Archivo de septiembre, 2021

Si soy feminista, ¿por qué fantaseo con que me dominen?

Hasta hace muy poco me sentía una incongruencia con patas. Irreverente e incoherente con mi vida sexual.

Yo, que me las doy de feminista practicante, de esas que defienden la igualdad de lunes a domingo en casa y fuera de ella, no llegaba a comprender por qué mi intimidad se salía de la norma. 

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Era ahí donde los principios se quedaban fuera, o eso me parecía sentir.

Donde quería soltar las riendas y dejar que me manejaran, mandaran, doblegaran, domesticaran y hasta vapulearan.

Ponerme en un nivel inferior, bajar ese escalón, que era ficticio y solo existía en mi cabeza -ya que la cama no tiene doble altura-, me hacía sentir lo que peor se puede sentir una mujer hoy en día.

Mala feminista.

En mi mal feminismo, disfrutaba de una sexualidad con sesgo, en la que interpretaba un rol que poco o nada tenía que ver con mi vida fuera de la habitación.

Y la pregunta de cómo había llegado hasta ahí, me rondaba de la misma manera que me desprendía de los valores una y otra vez pidiendo más. Más control, más duro y más fuerte.

La explicación estaba en mi pasado, por supuesto, algo que cualquier terapeuta podría haber adivinado. Más concretamente en aquellas primeras imágenes que formaron mi despertar sexual.

De las pocas películas que vi, nunca recibí un trato igualitario en la cama, sino más bien vejante y humillante hacia las mujeres.

Fue eso lo que hizo que, desde pequeña, calara en mí la idea de que era eso no solo lo que podía esperar, sino lo que tenía que gustarme.

Sin plantearme si quiera que pudieran existir otras formas de disfrutar, ni poder elegir entre otras opciones, adopté aquellos estímulos sin tener la menor idea de cómo iban a condicionar mis comportamientos y gustos en la cama más adelante.

Ahora no hay vuelta atrás, soy una de las (torcidas) hijas del porno mainstream pensado para que disfrute un espectador masculino.

Y aunque he podido entender el porqué de mi incongruencia, formará parte de mis gustos el resto de mi vida.

Lo que me ha permitido llegar a este punto de comprensión sobre los orígenes de mi intimidad construida ha sido entender que podía ir más allá.

Que el hecho de que la lasaña sea tu plato favorito, no significa que no puedas probar más.

Así que sigo probando, descubriendo, experimentando e investigando. Quién sabe, igual algún día doy con algo que esté más en línea con mis ideales.

Pero si no sucede, estoy muy tranquila. La cama es ese mágico lugar donde no se puede juzgar lo que sea que apetezca.

No voy a ser dura conmigo misma, prefiero limitarme a disfrutarlo pero seguir ampliando las miras.

Y reivindicar que, para las próximas generaciones, no sea una imagen tan desigual la que reciban, el sexo es algo demasiado importante en nuestra vida como para dejar que solo exista una única forma de concebirlo.

Duquesa Doslabios.

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Tenemos que superar el miedo a que nos huela la vagina (de una vez por todas)

Acepto mi celulitis, mis arrugas de expresión que ya empiezan a marcarse, mis estrías que surcan las caderas, mi vello corporal -el que no ves también-, acepto mis tetas, incluso me gustan que sean pequeñas.

Acepto todo de mí con una única excepción. He convertido en un tabú mi olor y mi sabor.

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Fue cuando, tras una de mis primeras experiencias sexuales, el chico le contó a sus amigos que mi vulva olía.

Olía, por supuesto. A eso que huelen las vulvas y las vaginas. A la acidez de un pH encargado de protegernos de infecciones y microorganismos externos.

Fue hace ya 10 años que me dije que estaba mal algo en mí. Que aquello no tenía que oler a nada.

Que debía llevar la entrepierna siempre a punto, como el agua, inolora e insabora, completamente aséptica.

Y es algo que a día de hoy me toca todavía empezar a aceptar. Aprender que el problema no es mi denominación de origen única y personal.

Me veo todavía llevando siempre un tanga extra en el bolso.

Buscando una excusa para pasar por el baño antes de que pueda pasar nada para eliminar cualquier rastro que revele que mi chocho huele a chocho.

Así tengo a veces que explicar por qué soy tan vergonzosa con ese tema, cuando si se da en el lado contrario, lo vivo con absoluta normalidad.

«¿Que huele a pis? Claro, es que sale por ahí. ¿Que hay tufillo a sudor? Todo normal».

Aceptable siempre y cuando no me pase a mí.

¿Pero cómo voy a vivirlo de otra manera? No tanto por mi compañero de clase, que solo fue el detonante.

Es que desde antes de que me bajara la regla ya recibía mensajes en la misma línea en cualquier anuncio de producto de higiene femenina.

Un catálogo encargado de cubrir cualquier perfume que pueda salirte de la entrepierna y disfrazarlo de un olor químico que teóricamente nos recuerda a rosas.

Compresas empalagosas, geles íntimos mentolados y por supuesto un pubis de menor de edad en el porno, donde no hay un pelo, un pegote de flujo, nada que revele que eso pueda tener identidad odorífera propia y se rompa la fantasía masculina.

La solución a mi problema de autoestima vaginal sé que está en que alguien venga y me diga que todas esas paranoias dan igual.

Que un día me olerá al jabón recién salido de la ducha y otro algo más fuerte por haberme hecho una ruta de 5 kms, que a veces estará sudado, con un minúsculo trozo de papel después de una noche de fiesta y que lo más normal es que lo acepte y no me impida disfrutarlo.

Y ese alguien tengo que ser yo antes que nadie.

Duquesa Doslabios.

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Este producto hace que el sexo oral sea alucinante (y lo puedes compartir con tu pareja)

Como clitoriana de manual, todo lo que implique recibir estimulación directa sobre el clítoris está en mi lista de must haves a la hora de tener sexo.

Acepto soplido, lametazo vertical, horizontal, en forma de círculos, yema del dedo, succionador con batería, succionador bucal, bala vibratoria y todo lo que puedas imaginar que sirva para moverlo de un lado a otro.

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Además, cualquiera de ellos se puede acompañar de acción en la zona de alrededor. Pero llega un punto que, por mucho que intentes innovar, las formas de jugar con una vulva llegan a su fin.

Pasa lo mismo cuando es un pene el que se escurre entre los labios. Que las combinaciones son muchas y dependen tanto de nuestra imaginación como de lo que nos diga la otra persona.

Si nos quedamos cortos de ideas, es el momento de experimentar -con cabeza-. Nada de probar con esa salsa picante que tenemos en la nevera para ver si produce sensación de calor.

La nata, el chocolate o, por qué no, la mantequilla de cacahuete son lo bastante untuosos como para satisfacer tanto a quien da placer como a quien lo recibe.

Más allá de lo que podamos tener por casa, apto para el consumo, la industria de artículos sexuales ha dado rienda suelta con una variadísima gama de lubricantes con sabor que podemos utilizar y que muchos de ellos incluso vienen con efecto de frío o calor.

Pero hay algo más. Y he tenido la suerte de probarlo hace nada.

Imagínate un producto pequeño, fácil de llevar en la cartera junto al preservativo que nunca falta y que da un giro con looping y caída libre a cualquier práctica que implique bajar del ombligo.

Es justo eso lo que se le ha ocurrido a Bijoux Indiscrets con su nuevo invento: unas tiras con sabor a menta que se deshacen en contacto con la lengua.

Y si son el mejor invento para el clítoris después del succionador, tengo que decirlo.

Si a veces buscar algún juguete del arsenal es algo que frena un poco la pasión del momento -por aquello de rebuscar y ponerlo en funcionamiento-, es un problema que no he tenido con las tiras.

Se puede erotizar hasta el momento de abrirlas y ponerlas en una lengua extendida y sedienta, sin quitarle la vista de encima a la otra persona.

Y bajar a comerle -o que te coman-, como si mañana no existiera, carga de erotismo un sexo oral mucho más jugoso que al que estaba acostumbrada.

Una vez notas que la tira empieza a derretirse, es el momento de pasar la zona ardiente de la lengua por el glande o el clítoris, de usarla como si se tratara de un utensilio de la cocina para repartir generosamente esa sensación de cosquilleo.

La misma que, según pasa el tiempo, también nos manda señales de calor o frío (si pruebas a soplar después, vas a alucinar).

Además, para quienes no estén muy reconciliados con su sabor más íntimo, son perfectas para disimular todos los olores y matices del mundo que puedan captar las papilas gustativas (¿ves como lo tienes que llevar en la cartera por si surge que te lo coman en cualquier parte?).

No te quedes ahí. Para en seco, sube de nuevo y prueba la experiencia de besar entrelazando entre las lenguas otra tira. Métela hasta la campanilla y saborea mientras las bocas están encendidas.

Aumentar la temperatura de los besos es otra de las opciones por las que merece la pena experimentar más allá de la entrepierna.

¿Quieres más ideas? Prueba a lamer los pezones, el lóbulo de la oreja o incluso a llamar a golpe de lengua la puerta de atrás. No hay parte del cuerpo que no se pueda convertir en manjar.

Y una vez centrada la atención y el deseo en esas partes encendidas, tú decides si sigue siendo la boca quien lleve el peso de la estimulación o si, condón a mano, pasas a otro tipo de práctica.

Ya que son compatibles con los preservativos, no tendrás que parar a lavarte, solo aprovechar el calentón por partida doble para seguir jugando.

Duquesa Doslabios.

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Menos sexo pero más ‘kinky’, así seremos entre las sábanas este otoño

Si, hasta hoy, los días en Barcelona empezaban con un sol radiante, el primer día de otoño ha dejado las cosas claras.

Se acabaron las tardes dando un paseo por la Barcelonesa y sentándome en la arena. La ‘cuddling season -la temporada de abrazarte a alguien debajo de una manta y ver maratones infinitas de series o películas- está a la vuelta de la esquina.

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Después del verano de la revolución sexual en el que además de querer disfrutar por primera vez de viajes fuera del país desde que empezó la pandemia, tocaba ‘recuperar’ el tiempo perdido.

Las citas que nunca llegaron a concretarse y las personas que tenían un polvo pendiente en la lista.

Han sido unos meses tan relajados y fáciles, que el agobio de que se acorten los días, el tiempo empeore y, en definitiva, lo que más apetezca sea estar en casa, está desequilibrando la balanza hasta el punto de que tener pareja, vuelve a ser el objetivo.

O al menos, es lo que ha revelado el último estudio de Hinge Labs.

Parte del público de las aplicaciones de ligar ha cambiado su forma de interactuar desde que el verano ha llegado a su fin.

Por mucho que ambas personas estén vacunadas, un tercio de los usuarios posponen el primer encuentro sexual, alejándose otra vez de los encuentros esporádicos y los líos de una noche.

¿Significa eso que quienes hagan swipe por Tinder, Bumble, Grindr o Happn tienen menos sexo?

No, pero sí con menos gente. Como punto a favor, el sexo que buscan es mucho más interesante.

Ese tercio de usuarios quieren dar con quien explorar sus fantasías, las mismas que descubrieron durante 2020, ese año que nos hizo reflexionar desde si nos gustaba nuestro trabajo a lo que nos excitaba en la cama.

Al buscar personas con las que surja probar cosas nuevas, es más que comprensible que la situación no se dé en un contexto casual.

El BDSM o incluso el sexo anal son algunas prácticas que necesitan la confianza suficiente como para liberarse de estereotipos, superar nuestros propios tabúes y también saber que estás en buenas manos (o genitales).

Duquesa Doslabios.

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Puedes mejorar como amante si empiezas por el sentido del oído

Vengo a llevarle la contraria a esa idea que, con curioso éxito, se coló en la cabeza de la mayoría. Incluso antes de que tan siquiera empezáramos a tener sexo.

«Lo que necesitas para disfrutar es un buen pene».

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Con semejante concepto, ¿cómo no iban a sentirse inseguros nuestros compañeros de clase viendo que el relleno de su calzoncillo poco o nada se parecía a las películas porno?

Y también ¿cómo íbamos a entender nosotras que, para pasarlo bien, centímetros más o de menos, eran igual de innecesarios?

No había forma de saberlo.

Es el tiempo y la experiencia en terreno de sábanas -o sofás, suelo, ducha o parte de atrás del coche- los dos factores que me hicieron llegar a las auténticas características del buen amante.

En El libro de Buen Amor, Juan Ruiz, arcipreste de Hita, diferencia claramente el profano -relacionado con la carne- del verdadero -el divino-.

Si existiera El Libro de Buen Amante, podríamos hacer lo mismo.

Hemos aprendido un erotismo que se basa en tamaños descomunales de miembros, un rendimiento eterno, orgasmos infinitos, felaciones que terminan en arcada y puntos finales con eyaculaciones por todas las partes del cuerpo.

El verdadero (y la verdadera) amante no se distingue por estas habilidades de vídeo de internet para hacerse una paja.

Las veces que me he encontrado con personas de estas características, tenían en común un increíblemente desinteresado sentido del placer, de dar por el gusto de ver a la otra persona disfrutar.

Son también quienes hacían del momento un marco físico y temporal en el que me sentía segura.

Donde un «para» iba a traducirse de forma inmediata en una pausa y un «más fuerte» en una consecuencia igual de instantánea.

Porque para ser buenos amantes, el sentido que más debemos tener desarrollado es el oído, para escuchar. Escuchar qué quiere, qué le gusta, hasta dónde y hasta cuándo.

Escuchar también si eso sí o si es un «no». Y hacer del oído un sentido de la interpretación con el que guiarnos sobre el cuerpo ajeno, como si de un mapa se tratase.

Un jadeo, el aumento de respiración o un gemido gutural harán las veces de señal de tráfico, marcando el camino a seguir en esa dirección.

La ausencia de ellos, puede dar pie a experimentar de manera creativa. Pero también es la ocasión perfecta para -oído listo- preguntar «¿cómo te gusta más?».

Y, al rato, tras haber desatado la euforia y aprovechando el descanso, poder volver a desgranar lo sucedido. Siempre con el objetivo de mejorar en la próxima.

Es también de buen amante que lo mismo se preocupe de que en casa haya lubricante -nunca se sabe si habrá flujo suficiente por el día del mes- como de pasar el papel higiénico para limpiarse y no ir goteando por casa.

Así que bien podría decir que es quien te escucha y te da, no tanto lo que deseas, sino lo que necesitas en cada momento.

Duquesa Doslabios.

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Te doy la bienvenida al BDSM: los pasos para empezar a practicarlo

He tonteado con el BDSM lo bastante como para saber que es un conjunto de prácticas que, aunque no te apetezca meterte a fondo en el mundillo, puedes probar en la medida que te exciten.

Ya que la comunicación y el consentimiento son claves en la realización de las fantasías que componen esta manera de tener sexo, marcar los límites es lo único que queda por decidir.

LELO

Así que si nunca te ha dado por probarlo, este es un buen momento.

Y es que la escritora y sexóloga Valérie Tasso, embajadora de LELO en España, ha escrito Sexo kinky y BDSM para profanos.

Con su libro introduce al BDSM a quienes no lo conozcan y profundiza sobre mitos y verdades, historia, recomendaciones o ventajas de estas prácticas a quienes estamos familiarizados pero no hemos llegado a informarnos a fondo.

Como punto de partida, estos son los cinco puntos que la experta recomienda seguir antes de lanzarnos:

  1. Investiga. Una de las preguntas que más recibo es qué significa exactamente ‘BDSM’. Y ya que es un acrónimo de varias prácticas, lo primero es conocerlas y saber las que pueden atraer más que otras así como la forma de ponerlas en práctica. Bondage, disciplina, dominación, sumisión y el sadomasoquismo son las que dan el nombre al concepto. ¿Con cuál te quedas?
  2. Establece límites. La recomendación de la experta es comunicarse con la pareja. ¿Un buen sistema? Hacer un listado de juegos o prácticas, poniendo “sí”, “no” o “quizás” al lado de cada una. De esta manera se establecerán los límites sabiendo hasta dónde está dispuesto a llegar cada uno. También es un buen momento para escoger una palabra de seguridad que debe acordarse antes de empezar y que servirá para parar cuando alguien la pronuncie. Hacer uso del sentido común a la vez que se respetan los límites, es otro consejo de la sexóloga. En el caso del bondage no se debe pasar una cuerda por el cuello de otra persona o dejarla sola mientras esté atada.
  3. Olvida los prejuicios. El secretismo rodea al BDSM (quizás por eso nos resulta tan morboso) y un sinfín de mitos y tópicos acompañan a estas prácticas. Uno de los más comunes, y que se aleja de la realidad, es el relacionado con la violencia. Son muchos quienes, erróneamente, creen que el BDSM consiste en infligir dolor al otro sin motivo aparente. Además de que todo debe estar consensuado de antemano, quienes lo practican no buscan el dolor por sí mismo, sino como medio para llegar al placer.
  4. Sigue el dress code. Los tejidos ‘efecto piel’ como el látex, cuero o PVC forman parte del armario BDSM. Aunque es la etiqueta que se sigue al visitar un club de BDSM -esos materiales se relacionan con la desnudez, por lo que potencian el erotismo-, no tiene por qué seguirse a rajatabla.
  5. No tengas grandes expectativas. Y esto es algo aún más importante si das tus primeros pasos. No hay que centrarse solo en el momento de acción, el proceso es igual de importante. Como en todas las disciplinas, probar, equivocarse, probar otra vez, acertar y repetir serán la manera de convertirnos en expertos. La práctica y la investigación son dos de las claves que la sexóloga recomienda para seguir adelante en el mundo del BDSM y disfrutar de todo lo que puede ofrecer. Tampoco te olvides del momento de aftercare una vez has terminado.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué tenemos que parar después de tener un orgasmo ?

Da igual si estás con la persona que más te atrae del mundo, si llevas meses sin tener sexo y sientes que se te han acumulado las ganas o si tu apetito sexual estás por las nubes.

Siempre vas a necesitar parar después de llegar al orgasmo.

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Y la ‘culpa’ la tiene nuestro propio cuerpo por algo que se llama periodo refractario.

Esa fase corresponde al momento que sigue al clímax, cuando las pulsaciones vuelven a bajar el ritmo y la respiración se estabiliza.

Justo después de llegar al orgasmo necesitamos, tanto mujeres como hombres, un periodo de recuperación en el que la excitación baja.

Pero no del todo. También es perfecto para, instantes después, volver a la carga. Tú eliges si tu periodo refractario es el fin de la experiencia o un ‘calienta, que sales’.

Conocer tu periodo refractario es fundamental, porque depende por completo de la persona o incluso ese momento.

Las mujeres solemos tener la capacidad de recuperarnos antes.

Por eso para nosotras es posible volver a la carga al poco tiempo e incluso tener orgasmos casi seguidos (amiga, anímate a conocer tus tiempos).

Para ellos es algo más largo, aunque hacer pis justo después y masajear los testículos de forma suave, son dos consejos que ayudan a que el periodo refractario sea menor.

Ya que se trata de algo natural, lo mejor que podemos hacer es familiarizarnos con nuestra respuesta personal y escuchar al propio cuerpo.

Aun con todo, habrá factores externos -que si el estrés, el cansancio, las prisas o incluso la excitación de nuevo por un fetiche- que pueden modificar estos minutos.

Así que lo mejor que se puede hacer es no agobiarse si se quiere repetir y dejarse guiar por las sensaciones.

Duquesa Doslabios.

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Por culpa del porno estamos haciendo mal estas posturas en la cama

Hay un pensamiento que recorre la mente de todas las mujeres cuando se ve en la situación de bajar a la entrepierna de su acompañante y dedicarse a practicar un sexo oral digno de competición artística.

No es ni cómo colocar la mano, ese fiel apoyo que además evita que te la metas hasta la tráquea, ni la técnica de succión -que sabiendo beber con pajita, tenemos más que cubierta-.

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«Por favor, que no se me vea la cara fea«. Esa es la preocupación que nos pasa por la cabeza.

Somos más que conscientes de que por muy estupendas que salgamos en la historia de Instagram (filter-free o con el Baby Face de turno), cuando tienes que estar con algo metido en la boca y meneando la cabeza como en un concierto, la belleza y gracia natural, se van por la puerta.

Puesta a señalar, considero que la responsabilidad de ese agobio debería recaer en el porno.

Es en las películas eróticas donde la máxima importancia está en tener el gesto siempre a punto.

La mirada pícara, la boca perfectamente voluptuosa y la cara relajada…

En el momento en el que nos centramos en que nuestro aspecto tiene que seguir siendo sensual, ejecutarla en condiciones pasa a un segundo plano.

Aunque no solo nos pasa a nosotras, el cunnilingus puede formar parte de la lista ya que ellos aprenden que tienen que tener la cara a varios centímetros de distancia de la vulva.

Como la cámara necesita que se aprecie la lengua en movimiento, no refleja la realidad de la situación: que nos gusta que la boca esté bien pegada para hacer fuerza y notar que nos están comiendo en condiciones.

Déjate de tanta virguería con la lengua y pon el ‘modo turbo’, amigo.

Un misionero mucho más abierto que en la vida real, es otro ejemplo que se me viene a la mente si me pongo a recapitular lo distinta que resulta mi vida sexual de lo que veo en la pantalla.

Mientras que en las escenas los cuerpos aparecen más despegados (para que se aprecie con todo lujo de detalles el pene saliendo y entrando), el verdadero misionero es un nudo de piernas y brazos, piel con piel, vientre con vientre, pecho con pecho y respiración caliente en tu -y su- cuello.

Cuestión de ángulo resulta también el perrito, sobre todo cuando vemos que en las imágenes, él se encuentra girado y parece que quiere meterla más hacia un lado.

Lo que en vivo y en directo se siente como una incómoda percusión sobre una de las paredes vaginales.

Y ya no me pongo a hablar de la torsión de columna vertebral de las actrices.

Aunque no soy una gran fanática del porno, por mensajes que transmite y estereotipos que fomenta, a la hora de añadir variaciones en nuestra vida sexual, sí nos sirve como fuente de inspiración.

Pero una cosa es lo que vemos en las escenas, pensadas para excitar visualmente, y otra lo que sucede en la vida real donde la estimulación es física.

¿Mi consejo? Sacar ideas y siempre con cabeza. Escuchando qué variaciones del cuerpo parecen pedirnos las posturas, en vez de imitar por completo a los intérpretes.

Duquesa Doslabios.

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Sí, hay bragas menstruales bonitas que además van a cambiar tu forma de vivir la regla

Vamos a abrir el melón de las bragas de la regla. Y ya sabes a cuáles me refiero, esas anchas que llevas usando desde hace años.

Las mismas que tienen la goma cedida, el color desteñido y el forro interior entre gris oscuro y marrón de todas las manchas que han ido cayéndole desde que las relegaste a la categoría de la menstruación.

CHANTELLE

¿Pero y lo cómoda que te sientes cada vez que te las pones?

No solo son las que puedes manchar alegremente sino que evitan que te cargues las que tienes en el cajón y que reservas para ocasiones especiales (noches con tu crush y visitas a la ginecóloga, las dos veces en las que más te interesa llevar ropa interior bonita).

Sin embargo el universo de la ropa interior habilitada para los días en los que sangras y te sientes hinchada no termina ahí, es más, cada vez son más populares las bragas menstruales, pero las menstruales de verdad.

La diferencia respecto a las que tenemos en casa desde hace siglos es que llevan un tejido absorbente que nos permite sustituir los tampones, compresas o copa menstrual y usarlas solas.

Además, no tienes que preocuparte porque manchen la tela, esa es precisamente la idea.

Y tranquila que luego las lavas en la lavadora y sale toda la sangre, así que no solo te despides de la angustia de que tu nuevo tanga se pueda manchar, sino que encima no tienes que dejarte tanto dinero ya que si las cuidas bien te duran años (y con lo que te ahorras te vas de cena con tu amiga).

Tania Correa es Directora de Comunicación de Chantelle, una firma de lencería que ha sacado su primera línea para el ciclo menstrual.

Ella va a resolver todas las dudas que te puedan surgir sobre si es el momento de que te hagas con unas y empieces a familiarizarte con tu menstruación de una forma nueva.

«Es un producto sostenible de calidad, libre de sustancias químicas, de olores y transpirable. Además, las bragas menstruales pueden representar una inversión inicial pero un ahorro económico a la larga», señala la directora como ventajas de las bragas respecto a otros productos.

¿Son más cómodas que llevar una compresa?
Es un producto discreto, diseñado sin costuras, fabricadas con tejidos ultrasuaves, elásticos y ecológicos, todos los productos tienen la certificación STANDARD 100 de OEKO-TEX®. Están diseñadas para absorber 12 horas de flujo cualquier día del ciclo menstrual.

¿Cuántas bragas de este tipo es recomendable tener?
Cada mujer tiene un ciclo menstrual diferente, pero en general se necesitan 2 bragas por día (1 de día y 1 de noche) Para cubrir un ciclo completo, se necesitan 5 bragas menstruales en promedio.

¿Se deben complementar con el uso de otros productos como copa menstrual o tampones o se pueden utilizar solas por su gran capacidad?
La bragas menstruales de Chantelle están diseñadas para usarse solas pero, cada mujer es diferente, por eso recomendamos testar el producto gradualmente, en casa, por ejemplo.

¿Cómo se limpian?
Antes de usar se deben lavar en la lavadora a 30º máximo antes del primer uso. Después de usarlas por primera vez hay que enjuagar la braguita con agua fría (a menos de 30 °) hasta que el agua se limpie. Después se lavan en la lavadora (a 30º como máximo) sin usar suavizante porque reduce las propiedades del tejido. Por último se tiende la braguita para secar (no utilizar secadora) y se guarda sin planchar.

¿Cuántos años duran?
Están confeccionadas con tejidos de muy buena calidad, testados y aprobados por los estándares de Chantelle. El número de veces que puedes usarlas dependerá de cuántas veces las uses por ciclo, cómo las cuides (siguiendo las instrucciones de cuidado). Están diseñadas para durar al menos 7/8 años si se usan una vez por ciclo.

¿Corremos el riesgo de padecer Síndrome de Shock Tóxico con las bragas menstruales?
La mayoría de las protecciones higiénicas contienen sustancias tóxicas nocivas. Esta es la razón principal por la que han aparecido en el mercado las bragas menstruales. En cuanto a los componentes de nuestras braguitas menstruales, apostamos por productos cuya composición es libre de riesgos y libres de químicos: materiales naturales y ecológicos (algodón orgánico certificado GOTS / viscosa de bambú / 75% microfibra reciclada + certificación OEKO- Tex).

Si a una amiga le baja la regla, ¿podemos dejarle nuestras bragas menstruales?
Recomendamos mejor no compartir este tipo de producto.

¿Por qué en Chantelle han decidido sacar ahora este producto?
El objetivo de Chantelle es estar presente en cada momento de la vida de una mujer apostando por la comodidad dentro y fuera de casa. Por eso nació Chantelle Life, la categoría que proporciona una amplia gama de productos para el cuidado diario e higiene femenina de forma sostenible y responsable con el medio ambiente.

¿Está cambiando la percepción que tenemos las mujeres de la regla o es que nos preocupamos más por el medio ambiente?
Según los datos a lo largo de su vida, una mujer utiliza entre 10.000 y 17.000 protecciones higiénicas desechables (compresas o tampones) y además estas protecciones higiénicas están hechas con sustancias nocivas. En Chantelle nos caracterizamos por escuchar a las mujeres y estar pendientes de que demandan. Observamos que las consumidoras buscaban una forma más respetuosa y un cambio hacia un producto reutilizable, lavable y eco-friendly. Un producto de larga duración y que a su vez tuvieran un diseño fino y elegante.

Sus dos modelos Graphic y Lace están disponibles de la talla 36 a la 54 para que todas podamos usarlas.

Duquesa Doslabios.

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La negación del orgasmo o cuando el objetivo es quedarse a medias

Ponte en situación: estás a puntito de caramelo. Tu cuerpo empieza a temblar sin que lo puedas controlar.

Sabes que los dedos de tus pies han cobrado vida propia y notas una acumulación de tensión en la entrepierna que pide a gritos que te sueltes y te dejes estallar.

SKYN USA

Y justo cuando vas a abrirle las compuertas a un orgasmo espectacular, se te cuela un pensamiento en tu cabeza.

«Creo que el programa de centrifugado ya ha terminado, debería tender ya la ropa antes de que se haga de noche».

Y es así como tu clímax se va de golpe. Sin quererlo, te has provocado un orgasmus interruptus y, como el autobús de esta mañana, se ha ido sin que puedas alcanzarlo.

Tus opciones son dos: dar por finalizado el momento o seguir para ver si llega en un rato. Pero lo habitual es que te acompañe una sensación de impotencia por su pérdida.

¿Cómo te quedas si te digo que esta práctica de quedarse a medias tiene su público?

Lo que para ti es una cortada de rollo, forma parte del universo del BDSM y se conoce como negación del orgasmo.

Es algo que puedes practicar ya sea en el rol dominante o en el sumiso, lo importante es que el final debe quedar interrumpido.

Y no, no se debe confundir con el edging, que consiste en jugar con los niveles de excitación propios o de la otra persona sin dejarle llegar al orgasmo durante un tiempo.

Mientras que el edging sí que termina con una fabulosa corrida (más placentera por el juego de ir retrasándola), la gracia de la negación del orgasmo es precisamente cortar el clímax.

Te doy otra razón para que lo practiques si esta no termina de convencerte.

Dejar el orgasmo fuera de la ecuación permitirá que te centres en encontrar placer en otros detalles y que puedas profundizar en el lenguaje del contacto con la otra persona.

¿Te animas a probarlo?

Duquesa Doslabios.

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