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‘No vamos a tener nada serio, pero ¿nos acostamos?’

No seré yo quien critique el sexo esporádico, que, además de ser algo que en momentos de mi vida haya podido apetecerme más, veo estupendo que se puedan tener encuentros con la única motivación de pasar un ratito de placer.

Es sano para el cuerpo, para la mente y te da un chute de bienestar importante gracias a las hormonas.

Pero, por supuesto tenía que venir un «pero», sí creo que merece la pena analizar cómo se llega a esos encuentros, ya que en muchas ocasiones nos pierden las formas.

chico teléfono móvil

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Voy con un ejemplo, el de un chico que llevaba bastantes años en mi vida, de esto que te das cuatro besos de adolescente y ya le tienes en Instagram por los siglos de los siglos.

Se genera esa relación distante, pero digitalmente activa, en la que nunca falta mirando tus stories o lanzando de vez en cuando el clásico fueguito que todos sabemos que significa «hola, sigo aquí y me pareces atractiva».

Ni conversaciones, ni coincidencias en todos esos años donde el trato fue única y exclusivamente dar algún que otro like sin más pretensión (una forma de ‘ligar’ de la que hablo mucho en mi libro, por cierto).

Cambiaron las tornas cuando estando soltera me mandó un mensaje directo. Que a ver si quedábamos.

En ese momento, con el corazón roto por el desengaño amoroso, no estaba yo con mucha intención de quedar con nadie y así se lo hice saber.

Su respuesta me descuadró un poco cuando dijo “Bueno, no es para tener nada serio, pero podemos acostarnos”.

Si ves en esto un alarde de sinceridad, algo digno de quien es valiente como pocos y va de cara, déjame decirte por qué creo que no fue la mejor manera de expresarse.

Para empezar, sabiendo que acabo de salir de una relación muy larga (aunque si hubiera sido corta daría igual), mi estado emocional no es de su interés cuando en ningún momento pregunta cómo estoy.

Sino que va directo a ver si puede pasar algo físico, lo que me hace sentir disociada de mi persona a través de su mensaje, como que solo vale el componente de mi aspecto y mis sentimientos tienen menos importancia.

En segundo lugar, cuando lees que no es para tener nada serio, por tu cabeza no pasa la idea de «Ah qué bien, placer sin compromiso», sino «¿Qué está mal conmigo para que esta persona no me considere como opción?».

Es de primero de overthinker. El problema no es él, siempre soy yo.

Y seguramente, como fue mi caso, ese chico ni siquiera te guste, pero ya te deja tocada la autoestima que, tras una rupturas está en una etapa muy vulnerable.

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Cuando es alguien que, como digo, ha tenido entre poca y ninguna relación cercana contigo, que te suelte ese comentario puede hacerte sentir bastante cosificada y molesta, ya que tú tampoco le has dado ninguna señal de que te haga una proposición del estilo.

Especialmente si, cuando rechazas la propuesta, lo primero que hace es desaparecer del radar dejándote de seguir.

En resumen: que su estrategia de tenerte en redes sociales todos estos años era por la hipotética posibilidad de que quizás pillaba cacho.

Así que no digo que no te sinceres y digas si sexo va a ser solo sexo, es importante saber de primeras si se está o no en la misma página.

Pero que antes de nada, intentes empatizar con la otra persona con la que quieres acostarte.

Porque el hecho de que solo vayas a tener un polvo, en caso de que suceda, no te exime de recordar que es una persona con sentimientos y que quizás está en un momento delicado donde no tiene cabida una proposición de ese estilo.

Mara Mariño

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3 claves para que el verano en familia no sea incompatible con el sexo

El verano es una de las mejores épocas del año para tener sexo… Si no tienes vacaciones en familia.

Da igual que la vitamina D que producimos por la exposición solar nos haga tener más deseo o que la rutina vacacional nos permita ir con más calma.

Si compartes días con padres, primos, hijos, abuelos, etc, las oportunidades de coincidir íntimamente pueden caer en picado.

verano familia sexo

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Lo cierto es que en esas escapadas en las que te encuentras pared con pared, lo que menos te apetece es tener algo de acción (aunque sea lo más normal del mundo).

Y, sin embargo, el sexo es uno de los alicientes de las vacaciones según ha revelado el XI Barómetro de Control Los españoles y el sexo.

En cuanto a divisiones de edad, los adultos de edades comprendidas entre los 42 y 58 años son quienes, según el estudio con un 70%, otorgan más importancia al sexo.

Ahora que ya tenemos la confirmación oficial de que nuestros padres no solo tienen sexo, sino que disfrutan de él, la psico-sexóloga y colaboradora de Control, Lara Castro- Grañén da tres consejos para mantener esa vida sexual activa.

En el momento en el que el espacio y tiempo son dos factores compartidos por todos los miembros de la familia, la experta recomienda planificar el encuentro.

«Programar con tu pareja un rato para los dos no significa que todo tenga que estar planificado, se trata de encontrar momentos de intimidad en los que podáis estar a solas», explica.

Al tener ese rato sin distracciones, es más fácil relajarse y «crear el ambiente de complicidad que pueda dar paso a disfrutar de un sexo de calidad y placentero».

Además, es tanto o más satisfactorio que el sexo espontáneo.

El poder de conquistar y jugar

Otra recomendación de la psico-sexóloga es no dar por sentada la conquista, sino trabajar en la seducción como parte de la interacción sexual, que no empieza en la cama, sino mucho antes.

«Buscar el momento para tener de nuevo una primera cita, tener sexo en la playa, en un mirador viendo una bonita puesta de sol…», sugiere.

«Pensar en nuevas prácticas o apostar por cumplir deseos inexplorados es el comienzo para disfrutar de una vida sexual apasionante y llena de crecimiento erótico», explica Lara Castro- Grañén.

Y, para terminar, darle rienda suelta a la creatividad haciendo que la experiencia sea más variada con terceros (no, no es que tus padres se monten una fiesta sexual con el vecino de al lado. O sí…).

Pero usar juguetes, geles u otros productos -hay que asegurarse de meterlos en la maleta antes-, es algo que hace que el encuentro sea aún más memorable.

«Además de suponer una chispa de novedad que puede avivar y aumentar la pasión, algunos productos pueden mejorar la calidad de tus relaciones sexuales hasta el punto de aumentar las sensaciones para experimentar el orgasmo», afirma la profesional.

Mara Mariño

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De criticar a la vecina por sus gritos sexuales a convertirse en esa vecina

La vida sexual se beneficia de las vacaciones de verano. Lo puedes ver en la rutina más desahogada, que permite dejarse llevar, y lo puedes escuchar.

Abrir las ventanas más a menudo pone en bandeja ‘tropezarse’ auditivamente con alguien que está disfrutando y expresándolo sin cohibirse.

pareja sexo

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Eso, en el caso de que no le hayas pillado ya los tiempos a tus vecinos. Sí, a través de esas paredes se escucha todo.

De hecho, lo hablaba el otro día con una seguidora que admitía que, hasta hace nada, criticaba a su vecina por los gritos sexuales.

«Todas hemos sido esa vecina que se quejaba», le dije. Sí, me incluyo.

Además recuerdo que cuando lo escuché por primera vez pensé para mí en lo innecesario que resultaba. Que se podían hacer cosas sin alzar tanto la voz ni hacer partícipe al resto de pisos del edificio.

Una vez incluso tuve la osadía -y sí, hablo de osadía aunque podría decir impertinencia-, de comentarlo con ella.

Como si yo hubiera sido designada policía de la comunidad de vecinos, la encargada de velar porque nada superara una cantidad de decibelios que consideraba aceptables.

Ahora pienso en ese momento y me doy cuenta de lo mal que estuvo por mi parte. No soy nadie para sacar al descansillo un tema íntimo que puede hacer sentir vulnerable a la persona de cuya privacidad hablo tan libremente.

Y menos cuando encima digo que me molesta algo que produce placer a quien tengo enfrente.

Además, que nadie tiene el aguante de estar durante horas con una alta actividad sexual. Mientras tanto siempre podemos poner la serie más alta u optar por cascos. Será por alternativas de tapar el ruido si tanto nos irrita…

La liberación del gemido

La mentalidad cambia, o al menos en mi caso lo hizo, cuando pasa el tiempo y eres tú quien está disfrutando y no quieres cortarte un pelo.

Ni deberías hacerlo, estás en todo tu derecho de disfrutar de todo tu cuerpo (voz incluida).

Además, gemir es altamente beneficioso hasta el punto de que no deberíamos dejarlo solo para esas veces en las que estamos en compañía.

Creo que expresarnos en la cama nos cuesta porque todavía arrastramos la idea que pudieron habernos transmitido nuestras abuelas -directa o indirectamente- de no hacer ruido como las «cualquieras», porque las señoras de bien guardan silencio hasta que se acabe.

Es un poso de culpabilidad que nos deja el disfrutar plenamente de nuestra vida sexual, por el miedo arraigado a ser tildadas de excesivas, sueltas o guarras.

Increíble la necesidad de la que aún tenemos que liberarnos las mujeres de ser tomadas como respetables hasta en la cama (cuando el respeto poco o nada tiene que ver con el placer).

Por otro lado, qué curioso que el gemido es el único sonido que nos incomoda hasta ese punto.

Escuchar a nuestros vecinos discutir, con la televisión alta, aspirando o cantando el Cumpleaños Feliz al sobrino de turno no nos altera tanto como escucharles teniendo sexo.

Para solucionarlo, hay que buscar la liberación por dos vías: la de desprenderse de las creencias rancias de cómo debes o no portarte en la cama, o cuánto ruido está permitido, y por otro normalizar y celebrar que tus vecinos estén pasando un buen rato, sin entrometerte ni llamarles la atención.

Es un respeto que debes en tu vecindario, porque, por muy ruidoso que sea, nadie tiene sexo para molestarte, tienen sexo porque les apetecía un buen rato.

Y quién sabe… A lo mejor escucharles te sirve de estímulo como para animarte a probar por tu cuenta.

Porque, como le dije a mi seguidora, «todas hemos sido esa vecina que se quejaba… Pero ahora somos la vecina de la que podrían quejarse».

Mara Mariño

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Esta es la postura sexual que más lesiones produce

Que la cama sea uno de los pocos lugares donde nos permitimos sacar el lado salvaje tiene un pequeño precio a pagar: es el escenario perfecto para sufrir lesiones.

Y si no que se lo digan a ese tirón en la pierna que te ha dado en el peor de los momentos o a cuando has terminado con heridas o rozaduras porque con la emoción del momento no te enteras de que te estás dejando la piel de las rodillas.

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Sí, el sexo es fantástico y, en ocasiones, arriesgado.

Aunque saber a qué nos exponemos más frecuentemente (y cómo evitarlo) era el objetivo de la marca de placer masculino Arcwave con su último estudio acerca de las lesiones que pueden ocurrir.

Golpes, moratones, infecciones del tracto urinario (amigas, no os olvidéis de hacer pis nada más terminar) o quemaduras con la alfombra, son las que coronan los primeros puestos del resultado del estudio.

Pero tampoco faltan tirones, desgarros musculares, lesiones de espalda y reacciones alérgicas (si eres de experimentar con geles de dudosa procedencia, sabrás de lo que te hablo seguro).

A veces, el simple hecho de cambiar una superficie por otra ya multiplica la peligrosidad de cualquier práctica.

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Aprovecho para a recordar que ahora que se acerca el verano, hay que doblar el cuidado con las prácticas en la ducha, responsables del 23% de las lesiones.

Además de los percances más repetidos, también averiguaron la práctica con mayor riesgo: la ganadora por excelencia del número de lesiones fue la postura del ‘perrito’.

Una posición que precisamente por el rango de recorrido que permite, es perfecta para facturas o desgarros si se hace con demasiada intensidad o fallando en el ángulo.

Detrás del 42% de lesiones sexuales registradas por el sexo ‘a cuatro patas’, el misionero también entraba en el ranking.

Aunque no solo de penetración va la cosa, porque en las prácticas orales también es fácil lesionarse, especialmente para hombres según lo que averiguó el estudio, ya que el 48% revelaron haber sufrido lesiones haciendo un cunnilingus.

Mi conclusión de todo esto, y viendo que casi nada está exento de riesgo, no es que limites tu vida íntima relegando ciertas prácticas de tu repertorio o evitando cambiar de lugar.

La clave es el ‘sentidiño’, que diría mi madre. Es decir aplicar el sentido común para que nuestra práctica sexual sea también sinónimo de bienestar sexual.

Es inevitable eliminar todos los factores que pueden producir algún tipo de herida, pero sí podemos identificar los que pueden ser un peligro.

Mara Mariño

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Así afecta a tu satisfacción sexual hacerlo por ‘obligación’ o por deseo

Para mí, la principal diferencia entre no ponerle nombre a algo y empezar a llamarlo ‘relación de pareja’, radica en el compromiso.

El compromiso de trabajar en los diferentes pilares de la relación como son la comunicación, la confianza, la afinidad, el cuidado y respeto y la afectividad, muy relacionada con la vida sexual.

pareja satisfacción sexual

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Mostrar la libido y compartir el placer también nutren la relación. Nos hacen sentir que la otra persona nos desea y nos atiende.

Pero siendo una de las esferas de toda pareja hay quien puede vivirla como un deber, especialmente cuando se trata de relaciones largas en las que puede haberse instaurado la monotonía o, directamente la motivación por tener sexo ha caído en picado.

Dentro de que son muchas las causas que entran en juego si se dan estas circunstancias (que antes había mayor tiempo para experimentar e introducir novedades, pero ahora la rutina impide mantener el mismo espacio, por poner un ejemplo), nadie debería hacer nada porque lo siente su deber.

Primero porque el sexo es algo que debería vivirse desde el deseo y segundo porque tiene unas consecuencias desastrosas.

Que es algo que ha revelado un nuevo estudio de la publicación Journal of Sex Research.

Los resultados mostraron que aquellas personas que tenían cualquier tipo de sentimiento de obligación hacia las relaciones sexuales, experimentaban menor satisfacción que aquellas que lo veían como hacer algo bonito por la pareja.

Este grupo tenía la misma satisfacción sexual que las parejas que afirmaron tener sexo por deseo.

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La conclusión a la que llegaron fue que la satisfacción es un factor que está ligado a la percepción que tengas de ese encuentro.

Una deducción que va en la misma línea de otros estudios previos que descubrieron que quienes tenían sexo por la motivación del placer físico, tenían emociones positivas, mayor deseo sexual y satisfacción en la relación.

Mientras que quienes lo hacían por evitar conflictos (tener que dar explicaciones del rechazo, por ejemplo), experimentaban emociones negativas, terminaban teniendo conflictos igualmente y un menor deseo sexual.

A toda esta información es interesante añadir el dato del género de los votantes, ya que la mayoría de las personas que en el estudio eligieron la opción de sentirse obligadas fueron las mujeres, un dato que se ha repetido en una encuesta rápida que he replicado en mi Instagram.

La visión coitocentrista

Y es algo que encaja si tenemos en cuenta dos factores: el primero que cuando hablamos de ‘tener sexo’ pensamos automáticamente en el coito, porque es la práctica que nos han dicho que es perfecta para parejas.

Pero lo cierto es que las mujeres que llegan al orgasmo a través de este método no alcanzan ni el 30%, por lo que si seguimos pensando en la penetración como práctica por excelencia, es normal que la motivación por el placer físico sea menor.

En segundo lugar que somos nosotras quienes a día de hoy seguimos recibiendo mensajes de que si no le ‘damos’ a nuestra pareja lo que quiere, corremos el riesgo de que corra a buscarlo en otro lado.

Si dejamos de pensar en el sexo como una sucesión de polvos en distintas posiciones y más como un universo de exploración, donde todas las prácticas tienen cabida, quizá nosotras también tendríamos el mismo interés.

Y también recordar que si la única motivación que tiene una persona para seguir en una relación es metérnosla, es el momento de buscar nosotras a alguien mejor.

Porque satisfacción sexual es también construir una intimidad al lado de quien te hace sentir valorada al completo.

Mara Mariño

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Estar en relaciones de parejas largas me han enseñado que el sexo…

Fluctúa, porque hay ocasiones en las que se da de manera seguida y otras en las que disminuye de manera drástica.

Y que además es casi imposible prevenir cuándo van a darse las distintas temporadas.

Pareja cama sexo

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Puede ir desde un periodo de vacaciones alejados de todo, donde solo apetece estar desnudos, a un momento de estrés laboral cuando la libido cae en picado.

A diferencia de los encuentros esporádicos con alguien, donde por norma general, cada polvo se vive con la máxima intensidad, fruto de la tensión sexual y la novedad, en las relaciones largas existen los polvos perezosos.

Sí, sabrás a cuáles me refiero si te has despertado de una siesta, aún con sueño, y querías un orgasmo pero sin la parafernalia del sexo.

Uno de esos casuales, fáciles, sin florituras ni adornos, un mete-saca rapidito o tocaros sin más.

El placer de vaguear por partida doble.

En pareja también tienes que aprender a lidiar con la frustración del rechazo. Porque llevando tiempo juntos, eres capaz de entender que no tiene por qué apetecerle y que no tiene nada que ver contigo.

No tomártelo como algo personal, no dejar que afecte a tu autoestima y buscar una alternativa por tu cuenta si lo que quieres es un rato de intimidad, es la manera más sana de asumirlo.

Sobre todo porque tu vida sexual no depende única y de manera exclusiva de tu pareja. Gran parte será en su compañía, cierto, pero al final debes responsabilizarte tú de tu placer cuando se dan esas situaciones.

Y se darán, créeme.

Lo de que estando juntos es mucho más fácil encontrar momentos es una verdad a medias.

Cada uno tiene su vida y su organización de la jornada, pero más allá de eso, el pico de deseo suele aparecer en momentos diferentes del día.

En resumen, coincidir no es el pan de cada día.

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Además, al igual que adquieres el compromiso de trabajar en la relación teniendo conversaciones largas y asertivas sobre algo que queréis mejorar, el enfoque en la vida sexual debe ir por el mismo camino.

Ambas personas deben implicarse activamente y escuchar los deseos y gustos del otro.

Salir de la rutina, encontrar momentos de calidad y probar cosas nuevas son consejos que pueden (y deben servir) a la relación de cara al público y a lo que suceda en la intimidad.

Aunque quizá una de las cosas que más me ha sorprendido es que, el hacerlo a escondidas, o de manera más discreta, no se termina cuando te independizas de casa de tus padres.

Si no que continúa en la edad adulta cuando tienes visitas o cuando entran niños en la ecuación.

Si me tengo que quedar con mi enseñanza favorita después de analizar mis relaciones de pareja más largas, diría la confianza absoluta.

Esa de desnudarte delante de alguien y saber que da igual en qué momento de la regla estés, si por lo que sea has decidido dejar de depilarte -algo muy válido, dicho sea de paso-, o si la pedicura está descascarillada vas a parecerle igual de deseable.

Pero también la seguridad de que puedes experimentar todo lo que se te ocurra y más sabiendo que es con alguien a quien conoces tanto que, con tan solo una mirada, sabe si quieres seguir o necesitas parar.

Mara Mariño

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El sexo espontáneo no es el mejor (y este estudio lo demuestra)

Tenemos muchas cosas sobrevaloradas, en mi opinión, los encurtidos son una de ellas.

El sexo espontáneo es otra.

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Pero fíjate si le damos importancia que parece que si un momento íntimo no surge de que se prenda la mecha de la pasión, ya es como si no contara.

Cuando, como poco me decía una amiga sexóloga, el sexo es como el gimnasio.

O lo planificabas o si te quedas esperando a que te entren las ganas para ir, lo tienes claro.

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Con esto me rompía los esquemas sobre el sexo que surge improvisado, pero un estudio reciente acaba de darle todavía más razón a su argumento.

La Universidad de York ha publicado en Journal of Sex Research su último descubrimiento: el sexo espontáneo y el planificado tienen en común que ambos son igual de satisfactorios.

Y esto es algo que parece contrario a la idea que teníamos sobre sexo en el momento que todas las referencias que tenemos en libros, series o películas, siempre es algo que surge como fruto de la pasión desenfrenada.

Todo mentira.

Se nos olvida que esas escenas están completamente guionizadas y que cuando el sexo es así, puede ser igual de maravilloso.

Si nos quedamos a la espera de que surja el momento perfecto, corremos el riesgo de que nunca llegue, y, a la larga, de que pase factura a nuestra relación.

Para empezar, tenemos idealizado el sexo espontáneo, y en segundo lugar, ¿quién dijo que planear cosas en la vida no podía ser bueno?

Tenemos el ejemplo de la planificación de una escapada o una fiesta sorpresa, dos situaciones en las que la expectación juega a favor.

Así que es el momento de bajar a tierra nuestra idea sobre el sexo espontáneo y empezar a planearlo.

No hace falta que sea el encuentro más memorable de nuestra vida.

Con reservarse el rato y tener ganas de disfrutarlo, puede ser igual de bueno una sesión de sexo de varias horas -con juegos y complementos-, que una de cinco minutos a modo de ‘mantenimiento’.

De los cinco sentidos, este es el que más nos excita a las mujeres

Dicen que la unión de los cinco sentidos en el ámbito sexual hace la fuerza. O, más que la fuerza, tratándose de la intimidad, el placer.

Sí, vivir(nos) con todas las percepciones que nos llegan desde los órganos que nos permiten conocer el entorno -permitidme que me ponga técnica- potencia la experiencia, aunque muchas veces no pensemos en involucrarlos de manera activa.

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Hay quienes prefieren el poder se una mirada y quienes se decantan, en cambio, por degustar ese buffet libre de sabores y texturas que es el cuerpo del otro.

En teoría, se dice que mujeres y hombres preferimos uno u otro sobre los otros cuatro. Y, una encuesta en mi Instagram entre mis seguidoras confirma el que dicen que es el sentido que más nos excita a nosotras.

El oído es el que sirve de calentamiento, sí, pero también gatillo para disparar un orgasmo. Y es el sentido que más veces se repite en las respuestas de diferentes maneras.

Aquí van algunas ideas:

«Susurros al oido», «que hable sexy», «dirty talk», «que me diga lo que les gustaría hacerme al oído», «escucharlo a él gemir», «que me llame por mi nombre»…

Se llevan la segunda posición las miradas, representantes de la vista, como punto de encuentro entre los participantes, pero también para darle suelta al voyeurismo que llevamos dentro viendo de primera mano el placer que siente la otra persona.

«Miradas intensas», «que haya contacto visual», «que me mire fijamente a los ojos», «mirar a los ojos y ver cómo está disfrutando locamente»…

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En tercer lugar son los mordiscos, una mezcla entre gusto y tacto, que representan esa línea entre placer y dolor que muchas recorremos con gusto e incluso pedimos con más fuerza (y para prueba las respuestas).

«Mordiscos», «que me muerdan y morder», «que me muerdan en el cuello en plan heavy», «morder partes erógenas»…

Fuera del top 3 de la clasificación quedan las caricias, ligadas con el sentido del tacto puro y duro, pero más sutil, para llevarnos a un estado de mindfulness siendo capaces de conectar hasta con el roce más delicado en la piel.

«Soft touches», «recorrer con los sentidos toda la superficie de la piel», «que me acaricie»…

Pero también resulta muy votado la estimulación de los pezones con la boca de la manera que sea: «Que me coman los pezones», «que me lama los pezones»…

Mis seguidoras resaltaron también la conexión, del sexo oral, los besos en el cuello (y otras partes erógenas), la masturbación y la comunicación como factores que les pierden en la cama.

Así que ahora que lo sabes… ¿A qué esperas para calentar la voz?

Mara Mariño

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¿Cómo comunicar las inseguridades sexuales a otra persona?

Hace unos años me quitaron dos lunares de la pierna derecha dejándome dos cicatrices. Si ya sentía vergüenza mostrando algunas partes de mi cuerpo, fue la guinda del pastel.

Bajaba la persiana, apagaba la luz, me colocaba de lado, me tapaba con la sábana… Todo con tal de que no se me viera la pierna.

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Lo que nunca se me ocurrió, era que podía comentar ese agobio que me entraba, en cuanto me bajaba los pantalones, con la otra persona.

Y, teniendo en cuenta que fue una inseguridad que se me pasó con el tiempo, ahora me doy cuenta de que, si lo hubiera dicho de antemano, nadie le habría dado la dimensión que yo le estaba dando.

Pero esa opción no entraba en mis planes.

Me atrevería a decir que casi cualquier persona tiene algo por lo que se siente poco segura cuando llega el momento de un encuentro sexual.

Puede ser relativo al físico, como mi caso, pero también preocupación respecto a miedos como la duda de si somos deseables, si se estará aburriendo…

O incluso cosas como no sentirse a gusto a nivel sexual o la manera en la que preferimos que nos hagan ciertas cosas (y no saber cómo comunicarlo).

Hay incluso quien evita quedar con nuevas personas para no tener que pasar por lo mismo una y otra vez.

Así que partiendo de la base de que toda inseguridad que se tenga, hay que trabajarla por cuenta propia, en el proceso podemos hacer partícipe a nuestra pareja sexual de lo que está sucediendo.

Si has intentado la comunicación no verbal (poner en práctica los cambios en la habitación o directamente quitar la mano si no querías que tocara alguna parte concreta), y sigues sintiéndote mal, es la señal de que hay que hablar de las cosas.

Hablar de las inseguridades

Para empezar, la palabra mágica: asertividad. Hay que contar la situación de manera asertiva desde el «cómo me siento yo» y no «cómo me haces sentir».

Es decir, dejar claro que esto sale de mí, son mis inseguridades y no tienen que ver contigo.

En segundo lugar, cabe preguntar si a la otra persona le parece bien que te abras. Aquí es importante dejar claro que no necesitas una solución, sino simplemente que te escuche y valide tus emociones.

Por ejemplo, puedes decir que te pasa algo referente a vuestra vida íntima y, a continuación, «¿te parece bien que lo comparta contigo? Eso me ayudaría porque no tienes que decir nada, solo quiero abrirme y que me escuches», por ejemplo.

Una vez puestas las cartas sobre la mesa, es el momento de plantearse de qué manera me sentiría más cómoda con mi inseguridad, ya sea cambiando de posición, modificando la iluminación, cómo quieres que te toquen, si cuando tu inseguridad crezca necesitas parar, daros mimos durante un rato…

De qué manera quiero implicar a mi pareja de forma activa (y hasta qué punto quiere y puede implicarse)

Es un punto medio en el que, mientras se trabajan las inseguridades, se puede tener un encuentro íntimo que resulte cómodo para ambos.

Mara Mariño

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Algunas de las cosas que nunca nos han enseñado sobre sexo

Recuerdo cuando me crucé al chico con el que tuve mi primera experiencia sexual con penetración (lo que comúnmente se llama «perder la virginidad»), años después del momento.

Nos cruzamos en el gimnasio, soltamos un «Ey» y cada uno siguió a lo suyo.

Habían pasado más de 10 años desde aquel momento, pero no podía afectarnos menos haber vuelto a coincidir.

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Cada uno tenía su vida y nos habíamos perdido la pista. Nada nos unía más allá de aquella tarde donde cada uno descubrió la realidad detrás de un coito.

Como buena exalumna de colegio de monjas, la moral de esperar hasta tener un novio serio, alguien por quien hubieran aflorado sentimientos, fue lo que me animó a esperar.

Cualquiera habría pensado que, dándole tanta importancia a ese momento, la persona quedaría grabada de una manera especial y siempre la recordaría con cariño.

Pero no, nos vimos y nos quedamos igual. Fue una casualidad sin más.

Pensando en ese momento, me ha dado por repasar qué otras cosas no nos enseñan sobre el sexo además de que, la persona con quien tuviste tu primer o primeros encuentros, no va a ser nada para ti, más que seguramente.

Por ejemplo, el hecho de que el sexo es algo que surge, irrefrenable y salvaje, que nunca lo tienes que buscar y que, si tienes que hacerlo, es mala señal.

Cuando la realidad es que al igual que hay veces que tienes que currarte las ganas de ir a entrenar o de cocinarte un risotto, con esto pasa igual.

No siempre pasa y punto, a veces tienes que buscar el deseo y hacerlo crecer hasta que llega el momento en que rueda solo y te explota en la mano o en la lengua.

Nadie nos cuenta que no hay una media estándar, ni de duración ni de frecuencia. Que eso de la cantidad ideal de polvos a la semana o los minutos que debe durar un intercambio satisfactorio (5,4 minutos según el estudio de Journal of Sexual Magazine) es muy relativo.

Es más, no nos podemos ni imaginar que casi vamos a pasar más tiempo hablando de sexo que teniéndolo. Estableciendo qué sí, que no vale.

Y entender que, a diferencia de lo que enseñan las películas, no siempre tienes un orgasmo. Y que si no lo tienes no pasa nada.

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Lo que seguramente sí tengas sea dolor de rodillas. Da igual qué postura estés haciendo.

Al cabo de un rato es incómodo de la misma manera que corta un poco el rollo cambiar de posición mientras comentas como si construyeras un Lego, que a ver cómo os acopláis ahora.

Aunque quizás lo que menos nos enseñan y más nos sorprende es lo mucho que puede ser el clítoris de delicado.

Sí, es posible que la mayoría seamos conscientes de la sensibilidad de la zona, pero no hasta qué punto.

Puedes llegar a tener agujetas de estimularlo, hay juguetes cuya vibración produce incomodidad y, si tienes las uñas un milímetro de más larga y lo mueves sin cuidar el ángulo del dedo, estarás un par de días con la zona escociéndote sin poder usarla.

Mara Mariño

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