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Quiero y no puedo, el dilema de las bisexuales al ligar con otras mujeres

No es la primera vez que, hablando con otras mujeres bisexuales, nos damos cuenta cuando echamos la vista atrás, de que hemos tenido más experiencias con hombres que con mujeres.

Haciendo balance, llegamos a la misma conclusión: nos habría gustado (o nos gustaría, la esperanza es lo último que se pierde) que la cifra femenina fuera mayor.

Haber estado con más chicas, vaya.

dos mujeres mirándose

PEXELS

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Actualmente estoy en una relación de pareja con un hombre. Y será la última.

Como le he comentado -medio en broma, medio en serio-, que aunque espero que vaya bien y lleguemos a vernos todas las canas que nos toquen, si terminamos, lo siguiente serán única y exclusivamente mujeres.

No me malinterpretes, no es una decisión basada en el hartazgo de los vínculos sexoafectivos hetero, ni por nada que haya hecho él, ni mucho menos.

Pero tengo más interés en profundizar en algo que, hasta el momento, han sido historias puntuales que por circunstancias, no se han desarrollado, derivando en algo más.

Esa sensación de que me falta calle con la bisexualidad es algo que, por lo que me comentan otras mujeres de la misma orientación, compartimos entre muchas.

Así que es imposible no hacerse la pregunta del millón, ¿por qué las mujeres bi queremos, pero no podemos?

Quitando los gustos personales, ya que las hay que pueden sentirse más atraídas por ellos (recordemos que esto no va de porcentajes exactos), hay una serie de factores que nos hacen echar el freno.

Para empezar, desde pequeñas somos socializadas en la heteronormatividad, la asunción de que todas las personas son heterosexuales por naturaleza.

A partir de ese concepto, todos los referentes románticos o historias que nos han podido marcar después de la tierna infancia, se basan en que nos sintamos identificadas con la sufriente protagonista que sueña con el chico como el amor de su vida.

Una atracción construida artificialmente y muy efectiva. Por eso, cuando en la tele no te gustaba Hércules porque quien te cautivaba era Xena, la princesa guerrera, acallabas ese pensamiento.

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Una vez aprendido que las relaciones heterosexuales son las que están bien vistas, nos llega el momento de ligar.

Nuestra manera de practicar las tácticas de seducción se divide en dos roles muy definidos: ellos tienen el papel activo y nosotras el pasivo. Su forma de ligar es la de aproximarse y la nuestra de esperar.

Por eso, cuando somos nosotras quienes debemos llevar la iniciativa, replicamos la manera en la que nos han ‘conquistado’ todos estos años.

Y como sabemos que, en muchas ocasiones, esa manera de entrar puede ser violenta, preferimos no generar incomodidad con las formas y nos quedamos eternamente en el banquillo.

Así como tenemos la capacidad de identificar al segundo si hay un chico intentando llamar nuestra atención en el gimnasio o el festival de turno, entre mujeres apenas tenemos tablas cuando se trata de tener funcionando el radar.

Como nos cuesta más ‘leernos’ las intenciones entre nosotras, ese miedo a lo desconocido, a no saber si le gustamos a la que está enfrente o solo está siendo amable, nos genera esa sensación de intimidación.

O bien terminamos haciéndonos amigas, porque nos relacionamos de otra manera y desconocemos qué códigos de seducción emplear.

Además, en muchas ocasiones, no nos damos cuenta hasta muchos años después de esa primera atracción, de que es algo que forma parte de nuestra orientación sexual.

Bien por la educación recibida, porque pensamos que es algo puntual o porque, cuando nos puede apetecer lanzarnos, nos frena la idea del qué dirán por culpa de la bifobia.

Y eso sin olvidar que si te abres un perfil bisexual en las apps de conocer gente hay muchas menos opciones.

Así que entre que el ‘mercado’ es limitado y tampoco comprendemos cómo dar el primer paso, seguimos prefiriendo la salida fácil, por conocida: seguir ligando con ellos.

Ajustarnos a lo de siempre, a la zona de confort en la que dominamos su funcionamiento y cuáles son las normas de seducción, y aprovechar el heteropassing, que no es otra cosa que te lean como heterosexual.

En conclusión, da igual que ahora por fin tengamos claro que nos gustan las chicas.

No tenemos ni idea de cómo ligar con ellas.

Mara Mariño

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¿Somos las mujeres más bisexuales por naturaleza?

Esta es una pregunta que me he hecho en varias ocasiones, cada vez que en algún círculo surgía el tema de tener relaciones con alguien del mismo sexo.

Mientras que nosotras podríamos estar más abiertas a que algo así sucediera -e incluso no descartábamos que además de algo sexual, pudiera darse un vínculo romántico– casi ningún chico opinaba de la misma manera.

mujeres besándose

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Cuando se habla de cualquier orientación fuera de la heterosexualidad, existe todavía una construcción social aún por destruir que hace que exista el miedo de que nos humillen o agredan por parte de, en su mayoría, agresores varones (forman el 93% de los agresores según datos del Observatorio madrileño contra la LGTBfobia).

Sin embargo, que sean las mujeres las que se sienten atraídas por ambos sexos, es menos conflictivo.

La bisexualidad masculina aún se ve como una especie de fase de negación de la homosexualidad, lo que me lleva de vuelta a la pregunta inicial.

¿Y si nosotras tenemos mayor tendencia biológica a ser bisexuales?

Buscando estudios sobre el tema, uno de los primeros de los que quiero hablar es el de Gleeden, que arrojó los resultados de que un 45% de personas heterosexuales ha pensado alguna vez tener una relación homosexual.

Además el 70% de los entrevistados opinaron que, si no existieran condicionantes morales, culturales o religiosos, todo el mundo podría ser bisexual. Y el 96% votaron que es posible sentir atracción por personas de ambos sexos.

La proporción de mujeres bisexuales es mayor – con poca diferencia – a la de hombres. Y, según la empresa, es algo que se debería a la curiosidad así como por la conexión emocional y la atracción física con otras mujeres.

Por otro lado, algunas de las teorías que se están investigando van desde la capacidad de la empatía de las mujeres (algo que también se construye socialmente), o la respuesta sexual de ver escenas explícitas tanto de parejas heterosexuales como de mujeres, lo que les haría excitarse por empatizar con la persona que está sintiendo el placer.

Algo que no pasaría con hombres heterosexuales.

La hipótesis de la preparación

Otra interesante teoría sería la lanzada por los investigadores Kelly Suschinsky y Martin Lalumière.

La hipótesis de los psicólogos canadienses sugeriría que esa respuesta sexual de las mujeres heterosexuales -hacia escenas de mujeres-, se debería a las violaciones y violencia sexual que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad.

Las mujeres habrían evolucionado psicológicamente hasta sentirse excitadas ante situaciones sexuales (les gusten o no).

Una conclusión a la que habrían llegado al cuantificar con su estudio la lubricación de la vagina, lo que según su explicación, se debería a que de esa manera se reducen los daños que pueden ocurrir en un encuentro forzado.

Aunque claro, esto eliminaría el factor de atracción dejando la bisexualidad no como un deseo ante una persona del sexo contrario, sino simplemente hacia una escena sexual del tipo que sea.

Sin embargo, al estar tan relacionada la socialización, parece difícil desligar ambas cosas.

Y sería donde entraría el ‘fin del heteroconformismo’, otra interesante teoría de Aura McClintock, profesora de Sociología en la Universidad de Notre Dame.

Tras su estudio averiguó que en el caso de las mujeres se triplicaban las probabilidades de que fueran bisexuales a lo largo de su vida (en comparación con los hombres).

Según la socióloga, la importancia del contexto y la experimentación serían factores claves en la identidad sexual.

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Mientras que las mujeres que han tenido éxito en sus relaciones con hombres puede que nunca exploren la viabilidad de vínculos con mujeres, aquellas con experiencias menos positivas sí estarían más abiertas.

Lo que en ningún caso significa que sea una opción, sino un detalle del contexto, ya que socialmente -por el sistema heterocéntrico- somos menos animadas a experimentar con personas de nuestro mismo sexo.

Mara Mariño

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