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Ni sola ni con ropa de deporte: la desacertada campaña contra las agresiones sexuales de la Xunta de Galicia

«Se viste con mallas de deporte. Va a correr sola por la noche. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa».

Con ese argumento, la Xunta de Galicia saca su nueva campaña contra la violencia de género, utilizando imágenes que imitan el día a día de mujeres y acompañadas de reflexiones.

Xunta Galicia campaña violencia de género

XUNTA DE GALICIA

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Además de la foto de la chica haciendo running, encuentro también en la campaña otros mensajes: «Le envía una foto íntima. Él está con sus amigos. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa».

«Una discoteca, una copa desatendida. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa». «Una chica camina sola de noche. Lleva las llaves en la mano. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa».

El foco de los mensajes es claro: prevenir violaciones. Lo que pasa es que, a la hora de escoger el destinatario, se han liado.

Así que la mejor manera de evitar sufrir una agresión sexual es que las mujeres cambiemos nuestra forma de vestir, nuestras zonas de paso o tu manera de vivir el ocio… O al menos, es la solución según la Xunta.

Lo que quizás deberían tener presente es que, según los datos de Amnistía Internacional, una de cada cinco mujeres será violada en algún momento de su vida. Y spoiler: la ropa no tiene nada que ver.

Repasando una de las muestras más impactantes de hace unos años, una exposición que mostraba qué ropa llevaban las víctimas de agresiones sexuales, las mallas de deporte no son el común denominador.

Chilabas, pijamas, el uniforme de policía, una camiseta de manga corta y pantalones vaqueros, una camisa blanca… Lo que ellas llevaban puesto aquel día es tan variado como lo que puedes encontrar en un armario.

Hacer de la ropa no solo la protagonista, sino la causante directa, es señalar a la víctima y mantener el estereotipo de que es la ropa la que va provocando.

En otras palabras, la responsabilidad de sufrir una agresión es de quien la sufre, no de quien decide ejercerla.

Una idea que refuerza la cultura de la violación, que normaliza la violencia minimizándola y la fomenta con las actitudes misóginas.

Entre ellas están, por ejemplo el ideal de la ‘buena mujer’, esa que la Xunta nos invita a ser: la misma que está en casa a las 5 de la tarde y no se maquilla ni hace nada que pueda provocar (como si no hubiera violaciones a plena luz del día o en lugares concurridos).

No falta en la misoginia de la cultura de la violación la cosificación: la mujer es un objeto sexual y por tanto vive expuesta a ser agredida por ello, por lo que no debe exponerse.

Y por supuesto, no se puede minimizar una agresión sexual sin exculpar al verdadero causante.

Por eso decir «No debería pasar, pero pasa» es invitarnos a asumir que las violaciones son inevitables.

Considerar que el hombre es violento por el hecho de ser hombre y que solo en nuestra mano está evitar que dé rienda suelta a sus deseos.

Unos deseos que «no deberían pasar, pero pasan» como si no pudiera controlarse, quitándole peso a sus actos.

Sin embargo, las feministas no nos cansamos de repetir que nosotras no tenemos la responsabilidad de ser acosadas, abusadas o agredidas.

«La culpa no era mía, ni donde estaba ni como vestía. El violador eres tú».

Tampoco la tenemos de sufrir revenge porn porque hemos mandado una foto a una persona con la que teníamos una atracción y esta decide filtrarlo hasta el punto de que es tan insostenible el acoso que ella decide terminar con todo y suicidarse.

O de ir solas por la calle cuando nos sucede algo. Todo esto es también achacárselo a la víctima.

Decir que es culpa suya dejar la bebida sola por lo que pudiera pasar. Está a la altura del Xocas alabando a su amigo (al que definió como un «crack») porque se mantenía sobrio para así aprovecharse de mujeres que habían bebido.

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¿Cómo vamos a atajar la violencia de género si seguimos obviando el origen real de la violencia, que es las personas que ejercen esa violencia?

¿Empezaremos también a prevenir el bullying en el colegio pidiéndole a los menores de edad que sean menos ‘insultables’ o ‘agredibles’ para sus compañeros?

¿Combatiremos la homofobia pidiéndole a las personas que, por favor, sean más heterosexuales, que con su orientación sexual van provocando?

Y ya de paso, ¿lucharemos contra el racismo pidiendo a todas las etnias que no sean tan poco caucásicas porque, aunque no debería pasar que las ataquen física o verbalmente por el color de su piel, pasa?

Las mujeres tenemos el mismo derecho a vivir seguras que los hombres y eso significa igualdad de poder andar, quedar, salir o hacer deporte como nos dé la gana, sin que eso suponga un riesgo.

No necesitamos que nos sigan machacando a nosotras, que somos las que lo padecemos en la propia piel, con el tipo de víctima que debemos ser, necesitamos que el prisma cambie de dirección y se les empiece a concienciar a ellos.

Lo que realmente no debería pasar, pero pasa, es esta campaña.

Mara Mariño

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