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El relevo de los succionadores: juguetes sexuales que ven (y tocan) más allá del clítoris

¿Te acuerdas de Sexo en Nueva York? Uno de los mayores hitos de la serie fue convencer a sus espectadoras de que necesitaban en sus vidas un vibrador.

El fenómeno que desencadenó hace 20 años es solo comparable al que, dos décadas después, está arrasando: el succionador del clítoris.

LELO

Si a finales de los 90, la ficción de HBO rompía el tabú de la masturbación femenina y reivindicaba el placer, con el succionador se daba el siguiente paso. Ya no bastaba solo con pasarlo bien, lo suyo era disfrutar yendo a la propia fuente del placer.

Y sí, era necesario, porque midiendo tan solo un centímetro, y con la mayor parte de la estructura por dentro, quedaba relegado a un segundo plano (o incluso olvidado) dentro de la intimidad.

Sin embargo, no sé hasta qué punto los succionadores nos han solucionado la vida. Que proporcionan placer es innegable, pero por otra parte, resulta un disfrute casi mecánico.

Como me comentaba una compañera periodista, los succionadores son demasiado automáticos.

Casi comparables a comerse una cheeseburger de cualquier cadena de comida rápida para matar el gusanillo, cuando lo que en realidad te apetecía era una buena hamburguesa.

Sin embargo, hay vida más allá de los orgasmos casi instantáneos y es lo que la industria de los juguetes también quieren hacernos recordar.

Aunque, quizás más que de vida, debería hablar de calidad sexual.

En eso se centran los artículos que se encargan de dar placer en otras zonas. Una serie de juguetes que recuerdan que estimular el clítoris no es solo centrarse en el trocito que queda a la vista.

Al final, son casi 10 centímetros más los que quedan dentro del cuerpo, divididos en dos ramificaciones que rodean la vagina (como si fuera una Y). De ahí que todo lo que suceda por dentro sea igual de importante a la hora de despertar a esas miles de terminaciones nerviosas.

Por eso es fundamental que el relevo de los succionadores pase por reivindicar las sensaciones que nacen a través de las paredes vaginales y un buen ejemplo de que la industria ha tomado nota de esto, es el Soraya Wave de Lelo.

Claro que la parte externa del clítoris recibe una vibración capaz de generar el clímax, pero lo que me parece más interesante es el movimiento que incorpora el propio juguete y que desencadena cascadas de placer a nivel interno.

Y es que el extremo que se introduce se contrae hasta tocar las paredes tras las que se encuentran esas ramificaciones de la ‘Y’. Como si realmente fueran un par de dedos acariciando la zona.

La diferencia a nivel disfrute no solo es mucho más completa, también nos permite conectar con zonas de nuestra vagina a las que quizás no sabemos bien cómo llegar y que esconden tanto o más placer como lo que tenemos a la vista (y al alcance de la mano).

Si la revolución sexual de 2019 ha consistido en poner el clítoris sobre el ‘mapa’, tal vez 2020 es el momento de recordar(nos) -ya sea experimentando por nuestra cuenta o con este tipo de juguetes, siempre sin prisa y con curiosidad- que hay varias formas de sentir placer más allá de la que resulta tan obvia y sencilla.

Que es igual de importante pasarlo bien como conectar con una misma. Aprender a conocernos averiguando cómo disfrutar de todas las formas que podamos.

Duquesa Doslabios.

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Si nunca has tenido un ‘squirt’ o encontrado tu punto G, ¿tu vida sexual es aburrida?

Tengo una amiga que no hace cine erótico, pero podría protagonizar cualquier película si le diera por ahí. Es la única mujer que conozco -por el momento- que, cuando llega al orgasmo, necesita ponerse una toalla por debajo, ya que suele empaparlo todo.

LELO

Y cuando digo todo, es todo, hasta el punto de que una de las últimas veces, la toalla se quedó corta y tuvo que recurrir a la fregona.

Es de esas mujeres capaces de experimentar el squirt, que consiste en expulsar un líquido transparente (que, en parte contiene orina) a presión, cuando se alcanza el clímax.

Ella es consciente de que no es tan común como podría parecer en la pornografía cuando sus acompañantes se sorprenden al verlo en directo.

Y esa es una de las cosas que me irrita de la industria de cine adulto, que hacen del squirting algo tan extendido, que es casi raro que nunca lo hayas tenido.

Pero claro, a nivel visual, el estímulo es inmenso para el espectador masculino, de ahí que en la mayoría de películas sea algo que se finja para que no falte en la trama.

Topicazos del porno aparte (que ya sabemos que no es precisamente la mejor representación de la realidad), claro que siento curiosidad por el squirt.

Pero, aunque, una parte de mí se pregunta cómo tiene que ser eso de terminar empapada, tampoco siento que a mi vida sexual le falte nada.

El clítoris tiene 8.000 terminaciones nerviosas -independientemente de si experimentamos el squirt-, una proporción que nos garantiza dosis de placer cada vez que se estimula la zona.

Por eso me niego a agobiarme con todos los nuevos términos que parece que estamos obligadas a conocer. Ya no basta con encontrar tu punto G, ahora tienes que descubrir el punto A, el punto U, el punto K y aprender la mecánica para terminar en un squirt.

Basta.

Claro que es maravilloso explorarnos y descubrir nuevas zonas con las que disfrutar, pero también podemos pasarlo bien y llegar por igual al orgasmo sin tanta letra ni teoría.

No quiero pensar en mi cuerpo como un mapa que tengo que seguir a rajatabla, agobiándome si por lo que sea, no llego al destino indicado. Más bien limitarme a disfrutar del trayecto, sea cual sea y me lleve a donde me lleve.

Duquesa Doslabios.

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De verdad que no es para tanto no llegar al orgasmo

Mi primera reflexión de este lunes no ha sido otra que preguntarme si de verdad hace falta llegar al orgasmo cada vez que tenemos sexo. Claro que es la cúspide del placer, pero creo que se están generando altas expectativas alrededor de ese momento.

Y sentir presión en la cama es, literalmente, lo peor que puede pasar, ya que dificulta todo lo demás.

DEREK ROSE

Soy consciente de que escribir este tema es un poco arriesgado si me paro a considerar la brecha orgásmica -a día de hoy todavía tan amplia- entre hombres y mujeres.

«Es que para mí lo normal ya es tener sexo sin correrme», podría decirme más de una, especialmente si ha sido un encuentro casual (algo que expliqué hace casi un mes).

Pero quiero hablar de los casos en los que sí suele haber reciprocidad y ambas personas se preocupan porque haya igualdad de placer.

Puede resultar un poco agobiante -y esto lo digo por experiencia propia- que esté demasiado pendiente de tus sensaciones.

«¿Cómo vas? ¿Todo bien? ¿Te falta mucho?» son algunas expresiones que casi quieres contestar de mala gana. Como si fueras un huevo en agua hirviendo y él estuviera contando los minutos para sacarlo cuando se haya cocido.

«Voy pasándomelo estupendamente. Sí, todo bien. Sí, me falta mucho y después de este diálogo, te puedo asegurar que mucho más que antes de que dijeras nada» podría ser una respuesta perfectamente válida.

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No necesitamos la presión de que nos controlen con un reloj, porque al final es algo que fastidia y apaga la excitación.

Quizás un día se tarde más o que incluso no se llegue por mil razones: una jornada dura en el trabajo, cansancio físico o mental, los vecinos discutiendo a voces, saber que el resto de compañeros de piso están durmiendo o, simplemente, que por el día del mes, no estés con la vagina en su momento más esplendoroso y aquello te produzca más molestia que placer (este último sí que solo se aplica a nosotras).

Pero que pase alguna de esas cosas, no significa que no se puedan disfrutar de otros momentos del sexo, de besos, caricias, de juegos, masajes, masturbación, penetración…

En nuestra mano está empezar a normalizar que no pasa nada por parar porque ya es cansado, apetece ponerse a hacer otra cosa o incluso porque, como hace unos meses, hacía demasiado calor.

Igual más que tomarnos el sexo como corredores profesionales, con el único fin de atravesar la línea de meta, deberíamos planteárnoslo como senderistas: disfrutando del trayecto y dando la vuelta cuando nos apetezca.

Duquesa Doslabios.

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Esto es lo peor que puedes hacer si ella tarda en llegar al orgasmo

«Venga, córrete ya» es de las frases más chocantes que, como mujer, me han tocado escuchar.

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Sí, comparte las primeras posiciones de la lista junto al «¿No estarás en esos días del mes?» o «¿Cuándo tienes pensado casarte?», otras de las más clásicas que te toca aguantar a menudo a lo largo de la vida.

Aunque claro, estas dos últimas suelen decirse mientras llevas ropa puesta y no estás teniendo sexo, que es cuando puede surgir la primera.

De entre todas las cosas que pueden sacarme mentalmente del momento íntimo -entre las que incluyo el pitido del lavavajillas cuando ha terminado el programa, que suene el timbre o que mi madre me conteste un WhatsApp-, la urgencia de tu acompañante por tu orgasmo, es casi la peor.

No es ya solo que pierda la concentración sexual, es que, por lo general, esa frase viene acompañada de mucho más.

Cuando hace acto de presencia no es al principio (sería un poco absurdo -y aún menos habitual- esperar un orgasmo en los primeros minutos), más bien al rato de estar en plena acción.

Por un lado, entiendo a la perfección el deseo de la otra persona, que tiene interés en que los dos sientan placer llegando a alcanzar el clímax, aunque sea en momentos diferentes.

Pero para nosotras, ese tipo de prisas no son buenas. Más que nada porque no desencadenan una respuesta positiva potenciando la excitación, todo lo contrario.

Cuando te toca escuchar que a ver si te corres, que estás tardando mucho o que si todo va bien porque no has llegado todavía, en tu cabeza se filtra la idea de que estás fracasando como amante y aburriendo a tu acompañante.

Y lo cierto es que, para empezar, nuestro orgasmo es diferente del de los hombres (si quieres profundizar, te recomiendo este artículo).

Tampoco nos podemos olvidar que, a nivel excitación, en cuanto perdemos un poco el hilo, nos toca empezar de cero.

Que las películas porno muestren unos maxiorgasmos femeninos solo con la penetración, no es de gran ayuda. La mayoría de nosotras solo llegamos a alcanzarlo mediante la estimulación directa del clítoris.

Es decir, da igual que estés 45 minutos con una postura de ‘misionero’ digna del kamasutra si el clítoris no está siendo alcanzado.

¿Concusión? Paciencia y, en todo caso, preguntar más que imponer.

Si tienes dudas de si lo estás haciendo bien o si estás yendo por el buen camino, es tan sencillo como cerciorarse con un simple «¿te gusta así?» o un «¿cómo te gustaría que hiciera?».

Duquesa Doslabios.

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‘La masturbación a solas es la práctica más segura ahora mismo’, palabra de sexóloga

Puede que muchos se hayan centrado en la gastronomía o el ejercicio en casa para sobrellevar la cuarentena (el furor por la harina y la levadura, agotadas en todos lados, son la mejor prueba).

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Pero más allá de la cocina y las rutinas en medio del salón, hay otra actividad igual de interesante que también es clave para pasar estos días: la masturbación.

Entre el distanciamiento social, sobre todo en el caso de las personas que viven solas, y que ya no se puede tener sexo ocasional, no hay otra opción.

Ante la incertidumbre de cómo cambiará nuestra forma de relacionarnos en las fases de desescalada, se presenta como la vía más segura.

Algo que confirma Ana Lombardía, psicóloga y sexóloga (la encuentras en Sexoenlapiel.com), quien en una pequeña entrevista, me recuerda su importancia, en especial estos días.

¿Es el sexo más seguro que podemos tener en estas circunstancias?
Lamentablemente, a día de hoy el contacto con otras personas es una fuente de riesgo de infección al COVID19. Esto incluye, por supuesto, las relaciones sexuales. Con la masturbación, estando a solas, no corremos riesgo de contagio y, además, evitamos infectar a otras personas. Es la práctica más segura ahora mismo para seguir disfrutando de la sexualidad.

¿También hay que innovar para no aburrirnos?
Masturbarse con frecuencia y siempre de la misma manera puede provocar sensación de aburrimiento y hastío en algunas personas. Además, en algunos casos puede hacerse menos satisfactorio y convertirse en un proceso mecánico, cuya única función es la del desahogo y no la de disfrutar, excitarnos y jugar. En algunos casos puede ser interesante buscar nuevas formas de masturbarse: utilizar otros movimientos con las manos, usar juguetes, probar otros estímulos como la literatura erótica o los cómics eróticos…

¿De qué forma puede ayudarnos a conectar con nosotros mismos?
La masturbación consciente puede ayudarnos a ello. Es una forma de autocuidado y autoconocimiento. Nos damos placer, nos descubrimos, pasamos un rato con nosotros mismos sin más distracciones… Somos conscientes de nuestra persona, de nuestro cuerpo y de nuestras emociones.

Con tanta gente en casa, ¿cómo encontrar un momento de intimidad para hacerlo?
Cuando no estamos solos en casa, el encontrar un rato de intimidad para masturbarse puede ser complicado. Dependiendo de las posibilidades de cada casa, y de las normas y hábitos de cada familia, buscaremos la forma de tener intimidad. A veces, el cuarto de baño es el único espacio de intimidad que se respeta en algunos hogares. Por ello, el momento de la ducha puede ser una buena idea. El uso de pestillos en las puertas me parece básico para evitar interrupciones no deseadas. También podemos utilizar el ruido de la televisión o la música para acallar los gemidos y evitar ser descubiertos.

¿Es normal estar aislado con tu pareja y seguir masturbándote?
Es perfectamente normal y saludable estar aislado con la pareja y seguir masturbándose. La masturbación y el sexo en pareja son dos formas de sexualidad totalmente distintas, por lo que pueden ser complementarias y es normal que nos apetezca disfrutar de ambas.

¿Cómo interpretas el repunte en ventas de juguetes sexuales durante la cuarentena? ¿Son imprescindibles?
Los juguetes sexuales no son imprescindibles pero sí son un muy buen aliado en las relaciones sexuales, tanto a solas como en pareja. El estar encerrados en casa ha hecho que tengamos que ponernos más creativos a la hora de buscar formas de ocio y los juguetes sexuales son un fantástico recurso.

Duquesa Doslabios.

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Toda una vida sin punto G

Cada poco tiempo salen nuevas noticias del punto G: «Qué es y dónde encontrarlo», «Las cosas que no sabías de él» o «¿Cómo afecta el tamaño a la hora de estimularlo?».

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Esa obsesión silenciosa por dar con botón del placer lleva dando vueltas desde los 80, cuando se afirmó que existía esa zona erógena. El problema es la expectación que se ha desarrollado a su alrededor.

Mi parte favorita del debate es que ahora los expertos se plantean si eso del orgasmo vaginal no será más bien un mito, ya que no se ha podido demostrar hasta el momento.

Más allá de las investigaciones, casi parece que, siendo mujer, si todavía no te lo has encontrado, has fracasado en la relación con tu vagina.

Lo mismo que si nunca has tenido un orgasmo acompañado de squirt o eyaculación femenina.

Sinceramente, dar con mi punto G no es algo que me haya producido curiosidad. Supongo que será porque, vía externa, tengo orgasmos tan buenos como para no echar nada en falta.

Quizás le estamos demasiada importancia cuando lo cierto es que no necesitamos emprender la odisea de dar con puntos secretos inalcanzables.

¿No es mejor entender qué es lo que sí nos funciona más que en pasarnos toda la vida agobiadas por encontrar algo que ni siquiera tenemos la certeza de que exista?

Que para tener mejor sexo igual nos saldría a cuenta olvidarnos del punto G y centrarnos en lo que sabemos que desencadena el clímax, como el clítoris, por ejemplo.

Duquesa Doslabios.

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Cómo hacer (bien) un cunnilingus

Cuando un amigo me preguntó cómo se hace (bien) un cunnilingus tuve una ilusión solo comparable a la que creo que sentiría Messi si alguien le pidiera que explicara cómo meter un gol. No es que me considere la Messi del sexo, al menos no hasta que domine el 69 vertical, pero teniendo una vagina entre las piernas, quieras que no, de esto sé un rato.

FACEBOOK LELO

Aunque la pregunta de mi amigo no era qué errores no cometer, un tema que había tratado en este espacio con anterioridad, sino cómo hacerlo bien.

En la búsqueda del cunninlingus perfecto, quise compartir con él algunas de las claves en las que, previa encuesta con varias conocidas de diferentes edades vía WhatsApp, todas coincidíamos.

Para empezar, el uso de dientes está muy limitado, ya que se trata de una zona sensible. Es mejor dejarlos solo para la zona de los muslos (a nadie le disgustan mordiscos suaves a modo de calentamiento) y dejar para el resto las partes suaves como los dedos, lengua o labios.

El cunnilingus perfecto necesita tiempo y mucha constancia. Nuestro placer sigue un camino diferente que el masculino, tal y como expliqué en esta gráfica hace un tiempo.

DUQUESA DOSLABIOS

No es una tarea fácil. Estimular a una mujer, sin parar, hasta que llegue al orgasmo, puede dejar a más de uno (o una) con la sensación de que es hasta cansado. Sin embargo, merecen la pena el esfuerzo y la constancia, lo garantizo.

El secreto del cunnilingus perfecto no está en otra cosa más que en el clítoris. Y no, no me refiero solo a la ‘bolita’ que veis asomando al comienzo de nuestros pliegues.

Esa es la zona que queda a la vista, pero el clítoris oculta todo un mundo detrás, ya que continúa por dentro del aparato genital femenino siguiendo una forma similar a una ‘Y’ invertida.

Es por eso que no basta solo con estimularlo con la lengua con una técnica que haría palidecer de envidia al movimiento del cepillo de dientes eléctrico. También un dedo dentro de la vagina realizando un suave movimiento (como si trataras de alcanzar la parte del ombligo desde dentro), como si hicieras el gesto de «ven aquí».

El roce interno estimula las partes internas del clítoris (los dos palitos de la ‘Y’) haciendo que la experiencia sea mucho más placentera. Y de la potencia del orgasmo mejor ni hablo.

Pero si todavía te quedan dudas al respecto, en mi Instagram encontrarás un esquema del circuito básico del sexo oral con el que es imposible fallar.

Duquesa Doslabios.

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‘Aunque está muy bien el aquí te pillo aquí te mato, no creemos que el sexo merezca ser devaluado’

Consumimos, más que de forma acelerada, casi compulsiva. El catálogo de Netflix, la comida a domicilio, ropa que añadimos al cesto con el acompañamiento de estresantes cuentas hacia atrás para que no pierda validez el código de descuento…

Y es algo que, siendo ya parte de nuestra rutina, incluimos también en la intimidad. Contra ese polvo rápido y mal echado -para ponernos a hacer otras cosas-, o ese beso a medias, para no perder de vista ni un detalle de las historias de Instagram, está el slow sex.

CALVIN KLEIN

Es un estilo de vida sexual que no consiste únicamente en tener sexo más despacio. Pero, en vez de ser yo quien os lo cuente, ha sido Elsa Viegas, cofundadora de Bijoux Indiscrets, quien me ha convencido para hacer autocrítica sobre la calidad de mis intercambios.

No solo me explica lo necesario que es disfrutar de una vida sexual sin prisas, sino de centrarla también (y darle importancia por igual) a cada uno de los momentos, alejándonos del mito de que solo la penetración cuenta como sexo.

¿En qué consiste la filosofía slow sex?
Básicamente trata de poner en el presente el placer y el deseo sin ir a buscar directamente el orgasmo. Disfrutar con cada práctica, sin presiones. Trata de ponerle voz a cada práctica mientras las sitúa a todas al mismo nivel, sin prejuicios y sin prisas. Por eso hemos lanzado una colección con el nombre de esta filosofía, diseñada para algo tan serio como disfrutar.

¿Por qué ha surgido ahora?
Por varios motivos. Primero porque aunque pensemos que está muy bien el sexo de ‘aquí te pillo, aquí te mato’, express, sin ataduras, no creemos que el sexo merezca ser devaluado. Se puede tener muy buen sexo con alguien que no conoces si ambos (o ambas) escucháis vuestros verdaderos deseos. Segundo porque queremos aportar un granito de arena a la eliminación de prejuicios y clichés. ¡La penetración no lo es todo!

¿Por qué vuelve a tener importancia vivir un sexo con todos los sentidos y sin prisa?
Creo que el sexo es un lugar donde refugiarse a solas o en compañía de quien decidas, un oasis a donde huir y disfrutar. Algo muy opuesto al estrés diario, al ritmo frenético de estos tiempos. La gente se está empezando a dar cuenta lo valioso que es estar presente y dedicarle tiempo de calidad a las cosas en las que aún puedes decidir a qué ritmo consumirlas.

¿Diría que es algo que va a mejorar nuestra vida íntima?
Sin duda. Slow Sex te obliga de un modo muy tentador a cuestionar todo lo que sabes sobre el sexo. Por ejemplo, tenemos un roll-on frío para pezones que te invita a pensar «¿qué hago con esto?». Bueno, si no sabes qué hacer con unos pezones, tal vez debas redescubrir el sexo. Cuestionarse es bueno, es desarmarse para volver a montarse, pero esta vez como a ti te gusta.

¿Qué diferencias existen entre nuestras experiencias sexuales convencionales y aquellas que nos tomamos de manera slow?
Que buscamos desesperadamente el orgasmo. Y sí, el orgasmo está bien, es intenso, pero dura poco. ¿Qué hacemos con los minutos previos al orgasmo? Disfrutarlos, sin duda. Lo máximo posible. Tratar el sexo de manera slow no implica necesariamente ser más tiernos en la cama, implica dedicarle tiempo al placer en todas sus formas. Es no tener tapujos para decir qué te gusta, cuánto quieres de eso o de lo otro.

¿Cuál sería el decálogo de este tipo de sexo?
Consensúa, dedica, siente, experimenta, fluye, cuida, desea, sé consciente, derriba tabúes y disfruta.

¿Hay algún reflejo de esta filosofía en las tiendas eróticas?
Creo que todos los juguetes, o al menos los que he tenido el placer de ver y probar, se enfocan en dar placer instantáneo pasando de 0 a 100 y llamando al orgasmo constantemente. Dildos, dildos vibradores con conejito, punto G, geles orgásmicos. Si no se alcanza la meta es porque no se quiere o, te lo dicen de manera indirecta, te pasa algo. Pretendemos revolucionar y cambiar el mensaje, para que se empiece a decir: Con esto vas a disfrutar a tu manera. Y conseguirlo; realmente conseguir que quien esté interesado en un producto erótico disfrute como quiera.

¿Qué productos nos ayudan a introducirnos en el slow sex?
Finger Play sería otro de los favoritos. ¡Hay que tocarse más! O el Skin and Hair Shimmer Dry Oil, que desgenitaliza por completo el sexo, hidrata y deja una estela brillante en tu cuerpo. Un must si quieres empezar a cuidarte y empoderarte en el sexo.

¿A qué generación diría que le va a costar más practicarlo?
A los baby boomers y a los X. De los millennials en adelante el discurso en los medios ha cambiado, por no hablar de internet, que ha abierto miras y ha derribado muros que se pensaban infranqueables. Pero aún existe el pensamiento, sobre todo en estas dos generaciones pasadas, del pecado, del sexo por concebir, de la culpa, del sacrificio… Es muy difícil cambiar ese pensamiento religioso y de tabú con una filosofía o un producto erótico.

¿De qué manera podemos introducir el slow sex? ¿Como experiencia puntual o volviéndolo nuestro estilo de vida sexual?
Primero desde una decisión propia. Tomar consciencia de nuestros deseos y de nuestro placer se puede lograr desde la experimentación: tocarse como si fuese la primera vez, visualizar nuestras fantasías, revisar por qué nos gusta lo que nos gusta o si existe alguna práctica que realicemos por cumplir o por vergüenza a decir que no. Después de tenerlo definido lo comunicaremos con nuestra pareja (o pareja puntual), consensuando o directamente aplicando lo que queremos en nuestras relaciones. Si se puede volver un estilo de vida, o no, solo puede determinarlo la persona interesada en disfrutar decidiendo cómo quiere hacerlo.

Duquesa Doslabios.

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Desde que soy feminista no he vuelto a fingir orgasmos

Al feminismo puedo achacarle varios cambios en mi vida. Que cada vez me resista más a que solo las mujeres de mi familia nos levantemos a recoger la mesa, que haya pasado de apreciar a criticar la galantería o incluso que cada vez me resulte más difícil encontrar una película en Netflix (si no hay al menos una mujer protagonista, no la veo).

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Pero el mayor logro del feminismo es que ha conseguido romper mi insana relación con los orgasmos falsos.

Empiezo por el principio. Cuando empecé a tener sexo -que en esa época, y fruto de un adoctrinamiento de películas románticas y canciones pop, no era otra cosa en mi mente más que ‘hacer el amor’-, algo no iba bien conmigo.

Lo que conseguía en casa sola, orgasmos dignos de anuncio de champú, no aparecía cuando compartía las sábanas. Y claro, aquello era frustrante para ambos.

No conseguía explicarme por qué él en 15 minutos había llegado al orgasmo y yo solo sentía que tenía ganas de más. En ese momento, tocarme el clítoris estaba casi prohibido.

En primer lugar porque lo consideraba algo íntimo mío y, en segundo, porque cuando hacía el amago, el novio de ese momento se sentía ofendido, ya que le parecía que su ejecución no era suficiente.

Así que, con esa mezcla entre vergüenza por confesar que la penetración ‘ni fu ni fa’ y el miedo de ofender a mi acompañante, me quedó claro pronto que no había nada como una exageración para salir del paso.

Puede que mi performance no tuviera recompensa orgásmica, pero tenía otras como acabar pronto para seguir haciendo otras cosas y que la autoestima de él siguiera por las nubes.

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O al menos, hasta que llegó el feminismo a mi vida. Fue lo que me enseñó que investigar mi placer a fondo y a conocer mi comando de arranque de motores, despegue y alunizaje.

Y en ese camino de autodescubrimiento llegué a la conclusión de mi vida (sexual), soy clitoriana y es lo más normal del mundo.

Fue como si se me hubiera quitado el mayor de los pesos de encima. ¡No pasaba nada raro conmigo ni con la mayoría de las mujeres!

Pero, ¿cómo aplicar mi descubrimiento en la intimidad? Metiéndome mano o pidiendo que la metieran. El feminismo me ayudó a hablar, a decir en alto «esto me gusta así y esto asá».

No fue hasta ese momento que entendí que tenía el mismo derecho de correrme a gusto que mi acompañante, y que si no lo conseguía, no iba a fingirlo para hacerle sentir mejor.

El orgasmo debe ser como una relación, sincero. Puede que me costara unos años comprender que el ego ajeno no pesaba más que mi placer, que mi cuerpo funcionaba correctamente y que solo necesitaba que se activara, o que si no lo sentía, y no llegaba a correrme, no tenía por qué ofender a nadie.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si el que no se corre es él?

Que las mujeres solemos tener algo más complicado lo de llegar al orgasmo, es innegable. De hecho, es para muchas tan difícil que, ni por sus propios medios, son capaces de alcanzarlo.

GTRES

Y es que biológicamente, nuestros genitales tienen mucho misterio. El hecho de que las cosas vayan por dentro hace que debamos saber exactamente qué es y cómo se estimula cada parte para poder disfrutar plenamente del sexo.

Ellos no tienen ese problema. Lo que llevan a la vista es todo. Lo que ves es lo que hay.

Por ese motivo resulta tan sorprendente cuando es él el que no llega al orgasmo.

La primera vez que me sucedió fue hace bastantes años y en su momento, no supe cómo abordarlo. Cuando le pregunté, más por curiosidad que por otra cosa, recibí un bloqueo informativo por su parte, de lo que interpreté que igual había algo más profundo ahí.

Con los años, y otras situaciones parecidas, empecé a despreocuparme. Porque claro, viviendo en la era de la brecha orgásmica, cuando sexualmente eres tú la que lleva la menor puntuación en la pizarra de orgasmos, una o dos ocasiones en las que solo termines tú, no resultan muy preocupantes.

Cuando se da en varias ocasiones, es fascinante la diferencia entre hombres y mujeres.

Para nosotras, la culpabilidad está asegurada. Lo primero que se nos pasa por la cabeza es que ya no excitamos de la misma manera a la otra persona. Que si la celulitis, que si estoy gorda, que si ya no me quieres (llevarlo al plano afectivo es incluso peor).

Es una diferencia fundamental respecto a los hombres, cuya actitud, viendo que nosotras no hemos terminado suele ser, siempre en el mejor de los casos, la de pensar en cómo mejorar en el próximo encuentro.

Antes de que la paranoia supere la realidad, déjame decirte que tú no eres el problema. Sí, le sigues gustando y mucho.

No es tan sencillo como imaginamos. Hay hombres que no eyaculan si tienen sexo oral, si la chica está encima o incluso otros que pueden llegar a hacerlo varias veces. Igual no son tan sencillos como pensábamos, ¿verdad?

Como a nosotras, factores externos pueden pasarles factura (algo que ya os comentaba en este post), por lo que una situación de agobio o estrés puede impedirles terminar. Incluso si el día es muy caluroso o se encuentra incómodo porque le estás apretando demasiado en alguna parte.

Hay incluso quienes son capaces de, con un increíble control, evitar la eyaculación pasado el punto de no retorno y seguir manteniendo la erección, lo que significa que pueden durar mucho más tiempo.

Por lo que agobiarse, estresarse, culpabilizarse y, en definitiva, hacer de ello una montaña cuando solo es un grano de arena, no es la mejor de las soluciones.

Lo más probable es que, si esa vez no se ha corrido, la próxima vez que tengáis sexo, lo haga como si nada.

Duquesa Doslabios.

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