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‘Yo es que no creo en las relaciones’

Hay dos red flags que puedes percibir al poco de conocer a una persona. La primera es que te diga que «No soy machista, pero…«. Porque da igual como termine la frase, es machista.

La segunda, que te salga con que no cree en las relaciones de pareja.

hombre emocionalmente inaccesible

PEXELS

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El 100% de nosotros estamos aquí por una relación, sexual, vale. Pero la inmensa mayoría también porque a esa relación sexual le acompañó una sentimental.

Las relaciones no son los Reyes Magos, no es cuestión de creer o no en ellas porque en el momento que has visto a tus padres seguir juntos, después de tropecientos años de casados, no puedes no ser creyente ni plantearte su existencia.

Entonces, ¿por qué se repite hasta la saciedad y hay quien incluso la suelta con orgullo (como tú alguna vez, por ejemplo)? El trasfondo no es que no se crean en las relaciones, sino que no crees que las relaciones sean para ti.

Y está genial haber llegado a esa conclusión. No tiene nada de malo querer estar a tu aire, sin nadie al lado, ni contemplar la idea de casarte.

Si estás feliz con tu vida así, es perfecto.

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El problema es que la frase produce un efecto curioso en quien la escucha. De reto, desafío, ganas por ser -sobre todo si eres mujer- quien le haga cambiar de idea y le demuestre las ventajas de estar en pareja.

Desde aquí le doy las gracias a los mitos románticos por meternos en la cabeza que tenemos que ser centros andantes de rehabilitación del corazón, las salvadoras del amor.

Soy la primera que afirma que sí, que es culpa nuestra cuando nos enganchamos a una persona que, al poco tiempo, ya ha salido con la frasecita.

Es evidente que no busca compromiso, sino una diversión sin fin. Y, por muy en todo su derecho que esté, nos toca el ego.

Como seres sociales, necesitamos sentir que gustamos y que nos quieren.

Así que, cuando eso pasa, es raro que no te venga el pensamiento de qué problema tienes para que te diga eso sin apenas conocerte.

Así que si te ha pasado como a mí, y te toca una persona así, pero sobre todo, tú sí crees en las relaciones, déjala que siga circulando.

Porque está claro que contigo no es.

Porque tú lo vales todo.

Si eres quien se considera ateo del amor, cerrarse en banda, mantenerte siempre emocionalmente inaccesible y no permitirte al menos sopesar conocer a una persona más allá de un ratito, seguirás en tu línea de quedar libre de todo compromiso.

Y seguirás solo también.

Mara Mariño

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A ti, que te hicieron pensar que era malo ser ‘intensa’

Si lees esto es porque te ha pasado como a mí, que te has planteado si te pasas de intensa.

No necesitas que nadie te lo diga a la cara, basta conque hagas un poco de reflexión sobre el fin de muchas historias que te han sucedido para que llegues a la conclusión de que puedes resultar abrumadora.

Especialmente a quien te gustaba mucho. Pero déjame decirte algo, no eres tú el problema.

mujer confianza intensa

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En el mundo de la apatía, de desaparecer de la vida de otra persona dejando de contestar, en el que no puedes pedir explicaciones ni llamar a las cosas por su nombre -aunque lo sean-, enfrentarse a las emociones reales asusta.

Y es la gente como tú la que se sale de esa norma extendida de indiferencia hacia todo.

Por eso ser intensa no solo se ve como algo malo, sino para algunos, una razón más que de peso para dejar de relacionarse contigo.

«¿Qué pasó? Se os veía muy bien juntos». «Es que ella era demasiado intensa». Como si lo raro fuera tener emociones en vez de desvincularse siempre de ellas.

Y es porque expresar el cariño, el afecto, querer que las cosas avancen, comprometerse, da miedo a quien no está preparado para esas cosas.

Así que en vez de dar un paso al frente y comentar esa inseguridad que se tiene de no estar a la altura de las necesidades afectivas, es probable que coja la puerta de atrás viendo que tú tienes las cosas claras y las vives con vehemencia, con fuerza, con intensidad.

Pero déjame que te diga también que no deberías cambiar.

Que tienes todo el derecho a sentir y compartirlo, no a que se queden solo en tu cabeza con la esperanza de que, callada y siendo discreta, complaciente y viviendo con el corazón a medias, vais a funcionar.

No deberías flaquear ni dudar de ti porque te diga que eres demasiado intensa, que te llegan los sentimientos demasiado deprisa, porque así eres tú.

No eres demasiado por tener respuestas emocionales normales de reír, llorar o enfadarte si te dan razones. No hay nada erróneo en que le digas que contigo no se puede comportar como un capullo si es lo que está haciendo.

Y mucho menos controlarte para evitar que se ‘asuste’, que le entren los sudores fríos, el miedo al compromiso, las excusas malas, la falta de responsabilidad afectiva…

Porque no es que tú seas intensa, es que la otra persona se te queda corta.

Mara Mariño

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Emocionalmente accesible es el nuevo ‘y que tenga sentido del humor’

Conocí a un chico. Todo iba bien. Nos reíamos, hablábamos, pasábamos tiempo juntos, teníamos atracción física… Lo normal cuando alguien te atrae y tú de vuelta, vaya.

Pero empezó a estar ocupadísimo, podía ser el trabajo, que se encontraba en un mal momentoLos mensajes quedaban en leído.

Eso no significaba que no quisiera verme, lo contrario. Quería seguir conociéndome, yo le parecía muy interesante.

UNSPLASH

Las señales de alarma eran tan evidentes como mis ganas de ignorarlas en un principio. Cuando empezó con el «no te pilles por mí, ¿eh?» ya tenía que haberme olido que aquello iba a estar jodido.

Antes la masculinidad se demostraba en el control de las tierras, de la familia y de la mujer. Ahora la masculinidad, sin esos elementos, se demuestra con el control de los sentimientos.

Con el corazón en la independencia constante y sin tener ningún tipo de enlace romántico que la ponga en peligro. Con la puerta bloqueada a la accesibilidad emocional.

Y para eso, hay una serie de estrategias con las que estaba pendiente, a la espera de esa atención que tanto disfrutaba cuando estábamos los dos.

  • Siempre tenía lío, del trabajo, la familia, la pandemia… Su agenda estaba hasta arriba y no encontraba tiempo para nada, según él. Sorprendentemente, podía con todo menos con verme a mí.
  • Además es que le pillaba en un mal momento. Esa lesión de hace tiempo que le daba guerra, la historia de amor de su adolescencia que le hacía incapaz de enamorarse de nuevo…
  • No hacía ninguna promesa. Es más, recalcaba que íbamos con calma, que no había que pisar el acelerador sino vivir el presente.
  • Nos veríamos en el hipotético futuro, ya me diría a lo largo de la semana, cuando acabaran las fiestas o coincidiéramos en la misma ciudad. Pero que no me agobiara, lo iríamos viendo. Ya nos escribiríamos cuando se acercara la fecha.
  • Por supuesto, no entré en su vida más allá de los momentos en compañía.
  • Y, como no nos habíamos prometido nada, claro que había más gente con la que se escribía. Otras personas en su vida que yo tenía que fingir que no existían porque, a fin de cuentas, no es como si tuviéramos algo.

Aquello era tan obvio que yo decidí que no me merecía la pena estar detrás de una persona así. Me puse por delante sabiendo que no me valen tullidos sentimentales.

Lo contrario a las medias tintas es lo que debería compensarme.

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Merezco (y mereces) a tu lado alguien que se abra, que exprese lo que siente con sinceridad incluso si es para decir que mejor ponerle punto y final.

Pero que no juegue con evasiones para que yo siga la idea de algo que no va a pasar. Todo para tenerme en el banquillo siempre a punto, lista para saltar al campo.

Y, si quiere continuar, que no le ponga vallas a lo nuestro. Que demuestre el interés, que me pregunte, me escuche, me diga que tiene ganas de verme y me haga un hueco para pasar tiempo conmigo.

Que me involucre, que le apetezca compartir una película, un postre o la historia de un mal día, que se centre en mí porque me valora.

Que sea capaz de comprometerse, de dar un paso al frente, de echarle valor y decir «apuesto por nosotros» y borrarse el Tinder.

Que tenga las cosas claras. Y lo claro sea yo.

Porque el sentido del humor está muy bien. Pero que viva sin límites las emociones, aún mejor.

Bastantes restricciones nos ponen hoy en día como para ponérselas a lo que sentimos.

Duquesa Doslabios.
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Tú vales todo (aunque haya quien no lo sepa ver)

Hoy te escribo a ti. Directamente a ti, quién seas, en dónde estés.

Te escribo porque hay algo que debes leer en la pantalla para que cale el mensaje en tu cabeza.

Lo vales todo.

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Y aunque necesitas recordártelo a diario, quiero que sea tu pensamiento de hoy.

Hoy, que quizás vas a trompicones con un corazón dolorido y las ilusiones hechas añicos.

«Ahí estás otra vez, si es que pareces tonta», parece gritarte el cerebro.

«Mira que te dije que esto podía pasar si dejabas a ese descerebrado de corazón al mando, que terminarían por hacerte daño».

Porque llega una altura de la vida, en la que la opresión en el pecho con forma de persona es ya un mal conocido.

Han sido pocas las veces este año que no la has sentido.

Así que aquí estás de nuevo, rota y entera al mismo tiempo.

Con el camino por delante, listo para recorrerlo en solitario tras tomar la más difícil de las decisiones.

Ponerte a ti por delante.

Algo que haces como mecanismo de autodefensa, pero también como reivindicación de tu persona.

Porque tú eres la primera que debe cuidarse y salir de algo que hace daño.

Pero también porque sabes lo que vales.

Y si digo que lo vales todo es porque contigo todo es precisamente lo que van a tener.

Todo, con sus cuatro letras, sus dos sílabas y esas oes tan abiertas como la que lleva amor (y dolor, irónicamente). No sabes darte a medias.

En concordancia de fase, te juraste hacerte responsable de lo que te implicara y no quedarte con menos, no ir donde no se te busca, no seguir a quien no quiere compañía.

Tus necesidades afectivas básicas siempre superarán a cualquier persona emocionalmente inaccesible.

Porque es el momento de dejar ir a quien no tiene problema en que te vayas.

Porque hay quien no está listo para tu amor (ni para ningún otro).

Porque tú no estás para perder el tiempo.

Porque no crees en las señales confusas.

Porque puede que seas la persona apropiada para alguien, pero no es esa.

Pero sobre todo porque debes tratarte como alguien que te quiere de verdad.

Mereces todo. Mereces ir sin frenos, sin marchas puestas, pisando el acelerador, disfrutando cada momento y siendo quien eres.

Dejando que las cosas sucedan de manera espontánea, natural, riéndote a carcajadas sin el miedo de si el chiste será malinterpretado, escribiendo un mensaje romántico de 500 palabras si te pones, muriéndote de ganas de ver a la otra persona que tampoco puede esperar a comerte.

Alguien que vuele contigo a la velocidad de la luz.

Alimentando a besos, soñando con los ojos abiertos con que eso va a ser algo más que otra historia que contar a las amigas cuando llegue al final.

Y si no puede ser así, que no sea. Porque no sabes (ni quieres) hacerlo de otra manera.

Duquesa Doslabios.

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