¿De verdad hace falta una copa menstrual específica para tener sexo?

La relación con nuestra propia regla es complicada. En mi colegio, cuando nos bajaba, íbamos al baño con la compresa bien escondida en la manga del jersey del uniforme.

El miedo de que miraran en la mochila, descubrieran tampones y se burlaran de ti al decir que te gustaba ‘meterte algo por ahí’ también estaba presente.

Esos primeros años menstruando, los peores si me preguntas, tenemos por un lado la enseñanza teórica -porque lo hemos dado en Biología- de que es algo natural, pero en la práctica, es un motivo de burla.

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Llegamos a la edad adulta con un máster en esconder la regla.

Cargamentos de productos de higiene sanitaria siempre encima, ropa oscura por si hay fugas y dosis de antiinflamatorios para que podamos seguir trabajando como si nada.

Lo escondemos hasta a nuestras parejas sexuales, ante la duda de si ha bajado ya, muchas preferimos decir que mejor otro día no vaya a ser que se manche ligeramente un dedo u otro apéndice de sangre.

Podría parecer que la solución a esto es la vuelta de tuerca que le han dado a la copa menstrual.

Hay marcas que han sustituido la rígida parte de abajo, por una fina lámina flexible de silicona médica que en teoría permite que se pueda colocar más arriba y dejar el canal de la vagina libre para la acción, libre de sangre.

Por lo pronto, la idea de base ya me parece bastante coitocentrista, porque el órgano del placer, el clítoris, se estimula desde el glande y es una zona que está fuera de la vagina.

Así que la prioridad no parece el disfrute femenino, sino que estemos todos los días del año con la disponibilidad de echar un polvo con penetración (sin manchar a nuestra pareja sexual).

¿Y no es a la vez un refuerzo de esa idea de la adolescencia de mantener la sangre oculta del resto de personas?

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Entre que la regla hace su aparición, con esos primeros manchurrones intermitentes de color indefinido, y finalmente se va, puede prolongarse hasta 6 días.

La idea de que pasemos 72 días del año intentando encubrir un proceso natural de nuestro cuerpo me apena y enfada al mismo tiempo.

Sobre todo porque muchas de nosotras hemos podido sentir asco o preferir usar tampones -que llevan unos blanqueadores que son equivalentes a rociarte la vagina de productos muy nocivos- con tal de no ver o tocar la sangre propia.

Esa idea no ha llegado a nuestra cabeza de repente, son una repugnancia y una vergüenza aprendidas.

Por eso es importante reconciliarnos y naturalizar lo que nos pasa por dentro del cuerpo.

No creo que necesitemos más productos a la venta que nos ayuden en la tarea de tapar cuándo menstruamos, sino que, por el contrario, debería estar más que presente, presencial.

Porque solo se nos han enseñado medidas de contención de la sangre, pero no que esta supone un excelente lubricante para mantener relaciones sexuales; que ante el miedo de manchar la ropa de cama, se puede poner una toalla oscura o que el orgasmo es un analgésico natural para las que sufrimos dolores por la regla.

Y esto de aceptar y vivir con normalidad nuestra regla, incluye mandar a paseo a quien siente repelús de la sangre, pero propone meterla por el culo.

Mara Mariño

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1 comentario

  1. Dice ser Si el sexo no fuera tabù nada sorprendería

    «Detenido un párroco y su novio por tráfico de viagra en su casa parroquial.»
    Esto puede deberse a la falta de fieles o para alegrarles la vida.

    20 febrero 2024 | 15:10

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