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El sujetador con pezones de Kim Kardashian, ¿un hito feminista o mera sexualización?

Si pensabas que las velas con olor a vagina de Gwyneth Paltrow iban a ser lo más extremo en materia de productos que verías sacar a una famosa, vengo a sorprenderte: Kim Kardashian ha sacado un sujetador con pezones.

Kim Kardashian sujetador con pezones

@kimkardashian

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Las publicaciones con la prenda de lencería se han vuelto virales acumulando varios miles de comentarios y con legiones tanto de defensores como de detractores.

Y, después de tomarme mi tiempo viendo el producto, cómo se ha anunciado en redes y cómo se ha representado, es el momento de aclarar que tiene poco o nada de elemento revolucionario para el feminismo.

Kim ha tirado de la opresión de siempre: la de convertirnos en objetos sexuales y, de paso, lucrarse de ello.

Por lo pronto, la simple idea de poner a la venta un sujetador con pezones ya habla por sí sola, ya que se está haciendo negocio de algo que muchas llevamos años haciendo, ir sin sujetador por comodidad o rebelión política.

Bien porque no nos apetece ir con el pecho apretado, y preferimos llevarlo suelto, o bien porque no consideramos que tenga que tener una forma y altura impuestas.

El sujetador de la celebrity ‘vende’ un tipo de pecho muy concreto: el que tienen casi todas las mujeres de la familia Kardashian, es decir, la apariencia de haber pasado por quirófano.

«Tendrás el lift de una operación de pecho», dicen en su página de Instagram.

Esto no solo resulta bastante hipócrita teniendo en cuenta que utilizan la palabra «natural» en todo lo relacionado con su nuevo lanzamiento -y poca naturalidad hay en un pecho modificado a golpe de bisturí-, sino porque también aumenta la presión estética que ya sentimos sobre nuestro cuerpo y cómo debe ser su aspecto para encajar en los ideales de belleza.

Elimina todos los tipos y formas de pezones que existen ofreciendo una única fisonomía de teta sobre la mesa.

Y, por supuesto, niega una vez más que las tetas no estén bien altas y simétricas. Esta zona del cuerpo suele caer por la gravedad, si nuestro peso varía, le salen estrías y, por lo general, una de ellas siempre es algo más grande que la otra. Esa es la verdadera naturalidad.

 

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El pezón falso del sujetador tampoco se escapa del look cliché, más propio de las mujeres que vemos en videojuegos, que de las que nos rodean en nuestro día a día: la areola no existe y el pezón se asemeja a una naricita de gnomo, pareciendo que siempre está erecto.

Una visión muy estereotipada que además intentan convertir en divertido diciendo que «aunque las temperaturas del planeta están aumentando, tus pezones tendrán el aspecto de que siempre tienes frío».

Con mensajes de este estilo, no es de extrañar que mujeres como Laura Escanes, por ejemplo, hablen de que han pasado por cirugías por ver sus pezones como «demasiado grandes».

Pero, una vez más, se invisibiliza que las tetas caen, los pezones se agrandan por el calor, y no tienen que estar siempre como si no hubiéramos puesto la calefacción en casa.

Y eso sin olvidar que la marca de Kim Kardashian ofrece donar el 10% de las ventas a la asociación 1% for the Planet para ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono, algo bastante irónico teniendo en cuenta que viene de una persona que se mueve con su familia en jet privado y una sola hora de vuelo ya genera toneladas de CO₂.

Es como para pensarlo.

No es el único intento de lavado de cara del producto. Hay quienes han saltado a mediar por la empresaria diciendo que estos sujetadores son ideales para mujeres mastectomizadas.

Que no te cuelen el pinkwashing, el objetivo de esta prenda no ha sido el de pensar en aquellas que han tenido cáncer de mama (que además en España son un 0,04% quienes han pasado por esta intervención), sino en el público en general.

Solo hay que fijarse en los mensajes que aparecen junto a las fotos o incluso en las propias fotos, las modelos posan de manera sugerente, con camisetas mojadas, junto a copys como «haz que te miren», «prepárate para girar cabezas» o «algunos días son duros, pero estos pezones lo son más».

Cero unidades de referencias a las mujeres que están pasando por esa enfermedad o incluso mujeres comentando que se han sometido a esta cirugía afirmando que les va a cambiar la vida.

Lo que sí trasciende, en cambio, es una sexualización descarada de los pezones, que Kim Kardashian pretende hacer pasar por embellecimiento, como cuando ha vendido su maquillaje.

De la misma manera que ya lo ha hecho con pintalabios o sombras de ojos, el mensaje que repite es el de «Vas a verte más guapa con esto».

Mercantilizar el acoso sexual

Sin embargo, lo cierto es que no necesitamos emular lo que ya está en nuestro cuerpo, hombres y mujeres traemos pezones de serie.

De hecho, desde que empezó el #Freethenipple en el año 2012, la lucha que mantenemos las feministas es que, precisamente, a nosotras se nos sexualiza por ir sin sujetador, ya recibimos comentarios obscenos, miradas insistentes o se nos hace abandonar ciertos espacios públicos en el caso de estar amamantando.

El sujetador de Kim no hace más que animar a que esta cosificación continúe, viendo como algo erótico un pezón cuando es simple y llanamente nuestro cuerpo, el cual deberíamos poder vestir como quisiéramos sin que sea sinónimo de que nadie nos tenga que hacer sentir incómodas.

Está mercantilizando algo que nos hace víctimas del acoso diario tanto en persona como en el ámbito digital.

Curiosamente los pezones reales de mujeres desaparecen de la red social a la velocidad del rayo, los pezones falsos de Kim Kardashian campan a sus anchas sin miedo a la censura.

Cabe preguntarse cómo es posible que los pezones masculinos y los pezones de mentira no resulten un problema para el algoritmo, mientras los pezones femeninos sí.

Y mi duda es también por qué siempre somos las mujeres el target de mercado, ya que nadie se plantea hacer un calzoncillo con relleno falso para que parezca que los hombres tienen una erección.

Quizás porque socialmente ellos tienen el privilegio de que no son percibidos como objeto de consumo.

Mara Mariño

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Cosificar el pecho o por qué no nos sentimos cómodas yendo sin sujetador al trabajo

Fue a mis 25 años cuando decidí empezar a ir sin sujetador por la vida. Y lo que significaba que, tampoco lo llevaba cuando iba al trabajo.

no llevar sujetador

PEXELS

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Es verdad que, pasando varios años en una redacción donde la mayoría de mis compañeras eran mujeres, nunca me sentí que estuviera haciendo algo especial.

Ahora me doy cuenta de que tenía el privilegio de estar en un sitio donde tenía la libertad de vestir como quería sin que nadie me mirara distinto por ello o llegara a escuchar ciertos comentarios.

No pasa así con muchas de mis seguidoras, que, tras una ronda de preguntas por Instagram, me contaron que era algo que no se sentirían cómodas de poner en práctica.

Y claro que si tienes un pecho grande -que no es mi caso-, el sujetador cumple una función de sujeción, como su nombre indica, que evita el dolor de espalda logrando que descansen los hombros y la columna vertebral.

Pero hablo de quienes teniendo la opción de ir más cómodas sin nada puesto, terminan utilizándolo por causas externas.

En su mayoría, personas que no les hacen sentir a gusto si no lo llevan:

«Si al no llevarlo con amigos no faltan los comentarios, no me imagino en el ambiente de trabajo».

«Los tíos te van a mirar sí o sí si vas sin sujetador. A mí eso me intimida».

«Muchas veces voy sin porque me siento cómoda y bien conmigo, pero si aspirara a ascender sí que me condicionaría».

«Cuando trabajaba de cara al público 90% masculino, sobre todo en verano, prefería con sujetador».

«Tengo los pechos tirando a grandes y noto las miradas».

«Siendo profe es complicado incluso ir con bralette porque me da palo que se note algo el pezón».

«Me encantaría ir sin, pero soy enfermera y puedes imaginar las miradas de los señoros».

«Muchas veces me apetece no llevarlo, pero siento que llamaría la atención o parecería poco profesional y me jode porque sé que no debería, pero luego sigo sin atreverme».

«Trabajo en hostelería y depende del día no quiero lidiar con según qué mierda de clientes hombres».

Estas son solo algunas de las historias que me dejaron respondiendo a la pregunta de si querían compartir sus experiencias.

La (larga) sombra del sexismo

Sí, soy consciente de que reflexionar de que me gustaría que hombres y mujeres se sintieran igual de cómodos en el trabajo con su ropa no es una lucha que pueda parecer tan urgente como muchas otras a las que se enfrenta el feminismo.

Pero puesta a hablar de la igualdad, ¿por qué no reivindicar esta también?

La igualdad de que no nos sintamos obligadas a llevar algo porque, de no llevarlo, nos sentimos acosadas o que se nos toma menos en serio en el trabajo.

Por lo pronto, la valía profesional no se mide en los pezones, en serio.

Tengo conocidos en departamentos de recursos humanos, en la parte de contratación de nuevos talentos, y no es en lo que me dicen que se fijan.

Tampoco ir sin sujetador hace que seas peor trabajadora en equipo, que tardes más en realizar tus funciones o que te hagas más lío en las conversaciones de Slack -porque ahí nos liamos todos sin distinción.

Hombres y mujeres tenemos pezones, pero que aún muchas se sientan así demuestra que venimos arrastrando que, siendo la misma zona del cuerpo, no se percibe por igual.

El pezón masculino tiene vía libre en playas, piscinas, redes sociales o incluso la oficina cuando se marca por debajo de la camisa (sí, amigos, a vosotros también os pasa).

En cambio, el femenino, continua abriéndose camino en todos esos ambientes.

Y no es otra cosa que la enésima prueba de que el sexismo que venimos cargando incluye la cosificación de las mujeres.

Es decir, reducirlas a su cuerpo o partes de este-, algo que las discrimina porque se las trata de manera distinta (con miradas, comentarios, etc).

Consejos para cuando tu compañera va sin sujetador al trabajo

¿Lo bueno? Que ponerle las cosas más fáciles está en nuestra mano.

Empieza por no pensar en el pezón femenino como una invitación a mirarlo ni a hacer comentarios si se aprecia de alguna manera por debajo de la ropa.

Hay una diferencia grande entre un vistazo que se escapa de refilón, que a todos nos puede pasar en algún momento, y mirar fijamente -con la incomodidad que produce-.

A continuación, todos los comentarios al respecto se pueden ahorrar, en serio. No queremos que nuestro pecho sea tema de conversación.

Da igual que sea para hacer una apreciación que crees que puede ser positiva como por ejemplo «Se te marcan los pezones» (sí, es normal que se marquen, se marcan porque los tengo).

Si yo no comento a mi compañero de trabajo que se le marcan las entradas, por muy a la vista que esté, creo que debería ser igual al contrario.

También evitar bromas de esas que para algunos son muy graciosas del tipo «Parece que hace frío».

Y por supuesto, no sugerir que el pecho no quedaría tan caído sin el sujetador.

Para resumir en este caso, aunque se puede aplicar a cualquier observación del físico, se debería aplicar la regla de los 5 segundos.

Si hay algo de mi aspecto que no se pueda cambiar en cinco segundos (un moco, un trozo de ensalada…) no lo comentes.

Por tentador que resulte preguntar  «¿Hoy no llevas suje?», no es necesario. Si da esa sensación es probable que no llevemos, pero no hace falta que sea tema de conversación de la misma manera que no vamos preguntando si se llevan o no calcetines.

Para terminar, la única manera de evitar que se considere que es poco profesional, es recordar que el pecho no es algo que nos aleja del puesto de trabajo ideal.

Si no llevar sujetador fuera lo que realmente evita que logremos el ascenso de nuestros sueños, ¿por qué las que sí llevan sujetador también se han encontrado con el techo de cristal?

Mara Mariño

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