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‘El orgasmo producido por la estimulación directa de la próstata es mucho más placentero’

Son varias las ocasiones en las que he recibido mucha insistencia por practicar sexo anal (en mi ano, por supuesto).

Y, alguna que otra vez, le he propuesto al chico en cuestión probar también por el suyo y así experimentar juntos ese increíble placer que me vendía.

pareja sexo

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Sin embargo, su rechazo era tajante. Reaccionaba como si su ano fuera una especie de zona mística donde la entrada de cualquier artículo, o parte del cuerpo, fuera casi un sacrilegio hacia su persona.

Lo que era toda una sorpresa cuando, algo más tarde, aprendí que es precisamente por detrás por donde los hombres tienen un sinfín de terminaciones nerviosas que son vía directa al orgasmo (sin transbordo ni nada).

En el caso de las mujeres, el tema de los puntos es casi como un abecedario. Dime una letra y te diré con qué parte del cuerpo (supuestamente), vas a llegar al clímax.

Como dice Valérie Tasso, sexóloga y embajadora de Lelo.com, «aparecen puntos como champiñones. Que si el punto G, el U, el A, etc»

Hay tantos que, como ella misma sugiere, «cuando se acaben las letras, podemos hacer como las matrículas y poner números».

El de ellos, en cambio, es más sencillo, más directo y, aun con todo, menos conocido: el Punto P, que vendría a ser su equivalente.

Pero, ¿por qué esa zona en concreto con lo fácil que era llegar a los genitales? ¿Qué tiene el Punto P que da tanto placer, pero aun así cuesta tanto de disfrutar? La experta nos lo resuelve.

¿Qué se estimula exactamente?
La próstata, una glándula masculina ubicada en el interior de la zona pélvica bajo la vejiga y frente al recto y está entre unos 3 a 5 cm entrando por el ano. Su tamaño es similar al de una nuez y su forma anatómica recuerda a una castaña. Su función primordial es, como en las vías de los trenes, el ‘cambio de aguja’, decidir qué conducto de los que la atraviesan tiene preferencia de paso para la uretra; si el que permite al hombre orinar o el que permite expulsar el semen (prueben a que un hombre eyacule y haga pipí a la vez y verán a lo que me refiero…).

De ella depende también el que, con sus contracciones (que en este caso son orgásmicas), el semen se impulse hasta la uretra. Un buen suelo pélvico permite presionar a voluntad la próstata para mantener el control sobre la eyaculación. También cumple una función capital en la producción de líquido que contribuye, junto al esperma producido por los testículos (y que apenas es un 2% de lo eyaculado) y los otros fluidos seminales.

¿Por qué esa zona da placer?
Es el órgano que interviene primero en el orgasmo masculino. Y al estar recubierta de terminaciones nerviosas, la próstata proporciona sensaciones que van desde buenas a verdaderamente intensas cuando se la masajea o estimula. Cuando un hombre está a punto de tener un orgasmo, lo primero que ‘se pone en marcha’ es la próstata y, en cuestión de medio segundo, la eyección de semen. Es decir, los orgasmos de los hombres, aunque no lo sepan, se hacen en dos tiempos: 1) contracciones de la próstata y luego 2) eyaculación. La dificultad de notar estos dos tiempos es porque entre el momento 1 y el 2 existe muy poco tiempo. Y no son pocos los hombres que desconocen cómo funciona su proceso orgásmico.

¿Cómo estimularla?
La estimulación de la próstata se puede hacer de dos maneras posibles: o bien desde dentro entrando por el ano (con los dedos, o con un masajeador prostático o también directamente con sexo anal por parte de tu pareja) o bien presionando con los dedos o algún juguete erótico el periné (desde fuera) –el periné es aquella zona entre los testículos y el ano-.

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¿Cómo es el tipo de orgasmo que se puede alcanzar? ¿Es igual que el que se consigue mediante la estimulación del pene?
El orgasmo producido por la estimulación directa de la próstata es mucho más placentero e intenso que el que se consigue mediante la estimulación del pene. Y muchas veces, más rápida. Además, un hombre que sabe reconocer muy bien los dos tiempos que comentábamos más arriba puede bloquear la eyaculación (sin dejar de llegar al clímax. Es lo que solemos llamar ‘orgasmo seco’) con lo cual no necesita tiempo de recuperación porque no pierde ninguna energía (la famosa fase refractaria y de resolución), se recupera más fácilmente y es capaz de tener múltiples orgasmos.

Un hombre también puede tener un orgasmo estimulando la próstata y el pene al mismo tiempo o de manera sucesiva, ¡es la sensación más intensa de todas! Según estudios recientes, el 33% de los hombres afirman tener orgasmos más fuertes y prolongados cuando incorporan el masaje prostático.

¿A qué crees que se debe que muchos hombres heterosexuales se muestren reticentes a atreverse con las prácticas que implican su ano?
Por una serie de tópicos y creencias que, curiosamente, no existían en la Grecia clásica y la Roma Antigua (sí, hemos ido a peor…). Realmente todos estos tópicos se afianzan cuando se empieza, desde la Clínica, a acuñar una serie de prácticas sexuales ‘no reproductivas’ y a tratar a los sujetos sexuados bajo epígrafes de ‘desviados’, como fue el caso con las palabras ‘sodomita’, ‘homosexual’, etc. que no existían hasta que se hizo en el siglo XIX (Época victoriana) un decálogo de estas supuestas desviaciones.

Actualmente, todavía se asocia la estimulación de la próstata con el ser gay. O en el caso de hombres heterosexuales, se asocia con que han ‘cambiado’ de orientación. ¡Es absolutamente erróneo y ridículo! Otro cliché que existe es que si pruebas la estimulación prostática, ya no vas a querer practicar otras eróticas. ¡Estúpido! Además, todos y todas tenemos ano y recto. No tienen orientación sexual, entonces ¿por qué queremos atribuirles una?

¿Cómo conseguir que se familiaricen con esa zona y la vean como una fuente de placer?
La próstata, estimulada directamente o no, siempre interviene. Decir que algo no te gusta porque ‘dicen que…’ es tan estúpido como decir que un plato concreto no te gusta sin haberlo probado antes. Pueden empezar a experimentar poco a poco con probar el anilingus que es practicar sexo oral en el que entran en contacto el ano o el perineo de una persona y la boca o lengua de otra. Es muy placentero. E ir siguiendo con un dedo (de manera externa de momento).

En cuanto a la penetración, se debería practicar también con un dedo, de manera muy suave, con paciencia y solo cuando el hombre esté muy excitado. También está lo que llamamos el pegging. En parejas heteros, las mujeres se ponen un arnés y penetran a su pareja para estimularle la próstata de manera directa. Y no dejan de ser heteros… De todas formas, para que las cosas cambien de manera drástica, y siento mucho insistir nuevamente en ello, hace falta urgentemente una asignatura reglada de Educación Sexual.

¿Qué juguetes aconsejas para estimular esta zona?
Objetos de placer específicamente diseñados para esta zona, es decir que tengan un tope. No nos olvidemos que el ano y el recto suelen más bien expulsar y no al revés. Cuando se usa algún tipo de vibrador para esta parte, si no hay tope, automáticamente nuestro recto tendrá tendencia a “chupar” literalmente lo introducido. Así que este tope es imprescindible para evitar que el objeto introducido se quede dentro. Uno de los mejores masajeadores prostáticos de Lelo es HUGO, tanto para novatos como para hombres más experimentados porque estimula la próstata tanto por dentro como por fuera (a través del periné) gracias a su conformación y sus dos motores. LOKI Wave es otro best-seller de la marca. Lo recomendaría para hombres más experimentados, ya que la parte introductoria es más gruesa. Para los hombres que quieren algo más sencillo (pero no menos eficaz), Lelo acaba de desarrollar un masajeador prostático más fino llamado BILLY 2. Si bien todos ellos están recubiertos de una silicona biomédica, siempre recomiendo que se pongan a los juguetes un preservativo

Y si lo hacemos con los dedos, ¿recomiendas alguna técnica?
Para los novatos en penetración anal, recomiendo empezar por el dedo meñique. Es el más pequeño. Más que nada para no hacer daño y que el hombre se vaya acostumbrando a la introducción de los dedos. Lo ideal sería ir preparando poco a poco, posteriormente, esta zona de nuestra anatomía con algún plug-in muy pequeño (son dilatadores y hay de todos los tamaños). Pero solo si apetece. Y obviamente, usar un buen lubricante acuoso, como si no hubiera un mañana… Desde Lelo, tenemos uno de los mejores, nuestra llamada Hydratante Personal.

Mara Mariño

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Lo frustrante no es tener que tocarnos nosotras para llegar al orgasmo, sino…

Tuve un momento en el que decidí que no iba a perderme un solo orgasmo más teniendo sexo.

Pero no me di cuenta de que decidí también, de manera indirecta, ser yo quien se encargara de conseguirlos en pareja tocándome el clítoris.

O al menos la mayoría de ellos.

tocarse clítoris

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La logística suele ser la misma, él concentrado en que esa acción que sucede en el piso de abajo, mantenga un ritmo constante y yo con la mano lista para poner el ‘modo turbulencias’ mientras tanto.

Es raro –y bastante complicado, dicho sea de paso- dar con alguien experto en el apaño de tocar a la vez.

Entre que las posiciones no son las más prácticas y el movimiento desvía la mano del clítoris, es muy difícil que eso llegue a buen puerto.

Por eso, la mayoría de las veces, preferimos ser nosotras mismas las que vamos al grano y nos llevamos la mano directamente a la entrepierna o pedimos cambio de postura con un «ponte así, que quiero tocarme».

Y la pregunta: ¿nos frustra de alguna manera que eso sea así casi siempre? Es decir, ¿tener que ser nosotras las que conseguimos nuestro orgasmo?

@meetingmara ¿Nos molesta a las mujeres ser siempre las encargadas de hacernos llegar al clímax? Toma nota de estos tips para sacarle el tema a tu pareja y que se involucre (de una vez) en tu placer 🔥 #placer #placerfemenino #pareja #relación #relaciondepareja #pasion #consejos #consejosdepareja #consejosdeamor ♬ She Share Story (for Vlog) – 山口夕依

En mi opinión, solo resulta frustrante si no veo en la otra parte la misma implicación. Lo desesperante es ver que comunicas cómo te gusta y no se involucran en tu placer.

Porque, como dice una amiga, si gestiona el multitasking de manejar un teclado para jugar a un videojuego, también puede ponerse a hacerme varias cosas a la vez.

Si el problema es la postura, es fácil modificarla. Y no solo eso, la variedad de prácticas nos permite recibir orgasmos en los que desconectamos por completo, como es el caso de la masturbación a cargo de otra persona o el sexo oral.

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El problema es cuando tu clítoris le da absolutamente igual.

Si las posturas son las adecuadas, pero la técnica no es la mejor, él puede participar igualmente proponiendo un juguete como alternativa (aunque la primera vez no sea la mejor).

Están diseñados para una sola cosa y la cumplen a la perfección. Si es tan sencillo, ¿por qué no aprovecharlo?

Quiero terminar diciendo que la responsabilidad de los orgasmos es compartida. Contar cómo nos gusta es lo primero, pasar a la acción lo segundo y buscar alternativas lo tercero.

Cada uno participa a su manera y claro que lo importante es disfrutar. Pero cuando hablo de participar, me refiero a hacerlo de verdad.

No a quedarse mirando cómo la otra persona lo hace todo (o casi) para llegar al orgasmo.

Mara Mariño

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Este es el reto semanal que despierta tu deseo (y puedes hacer con amigas)

Tres amigas y un dilema sobre la mesa: nuestro deseo sexual estaba un poco de capa caída.

Así que nos propusimos algo, durante una semana nos dedicaríamos a tener (al menos) un orgasmo al día y comprobar qué pasaba con esa falta de motivación íntima.

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LELO

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He pertenecido a varios grupos a lo largo de mi vida, el del colegio, la universidad, el del trabajo, el piso compartido… Pero ninguno como «Pepitillas».

Este grupo de WhatsApp se fundó el mismo día en el que tres chicas quedamos a merendar en una tarde cualquiera de primavera.

La misma tarde en la que nos negamos a seguir con la libido por los suelos y nos propusimos hacer todo lo que estuviera en nuestra mano (literalmente) para cambiarlo confiando en algo que he defendido un sinfín de veces en el blog.

No necesitamos tener sexo en compañía para mantener el deseo sexual activo. La masturbación es lo único que nos hace falta.

El objetivo del reto era experimentar en carne propia cómo iba respondiendo nuestro cuerpo a una rutina de orgasmos de los que cada una tendría que encargarse.

Mientras que el desafío era libre -cada una podía decidir cómo y de qué manera llegar al orgasmo- lo que se convirtió en requisito imprescindible era avisar a las demás cuando ya estuviera conseguido.

Fue así como ese grupo de Whatsapp también servía como recordatorio de los deberes de cada día de tener al menos un orgasmo.

Y, una vez cumplida la tarea, mandar el emoji con el visto verde a modo de fichaje.

Pasaron varias cosas interesantes a lo largo de esa semana.

La primera, lo divertido que era pertenecer a esta sororidad de masturbadoras y poder hablar sin pelos en la lengua de por qué nos retrasábamos ese día o incluso compartir algún material que pudiera servirnos de ayuda (un vídeo de chicos bailando realmente anima a cualquiera).

También nos sirvió para motivarnos a seguir el reto cuando a lo mejor se echaba la noche encima y avisábamos a la que faltaba por hacer el check.

Pero sobre todo para compartir cómo nos íbamos sintiendo, especialmente cuando una pasó del modo letargo a que se lo empezara a pedir el cuerpo. Nuestro mayor triunfo, el objetivo de las «Pepitillas» se había conseguido.

Y eso que, a mitad del reto, casi nos rendimos. Una decía que se sentía igual, sin mucho deseo sexual.

Si a eso le sumas que muchas veces lo dejábamos a última hora, cuando más costaba y no nos apetecía, era normal que mantenernos fieles al challenge diario fuera el mayor reto.

En mi caso, al poco de empezar, enseguida noté que la libido me aumentaba.

De hecho se convirtió en imposible mandar mi check orgásmico antes de ir al gimnasio, donde las respiraciones de los que estaban entrenando me despertaban de nuevo.

Era como si el orgasmo me despertara y estuviera receptiva todo el día.

Soy consciente de que, haciendo esto, no hemos descubierto la penicilina. Pero nos quedamos con el triunfo de haber comprobado, con las propias amigas, que somos nosotras mismas las primeras capaces de mantener el deseo encendido.

El gran beneficiario, además de sentirnos más activas, fue sin duda nuestro suelo pélvico y dedicarnos ese ratito a nosotras hablándolo con toda la naturalidad del mundo.

Así que recomiendo que cualquiera se apunte al reto. Aunque si es con amigas, como hice yo con mis «Pepitillas», es todavía mejor.

Es más, le hemos puesto ya punto final (solo hemos necesitado una semana para notar los resultados) y una no descartaba seguir poniéndolo en práctica otra semana más.

Al final, no hay nada más adictivo que el placer.

Mara Mariño

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Así le puedes enseñar a que te haga llegar al orgasmo

Soy la primera que sostiene que el orgasmo no es imprescindible para disfrutar del sexo con alguien.

Pero, tampoco voy a engañaros, es un momento incomparable.

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En casa, cuando lo perseguimos por nuestra cuenta, lo tenemos fácil.

El punto de placer de nuestro cuerpo está tan cogido que, basta con ponernos a ello, para llegar enseguida.

Con otra persona es otra historia.

Puedes tener la suerte de que, por un azar del destino, la manera en que te toque sea la que sueles hacer tú.

O bien que a su estilo -nuevo para ti-, dé la casualidad de que también te pone tanto que consigues llegar.

Pero como no suele ser lo habitual, es muy frecuente que nos veamos en la siguiente encrucijada.

¿Le digo algo o le dejo continuar, aunque no vaya a alcanzar el orgasmo?

Mi recomendación es que, si te apetece llegar al clímax, lo comentes, claro que sí.

Pero sí, tienes que ser tú quien tome la iniciativa, porque la otra persona no sabe qué está pasando por tu cabeza. Ni si quieres tener un orgasmo.

Tomarte un minuto para hacérselo saber, sin que corte el rollo, puede ser tan natural, fácil y rápido como decir que así te encanta, pero que te gustaría correrte.

Aunque hay vídeos en Youtube fantásticos para descubrir de qué manera estimular el cuerpo, deja la pantalla a un lado y opta por el método old school.

Por lo que puedes indicarle cómo hacerlo si es algo tan fácil como un “más rápido/despacio/arriba o abajo”.

Si la explicación es más técnica y elaborada, enseña cómo sueles hacerlo para que fiche tu sistema.

Y, la tercera opción, es que cojas la mano/genital/etc y muestres de qué manera tiene que hacerlo, ya sea moviendo su cuerpo o el tuyo para que se haga una idea del método.

Es importante comunicárselo de manera tranquila, sin insinuar que lo está haciendo mal (porque la manera que te gusta a ti y la que sabe hacer la otra persona no es correcta o incorrecta, simplemente la que os gusta a cada uno o habéis aprendido que le gustaba a otra persona).

Y, si eres quien recibe el consejo, no lo encajes como un ataque, nadie nace sabiendo y cada amante es como desbloquear un nivel nuevo de conocimiento del sexo.

Mara Mariño

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No es que tengas menos deseo sexual, es que tu primera vez fue decepcionante

Recuerdo que, después de la primera vez que tuve sexo, volvía a mi casa en autobús mientras me sentía frustrada.

No sabía identificar qué era exactamente, pero la incomodidad no engañaba. Había sido decepcionante.

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No tanto por él, que estaba en las mismas que yo en cuanto a falta de experiencia, y fue cariñoso y con cuidado. Pero el sexo no me había parecido para tanto.

Tenía ganas de retroceder en el tiempo y decirle a mi yo del pasado que no se agobiara, porque ni fuegos artificiales ni leches.

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Lo que yo no sabía era que ese momento de 15 minutos iba a condicionarme tanto a lo largo de mi vida adulta.

Al menos, es lo que sostiene Diana Peragine, candidata al doctorado en psicología de la UTM.

Su estudio ‘¿Una experiencia de aprendizaje? Disfrute en el debut sexual y la brecha orgásmica en el deseo sexual de los adultos’, ha abierto un melón que ni nos imaginábamos que existía.

Lo que la investigadora habría descubierto es que, la esa primera vivencia íntima, tiene repercusiones duraderas en el deseo de una mujer heterosexual en el futuro.

Lo único que diferenciaba a las mujeres de los hombres que habían participado en su estudio era que, su deseo de tener relaciones sexuales en pareja, solo era menor si en su primera experiencia sexual el orgasmo brillaba por su ausencia.

Es decir: ausencia de orgasmo en tu primera vez, menos deseo sexual de adulta

En cambio, las mujeres que tuvieron un orgasmo en ese momento, estaban más interesadas en el sexo en pareja, y sus niveles actuales de deseo por este eran iguales a los de los hombres.

Curiosamente, el estudio también descubrió que, la primera experiencia sexual de los hombres, no tenía ningún efecto aparente en sus niveles actuales de deseo sexual.

La explicación de esto, dicho sea de paso, es porque cuando hablamos de primera vez, solemos relacionarlo con la penetración y, para ellos, es más fácil llegar al orgasmo por esa vía.

«Antes existía la idea de que el deseo sexual era como el hambre o la sed, que se originaba internamente y surgía de forma espontánea», dice la investigadora.

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«Pero, obviamente, ahora entendemos que es más dinámico y responde a la experiencia, y que las experiencias sexuales gratificantes dan forma a nuestras expectativas sexuales».

Hasta ahora, esa brecha de deseo entre hombres y mujeres sanos, que persiste a lo largo de la edad adulta, perpetuaba el mito de que las mujeres tenemos un impulso sexual naturalmente más débil que los hombres.

Pero lo interesante del estudio es que, por primera vez, se pone en duda que haya unas diferencias fijas en el deseo sexual según el género.

La actividad sexual puede resultar desmotivante por esa primera experiencia carente de orgasmos, ya que es la parte común en la socialización sexual de las mujeres.

«(Es un) debut sexual más frustrante que gratificante«, comenta la experta.

Y, ¿cómo no darle la razón si yo misma viví en carne propia esa primera vez que me dejó desilusionada?

El problema es que si seguimos relacionando nuestra primera vez con el coito, nosotras siempre vamos a llevar las de perder.

O empezamos a dejar de llamar preliminares al resto de prácticas sexuales (con las que, por cierto, las mujeres tenemos más posibilidades de alcanzar el clímax), o nos ponemos las pilas en la educación sexual.

Y esto pasa por enseñar el papel que tiene el clítoris también en el coito pero, sobre todo, mentalizar de que el placer -y el orgasmo- debe ser compartido y no algo que monopolice solo uno de los participantes.

Mara Mariño

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¿Por qué mi cabeza me boicotea los orgasmos?

Es inexplicable el sabotaje que a veces ejerzo sobre mi persona cuando se trata de llegar al orgasmo. Te pongo en situación.

Me lo estoy pasando bien. Bien nivel la ropa está ya por el suelo, el tanga seguramente perdido debajo de la cama y tengo una cabeza entre las piernas.

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Además, tengo una almohada para estar aún más cómoda y no hay nadie más que nosotros dos en casa.

Respiro hondo y veo cómo mi caja torácica sube y baja. La imagen de mi pecho y su pelo es tan estimulante como las sensaciones que me recorren el cuerpo.

Y, de repente, mi cerebro, hasta ese momento desactivado, cobra vida propia y empieza a hablarme.

«Estás tardando mucho», «No sé, yo creo que hoy no es el día», «Mejor haz otra cosa, no te vas a correr«…

Los pensamientos intrusivos me cortan el rollo hasta el punto que las predicciones mentales se cumplen. Ya no consigo llegar al orgasmo.

Por mucho que él esté ejecutando el cunnilingus perfecto, que el momento y el lugar acompañen y que esté con el deseo por las nubes, siento que el clímax se me escapa cuando le doy vueltas a la cabeza.

Nuestra práctica compartida más visceral necesita que la mente esté en un lugar tranquilo, casi como si se apagara.

Por esa razón, el primer consejo que te puedo dar es dejarte llevar intentando frenar los pensamientos.

Despedirse de lo que genera tensión y esas ideas que solo sirven para distraer y centrarse en las sensaciones del cuerpo.

Pero si no funciona y la vocecita interna se sigue colando en tu polvazo, puedes aprovechar que el cerebro tiene ganas de trabajar y reconducirlo.

Cambia la dirección y acude a esos pensamientos que te excitan, a tus fantasías. Cierra los ojos con fuerza y que sea tu consciente el que potencie lo demás.

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Y ya puesta a que se cuelen ideas negativas, puedes plantearte también la práctica al revés. En que bajo ningún concepto quieres tener un orgasmo y que si notas como cada vez crece más el placer, estás fallando.

Aquí la psicología inversa también puede ser la solución. Siempre resulta estimulante el pensar que estás haciendo algo ‘prohibido’ (aunque sea por ti)…

Duquesa Doslabios.
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¿Por qué tenemos que parar después de tener un orgasmo ?

Da igual si estás con la persona que más te atrae del mundo, si llevas meses sin tener sexo y sientes que se te han acumulado las ganas o si tu apetito sexual estás por las nubes.

Siempre vas a necesitar parar después de llegar al orgasmo.

UNSPLASH

Y la ‘culpa’ la tiene nuestro propio cuerpo por algo que se llama periodo refractario.

Esa fase corresponde al momento que sigue al clímax, cuando las pulsaciones vuelven a bajar el ritmo y la respiración se estabiliza.

Justo después de llegar al orgasmo necesitamos, tanto mujeres como hombres, un periodo de recuperación en el que la excitación baja.

Pero no del todo. También es perfecto para, instantes después, volver a la carga. Tú eliges si tu periodo refractario es el fin de la experiencia o un ‘calienta, que sales’.

Conocer tu periodo refractario es fundamental, porque depende por completo de la persona o incluso ese momento.

Las mujeres solemos tener la capacidad de recuperarnos antes.

Por eso para nosotras es posible volver a la carga al poco tiempo e incluso tener orgasmos casi seguidos (amiga, anímate a conocer tus tiempos).

Para ellos es algo más largo, aunque hacer pis justo después y masajear los testículos de forma suave, son dos consejos que ayudan a que el periodo refractario sea menor.

Ya que se trata de algo natural, lo mejor que podemos hacer es familiarizarnos con nuestra respuesta personal y escuchar al propio cuerpo.

Aun con todo, habrá factores externos -que si el estrés, el cansancio, las prisas o incluso la excitación de nuevo por un fetiche- que pueden modificar estos minutos.

Así que lo mejor que se puede hacer es no agobiarse si se quiere repetir y dejarse guiar por las sensaciones.

Duquesa Doslabios.

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La negación del orgasmo o cuando el objetivo es quedarse a medias

Ponte en situación: estás a puntito de caramelo. Tu cuerpo empieza a temblar sin que lo puedas controlar.

Sabes que los dedos de tus pies han cobrado vida propia y notas una acumulación de tensión en la entrepierna que pide a gritos que te sueltes y te dejes estallar.

SKYN USA

Y justo cuando vas a abrirle las compuertas a un orgasmo espectacular, se te cuela un pensamiento en tu cabeza.

«Creo que el programa de centrifugado ya ha terminado, debería tender ya la ropa antes de que se haga de noche».

Y es así como tu clímax se va de golpe. Sin quererlo, te has provocado un orgasmus interruptus y, como el autobús de esta mañana, se ha ido sin que puedas alcanzarlo.

Tus opciones son dos: dar por finalizado el momento o seguir para ver si llega en un rato. Pero lo habitual es que te acompañe una sensación de impotencia por su pérdida.

¿Cómo te quedas si te digo que esta práctica de quedarse a medias tiene su público?

Lo que para ti es una cortada de rollo, forma parte del universo del BDSM y se conoce como negación del orgasmo.

Es algo que puedes practicar ya sea en el rol dominante o en el sumiso, lo importante es que el final debe quedar interrumpido.

Y no, no se debe confundir con el edging, que consiste en jugar con los niveles de excitación propios o de la otra persona sin dejarle llegar al orgasmo durante un tiempo.

Mientras que el edging sí que termina con una fabulosa corrida (más placentera por el juego de ir retrasándola), la gracia de la negación del orgasmo es precisamente cortar el clímax.

Te doy otra razón para que lo practiques si esta no termina de convencerte.

Dejar el orgasmo fuera de la ecuación permitirá que te centres en encontrar placer en otros detalles y que puedas profundizar en el lenguaje del contacto con la otra persona.

¿Te animas a probarlo?

Duquesa Doslabios.

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Las mujeres no nos masturbamos como crees (y el porno tiene la culpa)

Nos guste o no, el porno es el primer contacto que tenemos con una dinámica sexual en pareja.

Lo que significa que estamos consumiendo un producto que, en su mayoría, está pensado para uso y disfrute de hombres heterosexuales.

Así que, mientras los espectadores masculinos se ven reflejados en el protagonista y reciben ese contenido para excitarse, nosotras nos inmiscuimos en el mundo de los vídeos eróticos tomando notas de lo que se espera.

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Quizás no lo sabemos de forma consciente, pero tendemos a repetir los patrones que vemos en las películas pornográficas.

Lo que no significa que representen nuestra vida sexual. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El caso de la masurbación femenina es el más evidente.

Basta con teclear «chicas masturbándose» o «masturbación femenina» para encontrar todo un repertorio de mini clips en los que aparecen mujeres tumbadas o sentadas y siempre con la vagina rebosante.

Dildos, dedos, objetos aleatorios de la casa como botellas, frutas o verduras no faltan en estas películas.

¿Simboliza eso cómo nos masturbamos en realidad? Para nada.

Nuestros momentos de intimidad poco tienen que ver con esa chica desnuda cabalgando un juguete sexual que imita a la perfección a un pene y que se mantiene erguido en el suelo gracias a una ventosa.

Es más, lo tenemos tan sencillo que muchas veces no necesitas quitarte la ropa.

Basta con meter la mano en las bragas, buscar el clítoris y activar el modo turbo de los dedos. La vagina ni se toca.

De hecho, si lo ves desde fuera, esa imagen de vídeo erótico en el que el juguete entra y sale -al compás de los gemidos- no tiene mucha similitud a la mano estática sobre el pubis, donde solo se mueve un dedo en círculos o de un lado a otro.

Que nosotras terminemos en este tipo de vídeos es raro, pero tienen un público masculino importante.

De ahí que, cuando en la cama un «Tócate» te llega al oído, sabes de sobra que no es el mismo que se imagina en su cabeza.

Si se espera un espectáculo de dedos penetrantes, va a encontrar una imagen superficial mucho menos movida (a sus ojos) pero más intensa para nosotras a nivel de sensaciones.

Y en cuanto a los juguetes con los que parece imprescindible tocarse, están a mundos aparte de los que solemos utilizar -o hemos utilizado- para descubrir nuestra sexualidad.

Cojines, el peluche, el borde de la mesa… Todo lo que nos apañara para presionar la zona estrujándolos entre las piernas o estando bocabajo sobre ellos era lo que realmente conseguía hacer que nos corriéramos.

Así que más nos vale ir rompiendo con la imagen de cómo se masturba una chica en el porno y empezar a preguntarle a tu pareja cómo le gusta tocarse.

Pero de verdad, no como ha aprendido que te excita. Para excitarse ella.

Duquesa Doslabios.

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No eres rara ni estás mal hecha si solo llegas al orgasmo tocándote tú misma

Después de mi primer polvo, llegué a una conclusión: el sexo está sobrevalorado. Fue lo que pensaba mientras salíamos de su portal rumbo a mi casa.

¿Y por esto tanto escándalo? Estaba casi decepcionada después de todas las expectativas que me había hecho sobre ello.

LELO

Las siguientes relaciones sexuales me llevaron al mismo razonamiento. No entendía a qué venía tanta excitación. Vale que había disfrutado del momento, de las caricias y los besos, pero a la hora de la verdad, sentía que yo (conmigo misma) me lo pasaba mejor.

No fue hasta que empecé a poner en práctica cómo me masturbaba en la intimidad, que el sexo acompañada despertó otras sensaciones.

Lo hice de manera instintiva, como respuesta natural a aquel cosquilleo que me recorría el clítoris y que, en la postura en la que estaba en aquel momento, nadie prestaba la más mínima atención.

Aquello ya era otra cosa, por fin iba por buen camino. O, al menos, eso pensé durante unos segundos, hasta que mi pareja de aquel entonces me preguntó que qué hacía.

Lo hizo con cara de susto, como si el acto de llevarme la mano a la vulva significara que estaba fracasando como amante.

Una vez vencido el miedo inicial, explicándole que así me gustaba más, nos dejamos llegar y descubrí, por primera vez, que sí, podía tener orgasmos también en pareja.

El único ¿inconveniente?, que tenía que ‘trabajármelos’ yo.

Y sí, digo inconveniente porque en ninguna película había visto a la protagonista disfrutar de aquella manera. Bastaba que se la metieran para que el polvo se convirtiera en una sucesión de gemidos ininterrumpidos hasta llegar al orgasmo.

Tuve que descubrir que no era yo quien estuviera mal, era la ficción la que no reflejaba mi realidad.

No ponía en duda que hubiera quien pudiera encontrar placer -e incluso llegar al clímax- de aquella manera, pero no era mi caso.

Ni el mío ni el de muchas amigas con las que, pasados los años, acabé hablando del tema. Curiosamente, teníamos en común que, solo estimulándonos de forma externa, conseguíamos corrernos durante la penetración.

Esa revelación me llevó a uno de los puntos más importantes de mi vida (sexual) adulta.

Podía seguir haciendo como si nada, cumpliendo los estereotipos y fingiendo mis orgasmos para que mis acompañantes no sintieran que su participación era insuficiente.

Podía normalizar que el sexo aceptado por la mayoría era eso que veía en la tele o en el ordenador y subirme al carro, aunque implicara que no lo disfrutara plenamente.

Pero eso significaría que mi vida sexual compartida resultaría decepcionante, así como una manera de ocultar algo tan natural de mí misma.

Mi decisión, la que sigue vigente hoy en día, fue tomar el otro camino, el de asumir que, por mucho que no fuera como las mujeres de las películas, lo que me funcionaba era igual de válido.

Y no ajustarme a esa imagen no iba a impedirme disfrutar en la cama. Aunque eso implicara que tuviera que hacerme cargo de mis orgasmos.

Duquesa Doslabios.

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