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¿Que por qué me gustas?

Querid@s,

Me gustas porque desde el primer instante en que te vi me robaste el pulso, el aliento, hasta la respiración.

Me gusta, me gusta tanto es lo que le decía a esas amigas que son mis socias aquella noche, la del 3 de junio de hace ya muchos años antes de meterme en la boca del lobo. No me aguantaba las ganas y te seguí. De repente  y sin avisar entraste en mi vida como un elefante en una cacharrería. A partir de esa noche en la que te metiste en mi cama, te colaste en mi cabeza y en mi corazón. Estaba tan ilusionada. Me alegrabas el día, las quedadas por la tarde en cualquier bar, los partidos de domingo de liga, las fiestas, las noches, los viajes que hacíamos todos juntos. Oír tu nombre significaba un vuelco en el corazón, pensar en ti me ponía cachonda.

Tenía tantas ganas de ti, de noches contigo, conversaciones contigo. Ganas de ese olor a ti y del sabor de los besos contigo. Acaparaste mis días y mis noches. Alerta y pendiente, buscando tu mirada, tu piel, tus besos, tu boca que me quemaba, tu compañía que me trastornaba. Quedarme contigo esa noche, meterme en tu cama y dormir pegadita a ti. Que no se nos hiciera de día. Rabiosa, tierna y completamente abandonada a ti. Te miraba y me mordía los labios de tanto que me gustabas y me sigues gustando.

Me gustas por dentro y por fuera. Me gustas porque eres guapo. Me gustas tanto que me sacas de quicio. Me gustas por ese amor tan grande que tienes y conservas por tu madre, porque eres un amigo leal, por todos los buenos y bonitos sentimientos que sé que tienes. Me gustas porque eres delicado, ingenuo a veces, porque me provocas ternura y unas enormes ganas de cuidarte, aunque no estés enfermo. Porque eres bueno, porque me excitas, porque renunciaría un poquito a mi libertad por estar cerca de ti, porque me gustaría saber cómo es despertarme a tu lado cada día. Porque a tu lado me siento en paz, porque me dormiría en tus brazos y te observaría toda la noche. Me gustas porque no te escondes, porque nunca pretendes ser lo que no eres. Me gustas porque me gustaría ser tu casa y que tú fueras la mía. Por eso y por muchas otras cosas. Me gustas.

¿En qué pensamos cuando nos masturbamos?

Querid@s,

-¡Tremenda paja me hice ayer pensando en ti mami!decía el whatsapp que hace unos días me envió Toni, mi amiguito cubano.

¡Qué cosas tan bonitas me dice mi negro! Este último mes que llevo viviendo de nuevo en casa con mi santa madre, desgraciadamente no he podido masturbarme todo lo que me pide el cuerpo y hubiera querido. Me falta intimidad, que para esto de la masturbación es bastante necesario. Menos mal que de vez en cuando me voy de picos pardos y solucionado.

A veces, cuando me da por ahí, soy bastante escandalosa, tanto cuando me masturbo como cuando hago el amor. Tampoco me pongo a dar alaridos cual enajenada, pero me gusta hacer ruido, esa es la verdad. Cada vez que ahí, entre mis piernas, siento que un intenso orgasmo está a punto de catapultarme hacia ese lugar del que nunca quiero volver, no puedo evitar alzar la voz y poner el grito en el cielo.

Me gusta la bañera. Confieso que mi lugar preferido para tocarme es la bañera, además de la cama.

Escena submarina de la película Átame

¿En qué pensamos cuando nos masturbamos?

Como es lógico, todos pensamos casi siempre en cochinadas, en gente y situaciones que nos ponen cachondos y nos excitan. Pero, ¿qué situaciones os ponen especialmente burros y burras? ¿Quiénes son esos que hacen que os masturbéis en secreto y en su honor? Hay quienes se tocan pensando en estrellas del porno, en las celebridades, en la vecina, en un desconocido con el que se han cruzado miradas en la calle, en un amigo, en los ex y las ex, en la pareja o incluso en los amigos o las amigas de la pareja. O en esas chicas tan guapas de los posters; ponen música de baño y a darle a la manita.

En un estudio publicado Journal of Sexual Medicine, los participantes indicaron la frecuencia con la que fantaseaban con determinadas situaciones sexuales. Y este es el resultado:

10% fantasean con travestirse
64% ser masturbados por un amigo o amiga
48% ser tocado por una persona desconocida en un espacio público, como por ejemplo el metro
10% fantasean con la lluvia dorada
9% con orinar sobre su pareja
16% con mirar a dos hombres mientras hacen el amor
60% con eyacular sobre su pareja
30% con ser forzado a mantener relaciones sexuales
28% con utilizar un objeto no sexual como complemento erótico
52% mantener relaciones con una mujer de “pechos muy pequeños”

¿Cómo os quedáis? ¿De piedra no? A mí también me sorprende, porque yo como mucho, fantaseo que me acuesto con alguien que me chifla (o varios alguien) y echo un polvo fantástico, pero poco más.

Cuando me masturbo, casi siempre imagino que no soy yo la que me estoy tocando. Fantaseo que son otras manos las que me tocan y pienso en alguien, normalmente del sexo contrario. Me lo monto con un amigo con el que no he tenido nada pero ya me gustaría y que se ha echado novia formal, otras veces pienso en el ligue de turno y otras en un antiguo novio. Recuerdo cuando salíamos y las sábanas olían a él. Cada vez que se quedaba a dormir en casa, lo primero que hacía al regresar del trabajo era masturbarme entre las sábanas que todavía olían a él. Aún hoy en algún lugar entre mi nariz y el cerebro, mi mente sigue conservando el recuerdo de su olor y de nuestros polvos. Muchas noches sólo ese recuerdo me da para volar.

Cisne Negro

En ocasiones ocupan mi mente calenturienta mis amores platónicos de toda la vida, esos chicos que siempre me han gustado, o los que me gustan desde hace poco, y me imagino que me lo monto en plan salvaje en sitios diversos, como en el penthouse de un rascacielos con un ventanal descomunal con vistas a Central Park o en la barra de algún garitazo. A veces pienso que el padre de mis hijos me empotra salvaje y brutalmente contra un enorme espejo en algún baño de lujo y otras que ese chico de Tinder que me gusta más de lo que reconozco me hace un cunnilingus glorioso.

Cuando me masturbo me vienen a la cabeza esos hombres que mojan mis bragas sólo de pensar en ellos y despiertan la leona que hay en mí. Y otras veces cuando me masturbo me monto una película erótico festiva que me vuelvo loca.

Me imagino haciéndolo sobre la mesa del director de la empresa, me emborracho con vino en una bacanal y participo en una orgía, pruebo algo de droga y follo toda la noche, hago el amor con dos hermanos gemelos, me rasuran como a Francesa Neri en ‘Las edades de Lulú’, un amo me hace sumisa, me esposa, me venda los ojos y me atiza con una fusta que no duele demasiado, un joven artista, extranjero y bohemio, me pinta desnuda, le propongo sexo a un apuesto desconocido y me dice que sí, lo hago en un escenario con música en directo y miles de espectadores me miran, hasta practico felaciones a un grupo de hombres uniformados

¿Y vosotros? ¿En quién pensáis mientras os masturbáis?

No olvidéis que alguien, en algún momento, en algún lugar, se masturba pensando en ti.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

Histeria femenina. Y con ella llegó el vibrador

Querid@s,

En mi mesita de noche, silencioso y expectante, descansa mi pequeño pero letal vibrador. Hasta que abro el cajón para darle vida, claro.

Este es un llamamiento a las mujeres que habitan la faz de la tierra, porque tienen ustedes que saber quién ideó este bendito invento. Fue el médico británico Joseph Mortimer Granville, allá por la época victoriana. ¿Sabían ustedes que hasta mediados del siglo XIX existía en la medicina occidental una enfermedad llamada histeria femenina? En el contexto de la época se la denominaba «paroxismo histérico» y cualquier cosita de nada era  más que suficiente para que a una la consideraran histérica: que si no duerme por las noches, que si  pierde el apetito, que si le duele la cabeza.

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Hysteria, Doctor Joseph Mortimer Granville tratando a una paciente

Antes de que el vibrador hiciera su aparición estelar, el tratamiento consistía en que el propio médico acariciaba manualmente a la paciente hasta que alcanzaba el orgasmo, sanando así la histeria. Vamos, que literalmente la masturbaba. El tratamiento masturbatorio finalizaba cuando la mujer llegaba al orgasmo, a lo que se referían como «paroxismo histérico», considerando el deseo sexual femenino reprimido como una enfermedad.

Quizás porque el buen doctor no querría andar todo el día con las manos en la masa (tampoco era lo más ortodoxo médicamente) o porque a su esposa no le haría ni puñetera gracia que se pasará el día otorgando orgasmos a otras (quizás a todas menos a ella) y metiendo los dedos en las vaginas de media ciudad, Granville inventó el primer vibrador a pilas con fines puramente terapéuticos, sustituyendo las manos del médico por una auténtica bomba orgásmica.

Fue en 1870. El nuevo artilugio conseguía que, en menos de diez minutos, las pacientes alcanzaran el orgasmo y se volvieran histéricas.

Hubo entonces que aguardar hasta expectantes hasta finales del siglo para ver como en los balnearios más lujosos de Europa y Estados Unidos, los tratamientos anti histeria con vibradores alcanzaban una popularidad absoluta. No fue hasta 1902 cuando la compañía estadounidense Hamilton Beach lanzó el primer vibrador eléctrico destinado a la venta comercial, convirtiendo al vibrador en el sexto aparato doméstico en ser electrificado. Así fue como este pasatiempo sexual comenzó a venderse como churros y muchas compañías diseñaron sus propios modelos. Las distintas versiones se anunciaban en revistas y catálogos de moda y confección, atiendan, como máquinas de masaje antiestrés. Razón no les faltaba. Una página del catálogo Sears de electrodomésticos de 1918 incluye un vibrador portátil con accesorios, anunciado como “muy útil y satisfactorio para el uso casero«. A ver si lo encuentran entre todas las ayudas para ellas.

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Con el tiempo y una caña la imagen y reputación de los vibradores cambió completamente a mediados del siglo XX. Para bien y para mal, les explico. En 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría por fin declaró oficialmente que la histeria femenina no era una enfermedad legítima, sino un mito obsoleto, carca y anticuado. Por otra parte, los vibradores adquirieron más difusión con un cine porno que comenzaba a mostrar actrices utilizando el vibrador como juguetito para el placer sexual.

Hasta ahora los vibradores se vendían disfrazados con fines terapéuticos, pero se hizo público que el tratamiento para la histeria femenina era básicamente una sesión de masturbación puesto que la enfermedad no existía, y el cine porno mostraban a las actrices porno gozando de la mano de estos artilugios, ratificando el auténtico uso del  vibrador, la gente empezó a ver a los vibradores como objetos de perversión sexual. Acaso ese fue el  motivo por el que desaparecieron de las revistas femeninas, catálogos y estantería de tiendas como Sears, donde se habían exhibido sin vergüenza durante casi medio siglo. Vena sino esta publicidad de 1910.

vibration-is-life

Gracias a la modernización de la sociedad, la revolución tecnológica, al empeño de los fabricantes de juguetes sexuales, hoy en día con estos artilugios una se corre en menos que canta un gallo. Precisamente esta mañana ando más feliz que una perdiz. Aunque hoy he dormido sola, esta mañana he salido folladita de casa. No ha sido en brazos de un hombre, esta vez Ocean, mi vibrador, que es mi insaciable fuente de placer onanista, me ha dado lo mío. ¿Ocean? se preguntarán. Sí, porque el placer con él, junto a él, provocado por él, es infinito. Como el océano.

Que los hombres no se alarmen, no se me echen las manos a la cabeza y aclamen al cielo. Los vibradores pueden ser, si ustedes quieren y se dejan llevar, excelentes aliados para los hombres que se atrevan a innovar.Con o sin vibrador…

Que follen mucho y mejor.