Entradas etiquetadas como ‘amor propio’

Tener mejor sexo también depende de tus niveles de amor propio

Cuando tu vida sexual está de capa caída, puedes pensar que has tenido mala suerte, que con quienes te topas, la conexión no funciona últimamente o que igual no se han dado las condiciones para que fuera un encuentro que recordar de mejor manera, pero ¿qué hay de mirar hacia ti?

En otras palabras, ¿estás teniendo una racha sexual más floja o es que tu (baja) autoestima te está afectando a nivel íntimo?

chica autoestima

SAVAGE X FENTY

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

La consideración que tengamos sobre nuestra persona es un factor para tener buen sexo que nunca contemplamos.

Supongo que porque resulta más fácil ir a una tienda erótica, y encontrar una novedad con la que distraerse, que trabajar el amor propio, algo tan abstracto que no sabemos ni por dónde abordar.

Así que empezaré por el principio: tu autoestima sexual es la creencia de si eres una persona sexualmente atractiva o sexualmente capaz. Es decir, cómo te ves en diferentes momentos, tanto desde fuera como dentro, del intercambio sexual.

Y es que la percepción que tengas de tu cuerpo va a ser determinante. Si en alguna etapa de tu vida has recibido comentarios negativos, o crees que no encajas en los estereotipos de belleza, es probable que no te sientas del todo a gusto en un momento en el que, además, la sensación de vulnerabilidad aumenta conforme el porcentaje de ropa disminuye.

Esto te puede llevar a estar con la concentración puesta en tu cuerpo, en ‘esconder’ las zonas que sientes más expuestas a recibir comentarios o en ir moviéndote de manera que no las descubra tu acompañante.

Un comportamiento que no solo te distrae del placer -el disfrute está ligado con la relajación y la falta de preocupaciones, estar dándole vueltas a temas externos nos aleja del orgasmo-, sino que además la otra persona puede interpretar como falta de interés por tu parte.

Baja autoestima, alto riesgo para tu salud sexual

A principios de esta semana se celebraba el Día Mundial de la Salud Sexual, que es el estado de bienestar físico y mental de nuestra esfera íntima. Un bienestar que se ve truncado cuando los pensamientos que tenemos sobre nuestro erotismo son negativos.

Además, existe una relación entre tener baja la autoestima y probar prácticas de alto riesgo.

Es decir, con una buena autoestima, el sexo es solo una prolongación de las decisiones basadas en lo que quieres, en el respeto de los límites que has marcado, así como en todo aquello que consideras bueno para ti (personas incluidas).

Si la autoestima está por los suelos, puedes llegar a pensar que lo único que puedes ofrecer es tu sexualidad e incluso tener sexo con gente con la que, quizás, no quieres tenerlo realmente.

Así como que te resulte más complicado escuchar tus propios deseos o decir que no a ciertas prácticas en el momento en que las estás viviendo.

Y a esto se le suma la sensación posterior de culpa o frustración por no haber sabido frenarlo, lo que te lleva a sentir aún peor.

Otra derivación de la baja autoestima es el extremo contrario: manifestaciones arrogantes acerca de las capacidades amatorias o afirmaciones exageradas sobre el cuerpo.

Seguro que se te viene a la mente alguna pareja que has podido tener que se jactaba de alguna técnica o parte de su anatomía.

Si alguno de los ejemplos que he relatado te han sonado familiares, es probable que sea el momento de hacerte un chequeo de autoestima y preguntarte a qué se debe esa insatisfacción.

Puedes empezar por olvidarte de los estándares de belleza o tratar de encontrar el origen de esa poca consideración hacia ti. Y, en el proceso de averiguarlo (por tu cuenta o con ayuda), compartirlo con alguien de tu entorno cercano, o tu pareja, para que tengas una fuente de apoyo.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

En la era del pasotismo, mostrar interés es marcar la diferencia

No contestes rápido, no mires su historia al poco de que la haya subido, no le pongas un comentario… ¡Que no te vea en línea si está escribiendo!

Así de surrealista es conocer a alguien que me gusta hoy en día. Siguiendo unas normas no escritas que ni siquiera he podido decidir. Pisando el freno a fondo cuando el pie, y los sentimientos, me piden acelerador al máximo.

SKYN USA

Analizarlo desde el ojo crítico de quien ha pasado por una relación tóxica me da una ventaja: puedo identificar que, esta vez, soy yo misma quien se cohíbe y comporta de una forma diferente a como lo haría en realidad.

Me estoy cambiando.

Y la razón es el miedo. Ese de ser demasiado intensa, de hacerle tanto caso que se pueda sentir abrumado, de quedar como ‘fácil’ por estar, dicho claro y pronto, pillada hasta las trancas (aunque todavía no sepa muy bien exactamente qué parte del cuerpo es esa).

En definitiva, miedo de que ser yo misma y contestar cuando me apetece, escribirle cuando le pienso o soltarle lo que me hace sentir, me hagan perder todos los progresos y volver a la casilla de salida.

No he llegado sola a este punto de incongruencia a la hora de relacionarme.

Que la mayor parte de nuestras conversaciones se den a través de una pantalla, sumado a que parece que es malo admitir que alguien nos gusta más allá del ‘like’ de su publicación  o historia, ha conseguido que premiemos lo inexplicable: la indiferencia.

¡Ahora nos tira el desapego! Que nos esquiven, que no nos presten atención de ninguna manera, la lejanía de lo incosquistable…

Pero se nos olvida que somos nosotros quienes decidimos si vemos en esa falta de interés algo estimulante -donde entra en juego nuestro ego y se convierte en un desafío para revalidar la propia autoestima-, o si nos damos cuenta, viendo esas actitudes, de que es una persona que realmente no merece la pena.

Desarrollar una adicción emocional hacia personas que son emocionalmente inalcanzables por la razón que sea nos lleva impresionarnos por la ley del mínimo esfuerzo.

Aprendamos que querer algo no es sinónimo de que sea bueno. Especialmente si se trata de quien no te elige o quien lo hace cuando no tiene nada mejor que hacer un sábado pos-toque de queda que responder con un fuego tu historia.

Yo tomé la decisión de que no apostaría por personas que se comportaran como si no existiera por mucho que eso, en su particular idioma, significara que en realidad podrían estar interesadas en conocerme.

Escogí no valorar esos aspectos y, con el tiempo, dejaron de atraerme quienes cumplían esos patrones. Fue la prueba definitiva de que me faltaba (mucho) por madurar emocionalmente.

Llegué a la reveladora conclusión de que quería algo tan normal (pero raro de encontrar) como una persona que me diera un trato de atención, cariño y consideración.

Porque no nos hace ni débiles ni necesitados querer ser cuidados. Buscar quien se preocupe por nuestros sentimientos, que nos trate en condiciones, sea capaz de expresarse y comportarse de forma coherente, nos pregunte «¿Qué tal ha ido hoy el día?» y que no quiera perdernos, es también desearnos lo mejor a nuestro lado.

Y si yo deseo eso para mí, no es tan absurdo pensar que pueda quererlo alguien más (y yo pueda dárselo).

Vamos a perderle el miedo entregar el corazón y todo lo que implica no solo cuando se trata del botón de ‘me gusta’.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).