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Ni el amor ‘de la vida’ de Iñigo, ni el ‘amor perfecto’ de Risto

Dos de las parejas más mediáticas del país estallan el mismo día, y aunque los motivos no pueden ser más distintos, hay algo que comparten Iñigo Onieva y Risto Mejide.

Los mitos del amor romántico se cuelan en sus mensajes públicos.

amor pareja

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El de Iñigo, más fantasioso, viene en la confesión que hizo a través de su historia de Instagram en forma de carta.

«Tamara es la mujer de mi vida», afirmaba el empresario. Una manera de buscar un ramalazo de cariño entre sus seguidores, como ensalzando los sentimientos hacia la marquesa.

Ese amor que, por lo que hemos aprendido, es superior a todos los demás, diferenciándose de cualquier relación pasada.

Y no voy a entrar en si se pueden compatibilizar el amor con otros vínculos paralelos, porque eso entra en el pacto de fidelidad de cada pareja (aunque sabiendo lo católica que es Tamara, me sorprendería que no fuera una relación monógama).

Pero sí en señalar la intención de dar lástima y reafirmar sus sentimientos en el nombre de ese amor, único e incomparable.

El amor, sea el que sea -de pareja, entre familiares o amigos-, merece ante todo respeto y empatía.

El respeto de ir con la sinceridad por delante y no vender una moto de unas fechas que no cuadran, a la cara de la persona que quieres y a la de la prensa.

Y la empatía de, una vez reconocido el error, y buscando la otra persona espacio, acatar la separación porque se entiende que necesita poner distancia de por medio.

Si Tamara fuera mi amiga le diría que el amor de la vida es el que se va a tener, en todo caso, a sí misma.

Porque los demás amores que experimente hacia sus parejas, le irán acompañando en diferentes etapas, ni será solo uno ni serán para siempre.

No existe la necesidad de ponerle una categoría vitalicia cuando los sentimientos volverán a nacerle en un futuro y (espero) por alguien mejor que el empresario.

Lo que comienza, siempre tiene un final. Ya sea a lo largo de la vida o cuando acaba esta, que es una lección que Risto sí tiene aprendida.

Aunque de él me rechina que se refiera a los años compartidos con Laura como que «no han sido perfectos y aún así, o igual por eso, seguramente hayan sido los mejores de mi vida».

La perfección en el amor no existe porque, quienes protagonizamos las relaciones románticas, los seres humanos, estamos lejos de ser inmaculados.

De hecho, es en cuanto empiezan a darse discusiones que saltan las señales de alarma. El «esto no debería ser así», «si es amor ¿por qué no es como en las películas?»

Las cosas buenas y las malas en la relación de pareja no es que sumen, como él mismo dice, es que son lo normal.

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No podemos seguir arrancando relaciones con esta expectativa de perfección, la de que, por estar enamorados, todo va a encajar y fluir como por arte de magia.

En su lugar, deberíamos formar una pareja con mentalidad de equipo.

Con el objetivo de hacer piña, incluso siendo diferentes y pensando distinto, ante los problemas que surjan y celebrar los triunfos compartidos.

Porque de esa manera, el tiempo que estemos con cada persona, que podrá ser unos meses o años, será un tiempo sano, realista y más feliz.

Sin el agobio de no estar a la altura del amor eterno e impoluto que vemos en la ficción, porque eso sí que es una ilusión #toelrrato.

Mara Mariño

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