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¿Eres románticamente responsable?

Siempre que empiezo una relación de pareja pienso de la misma manera: voy a dar lo más bueno de mí, la mejor versión.

Claro que, en mi cabeza, eso se limita a intentar no tener las zonas compartidas hechas un desastre, a colaborar con el orden y la limpieza y en mostrarme cariñosa y divertida a partes iguales.

Y aunque todo esto es algo fundamental, hay un área en la que cuesta mucho trabajar y de la que no se habla prácticamente nada, la de la responsabilidad.

pareja amor

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Y es que no basta con mirar la pareja como la unión de dos mitades (por muy buenas que se hayan propuesto ser), sino que parte debe ‘participar’ de una manera consciente y considerada.

Es lo que podríamos llamar ser románticamente responsables, que, a modo resumido es desarrollar la capacidad de trabajar en equipo en el plano emocional, asumiendo un papel activo respetuoso.

Podemos culpar a las series y películas de hacernos creer que las historias de amor son esa cosa que llega como caída del cielo.

Pero es nuestra tarea desmitificar esa idea y entender que es una decisión y un compromiso de trabajo, de ahí que la responsabilidad sea clave a la hora de relacionarnos.

Pero, ¿cómo gestionar de manera conjunta un área de nuestra vida cuando lo único que hemos aprendido de hacer trabajos en equipo es que cada uno se encargaba de su parte y, el día de la presentación en clase, se unían los distintos slides aunque no hubiera coherencia entre ellos?

Asumir la responsabilidad en una pareja pasa por hacernos cargo de nuestros comportamientos, que es lo que la otra persona puede ver.

Entre ellos está la comunicación honesta, que no solo es expresar los sentimientos, necesidades y expectativas de manera clara y respetuosa.

Es también recibir lo mismo de la otra persona y aceptarlo sin reservas, sin las defensas alzadas, asumiendo, aceptando, tomando nota y teniendo en cuenta de cara a la próxima vez.

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Eso de ponerlo en práctica en el futuro formaría parte de la mutualidad, que es hacer la vida teniendo en cuenta que no vamos solos, que nuestras acciones pueden afectar y es considerar eso.

Mutualidad es, por ejemplo, pegarte esa noche de fiesta con tus amigas, pero reservar también un rato para que el fin de semana tenga tiempo de calidad con tu pareja.

O saber que si su lenguaje del amor son las palabras de afirmación, asegurarte de decirle que le quieres aunque sea una cosa que te sale menos natural.

Es entender sus necesidades, deseos y autonomía y darle la seguridad y tranquilidad de que lo tienes en cuenta sin infringir su bienestar.

Otro punto clave es saber controlar la gestión de las emociones (y en esto puedo tirar de mi experiencia como parte de una relación intercultural).

Mi pareja ha recibido una educación en la que las discusiones no existen y en mi caso, alzar la voz constantemente es algo normal en mi manera de relacionarme, para bien y para mal.

Pero sabiendo que es algo que le produce incomodidad, aprender a controlar esas salidas y discutir desde la asertividad ha sido mi mayor reto.

Nos ha permitido poder abordar temas dificilísimos desde la estabilidad y la tranquilidad de que estábamos en el mismo bando, luchando por el objetivo de seguir juntos independientemente del asunto que tratáramos.

Vamos, cuando en vez de dejarme llevar por el impulso emocional, me ponía en modo ‘comprender y validar’ sus sentimientos para mantener una atmósfera sea amorosa y positiva.

A las pruebas me remito de que la empatía y el respeto mutuo hacen que el ambiente no sea de tensión, y sobre todo evita que si una de las dos personas es más impulsiva, como es mi caso, se escapen cosas que pueden ser dañinas.

Así que ahora solo queda que, tras leer esto, te preguntes de qué manera puedes contribuir a que tu relación sea no solo equilibrada, sino cómo puedes hacerla románticamente responsable.

Mara Mariño

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¿Es solo un amor de verano o algo más? Fíjate en esto para averiguarlo

Sí, yo también he tenido una historia veraniega en un sitio de ensueño y me he creído que estaba viviendo en una novela de Elísabet Benavent.

Y sí, luego me he dado de bruces con la cruda realidad de que, por mucho que aquello pareciera idílico, estaba destinado a caducar.

amor verano

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En mi caso, tengo claro por qué aquel amor, que me parecía mágico, no pasó la prueba de septiembre. Porque no éramos compatibles con nuestras formas de ser, ni buscábamos lo mismo.

No me había enamorado de él, me había enamorado del verano con él.

Ese es uno de los mayores engaños de las historias que vivimos en esta época del año: el efecto honeymoon de la química inicial, así como la novedad, te hace creer que estáis destinados a compartir almohada el resto de vuestros días.

Pero no, no es amor, lo más seguro es que sean las hormonas que te hacen ver todo de rosa.

Además, al saber que el verano va a acabar, y que hay que aprovecharlo al máximo, te niegas a pensar que las cosas no vayan a funcionar.

Esa mentalidad positiva de que todo va a salir bien es un aliciente para creer aún más en tu aventura sentimental.

Pero, ¿y si hay potencial?

Aunque no son todos los casos, por supuesto. Solo en mi entorno hay por lo menos dos relaciones que han comenzado a salir después de conocerse en viajes de fin de curso, así que no es imposible llegar a otoño (y hasta Navidad).

Para saber si te puede estar pasando, mi consejo es que ‘desmiembres’ el amor de verano.

¿Estás disfrutando del momento y haciendo la vista gorda de algunas cosas que no te encajan o por el contrario, todo va bien porque has dado con alguien que te encanta?

Salir de dudas de si estás enamorándote de la persona o de la persona en verano pasa por fijarse en sus cualidades.

Olvídate de las circunstancias idílicas como los atardeceres, las noches de música o los paseos por la orilla (que ya sabemos gracias a La Isla de las Tentaciones que son los elementos que construyen el romance).

Tienes que empezar a analizar a la persona, a entender si te gusta su forma de pensar, si tenéis en común vuestras prioridades y visión de futuro. Si además de química hay potencial para cultivar una relación de pareja.

Otro consejo es dejar de hacer actividades que os tengan siempre distraídos. Si volviera a darse una crisis sanitaria y os quedarais a solas sin poder tocaros, con la única posibilidad de comunicaros, ¿qué pasaría?

¿Podrías estar hablando con esa persona durante horas?

Si la respuesta es afirmativa, es probable que vuestro vínculo pueda seguir creciendo más allá de los meses de calor.

Cómo y de qué manera integrarlo -una vez vuelva la rutina-, es algo que os toca averiguar (y trabajar en ello).

Mara Mariño

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