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La verdadera ‘fábrica’ de incels no es el rechazo de las mujeres a los hombres

De un tiempo a esta parte, mi Instagram se ha convertido en una batalla campal donde las palabras «feminazi» e «incel» vuelan en una y otra dirección.

Antes era «machirulo» o «señoro», pero incel ha robado el protagonismo. Además de usarla erróneamente (por suerte, no todos los hombres que hacen un comentario machista son unos incels) sí que cabe preguntarse qué es exactamente un incel.

Y, sobre todo, por qué parece que cada vez hay más.

hombre ordenador gritando

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Un incel es un hombre que se mantiene célibe involuntariamente, es decir, no tiene relaciones sexuales y culpa de ello a las mujeres, no solo a las que le rechazan, sino a todas en general.

De esta manera, y con un odio exacerbado al género femenino, la mentalidad del incel está compuesta por ideas misóginas como que todas las mujeres se mueven por el interés, y solo van a por hombres que ellos llaman «de alto valor».

Pero también viéndolas como objetos que están para su satisfacción (y por ello las culpan de no prestarles compañía), desprecio hacia las mujeres independientes, por considerarlas una amenaza a sus deseos, y en definitiva utilizan esas opiniones para llevar a cabo no solo comentarios misóginos, sino también acciones violentas.

Inciso, si quieres ampliar sobre este tema, te recomiendo mi libro Todo lo que mi novio debe saber sobre feminismo, donde analizo el término incel.

Cada vez se encuentren discursos más radicalizados dichos -y compartidos-, por generaciones jóvenes como los que se viralizan de ciertos tiktokers o youtubers.

Otra señal de alarma de que esto está sucediendo es el incremento de comportamientos de maltrato psicológico o físico hacia las chicas (los casos de violencia de género en adolescentes han aumentado un 87,2%, según el estudio de la Fundación ANAR).

Un efecto más de cómo no se está abordando ninguno de los factores que contribuyen al florecimiento de estas mentalidades y comportamientos.

La sociedad moderna es un caldo de cultivo de incels.

Cómo se ‘construye’ un incel

Personalmente, creo que no se quiere hablar de que los incels no aparecen así porque sí, porque supondría hacer crítica de lo que está mal en cuanto a educación, socialización y cultura (así como empezar a darle vueltas a las formas de solucionarlo).

Es más sencillo resumirlo en que «están rebotados con las mujeres» que llegar a la raíz del problema.

Por lo pronto, existe una presión acerca de cómo debe ser un hombre, es lo que se conoce como masculinidad hegemónica. Y, mientras que a ellos se les ofrece esta única idea de que un hombre debe ser exitoso, atractivo, seguro y capaz de dominar cualquier situación.

La masculinidad se practica como lo opuesto a la feminidad, así como el rechazo a todo lo femenino.

Ya aparece la primera idea de que lo femenino es peor o menos deseable de la misma manera que lo son comportamientos o roles que se nos han asociado a nosotras: la escucha activa, la empatía, los cuidados…

A eso hay que añadir que la expectativa social es la de que solo encuentras la felicidad en pareja, que además debe ser monógama, el modelo relacional más extendido, y siguiendo los mitos del amor romántico.

Lo que supone además mucha presión en cuanto a mantener relaciones de pareja, que son algo que deben trabajarse y no vienen por sentado.

Así como falta de confianza, experiencias negativas en el pasado relativas al rechazo, pocas habilidades sociales o ansiedad, que también hacen que tener pareja sea todo un desafío.

Cuando ese vínculo no aparece y la expectativa social no se cumple, la presión por no haberlo logrado se convierte en resentimiento.

Algo que, además, no se puede compartir con amigos porque no se prioriza socialmente la creación y cuidado de vínculos de amistad que sean red de apoyo (ni la masculinidad ve con buenos ojos que se hablen de sentimientos).

Esto genera una sensación de aislamiento en los hombres que, con la digitalización, les conduce a comunidades online donde conocen a otros que se encuentran en la misma situación que ellos.

Y es en estos espacios donde, gracias a la validación que encuentran con sus vivencias y sentimientos, se fragua la radicalización

Así que igual cabe preguntarse cómo se puede evitar que se llegue a eso: deconstruyendo la masculinidad, promoviendo relaciones sanas y satisfactorias con el entorno que supongan redes de apoyo, disminuyendo la presión por estar en pareja, siendo inclusivos y educándonos afectivamente, por poner unos ejemplos.

Mara Mariño

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Que no te preocupen los ‘incels’

«¿Es que ahora tenemos también que preocuparnos por esta gente?», me dice mi compañera de trabajo señalando la noticia de un incel que había atropellado a varias mujeres. Los incels son hombres heterosexuales, célibes de manera involuntaria, que convierten a las mujeres en el objeto de todo el odio que sienten, fruto de la frustración ante sus rechazos.

PIXABAY

La voz de mi compañera me resulta familiar. En ella encuentro miedo y preocupación, como si en el B.O.E. hubieran anunciado que hay un nuevo depredador suelto en el país. 

Y mi respuesta es que no. Ahora no tenemos que preocuparnos por ellos, porque en realidad llevamos conviviendo a su lado toda nuestra vida.

Se preocupa por los incels y yo pienso en aquel tío que me escupió a la cara por contestarle con un corte de mangas a los piropos.

Pienso en el que se sentaba a mi lado en la universidad y decía que aquella solo había conseguido prácticas en RTVE por chuparla. Pienso en el que se lió a darle puñetazos a una amiga en su portal. 

Pienso en el que ha ido de prostitutas porque según él, tener sexo es su derecho. Pienso en mi ex, que me cogía del cuello mientras me decía que mi valor era menor que el de la basura.

Pienso en las manadas de salvajes que cada mes van apareciendo por toda España y por todo el mundo.

Y realmente me pregunto si ahora nos preocupan los incels.

Señoras, hay hombres llevan odiándonos toda la vida aunque no les llamáramos así. Y su único rasgo en común es ese, que son hombres. Ah, y que nos desprecian, claro.

La única diferencia es que ahora le han puesto una etiqueta y se reúnen en foros a insultarnos y a planear cómo acabar con el mayor número de nosotras.

Pero vamos, yo no me preocuparía demasiado teniendo en cuenta que ya estamos bastante perseguidas.

Llevamos todo este tiempo cruzándonos con ellos en el metro, en la discoteca y hasta en los privados de Instagram, cuando te han llamado «zorra» por no haber contestado a sus mensajes. 

Con esto solo quiero decir que el arsénico era peligroso ya incluso antes de que le pusieran nombre.

Duquesa Doslabios.

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