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Sadomasoquismo para principiantes

Ataduras, azotes, flagelaciones, privación sensorial… Un cóctel explosivo de dolor, dominación, entrega y sumisión con un objetivo: el placer extremo. El sadomasoquismo, una práctica sexual tan antigua como el mundo, está más de moda que nunca gracias a la novela erótica mundialmente famosa 50 sombras de Grey, cuya adaptación cinematográfica se estrena este viernes en España.

Reconozco que yo no la he leído. Lo intenté, pero (y con esto no quiero ofender a nadie) me pareció bastante regulera y llena de estereotipos, así que abandoné. Sin embargo, he de reconocerle que ha caldeado la temperatura de multitud de alcobas y animado la intimidad de muchas parejas. Ya solo por eso, bienvenida sea.

El fenómeno es tal que los sexshops y tiendas especializadas de todo el mundo han disparado las ventas de prendas y juguetes eróticos relacionados con dichas prácticas.Tengo amigas cuyos bebés deben su nacimiento a Christian Grey y sus hazañas y otras que andan como locas buscando cursos de iniciación al sexo BDSM. Pero, aunque los juegos eróticos sadomasoquistas forman parte de las fantasías sexuales más recurrentes, lo cierto es que una cosa es animar el cotarro con un par de esposas, una máscara y un poco de cuero, y otra muy distinta es el auténtico sado.

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Ese, el que causa dolor de verdad, está a otro nivel. Y con ello no quiero decir que sea malo, sino que no es apto para todos los públicos. Pese al boom que hoy vive, siempre ha sido considerada una práctica marginal y oscura condenada socialmente. Algo sórdido propio de perversos y perturbados o con un trágico historial de abusos a sus espaldas, nada que ver con las buenas gentes del pueblo, como diría Patxi Andión. Pero no. El BDSM se apoya siempre en el consenso entre los participantes y, partiendo de esa base, las amenazas que lo rodean no son tan distintas de las que se dan en el mundo vainilla, que es como los amantes del sadomasoquismo llaman a quienes no lo practican porque, a su juicio, no tienen ni gracia ni sabor. “Igual que en el mundo vainilla no te vas a casa de cualquiera, en el mundo BDSM no dejas que un completo desconocido te ate y te de con una fusta”, me dice al respecto una apasionada de esta disciplina, si es que puede denominarse así. Y tiene razón. Psicópatas hay en todos sitios, y desde luego habrá quien se pase de la raya, pero muchos miles de personas lo practican en todo el mundo disfrutando de ello y sin perjudicar a nadie.

De hecho, un estudio publicado en 2013 en The Journal of Sexual Medicine revelaba que los amantes de este tipo de prácticas sexuales son mentalmente más fuertes, más equilibrados, más sociables, más abiertos a nuevas experiencias y menos neuróticos. La explicación que dieron los investigadores a semejantes resultados fue que ello se debe al mayor conocimiento que tienen estas personas de sus necesidades y deseos sexuales, lo que hace disminuir la frustración física y emocional en las relaciones.

Lo más peligroso, según los expertos, es confundir la fantasía y el juego con la realidad. Porque, aunque extremo, no deja de ser eso, un juego. Un juego consentido y pactado entre adultos en el que alguien domina y alguien es dominado. Como el yin y el yang. Alguien, el amo, inflige dolor y sufrimiento al objeto de su deseo para obtener placer; a su vez el otro, el contrario, el esclavo, recibe y necesita ese castigo para alcanzar esa misma excitación y éxtasis. Escupir, abofetear, insultar… cada pareja llega a los límites que desea llegar.

FOTOGRAMA DE 50 SOMBRAS DE GREY

FOTOGRAMA DE 50 SOMBRAS DE GREY

Y bueno, que si a uno le pica la curiosidad, puede darle al sexo duro sin tener que adentrarse en las turbias aguas del BDSM extremo. Que mira que siempre digo que entre el blanco y el negro hay millones de grises… No hace falta reencarnarse en el Marqués de Sade para romper la rutina y adornar un poco tu vida sexual. Eso sí, si te animas, aunque sea en plan light, hay algunos mínimos que debes tener muy en cuenta. Como decía antes, debe hacerse con alguien de confianza y es muy importante establecer con anterioridad los límites y el reparto de roles, así como definir lo que en el BDSM se conoce como palabra de seguridad. Esto último no es más que pronunciar una palabra previamente pactada cuando el dominado ya no pueda más, y la sesión se dará por terminada. Esa palabra debe ser distinta a «no», «para», «basta» o algo por el estilo. La razón es que uno de los pilares sobre los que descansa el sadomasoquismo es el juego de resistencia y dominación de una persona a otra, por lo que esa terminología forma parte del juego. “No, para, por favor, basta…” Y cuanto más pides que pare, más te azota el otro el culete… Por ello, lo más común es usar los colores del semáforo. Si se grita rojo, hay que parar inmediatamente.

Es muy importante evitar las zonas sensibles (espalda, huesos…) y el precalentamiento es fundamental. Hay que ir de menos a más, como en todo, y se pueden alternar los cachetes con caricias breves. También se pueden intercambiar los roles, por su puesto. ¿Quieres ser el profesor/a exigente o el alumno/a travieso que debe ser castigado? ¿Te has portado mal y necesitas un correctivo? Las opciones son tantas como tu imaginación y tus ganas… ¿Te atreves a probar?

Las zonas erógenas, esas grandes desconocidas para el 64% de los jóvenes españoles

No es lo mismo acariciar la espalda que una rodilla, ni besar el cuello que un codo. Las zonas erógenas, claves para el erotismo y el placer, son aquellas partes del cuerpo humano que presentan una mayor sensibilidad y, por tanto, son más susceptibles de, con el estímulo adecuado, activar el deseo sexual. Aunque es cierto que hay enormes variaciones individuales en función de cada persona, algunas zonas del cuerpo son consideradas amplia y tradicionalmente erógenas: cuero cabelludo, axilas, cuello, pechos, ojos, oídos, labios, lengua, espalda, cintura, ombligo, muslos… Y, por supuesto, los genitales.

a00465905 3911Su conocimiento es esencial para un buen sexo, sin embargo, muchas veces son grandes desconocidas. De hecho, constituyen una asignatura pendiente para muchos jóvenes españoles, según el último estudio sobre el tema realizado por Control. Así, el 64% de los consultados en el barómetro Los jóvenes españoles y el sexo reconocen no tener ni idea o tener mucho camino por descubrir. El estudio revela también que es una cuestión de edades: mientras los jóvenes entre los 18 y 25 años se muestran más inexpertos (lógico, por otro lado), el 30% conoce a la perfección las zonas que le provocan mayor placer en el sexo. Por otro lado, el 43% de los jóvenes entre 26 y 35 años tiene claros sus puntos erógenos. También se observan diferencias entre Comunidades Autónomas. Así, baleares (48%), catalanes (40%) y andaluces (41,5%) son quienes mejor creen conocer su cuerpo frente a navarros (20%), murcianos (27%) y asturianos (29%).

Sin embargo, sí hay unanimidad al identificar las zonas erógenas: el 80% de los encuestados se decanta por los genitales, seguido del cuello (73%) y el pecho, especialmente en el cuerpo femenino. Las zonas más desconocidas son el cuero cabelludo, los muslos y las manos (solo las calificaron de punto erógeno el 8% de los encuestados), a pesar de que tratarse de zonas con gran sensibilidad.

Al conocimiento de los puntos de estimulación propios se suman los de la pareja, y aquí el porcentaje disminuye notablemente: solo un 18% de los encuestados afirmó conocer “perfectamente” las zonas erógenas de su pareja, mientras que el 82% restante afirmó tener dudas.

La experta en sexología Nayara Malnero, que ha participado en el estudio, concluye que, además de las diferencias individuales, hombres y mujeres no reaccionan por igual a los mismos estímulos. Según Malnero, aquellos responden a una estimulación más visual, mientras que ellas “disfrutan más con las claves contextuales, los roces, las caricias y las insinuaciones”.

“Para disfrutar más de nuestras relaciones es fundamental no solo conocer sino saber cómo estimular cada zona erógena”, afirma. De acuerdo con el estudio, 8 de cada 10 jóvenes han probado algún tipo de estimulación extra en el sexo. Los productos más utilizados son los lubricantes (un 67% de los encuestados los utiliza con regularidad), seguidos de los geles de masajes (46%) y los anillos vibradores. (37%). Ya se sabe, un poco de ayuda nunca viene mal.

Hamaca-sutra, los secretos del sexo colgante

Una hamaca en una playa paradisíaca y un cóctel fresquito. Esa es la imagen que a menudo acude a mi mente cuando, devorada por el estrés y la vorágine cotidiana, empiezo a fantasear con unos días de descanso, placer y relax. Y cuanto más lejos, mejor. Pero mira tú por dónde ahora me entero (tarde, sí, qué le voy a hacer) de que esos sencillos trozos de tela, además de descanso y comodidad, se han convertido en un instrumento sexual casi de culto en muchos lugares de América Latina por su flexibilidad y dinamismo.

mayasutraNo es que lo haya practicado, a quién voy a engañar… Pero un amiga muy cercana que acaba de llegar de Venezuela viene contando mil maravillas. Ha pasado allí tres semanas por un viaje de trabajo y ha conocido a un maromo que la ha vuelto loca. El tipo le habló de un libro del filósofo venezolano Carlos Torrealba, en el que este describe más de 60 posiciones para hacer el amor en una hamaca. Por lo visto el hombre se dedicó a hacer entrevistas y recoger testimonios en la zona Maya y recopiló numerosas posiciones sexuales de estas características. El resultado es lo que se conoce como el Hamaca-Sutra.

Mi amiga, como os digo, viene entusiasmada, con dos hamacas en la maleta para colgar no sé dónde, porque ella no tiene ni terraza ni jardín. Digo yo que igual viene tan feliz por eso de que es bailarina y claro, la flexibilidad es lo que tiene. Porque no me digas tú a mí que esto del hamaca-sutra es apto para todo el mundo… Vamos, no quiero yo imaginarme a más de uno y de una colgando del trapo este en cuestión mientras la contraparte intenta atinar en alguna de sus partes nobles en pleno balanceo.

En cualquier caso, tras echar un vistazo a algunas de las ilustraciones de Torrealba que me ha mostrado mi amiga, no dejo de pensar que igual merece la pena ejercitarse y ponerse en forma. Todo sea por descubrir un nuevo mundo de posibilidades.

Adiós al punto G: descubren una nueva zona de placer sexual en la mujer

La legendaria región vaginal conocida como punto G, considerada altamente erógena y a la que se atribuyen poderes casi mágicos a la hora de conseguir orgasmos, ha resultado ser un mito, como muchas se temían. Al menos eso es lo que se desprende del último estudio al respecto, realizado por investigadores de la Universidad de L’Aquila y Tor Vergara (Roma) y publicado en la prestigiosa revista Nature Urology.

En realidad el denominado punto Gräfenberg es objeto de discusión desde los años 40. Está supuestamente en un lugar de la pared vaginal localizado detrás del pubis y alrededor de la uretra. Sin embargo, son muchos los estudios, sexólogos e investigadores que han considerado que no está comprobado y que su supuesto papel como centro del placer sexual femenino es más que subjetivo. Ahora este equipo de científicos italianos, franceses y mexicanos desmienten rotundamente su existencia y, en su lugar, han hallado una zona mucho más amplia y compleja que, en teoría, permite experimentar un gran placer sexual.

Pubis

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Es lo que han bautizado como zona CUV, una región erógena formada por clítoris, uretra y vagina y que incluye tejidos, músculos, glándulas y útero. «La conjunción del clítoris, la uretra y la pared vaginal estimulados adecuadamente durante la penetración podría inducir la respuesta orgásmica», explicó el endorinólogo y sexólogo  Emmanuele A. Jannini, profesor de la universidad y director del estudio.

Los investigadores, gracias a modernas técnicas de imagen, han podido visualizar las interacciones de los genitales femeninos durante la masturbación o coito, y han concluido que las zonas íntimas de la mujer no son tejidos pasivos, sino estructuras altamente dinámicas y sensibles. De hecho, los autores del estudio aprovechan para condenar a aquellos ginecólogos y cirujanos que cortan y cosen sin respeto, maltratando los nervios, músculos y componentes vasculares de una región anatómica tan altamente sensible.

“La vagina es un tejido activo y sexualmente importante que debe ser respetado. Es algo más complejo que un solo punto”, asegura Jannini. Por ello, recomienda el conocimiento de la anatomía y fisiología de la zona CUV antes de someterla a un procedimiento quirúrgico. Algo que parece de bastante sentido común, por otro lado.

Conclusión: las que nunca hayan encontrado su punto G no desesperen; siempre nos quedará la CUV.

¿De verdad es el chocolate tan bueno como el sexo?

¿Cuál es el camino más seguro hacia la felicidad? En Francia lo tienen claro, según una encuesta realizada entre mil adultos por la compañía Harris Interactive: sexo y comida, comida y sexo. Como buenos mamíferos, hombres y mujeres apuestan por los placeres más básicos, aunque lo hacen de forma desigual. Ellos prefieren el encuentro de los cuerpos y ellas, mimar al estómago, sobre todo si se trata de chocolate.

CHOCOLATE

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Este es el alimento preferido por ambos, según la encuesta, seguido del queso, el foi gras, el marisco, la fruta, la carne y el pan. La diferencia es que, mientras los hombres califican el sexo con un 7,5, las mujeres lo dejan en un 6,7, por debajo del 7,1 con el que puntúan la comida. El 23% de las encuestadas, además, dicen que esta les proporciona mayor placer que el sexo, porcentaje que en los hombres se reduce al 13%.

También resulta destacable que, dentro de la dicha que les proporciona comer, ellos se inclinen por las opciones carnívoras. Ellas, en cambio, mencionan con más frecuencia el chocolate y las frutas.

Preguntados sobre qué elegirían si tuvieran que recortar de lo uno o de lo otro, las mujeres francesas se mostraron más dispuestas a vivir sin sexo que los hombres. Para el 72% de estos, además, es peor tener una pareja mala en la cama que mala en la cocina. ¿Será por eso que dicen que el chocolate es el mejor sustitutivo del sexo?

Masturbarse por primera vez

Para todo hay una primera vez. Con la masturbación pasa lo mismo, solo que nadie nos enseña y suele ser a golpe de intuición y autodescubrimiento. Que si una mano por aquí, que si un roce por allá… Aunque una cosa son los tocamientos iniciales y otra, lo que vulgarmente se conoce como “hacerse una paja” en toda regla. ¿Cuándo y cómo se suele empezar?

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Mis amigos, acostumbrados a mis indiscretas preguntas, accedieron una vez más a dejarse interrogar, y la verdad es que echando la vista atrás en esto del onanismo no nos pudimos reír más. “Yo tenía 12 años. Estaba en la ducha y empecé a toquetearme. Cuando quise darme cuenta estaba ahí dale que te pego y de repente sentí un escalofrío de placer. Casi me desmayo; tuve que agarrarme a las cortinas y todo para no caerme. Y dije ay la leche, ¿esto qué es? Desde entonces no he parado”, añade.

En lo que a los chicos se refiere, salvo las diferencias propias en detalles y matices, las historias suelen ser parecidas. La cama en lugar de la ducha, 13 años en lugar de 12… Pero poco más. En el caso de las chicas, las diferencias son más grandes. No tanto en la horquilla de edad (12-14) como en los métodos. Alguna me dejó con la boca abierta, reconozco.

“Yo empecé muy jovencita, a los 12 años, y lo hacía pensando en los actores de la peli Exploradores”, me contaba una. Esta lo hacía con la mano, pero me encontré de todo. Eso sí, ninguna con penetración, que con esas edades ni se les pasaba por la cabeza. La que más me sorprendió fue la que dijo que se masturbaba frotándose contra el pico del lavabo. “Una vez hice tanta fuerza que acabé arrancándolo de la pared y rompiéndolo. Mi madre se enfadó muchísimo y nunca entendió cómo narices había hecho aquello”. Para otra, su primera vez fue inesperada. “Había un columpio que simulaba ser un cohete, con barras de hierro muy altas por las que trepar. Un día estaba intentado llegar arriba, y de tanto rozarme, acabé teniendo un orgasmo”. Cojines, almohadas, movimientos rítmicos contra pelotas de tenis… el repertorio es inacabable.

Luego, claro, la técnica se va perfeccionando con la edad. Pero eso, amigos, ya lo dejamos para otro post. ¿Recordáis vuestra primera vez?

¿Qué es el electrosex o electroestimulación sexual?

Lo sé, soy una cateta, pero tengo que admitir que de esto no tenía idea. Por eso cuando ayer una pareja de amigos de lo más convencional me contó que se habían animado a probarlo y que estaban entusiasmados, se me pusieron los ojos como platos. Por la novedad que suponía para mí y porque nunca nunca me los habría imaginado.

Mystim tension lover

Mystim tension lover (Mystim.es)

La electroestimulación erótica, también llamada electrosex, es una práctica sexual que implica la estimulación de los nervios del cuerpo, especialmente de los genitales, a través de la aplicación de una fuente de energía eléctrica. Y no, no se trata de dejar el asunto echando humo y oliendo a chamusquina. Aunque es habitual asociarlo a prácticas de bondage y sadomasoquismo (BDSM), se la considera, más bien, una evolución de éstas.

El caso es que, pese a esta habitual asociación, cada vez son más los que se animan a probarlo y a incorporarlo a su vida sexual como una forma más de explorar el placer, el erotismo y la propia sexualidad. Hasta donde se quiera llegar es cosa de cada uno, pero estos amigos me aseguraban que tienen unas experiencias de lo más placenteras e inocuas. Esta tecnología puede usarse tanto en hombres como en mujeres, pero en el caso de ellos, por ejemplo, él es el mayor entusiasta.

Tienen varios aparatejos. Uno consiste en dos anillos: el primero se coloca en la base de los genitales y el otro, justo detrás de la cabeza del pene. De esta forma, la electroestimulación fluye a lo largo de todo el tallo, donde hay muchas terminaciones nerviosas. Su preferido, no obstante, es otro que se limita a estimular los testículos, dejando el pene libre para otras cosas. Cuánto cosa por aprender…

Sexo anal, luces y sombras

El sexo, por lo general, es motivo y caldo de cultivo perfecto para todo tipo de tabúes y prejuicios. Personales, morales, religiosos… Nada atrae y sacude tanto al ser humano, ni siquiera el dinero. Pero, de entre todas sus expresiones, hay una que claramente se lleva la palma en lo que a incomprensión se refiere: el sexo anal.

Con él pasa como con la ópera, o te fascina o te horroriza, pero no deja indiferente. No hay medias tintas. Es una práctica mucho más extendida de lo que muchos piensan, aunque aún tiene que lidiar con demasiadas ideas preconcebidas. Las más comunes son asociarlo al sexo entre homosexuales (como si eso fuera algo malo, por otro lado), temerlo por creer que es doloroso o rechazarlo por considerarlo algo “sucio” o inapropiado.

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Los expertos coinciden en que es una zona muy erógena y afirman que, si se hace bien, puede ser una práctica muy satisfactoria para ambas partes. Como de costumbre, aproveché una fiesta en casa de unos amigos este fin de semana para sacar el tema y recopilar impresiones. Salvo una pareja, el resto eran todos heterosexuales y la mayoría reconocieron haberlo probado al menos una vez.

Gran parte de las chicas admitían que aquello no era lo suyo, que les provocaba dolor y que no les “ponía” en absoluto. Reconocían, no obstante, que iban desde el primer momento convencidas de que les dolería y que no conseguían relajarse. “A mí me gusta incorporarlo al tema de vez en cuando. Pone muy caliente a mi chico y a mí me anima. Además, estando bien lubricado no me duele nada”, contestó una. “A mí me encanta, tardo menos de 10 segundos en correrme y, aunque a veces me duele un poco, me mola la mezcla entre placer y dolor”, explicó otra.

En el caso de ellos, reconozco que hubo alguna respuesta que me escandalizó. Como la de uno que me dijo que a él le encantaba cuando estaba soltero, pero que ahora que va a casarse, a su mujer, “por detrás ni tocarla”. Como si fuese una práctica impura e indecente no apta para futuras esposas y madres. Otro me dijo que a él le gustaba sólo si la chica en cuestión le juraba y perjuraba que él era el primero. El resto, por lo general, dio las mismas respuestas: “morbo”, “dominación”, “atracción por lo prohibido”… Solo uno me dijo que su novia le gustaba tanto que se volvía loco y que, cuando estaban en la cama, quería “poseerla por todos los sitios”.

Así que nada, allá cada cual con sus límites, sus gustos, sus pasiones y sus prejuicios. Pero aquellos que se animen a curiosear por terrenos inexplorados, recordad lo que dicen los sabios: higiene, protección y, sobre todo, lubricante. Mucho lubricante.

Hipnosis erótica, ¿terapia alternativa y orgasmos sin contacto?

Desinhibición, experiencia erótica mental y orgasmos sin contacto físico alguno. Eso es lo que se promete desde lo que se viene a llamar “hipnosis erótica”. Yo no había oído hablar de ello, la verdad, pero mi amiga Mariana, argentina de Buenos Aires que estos días anda de okupa en mi casa, me cuenta que allí se ve cada vez más, ofertándose a veces como una especie de servicio sexual y, otras, como terapia alternativa para tratar ciertos tipos de disfunciones.

En el primero de los casos, se trata de hipnotizar a los clientes/pacientes para acceder a su inconsciente y, a través de un relato erótico guionizado y absolutamente personalizado, proporcionarles placer y llevarlos a vivir determinadas fantasías. El hipnotizado, siguiendo las instrucciones y sugerencias de su guía, sentirá físicamente lo que este o esta le «ordene» sentir. Es una experiencia mental de disfrute sexual a través de la palabra. El cuerpo, entretanto, descansa relajado y en ningún caso hay contacto físico.

hipnosis

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Al estar liberados de las represiones e inhibiciones propias del estado de vigilia, en esas sesiones hipnóticas uno puede ser todo aquello que desee, desde una dominatrix vengadora a un alto ejecutivo que en la intimidad disfruta con unos cuantos azotes, todo vale. En varios países de América Latina y en Estados Unidos, algunas terapeutas incluso venden sus sesiones hipnóticas a modo de podcast.

Personalmente, este uso de la hipnosis me recuerda a aquella peli futurista con Arnold Schwarzeneger, Desafío Total, en la que la gente acudía a una compañía especializada en implantar falsos recuerdos para vivir todo tipo de experiencias. O a aquella otra con Sandra Bullock, Demolition Man, en la que la gente follaba sin tocarse. Ocurre que las relaciones sexuales con intercambio de fluidos eran ilegales y para experimentar el sexo, la gente se metía en una cabina simuladora en la que los participantes se colocaban un casco que actuaba como estimulador en los centros del placer del cerebro. Pues eso, que me parece estupendo que exista y que la gente lo practique, pero yo me quedo con la piel y el intercambio de fluidos.

La otra vertiente es, como decía, la terapéutica. Consiste en llevar al paciente a un estado de relajación en el que, libre de represiones y estimulado eróticamente, pueda centrarse en aspectos particulares que le provoquen angustia o bloqueos, revelando situaciones reprimidas y desmontando sus consiguientes síntomas. Así, a través de evocaciones sexuales se intenta facilitar la exteriorización de conflictos inconscientes, con lo que se puede atacar mejor problemas como la anorgasmia o la disfunción eréctil. No obstante, son muchos los expertos que expresan sus dudas acerca de su efectividad. A saber.

Cena por todo lo alto con vibrador incluido; morbo asegurado

El morbo residía, especialmente, en tener que disimular. Allí estaban ambos, rodeados de gente en un carísimo y moderno restaurante del centro de Madrid. Elegante y sexy ella, impecable él. Querían celebrar sus 10 años juntos. Animados por el vino y excitados por lo que solo ellos sabían, no se quitaban los ojos de encima, divertidos. Ella, que bajo el vestido llevaba una exquisita ropa interior negra, ocultaba entre las piernas un pequeño juguetito. Dentro, muy dentro.

huevo vibrador con control remoto

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Ni lo habría notado si no hubiera sido porque él, cuando consideraba oportuno, apretaba los botones del mando a distancia que guardaba en el bolsillo de la chaqueta. Dar placer a su voluntad… e interrumpirlo, arrebatarlo. “¿Más vino, señora?”, pregunta el camarero. Ella intenta mantener la compostura.

Me lo cuenta entusiasmada, con la risa nerviosa de una niña pequeña que acaba de cometer una travesura. “Lo mejor fue el polvo de después”, me dice. Y eso que llevan 10 años juntos. Claro, así cualquiera.