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Esto es lo peor que puedes hacer si ella tarda en llegar al orgasmo

«Venga, córrete ya» es de las frases más chocantes que, como mujer, me han tocado escuchar.

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Sí, comparte las primeras posiciones de la lista junto al «¿No estarás en esos días del mes?» o «¿Cuándo tienes pensado casarte?», otras de las más clásicas que te toca aguantar a menudo a lo largo de la vida.

Aunque claro, estas dos últimas suelen decirse mientras llevas ropa puesta y no estás teniendo sexo, que es cuando puede surgir la primera.

De entre todas las cosas que pueden sacarme mentalmente del momento íntimo -entre las que incluyo el pitido del lavavajillas cuando ha terminado el programa, que suene el timbre o que mi madre me conteste un WhatsApp-, la urgencia de tu acompañante por tu orgasmo, es casi la peor.

No es ya solo que pierda la concentración sexual, es que, por lo general, esa frase viene acompañada de mucho más.

Cuando hace acto de presencia no es al principio (sería un poco absurdo -y aún menos habitual- esperar un orgasmo en los primeros minutos), más bien al rato de estar en plena acción.

Por un lado, entiendo a la perfección el deseo de la otra persona, que tiene interés en que los dos sientan placer llegando a alcanzar el clímax, aunque sea en momentos diferentes.

Pero para nosotras, ese tipo de prisas no son buenas. Más que nada porque no desencadenan una respuesta positiva potenciando la excitación, todo lo contrario.

Cuando te toca escuchar que a ver si te corres, que estás tardando mucho o que si todo va bien porque no has llegado todavía, en tu cabeza se filtra la idea de que estás fracasando como amante y aburriendo a tu acompañante.

Y lo cierto es que, para empezar, nuestro orgasmo es diferente del de los hombres (si quieres profundizar, te recomiendo este artículo).

Tampoco nos podemos olvidar que, a nivel excitación, en cuanto perdemos un poco el hilo, nos toca empezar de cero.

Que las películas porno muestren unos maxiorgasmos femeninos solo con la penetración, no es de gran ayuda. La mayoría de nosotras solo llegamos a alcanzarlo mediante la estimulación directa del clítoris.

Es decir, da igual que estés 45 minutos con una postura de ‘misionero’ digna del kamasutra si el clítoris no está siendo alcanzado.

¿Concusión? Paciencia y, en todo caso, preguntar más que imponer.

Si tienes dudas de si lo estás haciendo bien o si estás yendo por el buen camino, es tan sencillo como cerciorarse con un simple «¿te gusta así?» o un «¿cómo te gustaría que hiciera?».

Duquesa Doslabios.

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Toda una vida sin punto G

Cada poco tiempo salen nuevas noticias del punto G: «Qué es y dónde encontrarlo», «Las cosas que no sabías de él» o «¿Cómo afecta el tamaño a la hora de estimularlo?».

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Esa obsesión silenciosa por dar con botón del placer lleva dando vueltas desde los 80, cuando se afirmó que existía esa zona erógena. El problema es la expectación que se ha desarrollado a su alrededor.

Mi parte favorita del debate es que ahora los expertos se plantean si eso del orgasmo vaginal no será más bien un mito, ya que no se ha podido demostrar hasta el momento.

Más allá de las investigaciones, casi parece que, siendo mujer, si todavía no te lo has encontrado, has fracasado en la relación con tu vagina.

Lo mismo que si nunca has tenido un orgasmo acompañado de squirt o eyaculación femenina.

Sinceramente, dar con mi punto G no es algo que me haya producido curiosidad. Supongo que será porque, vía externa, tengo orgasmos tan buenos como para no echar nada en falta.

Quizás le estamos demasiada importancia cuando lo cierto es que no necesitamos emprender la odisea de dar con puntos secretos inalcanzables.

¿No es mejor entender qué es lo que sí nos funciona más que en pasarnos toda la vida agobiadas por encontrar algo que ni siquiera tenemos la certeza de que exista?

Que para tener mejor sexo igual nos saldría a cuenta olvidarnos del punto G y centrarnos en lo que sabemos que desencadena el clímax, como el clítoris, por ejemplo.

Duquesa Doslabios.

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2019, el año de la masturbación femenina

Puede que Meghan Markle haya sido la mujer más influyente del año, pero si hay algo por lo que recordaremos también este 2019 es por el boum de la masturbación femenina. Y sí, acabo de incluir a la duquesa de Sussex y al onanismo en la misma frase.

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(Por cierto, acabo de hacerme Instagram para que podamos tener contacto más directo. Mi idea es empezar a usarlo regularmente y poder compartir incluso directos para que rompamos un poco el hielo.)

Volviendo a 2019 y el sexo, hasta hace relativamente poco, el tema de que las chicas nos tocamos seguía pareciendo algo casi bochornoso (¿a quién no le han hecho un poco de vergüenza en el colegio gritando que se hace dedos?).

Pero este año ha sucedido algo maravilloso. El succionador de clítoris ha llegado a nuestras vidas. Y, orgasmos aparte, ha sido un fenómeno.

Ha llegado de la conversación en el Metro con tu compañera de trabajo al grupo de amigas de Whatsapp. Ha llegado a esa obra de teatro de Madrid e incluso a la política gracias a los memes de Albert Rivera sujetando el Satisfyer.

Ha logrado lo que pocos juguetes antes, trascender de la cama y convertirse en un producto de masas. Así como no todas tenemos plancha de pelo porque nos falta interés por tenerla, ¿podríamos decir lo mismo del estimulador?

El propio Christian, portavoz de la tienda erótica Amantis me comentaba lo fuerte que había calado. No solo me afirmó que había sido el juguete más vendido de los últimos meses, sino que no recordaba un furor así desde hacía años.

Y, lo más curioso. ¿Sabéis desde cuándo? Principios de los 2000, cuando en uno de los episodios de ‘Sexo en Nueva York’ Samantha compartió una de sus posesiones más preciadas, su juguete sexual.

Que en aquella ocasión el artículo se convirtiera en el superventas siendo solo superado por el succionador, deja claras dos cosas. Una, que las mujeres también tenemos deseo sexual (y mucho). Y, en segundo lugar, que no tenemos ningún problema en hacernos responsables de nuestra propia satisfacción.

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Hola, Instagram. Hemos venido a jugar.

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Algo que desmonta el mito de que, para nosotras, el sexo no tiene la misma importancia, de que nuestras apetencias sexuales son menores o que los hombres son los únicos que necesitan satisfacer su deseo (que se lo digan a las constantemente recargadas baterías de los juguetes).

Hemos llegado al punto de encumbrarlos tal y como ha averiguado TENGA, empresa especializada en juguetes innovadores. En su último estudio han averiguado que el 44% de las mujeres aseguran que masturbarse con un juguete sexual es una experiencia indescriptible.

Más del 40% consideran una experiencia excepcional practicar sexo con uno de ellos y el 61% se sentirían cómodas recibiendo un masturbador como regalo por parte de su pareja.

Para 2020, no hace falta volver a batir récord con otro revolucionario producto. Basta con que sigamos por el camino de empoderar, ya sea con la mano, un juguete o en pareja, nuestro placer.

Duquesa Doslabios.

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¿Lo más importante es la penetración? Según un estudio, los preliminares no están de acuerdo

En la cama cometo varios errores, de eso estoy segura. Pero uno de los que más he tardado en darme cuenta ha sido del error de los preliminares.

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No porque se me resista la técnica, sino porque, hasta hace relativamente poco, formaba parte de ese grupo que consideraba que no eran más que una práctica de segunda categoría.

Una manera de preparar el terreno de juego, y nada más lejos. Mi experiencia sexual me ha ido poniendo en mi sitio, y si algo he sacado en claro es que era precisamente en ese momento, cuando mis posibilidades de tener un orgasmo se multiplicaban.

Me toca entonar el mea culpa, pero al mismo tiempo señalar que, cómo no iba a tener esa idea del sexo, y, sobre todo, esa manía de considerarlos parte del calentamiento, si nadie me había enseñado lo contrario.

En las series o películas con escenas subidas de tono, lo realmente importante y urgente era la penetración. Todo lo demás o salía en una menor medida o ni hacía acto de presencia.

Lo que construye, poco a poco, la presión social de que, pase lo que pase, hagas lo que hagas, si no entra, no cuenta.

No fui solo yo quien hizo este descubrimiento, era algo que entre amigas no era un secreto, ya sabíamos cuál era nuestra parte favorita.

Ni somos rara avis ni somos las únicas.

Un último estudio al respecto, realizado este año por Bijoux Indiscrets, tienda erótica, ha averiguado que somos un 66,8% los que preferimos la masturbación o el sexo oral, frente al 6,59% que prefiere la penetración.

El 26,54% restante elige los besos y las caricias.

¿La conclusión que podemos sacar entonces de esa idea de los preliminares? Pues como afirma Elsa Viegas cofundadora de la marca encargada del estudio: «Excluye la sexualidad de muchas personas. Tanto hombres como mujeres consideran que estas prácticas están llenas de placer y por lo tanto forman parte del sexo».

Al darles ese nombre, ya estamos condicionando que se tratan de un paso anterior a lo realmente importante, cuando la realidad es que son igual de válidas y de protagonistas.

Es una tara social que nos toca asumir como parte de la falocracia, mediante la cual el hombre es más importante en todos los ámbitos, lo que se traduce en el sexo a que todo gira alrededor de la penetración.

El estudio no hace más que probar que es un pensamiento que ha quedado antiguado. Llega el momento de desaprenderlo y aprender a tener sexo de nuevo.

Un cambio que tiene que empezar por nuestra manera de pensar para que se vea después en el comportamiento en la cama.

Duquesa Doslabios.

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Desde que soy feminista no he vuelto a fingir orgasmos

Al feminismo puedo achacarle varios cambios en mi vida. Que cada vez me resista más a que solo las mujeres de mi familia nos levantemos a recoger la mesa, que haya pasado de apreciar a criticar la galantería o incluso que cada vez me resulte más difícil encontrar una película en Netflix (si no hay al menos una mujer protagonista, no la veo).

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Pero el mayor logro del feminismo es que ha conseguido romper mi insana relación con los orgasmos falsos.

Empiezo por el principio. Cuando empecé a tener sexo -que en esa época, y fruto de un adoctrinamiento de películas románticas y canciones pop, no era otra cosa en mi mente más que ‘hacer el amor’-, algo no iba bien conmigo.

Lo que conseguía en casa sola, orgasmos dignos de anuncio de champú, no aparecía cuando compartía las sábanas. Y claro, aquello era frustrante para ambos.

No conseguía explicarme por qué él en 15 minutos había llegado al orgasmo y yo solo sentía que tenía ganas de más. En ese momento, tocarme el clítoris estaba casi prohibido.

En primer lugar porque lo consideraba algo íntimo mío y, en segundo, porque cuando hacía el amago, el novio de ese momento se sentía ofendido, ya que le parecía que su ejecución no era suficiente.

Así que, con esa mezcla entre vergüenza por confesar que la penetración ‘ni fu ni fa’ y el miedo de ofender a mi acompañante, me quedó claro pronto que no había nada como una exageración para salir del paso.

Puede que mi performance no tuviera recompensa orgásmica, pero tenía otras como acabar pronto para seguir haciendo otras cosas y que la autoestima de él siguiera por las nubes.

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O al menos, hasta que llegó el feminismo a mi vida. Fue lo que me enseñó que investigar mi placer a fondo y a conocer mi comando de arranque de motores, despegue y alunizaje.

Y en ese camino de autodescubrimiento llegué a la conclusión de mi vida (sexual), soy clitoriana y es lo más normal del mundo.

Fue como si se me hubiera quitado el mayor de los pesos de encima. ¡No pasaba nada raro conmigo ni con la mayoría de las mujeres!

Pero, ¿cómo aplicar mi descubrimiento en la intimidad? Metiéndome mano o pidiendo que la metieran. El feminismo me ayudó a hablar, a decir en alto «esto me gusta así y esto asá».

No fue hasta ese momento que entendí que tenía el mismo derecho de correrme a gusto que mi acompañante, y que si no lo conseguía, no iba a fingirlo para hacerle sentir mejor.

El orgasmo debe ser como una relación, sincero. Puede que me costara unos años comprender que el ego ajeno no pesaba más que mi placer, que mi cuerpo funcionaba correctamente y que solo necesitaba que se activara, o que si no lo sentía, y no llegaba a correrme, no tenía por qué ofender a nadie.

Duquesa Doslabios.

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De ‘te va a ceder la vagina’ a ‘pierdes sensibilidad’, desmontamos mitos de los juguetes sexuales

De pequeña iba a un colegio de monjas y la masturbación estaba prohibida con una ristra de padrenuestros y avemarías. Que si te puedes quedar ciega, te van a salir granos…

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Cualquier historia de terror relacionada con el autoplacer era suficiente para hacer que mi mano se lo pensara dos veces antes de bajar a las profundidades de mis bragas.

Por suerte, la curiosidad y un despertar sexual adolescente le ganaron la batalla a los discursos fantasiosos.

Años después encuentro que tocarse, descubrirse y dedicarse a la buena labor de la búsqueda del placer femenino sigue estando rodeada de mitos, como si la vagina fuera una reliquia egipcia recién descubierta.

Afortunadamente, cuento con la ayuda de Ana Lombardía, psicóloga y sexóloga (podéis encontrarla en la web Sexo en la piel) para desmentir las historias que circulan.

En su opinión, el placer femenino siempre ha sido un tabú. «Hasta hace relativamente poco tiempo, el placer de la mujer ni siquiera existía», dice Ana.

«El hecho de que ahora no solo tengamos placer, sino que además usemos juguetes para estimularnos y que seamos dueñas de nuestra excitación y de nuestros orgasmos, resulta revolucionario e, incluso, amenazador para algunos sectores de la población», afirma la psicóloga.

¿Nuestras armas para luchar contra la desinformación? «La educación. Informar a la población, educar sobre el placer y naturalizar la sexualidad son las mejores herramientas con las que contamos para que, de una vez por todas, la sexualidad de la mujer deje de ser un tabú«, declara antes de desmentir algunas de las leyendas más extendidas.

Si usas vibradores te va a ceder la vagina y no vas a sentir a tu pareja
«El usar juguetes eróticos, aunque sean dildos (juguetes con forma cilíndrica/fálica para introducir en la vagina), no significa, ni mucho menos, que la vagina te vaya a dar de si. La vagina es elástica y se adapta al tamaño del objeto que le introduzcamos; al sacarlo, la vagina vuelve a su tamaño original», declara Ana.

La vibración puede hacer que la vagina pierda sensibilidad
«Uno de los riesgos que tiene el uso de los vibradores es que, si te acostumbras a usarlos de manera frecuente para masturbarte, puedes habituarte a su uso. Los vibradores ofrecen una estimulación muy potente de los genitales; tanto, que ni tus manos, las de tu pareja o una boca pueden alcanzar», afirma la psicóloga y sexóloga. «Si te acostumbras a la potencia de la vibración, en algunos casos, la estimulación sin ellos se te puede quedar corta y, por tanto, tener dificultades para excitarte y/o llegar al orgasmo». ¿La solución? Al alcance de la mano literalmente. «Es importante intercalar el uso de los vibradores con la estimulación manual. Masturbarse usando los dedos y las manos, ya sean los propios o los de la pareja, al menos con la misma regularidad con la que lo hacemos con los vibradores. De ese modo, combatimos la habituación y no nos olvidamos de disfrutar del contacto de la piel», dice Ana.

Usar juguetes sexuales en privado hará que pierdas el deseo sexual con tu pareja
«No tiene por qué hacer que se pierda el deseo sexual hacia la pareja. Mantener una vida sexual activa y satisfactoria de forma individual es muy saludable y puede, incluso, hacer que nuestro deseo sexual aumente. Este aumento del deseo sexual puede ser tanto de forma general, como el deseo hacia nuestra pareja», afirma Ana. «Las únicas veces en las que el deseo sexual hacia la pareja puede disminuir por el uso de juguetes eróticos es si nos habituamos a su uso, y luego tenemos dificultades para excitarnos o llegar al orgasmo sin ellos. Esto puede hacer que los encuentros sexuales en pareja no sean tan satisfactorios y, por tanto, no sintamos tanto deseo no tanto hacia nuestra pareja, sino hacia el sexo sin vibradores».

Los juguetes sexuales son para pervertidas que no tienen una vida sexual plena
«Usarlos no significa que tengamos alguna carencia en nuestra vida sexual ¡ni mucho menos! Está extendido el mito que los juguetes se usan si ‘te falta algo’ en tu vida sexual de pareja. Nada más alejado de la realidad. El uso de juguetes eróticos no es más que un complemento a la vida sexual, ya sea a solas o en pareja. Es más, el hecho de usar juguetería erótica puede contribuir a que tengamos una vida sexual más plena y rica», declara la psicóloga y sexóloga.

Un vibrador no tiene cabida en un coito
«Los vibradores y el resto de juguetes eróticos tienen cabida en todas las prácticas sexuales. En el caso concreto del coito, podemos usar un vibrador para estimular el clítoris mientras el pene está dentro de la vagina», confirma Ana. Sin embargo, no es el único complemento que resalta. «También existe un tipo de juguete erótico que está pensado exclusivamente para usar durante la penetración: este juguete estimula el clítoris y, además, tiene un extremo que se introduce en la vagina a la vez que el pene, aumentando la presión que ejerce la vagina sobre este».

Duquesa Doslabios.

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Juguetes pequeños pero matones, las máquinas de orgasmos para el clítoris

Pensar en un juguete sexual femenino tiene una respuesta automática en nuestro cerebro: un brillante y gigantesco dildo. Son tan vistosos, popularizados por las películas de cine X y por qué no, provocativos, que es hasta normal que sean los primeros en venir a la mente.

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Sin embargo, su fama no está tan merecida como pensamos y pisan mucho más fuerte los que estimulan el clítoris. En tan solo unos pocos milímetros cuadrados reunimos más de 8.000 terminaciones nerviosas (el doble que el glande), por lo que resulta mucho más lógico que los fabricantes de juguetes cada vez ofrezcan más variedad en artículos ideados para esa parte del cuerpo.

Mucho más discretos, quizás no son a los que antes se van los ojos cuando se entra en un sex shop. De hecho, es hasta probable que tengas que preguntar por ellos o que no los identifiques a primera vista. Pero, entre nosotras, la que lo prueba repite.

Los productos que estimulan el clítoris son varios. Por supuesto siempre puedes usar los vibradores al uso, aunque al ser tan grandes no resultan tan ergonómicos como los que han sido diseñados específicamente para estimular la zona (y pueden llegar a ser un poco engorrosos).

Una versión reducida de estos juguetes son los estimuladores pequeños tipo bala, unos productos que, si para iniciarse en el mundillo no están mal -son muy prácticos por el tamaño, que no llega a superar a un tampón-, no tienen excesiva potencia.

En segundo lugar, están los modelos algo más grandes, cuyo motor tiene más potencia vibratoria (no nos vamos a engañar) y, por tanto, suelen tener mejor resultado en cuanto a placer.

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Los anillos vibradores, que, como su nombre indica, forman parte de esta categoría, son en mi opinión los menos prácticos. Ya que aquellos que se usan en pareja para colocar alrededor del pene terminan sin ser de mucha ayuda, ya que solo alcanzan la zona de manera intermitente.

Mis últimos descubrimientos, y algunas de las novedades en el mundillo ya de paso, son los más interesantes: los succionadores de clítoris. Con forma de trompa o, directamente, con una abertura, producen sensaciones que pueden recordar a cuando nos practican sexo oral. Y además te garantizan alcanzar el orgasmo rapidísimo (perfecto para mujeres con prisa).

También ocupan un lugar destacable los que estimulan de maneras alternativas mediante ondas, una vibración que afecta también a la parte interna del clítoris.

Saber cuál es el que mejor funciona para cada mujer es muy personal, y, como ves, las opciones son bastantes. Mi recomendación está clara: hay que probar, probar y probar.

Solo experimentando en carne propia nos conocemos y somos capaces de saber cuál es el que mejor encaja con nuestros gustos o el que más se amolda a nuestro estilo de vida.

Y en cuanto des con el perfecto, cuéntaselo a tus amigas, claro. Compartir es vivir.

Duquesa Doslabios.

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Mayo, con M de ‘masturbación femenina’

Mayo es conocido por muchas cosas: la gala del Museo Metropolitano de Arte, el Festival de Cannes… Pero hay una celebración a lo largo de todo el mes que hace que sea especialmente significativo para nosotras: es el mes de la masturbación femenina.

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Que exista esta especie de reconocimiento es importante por varias razones. En primer lugar porque es una manera de visibilizarla.

La masturbación femenina existe, sucede, y, en algún lugar del mundo, en este preciso momento, hay una alcanzando el orgasmo por si misma. Las mujeres tenemos deseo sexual, nos tocamos y disfrutamos haciéndolo. Somos libres de relacionarnos con nuestro cuerpo de una manera erótica.

En segundo lugar, dedicarle un mes pretende hacer hincapié en que se pierda ese significado negativo. Un tabú que comenzó con la represión de la Iglesia católica, gran encargada de etiquetar todo lo relativo a las mujeres como prohibido, y que consiguió que incluso se llegara a ver como poco deseables las prácticas como la equitación o montar en bicicleta por los roces.

Han pasado décadas desde la liberación sexual, pero sigue vigente esa vergüenza tan de patio de colegio donde enseguida te señalan cuando el listo de turno sale con el «te haces dedos». Mientras que, en la adolescencia, las pajas masculinas son casi la conversación cotidiana de cada día.

Por mucho que hayamos avanzado, la masturbación femenina todavía sigue siendo un misterio, o quizás, más que un misterio, algo mal enseñado. Con esas fantasías tan de película de que necesitamos introducirnos todo tipo de objetos por los orificios para encontrar el placer.

He tenido más orgasmos con la yema de un dedo (hábilmente colocada sobre el clítoris, por supuesto) que con todos los penes que han pasado por mi camino.

Lo bueno de este mes es que nos recuerda que, en la masturbación, todo vale (como en el amor). Cualquier tipo de estímulo, de lectura, de imagen o de juguete puede ser desencadenante de placer. La imaginación es el límite.

Los beneficios de la masturbación son unos cuantos (podéis informaros más a fondo aquí), pero el principal es que es una manera de conocer nuestro cuerpo, de saber cómo funcionamos. También es una forma sana y natural de querernos, de relajarnos y de responsabilizarnos de nuestro placer, que es algo que, antes que de nadie, depende de nosotras.

Duquesa Doslabios.

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Un paseo por la librería de orgasmos

Piensa en un orgasmo. Ahora. Así. De repente.

Piensa en un orgasmo este martes por la mañana mientras me lees en el ordenador de la oficina o en el trayecto que haces en el metro para ir a la universidad.

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¿Cómo es? Déjame adivinar o describirte cómo suena en mí cabeza. Seguro que es estruendoso, rítmico, alto, exagerado… Esa es la palabra clave, exagerado.

Realmente existe un mundo de diferencia entre los orgasmos que nos imaginamos y aquellos que son auténticos al 100%.

Podría parecer que solo consideramos que es orgasmo si es alto, lacerante, ostentoso, con unos gemidos que superen el nivel de decibelios permitidos en la comunidad de vecinos. Y con grandes frases de por medio como «Oh sí», «Más, más», «Dios», «Joder» o cualquier tipo de improperios.

Si no ejecutas toda la performance de sonidos, expresiones y vibraciones guturales, es probable que más de uno te pregunte si te has corrido. Porque claro, ¿cómo va a saberlo si te has limitado a contraer el gesto en absoluto silencio?

Pero no solo de gemidos altos se retroalimenta el orgasmo. Y es algo que descubrí alejándome del porno en la Librería de Orgasmos. Un proyecto de Bijoux Indiscrets que reúne sonidos reales grabados desde el anonimato y representan las diferentes sinfonías que se pueden escuchar en pleno clímax.

Oirás desde jadeos, respiraciones aceleradas o murmullos a suaves resoplidos, pero alejados de aquellas exageradas muestras de placer. Pero entonces, ¿por qué nos resulta más familiar el otro tipo de orgasmo?

Como sociedad en la que el placer masculino lleva años ganándonos por goleada en cuanto a peso, los productos a su disponibilidad (cine, series…) estaban destinados a estimular a ese público al que había que tener satisfecho.

Librería de Orgasmos, Bijoux Indiscrets

De hecho, es tal la importancia del orgasmo que ya hemos hablado de que la mayoría de nosotras los hemos fingido alguna vez a modo de ‘premio’ para que la otra persona se sintiera satisfecha y pudiéramos pasar a otra cosa.

Sin embargo, y aunque claro que puede haber personas que hagan de sus orgasmos auténticas interpretaciones, esa pompa no es otra cosa más que parte de la escena, de la ilusión, de la película, igual que las luces, el maquillaje o la lencería de encaje del vestuario.

Así que hoy, y aprovechando que mañana es festivo, os invito a que, como yo, os deis un paseo por la Librería de los Orgasmos (con cascos si estáis acompañados) y descubráis cómo suenan realmente:

Duquesa Doslabios.

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Mujeres ‘millennials’: doble de sexo, mitad de orgasmos

Como millennial estoy un poco cansada de la generación que me ha tocado. Somos los mejor formados pero con peor futuro, los que empezamos a padecer depresiones sin llegar a los 30 por la situación económica, los que no podemos irnos de casa por el precio de los alquileres y, encima, los que tenemos menos sexo que nuestros padres.

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En la carrera de fondo por seguir descubriendo los hábitos de la generación Y, un nuevo estudio arroja más luz sobre nuestras costumbres sexuales. Ahora resulta que no, que no follamos menos. De hecho, tenemos el doble de sexo que nuestros mayores, sí. Pero si analizamos a las mujeres que llegan al clímax, en vez de multiplicarse, se dividen, dejándonos como resultado la mitad de orgasmos que aquellas que nos sacan 20 años.

El estudio realizado por Lovehoney, empresa de juguetes sexuales, lo descubrió analizando las conductas de las mujeres participantes menores de 25 años.

Aunque la mayoría contestaron que tienen sexo más de dos veces por semana, solo una tercera parte de ellas tenía un orgasmo con su pareja, una situación que se da en el más del 63% de los casos de aquellas mujeres que superan los 45.

Y vale que el orgasmo no lo es todo, que hay muchos matices en una experiencia sexual, pero cuando es algo que solo nos afecta a nosotras, ¿no deberíamos darle más importancia a la brecha orgásmica?

El desconocimiento es algo que he comentado en este blog a menudo. Tenemos más información que nunca pero no sabemos ni por dónde empezar a utilizarla. Si ni nosotras mismas sabemos lo que nos gusta, en pareja se nos antoja más imposible todavía.

Por otro lado, la presión de convertirnos en contorsionistas, de cumplir las expectativas que el porno hace recaer en los encuentros sexuales o incluso las distracciones constantes como el móvil, porque realmente queremos ver de quién nos ha llegado la notificación, son factores que juegan en nuestra contra.

Aunque, para mí, la respuesta del problema la encontró también el mismo estudio. Mientras que la mayoría de las mujeres menores de 25 entrevistadas dijeron que, para ellas, la importancia del sexo era pasar un buen rato, o incluso conseguir un subidón de autoestima, en el grupo de edad de los 40, el valor era diferente.

Para quienes nos sacan más de dos décadas, lo importante no es el momento de diversión o el chute de confianza, sino la conexión emocional. Si tenemos en cuenta que el cerebro es el órgano sexual más potente del cuerpo, es el lugar del que deriva el deseo sexual, es precisamente un elemento fundamental para que el sexo se disfrute plenamente (y hasta el final).

Por supuesto que un revolcón para escapar del estrés de nuestro estilo de vida, distraerse o pasar una noche divertida puede seguir formando parte de nuestra rutina. Pero, y por mucho que sea una frase hecha, quiero volver a recordar que, aunque un partido sea entretenido, lo importante no es estar constantemente cambiando de jugadores, sino que, los que jueguen, marquen gol.

Duquesa Doslabios.

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