Archivo de enero, 2021

No imaginaba que llegaría a excitarme que huelan mi ropa interior

Sí, claro que tengo prácticas sexuales que nunca probaría. Uno de mis límites preestablecidos en el dormitorio (o en la parte que sea de la casa), sería el sexo bizarro. Sigo sin verle el lado erótico por encima del escatológico.

Otras sospechaba que no me iban a gustar -como por ejemplo que me escupan en la cara-. Y, después de probarlas, he confirmado que no van conmigo.

Hay un tercer grupo que no me planteaba hace unos años, pero ahora se ha incorporado a mi lista de fetiches. Es el caso de la misofilia o burusera.

SAVAGEXFENTY

¿Significa eso que he empezado a excitarme con la imagen de unos calzoncillos usados tirados por el suelo? No (al menos todavía).

Me posiciono en el bando contrario, el de la voyeur fetichista que disfruta observando cómo su propia lencería produce ese efecto en la otra persona. Uno de mis nuevos estímulos más efectivos.

Supongo que se me juntan una serie de razones que van más allá de la satisfacción sexual cuando siento que domino la situación, como es mi lado feminista de mujer empoderada que se rebela ante lo socialmente aceptado.

¿Hay algo más morboso que lo que nos dicen que está mal de nuestro cuerpo -ese flujo vaginal que debemos eliminar, camuflar o perfumar a toda costa, que en los anuncios debería ser color azul y oler a suavizante de ropa-, excite a una persona?

Se me ocurren pocas cosas que me hayan encendido tanto como ver a alguien llevarse un tanga, que me acabo de quitar unos segundos antes, a su cara y olfatearlo.

Con delicadeza y cerrando los ojos, de la misma forma que olería una buena copa antes de llevarse a los labios el vino tinto.

Una sensual cata con resultado inmediato: a cada inhalada aumenta su excitación de manera proporcional al tamaño de su miembro.

El morbo de que sea algo tan íntimo mío -aquí también entra el juego el pudor, por supuesto– sumado a que se considera un olor prohibido, me hace sentir tan agitada como poderosa sobre él.

Y esa sensación de control, de saber que una parte de mi cuerpo pueda provocarle esa reacción, es embriagadora (y me preocupa que adictiva).

Incluso la idea de regalárselo, sabiendo que en un futuro vaya a tocarse volviendo a acercar mi ropa interior a su nariz, también me provoca. No hace falta que estemos en persona para que podamos encontrar placer juntos.

Solo me pregunto quién sería más fetichista de los dos: ¿el fetichista o quien encuentra placer viendo excitarse al fetichista en pleno fetichismo?

Duquesa Doslabios.

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Ni mensajes por WhatsApp ni ‘DMs’ de Instagram, escríbele relatos eróticos

Que la cercanía no tiene por qué implicar conexión ni que la distancia significa lejanía es una conclusión -por enrevesada que parezca- a la que he llegado con las medidas de restricción social.

Lo resumo rápido: me he sentido más unida a personas con las que no podía quedar por estar en zonas confinadas, que con las que sí he podido verme.

CALVIN KLEIN

Así que propongo algo, una idea un poco extraña que haga todo más llevadero: empecemos a escribir(nos) relatos eróticos.

Si algo he comprobado a lo largo de mi vida, es que las palabras escritas también consiguen ‘tocarnos’ de alguna manera gracias a que tenemos un poderoso órgano sexual capaz de interpretarlas como caricias: el cerebro.

La primera razón por la que deberíamos hacerlo es la más evidente: nadie se para normalmente a crear una trama de alto contenido sexual.

Como parte de la generación de los gifs, memes y emojis cada vez veo más fría la relación con el teclado. Dejarse llevar  imaginando qué pasaría si tuviéramos delante a la persona que está al otro lado, es algo excepcional.

Y joder, cómo nos gusta lo que se sale de lo normal.

Escribir con todo tipo de detalles la forma en la que recorrerías su cuerpo (desnudo o vestido) o en qué situación imaginas el desenlace de la tensión sexual que mantenéis, es una forma de conectar a nivel íntimo sin fisuras, insuperable.

Como en el argumento de una película, lo que sucede es perfecto, tanto que incluso os corréis al mismo tiempo (por muy atípico que sea que suceda en la vida real).

La opción de escribirlo, en vez de estar contándolo al minuto, te da la libertad de pensar con calma qué te gusta.

Cuáles son esas filias que te permites sacar a la luz por estar más aceptadas (quizás una pasión desmedida por los pies u oler unas bragas) y cuáles te dejas para un relato en el que haya más confianza.

El límite es la imaginación. En ese universo literario entre dos el tiempo y el espacio son tan irrelevantes que puedes acercarte a cualquier parte del mundo, desde ese pueblo perdido en la montaña a un exótico destino.

Que pase o no en la vida real lo que sucede en el relato, es una incógnita. Pero contamos con la certeza de saber qué es lo que la lectora o lector va a experimentar al leernos.

Recorrer con la mirada palabras evocadoras sube la libido con un desenlace casi seguro: la masturbación. Una especie de sexo a distancia si lo que se utiliza para llegar al clímax es la narración.

Eso que dicen que nos harían consigue aumentar el deseo por la otra persona -¿cómo no hacerlo si está relatando un empotramiento de ensueño?-.

Y disparar el apetito sexual me parece una solución tan buena como cualquier otra para disminuir el estrés y ansiedad. Es lo que tiene ponerse cachonda, que se interrumpen las emociones negativas por un rato.

Tenemos el poder de hacer de las letras tanto besos como incluso una buena sesión de sexo oral (si escogemos las correctas).

Duquesa Doslabios.

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Dime en qué fase menstrual estás y te diré cómo es tu vida sexual

Me encantaría que todos los días del mes me sintiera predispuesta a tener sexo. De verdad, sería una gozada que bastara con tomar la decisión y no dependiera de las fases que pasa mi cuerpo.

Pero lo cierto es ahí pincho y corto entre poco y nada. Son mis cambios hormonales ligados a la menstruación los que hacen que me vea afectada, desde mi estado anímico a lo que me pasa entre las piernas.

I LOVE CYCLO

De hecho es una de las cosas que más echaba de menos cuando utilizaba la píldora anticonceptiva, que no solo la lubricación natural brillaba por su ausencia sino que perdía totalmente la libido -que sube naturalmente en algunas fases-.

Vamos, que no tenía sentido utilizar un método anticonceptivo para tener sexo si yo misma no quería tener sexo.

Aunque aparentemente soy una persona muy estable, mi cuerpo cambia cada semana del mes.

El primer día del ciclo, que es cuando baja la regla, suele ser una semana fatídica para las que, como yo, tenemos dismenorrea. Es el periodo más molesto por culpa del dolor, pero también la ocasión perfecta para combatirlo a golpe de orgasmo.

Que aunque los niveles de estrógeno y progesterona están por los suelos, la lubricación de la sangre hace que sea un momento tan bueno como cualquier otro (en otras palabras, sí tienes el chichi para farolillos). Y como decía, nada como un orgasmo haciéndole la competencia a cualquier analgésico a la hora de combatir el dolor menstrual.

A continuación, una semana después, empieza la fase folicular. Que recibe ese nombre por los folículos de los ovarios, los que empiezan a crecer por obra del estrógeno, mi hormona favorita.

Es la que hace que nos sintamos más activas y con ganas de experimentar (sí, prueba de una vez ese juguete, mándale un mensaje tan calentito como el interior de una mascarilla o desfila para ti en lencería, se acepta todo lo que te excite).

La tercera fase, la de la ovulación, tiene lugar unas dos semanas después de la menstruación. En el momento cumbre en el que se libera el óvulo, el estrógeno se dispara, lo que afecta directamente al deseo sexual. En otras palabras, en teoría es cuando vas a estar más salida. En mi caso, en la práctica, pues también.

Si a eso le sumamos que es el momento del mes en el que más fluido producimos (cuando estamos más lubricadas y el sexo resulta más placentero sin necesidad de lubricantes añadidos) es la ocasión perfecta de inaugurar la barra libre sexual.

A partir de ahí, de llegar a la cumbre del bienestar vaginal, toca agarrarse que vienen curvas (hormonales). Despídete de los estrógenos porque en la fase lútea es la progesterona la protagonista.

¿Sabes cuando te sientes hinchada como un globo, irritable y cansadísima? Ella es la responsable de todo.

Y claro, con semejantes síntomas no es ya solo que tengamos menos ganas de sexo, es que no nos sentimos ni cómodas con el propio cuerpo.

Al sentirnos así, el nivel de deseo cae en picado. ¿Que podemos aprovechar para practicar sexo a modo de descarga de endorfina? Por supuesto, aunque con la premisa de que es un momento en el que hay que escuchar a nuestros cuerpos.

Cada una de nosotras y cada menstruación es un mundo. Puede que los bailes entre la progesterona y los estrógenos no te afecten (qué suerte).

Y por mucho que esta explicación te ayude a entender por qué hay veces que estás tan excitada y otras que no te enciendes ni con los Vengadores sin camiseta, lo resumo en que si te apetece adelante y, si no quieres tener sexo y prefieres acurrucarte con una manta viendo una serie, es tan sencillo como decirlo.

Recuerda que la otra persona no es una aplicación de trackeo de tu ciclo.

Duquesa Doslabios.

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La aplicación con la que tendrás mejor sexo (tú decides si por tu cuenta o en compañía)

¿Que si el porno me satisface? Relativamente. Entre que las estructuras son siempre las mismas y las fantasías recurrentes, ver a dos personas teniendo sexo en la ficción -de la forma en que lo hacen en ese tipo de películas- me sabe a poco.

Prefiero quedarme con otras alternativas, como la prosa erótica o los audios. Esta última opción (imagínate por un momento una voz susurrante diciéndote al oído lo que le encantaría hacer con tu cuerpo) es la que ofrece la aplicación móvil Calíope.

Su CEO, Rocío Romero (@roenlared), me explica que el secreto de esta app es precisamente que consigue estimular nuestro mayor órgano sexual, el cerebro.

CALÍOPE

Pero no se limita únicamente a transportarnos a la compañía -y roce- de otras personas. Calíope pretende convertirse en el denominador común de nuestros teléfonos para que no solo tengamos aplicaciones sobre el ciclo menstrual o si nuestro bebé ha alcanzado ya el tamaño de un aguacate.

Además del fin divertido -consumir placer con otro sentido que no fuera la vista-, tiene un objetivo didáctico al ofrecer educación afectivo-sexual desarrollado por psicólogas, sexólogas y profesionales en el campo del bienestar.

Desde trabajar nuestra autoestima, problemas sexuales, entender cómo funciona el clítoris o conocer otros modelos de relación más allá de la monogamia de una forma muy amena, a nuestro ritmo y sin salir de la intimidad de la habitación (o en cualquier otro lugar).

¿Qué clase de contenidos vamos a encontrar en la aplicación?
Relatos eróticos y un apartado de desarrollo personal, aprendizaje y mejora de tu vida sexual y mental que hemos denominado Bienestar. La parte de historias es diversa, hay audios de encuentros casuales, de fantasías que siempre hemos querido probar, otros en los que formas parte de la historia… Hemos lanzado unos para que los escuches con tu pareja y os atreváis a probar cosas nuevas y disfrutar juntos de maneras diferentes. En el apartado de Bienestar coexisten temas pensados para el autoconocimiento del cuerpo, mejora del autoestima, tipos de relaciones, formas de identificar una relación dependiente… Añadimos uno nuevo cada semana.

¿Cómo habéis integrado la educación sexual en Calíope?
Nos dimos cuenta que había mucho camino que recorrer en materia de educación sexual afectiva y diversa. El papel de las psicólogas y sexólogas es clave, ellas saben orientar el contenido y ver cómo categorizar mejor ciertos temas. Nuestra misión es conseguir eliminar los máximos tabúes posibles y contribuir a naturalizar el sexo. Mientras que para alguna gente lo es, para mucha parte de la población sigue siendo algo incómodo y ruborizante.

¿Por qué razón habéis decidido dirigirla sobre todo hacia la mujer?
La educación sexual dada a las mujeres es siempre en base a la culpa, al miedo, a la desconfianza. Ten cuidado con los hombres, solo quieren usarte. Vigila que no te quedes embarazada, eso te podría arruinar la vida. Cuidado con la regla que manchas. Son muchas las frases que se nos vienen a la cabeza a las mujeres y que, por cierto, producen grandes problemas sexuales en muchas personas. De hecho, 1 de cada 2 mujeres adultas tiene problemas sexuales.

Es más, ¿cuáles son las aplicaciones que compartimos todas las mujeres? Las de regular el ciclo menstrual o de embarazo. De nuevo, la fertilidad como eje, no el placer. La app es para todo tipo de personas, el contenido está enfocado a mujeres pero también pueden escuchar las historias y los temas de bienestar los hombres, sin lugar a dudas. En Calíope cabe todo el mundo, sin distinción de sexo ni identidades de género.

¿Cómo funciona el apartado de historias?
En el apartado de historias puedes encontrar relatos eróticos e historias que tienen la finalidad de excitar o relajar a la oyente. Existen diferentes categorías como Fantasía, donde puede que a la oyente se le cumplan las suyas, también tenemos la categoría
Contigo donde la oyente forma parte de la propia historia. Además, puedes filtrar el contenido por Ella/Él o Ella/Ella. Estamos trabajando en historias Él/Él que muy pronto verán la luz. En el apartado En Pareja hay audios para escuchar con tu pareja o con quien te apetezca, si te atreves.

¿Por qué os habéis decantado por el sentido del oído en concreto?
Son muchos los estudios que demuestran que las mujeres se excitan en su mayoría mediante la imaginación y la escucha en contraposición de los hombres. De hecho, según un estudio de Tenga, a la hora de ponerse en materia el 78% de los hombres recurre a ver vídeos y contenido para adultos, frente a sólo el 46% de las mujeres, quienes prefieren principalmente la imaginación. 

Con casi un mes desde que lanzasteis la app, ¿qué es lo que tiene más éxito?
En apenas 10 horas tras el lanzamiento conseguimos colocarnos como la aplicación más descargada de Salud y Ejercicio Físico de la App Store y estar en el Top Descargas de toda España. Actualmente ha sobrepasado ya las 40,000 descargas. Nuestras oyentes, o musas de Calíope como nos gusta llamarlas, están disfrutando del contenido a diario y tanto las historias como la parte de bienestar y educación sexual están teniendo un éxito abrumador.

¿A quién le recomendáis instalarse la aplicación?
Se lo recomendaría a aquellas personas que les excita leer un relato o un libro erótico. A aquellas que quieren fomentar su principal órgano sexual: el cerebro. A aquellas que quieren disfrutar en la intimidad y no necesitan un vídeo. A aquellas que están cansadas del porno de siempre, a las que quieren probar cosas nuevas…

También se lo recomendaría a todo tipo de parejas así como a aquellas parejas que no son pareja pero se divierten juntos. Merecemos disfrutar del sexo y el placer sin miedos, tabúes ni presiones. Merecemos mejorar nuestra vida sexual y que nadie nos diga qué nos debe gustar ni quién debemos ser. ¿A quién le recomendaría instalar la aplicación? En realidad me pregunto, ¿a quién no se la recomendaría?

¿Cuáles son las ventajas de la versión ‘premium’?
Descargarla es gratuita y puedes escuchar múltiples audios sin ningún coste. Existe la opción de que por solo 19,90€ (menos de lo que vale una cena) puedas tener todo el contenido desbloqueado durante todo un año y, además, con nuevo contenido cada semana. El precio de la suscripción es bajo porque queremos que todo el mundo pueda acceder a él y creemos que un único pago de lanzamiento a un coste asequible puede hacer que la educación sexual y el placer auditivo pueda ser posibles para todo el mundo. Para los que quieran ver mucho más y no sepan si valdrá la pena, tenemos la opción de que puedas probar 7 días gratis y ver si el contenido te convence.

Duquesa Doslabios.

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Culpo a la Covid-19 del fin del primer beso en las citas

Aunque lo ideal sería llegar a casa después de una primera cita con el pulso acelerado o la cabeza repasando detalles como la forma de sus ojos, no en todas las primeras citas hay química.

Pero cuando la hay, el momento que rodea acercarse por primera vez -casi hasta el punto en el que los labios están a punto de tocarse-, es uno de los más memorables.

Para bien o para mal, claro. El primer beso no es solo una interacción física, es un paso decisivo antes del momento de la despedida.

SPRINGFIELD MAN & WOMAN

Un broche que definitivamente puede hacer que se cambie de opinión confirmando que queremos seguir viendo a la otra persona o que, por el contrario, no ha habido suficiente compatibilidad.

Dejarse rodear por un beso no es solo buscar el roce de una lengua en la boca invitada. Es prestarle atención a los detalles que acompañan el momento.

Una mano que trepa por la nuca y acerca más la cabeza, otra que rodea la cintura… Y sobre todo, ponerle voz a esas zonas de contacto tratando de averiguar si es verdad que parece que existe electricidad en los roces.

La facilidad -relativa- con la que antes podías atreverte a iniciar la maniobra de acercamiento, parece ahora impensable. Incluso si sientes que es el momento y el lugar.

Esa señal inequívoca cuando, ya sea en pleno Paseo de la Castellana o bien frente al mar, perdida en la sonrisa visual de la otra persona (esa que solo puedes intuir por las características arrugas de los ojos), empieza a aletear algo en el pecho anticipando lo que, en otras circunstancias, terminaría con un beso inolvidable.

El coronavirus ha robado un sinfín de primeros besos (también de segundos y de terceros).

Y aunque es lo más prudente en estas circunstancias, la falta de conexión física nos deja con la duda de hasta qué punto nos podemos fiar de nuestro criterio cuando llega el momento de decirse adiós.

Y así como nos ha arrebatado la oportunidad de dejarnos llevar como nos gustaría, tenemos la suerte de que no se ha llevado el romance por el camino.

Porque si algo consiguen las citas Covid Free es que te fuerzan a hablar (aunque sea más alejados de lo que nos gustaría) y a buscar formas alternativas de acortar las distancias físicas.

Ahí está el verdadero reto. En besarse sin tocar.

Duquesa Doslabios.

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No necesitas una pareja perfecta, perfecto es que además de amor haya amistad

Hay cosas que echo de menos de estar en pareja. Quedarme dormida abrazada, acompasando la respiración a la suya, es algo que siempre me ha encantado (aunque luego termináramos la noche en la otra punta de la cama).

También hay muchas otras que para nada. Esas me las guardo para otro día.

Una de ellas, y quizás la que más me está costando sobrellevar, es haber perdido un amor en el que una de las bases era la amistad.

@FEDEZ

Es cuando me acuerdo de lo que era mirar a los ojos a la otra persona -en plena comida familiar-, y echar a reír de algo que solo entendíamos los dos.

O como cuando te conviertes en cómplice de todas las locuras que pudieran ocurrir, como escapar de una boda para echar un polvazo.

Podría enumerar como ejemplo los infinitos memes, bromas, los vídeos hechos a traición, las menciones en fotos de Instagram para recordarle lo mucho que ronca… Pero también ser la primera de la lista cuando hacen falta un par de manos o un hombro sobre el que llorar.

Echo de menos conectar en ese aspecto, en uno más allá de físico, en la complicidad. En disfrutar de compartir aficiones, ya sean ir a hacer senderismo, perderse en un museo o ver películas musicales comiendo directamente de la tarrina del Ben & Jerry’s.

Porque cuando tu pareja es tu amigo, eres capaz de hacer cosas tan locas como traer un hijo al mundo y reírte cuando le da vueltas a tu alrededor, aunque lleves un mes sin pegar casi ojo.

Hablamos de la confianza, el sentido del humor o tener en común ciertas perspectivas vitales a la hora de que funcione una relación.

Pero es la amistad la que da la confianza de poder abrirte por completo, de contar (y escuchar) todo sin juzgar. Tener con quien hablar de lo más trascendente a lo más nimio sabiendo que estás en una zona segura en la que puedes ser tú.

Si tu pareja es tu amiga, quieres que sea partícipe de tu vida. No porque no puedas vivir sin él o ella, sino porque quieres que esté en todo. En lo bueno y en lo malo.

Cuando tienes que despedirte de unas amigas, un trabajo, una mascota… Cuando le das la bienvenida a un proyecto, a un triunfo, a un libro publicado.

Es algo a lo que me niego a renunciar. Y cuánto cuesta encontrarlo.

Duquesa Doslabios.

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Todas las mujeres compartimos que nos han llamado ‘puta’

Con 5 años volvía con mi abuela de la panadería. Dos chicos pasaron en moto pegados a nosotras y les llamó la atención. «Puta vieja», le gritaron mientras aceleraban.

No sé qué me asustó más, si el rugido del motor tan cerca o que le hubieran llamado eso a mi abuela. Ella siguió subiendo la cuesta hacia la casa como si nada, cargando la bolsa con el pan y yo le seguía de la mano al borde de llanto.

De no haber visto su entereza, seguramente me habría derrumbado.

¿Cómo iban a llamarle eso a quien dejaba Chupa Chups escondidos para que los encontráramos los nietos?

SAVAGEXFENTY

Aquel «puta» de mi abuela encabezó la larga lista que seguiría anotando mentalmente en mis años de colegio, donde estudié hasta cumplir los 18.

«Putas» eran mis compañeras de primaria que, cansadas de que les levantaran la falda a diario, optaban por ponerse unas mallas cortas por debajo, asumiendo que, ya que iban a quedar al descubierto, al menos no fuera en bragas.

«Putas» éramos también (y aquí empleo el plural) si nos daba por echarnos novio, otro más después o si se nos ocurría dejarnos tocar -incluso aunque fuera lo que más deseáramos-.

Yo fui «puta» en primero de Bachillerato por tener la ocurrencia de dejarme ser vista en la habitación del chico que me gustaba en el viaje de curso, aunque no hubiera pasado nada (ahora pienso que si hubiera pasado, ¿qué más daba?).

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Fui llamada «puta» a la cara por mis amigas y a las espaldas por los demás. Un apelativo que me llevó a una crisis nerviosa antes de la clase de química. Lloré sola en el baño frente a la clase, sintiéndome incapaz de entrar con la frente alta.

Llegó la universidad, la oportunidad dorada de dejar de ser «la puta de la clase», de poner a cero el contador. ¿Cómo dejarla escapar?

Me crucé también con varias «putas» en periodismo durante aquellos años. Especialmente las que progresaban más que el resto.

Mis compañeras más válidas, mejores estudiantes y que, al poco, eran fichadas para hacer prácticas en los medios que todos soñábamos (o eso creíamos) eran las más «putas», las que algo habrían hecho para llegar ahí, me soltaba mi amigo de aquella época.

No, tampoco me escapé de ser «puta» en aquel tiempo. Mi ex pareja se encargaba de hacérmelo saber en cuanto desaparecía más de 5 minutos de estar en línea del WhatsApp, la prueba para él de que me estaba acostando con todo Madrid.

Fui «puta» también a los 25 mientras estudiaba el máster, por decirle que no estaba interesada, que estaba enamorada de mi pareja. Fui «puta» por contestarle con una peineta al desconocido que me gritó desde una bici lo que querría hacer entre mis piernas.

Y dejo de hablar en pasado y empleo el soy porque, como a mi abuela, también habrá quien me llame «puta» hoy.

«Puta» es la mujer que se queda embarazada por hacerlo sin condón. «Puta» es quien se la chupa a su novio en la sangriada de la universidad. «Puta» es quien le manda una foto después de salir de la ducha y luego no quiere quedar. «Puta» es la que llevando menos tiempo que tú en la empresa, asciende y pasa a ser tu jefa. «Puta» por querer pagar ella su copa. «Puta» la que se te cuela en Mercadona. «Puta» somos todas.

Duquesa Doslabios.

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‘Sexting’, videollamadas o juguetes con control remoto: así va a ser tu vida sexual en 2021

Es 14 de enero, nos quedan todavía 11 meses y medio por delante del nuevo año (¿quién dijo miedo?) y a día de hoy, no es difícil hacerme una idea de cómo va a ser.

Tan extraño como el anterior, por lo pronto. La distancia social, las restricciones de movilidad, los toques de queda y, por supuesto, el virus y el miedo al contagio van a seguir siendo los factores que harán que conocer a alguien sea casi un milagro.

Y ya ni os hablo de enamorarse.

Pero por difícil que parezca, la parte positiva es que si hay ganas, habrá formas. O, al menos eso es lo que adelanta el informe de WOW Tech, empresa de bienestar sexual, sobre las tendencias de 2021.

LELO

Que vamos a refugiarnos más todavía en el universo digital, es la mayor de todas.

Dile «Hola» a Tinder, a colarte en los mensajes directos del Instagram de la persona que te gusta, a mandarle un WhatsApp con cualquier excusa y, en definitiva, a hablar hasta las tantas de la mañana.

No podrás quedar en persona porque quizás prefiere esperar a que sus abuelos estén vacunados, pero las publicaciones de su perfil que te permitirán asomarte a su vida, te servirán para estudiarle de cerca y saber si quieres mantener ese plan de hamburguesa y brownie cuando llegue el momento.

Lo que significa también que ha llegado la ocasión de que nos convirtamos en expertos en seducción lateral. La videollamada es el nuevo terreno a conquistar con sonrisas y caídas de ojos.

Y si el sexting sigue siendo un terreno resbaladizo que no quieres pisar, nos queda la alternativa de la foto de 15 segundos de Instagram que después se borra sin dejar rastro (y te avisa si le hacen una captura de pantalla).

Pero mi propuesta es tirar de imaginación y de teclado e intentar convencer a la otra persona de que también podéis excitaros delante de la pantalla. Empezar por un relato erótico a pares puede ser la forma de adelantar lo que sucedería en un encuentro físico.

(Quiero darle las gracias desde aquí a esos juguetes que se pueden usar a distancia y vienen genial para estos casos.)

Que suba la temperatura sin poder usar ningún estímulo visual será una tendencia de la que ‘culparíamos’ al audio-porno. Los relatos narrados cada vez son más populares y en Quinn o Calíope puedes encontrar historias que te transportarán lejos de cualquier confinamiento.

2021 será un año de romper con los alicientes que teníamos hasta ahora, de deconstruirnos, de educarnos. Y especialmente de hacerlo en materia sexual. Series, podcast, canales de Youtube y hasta cuentas en redes sociales de expertos nos dejarán sin excusas.

Ya no podremos culpar a la escasa hora de educación sexual del colegio.

Por último, los métodos anticonceptivos volverán a estar en el punto de mira. Las mujeres cada vez nos resistimos más al uso de hormonas por los efectos secundarios.

También parte de ese empoderamiento consiste en vivir nuestros cambios hormonales e incluso menstruaciones de una manera más natural (la copa es la nueva mejor amiga para ser conscientes de cómo es nuestra regla, cuánto sangramos, qué color y forma tenemos o incluso que no pasa nada por mancharnos las manos).

Que barreras como el preservativo sean las más populares debería hacer reflexionar de lo necesarios que son los métodos que no cambien nuestra libido ni el funcionamiento del cuerpo.

Duquesa Doslabios.

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La segunda cita es más importante que la primera (aunque no te lo creas)

Las primeras veces suelen dejar bastante que desear. Y aquí hablo desde la experiencia absoluta. Con más razón todavía si me preguntas por las primeras citas.

Expectativas por las nubes, nervios desatados, un retraso por parte de la otra persona que hace que tengas que esperar 45 minutos en la calle, conversaciones infinitas sobre el gimnasio, un plato que sale mal (con trocitos de cristales, historia real), una despedida un poco fría…

PULL & BEAR

Que sea la que más a menudo vamos a recordar -porque marca el comienzo si la historia va más allá- es la excusa perfecta para que exista demasiada presión a su alrededor. 

Discutía con un amigo la teoría de que la primera cita debería ser siempre algo casual. Una postura inversa a mi pasión por diseñar encuentros dignos de película hollywoodiense.

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En su opinión, era mejor una toma de contacto informal dejando para la siguiente ocasión un plan más especial.

Pero, ¿qué pasa cuando no las tienes todas contigo? ¿Es buena idea volver a quedar si te sientes a medio camino entre que no sabes si hay chispa o no quieres volver a ver a la otra persona?

Pues sí, porque entre una cita menos y una cita más, tampoco hay tanto gasto de energía ni de tiempo. Pero sobre todo porque hay poco que perder y mucho que ganar.

Hay tantas razones por las que la primera vez que te ves con alguien puede salir mal…

Desde que se estaba atravesando un mal día hasta que ganaron la partida el estrés o la ansiedad por la presión que rodea un primer encuentro.

Esa segunda cita es sinónimo de seguridad, la confirmación de que hay algo de interés por la otra parte, lo que se traduce en acudir con más confianza.

También es la mejor ocasión para repasar qué podría haber ido mejor y ponerlo en práctica. ¿Monopolizaste la conversación? ¿Te quedaste con ganas de preguntarle por sus anteriores parejas? Es el momento de rectificar y poder profundizar.

Y si sigo sin convencerte porque lo que te ronda por la cabeza es que segundas partes nunca fueron buenas, te recuerdo que El Imperio contraataca, Las dos torres o El caballero oscuro son la prueba de que a veces (solo a veces) hay excepciones a la regla.

Duquesa Doslabios.

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Que no te engañen, en un ‘pubis perfecto’ también puede haber vello íntimo

Hace un tiempo llegué a la conclusión de que el porno no iba a decidir cómo me relacionaba con ninguna parte de mi cuerpo. Aunque me refiero, más específicamente, al pelo del pubis.

BILLIE BODY HAIR PROJECT

La imagen de mujeres con la entrepierna completamente rasurada me da un poco de grima. Solo sé que cuando he imitado ese hairstyle, mirar hacia abajo me hacía retroceder en el tiempo.

Concretamente a cuando tenía 6 años y mi monte de Venus era aquel paisaje imberbe de forma natural.

(¿A quién puede excitarle que debajo de unas bragas lo que encuentres sea más similar a la anatomía de una niña pequeña que a la de una mujer? Pues me sorprende la respuesta. ¿Dónde queda el «donde hay pelo hay alegría»?)

No hubo ningún desencadenante, simplemente dejé de estar cómoda viendo aquello tan lampiño. No lo sentía mío, como si no fuera yo realmente la dueña de lo que pasaba allí abajo.

No estuve cuando Newton recibió el manzanazo en la cabeza, pero a mí me pasó algo parecido cuando me vino la iluminación: era yo quien decidía cómo llevarlo.

Y a quien no le gustara, pues mala suerte. Lo que no me permito es no ser la dueña de mí misma (aunque ese «dueña de mí misma» se refiera a mi vello corporal).

Te preguntarás, claro, que a qué viene esta reivindicación así de repente. En una encuesta que ha lanzado JOYclub, comunidad basada en la sexualidad liberal, a sus miembros aparece el vello púbico como una de las cosas que menos les gusta a los hombres españoles en la cama.

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Sí, para los integrantes masculinos, un pubis peludo es tan poco excitante como otras prácticas como el fisting o el trío hombre-mujer-hombre.

Lo cierto es que poner al mismo nivel que te introduzcan la mano o parte del brazo, por el ano o la vagina, con unos pelos en la entrepierna me parece un poco exagerado, pero el resultado está ahí.

Para mí, qué pueda encontrar o no excitante la otra persona en mi cuerpo ya ha pasado a un segundo plano.

Claro que quiero gustar, pero no veo el asunto lo bastante grave como para que sea un impedimento (aunque me arriesgue a que pierda la erección).

La excusa que alguno ha esgrimido argumentando que no es higiénico, también es fácil de desmontar. El vello no es sinónimo de suciedad, es algo natural que protege la zona. No lavárselo bien sí que es una guarrada, pero si se lleva limpio es una zona tan pulcra como cualquier otra.

También os digo que creo que hay puntos medios entre llevar un arbusto entre las piernas y un felpudo bien recortadito -e incluso digno de certamen de jardinería-.

Independientemente de la forma o el largo, me renta más verme bien y sentirme cómoda que estar adaptándome a unos cánones que no he podido elegir.

Duquesa Doslabios.

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