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La vagina: ni se estira ni se ensancha con el ‘uso’

Hace unos días, haciendo alusión a mi vagina, un desconocido me escribió: «Lo tienes como un calcetín después de hacer el Camino de Santiago».

El comentario aparecía como respuesta a un vídeo en el que reflexionaba sobre la importancia de no darle oportunidad a quienes nos criticaban por ‘kilometraje’.

Es curioso, porque desde que tuve un ginecólogo, ningún hombre había hecho de una manera tan gratuita comentarios sobre mi entrepierna.

Pero sobre todo, ¿quién en su sano juicio se haría el Camino De Santiago con un solo par de calcetines?

mujer juguete sexual

PEXELS

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La opinión de R. no fue la única en esa línea. Otros respondieron en ese mismo reel que mi vagina estaría «como el bolsillo de un payaso» o «como la Puerta del Sol».

Aunque creo que este último no ha ido en su vida a Madrid y realmente se piensa que hay una puerta muy grande en vez de una plaza sin árboles.

Ninguno de los tres hombres había tenido la oportunidad de conocer mis genitales, pero tampoco tenían dudas del supuesto estado cedido de mis partes.

Así que, además de contestarles, he pensado que no estaba de más escribir un artículo al respecto, especialmente para quienes aún tienen dudas de si las vaginas van cediendo con la utilización, como una goma de pelo.

Quiero empezar diciendo que en la vida se me ocurriría poner algo semejante en el perfil de una persona, a la que no conozco de nada, acerca de si su pene está demasiado raído (sobre todo por la sensibilidad que tienen algunos con él).

Pero no deja de ser curioso que el mito de que la vagina cambia por su uso está a la orden del día en mis comentarios de Instagram, pero también en otras redes sociales.

Si pudiéramos disminuir nuestro tamaño y entrar a darnos un paseo por la vagina, además de oscura, comprobaríamos que su estado natural es el de estar toda contraída, cerrada.

Sí, la vagina es una cavidad muscular que se mantiene hermética, por eso cuando nos bañamos en la piscina no nos inflamos como un globo de agua.

Además, de cumplirse el mito, nos resultaría imposible utilizar tampones o copas menstruales, ya que son productos que entran y salen de la vagina en varias ocasiones a lo largo del mes y recogen la sangre sujetos por las paredes vaginales, ya que son flexibles y se adaptan.

Si la leyenda fuera cierto, teniendo en cuenta que la menstruación nos acompaña durante décadas, iríamos dejando un reguero de sangre y productos de higiene.

Pero ahora mismo si ves algo de esto en el suelo es o de alguna despistada, que no ha encontrado otro sitio o que es un poco guarra (amigas, se envuelve en lo que se pueda y se tira en una papelera).

Aunque utilizamos la vagina como zona de ocio la mayor parte del tiempo, su función principal es la de servir de pista de lanzamiento para bebés.

Así que es bastante ambicioso por parte de mis comentadores pensar que un pene, que no es ni una quinta parte de un ser humano recién nacido, tiene el mágico poder de modificar la fisionomía de nuestro cuerpo.

Además, si ese fuera el caso y la vagina se alterara con el uso (y disfrute) lo mismo sucedería con el pene, ya que también está hecho de tejido muscular.

Es más, me atrevo a decir que si fuera cierto que el pene disminuyera de tamaño por su uso, muchos optarían por mantenerse inmaculados antes que perder preciados centímetros.

Resuelta la duda en esta mini clase de educación sexual, solo me queda hipotetizar acerca de quiénes recibimos estos comentarios, las que intuyen que hemos tenido una vida sexual variada.

No les verás poniendo eso en el tablón de Instagram de quien lleva con su novio desde el instituto, se han casado y han tenido tres hijos.

No, pese a que haya tenido sexo todos los días durante varios años, la mujer que ha estado en una relación de pareja monógama no ‘sufre’ de esta condición.

El razonamiento es que si han pasado varios penes flojea, el mismo pene un millón de veces, no. La fisura en esta teoría es evidente.

Lo que se juzga no es la frecuencia de uso, sino que se te mida revisando el historial, una estrategia de control de la sexualidad brillante.

Nada mejor que el miedo a que te perciban como que tu vagina está demasiado usada para que las mujeres continuemos viviendo una vida sexual comedida, ¿verdad? Ahora se entiende que lo que haya trascendido es que la vagina se desgasta y no el pene.

Pero curiosamente, ¿sabes qué es lo que más recomiendan ginecólogas y fisioterapeutas del suelo pélvico para que tengas tu vagina a tono? Orgasmos.

Con quien sea, cuando sea y como sea: con pene, sin pene, con lengua, con manos, con juguetes, con el mango de la ducha, con otras mujeres. Orgasmos.

Mara Mariño

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¿Qué es la erotización de la lubricación?

Cuando recibimos la educación sexual en el colegio (si tenemos suerte de recibirla) estaría bien que entre el ciclo menstrual y cómo colocar un preservativo, nos hablaran de la lubricación.

Eso que a veces brilla por su ausencia por mucho que estés deseando comerte hasta los calcetines de la persona que tienes enfrente y que otras, aparece por sorpresa en las bragas después de un sonoro bostezo.

Creo que hablo por muchas si digo que me habría encantado saber cómo funcionaría eso que iba a acompañarme a diario, pero variando continuamente.

mujer granada

PEXELS

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Y eso sin contar que cada una es un mundo: «A mí me pasa que puedo estar muy cachonda, pero no estar mojada. Al principio me sentía mal por cómo se pudiera sentir la otra persona, porque yo tenía claro mi interés sexual aunque no fuera una catarata».

Las palabras de esa seguidora resuenan y mucho, porque entre en el coloquialismo de nuestras conversaciones se han colado expresiones como que estábamos tan excitadas, que podríamos dejar las bragas pegadas al techo.

Bien es cierto que lubricación es sinónimo de salud, como explica Sara Matesanz (@salud.hormonal), fisioterapeuta especializada en salud hormonal, pélvica y sexual femenina.

«La vagina, el cérvix y la vulva han de lubricar, porque eso es señal de salud en la etapa fértil por los estrógenos. Cuando no hay una lubricación es que algo pasa. No podemos normalizar una vagina y una vulva secas, porque eso genera problemas.»

Otro punto a tener en cuenta, según la experta, es «el enfoque que se le pone a los lubricantes en el mundo de las relaciones sexuales. Si una vulva o una vagina no lubrican en una relación sexual, y no hay problema físico, no hay excitación. No se puede forzar algo que no quiere ser penetrado. Esto genera muchos problemas que después vemos en consulta. Lubricación no es igual a penetración».

Las palabras de Sara habrían resultado de gran utilidad al cuerpo de defensa de Dani Alves, cuando, hace poco menos de un año, llegaron a esgrimir el argumento de la lubricación de la víctima como ‘prueba’ de que el encuentro fue consentido.

«El mensaje se enfoca en lo de siempre, lo poco que se visibiliza a nivel masculino la lubricación. El pene también debería lubricar y lubricarse», reflexiona la fisioterapeuta.

Poco (o casi nada) se habla de que el glande del pene expulsa el líquido preseminal, cuya función es facilitar la penetración.

Sin embargo, por lo general, la expectativa del ‘engrase’ en un encuentro sexual -tanto la de quien nos acompaña como la propia-, recae en nosotras.

¿Cómo no vamos a sentirlo como una exigencia con doble rasero, porque, a fin de cuentas, la lubricación del pene es mucho menor y no parece ser tanto motivo de preocupación?

Esto es algo que podría bautizarse como ‘erotización de la lubricación’, ya que de la misma manera que el squirt, se ha convertido un proceso fisiológico en parte de una performatividad sensual.

Te puede interesar leer: El ‘squirt’ por encima de todo: la sobrevaloración del orgasmo con fluidos

Responsable de esto es, para sorpresa de nadie, la pornografía, gran sustitutiva de la educación sexual y culpable también de estas inseguridades, fruto de las presiones y estereotipos de género.

La narrativa de la lubricación en este tipo de películas pasa por la actriz haciendo hincapié en lo húmeda que está y mostrarlo, como con la eyaculación femenina, con todo tipo de líquidos (artificiales, por supuesto).

Cada una vive esa influencia de una manera diversa, y, entre mis seguidoras, las opiniones son muy variadas.

Porque, como una reflexiona, parece que si no hay un chorro, no demostramos lo que estamos disfrutando: «se sienten atacados o frustrados porque piensan que hay algo que no están haciendo bien y no te gusta».

Quizás por la mezcla entre la falta de conocimientos y la respuesta de nuestra pareja, vivimos la coacción silenciosa de que los lubricantes se presenten como un producto que sí o sí, tenemos que tener nosotras.

«La forma en la que nos lo hacen llegar es un poco incriminatoria, como si la sequedad fuese un problema y como culpables de ello lo tenemos que solventar», dice una.

Como si fuera «nuestra responsabilidad solucionar la sequedad de la vagina», «Ten lubricante, así ni me esfuerzo en ponerte cachonda porque la cosa es que entre bien», me escriben otras seguidoras.

Lubricante vs hidratante

Las que estamos en la etapa fértil podemos sentir especialmente cómo la lubricación va cambiando también según el momento del ciclo menstrual en el que nos encontremos.

Es una de las razones por las que la cantidad no siempre es la misma, pero también, como reflexiona otra de mis seguidoras, «Hay que normalizar que no somos máquinas. Ellos tampoco están igual siempre».

En lo que podemos coincidir es en que no necesitamos más imposiciones añadidas: «Después de sentir con todos los síntomas de menopausia, encima me cargo con más juicios externos», «Siento que de alguna manera ‘fallo’ si necesito usar lubricante», comentan dos seguidoras.

Así que propongo, como alternativa, que dejemos de ver el lubricante como pareja de baile solo de la vagina y empecemos a utilizarlo como facilitador en general.

Mientras que, si hay problemas de salud relacionados con la sequedad vaginal, lo que se deben utilizar son los geles hidratantes.

«Mi recomendación es usar lubricante para mejorar la experiencia sexual conjunta del tipo que sea. Los lubricantes no son para la sequedad vaginal, para la sequedad vaginal se utilizan los hidratantes vulvares o vaginales», comenta Mar Puig, fisioterapeuta de suelo pélvico.

«Estos últimos se suelen recomendar en momentos especiales de la vida de la mujer, como el posparto, lactancia, menopausia, durante un proceso oncológico, etc. Y cuando hay sequedad por algún problema de salud en concreto, se trata con hidratación o medicación en casos especiales, todo eso fuera de la relación sexual».

Como ella misma aclara: «No tenemos que chorrear como las cataratas del Niágara, incluso chorreando, utilizar un lubricante es interesante, para facilitar el juego erótico y la sensación de ‘desliz’ mutua por todo el cuerpo».

Mara Mariño

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El pudor de desnudarse, que juzgue tu vida sexual… ‘Tips’ para perder los miedos más comunes con la ginecóloga

Hay una relación que nadie te prepara para tener. Y es la relación con tu ginecóloga.

Si has tenido suerte de venir de una familia donde el tema de la sexualidad se habla con la misma confianza que de lo que hay en la nevera, puedes saber por dónde van a ir los tiros.

Pero aun así, resulta bastante chocante cuando vas a la consulta por primera vez y no te queda muy claro qué es esa silla que parece un instrumento de tortura medieval.

Miriam Al Adib ginecóloga

miriamginecologia.com

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Y justo por esa razón, la doctora Miriam Al Adib, ginecóloga y escritora, prefiere utilizar el término ‘ginecología del amor’.

En sus palabras es «pasión, cariño, compromiso, motivación, formación continua… Con todo ello persigo la transformación en la salud femenina: empoderando a las mujeres, aliviándolas, respetando la toma de decisiones libres e informadas, mejorando su calidad de vida, visibilizando la complejidad de los procesos sexuales y reproductivos femeninos para que no se patologice lo normal ni se normalice lo patológico».

Consciente de que podemos tener bastante pudor en el momento de bajarse los pantalones, así de primeras con una ginecóloga con la que apenas has cruzado un «Buenos días», su consejo es el de recordar que son profesionales o incluso compartir que estamos algo tensas.

Además que, compartir nuestra vida íntima en consulta -sobre todo si traemos alguna infección de transmisión sexual, nos hace sentir que se nos puede juzgar por cómo llevamos nuestra sexualidad.

«Recomiendo que tengas muy presente que las personas que nos dedicamos a esta profesión estamos aquí para ayudarte, nunca para juzgarte. No hay nada en tu cuerpo que sea motivo para avergonzarte, ni tampoco para sentirte culpable, sea cual sea el problema de salud sexual que tengas», dice Miriam.

«Puedes exponer tu situación y tus preocupaciones sin miedo, no nos vamos a asustar por lo que nos puedas contar, ni te vamos a recriminar nada, en esta profesión escuchamos y tratamos cada día muchas situaciones y/o problemas como el que puedas tener tú».

«Tampoco te agobies ni tienes que pedir perdón por cosas completamente intrascendentes como no haberte depilado o no tener la vulva recién lavada, no pasa absolutamente nada, con la higiene normal de cada día es más que suficiente, no es necesario hacer nada extraordinario por el hecho de venir a una consulta ginecológica», explica.

¿Será que, ahora que hemos conseguido relajarnos con el hecho de que en la cama se nos vea algún pelo, podremos por fin dejaremos de agobiarnos si llegamos a la cita médica sin depilar al cero? Eso espero.

La conciencia corporal

Pero, más allá de eso, me interesa saber si la doctora opina que hemos ‘recortado’ distancias con nuestros genitales -y estamos familiarizadas con los colores y texturas de las zonas menos accesibles a la vista-, o llegamos a consulta sin saber qué nos pasa en el piso de abajo.

«En las consultas observo bastante desconexión con esta parte del cuerpo», confirma la doctora. «En general parece que no está bien integrada en nuestra conciencia corporal. Hasta el punto de que algunas mujeres se asustan por cosas que no tienen importancia: un simple granito, una carúncula del himen más evidente, mujeres que se asustan al tocarse “algo raro” (y lo mismo se han tocado el cérvix)…»

«Otras mujeres dicen que les da asco sus vulvas o sus vaginas, el flujo, el vello… Algunas creen que tienen un problema porque los labios menores son más grandes (por eso no me gusta llamarlos menores, ya que no tienen por qué hacer honor a su nombre y pueden sobresalir por encima de los mayores). Hay muchos problemas sexuales que derivan también de una mala conciencia corporal».

Entonces, para evitar esta situación, es clave que, como Miriam recomienda, desarrollemos nuestra conciencia corporal: «Cuando tienes buena conciencia corporal detectas enseguida cualquier cambio que requiere acudir a una consulta, y también para justo lo contrario: no te asustas si te ves un simple granito en la vulva porque sabes claramente que no tiene importancia. Cuando no tienes buena conciencia corporal te asustas por todo».

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No es tanto el convertir en algo rutinario el momento de sacar un espejito y mirarse cada día, pero «mirarse de vez en cuando (sin obsesionarse tampoco con ello ni tomarlo como una “rutina”) está bien para favorecer la conciencia corporal, esto hace que nos conozcamos bien, si hay algún problema puedes ver si algo que cambiado».

«Te pongo un ejemplo: paciente joven que viene a la consulta y tiene un picor crónico en la vulva. En la exploración veo los labios menores muy pequeños, casi ausentes, cuando pregunto si tenía antes así los labios o si ha notado que están cambiando, la mayoría suele responder “no lo sé, nunca me he mirado”. En este caso si me dijera que antes estaban más grandes y que le están desapareciendo podría ayudarme para orientar mejor el diagnóstico diferencial entre determinadas enfermedades como por ejemplo el liquen», dice Miriam.

Además, en lo que se trata de los chequeos médicos habituales como los cribados que ayudan a identificar enfermedades, la experta recuerda que «no hay un chequeo estándar igual para todo el mundo. Depende de los factores de riesgo y de los problemas de salud y/o necesidades que tenga cada persona».

Mara Mariño

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Adiós ‘succionador’ de clítoris, hola ‘succionador’ de vagina

Aunque la traemos ‘de serie’, la vagina es esa gran conocida y desconocida al mismo tiempo.

Por un lado, sabemos que tenemos que revisarla cada cierto tiempo, pasar su ITV particular en el ginecólogo.

juguete sexual estimulador vagina

WOMANIZER

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Por otro, nuestra relación con ella se limita a tratarla como esta especie de bolsillo mágico donde salen y entran cosas como tampones, dedos, coágulos de sangre y, por supuesto, penes.

Sin embargo, desde que nos descubrimos el clítoris es casi como si nos ‘sobrara’.

¿Para qué vamos a dedicarle atención si lo que realmente nos gusta está fuera?

Ya lo dice Ana Lombardía, sexóloga y escritora en el evento de presentación de Womanizer: «Para el gatillo del orgasmo tiene que haber estimulación del clítoris».

Y no hay mejor ejemplo que si damos un paseo por tiendas de juguetes sexuales (o le preguntamos a nuestras amigas qué es lo que no falta en su casa -a lo que contestarán «un succionado de clítoris»).

Volviendo a la vagina -basta que diga que es la gran olvidada para que se me olvide mencionarla durante el resto del artículo- no es precisamente famosa por su sensibilidad.

Estamos hablando de que por ese tubo elástico tiene que salir un ser humano hecho y derecho con su cráneo, sus codos y rodillas.

Más vale que ni sienta ni padezca mucho, porque de otra manera parir se habría convertido en algo muy poco popular condenándonos a la extinción.

Aun así, ¿hacemos bien en dejarla relegada al olvido?

Claro que la penetración puede ser placentera por la conexión que se da con la otra persona y todo lo que rodea ese encuentro físico.

Pero lo cierto es que «no tenemos erotizada la parte interna de la vagina, solo con la penetración», explica Ana.

Y tiene toda la razón del mundo. Aunque recuerdo haber explicado cómo me gusta que me toquen el clítoris, lo de acariciarme por dentro es algo que nunca me he parado ni a investigar ni a disfrutar más allá de un movimiento ‘mete-saca’.

Curiosamente, si inspeccionáramos qué hay justo detrás de las paredes vaginales, de nuestros ‘tabiques’ encontraríamos que a unos pocos centímetros de la entrada, está la parte trasera del clítoris -eso que se conoce como ‘Punto G’-.

(Recordatorio amistoso de que lo que queda a la vista de nuestro órgano de placer es apenas el glande que está tapado por un capuchón)

Estimular esta zona, hasta lo que yo había probado hasta ahora, pasaba por introducir uno o dos dedos y hacer un movimiento ascendente, como si hicieras el gesto de «ven aquí» con el índice.

Y es justo lo que busca estimular el nuevo juguete de la marca, Womanizer OG con ondas y sensación de pulsión.

Vamos, la tecnología que tanto ha funcionado con el estimulador de clítoris de manera externa, pero para probar internamente.

Es más, sabes que tienes el juguete colocado donde debe estar cuando notas como si algo te estuviera tocando por fuera cuando en realidad solo recibes la vibración desde dentro.

Más familiarizada con todo lo que es sensaciones por fuera, probarlo por dentro ha sido darle la razón a la sexóloga.

No solo hay muchas zonas que aún quedan por descubrir del cuerpo a nivel sexual, sino que pueden formar parte del particular mapa erógeno y hacer del sexo algo aún más placentero (si cabe) y variado.

Porque, dicho sea de paso, ahora tengo curiosidad de saber cómo funcionará el juguete con la doble penetración.

Mara Mariño

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Mi aventura con la candidiasis o por qué parece que la salud sexual femenina no importa a nadie

Había algo que, hasta este año, nunca me había sucedido. Sí, en el titular me he marcado el spoiler: una candidiasis.

La candidiasis es como el novio tóxico. Ves que todas tus amigas lo pasan pero crees que te vas a librar y no tiene por qué tocarte.

Hasta que te llega el momento (del tóxico y del hongo).

UNSPLASH

Ahí iba yo, con mis picores en la entrepierna asustada de que aquello fuera algo mucho peor y preparándome mentalmente para que la doctora me dijera que eso del sexo ya se me había acabado.

Cuando lo primero que me preguntó era si había estado tomando antibiótico con clavulánico, se me cayó un mito. El de los medicamentos, por supuesto.

Por primera vez entendí a mi amiga, la que intentaba evitar a toda costa estos medicamentos para preservar su flora vaginal.

Y mira que la solución aparentemente era sencilla. «Tienes que meterte esta pastilla hasta el fondo y durante tres días ponerte crema», me dijo la doctora.

«¿Qué pasa con el sexo?», le pregunté.

Aunque me aseguró que era difícil que alguien con pene pudiera contagiarse, ya que es algo que produce el propio cuerpo femenino, si me recomendó darme un tiempo de descanso.

Por lo visto, con el tratamiento, las paredes de la vagina pueden volverse más sensibles y que aquello se sienta como cuando intentas tragar algo teniendo la garganta que rasca.

Lo que no me esperaba era que el tratamiento era, de antiguo, vintage.

Como antiguo trabajador de un laboratorio farmacéutico, mi padre me confirmó que lo que me habían recetado era de los años 90. Lo que explica por qué resultaba tan incómodo.

Una vez más comprobé que el bienestar femenino o lo que implique solucionar los problemas de las mujeres está en un segundo plano.

Para empezar en el prospecto no había ningún dibujo explicativo, tuvo que venir mi compañera de piso a hacerme un croquis de cómo tenía que colocar en una especie de palo kilométrico el comprimido.

Pero además, sabia ella, me aconsejó ponerme un salvaslip porque al día siguiente iba a tener la fiesta del flujo de color y textura extraña entre las piernas y las sábanas.

Claro que nada de esto sale en el panfleto kilométrico. Y nadie se ha parado a pensar que igual hay otra forma de que recuperemos la salud de la vagina sin pasar tanta molestia.

Porque me parece surrealista que llevemos 30 años metiéndonos una pastilla que se deshace en el chichi y que te lo deja como si te hubieras restregado contra el cajón de arena de los gatos.

Me encantaría que se replantearan este concepto porque al final no estoy hablando de un trastorno super desconocido que además no afecta casi a la gente.

Según el estudio de Elsevier el 75% de las mujeres padecemos la candidiasis en algún momento de nuestra vida (y somos la mitad de la población), así que sí, es como para darle una vuelta de tuerca a la cura.

Personalmente, que en 30 años no se haya dado con un sistema más cómodo y moderno me parece tan anticuado como que en las farmacias sigan recortando con un cúter el código de barras y pegándolo con un celo.

Duquesa Doslabios.

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Tenemos que superar el miedo a que nos huela la vagina (de una vez por todas)

Acepto mi celulitis, mis arrugas de expresión que ya empiezan a marcarse, mis estrías que surcan las caderas, mi vello corporal -el que no ves también-, acepto mis tetas, incluso me gustan que sean pequeñas.

Acepto todo de mí con una única excepción. He convertido en un tabú mi olor y mi sabor.

UNSPLASH

Fue cuando, tras una de mis primeras experiencias sexuales, el chico le contó a sus amigos que mi vulva olía.

Olía, por supuesto. A eso que huelen las vulvas y las vaginas. A la acidez de un pH encargado de protegernos de infecciones y microorganismos externos.

Fue hace ya 10 años que me dije que estaba mal algo en mí. Que aquello no tenía que oler a nada.

Que debía llevar la entrepierna siempre a punto, como el agua, inolora e insabora, completamente aséptica.

Y es algo que a día de hoy me toca todavía empezar a aceptar. Aprender que el problema no es mi denominación de origen única y personal.

Me veo todavía llevando siempre un tanga extra en el bolso.

Buscando una excusa para pasar por el baño antes de que pueda pasar nada para eliminar cualquier rastro que revele que mi chocho huele a chocho.

Así tengo a veces que explicar por qué soy tan vergonzosa con ese tema, cuando si se da en el lado contrario, lo vivo con absoluta normalidad.

«¿Que huele a pis? Claro, es que sale por ahí. ¿Que hay tufillo a sudor? Todo normal».

Aceptable siempre y cuando no me pase a mí.

¿Pero cómo voy a vivirlo de otra manera? No tanto por mi compañero de clase, que solo fue el detonante.

Es que desde antes de que me bajara la regla ya recibía mensajes en la misma línea en cualquier anuncio de producto de higiene femenina.

Un catálogo encargado de cubrir cualquier perfume que pueda salirte de la entrepierna y disfrazarlo de un olor químico que teóricamente nos recuerda a rosas.

Compresas empalagosas, geles íntimos mentolados y por supuesto un pubis de menor de edad en el porno, donde no hay un pelo, un pegote de flujo, nada que revele que eso pueda tener identidad odorífera propia y se rompa la fantasía masculina.

La solución a mi problema de autoestima vaginal sé que está en que alguien venga y me diga que todas esas paranoias dan igual.

Que un día me olerá al jabón recién salido de la ducha y otro algo más fuerte por haberme hecho una ruta de 5 kms, que a veces estará sudado, con un minúsculo trozo de papel después de una noche de fiesta y que lo más normal es que lo acepte y no me impida disfrutarlo.

Y ese alguien tengo que ser yo antes que nadie.

Duquesa Doslabios.

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Ni higiénicas ni saludables, la cara B de las duchas vaginales

La primera vez que vi la película La fiesta de las salchichas, tuve que buscar qué clase de objeto era el villano: una ducha vaginal animada.

Y sí, como periodista curiosa, me pudieron las ganas de seguir indagando en lo que era aquella especie de jeringuilla pensada para llenar de líquido la entrepierna.

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Para mi sorpresa, internet me regaló con la búsqueda imágenes de todo tipo de edemas y productos para ‘limpiar’ bien a fondo la zona.

Yo que pensaba, inocente de mí, que la vagina era lo bastante autosuficiente como para limpiarse sola… Resultaba que el capitalismo había encontrado otra cosa más en las que las mujeres debíamos gastar dinero.

Aquel instrumento -a medio camino entre parte de un set de un juego educativo de química y un instrumento de tortura de la Inquisición-, servía para introducir soluciones líquidas en la vagina mediante una especie de pera, con la promesa de dejar las paredes impecables y con buen olor.

Pero además, hay mucha leyenda negra alrededor de este producto. No sirve para prevenir las ETS por mucho que se hagan antes o después de tener sexo. Es más, es la mejor forma de cargarte el pH de la flora vaginal, lo que significa que queda todavía más expuesta.

Tampoco es anticonceptiva, no va a servir para evitar que los espermatozoides sigan su camino por tus entrañas.

Es más, si se usa con regularidad, puede llegar a producir a largo plazo dificultad para quedarse embarazada o incluso embarazos de riesgo.

Y eso sin hablar de las infecciones o irritación vaginal que suelen ser un clásico efecto secundario de este tipo de artículos.

Entonces, ¿qué hacemos con la vagina? ¿Cómo la limpiamos? Pues en la ducha y como limpias otra parte del cuerpo, con agua y jabón en la vulva, dejando que la zona interior siga con su autolavado.

Nos sale arriesgado lo de obsesionarnos con productos con olor para camuflar nuestro perfume propio, cuando es algo natural y, no una señal de falta de higiene.

Duquesa Doslabios.

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El furor por la vela de Gwyneth Paltrow que huele como su vagina o el nuevo fetichismo viral

Hasta hace poco, pensar en el fetichismo era sinónimo de intimidad e incluso, un poco, de secretismo. Formaba parte de aquellas cosas que solo unas pocas personas de nuestro entorno conocían, una de las razones por las que producen tanto morbo.

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Claro que hablo de los tiempos previos a internet, cuando era más conocer los gustos privados más allá de que nos los contaran o los compartiera una amiga.

Las parafilias sexuales han experimentado un cambio, o al menos eso es lo que nos permiten deducir algunas de las últimas modas virales.

Cuando hace unos meses la youtuber Belle Delphine puso a la venta el agua con la que se había bañado, parecía que el colmo del fetichismo había llegado.

La fiebre se desató hasta el punto de que tuvo que pasar de los botes de 250 ml a barreños de varios litros -que llegaron a superar los 10.000 euros-.

El resultado de ambos productos fue idéntico, la británica colgó el cartel virtual de ‘Agotado’ a las pocas horas.

Reticencias morales aparte (vender agua usada con países en sequía no es precisamente el negocio más empático), aquel éxito de ventas mundial hizo que me preguntara qué faltaba por llegar.

Gwyneth Paltrow no tardó en darme la respuesta. Lo próximo serían velas perfumadas cuya fragancia le recordó a su vagina, una anécdota con la que ha dado con la estrategia de ventas más perfecta.

Las ‘velas vaginales’ de la actriz pasarán a la historia de Goop, su web de estilo de vida, como uno de los mayores éxitos.

Cuesta casi 70 euros, pero literalmente, han volado. Muchas de ellas han terminado en tiendas de reventa, donde su precio alcanza los 300 euros.

No solo la estrella ha dado salida a todas las existencias, sino que ha desatado un fenómeno fan-fetichista en el que ha llegado a participar Elton John, quien se ha hecho con varias existencias del producto.

Y por clásica que pueda sonar, me gustaba más cuando los fetichismos eran algo privado y no de dominio público. Para mí, esta sobreexposición consigue quitarle gracia al asunto.

Duquesa Doslabios.

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Si las mujeres hablaran de sus vaginas como los hombres hablan de sus penes

Querid@s,

Los molones de BuzzFeed España han colgado un video muy singular. Si las mujeres hablaran de sus vaginas como los hombres hablan de sus penes, esto es lo que pasaría…

Hoy seré breve y no comentare nada. Dejaré que ustedes lo hagan.

Que follen mucho y mejor

 

Los ejercicios de Kegel también son para ellos

Querid@s,

Los ejercicios de Kegel no son solo cosas de chicas. También son para ellos. Los hombres también pueden sacar tajada de los beneficios de los Ejercicios de Kegel, que como ya bien saben mejoran la fortaleza y la resistencia de los músculos perineales masculinos. Pueden resultar altamente útiles para aquellos caballeros que presenten alguno de estos contratiempos:

  • Problemas para el control de orina
  • Disfunción eréctil
  • Trastornos en la defecación (dificultad para el vaciado e incontinencia fecal)
  • Prolapso rectal
  • Problemas de suelo pélvico tras cirugía de próstata.

Tampoco es necesario que se encuentre en alguna de las tesituras anteriores para poner en marcha su suelo pélvico. Ya saben, más vale prevenir que curar, así que nunca está de más que conozca esta musculatura suya y la ejercite. No en vano puede tener múltiples beneficios sobre su calidad de vida.

Robert Mapplethorpe, Patrice, N.Y.C., 1977, de X Portfolio.

Empezamos…

La principal dificultad de los Ejercicios de Kegel consiste en localizar cuáles son exactamente los musculos que hay que poner a trabajar para poder proceder a su contracción, que es la manera de ejercitarlos. Les doy un par de pistas:

  • Son los músculos que emplea para detener el flujo del pis mientras está orinando.
  • Al contraerlos, será testigo ocular de como el extremo de su pene se eleva ligeramente.
    1. Al principio, costará contraer solo los músculos del suelo pélvico y tenderá a mover también los del abdomen y el culete. Si le ocurre esto, relájese, escuche esta canción y volver a comenzar. Todo es cuestión de práctica.

2. Contraer, relajar y repetir: Una vez tenga localizados los músculos, es hora de ponerse manos a la obra con los Ejercicios de Kegel. Empiece contrayendo los músculos durante 5 segundos, para relajarlos después durante otros 5 segundos. Repita 10 veces seguidas y, tras un descanso de 2 minutos, vuelve a empezar.

3. Frecuencia: Puede repetir esta secuencia 3 veces cada día. No le llevará mucho tiempo. Eso sí, tiene que estar concentrado. A medida que vaya cogiéndole el tranquillo al asunto, vaya incrementando el tiempo hasta llegar a 10 segundos.

4. Posturas: Lo más sencillo es realizar los ejercicios sentado, pero también puede realizarlos de pie o tumbado.

Ejercicios de Kegel: Bueno, bonito y barato

Mediante los ejercicios de Kegel para hombres conseguirá un montón de cosas buenas, bonitas y sobre todo gratis. Entre ellas:

    1. Conocerse más y mejor, lo que le servirá para sacarse más partido a usted y su anatomía.
    2. Aumentar su bienestar físico y emocional. Recuerde Mens sana in corpore sano.
    3. Controlar la eyaculación para que no se corra demasiado deprisa.
    4. Prevenir la prostatitis.
    5. Mejorar sus erecciones: muy importante en el momento de la verdad (es decir, la penetración). Pero sin pasarse.

Preparados, listos, ¡ya!

Que follen mucho y mejor.