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‘La literatura erótica puede hacer que la pasión entre una pareja vuelva a ser la que era’

Si al preguntarte por literatura erótica lo primero que me puedes mencionar es 50 sombras de Grey, déjame decirte que es el momento de que conozcas a Patty McMahou.

La escritora de Con faldas y pelirrojo, Muchos apellidos… y yo solo quiero un vasco u Olvídate de la lotería y deja que te toque yo son algunas de sus novelas eróticas que combinan lo mejor de los dos mundos: mucho sexo (y muy buen contado) y un gran sentido del humor.

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Son las obras perfectas para pasarlo bien de verdad, como cuando te encuentras en la cama con alguien que, además de compartir un polvo fantástico, si pasa cualquier cosa enseguida te hace reír.

Orgasmo y risas, la combinación ganadora.

Patricia Hervías dice que tiene una parte «cómica y canalla», pero canalla bien, no canalla estilo el tío que te hace ghosting y llama «bro» a sus colegas.

Y, como mujer que escribe de sexo, no le han faltado tampoco los clásicos estereotipos relacionando su vida íntima con su profesión, como es el hecho de que hayan podido insinuar que es «una fiera» en la cama.

Que es algo así como dar por hecho que un periodista deportivo va a ser un auténtico crack en los deportes, para que te hagas una idea…

«Lo cierto es que casi siempre que hablan de ello estoy con mi pareja y lo miran a él sonriendo… Ya sabes, intentando encontrar ese ‘código’ masculino que yo no comprendo y que él no sigue», me dice Patricia.

«Sin embargo, las veces que lo han hecho siempre he respondido lo mismo: “Menos mal que no escribo novela negra/policiaca si no, estarías cagado cada vez que abrieras mi congelador”».

¿Y lo mejor? Que a la hora de inspirarse para escribir sobre escenas o prácticas, no le inspiran las películas porno.

Como escritora de literatura erótica, ¿te sientes limitada de alguna manera?
Yo no me siento limitada, pero aún te limitan públicamente. Durante mucho tiempo, y no quiero echar la vista más allá del siglo XX, a esto se le llamaba ‘literatura para mamás’. Creo que con eso te he contestado. Personalmente sé que soy capaz de hacer cualquier cosa.

Mi profesión me ha llevado a estar en radio, como guionista, coordinadora de equipo de copys, periodista de viajes, articulista sobre historia y mucho más. Pero sí, cuando intentas hablar profesionalmente de ello, sientes que te miran de manera diferente. Nos continúan menospreciando por ser escritoras (mujeres) de novela romántica erótica, a los hombres se les sigue mirando como grandes escritores, a pesar de que es una de las que más se vende en este país. ¿Qué se le va a hacer?

¿Qué suele ayudarte a inspirarte para crear personajes?
Mis personajes suelen ser personas normales. Gente de calle con vidas reales, historias que me han contado, otras que he oído mientras tomaba un café o una cerveza… Si pones el oído al lado de un grupo de chicos o chicas solos, te asombrarías de las maravillosas historias que puedes crear: machismo, feminismo, drama, burradas varias. Eso sin contar las que te cuentan amigos o conocidos.

¿Y cómo creas situaciones de alto contenido erótico entre ellos?
Ahora, en cuanto a hacer que sus historias sexuales sean compatibles, ahí es cuestión de profesión a pesar de pensar que quizás todo lo basamos en escenas de películas porno. Y aunque sí que he visto, este tipo de películas me inspiran bastante poco o nada para escribir.

Me gusta más pensar en situaciones que pueden ocurrir en cualquier momento entre una pareja libre que se desea, habla y está de acuerdo en todo lo que hace. Pasando después, poco a poco en su crecimiento como personajes, a conocerse y saber lo que uno u otro desea y convertir un momento sexual en uno sexy, loco o sorpresivo.

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¿Dirías que sinónimos del pene hay infinitos mientras que los de la vulva y la vagina son más limitados?
Diría que muchos de los sinónimos son ofensivos, quizás hasta incomprensibles, ridículos o hasta enigmáticos en un intento tonto de continuar con aquella candidez que se nos presuponía, y algunos/as siguen presuponiendo. Pero vamos, que hay cientos de ellos y es cierto que, si nos ponemos a ver algún ejemplo, la mayoría describe o a bivalvos con forma bastante desagradable o a partes de animales (pata de camello), a vegetales (¿coliflor?).

Cosas como: zanja, canalón, mondongo… Podría seguir hasta llegar a los que son más ‘intensitos’ como ‘fuente de la vida’… A ver, sí que hay, el problema es que o es feo, o es secreto o de aquella manera que a veces ni apetece usar ninguno y es mejor decir vulva o coño.

¿Hay machismo en la literatura erótica o es un espacio donde las escritoras reflejan mayor igualdad en las prácticas sexuales que narran?
Sigue habiendo machismos en la literatura erótica, aunque yo lo veo de otra manera. Sí que es cierto que durante mucho tiempo se esperaba que la protagonista fuera ‘salvada’ por el gran hombre que haría que su vida fuera muchísimo mejor que hasta el momento. Aunque quiero creer que, como toda fantasía, se sabe perfectamente que el ‘malote’ de la novela es un estereotipo o que el ‘mafioso’ de turno solo es una fantasía erótica.

Personalmente no me gustan ese tipo de historias o estereotipos y me gusta demasiado hacer a la pareja igual. Quiero decir, tal como preguntas, con los mismos deseos, las mismas peticiones y no hacer que el hombre sepa exactamente cómo, qué y cuándo ha de hacer todo lo que tiene que hacer para hacer ‘feliz’ a la protagonista. Vamos, que ella misma sepa exactamente de qué manera ha de conseguir su propio orgasmo pidiendo claramente lo que desea.

En tu opinión, ¿cuáles son las ventajas de leer literatura erótica?
Comenzando por que leer es una ventaja, hacerlo leyendo libros de literatura erótica, quiero creer que hace que nuestra imaginación vuele y que intente probar cosas nuevas, si nunca se ha hecho. Puede hacer que la pasión entre una pareja vuelva a ser la que era. Porque sí, leer en pareja novela erótica puede convertirse en un juego más entre ellos. Creo que las ventajas son múltiples y beneficiosas, como un complemento vitamínico.

Mara Mariño

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Por qué a tu próxima cita deberías llevar una novela erótica

Mi primera paja literaria fue con Memorias de Idhún de Laura Gallego García. Jack y Victoria, los protagonistas, se daban un apasionado beso entre rocas.

Daba igual que fuera una novela juvenil, mi calenturienta imaginación adolescente hacía -o imaginaba- el resto.

Muchos años después, me animan a hacer algo revolucionario: compartir esos fragmentos que uso en la intimidad con alguien más.

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Son las 11 de la mañana, varias periodistas nos reunimos gracias a Lelo, la marca de juguetes sexuales, en el Museo Chicote.

Es ese local de Gran Vía, por el que has pasado 500 veces por delante y, si eres millennial, como yo, seguramente no hayas entrado.

El lugar por dentro huele a ligoteo, a madera por sus bancos enfrentados (para hablar con el de al lado rompiendo el hielo), a ganas de sexo y a baños que cuentan historias de no poder aguantarlas.

Y si no, ya me las imagino yo mientras Valérie Tasso nos lee un fragmento de Diario de una ninfómana, su best seller.

El objetivo del encuentro es ‘convencernos’ (así entrecomillado, porque más que un convencimiento es una sugerencia para inspirarnos) de que deberíamos compartir la literatura erótica, como si fuera un masajeador para él y para ella.

La escritora y sexóloga tiene tablas no solo en esto de leer para excitarse, sino en escribir para que sus lectores lleguen a ello.

«¿Cómo se describe un orgasmo si el orgasmo no tiene palabras? Es inefable», señala como uno de los retos de escribir este tipo de novelas.

No le ha hecho falta, en el metro volviendo a casa, mi amiga y yo recordamos una de las escenas de su libro, en la que la protagonista tiene sexo con un desconocido que se cruza por la calle.

«El reto de normalizar» es otro desafío que destaca Patty McMahou, otra escritora invitada.

Aunque el objetivo de sus libros lo tiene claro, y no es solo que nos vuele la imaginación cuando narra una escena en la que una pareja se lo monta sobre una silla.

«Quiero que la gente se divierta con el sexo», afirma.

En mi opinión, la diversión estaba garantizada cuando me imaginaba las caderas de su protagonista revolviéndose en el asiento mientras le practicaban sexo oral.

Ya no sé si es por la subida de las temperaturas en Madrid o la lectura de la escritora, pero de repente ponen al máximo el aire acondicionado de Museo Chicote. No vaya a ser que nos calentemos de más.

Aunque a lo mejor el mayor reto, es el de dejar de considerar la novela erótica un género de segunda.

Quizás porque, como comenta uno de los asistentes, puede ser debido a que es de los pocos en los que la mujer ha tomado las riendas: ya no es solo musa, sino artista (y ya sabemos que no es que nos pongan precisamente las cosas fáciles cuando queremos el rol que toma la iniciativa en vez del pasivo).

Ambas escritoras defienden la literatura erótica como un complemento más que podemos usar para nuestro propio placer.

Valérie siempre prescribe orgasmos -cuanto más nos masturbemos mejor, según la sexóloga-. Aunque bien sabe que «si te das placer, estás más predispuesta a ofrecerlo«.

Pero también recomienda leernos un fragmento de literatura erótica en pareja, porque, como ella misma afirma «es la promesa de lo que va a llegar«.

Y aunque he visitado mi pasaje de Memorias de Idhún más veces de las que me atrevo a confesar, sé que tendría un giro nuevo que me lo leyera en alto alguien más.

Despacio, al oído, mientras me baja un tirante o me retira el pelo del cuello.

Las palabras tienen el poder de construir una realidad, por eso cuando escuchamos un texto erótico nos excitamos. De una manera estamos recreando esa vivencia en nuestro cerebro.

Y es una ‘película’ mucho más interesante que la que nunca se podría ver en la pornografía. Porque es tan rica de detalles como parca en imágenes, las mismas que tienes que dibujar tú.

Salgo con ganas de contar, para mi próxima cena, con unas velas y un plato de pasta -por ejemplo-, pero también con un libro en la esquina de la mesa. Uno que me despierte, desmelene, asalvaje, provoque y avive.

«Es una gran herramienta para recuperar el deseo en la pareja. Hay que romper el cliché de que es para una misma», afirma la escritora.

Ella misma nos recuerda que la sexualidad no está escrita en piedra. Es algo plástico que va cambiando de la misma manera que lo hacemos nosotros.

Por eso mismo, lo que antes podía horrorizarnos, puede generarnos ahora curiosidad y ganas.

Lo que hay que tener claro es que en nuestra mano está disfrutar por partida doble (o triple o cuádruple) esta literatura subversiva, que quiere dinamitar la moral en la que aún nos vemos envueltas.

Además que sean mujeres que lo hagan -y que animen a hacerlo-, que somos las que vivimos más encorsetadas todavía por los valores de la sociedad en la que todavía es tabú hablar del deseo femenino, es tan inspirador de ver como estimulante.

«Las mujeres hemos empezado a hablar sin pelos en la lengua de nuestra vida sexual», dice Valérie. Y ya lo hagamos nosotras o lo hagan otras en forma de libro, nos excita.

Mara Mariño

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