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A ti, que te hicieron pensar que era malo ser ‘intensa’

Si lees esto es porque te ha pasado como a mí, que te has planteado si te pasas de intensa.

No necesitas que nadie te lo diga a la cara, basta conque hagas un poco de reflexión sobre el fin de muchas historias que te han sucedido para que llegues a la conclusión de que puedes resultar abrumadora.

Especialmente a quien te gustaba mucho. Pero déjame decirte algo, no eres tú el problema.

mujer confianza intensa

PEXELS

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En el mundo de la apatía, de desaparecer de la vida de otra persona dejando de contestar, en el que no puedes pedir explicaciones ni llamar a las cosas por su nombre -aunque lo sean-, enfrentarse a las emociones reales asusta.

Y es la gente como tú la que se sale de esa norma extendida de indiferencia hacia todo.

Por eso ser intensa no solo se ve como algo malo, sino para algunos, una razón más que de peso para dejar de relacionarse contigo.

«¿Qué pasó? Se os veía muy bien juntos». «Es que ella era demasiado intensa». Como si lo raro fuera tener emociones en vez de desvincularse siempre de ellas.

Y es porque expresar el cariño, el afecto, querer que las cosas avancen, comprometerse, da miedo a quien no está preparado para esas cosas.

Así que en vez de dar un paso al frente y comentar esa inseguridad que se tiene de no estar a la altura de las necesidades afectivas, es probable que coja la puerta de atrás viendo que tú tienes las cosas claras y las vives con vehemencia, con fuerza, con intensidad.

Pero déjame que te diga también que no deberías cambiar.

Que tienes todo el derecho a sentir y compartirlo, no a que se queden solo en tu cabeza con la esperanza de que, callada y siendo discreta, complaciente y viviendo con el corazón a medias, vais a funcionar.

No deberías flaquear ni dudar de ti porque te diga que eres demasiado intensa, que te llegan los sentimientos demasiado deprisa, porque así eres tú.

No eres demasiado por tener respuestas emocionales normales de reír, llorar o enfadarte si te dan razones. No hay nada erróneo en que le digas que contigo no se puede comportar como un capullo si es lo que está haciendo.

Y mucho menos controlarte para evitar que se ‘asuste’, que le entren los sudores fríos, el miedo al compromiso, las excusas malas, la falta de responsabilidad afectiva…

Porque no es que tú seas intensa, es que la otra persona se te queda corta.

Mara Mariño

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Tú vales todo (aunque haya quien no lo sepa ver)

Hoy te escribo a ti. Directamente a ti, quién seas, en dónde estés.

Te escribo porque hay algo que debes leer en la pantalla para que cale el mensaje en tu cabeza.

Lo vales todo.

UNSPLASH

Y aunque necesitas recordártelo a diario, quiero que sea tu pensamiento de hoy.

Hoy, que quizás vas a trompicones con un corazón dolorido y las ilusiones hechas añicos.

«Ahí estás otra vez, si es que pareces tonta», parece gritarte el cerebro.

«Mira que te dije que esto podía pasar si dejabas a ese descerebrado de corazón al mando, que terminarían por hacerte daño».

Porque llega una altura de la vida, en la que la opresión en el pecho con forma de persona es ya un mal conocido.

Han sido pocas las veces este año que no la has sentido.

Así que aquí estás de nuevo, rota y entera al mismo tiempo.

Con el camino por delante, listo para recorrerlo en solitario tras tomar la más difícil de las decisiones.

Ponerte a ti por delante.

Algo que haces como mecanismo de autodefensa, pero también como reivindicación de tu persona.

Porque tú eres la primera que debe cuidarse y salir de algo que hace daño.

Pero también porque sabes lo que vales.

Y si digo que lo vales todo es porque contigo todo es precisamente lo que van a tener.

Todo, con sus cuatro letras, sus dos sílabas y esas oes tan abiertas como la que lleva amor (y dolor, irónicamente). No sabes darte a medias.

En concordancia de fase, te juraste hacerte responsable de lo que te implicara y no quedarte con menos, no ir donde no se te busca, no seguir a quien no quiere compañía.

Tus necesidades afectivas básicas siempre superarán a cualquier persona emocionalmente inaccesible.

Porque es el momento de dejar ir a quien no tiene problema en que te vayas.

Porque hay quien no está listo para tu amor (ni para ningún otro).

Porque tú no estás para perder el tiempo.

Porque no crees en las señales confusas.

Porque puede que seas la persona apropiada para alguien, pero no es esa.

Pero sobre todo porque debes tratarte como alguien que te quiere de verdad.

Mereces todo. Mereces ir sin frenos, sin marchas puestas, pisando el acelerador, disfrutando cada momento y siendo quien eres.

Dejando que las cosas sucedan de manera espontánea, natural, riéndote a carcajadas sin el miedo de si el chiste será malinterpretado, escribiendo un mensaje romántico de 500 palabras si te pones, muriéndote de ganas de ver a la otra persona que tampoco puede esperar a comerte.

Alguien que vuele contigo a la velocidad de la luz.

Alimentando a besos, soñando con los ojos abiertos con que eso va a ser algo más que otra historia que contar a las amigas cuando llegue al final.

Y si no puede ser así, que no sea. Porque no sabes (ni quieres) hacerlo de otra manera.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué a los ‘millennials’ nos da tanto miedo hablar de si somos o no pareja?

Vamos juntos al cine, a la bolera, a la playa, nos cogemos de la mano, nos besamos en público, escapamos a cualquier ciudad cerca de la nuestra, pasamos horas al teléfono y tantas otras sin salir de la cama -y no necesariamente sin ropa-.

A cualquiera que le expliquemos el punto en el que estamos, nos contestaría que es obvio que somos pareja.

Que es algo más que pasarlo bien.

UNSPLASH

Me baso en el indicativo del momento en que se supera la barrera de la piel. Cuando la otra persona consigue colarse por debajo y trepa por todo el cuerpo.

De pronto la encuentras instalada en tu cabeza, rondando por ella -activa y sin descanso- las 24 horas del día.

Esperando paciente el momento de que pueda salir en todas tus conversaciones.

Quieres contar todo, cómo fue veros por primera vez, las palabras que cruzasteis, aquel gesto que te conmovió especialmente y todo lo que implique que lo vivas de nuevo a través de los recuerdos.

Y aun cuando sabes lo que significa volver a sentir eso por dentro y ajustar en la cantidad del «1» el contador de la monogamia (para quienes optamos por la exclusividad), nos sigue echando para atrás decir o llamar a las cosas por su nombre.

Ponerle un «novia» o «novio» como etiqueta es casi un acto de rebeldía si pienso en que, para mi generación, es lo más habitual usar personas a la velocidad de las camisetas.

Hoy una y mañana otra.

Nos cansamos tan rápido que el único amor con el que nos sentimos cómodos es el líquido.

Que en unos días puede más la novedad de lo que podríamos estar perdiéndonos que la emoción de seguir conociendo más a fondo a quien realmente puede marcar un cambio.

Lo preocupante de este punto, en el que hemos complicado al máximo lo que debería ser de las cosas más sencillas del mundo -el decir alto y claro que se quiere estar junto a alguien– ha venido acompañado del miedo al compromiso.

Mientras no consigamos cambiar la forma de relacionarnos, marcada ya por evasivas, desapariciones inexplicables bautizadas como ghosting y todo tipo de comportamientos dignos retruco de escapismo, poner una etiqueta será una cuestión de valor.

Porque hay que ser valiente para decir, con el corazón en la mano que sí, que quieres que os llaméis novios.

Duquesa Doslabios.

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