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De criticar a la vecina por sus gritos sexuales a convertirse en esa vecina

La vida sexual se beneficia de las vacaciones de verano. Lo puedes ver en la rutina más desahogada, que permite dejarse llevar, y lo puedes escuchar.

Abrir las ventanas más a menudo pone en bandeja ‘tropezarse’ auditivamente con alguien que está disfrutando y expresándolo sin cohibirse.

pareja sexo

PEXELS

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Eso, en el caso de que no le hayas pillado ya los tiempos a tus vecinos. Sí, a través de esas paredes se escucha todo.

De hecho, lo hablaba el otro día con una seguidora que admitía que, hasta hace nada, criticaba a su vecina por los gritos sexuales.

«Todas hemos sido esa vecina que se quejaba», le dije. Sí, me incluyo.

Además recuerdo que cuando lo escuché por primera vez pensé para mí en lo innecesario que resultaba. Que se podían hacer cosas sin alzar tanto la voz ni hacer partícipe al resto de pisos del edificio.

Una vez incluso tuve la osadía -y sí, hablo de osadía aunque podría decir impertinencia-, de comentarlo con ella.

Como si yo hubiera sido designada policía de la comunidad de vecinos, la encargada de velar porque nada superara una cantidad de decibelios que consideraba aceptables.

Ahora pienso en ese momento y me doy cuenta de lo mal que estuvo por mi parte. No soy nadie para sacar al descansillo un tema íntimo que puede hacer sentir vulnerable a la persona de cuya privacidad hablo tan libremente.

Y menos cuando encima digo que me molesta algo que produce placer a quien tengo enfrente.

Además, que nadie tiene el aguante de estar durante horas con una alta actividad sexual. Mientras tanto siempre podemos poner la serie más alta u optar por cascos. Será por alternativas de tapar el ruido si tanto nos irrita…

La liberación del gemido

La mentalidad cambia, o al menos en mi caso lo hizo, cuando pasa el tiempo y eres tú quien está disfrutando y no quieres cortarte un pelo.

Ni deberías hacerlo, estás en todo tu derecho de disfrutar de todo tu cuerpo (voz incluida).

Además, gemir es altamente beneficioso hasta el punto de que no deberíamos dejarlo solo para esas veces en las que estamos en compañía.

Creo que expresarnos en la cama nos cuesta porque todavía arrastramos la idea que pudieron habernos transmitido nuestras abuelas -directa o indirectamente- de no hacer ruido como las «cualquieras», porque las señoras de bien guardan silencio hasta que se acabe.

Es un poso de culpabilidad que nos deja el disfrutar plenamente de nuestra vida sexual, por el miedo arraigado a ser tildadas de excesivas, sueltas o guarras.

Increíble la necesidad de la que aún tenemos que liberarnos las mujeres de ser tomadas como respetables hasta en la cama (cuando el respeto poco o nada tiene que ver con el placer).

Por otro lado, qué curioso que el gemido es el único sonido que nos incomoda hasta ese punto.

Escuchar a nuestros vecinos discutir, con la televisión alta, aspirando o cantando el Cumpleaños Feliz al sobrino de turno no nos altera tanto como escucharles teniendo sexo.

Para solucionarlo, hay que buscar la liberación por dos vías: la de desprenderse de las creencias rancias de cómo debes o no portarte en la cama, o cuánto ruido está permitido, y por otro normalizar y celebrar que tus vecinos estén pasando un buen rato, sin entrometerte ni llamarles la atención.

Es un respeto que debes en tu vecindario, porque, por muy ruidoso que sea, nadie tiene sexo para molestarte, tienen sexo porque les apetecía un buen rato.

Y quién sabe… A lo mejor escucharles te sirve de estímulo como para animarte a probar por tu cuenta.

Porque, como le dije a mi seguidora, «todas hemos sido esa vecina que se quejaba… Pero ahora somos la vecina de la que podrían quejarse».

Mara Mariño

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¿Por qué si una mujer habla de sexo es una ‘guarra’?

Querido lector,

Hoy te hablo a ti directamente. A ti, que desde, que empecé a escribir en 2017, me has llamado de todo.

Bueno, de todo no. Me has dicho «guarra», «cerda», «puerca», «marrana», «zorra», «puta», «perra»…

Me lo has llamado sin conocerme de nada. Sin saber quién soy, dónde me encuentro, cómo me llamo ni cómo me siento al respecto.

Me lo has llamado por escribir aquí, de sexo.

SAVAGEXFENTY

Y me lo has llamado tantas veces desde hace 4 años, hablara de lo que hablara, que ya no es que no te guste un tema concreto, un enfoque, mi opinión del ghosting o del sexo anal.

Me lo has llamado por ser mujer y por la temática del blog.

Porque ha sido compartiendo en este espacio mi opinión sobre un tema tan natural como es el sexo, que merezco, bajo tu punto de vista, ser insultada.

Y no insultada de manera constructiva, animándome a mejorar la escritura, sino con la que es la ofensa más fuerte hacia la mujer, la perla de los improperios, la estrella de la colección, el comodín que vale para todo lo que hacemos que está mal para ti, ya sea escribir, rechazarte en un bar o tener un salario más alto que el tuyo.

No puedo evitar preguntarme -ya que la mayoría de los insultos vienen de hombres como tú-, si se daría el caso contrario si fuera un Duque Doslabios, un Pepito Miravet o un Luis Blue el que escribiera un espacio sobre cómo disfrutar del sexo, cómo hacer una buena comida de coño.

Me pregunto si a diario se meterían mujeres en la sección de comentarios a faltarle el respeto, a tacharle de pervertido, a decirle, -como me dices tú-, que es un puto, un perro, un marrano.

Es obvio que no, vosotros os libráis porque pensáis que seguís pudiendo encabezar la caza de brujas del siglo XIX, demonizando a las mujeres que, como yo, experimentamos nuestro deseo sexual.

Las que hablamos del placer, nos acostamos con ese tío que hemos conocido en un bar porque nos pone y que ni lo tapamos ni lo escondemos, quienes no oprimimos nuestro deseo ni seguimos haciendo como si no existiera.

Esas que lo vivimos por y para nosotras en vez de para tu disfrute.

Ya no te compramos que, para que nos aceptes, para que nos consideres decentes, tengamos que mantener esa parte bien escondida, ser damas en la calle, pero putas en la cama. Seremos lo que nosotros decidamos y te tocará respetarnos igualmente por ello.

Si tanto te molesta como hombre que yo hable de la igualdad en la cama (de mis deseos y de los de otras compañeras que puede que no tengan un blog en un diario), es que dejas en evidencia la falta que hace de que existan profesionales como yo, que se dediquen a publicar estas ideas.

Así que tengo una mala noticia que darte: por cada «guarra», «cerda», «puerca», «marrana», «zorra», «puta» o «perra», escribo con más ganas.

Porque me das gasolina al saber que tienes tanto interés en que deje de hacerlo. Y con cada artículo que animo a otras mujeres a verse, sentirse, reivindicar que no van a quedarse a medias nunca más, jugar en igualdad de condiciones, follarse a un desconocido o decir ‘No’ si cambian de idea, se prende una chispa.

La liberación de la mujer no es solo poder abrirnos una cuenta en el banco, votar o decidir si nos quedamos en casa o salimos a trabajar. Lo queremos todo. La libertad es también que podamos disfrutar y hablar de esto en las mismas condiciones que lo haces tú.

Querido lector, a mí y a mis compañeras nos gusta el sexo (tanto como a ti), nos ponemos cachondas, nos tocamos, nos corremos (incluso varias veces seguidas) y somos igual de respetables por ello.

Aunque te pese, nuestra sexualidad es solo nuestra y ni tú ni nadie nos va a juzgar por cómo la decidimos vivir. Bienvenido a 2021.

Duquesa Doslabios.

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