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Culpo a la Covid-19 del fin del primer beso en las citas

Aunque lo ideal sería llegar a casa después de una primera cita con el pulso acelerado o la cabeza repasando detalles como la forma de sus ojos, no en todas las primeras citas hay química.

Pero cuando la hay, el momento que rodea acercarse por primera vez -casi hasta el punto en el que los labios están a punto de tocarse-, es uno de los más memorables.

Para bien o para mal, claro. El primer beso no es solo una interacción física, es un paso decisivo antes del momento de la despedida.

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Un broche que definitivamente puede hacer que se cambie de opinión confirmando que queremos seguir viendo a la otra persona o que, por el contrario, no ha habido suficiente compatibilidad.

Dejarse rodear por un beso no es solo buscar el roce de una lengua en la boca invitada. Es prestarle atención a los detalles que acompañan el momento.

Una mano que trepa por la nuca y acerca más la cabeza, otra que rodea la cintura… Y sobre todo, ponerle voz a esas zonas de contacto tratando de averiguar si es verdad que parece que existe electricidad en los roces.

La facilidad -relativa- con la que antes podías atreverte a iniciar la maniobra de acercamiento, parece ahora impensable. Incluso si sientes que es el momento y el lugar.

Esa señal inequívoca cuando, ya sea en pleno Paseo de la Castellana o bien frente al mar, perdida en la sonrisa visual de la otra persona (esa que solo puedes intuir por las características arrugas de los ojos), empieza a aletear algo en el pecho anticipando lo que, en otras circunstancias, terminaría con un beso inolvidable.

El coronavirus ha robado un sinfín de primeros besos (también de segundos y de terceros).

Y aunque es lo más prudente en estas circunstancias, la falta de conexión física nos deja con la duda de hasta qué punto nos podemos fiar de nuestro criterio cuando llega el momento de decirse adiós.

Y así como nos ha arrebatado la oportunidad de dejarnos llevar como nos gustaría, tenemos la suerte de que no se ha llevado el romance por el camino.

Porque si algo consiguen las citas Covid Free es que te fuerzan a hablar (aunque sea más alejados de lo que nos gustaría) y a buscar formas alternativas de acortar las distancias físicas.

Ahí está el verdadero reto. En besarse sin tocar.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si no volvieran a abrir los prostíbulos que ha cerrado el coronavirus?

Mi última semana de vacaciones termina con un regusto agridulce.

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No tanto por la melancolía tan propia del fin del verano, esa que sigo teniendo la suerte de desconocer por la ilusión que me provoca el nuevo curso.

La sensación era producida por aquellas puertas metálicas cerradas, rodeadas de palmeras, que estaban a pocos metros de la entrada principal del hotel.

Recuerdo que, la primera vez que llegamos, pensé que se trataba de un bar de copas.

El nombre -con letras gigantes plateadas o el toldo oscuro que tanto se usa a la entrada de los pubs-, parecían que aquello o era una discoteca o un local para tomar algo, el clásico sitio donde la música no va a ser estridente y el alcohol no (tan) malo.

Ante la perspectiva de poder hacer ese plan durante la estancia, quise comprobar vía Google si debíamos conocer medidas concretas por la Covid o si, simplemente, lo que íbamos a encontrar dentro era un antro de garrafón y suelo pegajoso.

Las reseñas lo aclararon todo. Aquello era un puticlub.

Y, en los comentarios, los puteros valoraban su experiencia como quien escribe una reseña en Tripadvisor tras probar el menú de un restaurante.

«Chicas muy guapas y cariñosas», «Muy lagartas para lo que pagas», «Mujeres muy hermosas para pasar una noche de una gran compañía. Lo recomiendo»…

Uno tras otro, usando nombres de las propias mujeres del local, o hablando de ellas por su nacionalidad, comparaban, comentaban, recomendaban o desaconsejaban.

Incluso hubo quien afirmaba que mejor ir a esos locales, en vez de a bares, por el físico de las mujeres que, a diferencia de las camareras, según el putero, no eran comparables.

«Chicas con un cuerpo estupendo. Mejor gastar el dinero en un club que en bares donde las camareras te sacan el dinero y no tienen cuerpo», decía.

Lo común en todas las valoraciones es que hablaban de las mujeres con la distancia de quien menciona la decoración del restaurante, reduciendo a seres humanos a meros objetos más del lugar. Solo comparables, por las recesiones, a los platos que se critican en internet.

Personas al nivel de la carne.

Otro, el último en escribir, se quejaba del precio tras gastarse 800 € «en chicas» y no poder pagar casi su alquiler. Anteponiendo un deseo como es el sexual, a la verdadera necesidad de tener un espacio donde vivir.

Durante los días que pasé frente al local, pensaba en ellas. Si tendrían comida suficiente, si podrían descansar, si les estarían tratando bien, si estarían sanas, si se habrían contagiado del virus o de algo peor

Y mi conclusión siempre era la misma. Aquel lugar en el que las mujeres eran una mercancía más, donde no eran tratadas como personas sino como cosas que puntuar, donde no tenían ninguna protección, alternativa o libertad, no debería estar cerrado únicamente por el coronavirus (si es que realmente lo estaba).

Debería cerrarse, tanto ese como el resto de clubs, para siempre.

Duquesa Doslabios.

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Miedo a conocer gente: entre no quedar y la primera cita con mascarilla

Los meses de confinamiento dieron para pensar mucho (que se lo digan a tu ex), pero sobre todo a quienes estábamos en Madrid y Barcelona.

Entre tanta revelación -ha hecho falta una pandemia para que muchos descubrieran los beneficios del yoga-, pronto llegamos a la conclusión de que, tener citas más allá de videollamadas, se antojaba imposible.

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Así que sí, tocó tirar de creatividad montando cenas románticas a través de FaceTime y soñar con los ojos abiertos con aquel punto final del estado de alarma que permitiría volver a salir.

No sabíamos, ni sabemos hasta cuándo nos va a tocar seguir viviendo con el virus, que no para de dar sorpresas (y no de las buenas).

Vale que ya no cae multa por poner el pie en la calle, pero en plena oleada de rebrotes, la vida sentimental sigue estando de capa caída.

Por mucho que nos cueste renunciar a esa parte de la vida, los expertos lo dicen por activa y por pasiva: sigue sin ser recomendable relacionarse. Y sí, eso incluye a tu crush.

Lo cierto es que el virus sigue libre y no hay forma de saber al 100% si la persona con la que estás quedando está infectada. No, ni siquiera aunque te muestre los resultados.

Desde que se hace la prueba hasta que llega el negativo, puede haber contagio. Entonces, ¿cuál es la alternativa? ¿No quedar?

Pues sí, es una de las opciones, aunque es una decisión personal. Al no estar confinados en casa, ha recaído en nosotros el poder de seleccionar a quién vemos.

Así que se puede resumir en que depende de ti.

Pero dentro de que tú decides hasta qué punto quieres arriesgarte, quedando con un desconocido, recuerda llevar siempre la mascarilla, sobre todo si no puedes guardar la distancia de seguridad.

Y también recordar que, hasta que cambie la situación, no nos queda otra que tomárnoslo con actitud positiva.

Duquesa Doslabios.

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¿Relaciones más flexibles? Reflexiones de parejas tras el confinamiento

Hasta hace poco, creía que la mayor prueba de fuego para una pareja era la de vivir juntos (descubrir las respectivas costumbres y que la relación siga, pese a ellas, es todo un reto).

Pero claro, hablo de la era precoronavirus.

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He cambiado de idea y he decidido que el desafío más grande ha sido el de aquellas parejas que han convivido juntas durante confinamiento.

Si ya de por sí el roce hace que en ciertas ocasiones surjan discusiones, lo de estar las 24 horas juntos, sin poder ver a nadie más, ha llevado la paciencia -y las broncas- a otro nivel.

No todo iba a ser malo, por supuesto, soy de las que piensa que, todas aquellas relaciones que hayan sobrevivido, han subido otro escalón.

Los meses aislados en casa han dado para mucho. Redescubrirnos a nosotros mismos, conocer de nuevo al otro y crear una rutina en pareja, cuando la vida social era poco viable, ha sido como crear una nueva relación dentro de la nuestra.

Si la cuarentena nos ha hecho reflexionar sobre la vida, el capitalismo o la política, mirar al otro y analizar de nuevo la relación, también han pasado por ahí.

Y la conclusión, en ciertos casos, no ha sido precisamente la de seguir como antes. Según un estudio realizado por la plataforma Ashley Madison, donde se han encuestado a más de 1.800 usuarios, 1 de cada 5 mujeres (19%) tiene previsto pedir una relación abierta a su pareja.

Como miembros de una sociedad monógama, que esta opción se ponga sobre la mesa, puede ser un shock siempre que una de las dos personas no se encuentre en ese punto.

Pero lo cierto es que salirse de la exclusividad parece ser el siguiente paso que algunos quieren que dé su pareja. También, según el estudio, tener citas y aventuras era la segunda actividad más deseada y esperada.

Nos tocará descubrir si será la vida sentimental para quienes acepten esta nueva forma de amor, capaz de alcanzar en popularidad a las relaciones exclusivas.

Al final, como en cualquier otro tipo de pareja, la sinceridad, la confianza y el cariño seguirán siendo las bases (con el añadido del número extra de miembros).

Duquesa Doslabios.

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Sobre el sexo oral y el coronavirus: ¿es seguro practicarlo o me puedo contagiar?

El lío que tenemos con las fases y lo que podemos hacer en cada una de ellas, solo me parece comparable a las dudas que nos han surgido respecto al sexo.

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¿Podemos volver a hacerlo? ¿Está limitado a parejas estables? ¿Qué posturas son las mejores para evitar el contagio? ¿En serio deberíamos usar mascarilla?

Y la pregunta a la que intentaré darle respuesta hoy: ¿qué hay del sexo oral?

Parece que encontrar una respuesta unánime y avalada por la ciencia, está todavía por llegar, ya que las investigaciones solo han dado comienzo.

Por un lado, el estudio del Hospital Municipal de Shangqiu llegó a encontrar rastros del virus en muestras de semen de pacientes con coronavirus. Por otro, la Universidad de Harvard destacaba el riesgo de las excreciones respiratorias, lo que se traduce en que no podemos descartar que ahora la mascarilla también forme parte de la vida íntima.

Pero ya sabemos cómo es la vida con mascarilla. Al igual que, en cuanto llegamos a la terraza, nos la quitamos para darle un trago a la bebida, podríamos llegar a pensar que es un caso idéntico, ya que también se trata de llevarse algo a la boca.

O incluso de engancharla en el codo a modo de pulsera (los que salís a la calle coincidiendo con runners o gente paseando sabéis a qué me refiero) mientras dure el momento, para luego volver a colocarla sobre la nariz y la boca en cuanto se termine.

Incluso aunque se haga con preservativos, sigue siendo una práctica de alto riesgo.

Por activa y por pasiva nos han repetido que las microgotas que expulsamos al toser (hasta al hablar), son las que poseen más carga vírica.

Imaginemos entonces lo que puede contener nuestra saliva. Al final, por mucho que intentemos hacerlo con cuidado -es decir, salivando lo menos posible-, ¿de verdad podemos evitar que no termine en nuestras manos, en la piel de la otra persona, en el sofá o incluso en las sábanas?

Como me dijo hace unas semanas Ana Lombardía, la práctica más segura actualmente sigue siendo la masturbación a solas.

Así que, por mucho que queramos usar todas las barreras del mundo, mejor que la boca quede fuera del juego.

Duquesa Doslabios.

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La demanda de muñecas sexuales ha crecido, pero no es por lo que piensas

A cada juguete sexual podríamos asignarle un perfil concreto de clientela, con la única excepción del succionador de clítoris, que ha conquistado a mujeres de todas las edades.

SEX DOLL GENIE

Sin embargo, si hablo de los preservativos de sabores o las bolas chinas, es posible que pensemos en grupos de usuarios muy distintos.

Pensar en esa variedad de condones me recuerda a la adolescencia, mientras que las bolas las relaciono con mujeres de la edad de mi madre, que son quienes -por lo que se refiere a mi entorno-, las usan en mayor medida.

Quizás las muñecas sexuales eran otro ejemplo que rápidamente podíamos relacionar con un hombre soltero como cliente medio, especialmente desde que ya conocemos casos de que hay quienes han llegado a casarse con sus muñecas.

Como le ha sucedido al succionador, la venta de las muñecas ha repuntado en la cuarentena. Pero lo sorprendente es que no se ha debido solo a las demandas de la gente soltera. También habrían subido sus ventas gracias a nuevos compradores: parejas.

En el caso de los hombres, parece clara la relación que existe con el estado de alarma. Al ser como una persona, ayuda a pasar de forma más amena la soledad de las semanas del confinamiento.

Es más, una de las firmas que se dedican a este tipo de productos, Sex Doll Genie, lleva semanas anunciando sus muñecas como «La compañera de cuarentena perfecta», con la que tener sexo de una manera segura.

Respecto a las parejas, el motivo parece también claro, ya que experimentar en la relación ha sido también uno de los mejores entretenimientos para que resultara más llevadera la estancia en casa.

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Aunque hay quienes han llegado a hablar de hacer intercambios de pareja, la muñeca sexual habría podido ser un escalón intermedio para volver más excitante la dinámica sexual, saliendo de la rutina, sin llegar a contar con una tercera persona real.

Así que, poco a poco, el estereotipo está cambiando. Ya no es tanto la búsqueda de compañía por personas que quieren evitar la soledad, con discapacidades físicas o aquellas con problemas a la hora de relacionarse, que parecía el único nicho de mercado de este producto.

La curiosidad que está llevando a las parejas a probar las muñecas, por primera vez, quizás sea el paso definitivo para que sean consideradas como cualquier otro juguete, por mucha forma humana que tengan.

Duquesa Doslabios.

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Videollamadas y pobreza, así ha afectado el coronavirus a la prostitución

Cuando digo que el estado de alarma ha afectado al sexo, no puedo obviar el de pago.

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Si pensaba que las medidas en contra de los desplazamientos, como las amonestaciones, podrían frenar el que es uno de los negocios más populares en España, estaba muy equivocada.

Ha sido algo que me ha confirmado una de las propias mujeres que se dedica a ejercer la prostitución. Es ella quien me cuenta que, por mucho que en los meses de marzo y abril disminuyera el número de clientes, alguno seguía acudiendo infringiendo las normas.

Ante eso, las videollamadas fueron las que suplieron las demandas de quienes buscaban sexo sin tener que salir de casa, esos que no querían jugársela.

¿El precio? Entre 20 y 30 euros que muchas iban juntando para el alquiler. Ya que, como ella misma me confirma: «Nunca dejaron de cobrarnos el alquiler por semana, por habitación…».

«Iba al supermercado con 10 o 20 euros a comprar comida para un par de días», me cuenta recordando que, aunque haya quienes consideren esto una profesión, quienes la ejercen (mujeres en su mayoría) no tienen ningún tipo de protección.

Ni bajas por salud en el caso de que se contagiaran, ni un ERTE que les permitiera un ingreso mínimo.

El miedo a las multas estaba ahí, aunque no a todos les preocupaba por igual. Como ella misma me confirma: “Siempre buscan sexo. Para un putero es muy importante, como una necesidad, por eso pagan”.

Ni la pandemia mundial que ha dejado miles de víctimas era un freno a la hora de conseguir satisfacer sus deseos.

«Me llamaban y decían que no tenían miedo, que les parecía una exageración lo este virus, que en todo caso el miedo era al VIH».

Los cambios de fase han conseguido que vuelva a subir la demanda: «Este mes de mayo ha repuntado. Ya casi no hay videollamadas y vienen en persona«, afirma ella.

Pero, por mucho que pueda continuar ejerciendo bajo el paraguas de la ‘Nueva normalidad’, seguirá formando parte de un sector de la población vulnerable, expuesto a esta pandemia y a cualquier otra circunstancia, sin más alternativa que dedicarse a esto hasta que aguante el cuerpo.

¿En qué fase de la desescalada toca ayudarles con sus problemas y defender sus derechos?

Duquesa Doslabios.

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El paseo de las 20:00, la nueva revolución sexual

La canción de La Casa Azul se reproduce automáticamente en mi cabeza cuando se acerca el momento de dar el paseo de la tarde (de siempre soy más de atardeceres).

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Uno de los versos –«Tú, que anticipabas un futuro catastrófico, hoy pronosticas la revolución sexual»-, es el que me parece el ejemplo perfecto para la nueva fase de desescalada aprobada por el Gobierno, la que nos permite salir a la calle a andar unas horas al día.

Yo misma tuve dudas de qué ponerme para salir a andar. Las zapatillas de cordones, comodidad ante todo, estaban más que aseguradas.

Pero mentiría si os dijera que, por encima de la crema solar, no iba un poco de colorete.

En medio de mi crisis de armario, una de mis amigas comentaba por videollamada que ella iba a vestirse bien por si ligaba, aunque fuera en la distancia.

Si algo nos unía a las dos, con y sin pareja, era las ganas de salir con nuestro mejor aspecto, de vernos bien, lo que consigue extenderse a nuestro ánimo.

Por mi barrio pasaba algo parecido. Además de cruzarme con otras vecinas también arregladas, las altas dosis de colonia también llamaban la atención.

Era como si nos hubiéramos puesto de acuerdo en acicalarnos, como si indirectamente, todos los sentidos que nos captaran, nuestros y ajenos, registraran el mensaje de «Aquí estoy yo».

Al final, con todo lo que hemos pasado, encontrar las ganas de seguir adelante, es una forma también de sobrevivir.

Y sí, eso incluye querer ligar. Tener ganas de conocer a alguien, de gustar y que te gusten aunque sea andando a un metro de distancia, de cruzar miradas atravesando el paso de cebra o, lo más sencillo, viéndote el reflejo en un escaparate y pensar que tienes un aspecto increíble, son pequeñas victorias.

No solo vivimos de harina, levadura, Netflix y libros. La ilusión, sobre todo la que sentimos hacia nosotros mismos, hay que alimentarla.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si la cuarentena es la oportunidad de tener sexo durante el teletrabajo?

Algo tiene el lugar de trabajo para que se haya convertido en uno de los sitios más frecuentes en la clasificación de fantasías sexuales.

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La mezcla entre que es un espacio ‘prohibido’ (a nadie le apetece jugarse el sueldo por un momento de pasión) y la cantidad de horas que pasamos en él, en las que es inevitable pasar algún momento de mayor excitación, le da ese punto de morbo.

Y aunque es difícil cumplir esa fantasía en la mayoría de profesiones (aunque todos conocemos de primera mano alguna excepción), lo cierto es que el teletrabajo se ha convertido en la mejor oportunidad para quienes la tenían pendiente.

Ya no hace falta imaginar qué haríamos si estuviéramos a solas con esa persona cerca de la impresora o en los baños de la oficina.

Desde que hacemos las tareas en nuestra propia casa, es más que posible encontrar el momento para tachar la fantasía de la lista.

Puede que el morbo de hacerlo en la oficina no sea igual, pero al final consiste en incluir el sexo en la jornada laboral. Lo que no quiere decir que dejemos el trabajo en un segundo plano.

En todo caso, quienes se animen a probarlo tendrán que planificarlo de manera que no afecte de forma negativa.

Aquellos con trabajo autónomo lo tendrán mucho más fácil a la hora de organizarse. Para los demás, recomiendo buscar alguna hora en la que la cantidad de trabajo sea menor para que, en ningún caso, el sexo disminuya el rendimiento, todo lo contrario.

También puede sustituir a las pausas del café como moneda de cambio. Ese momento de desfogue va a ser mucho más estimulante. Además, volverás a tu puesto con mejor humor y las energías al máximo.

Por último, recordar que es mejor dejarlo para otro día si tienes una reunión programada. Ya son demasiadas videollamadas de trabajo que han terminado convirtiéndose en virales porque a alguien se le olvidó la ropa o apagar la cámara cuando iba al baño.

Duquesa Doslabios.

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El futuro de las relaciones: sexo, citas y amor después del coronavirus

La sed y el hambre son dos de las cosas más difíciles de soportar. Y, estando aislados en casa, hemos llegado a la conclusión de que el contacto humano podría ir detrás de ellas.

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Se habla de la vuelta a la ‘normalidad’, de cómo será salir a la calle, movernos en transporte público, viajar…

Pero, ¿qué va a pasar con la desescalada a nivel emocional?

Esta experiencia nos dejará marcados y no sabemos hasta cuando. Por lo pronto, habrá que despedirse del roce en una cita.

Y eso que, como comunidad, tocarnos es casi fundamental para relacionarnos. Nos hace sentir confiados, conectados como parte de algo y nos ayuda a despedirnos del estrés.

Estar cómodos en la intimidad podría cambiar. Por mucho que en un futuro haya una vacuna, después de las imágenes que hemos visto, los síntomas que conocemos de primera mano y familiares que hemos perdido en estas circunstancias, ¿quién no se lo pensará dos veces antes de cogerse de las manos? ¿Quién no dudaría antes de acercarse a dar un primer beso?

El amor no desaparecerá, pero nos lo pensaremos dos veces.

Aguantando semana tras semana en casa, el sexo ha quedado fuera de carta. En su lugar, hay barra libre de aplicaciones para ligar.

Incluso en estas circunstancias, se ha encontrado una vía de seguir avanzando: hablar. Las videollamadas, chats interminables o citas virtuales lanzan un alentador mensaje: el punto fuerte es tener una buena conversación.

Y si antes no había pie a una segunda oportunidad -teníamos tantas opciones que, ¿quién querría esforzarse en conocer más a fondo si había la mínima duda?-, ahora no nos atrevemos a descartar con tanta facilidad.

O incluso a la hora de volver a retomar contacto con esa antigua pareja a la que, obra de la cuarentena, hay quien se arrepiente de haber dejado escapar.

Duquesa Doslabios.

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