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Orgasmos fingidos, ¿es mejor contarlo o no decir nada a la otra persona?

No seré yo quien juzgue a ninguna amiga que me cuente que ha hecho pensar a su pareja que ha llegado al orgasmo, porque yo he estado ahí. De hecho, es algo que he puesto en práctica durante años, hasta que me di cuenta de que fingir no me llevaba a ningún sitio.

Y más importante, no me reportaba ningún placer.

Así que empezaré el artículo abriendo un melón: todas o casi todas hemos fingido orgasmos alguna vez.

pareja orgasmo sexo

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

En mi caso, si se trataba de algo esporádico, y sin la posibilidad de volver a ver a la otra persona en mi vida, no me planteaba decir nada. Era un secreto que me llevaría conmigo.

(Aunque no tendría por qué ser así, también deberíamos poder sacar este tema si queremos, aunque sea una cosa puntual).

La cosa cambiaba un poco si en mis planes estaba repetir con esa persona y quería disfrutar. Disfrutar de verdad, no como creían que había disfrutado.

Además, me quedaba el malestar de no haber sido del todo sincera y que, con quien me comparta, se merece esa honestidad por mi parte.

Si me desnudo, que sea en todos los aspectos, ¿no?

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Desde mi punto de vista, si esto te resulta familiar, tienes varias opciones, empezando porque puedes pasar del tema y dejarlo correr y centrarte en los encuentros venideros.

Más que nada porque va a ser una experiencia de muchas y si tampoco ves que aporte nada decirlo, se puede quedar como algo anecdótico para ti y punto.

Sobre todo porque hay ocasiones en las que esa incapacidad de alcanzar el clímax puede deberse a que no tienes el día, estás posreglosa, el trabajo ha sido estresante, tu salud está regular…

No es ya solo que cada cuerpo es distinto, cada momento nos afecta de manera diferente, ¡si incluso puedes tener un orgasmo y no sentir placer!

Pero si se trata de un orgasmo fingido para no pararte a explicar tus gustos, porque vuestro intercambio puede ser mejor y punto, dedicar tu energía a comunicarte en la próxima ocasión, ilustrarle o dirigirle para que aprenda cómo te gusta, son buenas opciones.

Aunque es muy válido que quieras ser sincera y además reivindiques que la otra persona esté ahí para escucharte porque necesitas compartir tu experiencia íntima.

Sinceridad con asertividad

Lo único que te puedo aconsejar es que la manera de ponerlo sobre la mesa sea lo más asertiva posible, que de la sinceridad al sincericidio hay una gran diferencia.

Concretamente la que va del «quiero disfrutarlo más» al «no has hecho que me corriera contigo».

Una manifiesta un deseo y voluntad de mejora, la otra puede recibirse como un ataque y desencadenar una respuesta defensiva (así como tocarle la autoestima).

Hablar claro de esto es recordar que nadie nace sabiendo, que estáis familiarizándoos con los respectivos cuerpos y que en ese momento saliste por interpretar un orgasmo porque no te sentías cómoda interrumpiendo, con la suficiente confianza todavía o porque querías mantener esta conversación en otro contexto.

Del otro lado deben entender que los orgasmos dependen de muchos factores y sobre todo aceptar que no está relacionado con su propia performance.

Si no lo comunicas y sigues sin decir nada, pero mantienes tus interpretaciones orgásmicas, tu insatisfacción terminará por cruzarse en el camino y ser el elefante de la habitación.

Además de que, a la larga, terminarás perdiendo interés por esos momentos de intimidad y en caso de que cambies de idea, luego será más duro de encajar por la otra persona.

Normaliza que habrá ocasiones en las que no llegues al orgasmo sin que sea ‘responsabilidad’ de nadie, crea un espacio donde puedas decir «hoy no llego» y, de manera natural, podáis cambiar de actividad.

Mara Mariño

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Dejemos de fingir orgasmos o que la regla es maravillosa

Mis padres nunca me enseñaron a fingir, pero aprendí igualmente a hacerlo.

He fingido que no tenía miedo cuando me seguían por la calle yendo sola, incluso cuando los pasos han llegado a mi altura y me han dicho algo.

pareja cama

PEXELS

(¿No me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

He fingido que no me afectaban los comentarios de mis amigos cuando hablaban de sus antiguas parejas. Que si ella era «intensa», «demasiado emocional», una «loca»… He fingido no oír nada, un ataque de sordera instantánea.

He fingido estar muy ocupada, mirando el suelo o la pared, para que el chico del gimnasio -que no deja de mirar-, no pensara que estaba interesada por establecer contacto visual.

He fingido que la menstruación no era para tanto y que ese pinchazo, por el cual quería hacerme una bola en el suelo, no existía. He seguido trabajando.

Y, por supuesto he fingido orgasmos.

Porque ser mujer, para mí, ha sido también eso. Crear una realidad alternativa en la que fuera diferente lo que se veía por fuera, de cómo me sentía por dentro.

Doy las gracias a los avances en educación sexual que nos han liberado. Por ellos, me he permitido dejar de agobiarme por el reloj, que corre sin que yo me corra.

Por pensar que tardo demasiado y salir del paso fingiendo un orgasmo, para llegar a esas expectativas del porno de que solo con meterla es suficiente.

Se me acabó la etapa de refugiarme en un clímax fingido, digno de Oscar, por el hecho de querer terminar o pasar a otra cosa si no sabía cómo darme placer.

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Y dejar de fingir es tan liberador, que ya no quiero dejar de hacerlo.

Tanto como lo es disfrutar de los orgasmos reales, aunque tarden, aunque no sucedan siempre, aunque no sean tan escandalosos como los inventados.

Tanto como que exista una ley que permita que, a aquellas que no puedan trabajar por dolor de menstruación, no tengan que hacerlo.

A la mayoría esta medida no va a cambiarnos la vida. Muchas, como yo, tenemos dismenorrea y eso, aunque duela, no nos da una baja médica.

Pero ya podemos dejar de fingir que estamos delante del ordenador como si nada. Que la sensación de que tus entrañas se están estrujando no tiene que estar acompañada con una buena cara.

Por fin se reconoce lo que, para nosotras, era el día a día con la regla: un problema real que nos afectaba el rendimiento por estar sintiendo un dolor inaguantable.

Y dejar de fingir es dejar de mentir. Aunque signifique hacer ver, por primera vez, que las cosas no son como muchos de mi alrededor quieren.

Los mismos que quieren creer que la puerta del orgasmo se abre solo con su pene. Pero también quienes me han puesto mala cara trabajando, por no poder disimular el gesto de dolor cuando esperaba a que hiciera efecto el ibuprofeno.

Porque en el momento que nuestras diferencias no supongan un impedimento, conseguiremos, por fin, (más que igualdad) equidad de condiciones.

Mara Mariño

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Desde que soy feminista no he vuelto a fingir orgasmos

Al feminismo puedo achacarle varios cambios en mi vida. Que cada vez me resista más a que solo las mujeres de mi familia nos levantemos a recoger la mesa, que haya pasado de apreciar a criticar la galantería o incluso que cada vez me resulte más difícil encontrar una película en Netflix (si no hay al menos una mujer protagonista, no la veo).

PIXABAY

Pero el mayor logro del feminismo es que ha conseguido romper mi insana relación con los orgasmos falsos.

Empiezo por el principio. Cuando empecé a tener sexo -que en esa época, y fruto de un adoctrinamiento de películas románticas y canciones pop, no era otra cosa en mi mente más que ‘hacer el amor’-, algo no iba bien conmigo.

Lo que conseguía en casa sola, orgasmos dignos de anuncio de champú, no aparecía cuando compartía las sábanas. Y claro, aquello era frustrante para ambos.

No conseguía explicarme por qué él en 15 minutos había llegado al orgasmo y yo solo sentía que tenía ganas de más. En ese momento, tocarme el clítoris estaba casi prohibido.

En primer lugar porque lo consideraba algo íntimo mío y, en segundo, porque cuando hacía el amago, el novio de ese momento se sentía ofendido, ya que le parecía que su ejecución no era suficiente.

Así que, con esa mezcla entre vergüenza por confesar que la penetración ‘ni fu ni fa’ y el miedo de ofender a mi acompañante, me quedó claro pronto que no había nada como una exageración para salir del paso.

Puede que mi performance no tuviera recompensa orgásmica, pero tenía otras como acabar pronto para seguir haciendo otras cosas y que la autoestima de él siguiera por las nubes.

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O al menos, hasta que llegó el feminismo a mi vida. Fue lo que me enseñó que investigar mi placer a fondo y a conocer mi comando de arranque de motores, despegue y alunizaje.

Y en ese camino de autodescubrimiento llegué a la conclusión de mi vida (sexual), soy clitoriana y es lo más normal del mundo.

Fue como si se me hubiera quitado el mayor de los pesos de encima. ¡No pasaba nada raro conmigo ni con la mayoría de las mujeres!

Pero, ¿cómo aplicar mi descubrimiento en la intimidad? Metiéndome mano o pidiendo que la metieran. El feminismo me ayudó a hablar, a decir en alto «esto me gusta así y esto asá».

No fue hasta ese momento que entendí que tenía el mismo derecho de correrme a gusto que mi acompañante, y que si no lo conseguía, no iba a fingirlo para hacerle sentir mejor.

El orgasmo debe ser como una relación, sincero. Puede que me costara unos años comprender que el ego ajeno no pesaba más que mi placer, que mi cuerpo funcionaba correctamente y que solo necesitaba que se activara, o que si no lo sentía, y no llegaba a correrme, no tenía por qué ofender a nadie.

Duquesa Doslabios.

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Un paseo por la librería de orgasmos

Piensa en un orgasmo. Ahora. Así. De repente.

Piensa en un orgasmo este martes por la mañana mientras me lees en el ordenador de la oficina o en el trayecto que haces en el metro para ir a la universidad.

GTRES

¿Cómo es? Déjame adivinar o describirte cómo suena en mí cabeza. Seguro que es estruendoso, rítmico, alto, exagerado… Esa es la palabra clave, exagerado.

Realmente existe un mundo de diferencia entre los orgasmos que nos imaginamos y aquellos que son auténticos al 100%.

Podría parecer que solo consideramos que es orgasmo si es alto, lacerante, ostentoso, con unos gemidos que superen el nivel de decibelios permitidos en la comunidad de vecinos. Y con grandes frases de por medio como «Oh sí», «Más, más», «Dios», «Joder» o cualquier tipo de improperios.

Si no ejecutas toda la performance de sonidos, expresiones y vibraciones guturales, es probable que más de uno te pregunte si te has corrido. Porque claro, ¿cómo va a saberlo si te has limitado a contraer el gesto en absoluto silencio?

Pero no solo de gemidos altos se retroalimenta el orgasmo. Y es algo que descubrí alejándome del porno en la Librería de Orgasmos. Un proyecto de Bijoux Indiscrets que reúne sonidos reales grabados desde el anonimato y representan las diferentes sinfonías que se pueden escuchar en pleno clímax.

Oirás desde jadeos, respiraciones aceleradas o murmullos a suaves resoplidos, pero alejados de aquellas exageradas muestras de placer. Pero entonces, ¿por qué nos resulta más familiar el otro tipo de orgasmo?

Como sociedad en la que el placer masculino lleva años ganándonos por goleada en cuanto a peso, los productos a su disponibilidad (cine, series…) estaban destinados a estimular a ese público al que había que tener satisfecho.

Librería de Orgasmos, Bijoux Indiscrets

De hecho, es tal la importancia del orgasmo que ya hemos hablado de que la mayoría de nosotras los hemos fingido alguna vez a modo de ‘premio’ para que la otra persona se sintiera satisfecha y pudiéramos pasar a otra cosa.

Sin embargo, y aunque claro que puede haber personas que hagan de sus orgasmos auténticas interpretaciones, esa pompa no es otra cosa más que parte de la escena, de la ilusión, de la película, igual que las luces, el maquillaje o la lencería de encaje del vestuario.

Así que hoy, y aprovechando que mañana es festivo, os invito a que, como yo, os deis un paseo por la Librería de los Orgasmos (con cascos si estáis acompañados) y descubráis cómo suenan realmente:

Duquesa Doslabios.

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Trucos para desenmascarar los falsos orgasmos de los hombres

Querid@s,

Ahora resulta que fingir orgasmos ya no es sólo cosa de mujeres. Así lo asegura una encuesta realizada en diez ciudades estadounidenses: según los datos arrojados por Trojan Charged Sex Life, el 60% de las mujeres admite haber fingido orgasmos, mientras que la proporción es solo del 19% en el sexo masculino. Los estudios de los portales AskMen.com y TresSugar.com realizados en 2012 entre 50.000 personas de Reino Unido, EEUU y Australia, revelan, sin embargo, cifras más preocupantes. Un 54% de las mujeres mienten entre las sábanas, frente a un alarmante 34% de los hombres. ¿O sea que uno de cada tres también miente como un bellaco?

Aunque las reinas del embuste orgásmico seguimos siendo nosotras por goleada (vergüenza debería de darnos), el 33% de los hombres ha simulado algún orgasmo, según otro estudio de la Universidad de Kansas. Con estas cifras queda bien clarito que la posibilidad de fingir orgasmos no es exclusividad de las féminas, pues los hombres son perfectamente capaces de simularlo. El orgasmo y la eyaculación, aunque hasta ahora quizá creyerais lo contrario, son dos procesos diferentes que no siempre van de la mano.

Nosotras fingimos orgasmos para satisfacer al hombre que yace a nuestro lado, para no herir su ego, o bien para acabar pronto la faena si estamos hartas de la sesión de folleteo ¿Pero para qué iba a querer un hombre fingir orgasmos? Pues por lo mismo, para quedar de machote, para no defraudar a la pareja, para no dañar sentimientos. Tampoco son pocos los hombres que fingen, fingen y fingen en el séptimo arte. Si sois unos incrédulos y no me dais crédito, entrad aquí. Encontraréis un carrete de clímax de más de 50 películas (no pornográficas), cortesía de Jezebel. Ya me diréis cómo os quedáis con los actores masculinos que desfilan en pantalla y exhiben orgasmo que parecen 100% reales.

Escena orgásmica de Jim en American Pie

Fingir orgasmos es jugarle una mala pasada al otro. Independiente de que sea el hombre o la mujer quien mienta, actuar cuando se trata de orgasmos está feísimo, y además no lleva a ninguna parte. A ver, no hay que sacar las cosas de quicio y una mentirijilla piadosa se entiende en ciertos momentos. Se entiende cuando se te ha ido la mano con los chupitos etílicos, te levantas junto a un cardo borriquero que hacía unas horas, con menos luz y muchas más copas, te parecía un auténtico pivón. ¿Quién no se ha visto en esta tesitura alguna vez? ¿O quien no ha sido en alguna ocasión el cardo borriquero para el otro? Actuar vale en ocasiones especiales y extraordinarias, ya se sabe que una vez al año no hace daño. Pero otra cosa muyyyyy distinta es perpetrar el engaño constantemente, y peor aún si es con la pareja habitual. Igual no te pone, igual ya no os entendéis, igual ya te has enamorado de otro o de otra. Háblale, dile, coméntale y reflexiona por qué finges orgasmo sin ninguna necesidad. Pero por Dios, deja de fingir; debería estar prohibido. 
¡Benditos orgasmos!
Cuando uno se abandona al placer del orgasmo, las reacciones que nos invaden nuestro cuerpo son inevitables y maravillosamente involuntarias, caemos en manos de una fuerza más allá de nuestro control y albedrío. En el caso de las mujeres se nos eriza la piel, nos tiemblan las piernas, se nos entrecorta la voz, ardemos por dentro (y quemamos por fuera), los pezones se nos ponen duros, se nos humedece la vagina, se nos nubla la vista, nos dan espasmos, se nos contrae la vagina a ritmos cadentes, y un larguísimo y lujurioso etcétera. Igual no todo junto, pero estas ocurren. Algunos de estos símbolos del clímax son imperceptibles (sólo nosotras nos enteramos), inimitables, mientras otros sí son susceptibles de ser imitados.

De todas formas, ellos lo tienen bastante más jodido esto de engañar, pero pueden engañarnos. Pensamos que si eyacula es que ha llegado al orgasmo, pero va a ser que no. “En el hombre el orgasmo está regido por el sistema nervioso parasimpático  -el que relaja-, mientras que la eyaculación pertenece al simpático –el que estimula- y para que ambos coincidan deben ponerse de acuerdo, que es lo que normalmente sucede. Pero si hay estrés, presión o excesivo afán de control este equilibrio se rompe y puede ocurrir que el hombre eyacule sin experimentar un orgasmo, lo que resulta bastante doloroso, o viceversa. Cada vez hay más casos de anorgasmia en el sexo masculino. Las mujeres nos quejamos de haber estado reprimidas en  este ámbito pero ellos tampoco lo han tenido fácil. La mayoría de los hombres incluyen en su autoestima su desempeño sexual. Algunos piensan que si la mujer no disfruta es porque hay algo que hacen mal. El eterno dicho de que no hay mujer frígida sino hombre inexperto, no los ha ayudado mucho”, comenta la psicóloga Pilar Cristóbal.

Si se finge, a no ser que lo que se pretenda es que la otra persona se dé por aludida, el embustero intentará no levantar sospechas y será harto complicado desenmascarar la farsa. Don’t panic porque aquí estamos para desvelaros esos viles truquitos que son claramente signos de engaño en su modus operandi habitual. Sin más preámbulos, he aquí el Manual para detectar en cero coma a esos hombres que nos quieran dar gato por liebre.
  • Grita demasiado y se pavonea: El hombre suele ser silencioso mientras folla, como mucho emite sonidos graves o agudos mientras se corre, pero poco más. Por eso, si grita demasiado ándate con ojo, por lo general es mala señal. Seguramente está actuando y exagerando su placer para contigo. No te dejes convencer, qué caramba.
  • Habla más de la cuenta: Que un hombre se dedique a la tertulia en exceso mientras está afanado en empotrarte quiere decir que está mintiendo. Como un bellaco. Si uno está a gusto y disfrutando no le da al palique como una cotorra, que no se puede estar en misa y repicando.
  • Te dice que se ha corrido sin demasiado emoción: A ver, que no somos tontos, y esas cosas de correrse se notan, se sienten. Si para que te quede claro te lo tiene que decir con palabras, mal vamos.

Prestad atención también en los momentos del after sex, porque también hay rastros de farsa.

  • Continúa empalmado: Obvio, si sigue empalmado es que ha fingido la petite mort. Cierto es que en algunos casos un hombre puede tener un orgasmo y a pesar de ello, mantener la erección del pene. No obstante, esa erección post coitum no dura eternamente; si dice que ha terminado y la erección sigue y sigue, te la está intentando colar.
  • Ni rastro de semen: Existen los orgasmo en los que el hombre alcanza el clímax y no eyacula, es lo que se llama orgasmo seco. Pero estos son casos excepcionaales y por norma general, si hay orgasmo tiene que haber semen, por huevos. No pretendo que te conviertes en la rastreator del semen, tampoco no es plan de ir buscando como una desesperada esta sustancia en el condón. Simplemente si no hay semen, querid@, no ha habido corrida.

Si crees que él finge los orgasmos nada mejor que una buena charla. Hablando se entiende la gente.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

Hablemos de los orgasmos: con sinceridad, alto y claro

Querid@s,

Denle al play. Está en versión original para que no se pierdan ningún detalle por culpa de la traducción.

Hablemos de los orgasmos fingidos. Imagino que todas nosotras (muy mal hecho) hemos fingido un orgasmo en algún momento. Les ruego que se sinceren y que levante la mano la que nunca ha hecho lo mismo que nuestra querida Meg Ryan. No les estoy hablando de montarle el número a su amante, hablo de fingir orgasmos.

Como lectora habitual de blogs de vicios varios y exquisitos, leo mucho y variado sobre los orgasmos, tema que me apasiona especialmente. Orgasmos, divinas palabras. Hoy me gustaría debatir con ustedes sobre las mujeres y el por qué de sus (nuestros) orgasmos fingidos. Las cifras son escandalosas y escandalosamente preocupantes. Dos de cada tres mujeres admiten que han fingido en la cama, según un estudio publicado en el Journal of Sex Research por las sexólogas Charlene Muehlenhard y Sheena Shippee.

¡Ya está bien de fingir orgasmos! Le hacemos a nuestra vida sexual un flaco favor. Todas hemos fingido un orgasmo alguna vez, para ser sinceras, más de una vez. Dos ya son demasiadas veces. Es un craso error. Plagiando la Wikipedia, el orgasmo es el resultado final del clímax explosivo de una relación sexual, que produce una sensación de liberación repentina y placentera luego de un punto casi insoportable e irrefrenable de esa tensión sexual, acumulada y guardada de manera continua desde que se inicia la excitación.

Quizás les guste más esta otra.

Y ahora, la pregunta del millón ¿Cuál es la razón por la que hacemos creer que hemos llegado a la cima?

Obviamente no fingimos orgasmos porque sí, siempre hay un motivo detrás. Al fingimiento del orgasmo va ligada la incapacidad para comunicar que no estamos satisfechas y una clara falta de autoestima. El miedo a la comunicación en la cama es un pésimo aliado. De hecho es un contrasentido si tenemos en cuenta que es uno de los pilares fundamentales de cualquier relación sexual, por esporádica que sea.

Otro motivo es no dañar el ego masculino. Nos sabe mal, nos da pena. Creo que no es un drama no alcanzar el orgasmo siempre que se tiene una relación sexual. Me parece más dramático fingirlo. Si no se consigue el orgasmo, ¿por qué no decirlo al otro?. Con tacto, con ternura, con amor, con pasión, con delicadeza, con inocencia. Cómo quieran ustedes, pero díganlo alto y claro. Tan alto y claro como fingen los orgasmos.

Pero aún hay más. Hay quienes consideran que no se trata de solidaridad para levantar la moral a la pareja, ni tampoco de mostrarse condescendiente con el que no logra estar a la altura. La principal conclusión del estudio Do Women Pretend Orgasm to Retain a Mate? por un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia, Oakland y del Instituto Psiquiátrico de Nueva York resuelve que el orgasmo es una estrategia en beneficio propio: consolidar la relación de pareja y disminuir el riesgo de infidelidad. Toma geroma pastillas de goma.

(Tomen nota de estos orgasmos. Son auténticos y pueden ver uno detrás de otro.)

No la niego, pero esta teoría me resulta especialmente absurda. Gemir, jadear, respirar entrecorto, dar micro gritos de placer, gritar como una loca, pronunciar esas palabras o frases, cada una tenemos las nuestras, pero remitiéndonos a los básicos “mmmm”, “si si”, “sigue sigue” o incluso hiperventilar, son síntomas de que uno se lo está pasando muy bien en la cama. Si una mujer hace algo de esto sin sentirlo, puede que le haga sentirse más sensual, puede incrementar su deseo y excitar así aún más a su compañero de cama. Pero es absurdo fingir todo esto, no creen. ¿Piensan de verdad que gemir más, mejor y más fuerte es una razón suficiente para retener a su pareja? Lo dudo. Según el estudio que les he mencionado, cuanto menos consolidada sea la relación y cuánto más desconfianza exista sobre una infidelidad potencial, las mujeres fingirán sus orgasmos con mayor frecuencia e intensidad.

Las cosas no son blancas o negras y considero que en algunas ocasiones es justo y necesario fingir. Personalmente digo SI a fingir orgasmos una noche loca en la que nos sale el tiro por la culata, no hay ese feeling sexual deseado y por no lastimar el ego y terminar rapidito, dar gato por liebre. Pero sólo en estas circunstancias.

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Desde luego que para disfrazar un falso orgasmo hay que tener talento, pero al tratarse ya de una estrategia evolutiva cada vez más lograda y repetida por las mujeres en algún momento de nuestras vidas, se ha convertido en una herencia genética que cualquier mujer puede reproducir a la perfección. Y cuela como uno real. No debemos de estar orgullosas de esta «hazaña interpretativa». Para terminar, les dejo con unas divinas palabras del poeta uruguayo Eduardo Galeano.

“No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman, pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”.

Si no quiere seguir siendo una mal follada, deje de fingir. Por favor se lo pido.

Que follen mucho y mejor.