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Sí, las mujeres nos masturbamos menos que los hombres (pero eso está cambiando)

Era el tabú por excelencia cuando las millennials íbamos al colegio. Mientras que el hecho de que nuestros compañeros se hicieran pajas era la conversación diaria, que alguien insinuara que te hacías «dedos» era el fin del mundo en aquella época.

Ni las chicas de mi generación ni yo tuvimos las cosas fáciles en ese aspecto.

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En el momento en que era algo de lo que sentir vergüenza, pasaba a ser un tema que no te atrevías ni a hablar en tu círculo de amigas (nunca sabías cuáles no estarían en tu clase al año siguiente).

Así que descubrir(se) a una misma era algo privado, como para ellos, pero además secreto.

Cuando llega la edad adulta, cambiamos de círculos, el tema se normaliza.

Sentimos que, por fin, podemos sacar nuestra manera de masturbarnos -o en quién pensamos al hacerlo-, en una conversación con una amiga, después de esa clase en la universidad.

Nos ha costado su tiempo, pero finalmente hablamos de ello y lo ponemos en práctica.

Porque no es solo admitirlo abiertamente, es hacerlo por nuestra cuenta.

En uno de los estudios más recientes sobre la evolución de la sexualidad femenina, que nos ha costado llegar a la masturbación, es aún más evidente.

Mujeres de la Generación Z y millennials disfrutamos de una vida sexual individual constante (casi el 50% de las 2.000 mujeres españolas se masturban con frecuencia).

Pero la cifra va disminuyendo conforme la edad aumenta.

Y es que aunque la masturbación parece algo sencillo y normal hoy en día -gracias Satisfyer por abrir el melón del clítoris-, aún pesan cosas en nuestra contra.

Para empezar, ese tabú continúa hasta el punto de que hay mujeres que, cuando se les pregunta acerca de sus hábitos íntimos, no son capaces de contar que lo hacen cuando quizás si lo ponen en práctica.

La vergüenza de ser humilladas en clase por hacerse dedos aún pesa por muy lejos que queden los años de colegio. Es un tabú que se nos ha pegado tanto al cuerpo que hasta nos impide tocarnos.

Luego están las que se masturban pero no saben que lo hacen. Si en las películas eróticas todo lo que vemos es una penetración constante, es imposible saber si lo que ponemos en práctica para darnos placer -tan distinto al porno- es realmente masturbarse.

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Como dice el cómico Ritxi Olivé, ese movimiento que ejecutamos sobre nuestro clítoris se parece más a un patrón de desbloqueo del teléfono móvil que a lo que vemos en la pornografía.

Así que puede que de pequeña empieces frotándote contra un peluche, una mesa o simplemente apretando las piernas, que, como no son dedos, como masturbación tampoco cuenta (o eso pensamos en aquel momento).

Por suerte, hoy en día, las divulgadoras de este tema, nos encargamos de explicar casi desde el principio cómo hacer para tocarse incluso para aquellas que no saben por dónde empezar.

Ahora aprender cómo funcionamos es tan fácil como escribir en el buscador de Google «Cómo masturbarme».

Por último, están aquellas que, del agobio que les produce el tema, son incapaces de dedicarse ese rato para ellas y liberarse en ese sentido.

Las cifras nos alejan todavía un poco de ellos, pero vamos por el buen camino.

Y, ya que he sacado el tema del colegio, aprovecho para poneros esto de deberes para casa y seguir mejorando los porcentajes para el próximo estudio.

El tocaros, viviros, sentiros y disfrutaros. Os deseo todo el placer que podéis daros sin ayuda de nadie que no seáis vosotras.

Está en nuestra mano cambiarlo. Literalmente.

Duquesa Doslabios.
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Mayo, con M de ‘masturbación femenina’

Mayo es conocido por muchas cosas: la gala del Museo Metropolitano de Arte, el Festival de Cannes… Pero hay una celebración a lo largo de todo el mes que hace que sea especialmente significativo para nosotras: es el mes de la masturbación femenina.

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Que exista esta especie de reconocimiento es importante por varias razones. En primer lugar porque es una manera de visibilizarla.

La masturbación femenina existe, sucede, y, en algún lugar del mundo, en este preciso momento, hay una alcanzando el orgasmo por si misma. Las mujeres tenemos deseo sexual, nos tocamos y disfrutamos haciéndolo. Somos libres de relacionarnos con nuestro cuerpo de una manera erótica.

En segundo lugar, dedicarle un mes pretende hacer hincapié en que se pierda ese significado negativo. Un tabú que comenzó con la represión de la Iglesia católica, gran encargada de etiquetar todo lo relativo a las mujeres como prohibido, y que consiguió que incluso se llegara a ver como poco deseables las prácticas como la equitación o montar en bicicleta por los roces.

Han pasado décadas desde la liberación sexual, pero sigue vigente esa vergüenza tan de patio de colegio donde enseguida te señalan cuando el listo de turno sale con el «te haces dedos». Mientras que, en la adolescencia, las pajas masculinas son casi la conversación cotidiana de cada día.

Por mucho que hayamos avanzado, la masturbación femenina todavía sigue siendo un misterio, o quizás, más que un misterio, algo mal enseñado. Con esas fantasías tan de película de que necesitamos introducirnos todo tipo de objetos por los orificios para encontrar el placer.

He tenido más orgasmos con la yema de un dedo (hábilmente colocada sobre el clítoris, por supuesto) que con todos los penes que han pasado por mi camino.

Lo bueno de este mes es que nos recuerda que, en la masturbación, todo vale (como en el amor). Cualquier tipo de estímulo, de lectura, de imagen o de juguete puede ser desencadenante de placer. La imaginación es el límite.

Los beneficios de la masturbación son unos cuantos (podéis informaros más a fondo aquí), pero el principal es que es una manera de conocer nuestro cuerpo, de saber cómo funcionamos. También es una forma sana y natural de querernos, de relajarnos y de responsabilizarnos de nuestro placer, que es algo que, antes que de nadie, depende de nosotras.

Duquesa Doslabios.

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