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Amor millennial: el hilo que ata y que sueltas

«Este es tu hilo», dice la voz en off de Morgan Freeman cuando, al empezar una relación con alguien, te hacen entrega de un carrete.

Este es tu hilo y puedes usarlo para lo que quieras. Querrás entrelazarlo suave, alrededor de su cintura cada vez que sea tierno contigo.

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Cuando te retire el pelo de la cara, te coja por la barbilla o te haga reír para distraerte sabiendo que estás preocupada por un examen, una entrega, una amiga.

Tú misma lo enrollarás alrededor de ti, acercándoos más todavía, cuando te salga ser detallista. Cuando hagas cosas por amor que no imaginarías, cuando le sorprendas con una receta o una llamada nocturna solo para comprobar, por el tono de su voz, que está bien.

Con ese hilo puedes hacerlo todo. Incluso reforzar vuestro cariño al descubrir que tenéis aficiones en común, que ya podéis ir juntos a clases de baile en pareja o al club de poesía, a ver una exposición o a comer una hamburguesa, a engancharos a una serie, a ver una película…

Poco a poco, esos nuevos hilos entre los dos harán más fuerte cualquier vínculo y ayudarán a tirar de vosotros hacia delante en el momento en el que uno -o ambos- pierda el equilibrio.

Sirve tanto un hilo para atar con suavidad unas muñecas, e inmovilizar piel al compás de suspiros y jadeos, como para soltarlas. Liberándolas para dejar espacio de por medio, para no dejar marcas, ni hacerles daño.

Porque es también el hilo el que pone distancia entre los extremos. Sirve para unirse y para separarse.

Habrá momentos que lo mejor será soltar hilo y los reconocerás porque no quieres seguir tan unida.

Un reproche aquí, otro allá, un comentario que «va sin maldad» pero hiere a rabiar, el daño constante, la carga mental, las noches de insomnio sola en la cama que ganan terreno a las demás, la falta de concentración, la ansiedad de no ver las cosas funcionar como quisieras…

Irás soltando carrete para respirar, para no sentirte tan mal contigo misma, para recuperarte, dormir esas ocho horas que ya pensabas perdidas desde que su forma de ser resultó incompatible con la tuya.

Y por mucho que hayas entrelazado, atado y reatado, con doble nudo e incluso uno de los cabos esté fijado a la pata del sofá, llegarán personas que te harán soltar el carrete sin parar.

Hasta el punto de que, cuando buscas dar unos centímetros más, te darás cuenta de que te has quedado sin hilo porque te lo han gastado.

«Y solo hay un hilo por persona», me recuerda Morgan Freeman. «Úsalo bien».

Duquesa Doslabios.

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No es tan mala idea hablar con tu ex si es para pasar página

Soy de las pocas excepciones que, en ese año tan raro que fue 2020, no rompió su relación por causa de la cuarentena. Al revés. Estar confinada con mi -ahora ex- pareja no supuso ningún inconveniente ni añadió dificultad a nuestra relación.

Ya que la ruptura fue después (y por una causa nada relacionada con pasar tiempo juntos), me enfrenté a las nuevas restricciones con una mudanza, mucho tiempo libre, demasiada gente en común en redes sociales y pocas opciones de escapar de todo aquello haciendo un retiro espiritual en un pueblo cualquiera, lo que realmente me pedía el cuerpo.

Enfrentarse a una separación es complicado siempre. Lo ha sido para mí en la recta final de mi veintena y lo está siendo para un amigo de la familia que se ha divorciado al poco de cumplir 60 años.

PULL&BEAR

Asumir el cambio de vida, el fin de una etapa o las nuevas rutinas que tienes que empezar a crear de cero y por tu cuenta, son siempre parte del proceso.

Pero cuando viene acompañado de la sensación de soledad de no poder casi reunirte con las amigas o refugiarte en abrazos y besos de conocidos que viven tus penas como propias, ¿cómo seguir adelante?

Hay dos momentos de mi vida sentimental que me han enseñado sobre mí misma más que cualquier otro. El primero fue cuando me desenganché de una relación tóxica. El segundo ha sido este.

Y no las pongo al mismo nivel ni mucho menos. Pero si en la primera vez averigüé lo que no quería volver a encontrarme en mi vida, en la segunda lo puse en práctica sin dudar.

No hubo dudas, remordimientos ni miradas hacia el pasado. Solo la certeza de que había aprendido la lección y había tomado la vía correcta.

Al principio fue de todo menos sencillo. Durante el primer mes repasaba cada poco tiempo sus redes y recorría los lugares en los que habíamos construido recuerdos juntos durante los últimos los años con un nudo en el estómago.

Llegó el punto de inflexión cuando lo que más me exasperaba era sentir que yo era la única que estaba viviendo ese sufrimiento, que a la otra persona no le importaba nada.

Que pese a no haber sido yo quien había fallado en la relación, era quien peor lo estaba pasando, quien no conseguía dejar todo atrás y avanzar.

Así que hice algo que desaconsejan en todas las normas no escritas cuando atraviesas una ruptura: le escribí para preguntarle su secreto.

Quería saber cómo hacía para evitar saber sobre mí, cómo aguantaba las ganas de escribir, cómo había dado todo tan por perdido…

Y no fue hasta ese momento, en el que tuvimos una conversación por WhatsApp, que pude escribir el punto final.

Lo mejor es que de todas las preguntas que me formulaba en mi cabeza y que le expuse en aquel momento, solo pudo contestarme a una: no me buscaba para no hacerse daño. Tan sencillo y obvio como eso.

Entendí que el hecho de no saber todo lo que podía estar pasando por su cabeza, de no entender sus motivos de no volver a querer saber nada, era algo que debía aceptar y con lo que me tocaría vivir.

Tenía dos opciones: quedarme anclada dándole vueltas a las cosas sin llegar a ninguna respuesta, porque lo mismo ni siquiera él la tenía (y si la tenía, no iba a compartirla conmigo), o soltar y salir del bucle.

Desde ese momento no he vuelto a pasar por su perfil y tampoco he tenido ganas de hacerlo. Tantos conocidos en común hacen que de vez en cuando se cuele en el mío.

De fondo, en alguna historia, soy capaz de reconocerle. La diferencia es que puedo decir que esas intrusiones ya no me aprietan las entrañas.

No siento nada.

Consciente de que ha sido un cierre poco convencional, es el que me ha servido a mí y el que realmente me ha ayudado a la hora de avanzar.

Ha pasado de ser personaje principal a un extra, un figurante más que ya no es relevante en la trama donde he vuelto a ponerme en el puesto de protagonista.

Y solo yo escribo la siguiente página.

Duquesa Doslabios.

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Que la cuarentena no te confunda: sigue sin ser buena idea escribir a tu ex

Da igual si este sábado cumples una semana de cuarentena o la empezaste antes. En lo que coincidirás conmigo es que da la sensación de que llevamos un mes dentro de casa.

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Y sí, por muy casera que me considero, también se me comen las paredes en algunos momentos, lo que me lleva a plantearme todo tipo de ideas para pasar el tiempo.

Me consta que conforme pasan los días, el nivel de locura va creciendo (tú también tienes a ese conocido que se ha quitado la barba cuando llevaba años dejándosela crecer).

Por el momento, con las peluquerías cerradas, la tentación de cortarme flequillo con tijeras es grande -lo que tiene el aburrimiento-, pero me consta que sería algo relativamente cuerdo en comparación con otras ideas que se me podrían pasar por la cabeza.

Esto no es un llamamiento a que no te afeites la barba o a que no pruebes ese tinte que lleva meses cogiendo polvo en casa. Es un recordatorio de que, pase lo que pase en la cuarentena, no deberías escribir a tu ex.

Vamos a hacer como que no se te ha pasado por la cabeza (cuando llevas ya unas cuantas veces pensándolo) mientras te explico por qué es la peor de las ocurrencias.

No sabemos qué va a pasar dentro de unas semanas. Todos los mensajes que nos llegan -quitando los memes- son bastante preocupantes. Y, además, no tenemos manera de despejarnos la mente con actividades que realizábamos normalmente.

Esos factores dan lugar a un cóctel mólotov de sentimientos que te producen ansiedad y miedo. El estado perfecto para que busques seguridad y control en las pequeñas cosas (¿entiendes ahora los ataques consumistas de comprar papel higiénico?).

En plena crisis emocional, puede parecer que tu ex es la mejor persona con la que desahogarse. Te conoce como nadie y te recuerda a la tranquilidad de cuando estabais juntos, un pasado que parece -ahora en perspectiva-, más sencillo que el presente.

Deja que te diga que te estás engañando. Ni hablar con él va a arreglar la situación ni te va a hacer sentir mejor.

Míralo de esta manera, ¿le escribirías si no te encontraras en esta situación? Que no te puedan el miedo o el aburrimiento. Tú y yo sabemos que, en cualquier otra circunstancia, no estarías planteándotelo.

Recuerda los motivos por los que se acabó y manda ese mensaje a tus amigos o a tu familia, quienes realmente quieren saber de ti y de tus preocupaciones, los que estarán ahí para ayudarte a gestionar el estrés (y sacarte una sonrisa con el vídeo del tiranosaurio rex por la calle).

Duquesa Doslabios.

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¿A qué viene esa obsesión que tenemos por ‘ganar’ después de una ruptura sentimental?

Hace unos días coincidí con uno de mis exnovios. Estaba acompañado de su nueva pareja y, una parte de mí, evaluaba la situación.

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Es imposible no hacer una reflexión de tu vida (y de la suya) cuando suceden este tipo de encuentros.

El “¿Y si..?” se cuela en tu cabeza. “¿Y si no hubiéramos roto? ¿Y si todavía estuviéramos juntos? ¿Estaríamos también casados o solo compartiendo piso?”

Porque, por muy feliz que estés con tu vida en la actualidad, ha sido una persona por la que ha habido una serie de sentimientos.

Algo que te lleva a preguntarte cómo os habéis desenvuelto después de la ruptura. Pero, sobre todo, quién ha ganado con el cambio.

Casi podría parecer que, una vez terminada la relación, da comienzo una competición en la que solo uno puede ganar.

¿El objetivo? Coronarse como el que sale mejor parado, ya sea por tener otra pareja con la que la relación ha llegado a nuevos puntos de compromiso, ascender en el trabajo o mudarse a Australia (oficialmente el país más guay del mundo desde 2017).

Es quizás una manera de crearnos la rivalidad (y, sobre todo, de querer considerarnos siempre los vencedores), repetirnos que hemos tomado la mejor de las decisiones siguiendo cada uno por un lado. Sentir seguridad por nuestra situación a modo de confirmación extraoficial.

Aunque al final existen tantos tipos de victoria como personas. A lo mejor, para alguien, ganar es haber pasado por el altar, para otra persona no haberlo hecho, tener varios hijos o no tener ninguno y adoptar un perro. O incluso la victoria de estar soltero.

Así que igual más que entrar en competición con tu ex, entra en competición contigo y pregúntate si estás donde quieres y con quien quieres. Si la respuesta es afirmativa, ya has conseguido el mayor triunfo.

Duquesa Doslabios.

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Me han hecho ‘ghosting’, ¿y ahora qué?

Si algo nos ha enseñado el ghosting, es que tenemos mucho orgullo.

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Que también cómo no tenerlo con esas abuelas que, día sí día también, repiten que somos las más guapas del mundo.

Amor de abuela aparte, el ghosting escuece, y escuece mucho. No solo porque una persona que te interesaba desaparece de repente (si no hubiera interés por nuestra parte no recibiría ese nombre sino «Qué bien que ese pesado ya se ha cansado de escribirme»).

También porque no se entiende que se pueda pasar de alguien como tú tan fácilmente.

Que no es que seas la Premio Nobel del año, pero eres simpática, te encanta la música de los 80 y eres sorprendente buena jugando a los dardos. ¿Cómo no ibas a llamar su atención?

Sin embargo, no importa ni la opinión de tu abuela, ni que sepas hacerte igual de bien ambos lados del eyeliner con un talento (y pulso) innato, han pasado de ti igualmente y toca reaccionar.

Cómo comportarse cuando esto nos pasa es la gran pregunta, ya que el primer impulso es el de seguir escribiendo y terminar pareciendo un poco obsesionada.

Es el momento de coger esas sensaciones tan negativas que entran en el paquete del ghosting (enfrentamiento al rechazo, pérdida de puntos de autoestima, sensación de que se ha perdido el tiempo, desilusión y un poquito de corazón roto) y dejarlas a un lado.

La primera norma no escrita de cómo reaccionar es no tomárselo como algo personal. No se puede dar por hecho que es culpa de una misma.

Procura alejarte y recuerda que no había nada entre vosotros, no había exclusividad. Evítalo en un futuro dejando varios frentes abiertos. ¿Cuál es el problema? Es lo bueno de la soltería.

Pero si no te ves capaz, puedes permitirte un intento final -la última bala del cartucho-, porque todos merecemos el beneficio de la duda e igual sí que es cierto que ha perdido el teléfono móvil y no ha encontrado manera de ponerse en contacto contigo.

Es la manera de quitarse el «¿Pero y si…?» que luego tanto nos atormenta en el futuro.

Eso sí, si no hay una respuesta, recuerda que la persona que merezca la pena y tenga interés real no te hará ghosting.

Duquesa Doslabios.

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Baja el número de besos, sube el número de enfados

¿Sinceramente? Ya he perdido la cuenta del número de enfados. Pero a este ritmo, debe andar cerca de la cantidad de besos. Con la diferencia de que mientras el primero ha ido subiendo, el último ha seguido bajando.

GTRES

Voy por la calle, la nuestra. Y voy pensando. Qué mal me hace eso, ya sabes. Especialmente si tengo un móvil en la mano donde ir apuntando lo que se me pasa por la cabeza.

Pienso en lo harta que estoy, hasta el moño, hasta arriba, hartar de harta. Planteándome lo implanteable, dudando de todas las certezas, pensando lo inconcebible y diciendo, por lo bajo, lo indecible.

Si en realidad él nunca fue esa persona o si es mejor la pregunta de en qué momento dejó de serlo.

¿Es que todos fingimos al principio una preocupación, una empatía y luego, a fuerza de rutina, se desvanece? ¿Es la consideración una ilusión? ¿El nuevo 3D sin gafas bicolores de por medio?

Es inevitable echar la vista atrás y pensar en el principio. En las conversaciones en el coche parados en cualquier calle hasta las tantas de la mañana. En el diálogo por Whatsapp que ninguno de los dos parecía querer terminar.

Ahora es la apatía y las frases de dos palabras la nueva moneda de cambio. Esa que ha entrado a la fuerza y que ha empobrecido al país. ¿Cuándo dejas de querer contarle al otro hasta el último detalle? ¿Es en el mismo momento en el que, estando al lado, te ves lejos?

Pero, sobre todo, ¿cuándo empiezas a pensar en solitario aun sabiendo que ahora sois dos en el buzón?

Ya no sé si son bajones propios de la edad (de la relación) o las señales, primero sutiles, de que, como un pez fuera del agua, aquello agoniza próximo a un final inexorable.

Ahí está. Es mi vena egoísta. Esa que dice que merezco todo lo que llevo tiempo echando de menos.

Y es cuando le pregunto a mi madre que cuántas veces has querido tirar la toalla, ella me mira y contesta un «Muchas» resignado.

Pero aquí sigue. Sigue como sigo yo. Sin mandar todo a la mierda.

Aunque ganas no nos falten.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué parece que se desgasta el amor cuando se acerca el verano?

Si algo ha conseguido la ruptura de Irina Shayk y Bradley Cooper es recordarnos lo que parece el efecto negativo (e inevitable) del verano sobre nuestras relaciones.

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Al poco de que empiezan las vacaciones, las campañas contra la velocidad, el uso del cinturón o la precaución al volante, nos rodean y es que en los meses de junio, julio y agosto vienen curvas, y no solo sobre la carretera.

No vamos a engañarnos a estas alturas de nuestra relación, sabemos que la época estival es el mejor momento del año para estar sin pareja, un efecto contrario al que parece que sentimos cuando se aproxima la Navidad.

El frío y las ganas de quedarse en casa hibernando bajo una buena manta con un maratón de películas parecen pedir a gritos una persona con quien compartirlo para entrar en calor.

Sin embargo, hay a quien, una vez se le ha pasado el furor por hacer piececitos con los calcetines de lana, los polvos con el chisporroteo de la chimenea de fondo o las digestiones después de las comilonas familiares en compañía, las ganas de estar junto a alguien van descendiendo mes a mes.

Culpo a los anuncios de cerveza de las altas expectativas que se nos han hecho respecto al verano y a sus historias de amor.

Aunque la publicidad tiene algo de cierto: los viajes, el tiempo libre en la ciudad como para visitar esos sitios que se resisten el resto del año, planes de todo tipo con las amistades, conocer lugares y culturas desconocidas…

Es el periodo por excelencia de conocer gente nueva o volver a encontrarse con aquellos ligues de verano que resisten el paso del año como los últimos granos de arena que encontramos tiempo después cuando llega el momento de hacer la primera maleta.

Y si igual pensabas que esto era algo excepcional, como el caso de Irina y Brad, deja que te diga que el efecto del cambio de estación es real llegando incluso a convertirse en una extraña tendencia que se conoce como Seasonal Dating Disorder o el trastorno de las citas estacionales.

Creo que la mayoría, especialmente entre los 16 y los veintipocos hemos pasado por un ssd prefiriendo liberar nuestro estado civil ya que sabíamos que tampoco aquello iba a ningún lado.

Porque esa es la clave de los amores que se enfrían cuando suben las temperaturas, que realmente alguien no estaba preparado para aquello, que veía grande o en mal momento, y que para eso, mejor separar los caminos (especialmente si llevan a la playa).

Claro que no son todos los casos. Hay parejas que resisten el paso del tiempo a cualquier edad y hacen del verano un momento igual de intenso e inolvidable.

De hecho, es en esta etapa del año, cuando puedes permitirte pasar más tiempo de calidad, cuando puedes viajar, follar en cualquier lugar, morder las marcas del bañador, ver la puesta de sol sentados en el puerto y hasta hacer la ruta de los mejores helados de la ciudad.

Duquesa Doslabios.

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Ojos que no ven o por qué deberías bloquear a tu ex de las redes sociales

Hoy en día, bloquear a alguien de una red social es casi tan grave como salirse de un grupo de Whatsapp, la pena capital del siglo XXI.

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Por lo general, al terminar una relación, hay un punto de inflexión en nuestra personalidad digital. Esas alegres imágenes en Instagram del viaje a Cuenca ya no parecen brillar igual. Pero sabes que, en el fondo, hay algo que te frena a la hora de borrarlas y luego bloquear a tu expareja.

Y es que se nos tacha de actuar bajo el despecho, el resentimiento o la inmadurez, sentimientos que en la era donde todo viene acompañado de etiquetas como #goodvibes están muy mal vistos.

Sin embargo, cuando tenemos necesidad de hacerlo, es el momento de dar un paso al frente y pulsar la opción «dejar de seguir» o eliminar de mi lista de amigos.

Bloquear a alguien con quien hemos tenido una relación, puede ser hasta terapéutico según los expertos en la materia.

Por mucho que sepamos que esa relación ha terminado, en ocasiones mantenemos la costumbre de meternos en su perfil.

Nos fijamos en cada detalle de la foto que sube -qué sitio es, si es el mismo al que nos llevó aquella vez-, cotilleando quién es la persona que le ha dejado ese comentario lleno de emoticonos enigmáticos.

Tirar del hilo lleva incluso a analizar también esa cuenta, descubriendo que tiene una hermana que va a clase de inglés con tu compañera del master y preguntándote si podrías averiguar más. Una bola de nieve que va creciendo a cada link.

Si el dolor todavía está ahí, ver imágenes de la otra persona puede hacer todavía más dura la separación. ¿Por qué torturarse de esa manera? ¿No es mejor evitar que, cada dos por tres, salgan sus stories de fiesta?

¿Por qué estar cómodos en la incomodidad o añadir una infelicidad innecesaria a nuestras vidas? ¿O es que después de una ruptura nos volvemos un poco masoquistas?

Bloquear y hacer que desaparezca (al menos de tu mundo digital) ayuda a seguir adelante y a poder superarlo al ritmo de cada uno.

Cuando hemos tenido una relación abusiva esta es, sin duda, una de las manera de salir de ella. Cortando todo y de golpe, evitando dejar resquicios por los que pueda volver a entrar un discurso manipulador o victimista. Romper el vínculo emocional y acompañarlo del físico, mental y social.

No es algo obligatorio en todas las separaciones, por supuesto. Una de las excepciones a la opción de bloquear se da cuando el amor se ha acabado pero queréis probar lo de ser amigos.

Para todo lo demás, ya lo dice el refranero: “Ojos que no ven, corazón que no siente”, sobre todo en la era de Instagram.

Duquesa Doslabios.

Gracias, siguiente

Hablar bien de tu ex es algo que parece, en mi caso, más que complicado, imposible después de que desaparezca alguien con quien hemos tenido una relación.

Y sin embargo, es de lo que trata la última canción de Ariana Grande, de pararnos a reflexionar sobre las relaciones pasadas y quedarnos solo con lo bueno. Sin el reproche, sin el dolor, solo con el agradecimiento de lo vivido y aprendido que nos ha vuelto la persona que somos ahora. Y eso, es algo que merece la pena agradecer.

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Así que gracias a V por enseñarme lo erótica que puede ser una película de terror en la última fila del cine. Gracias por volverme creativa estrujándome la cabeza para hacer planes divertidos cuando no teníamos más dinero que los 6 euros de paga semanal. Gracias por cumplir todas mis fantasías de adolescente, como enganchar un candado con nuestros nombres en el puente a dos calles de mi casa, aunque ahora me parezcan ridículas.

Gracias a K por animarme a sacar la mejor versión de mí, terminé en ese voluntariado gracias a él y fue una de las mejores experiencias de mi vida. Gracias por enseñarme lo que era el sexo, el de verdad. Gracias por prepararme un baño de espuma enseñándome que el amor es también estar ahí cuando la otra persona ha tenido un día de mierda.

Gracias a A por quererme tanto a pesar de las diferencias. Por hacer que apreciara el country y el hip hop aunque antes me negara con cualquiera de ambos estilos. Por enseñarme a comprometerme por primera vez, por descubrirme el deporte aunque no le cogiera el gusto hasta más adelante. Por escribirme una canción. Ni la Carolina de M Clan ni la Eloise de Tino Casal se sintieron en su día lo mitad de especiales que me hiciste sentir.

Y, ¿por qué no? Gracias a R por ser tan impulsivo, por hacerme vivir un amor que hacía palidecer a las comedias románticas, por hacerme sinvergüenza y atreverme a lanzar el tanga por la ventana, por enseñarme, a su manera, el valor de la vida.

Cruzarme con ellos por el camino ha ayudado a que cada vez tuviera más claro el mío sabiendo que, aunque no iba a transcurrir al lado de ninguno de ellos, sería, tras compartir un trecho, un camino en el que me sentiría más cómoda, más completa en diferentes aspectos pero sobre todo más yo.

Y tú, ¿qué le agradeces a tu ex?

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«Por no habernos querido a tiempo»

Puede que las heridas del corazón necesiten cuidados intensivos, pero hay quienes hemos encontrado en la escritura una terapia. Hoy os traigo una pluma invitada que, por mucho que se preocupa más por la tinta impresa en los guiones, sabe también cómo usarla para cicatrizar(se).

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Almas.

Hemos viajado por un tiempo y un espacio que ha visto fuego y luz en todos lados. Sobrevivido a universos y vidas que desconoce cualquier humano.

Eones que siempre terminan con nuestros besos y cogidos de la mano. 

En este tiempo, en estos cuerpos, nuestros almas no se han encontrado. Nunca se han perdido, pero en esta historia, nos hemos varado.

Asumir que nos tendríamos, fue el principio del comienzo de este inicio.

De un inicio que terminaría con un final extremo. Donde la meta no sería, sino el epílogo de nuestro libro.

Uno de hojas en blanco sin historias para contar una vida que cuente. Un libro lleno de vacío. Un libro que solo tiene la marca de nuestros nombres en la solapa.

Con un lomo tan grueso y distante que como el destino, en esta edición, impide que ambas partes se unan.

En este libro vivimos.

En este cuerpo, donde no somos más que una marca. Almas que olvidaron lo que aprendieron en mil vidas. Perdidas en cuerpos que se deshacen con los años.

Llenos de sueños, llenos de llantos. Por no habernos querido a tiempo. Por no habernos valorado. Por todo: nunca nos amamos.

Señor Origásmico.