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El rechazo de tu pareja no es el fin del mundo, ¿pero cómo gestionar su falta de ganas?

Una de las frases que más me gustan de la vida en pareja fue la que me dijo mi abuelo de que la convivencia era la reunión de voluntades. Algo tenía que saber al respecto, ya que estuvo la mayor parte de su vida viviendo con mi abuela.

De todas y cada una de las facetas: desde qué gel traer a casa hasta el restaurante al que ir a cenar.

Y eso incluye el sexo.

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PEXELS

Porque pasa una cosa muy curiosa cuando por fin tienes tu espacio privado y estás a solas con tu pareja: vuestros calendarios parecen no coincidir nunca.

Es como si hasta ese momento cualquier hueco que antes era aprovechado (que si en el coche, algo rápido en el ascensor o escabulléndote al baño en una fiesta) desaparecieran y solo existiera la posibilidad de hacerlo en casa.

Aunque es habitual que se dé esta falta de sincronización, la persona que ha dado el primer paso, puede sentirse un poco chafada de que no haya ido a más.

Y quien dice chafada, dice también enfadada, rechazada y decepcionada.

Un combo muy explosivo que, por mucho que se quiera a la pareja, hay que gestionar para que no se vuelva en nuestra contra.

Para esos casos, antes que nada, hay que poner en práctica la empatía.

Puede que nuestra pareja haya tenido un día complicado, se sienta con el humor bajo, con la salud regulera o, simplemente, se caiga de sueño.

Entender que no es nada personal es el primer paso.

En segundo lugar, la masturbación es un aliado perfecto para cuando el deseo se ha quedado a la espera. Hacernos cargo de él es nuestra responsabilidad y de nadie más.

Te puede interesar leer: ¿En qué pensamos mujeres y hombres cuando nos tocamos?

Cuando el rechazo se mantiene, y ya no es algo puntual, es el momento de sentarse a hablar.

Tener la conversación de por qué no se quiere tener sexo es algo que se debe hacer de una manera muy cuidadosa, para que no resulte ni incómodo ni un ataque.

Olvídate de plantearlo desde un enfoque del tipo «es que ya no follamos tanto como antes» o «¿ya no te gusto?». Lo único que consiguen es hacer sentir a tu pareja mal.

Abórdalo preguntando qué está en tu mano para mejorar la situación o cómo puedes ayudar para que se sienta bien.

Tampoco saques el tema nada más haber intentado tener un acercamiento físico, porque está todo demasiado reciente.

Date un tiempo prudencial para que se enfríen las cosas.

Recuerda que el consentimiento no es una barra libre en la relación de pareja, tienen todo el derecho del mundo a decirte que no.

Intenta quitar la presión al asunto. No hay reglas que debáis seguir ni una cifra que alcanzar sobre la frecuencia.

Esto no es la Liga, no gana el equipo que tenga más puntos.

De la misma forma procura no reaccionar con enfado o decepción si ves que la otra persona no está interesada.

No significa que no te quiera, quizás lo que necesita es que cambiéis la forma de empezar, que sea el que tiene menor deseo quien tome la iniciativa (cuando sea), añadir juguetes o nuevas experiencias, fijarse un momento a la semana o, en el caso de que esté relacionado con la autoestima, que sienta que te gusta y que es deseado/a por ti.

Y, si nada de eso funciona por vuestra cuenta, es el momento de pedir ayuda a una profesional. El sexo es una parte importante que con el asesoramiento indicado se puede trabajar.

Mara Mariño

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¿Por qué dejamos que nos traten mal en las aplicaciones de ligar?

Son casi 4 horas las que pasamos al día utilizando internet en el móvil. Compras lo que te falta en casa, reservas los vuelos de Semana Santa, pides la cena y, por supuesto, conoces gente.

Internet te da la oportunidad de que puedas ligar sin tener que quitarte el pijama y bajar al bar de enfrente. Pero también significa que, lo que puedes encontrarte, no siempre va a ser bueno para ti por las libertades que pueden tomarse contigo al ligar de manera virtual.

PEXELS

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

La pantalla tiene el poder de cambiar algunas cosas, como el hecho de perder la vergüenza a la hora de proponer un encuentro físico esporádico o de insultar (el fenómeno trol lo demuestra) en el caso de recibir un rechazo.

Hacerlo por esa vía intimida menos que en persona, ya que en vivo o en directo no soltarías ese «tampoco eres tan guapa» o un «no me liaría contigo ni borracha».

Con esa valentía ficticia, hay quienes optan por tratar de una manera despectiva a la otra persona o de utilizar un lenguaje ofensivo o incluso amenazante.

No solo puede deberse a una respuesta defensiva que intente restablecer el ego dañado, también puedes recibir una mala respuesta cuando la otra persona está pasando un mal día o tiene una serie de frustraciones, que no sabe cómo gestionar, y terminan explotando en la aplicación para ligar (lo que no está justificado en absoluto).

Y, por supuesto, también el ghosting entra en la lista de estas malas prácticas.

Lo peor de todo es que ya no es raro esperar -e incluso aceptar- que puede darse ese comportamiento. Hemos llegado al punto de normalizarlo porque parece que, en la búsqueda de amor vía online, es un riesgo que merece la pena correr.

Todo puede pasar, sí, incluso que nos traten mal.

Pero, ¿cómo hemos llegado a comportarnos así? No es ya solo por la confianza de la pantalla de por medio.

Te puede interesar: Las razones por las que nunca quedas (ni quedarás) con tu ‘match’ de Tinder

El hecho de que haya tanta gente al alcance de un swipe, hace que tengamos mucha prisa al ‘descartar’ a las personas con la frialdad emocional de no pensar que, al otro lado, hay un ser humano como nosotros.

Nos da igual la forma, lo importante es que llegue la siguiente, no queremos perder más el tiempo.

Un sustituto llegará pronto. Hay tantos matches esperando a ser descubiertos…

Cuando este comportamiento se convierte en algo común, y sabes que a tu amiga le ha pasado, es más aceptado cuando te ocurre a ti. No te gusta, claro, pero no te parece tan raro.

Lo curioso es que, en cualquier otro contexto, charlando con esa persona en un bar, en una fiesta o incluso en un evento de citas rápidas, no permitiríamos de ninguna manera que nos trataran así.

Puede parecer que, como ha pasado en internet, tiene menos importancia. Pero hablamos de una esfera de nuestra vida que también nos afecta emocionalmente, por lo que no hay que permitir esas actitudes (y tenemos que evitarlas en el caso de que seamos quienes las practican).

La consecuencia de dejar que nos traten así se traduce en una baja autoestima. Somos personas quienes estamos detrás de un perfil y tenemos sentimientos que son constantemente heridos.

Por eso siempre, independientemente de a dónde vaya la cosa, deberíamos emplear una comunicación asertiva y sincera en el caso de que queramos algo más.

Si no lo queremos, hay muchas formas de decir las cosas. De una mala manera, por mucho que queramos cerrar el capítulo con alguien, nunca debería ser la elegida.

Mara Mariño

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4 formas (educadas) de responder cuando no le quieres dar tu número

Algo pasa este verano. No sé si es el calor, que todavía nos duran los efectos de la pandemia y queremos aprovechar cada día al aire libre al máximo o que simplemente queremos añadirle emoción a las vacaciones.

Pero lo cierto es que ya van varias personas que en estos días me piden el número de teléfono. Y yo, que soy de la escuela de «No le des tus datos a desconocidos» (mamá, siéntete orgullosa) hago malabares para evitar ese momento.

UNSPLASH

Que sí, que sé que el teléfono no es un anillo en el dedo, pero ni quiero coleccionar números como si esto fueran los turnos del mercado ni me apetece dar un acceso tan directo a mí.

La privacidad es lo primero, y a estas alturas considero mi número lo bastante personal como para no repartirlo a diestro y siniestro.

Soltar un directo y rotundo «No», de esos que te llenan la boca es algo que enseguida descartamos las mujeres.

Todavía nos pesa la educación de complacer, ser siempre amables, simpáticas, adornar todo con una sonrisa y no hacer daño al de enfrente (no vaya a ser que ese tío aleatorio que conocemos de hace 10 minutos nos llame bordes tras sentirse rechazado).

Las vías alternativas son infinitas. Podemos esgrimir la lista de razones que van desde el «Me mudo mañana a otro hemisferio y voy a cambiar de vida, de franja horaria, de teléfono y de identidad» al «Tengo novio y estamos más enamorados que Jennifer Lopez y Ben Affleck«.

Pero lo suyo es que, dentro de ser educadas (o educados, oye, que esto se puede aplicar para ambos sentidos), vayamos al grano.

Desaconsejo desde ya tirar por la frase de «Mira, lo cierto es que como he tenido malas experiencias en el pasado, prefiero no dar mi número».

Es el argumento perfecto que da pie al discurso de que con él eso no te va a pasar (si dice eso, seguramente te vaya a pasar).

Así que te dejo cuatro alternativas para salir bien parada de esas situaciones:

  1. «No, lo siento, no doy mi número»: no hay nada más que añadir. Sin explicaciones y sin rodeos. Una negación con una razón sencilla de entender.
  2. «Puedes apuntarte mi Instagram si quieres»: la opción para esas veces en las que el chico te interesa algo y no descartas que puedas querer hablar más con él o cuando te sientes incómoda en una situación que el sexto sentido que dice que es mejor no rechazarle directamente. Una vez en la red social es más fácil eliminarle como seguidor y bloquearle.
  3. «Te doy mi correo electrónico»: ¿tiene ganas de hablar contigo? Pues que hable mandando un mail. No solo me parece una opción romántica si lo que buscas es una forma diferente de estar en contacto con una persona sino que, como el Instagram, te ofrece más facilidades a la hora de no seguir hablando sin sentir tu privacidad invadida.
  4. «Prefiero que me des el tuyo»: y ya si eso le escribes tú. La pelota está en tu tejado y tienes la tranquilidad de que no va a saltarte un chat desconocido de repente. Tú decides si le hablas, si no le hablas o si le llamas. Es una forma de tener el control de la situación futura y salir airosa de no dar tu número en el momento.

Duquesa Doslabios.

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¿Pensabas que no había nada peor que el ‘ghosting’? Te presento el ‘caspering’

¿Hay alguien que, a estas alturas, no conozca el término ghosting? Si no te resulta familiar, lo identificarás sin problema (porque o bien lo has hecho o te ha tocado vivirlo). Ghosting es cuando la persona que te gusta desaparece de repente, como un fantasma.

Y lo peor es que lo hace sin ninguna razón aparente (o al menos que tú sepas) y sin darte ningún tipo de explicación.

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Si ya de por sí que se vayan de golpe de tu vida, así de un día para otro, es bastante chocante, tenemos una nueva etiqueta para seguir explicando malos comportamientos a la hora de ligar: el caspering.

Una ‘tendencia’ que vendría a ser la versión amigable del ghosting, ya que recibe su nombre por Casper, el más adorable de sus compañeros fantasmas.

Claro que eso no quita que siga siendo un hábito negativo.

A diferencia de desaparecer de pronto, el caspering es más sutil, más ‘amable’. Puedes identificarlo porque la persona que te lo está haciendo nunca llega a desaparecer del todo y siempre tiene una buena excusa por la que no habéis podido veros.

Ahí es cuando apelan a tu sentido de la empatía. ¿Cómo no vas a comprender que estaba con mucho lío por el trabajo, la familia, la situación de la cuarentena…? Pero te convence de que quedaréis, claro que sí. ¿Que cuándo? No se sabe, pero pronto, eso seguro.

Pero no, ese día nunca llega. Y cuando vuelvas a intentar retomar el contacto, la lista de excusas será otra igual de comprensible.

Una vida muy ajetreada, una racha muy ocupada, y vuelta a empezar con la táctica y el «Nos tomamos algo pronto».

Así que ahí estás tú, en esa espiral de ganas y desilusión constante de la que no llegas a salir porque no recibes lo que tiene en su cabeza la otra persona, un claro y contundente «No me gustas».

Esto es lo que hace que sea duro por doble partida para quien padece el caspering, porque se siguen alentando las ilusiones para no dar el «no» definitivo, pero tampoco se tiene intención real de que eso pase a mayores.

Duquesa Doslabios.

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Me han hecho ‘ghosting’, ¿y ahora qué?

Si algo nos ha enseñado el ghosting, es que tenemos mucho orgullo.

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Que también cómo no tenerlo con esas abuelas que, día sí día también, repiten que somos las más guapas del mundo.

Amor de abuela aparte, el ghosting escuece, y escuece mucho. No solo porque una persona que te interesaba desaparece de repente (si no hubiera interés por nuestra parte no recibiría ese nombre sino «Qué bien que ese pesado ya se ha cansado de escribirme»).

También porque no se entiende que se pueda pasar de alguien como tú tan fácilmente.

Que no es que seas la Premio Nobel del año, pero eres simpática, te encanta la música de los 80 y eres sorprendente buena jugando a los dardos. ¿Cómo no ibas a llamar su atención?

Sin embargo, no importa ni la opinión de tu abuela, ni que sepas hacerte igual de bien ambos lados del eyeliner con un talento (y pulso) innato, han pasado de ti igualmente y toca reaccionar.

Cómo comportarse cuando esto nos pasa es la gran pregunta, ya que el primer impulso es el de seguir escribiendo y terminar pareciendo un poco obsesionada.

Es el momento de coger esas sensaciones tan negativas que entran en el paquete del ghosting (enfrentamiento al rechazo, pérdida de puntos de autoestima, sensación de que se ha perdido el tiempo, desilusión y un poquito de corazón roto) y dejarlas a un lado.

La primera norma no escrita de cómo reaccionar es no tomárselo como algo personal. No se puede dar por hecho que es culpa de una misma.

Procura alejarte y recuerda que no había nada entre vosotros, no había exclusividad. Evítalo en un futuro dejando varios frentes abiertos. ¿Cuál es el problema? Es lo bueno de la soltería.

Pero si no te ves capaz, puedes permitirte un intento final -la última bala del cartucho-, porque todos merecemos el beneficio de la duda e igual sí que es cierto que ha perdido el teléfono móvil y no ha encontrado manera de ponerse en contacto contigo.

Es la manera de quitarse el «¿Pero y si…?» que luego tanto nos atormenta en el futuro.

Eso sí, si no hay una respuesta, recuerda que la persona que merezca la pena y tenga interés real no te hará ghosting.

Duquesa Doslabios.

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Te gustaba pero te ha rechazado, ¿y ahora qué?

Ha pasado. Volvías a casa de la cita pensando que todo había salido bien. Tus nervios no habían podido contigo.

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La conversación había superado las expectativas. Incluso el contador de silencios incómodos se mantuvo en 0 sin variar en ningún momento. Os habéis llegado a despedir hablando de posibles quedadas futuras, de las cervezas, de esa película que has descubierto que también le gusta…

Pero llegas a casa, miras el móvil y te encuentras un mensaje diciendo que lo siente, pero que no ha sentido la química, las mariposas, la magia…

Que «no eres tú», que «son cosas de la vida».

Nos lleva tiempo aprender que una gran parte de la vida son los rechazos. El rechazo de tu profesor a aprobar ese trabajo que hiciste aprisa y corriendo porque se te había olvidado la fecha de entrega hasta el último momento.

El rechazo de tu jefa que dice que tu idea necesita una vuelta. Y por supuesto, el rechazo emocional.

Antes que nada, es bueno que te recuerdes que, no has sido tú, que los rechazos vienen y van y en muchas ocasiones no tienes nada que hacer ni recibes explicaciones, como cuando de repente te cancelan el Cabify.

Enfrentarse a ello tiene que partir de que no sientas que te mina la moral, que recuerdes que es algo habitual, que sigas adelante con tu personalidad y que no tenía que ser con esa persona.

Una buena manera siempre es contestar a todo con educación. Abrirte y decir cómo te sientes, si ha sido una decepción por haberlo pasado tan bien o tener tanta conversación.

De hecho, si el problema ha sido la cita, puedes incluso proponer seguir en contacto, daros unos meses e intentar retomar las cosas más adelante.

Pero por lo general, después de un rechazo, vienen más. Es ley de vida. El camino de calabazas solo lleva al príncipe o a la princesa si eres Cenicienta, al resto de los mortales nos toca reponernos.

Pero lo bueno es que a muchas calabazas siempre puedes hacerte un puré frío que es algo que apetece mucho en verano, o, en otras palabras, quedarte con lo bueno, con la experiencia, y tirar, siempre tirar hacia delante.

Si haces uso de Tinder sabrás de sobra que los peces en el mar abundan y que, si bien en esta ocasión no ha sido un match, no le des tanta importancia. Hay vida más allá.

Duquesa Doslabios.

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Las razones para dejar de decir «Tengo novio» cuando quieras rechazar a una persona que no te interesa

Yo lo he hecho, tú lo has hecho y tu amiga a la que le has pasado esto por WhatsApp, porque nada más leer el titular te ha venido a la cabeza, lo ha hecho.

Pero primero lo primero: ¿me sigues en Twitter o Facebook? Bien, ahora podemos continuar.

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El «Tengo novio» es el comodín equivalente a la pizza de Casa Tarradellas cuando no te apetece cocinar: fácil y rápido. Nada más utilizarlo ya tienes resultados. Con lo poco que nos gusta lidiar con los insistentes, lo raro sería no recurrir a la frase.

Pero al usar el «Tengo novio» no le haces un favor a nadie. Quizás ganes que te dejen tranquila momentáneamente, pero no solucionas el problema.

La primera razón para no usar el «Tengo novio» es porque suele ser una excusa barata que, en realidad, quiere decir «No me interesas pero no quiero que sigas dándome conversación/insistiendo/perder el tiempo explicándote por qué no quiero nada contigo, por lo que con esto te quito de encima más rápidamente». Sé honesta. Si no te gusta, dilo.

Porque decir «Tengo novio» puede dar pie a que piense que, si no lo tuvieras, tendría posibilidades contigo. Y, seamos sinceras, no es el compromiso por tu pareja lo que impide que corras en brazos de ningún otro (si lo tienes).

Es por ello que el segundo motivo para no utilizar la fórmula es que hay quienes se hacen ilusiones y pueden pensar que, aunque hayan sido invitados a sentarse en el banquillo, pueden ser requeridos en el campo de juego con la condición de que desaparezca el titular.

En tercer lugar porque los hombres no son de cerámica. No se van a romper. Si alguien no te gusta, opta por la sinceridad y deja las cosas claras: «Lo siento pero no estoy interesada». Ya está. No se le puede gustar a todo el mundo y no conozco a nadie que nunca en su vida haya recibido calabazas.

Tu novio, si es que lo tienes, no es un escudo humano. No es una excusa. Utilizarlo como justificación deja entrever que quizás estarías con esa otra persona de no ser porque estás inmersa en una relación previa (que igual en la minoría de casos es así).

No dices «Estoy enamorada» o «Mi corazón pertenece a otra persona». Dices «Tengo novio» como cuando en clase decías «Tengo pis» para salir a dar una vuelta por el pasillo del colegio a despejarte un rato o perder tiempo de la lección de química.

Por último, enseñemos y entendamos que expresar nuestra falta de interés es un motivo suficiente para que nos dejen tranquilas y no que solo se asusten de «la presa» porque ya «ha sido cazada» por el «macho alfa». No estamos en la jungla.

Así que a partir de ahora, déjate de excusas baratas (por muy rápidas y efectivas que hayan sido hasta ahora) y simplemente da tus razones, porque son totalmente respetables.

Duquesa Doslabios.

«Tampoco eres tan guapa»

Dos cervezas, tres, cuatro… Una conversación que se hilvana con otra hasta que, de tener los móviles bocabajo, os piden que salgáis del bar, que van a cerrar, que ya no son horas y que si quieres seguir de charla mañana es otro día.

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Él te acompaña a casa y por un motivo o por otro, eso al final es lo de menos, no hay beso. Subes a casa con la sensación de que la velada ha estado bien, divertida y refrescante a partes iguales. Has pasado un buen rato pero te falta eso, la química, la magia, el je ne seis quoi, la atracción, lo que hace que cada vez que te encuentras con alguien que lleva su colonia, se te acelere el pulso.

Y piensas que ojalá te gustara, porque es divertido, tiene conversación, sentido del humor irreverente (como el tuyo) y una extraña afición a regañar a la gente que se pone a hablar en el cine. Pero si no hay química no hay tu tía. El corazón entiende a razones que hacen que la razón se exaspere por completo y tire la toalla pensando «Me mudo a otro cerebro».

Te escribe tierno, hasta un poco romántico queriendo saber si habrá una segunda cita. Con tacto, mimo y todo el cariño del mundo, procuras no pisar su seguridad en una conversación que para algunos se convierte en minas antiautoestima. Le dices que podéis quedar como amigos, ya que, muy a tu pesar no has sentido atracción por él pese a lo bien que te lo has pasado. Un perfecto sandwich de cumplidos.

«Ok», te contesta seco. «Me da igual. Tampoco eres tan guapa«.

Y vale que no eres la Marilyn Monroe de Bilbao, ni tan guapa como te insiste tu abuela, pero ¿de verdad hay necesidad de que te ataquen directamente la autoestima cuando tú has intentado ser lo más delicada posible?

Mi sorpresa es que este tipo de respuestas (que no sé si llamarlo «respuesta» o bautizarlo directamente como «ataque») abundan hoy en día en las relaciones personales:

(Y esto son solo los últimos tuits que he encontrado buscando en Twitter «Tampoco eres tan guapa».)

Es curioso que, cuando he vivido experiencias del estilo o que amigas cercanas las han compartido conmigo, se ha dado el caso de que siempre hemos y han sido las receptoras del ataque.

Y creedme, si personalmente me hubiera prestado a este juego, bien podría haberle dicho a más de uno que se ha portado mal conmigo: «Tampoco la tienes tan grande» «Tampoco estás tan fuerte» o «Tampoco eres tan bueno en la cama que no encontrarías el clítoris ni aunque estudiaras un grado del tema». La diferencia es que nunca me he sentido con la libertad de espetarle a nadie un comentario que pueda resultarle dañino.

Supongo que esto reside en la personalidad de cada uno. En que el ego del que muestra interés, que, en vez de encajar con madurez el rechazo, se queda con lo dolido de la respuesta, no encuentra otra salida que no sea la de responder con el berrinche propio de un niño de siete años sabiendo que, con su contestación, está tirando a dar.

Estés en el lado que estés, si, por lo que sea, te encuentras con un descarte del estilo, tómatelo con pragmatismo y recuerda que, en el caso de que recurras al «Tampoco eres tan guapa» solo estás haciendo gala de tu inmadurez (lo que, encima, le da más razón a la otra persona).

Y si por casualidad, has recibido la frasecita recientemente, da gracias de que has tomado la decisión correcta, porque esa persona que se retrata sola con semejante comportamiento, no merece ocupar más tiempo en tu vida.

Duquesa Doslabios.

Analizando al ‘gatomuerto’: el nuevo tipo de hombre

Hoy voy a romper un poco con el espíritu romántico característico de la jornada para poner sobre la mesa una cuestión social que nos tiene tanto a mi círculo de amigas como a mí muy intrigadas.

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De un tiempo a esta parte se da un tipo de comportamiento dentro del género masculino que nunca se había conocido antes.

Llegas a la discoteca o pub de turno y al cabo de un rato te encuentras con un hombre atractivo con el que entablas conversación. No es de esa clase de charlas a voz en grito en la que se cruzan cuatro palabras antes de ir directamente a ocupar la lengua con otros menesteres, no.

Es una conversación completa, digna de tertulia modernista, de casi horas, de debate, descubrimiento de mismos intereses, de averiguar que el susodicho también veranea con sus padres en Cartagena, de, sorprendentemente, ver que a ambos os une la pasión por el cultivo de los bonsáis enanos.

Y después de aquella conversación en la que mentalmente ya te imaginas yendo a un altar rodeado de bonsáis enanos (por aquello de vuestra primera cháchara), te pide el número de teléfono, algo que le das de mil amores y casi terminando cada cifra con el emoticono de corazón.

Al día siguiente esperas feliz como una perdiz su llamada. Porque claro, ¿cómo no te iba a llamar? Como si fuera a encontrar tantas aficionadas de los árboles enanos que se toma las cervezas en ese bar del Ensanche. Pero pasa el día, pasa otro y nunca recibes ni llamada, ni WhatsApp ni nada. Es como si hubiera surgido de tu imaginación.

Pero no desesperes. Simplemente te has topado con un ‘gatomuerto’ en tu camino.

El ‘gatomuerto’ (nombre inventado por un conocido al que le pregunté por este fenómeno) es un varón de cualquier edad que, pese a encontrar a su interlocutora de interés (incluso se conocen casos en los que hubo intercambio de besos), a la hora de retomar el contacto, no da el paso.

Es gato, ya que reconoce la noche como su territorio, sabe cómo moverse y se anima a jugar con otras gatas, pero luego desaparece. Es la personificación del gato de Schrödinger, porque está vivo y muerto al mismo tiempo.

El fenómeno del ‘gatomuerto’ se puede evitar tan fácilmente como tomando tú la iniciativa. Aunque bien es cierto que si una vez establecida la conversación sigue sin querer mantenerla, tampoco debes forzarla (respeta siempre).

¿Es el ‘gatomuerto’ el nuevo rey de las calabazas? ¿Qué crees que se esconde tras su comportamiento? A ver si entre todos logramos conocerle en profundidad y aprender a interaccionar con él.

Duquesa Doslabios.