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No eres mala pareja por fijarte en otras personas

En el momento en el que entendí que mi pareja podía fijarse en otras personas sin que cambiara nada, me empecé a tomar nuestra relación de una forma mucho más relajada.

Supongo que los libros y películas que habían llegado a mi vida hasta la fecha, se oponían totalmente a esa idea.

No, si mi novio no tenía ojos solo para mí, es que no era amor verdadero.

PEXELS

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Algo parecido vimos en La Isla de las Tentaciones. Un ofendidísimo Alejandro le recriminaba a Tania que si se sentía atraída por algún otro hombre, es que no estaban hechos para estar juntos.

Como digo, hace unos años podía compartir ese punto de vista. Pero fue un factor el que me hizo cambiar de idea: la seguridad en mí misma.

Si alguien -quien sea- quiere estar conmigo, es porque realmente quiere estar conmigo. Más que nada porque, si se da el caso contrario, tiene toda la libertad del mundo de dejar la relación (lo mismo que yo).

La elección de estar juntos es libre y entenderlo me quitó muchos agobios innecesarios.

Una vez teniendo claro esto y confiando en la otra persona, que aparezcan terceros –respetando el acuerdo entre los dos-, es lo de menos.

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Mis novios me parecen guapos no, guapísimos. Y de la misma manera que también me fijo en ellos por su aspecto, puedo entender que les suceda lo mismo a otras chicas.

Sé que si salen a un bar con amigos, van a un festival o planean un viaje de trabajo, recibirán atención en algún momento.

Decidiendo que la relación va por delante, lo que pueda suceder en esos casos no pasa de un flirteo.

Y me parece hasta sano tener esa pequeña vía de escape. La inyección de autoestima de que gustas a otra gente te pone la confianza por las nubes.

Puede suceder también que la atracción sea muy grande, es ahí donde debe entrar el razonamiento personal de identificar lo que está sucediendo.

Cualquier conversación o tonteo con una persona nueva va a despertar una serie de emociones que, por la evolución normal de las relaciones, ya no tenemos en la actual pareja.

Se está en otra etapa y esa fase de nervios, emoción, incertidumbre y juego, ha quedado atrás.

Hay que saber distinguir entre que nos haga gracia alguien o si realmente hay algo que nos falte en nuestra relación de pareja (en cuyo caso, lo primero sería solucionarlo). Pero por lo general, esto son solo distracciones momentáneas.

Si te planteas dejar la relación por eso, es probable que, en cuanto vuelvas a ‘acomodarte’, una nueva persona llame tu atención y te plantees lo mismo.

Pero no es señal de alarma que se dé un deseo sexual por alguien más. No cambia la decisión de estar en una relación con alguien.

Al final, todos tenemos ojos en la cara. Que nos resulten llamativas otras personas y que sigamos un poco el juego, no tiene nada de malo.

Mara Mariño

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La glorificación de las relaciones de pareja

Vivir la soltería a partir de cierta edad, esa en la que la mayoría de tus amistades ya se han dado el ‘sí, quiero’, puede resultar un poco agobiante.

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Es el mismo momento en el que, cuando piensas en los noviazgos o ves una pareja cerca, quieres eso.

Ver películas los domingos en el sofá, despertarte en medio de la noche y tener a esa persona a tu lado, citas románticas… Todos esos momentos que solo se experimentan en una relación parecen tener una pátina dorada cuando todavía entras en la categoría de single y no tachas el «+1» en las invitaciones de las bodas de tus amigas.

Sin embargo, es un efecto momentáneo que, en cuanto empiezas a salir con alguien, termina por desaparecer al tiempo.

Lo de las películas está bien, pero te apetece volver a quedar con las amigas de terraceo, te despiertas en medio de la noche por sus ronquidos o porque habla en sueños (cosa que puede pasar tanto a hombres como mujeres) y las citas románticas están bien, sí, pero ir otra vez a cenar comida italiana ya no es tan emocionante.

Y aunque, con esas pequeñas cosas, eres muy feliz, te das cuenta de que era mucho más intenso y vibrante en tu cabeza, cuando no tenías pareja.

Es lo que se conoce como la glorificación de las relaciones.

La glorificación de las relaciones es como cuando recuerdas con fervor el lugar en el que veraneabas en tu infancia, lo vuelves a visitar en la edad adulta y te gusta, sí, pero no te parece tan espectacular como hace años.

Poner los noviazgos en un altar tiene una parte buena y una mala, como todo. La buena es que, cuando se da el caso de encontrarte en pareja, sientes que puedes cumplir esas cosas con las que llevas fantaseando. Y hacerlas, proporciona felicidad.

@alexandre_halle

La mala es que esté tan idealizada la relación, que las alegrías del día a día no superen la película digna de Spielberg que nos hemos montado en la cabeza.

¿La conclusión? Que, puestos a idealizar, pongamos en el altar únicamente el amor propio, que tanto en la soltería como en pareja, es el que debemos respetar y cultivar. Menos, quizás, por encima de las croquetas de tu madre, que esas tampoco decepcionan nunca (permitidme que haga la comparativa con la comida, porque al final comer y amar son ambas cuestión de gusto).

Duquesa Doslabios.

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¿Tu relación no funciona? Igual no le estás prestando atención a estos detalles

No está remunerado, pero muchas veces tengo la sensación de que mantener una relación es un trabajo a tiempo completo. Requiere tiempo, dedicación, energía… Es, como una vez me dijo una amiga, «como llevar un negocio».

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Establecemos conexiones que se convierten en relaciones porque damos con alguien con quien compartimos cosas y nos aporta felicidad. Pero es algo que debemos cuidar siempre.

Entonces, ¿cuál es el truco para que funcione?

Hablar con el corazón de todo lo que podamos necesitar. La honestidad es algo básico, ya sea porque necesitamos más cercanía o más espacio. Una pareja que puede tratar de todos los temas de manera abierta crea un espacio seguro en el que todo puede salir con la confianza: deseos, necesidades, miedos, aspiraciones… Compartir estas cosas con tu pareja hace que ambos os conozcáis mejor.

Ten siempre, también, la mente abierta, intenta no juzgar a tu pareja. No ya solo porque dentro de la cama le gusta que te pongas algo que a ti a lo mejor te parece raro, sino respecto a todos los temas: política, gustos, religión… No es necesario que compartas todo absolutamente con él, pero sí que lo tengas en consideración. El respeto es básico.

No critiques a no ser que sea de manera constructiva, y procura encontrar el momento. Esa comida familiar puede que no sea el sitio más adecuado para recordarle que siempre deja gotas de pis fuera de la taza del váter. Intenta no usar sus pequeños defectos (que todos tenemos) en su contra. Hazle saber que le valoras siempre.

Comparte, comparte cosas tan ridículas como el postre, una cerveza y termina compartiendo cosas grandes como experiencias, viajes, vivencias… Crea recuerdos. Todo eso fortalecerá vuestro vínculo.

Tu pareja, tu prioridad. Puede que tengas un trabajo muy estresante, una vida familiar que te exige mucho y un montón de cosas más, pero eso no significa que tu pareja deba estar a un lado. Haz que sea partícipe de tu vida y que le des la importancia que se merece. A fin de cuentas, si no se la estás dando, ¿para qué estás en pareja?

Nunca des el amor (ni a la persona) por sentado. Que para ti todo esté yendo de maravilla, no tiene por qué significar que tu pareja tenga la misma concepción de la relación. No escatimes en recursos para conocer y trabajar en vuestra relación.

Pero, sobre todo, quiere, quiere mucho y sin parar, porque queriendo el resto de cosas no supondrán para ti ningún problema.

Duquesa Doslabios.