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La razón por la que el orgasmo es el punto y final de tus encuentros íntimos se llama…

No te conozco, pero voy a lanzar una hipótesis sobre tu vida íntima: en el momento en el que llegas al orgasmo, todo termina.

Te levantas, tiras el preservativo, haces el pis de rigor y a seguir viendo la serie, a coger el móvil para responder los mensajes o a dormir.

pareja mujeres

PEXELS

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No es que nadie te haya dicho que se hace así, que ese es el orden a seguir, pero solemos repetir siempre lo mismo aun con diferentes personas en distintos momentos de nuestra vida.

Llegar al clímax es como cruzar la línea de meta, fin.

Ahora que estás pensando en que es verdad, que más que seguramente haya acertado (hasta con lo de coger el móvil), tampoco sabes muy bien por qué lo haces, pero lo haces.

Y de hecho, es una de las razones por las que se pueden llegar a fingir los orgasmos. Tenemos tan asimilado que supone el fin de la relación sexual, que si no sabemos cómo expresar que no nos apetece continuar, optamos por replicarlo.

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Pero, ¿tiene sentido que esta sea nuestra concepción del sexo? Si te paras a pensarlo, le estamos dando la máxima importancia a algo que son tan solo unos segundos de tiempo.

La explicación de esta relevancia que damos al orgasmo se debe a que, por un lado, consideramos que el orgasmo es imprescindible para disfrutar del sexo, algo que se conoce como imperativo del orgasmo.

Según esta creencia, para que una relación sea satisfactoria, tiene que contar con el orgasmo.

Esta idea nos llevaría a buscar una relación sexual con el fin de alcanzar el clímax, que es la definición del orgasmocentrismo.

Y aunque no te voy a negar que las sensaciones del pico de placer son incomparables, ¿tiene sentido que vivas toda tu sexualidad -en solitario o en compañía- a la espera de tan solo unos segundos?

Si trasladamos esa mentalidad al resto de momentos de nuestra vida es como si fueras a un parque de atracciones, te subieras a tu montaña rusa preferida y volvieras a tu casa. O como si tiraras toda la tarta de queso a la basura porque lo que más te gusta es la base de galleta.

¿A que no tiene sentido?

Así te afecta (negativamente) el orgasmocentrismo

De hecho, esa mentalidad orgasmocéntrica consigue que nos agobiemos tanto por llegar, que no prestamos atención a otras situaciones o momentos que pasan desapercibidos (caricias, miradas, olores, sabores…). Perdemos información erótica.

Esa preocupación que nos hace perdernos en nuestros pensamientos intrusivos («¿Se estará cansando?», «Seguro que le parece que estoy tardando un montón», «¿Qué me pasa hoy, que no llego?») y hace más difícil poder alcanzar esa ansiada cima, ya que para el clímax tenemos que estar en un estado de relajación y conexión con las sensaciones.

Además, también podemos culpar al orgasmocentrismo de haberse convertido en la vara de medir sexual.

Si la otra persona no alcanza el orgasmo, sentimos que no somos buenos amantes, toda nuestra autoestima sexual pende de que la otra persona llegue o no al clímax cuando escapa de nuestro (y su) control.

Y, es también la razón por la que terminamos en cuanto aparece el orgasmo a modo de punto y final. Una vez llegado a ese objetivo último, ¿para qué continuar?

Pues porque más allá del orgasmo, puede que el deseo que tengamos sea el de tener otro tipo de intercambio erótico o simplemente afectivo.

Por suerte, aunque vivas todavía bajo el paraguas del orgasmocentrismo, puedes ‘salir’ de él.  El sexo son muchas cosas, y no se debe limitar únicamente a un pequeño rato de placer.

La motivación principal es disfrutar, sí, pero también está la de expresarnos, conectar, demostrar el afecto que sentimos hacia la otra persona…

Y, sobre todo, recordarte que no hay una narrativa ni un esquema a seguir.

Podemos tomarnos la libertad de inventarnos el orden, de tener un orgasmo al principio y luego caricias por el cuerpo, besos o, por qué no, otra práctica sexual, las posibilidades son infinitas.

Mara Mariño

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