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‘A mi novio no se le levanta’

Confieso, veo La isla de las tentaciones y disfruto del intercambio de gestos como miradas cómplices o poner los ojos en blanco, con mi madre cuando vemos las ocurrencias de los concursantes.

Ayer nuestras reacciones volvieron a coincidir en cuanto Marieta, una de las participantes, alegó que su novio no iba a caer en la tentación, o al menos no iba a tener relaciones sexuales, porque «no se le levanta».

¿Estamos ante el comentario más desafortunado de la edición? A mí sí me lo parece.

Marieta isla tentaciones

@islatentaciones

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Porque esa afirmación esconde una visión de la sexualidad coja y nociva al mismo tiempo.

Coja porque es simplificar una persona a su pene (y por extensión, al funcionamiento de este) y nociva porque reduce la vida sexual, que es un conjunto de prácticas íntimas, a una sola: la penetración.

Dan igual las circunstancias, hablar de la vida íntima compartida siempre es delicado, pero hacerlo de una disfunción, del tipo que sea, en una plataforma con un alcance como es la televisión, está peor.

Pero el «A mi novio no se le levanta», es casi una institución. Una frase que, nos guste reconocerlo o no, muchas hemos empleado entre amigas, con sorpresa, preocupación o sorna según el contexto.

En un mundo en el que solo cuenta como primera vez si se introduce un pene en una vagina, para ellos no mantener una erección se trata de la peor pesadilla y, si se filtra el suceso, la mayor humillación.

También porque una gran mayoría registra como educación sexual la pornografía, donde solo aparecen secuencias eternas de coitos ininterrumpidos en una secuencia de posturas, solo comparable una clase de yoga.

Aunque ser hombre no es tenerla dura como la piedra durante horas y empotrar por cada centímetro cuadrado de superficie, en este mito se sostiene la frase de Marieta.

Y, aunque no podemos cambiarla, tenemos la capacidad de reflexionar sobre cómo este tipo de confesiones públicas, aunque llenan la hoguera de entretenimiento, también son una bomba si nos las diseccionamos.

Pueden contribuir a perpetuar estigmas y presiones asociadas al rendimiento sexual, lo que impacta en la salud mental y emocional de quienes están viendo el programa. En otras palabras, esto le puede estar pasando factura a tu crush.

En muchos casos, los problemas de erección se deben a agobios, tensión, ansiedad… Así que si una persona los experimenta o ha experimentado, y se entera de que su pareja o en un reality televisivo se ha dicho eso, solo va a aumentarle la inseguridad de que su pene le va a ‘fallar’ (lo que seguramente acabe sucediendo).

La batalla contra el coitocentrismo

Como decía al principio, la preocupación porque se levante o no, es también prueba de que nuestra vida íntima se construye como coitocentrista y es el coito la ‘unidad de medida’ de la satisfacción sexual.

Pero como bien sabemos las que tenemos un succionador de clítoris en casa, la penetración no es el ombligo del mundo (sexual).

Por lo pronto, hay que partir de que cada persona tiene sus preferencias y habrá a quién le guste un polvo bajo las estrellas o un cunnilingus en un tractor -por hacerle un guiño a Sergio-.

Y también cada encuentro es una experiencia nueva que tiene valor en sí misma por el momento que se comparte, y no por el ‘rendimiento’.

Así que a modo resumen, a diferencia de lo que pueda parecer en el reality show, que una pareja sea buena en la cama no va de erecciones: va de química, interés en tus gustos, complicidad, seguridad, caricias, masajes, juegos…

Y, personalmente hablando, de que te ofrezca un poco de postre al terminar.

Mara Mariño

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Así afecta a tu satisfacción sexual hacerlo por ‘obligación’ o por deseo

Para mí, la principal diferencia entre no ponerle nombre a algo y empezar a llamarlo ‘relación de pareja’, radica en el compromiso.

El compromiso de trabajar en los diferentes pilares de la relación como son la comunicación, la confianza, la afinidad, el cuidado y respeto y la afectividad, muy relacionada con la vida sexual.

pareja satisfacción sexual

PEXELS

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Mostrar la libido y compartir el placer también nutren la relación. Nos hacen sentir que la otra persona nos desea y nos atiende.

Pero siendo una de las esferas de toda pareja hay quien puede vivirla como un deber, especialmente cuando se trata de relaciones largas en las que puede haberse instaurado la monotonía o, directamente la motivación por tener sexo ha caído en picado.

Dentro de que son muchas las causas que entran en juego si se dan estas circunstancias (que antes había mayor tiempo para experimentar e introducir novedades, pero ahora la rutina impide mantener el mismo espacio, por poner un ejemplo), nadie debería hacer nada porque lo siente su deber.

Primero porque el sexo es algo que debería vivirse desde el deseo y segundo porque tiene unas consecuencias desastrosas.

Que es algo que ha revelado un nuevo estudio de la publicación Journal of Sex Research.

Los resultados mostraron que aquellas personas que tenían cualquier tipo de sentimiento de obligación hacia las relaciones sexuales, experimentaban menor satisfacción que aquellas que lo veían como hacer algo bonito por la pareja.

Este grupo tenía la misma satisfacción sexual que las parejas que afirmaron tener sexo por deseo.

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La conclusión a la que llegaron fue que la satisfacción es un factor que está ligado a la percepción que tengas de ese encuentro.

Una deducción que va en la misma línea de otros estudios previos que descubrieron que quienes tenían sexo por la motivación del placer físico, tenían emociones positivas, mayor deseo sexual y satisfacción en la relación.

Mientras que quienes lo hacían por evitar conflictos (tener que dar explicaciones del rechazo, por ejemplo), experimentaban emociones negativas, terminaban teniendo conflictos igualmente y un menor deseo sexual.

A toda esta información es interesante añadir el dato del género de los votantes, ya que la mayoría de las personas que en el estudio eligieron la opción de sentirse obligadas fueron las mujeres, un dato que se ha repetido en una encuesta rápida que he replicado en mi Instagram.

La visión coitocentrista

Y es algo que encaja si tenemos en cuenta dos factores: el primero que cuando hablamos de ‘tener sexo’ pensamos automáticamente en el coito, porque es la práctica que nos han dicho que es perfecta para parejas.

Pero lo cierto es que las mujeres que llegan al orgasmo a través de este método no alcanzan ni el 30%, por lo que si seguimos pensando en la penetración como práctica por excelencia, es normal que la motivación por el placer físico sea menor.

En segundo lugar que somos nosotras quienes a día de hoy seguimos recibiendo mensajes de que si no le ‘damos’ a nuestra pareja lo que quiere, corremos el riesgo de que corra a buscarlo en otro lado.

Si dejamos de pensar en el sexo como una sucesión de polvos en distintas posiciones y más como un universo de exploración, donde todas las prácticas tienen cabida, quizá nosotras también tendríamos el mismo interés.

Y también recordar que si la única motivación que tiene una persona para seguir en una relación es metérnosla, es el momento de buscar nosotras a alguien mejor.

Porque satisfacción sexual es también construir una intimidad al lado de quien te hace sentir valorada al completo.

Mara Mariño

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En la cama ¿eres tú o te dejas llevar por la performatividad?

¿Sabes ese momento en el que estás por primera vez en la cama -o donde sea- con alguien y vas ‘corrigiendo’ tus movimientos?

Me refiero a cosas como girarte, porque no quieres que se te vea la tripa y terminas de espaldas, a cuando apagas la luz para que pierdas el miedo a que te observe o a cuando decides que, haciendo sexo oral, vas a establecer un contacto visual fijo porque «es lo que les pone».

mujer cama lencería roja

SAVAGE X FENTY

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A esto, tal y como me comenta una amiga sexóloga, es lo que se le llama la performatividad de género y suele ser distinta si hablamos de cómo hombres y mujeres nos comportamos en la cama.

Pero para que nos entendamos, es la actuación reiterada que sigue unas normas sociales.

Es decir, la razón por la que a día de hoy muchas siguen haciendo una relación profunda hasta el borde de sufrir náuseas (porque «sin arcada, no hay…»).

Y también el motivo que empuja a muchos a imitar el movimiento de un martillo eléctrico, porque esa percusión es la que se supone que no debe faltar en un ‘empotrador’.

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En aquellas ocasiones donde nos ponemos en modo show se nos olvida que el sexo no es un espectáculo visual, es un momento para pasarlo bien pero también para expresarse y conocerse.

Expresarse porque cada persona tiene una manera diferente de desenvolverse en la cama y conocerse porque se tiene la oportunidad de llegar a todas aquellas zonas estratégicamente cubiertas por la ropa.

Si lo que hacemos es replicar lo que pensamos que se espera de nuestra participación (bien porque es lo que hemos visto en el porno, series, películas…), se pierde nuestra autenticidad sexual por el camino.

Además de que tampoco estamos conectando con el placer, sino que el pensamiento es el de seguir los comportamientos que creemos, se esperan por nuestra parte.

Cómo tener el sexo que nos gusta (de verdad)

Es triste que lo que verdaderamente indica que estamos pasando un rato estupendo, como soltar gemidos o tener la cara desconfigurada en una mueca de gusto, vayamos controlándolo para mostrar esa versión más estética.

Lo que pesa es la expectativa de tener el cuerpo de cierta manera y no entrar en esos estándares produce agobio, ansiedad y la falta de ganas de continuar la experiencia, lo que dificulta la excitación.

La performatividad de género es bastante exclusiva, porque solo considera la participación de un hombre y una mujer en el que tiene que haber sexo pene-vagina.

Cualquier cuerpo de otra etnia que no sea la caucásica, cualquier orientación sexual, cualquier identidad de género o cualquier discapacidad tampoco entran en la idea de la performatividad heteronormativa.

La representación es la de así es como debe ser el sexo y por otro lado, esto es lo que debe pasar y cómo debes comportarte.

Romper con la performatividad pasa por ser consciente de cómo la sexualidad que vemos a través de la cultura mainstream está llena de estereotipos.

Pero también por vivir el momento presente dejando todos los pensamientos intrusivos fuera de la habitación.

Para mí, abordar un encuentro sexual con la mente curiosa y las ganas de pasarlo bien, son otras dos maneras de asegurarse que se está por y para el disfrute.

Y, para terminar, quiero recordar que no hay mejor manera de se sepa qué nos gusta que poniendo en práctica nuestras habilidades comunicativas: decirlo claro o pedirlo.

Mara Mariño

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¿Qué es el coitocentrismo? Así afecta a tu vida íntima

«¿Te das cuenta de que cada vez que hablamos de tener sexo nos referimos a la penetración?», le pregunté hace tiempo a una pareja.

Daba igual si era otoño, verano, invierno, día, noche, si estaba en mis días de regla o en los fértiles o cómo se iniciaba el encuentro, siempre terminaba de la misma forma.

pareja cama placer

PEXELS

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Que el coito sea la práctica por excelencia, en las relaciones heterosexuales, es lo que se conoce como ‘coitocentrismo’, o, explicado de otra manera, el coito está en el primer puesto de la lista y el resto de prácticas por debajo.

Su explicación se encuentra en que, en un sistema heteropatriarcal como es en el que nos encontramos, la relación sexual solo se considera plena si se da la unión entre genitales (de ahí que, por ejemplo, no contemos masturbación o sexo oral como ‘la primera vez’).

Es más, todo lo que se sale de meter el pene en la vagina son los mal llamados ‘preliminares’.

La razón se debe a que esta es la vía por la que casi el 100% de los hombres alcanzan el orgasmo, por lo que se considera la más importante pese a que para nosotras, no es la más práctica.

Esto supone que el coitocentrismo tiene una larga lista de efectos secundarios, el más obvio es el de limitar el placer.

Los problemas derivados del coitocentrismo

Cuando la mayoría de las mujeres necesitamos estimulación externa del clítoris -algo difícil de lograr con el coito-, tener sexo con penetración es una dificultad en la cama que deriva en la brecha orgásmica.

Pero no solo queda en la abismal distancia a la hora de alcanzar el clímax, sino que es algo que nos produce agobio por las expectativas.

Como explica la ginecóloga Miriam Al Adib, como «hay una visión del sexo muy coitocentrista, en muchos casos hay mujeres que, tras el parto, sienten presión con esto».

«Es muy habitual que recibas mensajes que te animen a volver cuanto antes a la vida que tenías: recuperar la silueta, volver a la vida social y laboral, que además la pareja no te note ningún cambio, que recuperes las relaciones para ya, etc», razonaba la experta.

La solución, para ella, es que «la mayoría de las mujeres necesitan compartir una intimidad en pareja no tan centrada en el coito, y esto es muy normal que ocurra durante un tiempo».

Aunque no sería algo que yo recomendaría solo tras el embarazo, sino para nuestra vida íntima en general.

Y es que es algo que quitaría también presión si hay disfunciones sexuales o, simplemente, el miedo de no estar a la altura, que puede derivar en disfunción eréctil, dispareunia, eyaculación precoz o vaginismo, por ejemplo.

Lo que significa que dejaríamos de ver el pene y la vagina como protagonistas de cualquier encuentro, aprendiendo a disfrutar (y disfrutarnos) con todo el cuerpo.

Y a ir más allá del coito, por supuesto.

Mara Mariño

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¿De dónde viene la brecha orgásmica? Así podemos reducirla entre todos

Creo que todas, o casi todas, hemos fingido un orgasmo alguna vez en nuestra vida.

Y el motivo es común: teniendo sexo, solo con penetración, a la mayoría nos resulta complicado alcanzar ese placer prometido por tantos libros y películas.

pareja cama sexo placer

PEXELS

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Porque en esas escenas en el cine o series, también según las canciones o los capítulos subidos de tono de cualquier novela, bastaba con meterla.

Así que, ante la duda de no saber qué estaba pasando exactamente con nuestro placer, tirábamos de dotes interpretativas.

Soltábamos algún quejido digno de Oscar para que pareciera que sí, que nos lo habíamos pasado igual de bien que él.

Y así es como la brecha orgásmica llegó a nuestras vidas. Una separación en el contador de clímax que dio lugar a toda esa serie de mitos que circulan alrededor de nosotras.

Como que nos cuesta más llegar o que, desde un punto de vista biológico, somos más complejas que los hombres cuando se trata de disfrutar.

Ni nos cuesta más ni nuestro sistema es más difícil, es que, durante todo este tiempo, la vara de medida siempre ha sido el coito.

Y claro, cuando el 100% de los hombres llegan al orgasmo con él, pero nosotras no, se considera que es la práctica que se puede usar como herramienta de cálculo infalible del placer.

Pero, ¿y si se hubiera usado el sexo oral como práctica para comparar la facilidad de llegar entre ambos?

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Lo más seguro es que esa distancia no existiría.

El problema es que, al partir del coito como unidad de medida, si las mujeres no llegan, enseguida se piensa que su sexualidad no está bien, algo raro pasa con ellas.

En ningún caso se cuestiona la práctica. Y lo peor es que hasta nosotras mismas nos lo creemos porque desde pequeñas tomamos de referencia la penetración.

Así que, ¿qué es lo que podemos hacer para contrarrestarlo?

Salvando las distancias

Lo primero es volverte dueña de tus sensaciones, lo que puedes conseguir si descubres de qué manera lo pasas bien, cómo acelerarte y la manera de ‘disparate’.

En segundo lugar, la penetración está muy bien -no me leerás decir lo contrario-, porque es placentera, sí, y también permite conectar a otros niveles, pero no la conviertas en el centro de tu vida sexual (coitocentrismo).

Que sea una parada más en el camino del disfrute, pero no de alcanzar el clímax si notas que te falta estimulación en otras zonas.

Por último, comunícate siempre con tu pareja.

No podemos hacer responsables al resto de nuestra falta de orgasmos si ni siquiera nos tomamos la molestia de decir lo que nos está pasando.

Si ves que no llegas, pide por esa boquita. Explícale cómo lo puedes hacer y, si no lo hace como te gustaría, enséñale.

La brecha orgásmica no se va a reparar sola como la capa de ozono. Tienes que reducirla tú a base de correrte (o hacer que se corran).

Mara Mariño

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El verdadero triunfo de La isla de las tentaciones: infidelidad es sexo y nada más

Ayer, tras apagar la televisión, después de la última entrega de La isla de las tentaciones, miré largamente a mi pareja. «¿Sabes qué? Mejor no vamos», le dije tras ver que casi todas las parejas, también de esta edición, habían terminado.

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Aunque la mayoría de los comentarios de estas semanas en redes se centraban tanto en Tom como en Mayka, veíamos en Melodie y Beltrán la relación con más peligro.

Él había conseguido hacer que se sintiera escuchada, apoyada, valorada… En definitiva, querida. Y por mucho que Christian no viera peligro alguno porque, según él «no se habían besado», para mí el fin de su historia de amor parecía tan señalizado como un cartel de tráfico.

Christian representa lo que el programa de Telecinco parece querer enseñarnos en sus, hasta ahora, dos ediciones: si no folla, no falla.

Algo que sus compañeros también sostenían cuando comentaban que las novias «de provecho» o «buenas» eran Patry y Melyssa.

Curiosamente, las dos únicas del programa que se recluían en sus habitaciones, solas, tristes y, muchas veces, llorosas.

Porque eso es, lo que ante sus ojos, hacía de ellas «buenas mujeres». Que vivieran la separación de sus parejas aisladas, que su experiencia en la isla fuera equiparable a un retiro espiritual sin relacionarse con nadie.

Encerradas en el bucle de las dudas, las imágenes de la tablet de Sandra, las películas en su cabeza y el echar de menos.

Para los concursantes solo se puede hablar de infidelidad en el momento en el que se da acceso consentido al cuerpo, o, más en concreto, a los genitales.

Sí, por mucho que ser infiel signifique romper el vínculo, el compromiso, el trato preestablecido entre dos, en definitiva, mantener otra relación, en el reality show no va más allá de la relación sexual.

Y no de cualquier tipo. La máxima indignación venía de la mano con la penetración.

«Se la han follado», decía Pablo mientras sus compañeros se reían con sorna.

Pablo, al igual que Lester, solo ve (y con desprecio) que su pareja ha tenido sexo. Para él el peor momento fue cuando Mayka «tiraba hacia delante», admitió anoche: «Cuando vi besos y que se acostaban juntos».

El coitocentrismo hace acto de presencia en el momento en el que es la penetración la mayor traición.

Como explicó una de mis predecesoras en este mismo blog, el coitocentrismo es considerar el coito la práctica sexual por excelencia. El resto de ellas no tienen la misma validez.

Algo que incluso los concursantes que no llegaron a acostarse con sus ‘tentaciones’ expresan si sabemos leer entre líneas sus palabras.

«La iba a respetar hasta el final y he cumplido», dice Christian, quien se dejó acariciar y besar en varias ocasiones por Andrea. «Fui a confiar en Christian y realmente él no hizo nada», decía Melodie después de haber visto esas imágenes.

También sería interesante analizar cómo el sexo vaginal se ve de una u otra manera según quien lo comente.

Por un lado tenemos a Lester, que justifica que la suya es una infidelidad ‘bonita’ porque siente amor por Patry, a quien ha conocido en la isla.

El mismo que pone verde a Marta por tener sexo sin emociones, algo que -bajo su punto de vista-, hace que la de su ex pareja sea una actitud más reprobable.

De hecho, tanto Tom como él encuentran en las emociones una manera de quitarse responsabilidad («Sandra me da cariño, Melissa nunca lo hacía»), mientras que ellas, por no tener «motivos de peso» más allá de su deseo (que es igual de válido), se les culpabiliza.

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Algo de lo que ellas mismas se encargan también. No olvidemos que Marta es la primera en llamarse «mala», «pecadora» o «infiel», así como en automandarse una y otra vez al infierno por el mismo comportamiento que ha tenido su pareja.

Mayka no solo fue castigada por sus acciones con la quema de un peluche al que tenía mucho cariño en su última hoguera, anoche se arrepintió admitiendo que no había obrado bien y disculpándose una vez más ante su antigua pareja.

Ni Lester ni Tom hicieron la más mínima autocrítica o intento de disculpa.

Para ir terminando, que hoy había mucha tela que cortar, quiero dejar mi reflexión final. ¿En qué momento hemos convertido los genitales en lo único importante? ¿Si nuestra pareja no tiene sexo, cómo es que el trato sigue intacto ya que no nos importa en la misma medida que pueda crear una conexión sentimental?

Son preguntas que me hago. Al final, una relación romántica no es solo alguien con quien te acuestas. Las faltas de respeto que hemos visto en el programa como ofensas o mentiras también entran -o al menos para mí- en la categoría de traiciones.

Duquesa Doslabios.

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¿Qué es el coitocentrismo? Se lo explicamos

Querid@s,

El coitocentrismo es la tendencia generalizada a considerar que si la práctica de las relaciones sexuales no culmina en penetración y orgasmo no son satisfactorias ni completas. Este ismo jerarquiza la sexualidad en prácticas significativas, adultas y completas (es decir, el coito) y prácticas vanas, infantiles e inmaduras (las otras prácticas restantes). La división es tan radical que la mayoría confunde relaciones sexuales con coito y no considera relaciones sexuales el resto de prácticas sexuales. El concepto coitocentrista apareció con el movimiento feminista y la reforma sexual ocurridos en el siglo XX.

El coitocentrismo se considera una de las características de la sexualidad hegemónica y debe ser procreativa, genital, monógama, en el matrimonio, naturalizada, por amor, de dos, a dos, y, por supuesto, heterosexual. Toma ya. Como cabría esperar, el resto de prácticas son rechazadas y tachadas de anormales, antinaturales y enfermas. Aunque se acepta que el coitocentrismo también está presente como norma en algunas relaciones homosexuales.

En occidente, la tradición judeocristiana ha estado fuertemente vinculada al coitocentrismo. Según esta tradición, el acto sexual es válido sólo dentro del matrimonio, y se considera un acto físico para expresar sentimientos íntimos con la exclusiva finalidad de reproducirse. Esta tendencia supone una serie de concepciones sobre la sexualidad completamente incorrectas y que hacen a nuestra educación sexual un flaquísimo favor.

  1. Considerar el coito (penetración) como lo más importante de las relaciones sexuales.
  2. Las prácticas donde no se haya producido coito no se consideran relaciones sexuales.
  3. Se subestiman el resto de prácticas sexuales, tales como el sexo oral o la masturbación, no considerándolas prácticas completas o satisfactorias por sí solas.
  4. El fin de la sexualidad es conseguir llegar al orgasmo a través del coito.

Si limitamos las relaciones sexuales a la unión de los genitales, es lógico que estos cobren excesiva importancia. Al ser las únicas partes del cuerpo implicadas en las relaciones sexuales, no es raro que tanto hombres como mujeres desarrollen disfunciones sexuales. Por miedo a no estar a la altura, no dar la talla, correrse o no, correrse demasiado pronto o demasiado tarde, etc…

El coito está sobrevalorado y en materia sexual, no todo va a ser llegar y besar el santo. Desde luego que la penetración es placentera, pero no es lo único que dos personas que se aman y se desean pueden hacer en el terreno sexual. Es imprescindible que cada uno bucee en busca de su propio placer, para hacer y que le hagan lo que más le gusta. Además del coito, la sexualidad nos brinda deliciosos manjares como los besos, las caricias, los roces, hacer manitas o piececitos, los tocamientos, los masajes, las metidas de mano, los mordisquitos, el sexo oral, las masturbaciones en ambas direcciones, etcétera, etcétera. etcétera. Si se abandonan ustedes a la imaginación, las posibilidades de relaciones sexuales son infinitas. Y sobre todo, disfrutarán más de todos y cada uno de estos momentos sexuales sin estar esperando como agua de mayo el coito y el consecuente orgasmo. Además de fortalecer la relación de pareja, aprenderán a disfrutar de “esas pequeñas cosas”, esas que hacen que la vida, y el sexo, valgan la pena.

P.D.: Puede que el sexo ya no vuelva ser como antes. Porque no todo es meterla o que se la metan.

Que follen mucho y mejor.