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Puedes mejorar como amante si empiezas por el sentido del oído

Vengo a llevarle la contraria a esa idea que, con curioso éxito, se coló en la cabeza de la mayoría. Incluso antes de que tan siquiera empezáramos a tener sexo.

«Lo que necesitas para disfrutar es un buen pene».

UNSPLASH

Con semejante concepto, ¿cómo no iban a sentirse inseguros nuestros compañeros de clase viendo que el relleno de su calzoncillo poco o nada se parecía a las películas porno?

Y también ¿cómo íbamos a entender nosotras que, para pasarlo bien, centímetros más o de menos, eran igual de innecesarios?

No había forma de saberlo.

Es el tiempo y la experiencia en terreno de sábanas -o sofás, suelo, ducha o parte de atrás del coche- los dos factores que me hicieron llegar a las auténticas características del buen amante.

En El libro de Buen Amor, Juan Ruiz, arcipreste de Hita, diferencia claramente el profano -relacionado con la carne- del verdadero -el divino-.

Si existiera El Libro de Buen Amante, podríamos hacer lo mismo.

Hemos aprendido un erotismo que se basa en tamaños descomunales de miembros, un rendimiento eterno, orgasmos infinitos, felaciones que terminan en arcada y puntos finales con eyaculaciones por todas las partes del cuerpo.

El verdadero (y la verdadera) amante no se distingue por estas habilidades de vídeo de internet para hacerse una paja.

Las veces que me he encontrado con personas de estas características, tenían en común un increíblemente desinteresado sentido del placer, de dar por el gusto de ver a la otra persona disfrutar.

Son también quienes hacían del momento un marco físico y temporal en el que me sentía segura.

Donde un «para» iba a traducirse de forma inmediata en una pausa y un «más fuerte» en una consecuencia igual de instantánea.

Porque para ser buenos amantes, el sentido que más debemos tener desarrollado es el oído, para escuchar. Escuchar qué quiere, qué le gusta, hasta dónde y hasta cuándo.

Escuchar también si eso sí o si es un «no». Y hacer del oído un sentido de la interpretación con el que guiarnos sobre el cuerpo ajeno, como si de un mapa se tratase.

Un jadeo, el aumento de respiración o un gemido gutural harán las veces de señal de tráfico, marcando el camino a seguir en esa dirección.

La ausencia de ellos, puede dar pie a experimentar de manera creativa. Pero también es la ocasión perfecta para -oído listo- preguntar «¿cómo te gusta más?».

Y, al rato, tras haber desatado la euforia y aprovechando el descanso, poder volver a desgranar lo sucedido. Siempre con el objetivo de mejorar en la próxima.

Es también de buen amante que lo mismo se preocupe de que en casa haya lubricante -nunca se sabe si habrá flujo suficiente por el día del mes- como de pasar el papel higiénico para limpiarse y no ir goteando por casa.

Así que bien podría decir que es quien te escucha y te da, no tanto lo que deseas, sino lo que necesitas en cada momento.

Duquesa Doslabios.

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