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Quedar en la pausa del café o para hacer la compra, el ‘stack dating’ es la nueva forma de tener citas

Me gustaría que alguien me hubiera contado lo complicado que iba a ser reconciliar la vida sentimental en algunos momentos de mi vida. Sobre todo a partir de terminar la universidad.

El punto álgido fue cuando había quedado con mi amiga en una famosa emisora de radio de Madrid para ver la retransmisión de un evento deportivo, pero tenía pendiente una cita.

Entre que estaba en plenos exámenes de la carrera, trabajando y estudiando un idioma, no me daba la vida para nada. Así que opté por la solución más práctica: llevarme al chico al plan (previa luz verde de mi amiga).

cita pausa café

PEXELS

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Aquel «dos por uno», el combo de pasar tiempo con mi amiga a la vez que tenía una cita, fue la excepción, pero sentó un precedente.

Si iba mal de tiempo para salir, siempre tenía la opción de incluir las citas en mi día a día, en la medida que la disponibilidad de la otra persona lo permitiera.

En mi caso, mi género favorito ha sido el datexercise (sí, me lo he inventado uniendo date y excercise), una cita en el gimnasio cuando estaba conociendo a chicos a los que también les gustaba hacer ejercicio.

Esas combinaciones que permiten unir dos planes que se quieren hacer se conocen oficialmente como stack dating.

El stack dating consiste en que, tengas planeado lo que tengas, ya sea con más gente, ir a hacer la compra al supermercado, una clase de yoga o un evento de trabajo, metas a tu cita en el plan.

Y si esta manera de relacionarnos ha escalado puestos en la escala de popularidad, se debe a distintos factores que merece la pena analizar.

En primer lugar, estamos hasta el cuello, somos una generación tan conectada que nos cuesta dejar de hacer cosas porque nos entra el fomo -fear of missing out-, el miedo de perdernos algo.

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Es tal el nivel de negarnos a renunciar a nada que hay quienes incluso se ponen estas citas en la pausa del trabajo, concretamente el 32% de la generación Z la ha utilizado para este fin.

Por otro lado, tiene la ventaja de que es la manera de conocer partes de la vida cotidiana de la otra persona (o de la tuya). La formalidad es mucho menor y, por tanto, también la presión.

Es lo más parecido a lo que va a ser salir contigo en un futuro si la cosa progresa, ya que será una actividad o plan que formará parte de tu rutina.

Además, te permite tener varias más a menudo que si las dejas para el fin de semana y en forma de cena y copas. Si tu plan estrella es ese café con cruasán en el bar de abajo de tu oficina entre reunión y reunión, puedes ir a cita por día.

Y siempre con la tranquilidad de que no pierdes el tiempo porque estás haciendo otras cosas que ibas a realizar igualmente, a la vez que nutres esa esfera de tu vida.

Las desventajas del stack dating

Aunque también es verdad que esta descripción de los encuentros románticos suena, más que al inicio de una historia de amor, a un estudio de mercado.

Es imposible no leer las características de esta manera de relacionarse y no encontrar similitudes con el capitalismo.

Que el stack dating sea común significa que se ha puesto de moda una manera de consumir el amor a toda prisa y sustituir una cita con otra, siempre con el foco puesto en la productividad (ya sea la laboral o la personal).

Así que uno de los inconvenientes que le veo es que parece que no podemos permitirnos ni el tiempo de conocer a alguien, que los vínculos emocionales tienen que acoplarse a una agenda y, en caso de no hacerlo, quedan descartados.

Además, no puedo evitar pensar en el refrán de «quien mucho abarca, poco aprieta». El tiempo que dejamos para tareas rutinarias o para estar en soledad, debería ser intransferible.

Si lo dedicas a otras personas, no estás empleándote al 100% en ninguna actividad.

Pero igual es que soy una romántica empedernida o que creo que si no voy a tener tiempo para dedicar a otra persona, es irresponsable por mi parte embutirlo en mi jornada, solo por quedarme tranquila de que estoy haciendo algo por encontrar el amor.

A mí personalmente me preocupa que se vea buscar pareja como hacerse ropa a medida en vez de un proceso mutuo de adaptación, dedicación y atención plena entre dos personas.

Mara Mariño

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El futuro de las relaciones: sexo, citas y amor después del coronavirus

La sed y el hambre son dos de las cosas más difíciles de soportar. Y, estando aislados en casa, hemos llegado a la conclusión de que el contacto humano podría ir detrás de ellas.

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Se habla de la vuelta a la ‘normalidad’, de cómo será salir a la calle, movernos en transporte público, viajar…

Pero, ¿qué va a pasar con la desescalada a nivel emocional?

Esta experiencia nos dejará marcados y no sabemos hasta cuando. Por lo pronto, habrá que despedirse del roce en una cita.

Y eso que, como comunidad, tocarnos es casi fundamental para relacionarnos. Nos hace sentir confiados, conectados como parte de algo y nos ayuda a despedirnos del estrés.

Estar cómodos en la intimidad podría cambiar. Por mucho que en un futuro haya una vacuna, después de las imágenes que hemos visto, los síntomas que conocemos de primera mano y familiares que hemos perdido en estas circunstancias, ¿quién no se lo pensará dos veces antes de cogerse de las manos? ¿Quién no dudaría antes de acercarse a dar un primer beso?

El amor no desaparecerá, pero nos lo pensaremos dos veces.

Aguantando semana tras semana en casa, el sexo ha quedado fuera de carta. En su lugar, hay barra libre de aplicaciones para ligar.

Incluso en estas circunstancias, se ha encontrado una vía de seguir avanzando: hablar. Las videollamadas, chats interminables o citas virtuales lanzan un alentador mensaje: el punto fuerte es tener una buena conversación.

Y si antes no había pie a una segunda oportunidad -teníamos tantas opciones que, ¿quién querría esforzarse en conocer más a fondo si había la mínima duda?-, ahora no nos atrevemos a descartar con tanta facilidad.

O incluso a la hora de volver a retomar contacto con esa antigua pareja a la que, obra de la cuarentena, hay quien se arrepiente de haber dejado escapar.

Duquesa Doslabios.

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¿Mis mejores citas? Las menos parecidas a una ‘de película’

A diferencia de lo que Hollywood podría haberme hecho creer, mis mejores citas no han sido montada en un descapotable con los brazos al viento o tirándome champán sobre el cuerpo en un jacuzzi.

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La preferida, hasta la fecha, fue recibiendo el día, a las cinco de la mañana, por un parque de Madrid desde el que se veía mi ciudad como si se tratara de un cuadro puntillista.

Con brillos que titilaban en lo lejos allá donde se podían distinguir la Gran Vía o la Almudena solo a la vista de nosotros dos, como si nadie más existiera en el mundo.

Grandes citas han sido en coche, recorriendo las calles durante horas, porque hacía demasiado frío para andar.

Sin sospechar en aquel momento que aquello podía ser considerado cita romántica, se convertiría en una de mis favoritas con Hit FM como banda sonora y semáforos que marcaban excusas para besarse continuamente.

En los primeros puestos, no puede faltar la que pasé sentada en una plaza de Malasaña. Con un batido de frutas en la mano y una buena conversación en la boca que terminó, aún no sé cómo, en la cama de un hotel.

Y sí, el desayuno estilo continental era maravilloso, pero aquel reencuentro junto a mi balcón favorito de Velarde no tuvo precio.

Otra de ellas no necesitó flores, bombones, una lista de reproducción personalizada, ni un plan demasiado elaborado.

Solo un horno y un pescado marinado en un piso universitario -donde la limpieza brillaba por su ausencia- pero la frase «Me gustas» relucía por todos los lados.

Con esto digo que no sea exigente con las quedadas, pero sí que mis favoritas hasta el momento no han necesitado de mucho, solo de la persona adecuada.

Duquesa Doslabios.

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