Archivo de enero, 2023

¿Cómo comunicar las inseguridades sexuales a otra persona?

Hace unos años me quitaron dos lunares de la pierna derecha dejándome dos cicatrices. Si ya sentía vergüenza mostrando algunas partes de mi cuerpo, fue la guinda del pastel.

Bajaba la persiana, apagaba la luz, me colocaba de lado, me tapaba con la sábana… Todo con tal de que no se me viera la pierna.

pareja mujeres hablando cama

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Lo que nunca se me ocurrió, era que podía comentar ese agobio que me entraba, en cuanto me bajaba los pantalones, con la otra persona.

Y, teniendo en cuenta que fue una inseguridad que se me pasó con el tiempo, ahora me doy cuenta de que, si lo hubiera dicho de antemano, nadie le habría dado la dimensión que yo le estaba dando.

Pero esa opción no entraba en mis planes.

Me atrevería a decir que casi cualquier persona tiene algo por lo que se siente poco segura cuando llega el momento de un encuentro sexual.

Puede ser relativo al físico, como mi caso, pero también preocupación respecto a miedos como la duda de si somos deseables, si se estará aburriendo…

O incluso cosas como no sentirse a gusto a nivel sexual o la manera en la que preferimos que nos hagan ciertas cosas (y no saber cómo comunicarlo).

Hay incluso quien evita quedar con nuevas personas para no tener que pasar por lo mismo una y otra vez.

Así que partiendo de la base de que toda inseguridad que se tenga, hay que trabajarla por cuenta propia, en el proceso podemos hacer partícipe a nuestra pareja sexual de lo que está sucediendo.

Si has intentado la comunicación no verbal (poner en práctica los cambios en la habitación o directamente quitar la mano si no querías que tocara alguna parte concreta), y sigues sintiéndote mal, es la señal de que hay que hablar de las cosas.

Hablar de las inseguridades

Para empezar, la palabra mágica: asertividad. Hay que contar la situación de manera asertiva desde el «cómo me siento yo» y no «cómo me haces sentir».

Es decir, dejar claro que esto sale de mí, son mis inseguridades y no tienen que ver contigo.

En segundo lugar, cabe preguntar si a la otra persona le parece bien que te abras. Aquí es importante dejar claro que no necesitas una solución, sino simplemente que te escuche y valide tus emociones.

Por ejemplo, puedes decir que te pasa algo referente a vuestra vida íntima y, a continuación, «¿te parece bien que lo comparta contigo? Eso me ayudaría porque no tienes que decir nada, solo quiero abrirme y que me escuches», por ejemplo.

Una vez puestas las cartas sobre la mesa, es el momento de plantearse de qué manera me sentiría más cómoda con mi inseguridad, ya sea cambiando de posición, modificando la iluminación, cómo quieres que te toquen, si cuando tu inseguridad crezca necesitas parar, daros mimos durante un rato…

De qué manera quiero implicar a mi pareja de forma activa (y hasta qué punto quiere y puede implicarse)

Es un punto medio en el que, mientras se trabajan las inseguridades, se puede tener un encuentro íntimo que resulte cómodo para ambos.

Mara Mariño

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Algunas precauciones para probar el ‘sploshing’, la práctica erótica más deliciosa

Fíjate si hay relación entre el sexo y la comida que es casi imposible decantarse por una de las opciones, renunciando a la otra.

O, al menos, eso es lo que han averiguado desde LELO -la marca de juguetes eróticos de lujo-, con su último estudio donde pedían elegir y, como resultado, el 56% de los encuestados afirmaron elegir el placer carnal antes del alimentario.

sploshing

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Comida y sexo están conectadas hasta el punto de que «¿Qué es un beso sino degustar a tu pareja?», reflexiona la sexóloga y escritora Valérie Tasso en el evento organizado este jueves por la empresa sueca en Ditaly.

«La función del beso es ver si nos va a gustar la otra persona, ver si seremos compatibles sexualmente. Tiene mucho de canibalismo sexual», comenta la experta.

De hecho, que la gula se puede llevar también a la cama es algo que demuestra otro de los resultados del estudio que nos explica la sexóloga.

Un 27% personas entre 35 y 46 años fantasean con comida y sexo, lo que tiene nombre propio: sploshing.

Esta práctica erótica, que consiste en la estimulación a través de la comida, va desde el universal juego de untar un poco de nata o helado en alguna parte del cuerpo, a versiones más duras donde se ven involucrados mares de espagueti cubiertos en salsa de tomate.

Un auténtico festín.

Además es otra de las cosas que comparten un encuentro sexual o una comida, con la calidad de la materia prima -es decir, teniendo buenos ingredientes– poco más hace falta.

Que según el estudio el 91% de los españoles no conozcan el sploshing, aunque lo hayan puesto en práctica sin saberlo, hace evidente que hay que repasar una serie de básicos para poder practicarlo sin riesgos.

Recomendaciones de seguridad para el sploshing

Por lo pronto, todo lo que son alimentos picantes -especialmente salsas- deberían estar fuera del menú del encuentro sexual.

Las mucosas, ya de por sí sensibles, pueden verse afectadas hasta el punto de cargarnos por completo la flora íntima vaginal o anal.

Si queremos untar o escoger comida que repartir por el cuerpo, lo recomendable es hacerlo solo de uso externo.

Aunque, como bien me recuerda Valérie, en contextos de BDSM sí hay personas que buscan placer en el dolor, para evitar afectar a la salud, mejor evitar introducir alimentos por la uretra u otros orificios.

Otro ejemplo que se ha vuelto muy popular es el jengibre, cuyo efecto picor parece dar un plus a cualquier práctica, pero, por muy natural que sea, mejor utilizar solo en zonas como «los pezones», aconseja la sexóloga.

(Además, siempre puedes reciclar la raíz más adelante para hacerte una infusión.)

La higiene posterior es fundamental para evitar que los restos se introduzcan por donde no deben -y puedan derivar en una infección-.

Y otra recomendación de seguridad que apunta la experta es la de prestar especial atención a los recipientes que se usan para soportar los alimentos.

En pleno arranque pasional, mejor dejar todo lo que sea de cristal alejado de la zona de acción y optar por platos o fuentes de plástico (u otros materiales flexibles que no corran el riesgo de fracturarse).

Una vez tienes estas recomendaciones claras -y a punto- es el momento de pasar a la acción. Planea con antelación el encuentro, organízate para comprar todo lo necesario (nata, sirope, helado, yogur…) y disfruta.

Porque, como Valérie nos recuerda, también tenemos que implicarnos en la búsqueda de nuevas prácticas cuando estamos en una relación.

«La gente tiene tiempo de buscar un buen restaurante, pero no de trabajar en la intimidad de la pareja», afirma.

¿Te atreves a llevarle la contraria y montarte el show cooking erótico en casa?

Mara Mariño

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Los defensores de Dani Alves, el mejor ejemplo de la ‘cultura de la violación’

Dani Alves sigue en prisión a la espera del juicio.

Y, aunque el testimonio de la víctima, del miembro de seguridad de Sutton, del informe médico y los vídeos parecen apuntar a su culpabilidad, hoy no voy a hablar del jugador de fútbol (y presunto agresor).

Sí, todavía hay que decir ‘presunto‘.

Dani Alves

@DANIALVES

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De lo que quiero pronunciarme es de los mensajes que me encuentro escritos por sus defensores.

Mensajes que se pueden leer en cualquiera de las noticias que forman la cobertura mediática de lo que le está sucediendo con su caso.

Porque hay quienes no solo creen firmemente en la inocencia del deportista, sino que alegan una serie de argumentos que solo se pueden entender en el marco de algo que forma parte de una de las bases del patriarcado: la cultura de la violación.

Los comentarios que circulan por la web dan diferentes razones que respaldarían la inocencia de Dani Alves, que el futbolista no cometió esa presunta agresión.

Ayudan a quitarle peso al culpable, normalizando la violencia que pudo haber ejercido minimizándola hasta el punto de querer hacerla increíble, casi de ficción.

Esta minimización, que no hace más que destruir el discurso de la víctima poniéndolo en tela de juicio, y todo lo que le acompaña, pasa por exponer una serie de factores que poco o nada tienen que ver con las razones que llevan a cometer una agresión sexual.

Pero, ¿cómo se articulan estos argumentos que eximirían a un presunto agresor sexual como Dani Alves?

Para empezar, con las descripciones físicas del jugador.

Sus fans comentan que «le llueven las mujeres voluntariamente», «Con las tías que podrá tener siendo futbolista ¿para qué va a violar a nadie?» o «Se ve que le faltan las mujeres dispuestas a este millonario brasileño, trigueño de ojos claros y forma física casi perfecta».

Pero lo cierto es que ser guapo o estar en buena forma no garantiza que cualquier persona del planeta quiera tener un intercambio sexual en cualquier momento y del tipo que sea.

Lo importante es el consentimiento y es algo imprescindible para tener sexo independientemente nivel de belleza de los participantes en el encuentro.

Una agresión no sucede por carencia de belleza física (¿es necesario recordar que Ted Bundy, que confesó 30 violaciones y homicidios de mujeres, era considerado «guapo»?)  se trata de ejercer el poder, la dominación sobre otra persona sin respetar su voluntad.

En estos casos en los que una estrella se ve involucrada en alguna polémica, no falta el componente de que se ha beneficiado de su posición de poder.

Algo que hemos visto con casos como el de Harvey Weinstein o Plácido Domingo entre muchos otros. Por eso el argumento de «un tío millonario no necesita abusar de nadie» tampoco tiene ningún sentido.

Precisamente por ostentar un cargo privilegiado, muchos tienden a pensar que pueden salir de la situación con dinero o contactos, lo que puede dar falsa sensación de impunidad, de estar por encima de la ley.

 

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El éxito de Dani Alves con las mujeres es algo que también se ha usado como argumento para desacreditar la versión de la víctima.

Empezando por alusiones a la belleza de su pareja o a su trayectoria sexual: «un tipo que habrá estado con 500 pibas mínimo, rico, bailongo, mazao y ultrafamoso. Cualquiera con dos neuronas sabría que es una denuncia falsa», se puede leer en el muro de Instagram de un famoso medio de comunicación.

Con estos razonamientos se busca sostener la idea de que la violación es algo a lo que únicamente recurriría quien careciera de vida sexual.

Se debe a una necesidad imperiosa por tener sexo y, teniendo una vida íntima satisfactoria, no haría falta recurrir a la violencia física para conseguirlo.

Sin embargo, es el momento de recordar que no solo el sexo no es una necesidad -como si son comer o beber, pero nadie se muere por no echar un polvo-, sino que la cultura de la violación sostiene que el hombre es incapaz de reprimir su deseo.

Pero lo cierto es que es una cuestión de voluntad y recurrir a la fuerza, una elección.

«Un tío famoso y millonario no necesita abusar de nadie», «De verdad pensáis que este chico tiene necesidad de ir por ahí violando mujeres?», «Seguro que le hace falta agredir sexualmente», los verbos ‘necesitar’ o ‘hacer falta’ hablan de esa imperiosa necesidad.

No, ni Dani Alves ni nadie ‘necesita’ violar a una mujer. Pero el hecho de que haya violaciones con personas con novias, esposas, amantes, etc, demuestra que es se hace porque se quiere hacer.

También parece que el lugar es algo que le resta importancia. «Como si le fuera la vida en un mal polvo en un cuarto de baño», hay quien comenta.

Si tenemos en cuenta que, como decía anteriormente, es una cuestión de ejercer el derecho que creen que tienen de conseguir lo que quieren cuando quieren, el sitio es lo de menos.

Porque lo mismo puede ser una habitación de un hotel -uno de los lugares preferidos de Bill Cosby para drogar y abusar de sus víctimas, que el baño de una discoteca de Barcelona.

La cara B de la cultura de la violación

No falta tampoco la otra cara de la cultura de la violación en los comentarios de los defensores del jugador de fútbol: acusar a la víctima fomentando ideas misóginas.

Entre los mensajes que le han rodeado, no han faltado los que afirman que es para hacerse famosa.

Sin embargo, a nadie se le viene a la mente nombres de celebridades que hayan construido carreras de éxito tras una agresión sexual.

No caigo en mujeres que hayan entrado en la lista de millonarios de Forbes, hayan recibido un Nobel, les hayan ofrecido oportunidades de trabajo infinitas o una estrella en el paseo de la fama de Hollywood a raíz de denunciar a nadie.

Cabría preguntarse, ¿qué fama? Porque la única que logran al denunciar a una celebridad (o a cualquier hombre, en realidad) es la de ser puestas en el centro de la polémica siendo juzgado cada detalle de sus vidas, desde su ropa, su comportamiento o lo que suben a sus redes sociales.

Y sin embargo aún se lee que «si consigues que te meta mano, pues le puedes sacar pasta«, como dice un usuario.

Es tal la extensión de la creencia de que el dinero es el motivo para denunciar una agresión, que la víctima ha renunciado a la compensación económica para combatir esas ideas.

Como la jueza le recordó, tiene derecho a ser resarcida económicamente por las lesiones y los daños morales sufridos. Pero ella lo que quiere es «que se haga justicia».

Solo que justicia es también esto. Y cultura de la violación sostener que, si eres violada por un famoso, tienes que renunciar para que no se diga que es por fama o dinero.

Mara Mariño

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No, el poliamor no va a terminar con la monogamia: nos lo confirma una socióloga

A día de hoy, casi todos tenemos a alguien en nuestro entorno que está en una relación no monógama (del tipo que sea).

Es más, quienes nos decantamos por estar solo con una persona, podemos incluso llegar a sentirnos ‘raros’ por nuestra elección.

poliamor

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Pero no es que la monogamia esté destinada a desaparecer, simplemente que cada vez hay menos prejuicios en la manera en la que construimos nuestros vínculos.

Para profundizar en ello, una charlita con la socióloga Cecilia Bizzotto, me ayuda a entender muchas cosas (y puede que a ti también).

Y es que la experta es portavoz de JOYclub España, una plataforma que busca crear una comunidad online liberal y también organiza eventos para que sus miembros se conozcan.

Según Cecilia «gracias a las luchas feministas y el activismo no-monógamo, cada vez más orientaciones relacionales son válidas».

«En la actualidad, las relaciones poliamorosas o sexualmente abiertas están mejor consideradas que antes, hay más recursos disponibles y es más fácil aprender a vincularse de manera distinta a la monogamia».

«Esto no significa que ahora todo el mundo se vaya a volver poliamoroso y que la monogamia se vaya a extinguir de la noche a la mañana, sino que podemos elegir más cómo queremos vivir nuestros vínculos sexoafectivos, de manera consciente e informada y sin ser (tan) juzgadas».

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Pero claro, para quienes no están muy puestos en el tema poliamoroso, parece que la palabra solo tiene un sinónimo: promiscuidad.

Uno de los mitos que Cecilia desmiente: «poliamar no implica (solo) acostarse con más gente, sino abrir la puerta a experimentar más vínculos afectivos. Eso implica más cuidados, más responsabilidad afectiva, mejor gestión de los tiempos, trabajo emocional… No solo follar».

«De hecho, una broma que corre por estos ambientes es que cuando eres poliamorosa no follas mucho, hablas mucho».

«A esas personas les diría que se informen de las diferencias entre los términos antes de juzgarlos. Y que se replanteen por qué les causa incomodidad la (presunta) promiscuidad ajena».

Divulgación del poliamor

A esta apertura han contribuido también las obras de ficción. Las series -uno de los últimos ejemplos es Machos Alfa– son algunas de las que sacan las nuevas formas de relacionarse en sus tramas.

«Hay algunas propuestas buenas, aunque la verdad es que lo poco que he visto en el cine, es bastante desacertado y lleno de topicazos».

«Muchas veces se confunden términos, se hipersexualiza esta orientación, se redunda en mitos absurdos, se reflejan estereotipos sobre las relaciones abiertas e incluso los clásicos típicos de género…», afirma la socióloga.

No es la única forma de ‘normalizar’ el poliamor. «Divulgación, estudios científicos de lo social, la naturalización de la sexualidad, la creciente crítica contra el patriarcado y el amor romántico, el fácil acceso a la información veraz y de calidad, el crecimiento de grupos de poliamor en diversas localidades de España…», son otras maneras a través de las que, según Cecilia, estamos alcanzando una mayor libertad afectiva y sexual.

Especialmente en España, país donde, según la experta, somos «más críticas con el sistema monógamo, por lo que diría que la visibilidad de las relaciones no-monógamas (no solo el poliamor) están cogiendo fuerza».

Si lo que ha comentado Cecilia Bizzotto te produce curiosidad, también ha dejado una lista de libros con los que puedes profundizar sobre el tema, además de la revista de JOYclub donde hacen entrevistas con terapeutas y expertas en la materia:

Ética Promiscua, de Dossie Easton y Janet Hardy.
Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo, de Sandra Bravo.
Pensamiento monógamo, terror poliamoroso, de Brigitte Vasallo.

Y en cuanto a podcast:
Esas cosas del follar, de Beatriz Cerezo y Lionel Delgado.
Dónde estás corazón, de Alba Centauri.

Mara Mariño

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Si te cansan las aplicaciones para conocer gente, puede que tengas ‘burnout’ de ligar online

La primera vez que me abrí Tinder pensaba que iba a ser la última. Que encontraría a alguien al poco tiempo y hasta ahí mi relación con la aplicación.

Llegó una segunda, unos años más tarde, y la tercera vez que la instalé. La definitiva.

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Y no me salí de allí por no dar con personas a quien me interesara conocer, sino por la cantidad de gente y la despersonalización, que me hacían sentir agobiada.

Yo no sé tú, pero mi trabajo es estar delante de una pantalla.

Lo último que me apetecía en esa ocasión era pasar más tiempo pendiente de crear una relación con un dispositivo de por medio.

Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba hasta las narices, completamente quemada del sistema de conocer a gente online mediante una app.

Estaba experimentando el dating burnout.

Es una sensación que va desde el hartazgo de los eternos swipes, el aburrimiento de las conversaciones que no van a ningún lado hasta la mala educación que puedes recibir a través de la aplicación (que casi parece que se ha normalizado hablar mal).

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O incluso que termines sufriendo un ghosting después de algunas citas porque, quien te guarda en la agenda como «Elena Tinder» es como que te pone en una categoría de segunda, la de alguien que no merece responsabilidad afectiva por ningún lado.

En fin, que las razones por las que terminas hasta el gorro son muchas y muy variadas.

Que fue también mi caso, por cierto. A la tercera fue la vencida de verdad.

No la cerré porque recuperara la esperanza en dar con personas afines a mí en el mundo offline, sino por no aguantar más.

Es curioso que, al poco, conocí a alguien en vivo en directo y dio comienzo una bonita historia.

Casi podría parecer que el karma que había ido acumulando de malas experiencias me guardaba una sorpresa positiva.

Del mundo online a conocerse de forma orgánica

Fue algo que comentaba también hace poco con una chica que conocí haciendo senderismo. Estaba harta de conversaciones que nunca terminaban en cita, pero se encontraba tan liada que no veía otra forma de conocer gente.

«¿Y haciendo esto?» le contesté. A fin de cuentas, yo había conocido a la persona con la que estaba quedando en un evento social/deportivo del estilo.

Así que al final, la solución es tan sencilla como buscar cosas que te gustan fuera de la pantalla.

Porque es donde tienes más posibilidades de encontrar a quien le gusten también esas aficiones y ya sea un punto de partida.

Menos en mi caso, que fui una patata jugando al voleibol, pero cuando me vio cayéndome por todas partes y riéndome de mí misma, descubrió que tenía el sentido del humor como el suyo.

Otra de las formas ‘orgánicas’ que cada vez es más frecuente es empezar a hablar con un amigo de amigo o conocido que encuentras a través de una red social.

Un encuentro que está a medio camino entre una app de ligar y conocer de manera natural, porque recuerda a cuando te presentaban a alguien (con la diferencia de que lo tienes al alcance de un follow cuando ves que tu amiga sube una foto a su historia con esa persona que te interesa).

De cualquier forma, apuntarte a un evento de speed dating o cosas que no tienen que ver con tu vida sentimental -como un deporte, asociación, clases de baile, planes con desconocidos, networkings, viajes para personas solas, etc-, son muy buenas alternativas si has llegado a tu límite con las aplicaciones y quieres seguir relacionándote.

Y, si no está ahí la persona de tu vida, las amistades que vas a hacer por el camino, son también un amor que bien merece la pena encontrar.

Mara Mariño

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¿Conoces el curioso origen del conejito vibrador?

¿No te da la sensación de que los juguetes sexuales son algo como muy moderno?

Entre que ahora tienen la tecnología de un motor de avión en miniatura o los puedes manejar a distancia con aplicaciones, parecen salidos de una película futurista.

juguete sexual doble estimulación

WOMANIZER

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Especialmente cuando te remontas a un par de generaciones atrás en el tiempo y no te imaginas a tu abuela con algo de este estilo en el cajón de la mesilla del dormitorio.

Pero no, los juguetes no son un invento del siglo XXI, llevan aquí mucho, mucho más tiempo.

Y son también la prueba de que la concepción del placer, especialmente el femenino, ha ido cambiando.

No sé si lo recuerdas, pero antes de que nos arrollara el boom del estimulador de clítoris, ya había un juguete con el que nos temblaron las piernas.

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Te diré más, cuando alguna conocida me pregunta qué juguete considero un imprescindible, está reñido con el famoso succionador: el conejito vibrador.

El conejito vibrador es un invento maravilloso que, además de tener un dildo que se introduce por dentro y suele tener movimiento -para dar en los puntos claves de la vagina-, tiene un apéndice que estimula la parte exterior del clítoris.

Maravilla de los dioses. O de los ingenieros.

 

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Puede que las lectoras de mi quinta recuerden que ese juguete lo petó en la pantalla (y en ventas) gracias a Sexo en Nueva York, pero su origen se remontaría al año 710 d.c. en Japón (sí, has leído bien, 710, no 1710).

Según Lovehoney Group, la empresa de bienestar sexual, el primer juguete tenía el nombre de Harigata -búscalo en Google porque las fotos son curiosas-.

Este objeto estaba hecho de piedra, madera o carey, que se le daba forma fálica, y se utilizaba o bien para masturbación o como complemento en las relaciones sexuales acompañadas.

Algo que deja en evidencia que, ya hace más de mil años existieran estos objetos, faltaba mucho por averiguar del placer femenino.

Sí, la sexualidad se reducía solo a la penetración hasta con los juguetes de cuerno de búfalo.

Y que en cuanto a materiales, podemos sentirnos afortunadas de haber nacido en esta época y no estar masturbándonos con algo que te puede clavar astillas en la piel.

Quizás por eso el conejito vibrador fue incluso más revolucionario que el succionador, porque fue el primer juguete en decir: «Vale, la penetración está muy bien, pero que no se nos olvide esto que está aquí encima».

Fue así como el clítoris entró en escena.

Entonces por muy fan que soy del succionador y sus virtudes (como la de llegar al orgasmo en apenas unos segundos), sí que cuando tengo tiempo y busco mayor intensidad prefiero la estimulación simultánea.

Porque los japoneses sabrían mucho de tallar cualquier material que se les cruzara por el camino para darle forma fálica, pero en mi opinión, los juguetes que van a por ambas zonas, son invencibles.

Mara Mariño

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Así son las láminas para hacer sexo oral (igual de placentero) sin el riesgo de contagiarte nada

Diría que no nos falta concienciación sobre el sexo seguro (gracias, Chenoa) cada vez que vamos la penetración entra en escena.

Pero creo que, en todas las demás prácticas, nos tomamos las cosas con calma o nos preocupa menos pillar algo.

Y eso explicaría también el repunte de enfermedades de transmisión sexual.

pareja beso lengua oral

PEXELS

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A modo de breve repaso de educación sexual, sí, por desgracia todo lo que implique contacto entre mucosas -todas las del cuerpo-, es también un foco de contagio.

Estoy hablando de la vulva, el ano, la boca, y por supuesto, el pene.

Tratándose del último de la lista, el condón nos hace el apaño ya se trate de meter o de chupar , pero ¿y para todo lo demás?

Pues bien, yo había oido hablar -en su momento-, de las láminas de látex, que supuestamente sirven para el resto de zonas del cuerpo.

Pero no me había dado por probarlas hasta que empecé a escribir este espacio.

Así empezó mi aventura de buscar ‘métodos de barrera para poder tener sexo oral en vulva y ano’ o, como iba diciendo por las farmacias «¿Tenéis láminas de látex para comer culos y vulvas?».

En realidad no lo hice así, pero habría sido mucho más divertido.

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En algunos sitios me miraron raro, en otros nunca habían oído hablar del tema y ni sabían que eso existía.

Mientras tanto, las cajas de profilácticos se encontraban bien a la vista y a mano en los estantes.

Pero nada, las láminas que os comento no se venden en farmacia. O al menos en las tres que pregunté.

Está claro que, la protección más allá del pene, en el sexo oral, es algo secundario hasta en las redes de distribución oficiales.

Finalmente las encontré en una tienda erótica, bien resguardadas en una vitrina junto a juguetes sexuales, dados y lubricantes.

No, no fue fácil encontrarlas, primer inconveniente a la hora de querer usarlas. Pero una vez en mi poder, confiaba en que todo se volvería más sencillo.

Cómo funciona el sistema

Las láminas son lo que se anuncian en el reverso de la caja, no hay trampa ni cartón: ‘hojas’ finas rectangulares de látex sin ningún tipo de lubricante o adhesivo, que se colocan donde quieras y se usan para lamer la zona por encima de la lámina.

100% protectoras a la hora de evitar contagiarte donde quiera que metas la lengua y 0% de publicidad engañosa, lo que lees (en la caja) es lo que hay.

Porque tampoco hay ninguna imagen que acompañe. Una vez las abres sí que encuentras dentro un papelito donde te explican cómo se colocan y qué no deberías usar junto a ellas (lubricante de base oleosa).

Aquí quiero destacar el hecho de que, una vez desplegadas, no olieran a globo, algo que sí pasa con los condones.

Fue un alivio, es un olor que me produce náuseas. Las que compré tenían un perfume como a chocolate blanco.

Pero el problema es que siendo tan anchas, una vez estás en faena con la boca ocupada, te cubren la nariz cuando respiras por ella, taponándote los agujeros de lo ligero que es el látex de la lámina.

Otro obstáculo a tener en cuenta. Pero después de haberlo probado, no son todo desventajas.

Puedo confirmar que es mucho más cómoda cuando se trata de quien la disfruta, que para quien la está utilizando para ejecutar el cunnilingus o el annilingus.

La lengua se queda un poco tirante al terminar (algo que igual usando un lubricante a base de agua no sucede, pero yo lo probé tal cual venía en la cajita).

Puede ser porque hay que aplicar algo más fuerza para que la otra persona tenga la misma sensación que si la lámina no estuviera de por medio, que sí hace un poco de resistencia que si no hubiera nada.

Es parecido a cuando te la quemas por haber comido algo muy caliente, pero se termina pasando.

¿Mismo placer?

Respecto a las sensaciones de que te coman con eso puesto, diría que es como cuando te estimulan por encima de la ropa interior.

Sí, se nota ligeramente que hay algo entre tu piel y la lengua, pero la impresión es igual de placentera y se puede llegar de la misma manera al orgasmo.

Mi conclusión es que es una buena idea para practicar sexo oral de manera segura, pero no termina de salir a cuenta (al menos en el aspecto económico).

Para que el uso del producto se volviera más frecuente, deberíamos empezar a acostumbrarnos a tirar de lámina cuando practicamos sexo oral con una persona nueva (que sería lo suyo).

Quiero pensar que, en ese futuro hipotético, la alta demanda haría que las láminas se popularizaran, lo que lograría que llegaran a más puntos de venta cercanos -farmacias incluidas- y, finalmente que su precio bajara.

Porque tenemos que hablar de que, por la friolera de 7 eurazos, te venían solo 2 unidades. Te sale el cunnilingus o annilingus a 3,50 €.

Hay que tener en cuenta que, con las marcas más famosas de condones, la unidad de preservativo cuesta menos de 50 céntimos.

Esto significa que es mucho más rentable comprar una caja de estos, cortar la punta con unas tijeras, hacer otra incisión vertical para que tenga la misma forma rectangular, y hacer el apaño.

Pero eso ya es una decisión personal. Lo que no deberíamos plantearnos es si usar o no un método de barrera cuando bajamos al pilón, que hay mucha infección suelta (y a veces quien la porta ni lo sabe).

Mara Mariño

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Cosificar el pecho o por qué no nos sentimos cómodas yendo sin sujetador al trabajo

Fue a mis 25 años cuando decidí empezar a ir sin sujetador por la vida. Y lo que significaba que, tampoco lo llevaba cuando iba al trabajo.

no llevar sujetador

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Es verdad que, pasando varios años en una redacción donde la mayoría de mis compañeras eran mujeres, nunca me sentí que estuviera haciendo algo especial.

Ahora me doy cuenta de que tenía el privilegio de estar en un sitio donde tenía la libertad de vestir como quería sin que nadie me mirara distinto por ello o llegara a escuchar ciertos comentarios.

No pasa así con muchas de mis seguidoras, que, tras una ronda de preguntas por Instagram, me contaron que era algo que no se sentirían cómodas de poner en práctica.

Y claro que si tienes un pecho grande -que no es mi caso-, el sujetador cumple una función de sujeción, como su nombre indica, que evita el dolor de espalda logrando que descansen los hombros y la columna vertebral.

Pero hablo de quienes teniendo la opción de ir más cómodas sin nada puesto, terminan utilizándolo por causas externas.

En su mayoría, personas que no les hacen sentir a gusto si no lo llevan:

«Si al no llevarlo con amigos no faltan los comentarios, no me imagino en el ambiente de trabajo».

«Los tíos te van a mirar sí o sí si vas sin sujetador. A mí eso me intimida».

«Muchas veces voy sin porque me siento cómoda y bien conmigo, pero si aspirara a ascender sí que me condicionaría».

«Cuando trabajaba de cara al público 90% masculino, sobre todo en verano, prefería con sujetador».

«Tengo los pechos tirando a grandes y noto las miradas».

«Siendo profe es complicado incluso ir con bralette porque me da palo que se note algo el pezón».

«Me encantaría ir sin, pero soy enfermera y puedes imaginar las miradas de los señoros».

«Muchas veces me apetece no llevarlo, pero siento que llamaría la atención o parecería poco profesional y me jode porque sé que no debería, pero luego sigo sin atreverme».

«Trabajo en hostelería y depende del día no quiero lidiar con según qué mierda de clientes hombres».

Estas son solo algunas de las historias que me dejaron respondiendo a la pregunta de si querían compartir sus experiencias.

La (larga) sombra del sexismo

Sí, soy consciente de que reflexionar de que me gustaría que hombres y mujeres se sintieran igual de cómodos en el trabajo con su ropa no es una lucha que pueda parecer tan urgente como muchas otras a las que se enfrenta el feminismo.

Pero puesta a hablar de la igualdad, ¿por qué no reivindicar esta también?

La igualdad de que no nos sintamos obligadas a llevar algo porque, de no llevarlo, nos sentimos acosadas o que se nos toma menos en serio en el trabajo.

Por lo pronto, la valía profesional no se mide en los pezones, en serio.

Tengo conocidos en departamentos de recursos humanos, en la parte de contratación de nuevos talentos, y no es en lo que me dicen que se fijan.

Tampoco ir sin sujetador hace que seas peor trabajadora en equipo, que tardes más en realizar tus funciones o que te hagas más lío en las conversaciones de Slack -porque ahí nos liamos todos sin distinción.

Hombres y mujeres tenemos pezones, pero que aún muchas se sientan así demuestra que venimos arrastrando que, siendo la misma zona del cuerpo, no se percibe por igual.

El pezón masculino tiene vía libre en playas, piscinas, redes sociales o incluso la oficina cuando se marca por debajo de la camisa (sí, amigos, a vosotros también os pasa).

En cambio, el femenino, continua abriéndose camino en todos esos ambientes.

Y no es otra cosa que la enésima prueba de que el sexismo que venimos cargando incluye la cosificación de las mujeres.

Es decir, reducirlas a su cuerpo o partes de este-, algo que las discrimina porque se las trata de manera distinta (con miradas, comentarios, etc).

Consejos para cuando tu compañera va sin sujetador al trabajo

¿Lo bueno? Que ponerle las cosas más fáciles está en nuestra mano.

Empieza por no pensar en el pezón femenino como una invitación a mirarlo ni a hacer comentarios si se aprecia de alguna manera por debajo de la ropa.

Hay una diferencia grande entre un vistazo que se escapa de refilón, que a todos nos puede pasar en algún momento, y mirar fijamente -con la incomodidad que produce-.

A continuación, todos los comentarios al respecto se pueden ahorrar, en serio. No queremos que nuestro pecho sea tema de conversación.

Da igual que sea para hacer una apreciación que crees que puede ser positiva como por ejemplo «Se te marcan los pezones» (sí, es normal que se marquen, se marcan porque los tengo).

Si yo no comento a mi compañero de trabajo que se le marcan las entradas, por muy a la vista que esté, creo que debería ser igual al contrario.

También evitar bromas de esas que para algunos son muy graciosas del tipo «Parece que hace frío».

Y por supuesto, no sugerir que el pecho no quedaría tan caído sin el sujetador.

Para resumir en este caso, aunque se puede aplicar a cualquier observación del físico, se debería aplicar la regla de los 5 segundos.

Si hay algo de mi aspecto que no se pueda cambiar en cinco segundos (un moco, un trozo de ensalada…) no lo comentes.

Por tentador que resulte preguntar  «¿Hoy no llevas suje?», no es necesario. Si da esa sensación es probable que no llevemos, pero no hace falta que sea tema de conversación de la misma manera que no vamos preguntando si se llevan o no calcetines.

Para terminar, la única manera de evitar que se considere que es poco profesional, es recordar que el pecho no es algo que nos aleja del puesto de trabajo ideal.

Si no llevar sujetador fuera lo que realmente evita que logremos el ascenso de nuestros sueños, ¿por qué las que sí llevan sujetador también se han encontrado con el techo de cristal?

Mara Mariño

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Así es la ‘monogamish’ o monogamia con excepciones

Hace unas semanas os contaba que, de todas las formas de relacionarme, la monogamia era la que más me encajaba.

Aunque sí que es verdad que, como digo yo en cuanto empiezo a conocer a alguien más a fondo, si entra David Beckham por la puerta ofreciéndome una noche de pasión, estoy soltera.

pareja feliz monogamia

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Vale, lo comento a modo chiste porque sé que es bastante improbable que suceda.

Pero el hecho de que tenga esa mentalidad sobre la excepcionalidad si aparece mi amor platónico celebrity, o si es algo que le sucede a mi pareja (que encima es una actriz española y lo tiene más fácil solo por la distancia), es algo que contempla una variante de la monogamia.

Lo que se conoce como «monogamish», que viene de unir «monogamia» e «ish» («casi» en inglés), es un tipo de pacto que permite encuentros de carácter sexual, muy de vez en cuando, dentro de la monogamia.

Esa excepción es la broma que hago acerca de tener un ‘pase libre’ con las celebridades que son nuestros amores platónicos (aunque entre broma y broma, la verdad se asoma).

El término monogamish fue acuñado en 2011 por el periodista especializado en sexo Dan Savage para definir esta situación, pero también una posible formalización más allá del encuentro con nuestro crush famoso.

Es decir, es el pacto de que el «vínculo tiene prioridad sobre cualquier conexión externa, pero que las aventuras ocasionales son aceptables y quizás incluso deseables para mantener encendida la llama».

Puede ser, previo acuerdo, desde tener terceras personas de vez en cuando a una noche donde todo vale.

Según el libro Ética Promiscua, supondría una buena alternativa para las personas que no quieren dar el salto al poliamor, pero les atrae la excitación de tener un «devaneo ocasional fuera de su relación».

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Lo que cabe recordar es que, por muy raramente que suceda esa historia fuera de la relación monógama, la gestión emocional y logística hay que hacerla igualmente.

Es decir, dentro de la monogamish también hay que comunicar de forma honesta los deseos, trabajar la gestión de celos y poner los límites -un ejemplo, que el encuentro no sea en el piso donde vive la pareja-.

Sin olvidar la planificación de cuándo se va a hacer, para que no afecte a otro compromiso que se iba a hacer con la pareja (de manera que siga sintiendo que es la prioridad).

Ahora que conoces de qué va, ¿lo propondrías?

Mara Mariño

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Algunas de las cosas que nunca nos han enseñado sobre sexo

Recuerdo cuando me crucé al chico con el que tuve mi primera experiencia sexual con penetración (lo que comúnmente se llama «perder la virginidad»), años después del momento.

Nos cruzamos en el gimnasio, soltamos un «Ey» y cada uno siguió a lo suyo.

Habían pasado más de 10 años desde aquel momento, pero no podía afectarnos menos haber vuelto a coincidir.

mujer masturbación

WOMANIZER

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Cada uno tenía su vida y nos habíamos perdido la pista. Nada nos unía más allá de aquella tarde donde cada uno descubrió la realidad detrás de un coito.

Como buena exalumna de colegio de monjas, la moral de esperar hasta tener un novio serio, alguien por quien hubieran aflorado sentimientos, fue lo que me animó a esperar.

Cualquiera habría pensado que, dándole tanta importancia a ese momento, la persona quedaría grabada de una manera especial y siempre la recordaría con cariño.

Pero no, nos vimos y nos quedamos igual. Fue una casualidad sin más.

Pensando en ese momento, me ha dado por repasar qué otras cosas no nos enseñan sobre el sexo además de que, la persona con quien tuviste tu primer o primeros encuentros, no va a ser nada para ti, más que seguramente.

Por ejemplo, el hecho de que el sexo es algo que surge, irrefrenable y salvaje, que nunca lo tienes que buscar y que, si tienes que hacerlo, es mala señal.

Cuando la realidad es que al igual que hay veces que tienes que currarte las ganas de ir a entrenar o de cocinarte un risotto, con esto pasa igual.

No siempre pasa y punto, a veces tienes que buscar el deseo y hacerlo crecer hasta que llega el momento en que rueda solo y te explota en la mano o en la lengua.

Nadie nos cuenta que no hay una media estándar, ni de duración ni de frecuencia. Que eso de la cantidad ideal de polvos a la semana o los minutos que debe durar un intercambio satisfactorio (5,4 minutos según el estudio de Journal of Sexual Magazine) es muy relativo.

Es más, no nos podemos ni imaginar que casi vamos a pasar más tiempo hablando de sexo que teniéndolo. Estableciendo qué sí, que no vale.

Y entender que, a diferencia de lo que enseñan las películas, no siempre tienes un orgasmo. Y que si no lo tienes no pasa nada.

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Lo que seguramente sí tengas sea dolor de rodillas. Da igual qué postura estés haciendo.

Al cabo de un rato es incómodo de la misma manera que corta un poco el rollo cambiar de posición mientras comentas como si construyeras un Lego, que a ver cómo os acopláis ahora.

Aunque quizás lo que menos nos enseñan y más nos sorprende es lo mucho que puede ser el clítoris de delicado.

Sí, es posible que la mayoría seamos conscientes de la sensibilidad de la zona, pero no hasta qué punto.

Puedes llegar a tener agujetas de estimularlo, hay juguetes cuya vibración produce incomodidad y, si tienes las uñas un milímetro de más larga y lo mueves sin cuidar el ángulo del dedo, estarás un par de días con la zona escociéndote sin poder usarla.

Mara Mariño

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