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El ‘muro’: la teoría de que las mujeres somos rechazadas al cumplir 30

TikTok es el nuevo lugar de nacimiento de tendencias, incluso de las relativas al vocabulario.

Y esto puede ser preocupante si pensamos que se trata de la red social por excelencia de los menores de 25 años, la generación más polarizada en lo que a igualdad de género se refiere.

Algo que términos como «bodycount», «kilometraje» o «mujer de alto valor» (todos relacionados con el historial sexual de las mujeres) demuestran, ya que hacen apariciones constantes en la sección de recomendados de la aplicación.

mujer rechazada hombre

PEXELS

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El último de ellos es «el muro».

Sin que quede muy claro si se trata de una referencia a Juego de Tronos o al supuesto bajón de energía que le da a los runners en el kilómetro 30, este concepto se utiliza en TikTok para dividir a las mujeres.

Según la teoría del muro, los 30 son el límite en el que resultamos físicamente atractivas, ya que a partir de esa edad iríamos cuesta abajo y sin frenos.

«El muro es invicto, el muro siempre gana. Gatos y vino serán tu destino. Pasado el muro, ninguna es comestible,
porque el muro es inexorable», escribe un usuario en su ‘Oda al muro’.

La única forma de evitar el muro es, por lo visto, el matrimonio, ya que para antes de los 30 ya tendríamos que estar casadas: «Las que son un buen partido para los máximo 26 ya tiene un anillo en el dedo», sostiene un tiktoker.

Aquellas que superamos el límite de edad sin joya de compromiso de por medio, somos las posmuro, las que según estos expertos -que no pasan los 20 años-, hemos «optado por una conducta promiscua» y de ahí argumentan nuestra «dificultad de crear vínculos afectivos».

A esa supuesta invisibilidad que nos llega el día que soplamos las velas con un ‘3’ y un ‘0’ se debe a haber envejecido: «ya no eres joven, no eres más guapa que una veintañera y tienes muchos kilómetros en la cama, eso produce rechazo de los hombres», opina otro de estos defensores del muro.

Pero a mí lo que más me llama la atención del muro es su unidireccionalidad, que sea un obstáculo que conforme las ideas de estos usuarios, solo las mujeres encontremos en el camino.

Es decir, que por un lado se opine únicamente del declive de nuestra belleza física cuando envejecer es un fenómeno natural que nos afecta biológicamente a todos de la misma manera.

En cambio, asociarlo solo a la mitad de la población y sostener que a la otra esos años les dan más valor, es una discriminación cultural, no un designio de la naturaleza.

 

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Otra de las fisuras que le veo a la teoría del muro es que se achaca la falta de pareja a la variada agenda sexual, pero no al cambio histórico del empoderamiento femenino.

Por primera vez, las mujeres no priorizamos tener vínculos románticos. Nos hemos liberado del yugo del padre y del marido.

Es decir, empezamos a priorizar redes de amistad, carreras laborales o viajar por encima de estar en una relación de pareja.

Y eso sin contar que el muro no contempla la dificultad que es dar con hombres de nuestra edad que no tengan interés en seguir avanzando en la relación -más allá de un encuentro sexual- o miedo a comprometerse.

Estar casado y tener hijos, ya no supone el aliciente de dotar de estatus a los hombres, como sí ocurría hace siglos.

Cuando muchas que sí quieren dar ese paso, o bien encuentran a chicos que siguen atrapados en su etapa universitaria y no quieren renunciar a salir de fiesta, sus planes con amigos y se niegan a dedicar tiempo a tener solo una relación.

«Las mujeres heterosexuales van a pagar facturas que ahora desconocen», escucho en uno de esos vídeos acerca del muro.

Y, sin saberlo, el usuario retrata el problema. Son solo los hombres quienes están midiendo a su pareja por la edad y tildándola de «posmuro» por haber pasado los 30 y no haber llegado virgen a sus brazos.

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Entonces si este sesgo se da solo hacia las mujeres, estos hombres quieren seguir ostentando el privilegio masculino no solo de la libertad sexual, sino de la libertad de acceder siempre a mujeres de menor edad (pero que nosotras no podamos resultarle atractivas a hombres más jóvenes).

Lo que ha pasado con Dani Martín declarándose a Esther Expósito, básicamente.

«Las mujeres han disparado contra los hombres y ahora los hombres válidos no se fían de las mujeres. Eran más felices nuestros abuelos», escucho en otro vídeo.

Y sí, no le quito la razón, seguramente nuestros abuelos, con «o», eran mucho más felices cuando tenían a una mujer dedicada en cuerpo y alma a ellos y a su prole.

Pero pienso en mis abuelas, en las oportunidades laborales que no tuvieron, en los viajes que no hicieron, en los gritos que recibieron de sus maridos, en sus vidas sexuales llenas de desconocimiento y culpa, sin ningún tipo de deseo; en su rutina de fregar y cocinar, sin hacer nunca planes con amigas (sin tener amigas) porque no les daba tiempo de todo lo que tenían que hacer en casa…

Pienso en que si hubieran nacido en esta época, todo habría sido distinto para ellas.

Porque hay algo de lo que cada vez nos damos más cuenta las que ya tenemos 30 y hemos vivido la experiencia de compartir piso -y discusiones- en pareja: solas, con gatos y vino, se está a gustísimo.

Mara Mariño

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Al chico que te mira el ‘bodycount’

Es probable que, si tienes Instagram, te hayas cruzado con su discurso. Una pequeña charla en formato de vídeo en la que dice que tú, como mujer, eres libre de tener las parejas sexuales que quieras.

Pero que tengas en cuenta que si el número es alto, si tu bodycount supera lo esperado, los hombres son libres de ‘descartarte’ como pareja.

Porque la cifra juega en tu contra.

Tik Tok

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El vídeo es nuevo, pero lo que expresa es más viejo que el sol (y machista también).

Las mujeres éramos botines de guerra, parte del premio conquistado, algo a desear. Siempre y cuando cumpliéramos el requisito de la virginidad, se nos aseguraba que podríamos aspirar a la mayor recompensa: un hombre que nos quisiera.

Eso sí, en su caso lo normal y celebrado era que hubiera dejado una buena ristra de amantes a su paso.

Ahora la idea se ha adaptado a los nuevos tiempos, ya no tienes que llegar virgen al matrimonio. Pero que te hayan tocado lo menos posible, ¿vale?

Como si tu valor dependiera de cuántos penes han pasado por tu vagina.

De tus parejas sexuales, de tus líos de una noche, una tarde o media mañana. De las veces que te has bajado las bragas.

Quiero recordarte que en tu mano está rechazarle. No tenerle en cuenta como pareja si juzga cómo has empleado tu libertad sexual.

Interpreta la próxima vez que te hagan la pregunta como una red flag. Y corre en dirección contraria a quien la haya formulado.

No son esos números los que van a importarle a una persona que te trate con igualdad.

Quédate con quien mire las veces que te ríes al día, las que escribes a tus amigas, quien valore como cuentas el tiempo que pasas dedicándole a tu familia, los libros que te has leído, las series a las que te has enganchado, los países que has visitado y las aventuras que has vivido en ellos.

Puestos a contar, que cuente tus amistades porque también quiere convertirse en amigo de ellas, que calcule tus plantas, porque le sorprende lo mucho que te apasiona tener verde en casa. Que cuente los proyectos que has sacado adelante, sola o con ayuda. Que eche cuentas y sean esas las que le hagan decidirse, no tu número de parejas.

Porque son esas cantidades las que te hacen ser tan única como valiosa.

Mara Mariño

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