Archivo de enero, 2021

El reto de recuperar la autoestima después de una ruptura

Pensaba que lo más difícil de la ruptura sería aprender a apreciar la vida sin ti.

Menuda tontería.

La vida siempre ha tenido sentido. No era eso lo complicado, al contrario. Entusiasmarme siempre ha sido mi especialidad.

Entonces, ¿por qué me siento tan mal?

SPRINGFIELD

Me ha tocado hacer eso que tan poco a menudo pongo en práctica, la introspección. Bucear en las profundidades de mí misma a ver qué estaba pasando por dentro.

Y no me creo lo que he descubierto. Una autoestima tan mermada que siento hasta vergüenza por admitirlo en alto (ya mejor ni hablamos de lo que es leerlo escrito de mi teclado sobre este fondo blanco).

Ahí está la confianza en mi persona, del tamaño de un grano de arroz. Tan diminuta que, en un primer vistazo, se me ha pasado hasta desapercibida.

Me habías repetido tantas veces que yo era la mujer de tu vida, que tu temprana rendición terminó de desarmarme.

Ahí no había nada más que la silenciosa aceptación de que estábamos escribiendo el punto y final de nuestra historia.

Ni un ápice de tu carácter, de tus ganas de luchar, de tu picardía de salir siempre de todos los entuertos que se te ponen por delante, una serie de cualidades de las que tanto te enorgulleces y de las que tu entorno se ha jactado durante años.

Dejas que me vaya por la puerta, con mis maletas y nuestros años en común, derrotado, derrumbado, destruido y apagado.

En todo este tiempo no ha habido un gesto, un intento, un ademán siquiera. Solo tu forma de evitar dar cualquier paso por las posibles vías que podrías haber tomado que te llevaran de vuelta hacia mí.

Y pienso que habría valido lo que fuera que no terminara haciéndome sentir como que me iba como si nada. Y ahí está mi error.

En que no puedo medirme por lo que me persigas (o dejes de hacerlo). Que no puedo depositar mi autoestima en nadie que no sea yo misma.

Hoy me toca aprender que mi valía no reside en que no lucharas porque me quedara a tu lado.

Que soy más que eso, más que nosotros. Y que tú no supieras verlo, aunque me cueste entenderlo, no me hace de menos.

Duquesa Doslabios.

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La cuenta de Instagram que te enseña lo que NO debes hacer si quieres ligar con tu ‘crush’

Me encantaría que normalizáramos lo de ponernos nerviosos cuando ligamos.

Sobre todo cuando es algo que no se queda en los 15 años, sino que incluso una década más tarde terminas atragantándote en algún momento, dejando caer lo que tienes en las manos o incluso te tropiezas con tus pies.

Son cosas que no podemos evitar por mucho que tengamos más edad (o al menos, yo no he descubierto como hacerlo). Problemas del directo, que dirían en radio o televisión.

CALVIN KLEIN

Pero sí que hay otros aspectos que se pueden cuidar algo más, todas aquellas interacciones que suceden a través de una pantalla. Y es que el teclado nos permite la posibilidad de pensar, repensar e incluso borrar antes de darle a «Enviar».

¿Lo hacemos? Pues de vez en cuando. Una cuenta de Instagram a la que, admito, me he enganchado fuertemente durante las navidades, precisamente se encarga de compartir esos momentos en los que no sabemos ni qué escribimos.

Y la cagamos, por supuesto.

En tan solo unas semanas, @genteligando ha superado la barrera de los 10K (10.000 seguidores) gracias a la creatividad de frases como: «Estás buenísima. Te lo haría como un gorila», «Estaría interesado en fotos de tus tetas. Ya que me parece que son grandes y buenas» o «Me atraen mucho las que vacilan a los fascistas».

Y una de mis favoritas: «No te parece súper raro que la frase ‘Yo hago yoga hoy’ al revés sea lo mismo? Es una locura jaja. ¿Quieres follar?»

(Ni confirmo ni desmiento haber mandado alguna historia personal)

Aunque quien lleva la cuenta prefiere mantener su identidad secreta, nos ha confirmado que sacó la idea de otra red social: «En Twitter hay una cuenta de personas que no saben ligar con una foto de Tinder y yo quise llevar una cuenta con esa idea pero únicamente con posts brutales».

A la hora de elegir qué compartir, el bizarrismo manda. «No subo nada que sean dos personas ligando tal cual, necesito que el que vea el post se quede con una sensación de que han destruido a una de las dos partes de la conversación», declara @genteligando.

Y tras más de 300 publicaciones (y otras tantas que estarán por llegar), ¿que es lo que no recomendaría nunca porque está destinado al fracaso absoluto?

«No abrir a la persona como si la conocieses y mucho menos con mensajes obscenos, sino intentar tener una conversación desde el respeto en la que los dos estéis a gusto. Luego ya habrá tiempo de enseñar el pito, macho, pero no desde la primera palabra», dice desde la cuenta.

Duquesa Doslabios.

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Casa e hijos: tu próxima relación seria podría salir de una ‘app’ de ligar, según un estudio

Conocer gente a través de una pantalla pone ciertas cosas fáciles. La primera saber que, en cualquier momento y solo pulsando un botón, puedes cortar la comunicación sin dar explicaciones.

Si quedas y no sale bien, habrá un repuesto cerca a golpe de click. Y la tercera es que hace que conocerse en persona sea tan sencillo que no requiere un esfuerzo más allá de proponer ir a tomar algo.

Y además sabiendo que puede dar pie a que avance rápido.

DEREK ROSE

Así que sí, admito que soy de las que veía en este tipo de aplicaciones el campo de cultivo perfecto para historias esporádicas.

Muy intensas y muy fugaces, como un petardo. Al menos, así funcionaban (o lo había comprobado en su día) hace años.

Sin embargo, parece que o bien las apps de ligar se están adaptando a los nuevos tiempos o hay quienes empiezan a utilizarlas como auténticas celestinas del siglo XXI.

Hace unos días, un amigo me contaba que, en su familia, dos de sus hermanos habían encontrado a sus parejas en Tinder. Ayer mismo, mi hermano se abría un perfil en Bumblee con el filtro de que buscaba una relación.

Aunque la prueba definitiva de que las cosas están cambiando más allá de mi círculo cercano (no solo encuentro ejemplos en mi entorno) ha sido el último estudio de la Universidad de Ginebra.

Analizando las intenciones de aquellas parejas que habían conectado de manera digital, llegaron a la conclusión de que no solo estaban más dispuestas a irse a vivir con la otra persona, sino a formar una familia en poco tiempo (sí, incluso antes que las personas que se conocían offline).

Claro que la pandemia ha también ha jugado un papel crucial en esto. Si dar con una persona con quien se tienen en común objetivos o planes de vida -que además resulta atractiva-, podía conseguir que las cosas fueran a una mayor velocidad, el distanciamiento social ha hecho el resto.

Durante varios meses, ya fuera por aplicaciones hechas expresamente para conocer gente o incluso el propio Instagram, hablar ha sido el nuevo quedar en directo.

Y sobre todo hacerlo largo y tendido, sacando temas que igual ni nos planteábamos y llegando a profundizar en la otra persona. La chispa ha surgido y no solo se han roto parejas durante la cuarentena.

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Historias que arrancan, relaciones que han dado el paso y se han mudado a un piso, quienes han hecho la gran pregunta y se casarán en 2021…

El amor se ha abierto camino.

Así que parece que hay vida (y futuro) más allá del swipe right. Quizás se puede sentar la cabeza con el próximo match y quienes somos algo escépticos a encontrar el amor en las peceras digitales, nos atrevamos por fin a probar el agua.

Duquesa Doslabios.

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Lecciones sobre el amor que aprendí en 2020 para poner en práctica en 2021

Ayer tocó lo de siempre, solo que como nunca lo habíamos hecho.

Tocó brindar, tomarse -una a una o medio a trompicones, como es mi caso- todas las uvas. Y durante esas felicitaciones, antes multitudinarias y ahora reducidas, cruzaba los dedos por debajo de la mesa pidiendo un deseo para el año recién estrenado.

CALVIN KLEIN

Vale que no llevaba ropa interior roja (una tradición que sí cumplí el año pasado), pero confiaba en la suerte de poner el contador del calendario a cero.

365 días antes deseaba que fuera eterna aquella persona que me agarraba la mano entre plato y plato de la cena. Hay que ver lo mucho que han cambiado las cosas desde aquel momento.

Son tantos los tipos de amor que siento en un instante, concretamente en el primer minuto de este 1 de enero, que me maravillo de lo multitasking que me ha salido el corazón.

Voy del amor que siento por quien ha sido todo mi pasado y mi presente al que sentía por quien era mi presente y apuntaba maneras de convertirse en mi futuro.

No me malinterpretes, este no es un comienzo de año triste. Es imposible sentirse desanimada viendo el abrazo de mis padres en el extremo contrario de la mesa.

Uno de esos que envuelven hasta el punto de que no sabrías distinguir dónde empieza uno y dónde acaba el otro.

Me doy cuenta de que, por mucho que eche de menos la sencillez que suponía fijarme en los labios de con quien fuera que me cruzara, de cogerse de la mano sin preocupaciones de que se hubiera desinfectado previamente o de dar un beso sin miedo a poder contagiar a tu abuelo, hay aprendizajes de 2020 que quiero mantener este año.

Como haber desarrollado la inesperada habilidad de hablar con los ojos (e interpretar ese dialecto de signos mediante miradas, guiños y algún que otro pestañeo en el que desearía perderme), a sonreír con ellos.

Por primera vez, las denostadas arrugas por las marcas de belleza eran mi prueba inequívoca de que el rastro de felicidad continuaba si lo seguía por debajo de la mascarilla.

El confinamiento nos ha llevado a que hiciéramos algo que pensábamos imposible: armarnos de valor, escribir a esa persona con la que llevábamos años sin cruzar una palabra, permitirnos admitir que, más allá de lo fugaz, somos seres afectivos: necesitamos atención y cariño.

También me llevo a 2021 esa selectividad emocional de conocer a alguien a fondo más que la de conocer a mucha gente. Porque poder abrirnos y sentirnos acompañados en los momentos más solitarios ha marcado un antes y un después.

Y lo mejor es que volverme más selectiva viene de la mano con las ganas de vivirlo todo. Y vivirlo con urgencia. Porque no sabemos cuándo va a venir la siguiente, cuándo será la próxima vez que nos toque derramar lágrimas por alguien.

Mientras tanto, hay que dejarse la piel en cada respiración, en amar, en follar y en repetir. Hasta el fin y con la certeza de que los mejores días de nuestra vida están por llegar.

Duquesa Doslabios.

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