzó la pregunta.

Pensando en mi última pareja (con quien estuve casi 6 años), es guapo, simpático y cariñoso, podría entender que le resultara atractivo a una amiga y saltara la chispa entre ellos.

Si conmigo la cosa no funcionó, y ya hemos rehecho nuestras vidas, él puede hacer lo que quiera. Al igual que mi amiga.

Serían dos adultos sintiendo deseo el uno por el otro. Y yo no sería nadie para inmiscuirme entre ellos en el nombre de un amor que ya se apagó.

Me gustaría saberlo de la misma manera que me gusta saber otras aventuras de mi amiga. Pero en ningún caso sentiría que debo darle ‘permiso’ para hacerlo.

Creo firmemente que se pueden compartir momentos muy placenteros con quien menos lo esperas.

Y cerrarle la puerta porque tiene el título de ‘ex de’ es una pena.

Mara Mariño

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De los hombres que cuidan a las mujeres

Una vez una pareja me arropó en la cama. Con todo el cuidado del mundo, fue colocando cada parte del edredón alrededor de mi cuerpo, dejándome envuelta como un burrito.

Entre la sensación de comodidad y verle hacer algo tan sencillo, pero tan lleno de cariño como es arropar -que solemos relacionar con los padres-, me puse a llorar.

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Me sentí tan atendida como nunca antes. No era un gesto extraordinario por sí solo, a la inversa había pasado otras veces. Lo increíble para mí era que él lo hubiera hecho siendo un hombre.

Porque, por desgracia, si eres hombre y cuidas a tu pareja, si te preocupas por ella, eres un «calzonazos».

Por desgracia, si eres hombre y cuidas a tu amiga, te encargas de que llegue sana y salva a casa un día que está borracha, escuchas su historia cuando te cuenta un drama, eres un «pagafantas».

Parece que lo raro es pensar en las mujeres como iguales, en seres que merecen el mismo amor, cariño y atención.

Y, si se hace, se ridiculiza hasta el punto de que un hombre no se sienta bien dispensando ese tipo de trato y reciba esos apelativos.

Porque socialmente, ese es un trato poco viril, femenino incluso (históricamente, son los cuidados nuestra parcela). Porque no hay nada menos masculino que no ver a las mujeres solo como un agujero donde meterla.

Así que quiero más igualdad para que haya más que, como aquella pareja que tuve, sepan atender y disfruten haciéndolo.

Hombres que vengan a tu casa en mitad de la noche porque la vacuna te ha dado reacción y quieren estar ahí para lo que puedas necesitar, que te den un masaje en el cuello porque llevas todo el día con el ordenador, que te digan que se encargan de la cena mientras tú vuelves de spinning o el plan con amigas…

Pero también que te escuchen cuando has tenido un problema con tu madre, que te aconsejan y te digan que no estás sola, que te den un abrazo de esos que entonan más que cualquier Coca Cola.

Que te peinen el pelo no porque necesites cepillarlo, sino porque saben que te encanta. Que se coman tu lista de reproducción de Spotify con anuncios -aunque no les apasionen ni las canciones ni escucharlas con tanta pausa publicitaria-.

Que dejen que le pongas mascarilla facial, porque saben que para ti es divertida la idea de hacer skincare juntos.

Que sepan qué día quieres un beso de afecto y el de cuando buscas sexo. Que te lean como un libro abierto porque prestan atención a lo que dices y saben el significado de ese ceño fruncido.

Que no te hagan sentir mal por estar de bajón hormonal, que te abracen el doble de fuerte y traigan galletas de chocolate a casa.

Que te canten para animarte y te abrochen el botón del cuello de la camisa porque, aunque saben que llegas, si te lo hace otra persona, es más sencillo.

Que te quieran cada día y lo demuestren cuidándote.

Y esos son los que queremos en nuestra vida y a los que querremos a lo largo de ella. Los que merecemos.

Duquesa Doslabios.
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Tu ex no tiene por qué tener responsabilidad afectiva

Estuve con mi última expareja varios años. Los suficientes como para conocerle de todas las formas y maneras.

Para saber su plato favorito, la lista de Spotify que más se ponía en la ducha o la travesura de su infancia que más le avergonzaba.

Y él también me tenía aprendida, por supuesto.

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Quizás por eso, cuando la relación se acabó, no me entraba en la cabeza que, sabiendo tan bien cómo soy, actuara de la forma que lo hizo.

Que no moviera ficha, buscara soluciones o intentara que la situación no llegara al punto que lo hizo.

Tampoco entendí que, después, no quisiera mantener una amistad cuando era algo que él había pedido en un principio.

O que, por primera vez, empezara a dejarme en visto, con mensajes sin contestar, hasta el punto de comportarse como si no existiera.

Aquello me hacía daño de una forma de la que él era consciente. Quizás por todo lo que habíamos pasado.

A lo mejor porque las personas que nos han hecho palpitar siempre van a tener la capacidad de tocarnos más la fibra sensible.

Qué más da.

Lo que no me cabía en la cabeza era que lo permitiera. Que pudiera desembarazarse así de mí como cuando dejas de hablarle al match de Tinder que se pone demasiado intenso.

Fue algo que entendí hace poco, cuando me crucé con la clásica foto de Instagram de una cuenta de psicología.

Mi ex ya no tenía un vínculo emocional conmigo y por tanto no tenía por qué tener responsabilidad afectiva.

Escucharme, tener en cuenta mis sentimientos o acompañarme en el proceso eran una serie de privilegios emocionales que, en el momento que había puesto fin a la relación, no tenía por qué recibir.

Yo esperaba por su parte una reacción hacia mí como si siguiera siendo mi pareja, pensando en aquello que habíamos vivido previamente y el cariño que podíamos seguir teniéndonos.

Lo cierto es que la situación actual, el cambio en la relación hasta el punto de disolverla, invalidaba cualquier tipo de exigencia.

Es difícil y sufrido encajarlo, sobre todo cuando viene por parte de alguien que ha sido tanto.

Pero no quita en que hay que hacer ese esfuerzo titánico en comprender que si se ha acabado, se ha acabado. Todo.

Duquesa Doslabios.

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