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Ligar ya no volverá a ser como antes según las series de Netflix

«Las series hablan de nosotros y nosotros somos como en las series» fue una frase que me dijo mi padre hace poco. Y sí, coincido con él por completo.

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Por un lado, se nutren de lo que vivimos, lo que conocemos, la forma que tenemos de relacionarnos, nuestros anhelos, nuestros miedos…

Por otro, tendemos a sentirnos identificados con lo que sale en la pequeña pantalla, acercándonos a causas, lugares o aficiones nuevas de las que trata la ficción.

Así que casi parece predictivo el hecho de que, al poco de empezar el confinamiento, fueran Love is blind y Too hot to handle dos de las series más vistas del catálogo de Netflix.

¿Significa que nuestra forma de relacionarnos, de conocer gente y de crear conexiones románticas –en definitiva, el amor– está cambiando? Si nos fijamos en sus tramas, parece que sí.

La primera trataba de darle el ‘Sí, quiero’ a un desconocido con el que solo te habías relacionado a través de conversaciones, uno aislado del otro.

Mientras que la segunda reunía a un grupo de solteros en una villa que no podían tener contacto físico sexual, algo que solo estaba permitido si llegaban a crear conexiones emocionales primero.

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Al eliminar las posibilidades de que se diera atracción por el físico o de tener sexo fugaz, los concursantes tenían que conocer a fondo a la otra persona.

Teniendo en cuenta que hemos estado (al menos los madrileños y catalanes) tres meses aislados en casa, recurriendo a formas de ligar alternativas que solventaran la distancia física, hemos vivido, como los participantes de ambos reality shows, nuestro particular proceso de deconstrucción.

Y, aunque ahora vuelve a estar permitido relacionarse en vivo y en directo -aunque sea en grupos pequeños-, como en los programas de Netflix, el contacto físico no entrará en juego hasta pasado un tiempo por cuestión de prudencia o desconfianza.

Es posible que el modelo de usar y tirar aplicado a las relaciones, el fast dating, se haya terminado. O, al menos, hasta que se encuentre una vacuna para el coronavirus.

Duquesa Doslabios.

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Llamarle por el nombre de tu ex, ¿lapsus o algo más?

La primera vez que mis padres hablaron por teléfono, ella le llamó, erróneamente, ‘Juan Carlos’. Aunque no fue culpa suya (una de sus compañeras de trabajo le había dicho que ese su nombre), la cara de mi padre en aquel momento fue un poema.

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Por suerte, una vez explicado el lío, tuvieron su primera cita que vino seguida de convivencia, matrimonio y el pack de hijos y perro unos años más adelante. Aquel desliz es ahora una anécdota de la que nos reímos en las comidas familiares.

Como digna hija de mi madre, también he pasado por lo de confundirme y ser confundida. Pero en mi caso era más por el parecido de la dicción al tener, casi de seguido, parejas con nombres que empezaban por la misma vocal.

Cuando me ha pasado, no le he dado la más mínima importancia (además de que nunca me ha sucedido en un momento especialmente íntimo).

Pero me consta que no todos nos tomamos el lapsus por igual. A las pruebas me remito con la consulta que me hizo un amigo este martes, que había dejado de hablar a la chica a la que estaba conociendo cuando, en un momento de cachondeo, ella se equivocó llamándole por el nombre de su exnovio.

El término que recibe este fallo es misnaming y, por lo que dicen los expertos, no, no significa que al nombrar a la anterior pareja se sigan teniendo sentimientos hacia ella.

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Por lo visto, es más un fallo en el sistema de recuperación de información del cerebro que algo consciente. Al estar en compañía de una persona con la que nos sentimos cómodas, ilusionadas y felices, nuestras neuronas van al nombre de la última persona que nos hizo sentir así, por eso hay tantas probabilidades de que se te escape o se lo oigas decir a la persona que estás conociendo.

Lo bueno es que hay esperanza al respecto: no solo termina desapareciendo esa conexión con la expareja según va pasando el tiempo (si lo ha superado, claro), sino que, cerebralmente, eres tú el sucesor o sucesora de esa persona, lo que significa que te ve como algo más que una persona muy simpática con la que tener una gran amistad.

¿Mi conclusión? Que al igual que a nadie le gusta ver su nombre mal escrito en la taza del Starbucks, es mejor no tomárselo como algo personal y pasar del tema.

Mis padres lo hicieron y ahí siguen, con más de tres décadas de amor a sus espaldas.

Duquesa Doslabios.

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El mejor consejo que me dio mi madre antes de irme a vivir con mi pareja

Oficialmente, acabo de cumplir un año independizada. No solo fuera de casa, un año viviendo -por primera vez en mi vida-, con pareja.

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Además, siendo de Madrid, los tres últimos meses han sido bajo el estado de alarma, un confinamiento que casi equivale a un año más en tiempos de convivencia.

Hace 365 días podría haber hecho una lista con todas las recomendaciones que recibí de amigas. «Fundamental hacerse con un buen pelapatatas», «Intentad tener vuestro propio espacio» o «Cada día elige uno la película» fueron algunos de los tips clásicos que, creo, casi todos hemos escuchado.

Aunque el mejor consejo, como suele pasar, me lo dio mi madre.

Al irme de casa no tiró de romanticismo deseándome mucho amor y felicidad en la relación (que me consta que también lo siente así). «Paciencia», fue lo que me dijo.

Y, como también suele pasar, tenía razón en recomendarme trabajar mi capacidad de aguante. Es algo a lo que he tenido que dedicarme a diario.

No solo por mi forma de ser, que sí, que admito que soy un culo inquieto, lo quiero todo para ayer y no me valen las cosas a medias.

También por el reto que iba a suponer crear una vida en común fuera del núcleo familiar, ese en el que llevaba 28 años instalada, con una persona ajena a él.

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Pienso en mi madre y en su recomendación en todos los aspectos de mi vida en pareja, cuando veo desorden en mi casa y a nivel interno en mi relación.

Intento ponerla en práctica entendiendo que la educación, la personalidad y las opiniones de mi pareja no son iguales a las mías, los puntos en los que solemos chocar.

Lo bueno es que tengo oportunidades de sobra para ponerme a prueba, intentando ser siempre una versión con más aguante que la del día anterior.

Y aunque hay veces que ser paciente me cuesta más que otras, reconozco que ha sido clave a la hora de conseguir soplar la vela del primer aniversario bajo el mismo techo.

Eso y una tonelada de amor, claro. Pero teniendo en cuenta que, por mucho sentimiento que tengo, he necesitado aguantar con calma (como él, por supuesto), es el mejor consejo que podría haberme dado.

Duquesa Doslabios.

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Cuando él quiere sexo anal y tú no

El sexo anal siempre producirá curiosidad. Ya sea como experiencia dentro de la vida íntima o, en el caso de no contemplarlo, por lo morboso que puede resultar imaginar meter algo por el culo.

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Y, ya que es una de las prácticas más famosas por ambas razones, no nos cansamos de leer (y en mi caso de escribir) sobre ello.

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De todo lo que aparece relacionado con el sexo anal (si duele, cómo hacerlo con higiene, si se sangra…) me he dado cuenta de que en los foros femeninos hay algunas consultas que se repiten desde el principio de internet.

«Mi novio quiere sexo anal, pero a mí no me gusta ¿Qué debo hacer?» o «Si no tenemos sexo anal dice que me deja. No quiero perderle». Incluso un literal «Estoy asustada» por si su pareja rompe con ella si se niega a hacerlo.

No me preocupa tanto el hecho de que pueda haber una falta de entendimiento en la relación a la hora de probar algo nuevo (a fin de cuentas, siempre hay un miembro con más tendencia a experimentar que el otro).

Es el hecho de que no tengamos en consideración lo que queremos hacer -o en este caso no queremos-, solo para complacer a la otra persona o incluso llegar practicarlo a la fuerza, ya sea por miedo a que se rompa la pareja o que haya una infidelidad por no acceder a ello (bajo estas líneas puedes leer algunas de las consultas reales que ahora mismo circulan por la red).

Así que voy a explicarlo por partes y a intentar hacerte entender por qué si no quieres pasar por ahí, estás en todo tu derecho.

En primer lugar, y por obvia que resulte la afirmación, tu culo es tuyo y tú decides si quieres mantenerlo solo como vía de salida. Repito, tú, no tu novio. Si tu pareja tiene tantas ganas de probar lo que es, que sea él quien se meta algo por detrás.

Quienes lo hemos practicado, no podemos negar que hay más que suficientes razones como para no querer hacerlo como que duele, puede producir heridas, sangrado, puede derivar en problemas de salud…

En segundo lugar, hay que ser fiel a una misma en todos los ámbitos, especialmente en el de la sexualidad. Es fundamental respetar los deseos propios haciendo libremente solo aquello con lo que nos sintamos cómodas. Podemos tener motivos que la otra persona no comparta o no entienda, pero eso no significa que tenga menos validez nuestra decisión.

Por último, si recibes algún tipo de presión con amenazas de que puede ser el desencadenante de una ruptura o de cualquier otro tipo de repercusión, queda claro que esa persona te ve como un culo y no como un todo. Y, amiga, no quieres a tu lado a alguien que solo tiene interés en estar contigo por una práctica sexual (o interés por cualquier cosa que no seas tú).

La sexualidad es lo bastante variada como para disfrutarla sin necesidad de hacer partícipe el ano. No vas a vivir una vida menos plena por no probarlo.

Duquesa Doslabios.

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Cariño, hemos sobrevivido a la cuarentena

Si me pongo a pensar en lo que ha sido esta cuarentena conviviendo en pareja, no hay metáfora que me parezca más apropiada que la de un viaje por carretera.

Y joder, menudo viajecito hemos tenido.

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Con las prisas y los típicos nervios del principio, solo que, a diferencia de la maleta, teníamos que organizar la casa para lo que parecía el fin del mundo.

«¿Has comprado papel higiénico?», «No quedaba, pero he traído pasta de dientes, que también nos hacía falta».

Empezamos el trayecto sin saber muy bien dónde nos metíamos. Sin mapa de carreteras ni nada que se le pareciera. Y, como en cualquier viaje largo, hemos experimentado de todo hasta llegar al destino.

Desde recorridos cómodos con buena música y las ventanillas bajadas disfrutando del momento, hasta otros en los que solo queríamos pisar a fondo para que se acabara el día de mierda.

No han faltado en nuestro viaje las curvas. Solo que cambio los giros y volantazos por algún que otro portazo. Siempre fruto del agobio de convivir tantas horas, tan intensamente y en tan pocos metros cuadrados.

Mentiríamos si no reconociéramos que, en más de una ocasión, hemos ido a parar cerca del desfiladero y sin barrera de seguridad a la vista.

Ahora que ya distinguimos la meta de aquel viaje que empezamos a mediados de marzo, tenemos la sensación de melancolía tan propia de cuando llega el fin del verano.

Se acabarán esas horas juntos, que, en nuestro caso, con trabajos cuyos horarios son contrarios, tanta falta nos hacían. Es el fin de las comidas que me preparabas a diario, de las partidas de Catán a media tarde y los entrenamientos a oscuras en el salón.

De abrazarnos y besarnos cuando nos lo pidiera el cuerpo solo dejando a un lado el ordenador.

Pero ya casi hemos llegado. Y, si hubiera una imagen que nos reflejara al final de este ficticio viaje, en ella apareceríamos con la ropa arrugada, sudados y el pelo hecho un desastre.

Porque puede que haya habido momentos en los que la ruta pareciera, de tan difícil, interminable. Pero no me he cansado de que tú fueras el paisaje todo este tiempo.

Duquesa Doslabios.

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¿Es para mí la monogamia? Lo que se plantean algunas parejas en el estado de alarma

Pasar las 24 horas del día junto a tu pareja ha sido una de las pequeñas ventajas para las personas que, como yo, solíamos coincidir poco antes del estado de alarma.

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Y aunque creo que mi caso es uno de los más afortunados -quitando las típicas discusiones y algún que otro momento de necesitar un poco de espacio hemos sabido llevarla-, hay parejas que no sienten lo mismo (preparaos, la temporada de las rupturas está al caer).

Pero quitando quienes han descubierto que prefieren terminar la cuarentena estrenando soltería, la mayoría de parejas hemos tenido que dar un paso más en la relación.

De una u otra manera, creo que tanto quienes estamos teniendo que convivir en pareja, como los que han pasado la cuarentena separados, hemos tenido que crear normas o dar con ideas para hacer más llevadera la situación.

Volvernos imaginativos en el sexo, crear romanticismo -incluso cuando solo se puede crear una cita en las cuatro paredes de casa-, o intentar no pagar los enfados del trabajo con el otro serían algunos de los ejemplos más comunes.

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No han sido los únicos, podría haber relaciones planteándose lo de tener sexo solo con su pareja.

Según el estudio que analiza el comportamiento sexual de los españoles en cuarentena realizado por JOYclub, comunidad basada en la sexualidad liberal, la idea del intercambio de pareja se ha pasado por las cabezas.

Un 40% ha hablado o pensado en hacer un intercambio de pareja cuando la situación vuelva a la normalidad, afirma el estudio.

Y más allá de que, para su primera vez, el 88% preferiría que fuese con amigos mientras que el 15% cree que los desconocidos son mejor opción, lo que en realidad esto da a entender no es tanto que nos estemos planteando experimentar con este tipo de intercambios.

En mi opinión, si alguna conclusión se puede sacar al respecto, es que hay quienes se están planteando la monogamia, quizás de una manera como nunca antes.

Quizás vernos obligados a estar juntos en todos los aspectos con solo una persona ha sido determinante a la hora de descubrir que, por mucho que socialmente aceptemos el ‘felices para siempre’, lo cierto es que la sexualidad liberal cada vez parece ganar más fuerza como alternativa a la convencional pareja.

Según la comunidad del estudio, esas nuevas prácticas pueden ayudar a fortalecer la confianza en una relación y abrir nuevos horizontes en el sexo.

Que no estemos acostumbrados, no significa que no debamos entenderlo y respetarlo. Al final, es tan libre la elección de quien quiere estar solo con una persona como la de quien decide que no es lo suyo.

Duquesa Doslabios.

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Los ligues de la cuarentena no son reales

Es lo que intentaba explicarle a una amiga cuando el chico con el que había empezado a quedar, antes del estado de alarma, le acababa de decir que no veía claro lo de volver a verse una vez el aislamiento terminara.

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Para mí, la cuarentena ha tenido dos fases (tres si contamos la sensación de irrealidad de las primeras semanas).

Una de ellas, la que corresponde marzo y todo el mes de abril, de bajonazo emocional en el que no veíamos que esto llegara a su fin. Es en esa fase donde, quien nunca ha tenido pareja se ha planteado por primera vez dar el paso de meterse en una relación seria.

Es también el periodo en el que han llegado los mensajes de los exnovios o profundas conversaciones hasta bien entrada la madrugada que te han dejado pensando que realmente tenías conexión con esa persona.

Durante ese periodo, la preocupación por lo que pudiera pasar en un futuro llevaba a buscar seguridad. Y, ¿qué hay más seguro que empezar a crear un vínculo emocional, ya que las relaciones esporádicas solo podían darse bajo peligro de multa e irresponsabilidad social?

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En esa fase, mi amiga y su crush estaban de maravilla. Seguían conociéndose, haciendo videollamadas constantes para sentirse acompañados y con el carrete de fotos de Whatsapp lleno de imágenes del otro.

Pero cuando la segunda etapa ha hecho acto de presencia, (una parte que vendría a ser la segunda mitad de mayo con el cambio de fase en ciertos territorios) ese miedo por lo desconocido se ha visto sustituido por la ilusión de quien empieza a ver la luz al final del túnel.

Además no cualquier luz, ¡la luz del verano! La estación de las rupturas por excelencia.

Y es que por mucho que hayas hablado, prometido, esperado o confiado, hay una verdad universal que tenemos que aceptar: parte de nuestro comportamiento en la cuarentena ha sido fruto del aburrimiento, lo que puede incluir la forma de ligar.

Las expectativas futuras son buenas: cambios de fase, vacaciones a la vuelta de la esquina y encima ¡ya podemos pasear por la calle! El momento más esperado del día en el que las hormonas van a 200 km por hora.

Con ese panorama, no es de extrañar que haya quien haya cambiado de idea dándose cuenta de que, en realidad, no tiene tanto interés en estar en una relación seria.

Duquesa Doslabios.

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Kendall Jenner tiene la mejor respuesta para las críticas machistas de tu vida sentimental

Del machismo no te libras. Ya te llames María Rodríguez o Kendall Jenner, es algo tan metido en la sociedad, que a todas nos toca vivirlo en algún momento de nuestra vida.

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El caso del que voy a hablar también te resultará familiar. Cuando tú o alguna de tus compañeras del colegio salía con más de uno -ya fuera del grupo, de la clase, del curso o del propio centro- enseguida oías el comentario de que la chica en cuestión pasaba, de mano a mano, como una pelota de baloncesto.

Kendall sabe lo que es eso, aunque ya han pasado unos cuantos años desde que ha acabado el colegio.

Hace unos días se volvió viral un vídeo en el que aparecen tres hombres lanzándose una niña. Y hay quien ha tenido la ocurrencia de utilizar el meme ilustrando la frase de que son los jugadores de la NBA pasándose a Kendall Jenner.

En seguida, alguien salió en defensa de la modelo diciendo que igual era ella quien se los pasaba a ellos, pero los chistes y comentarios machirulescos proliferaron como si de un hilo de Forocoches se tratara.

Quizás en su día, si también viviste lo mismo que la maniquí por tu vida sentimental, no supieras cómo contestar ante eso, pero Kendall ha dado con la respuesta definitiva.

«Actúan como si yo no tuviera todo el control de a dónde lanzo este ‘chichi'», replicó la modelo. No me pongo en pie a aplaudir porque tiraría el portátil, pero mi ovación es igual de grande.

Y es que Kendall tiene toda la razón del mundo. Son esos comentarios los que convierten a las mujeres en algo pasivo.

Como si nosotras no tuviéramos realmente ni voz ni voto y, como una pelota de baloncesto, nos dejáramos llevar sin poder de decisión. Pero lo cierto es que lo tenemos y sin excepción, ya seamos periodistas, cajeras o supermodelos.

Como la propia Kendall dice, tú y solo tú decides qué haces con tu vagina. Y que sean 3 tíos o 30 es algo que tú decides libremente.

Y no solo porque queremos, sino porque podemos.

Aunque quizás esto último es lo que tanto les escuece a ellos y la razón por la que se esfuerzan tanto en intentar convertirnos -aunque sea vía meme- en un objeto inerte. ¿Lo has pensado?

Duquesa Doslabios.

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No solo de ‘fuegos artificiales’ está hecho el amor

Soy una crecidita niña Disney. Al haber nacido en los 90, Aladdín, Pocahontas, Hércules o La Bella y la Bestia fueron algunas de las películas que marcaron mi infancia, haciéndome soñar con lo de convertirme en princesa.

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Si a eso le sumamos la cultura popular de mi adolescencia -en la que los libros de Crepúsculo idealizaron el romanticismo hasta tal punto de que me pareciera idílica la relación entre un vampiro de cientos de años y una humana-, ¿cómo no iba a salir con la cabeza hecha un lío?

Soy fruto de todos las historias de amor que han pasado delante de mis ojos y de mis coetáneos. Eso ha conseguido que tuviera una relación tóxica y me resultara imposible verla, por todo lo que había aprendido de lo que se suponía que tenía que ser una pareja.

Desaprenderlo me costó tiempo, dinero y energía, pero meses después de acudir a una psicóloga estaba lista. El amor no era lo que me habían vendido de ‘chico conoce a chica’, el amor más sagrado e importante era el que me profesara hacia mí misma, incluso teniendo pareja.

En este proceso de aprendizaje desde cero, le tocó el turno también a los fuegos artificiales. Ya se empeñan en decírtelo las películas, series, canciones y hasta memes en redes sociales: o es una locura o no cuenta como amor.

Es como si solo las chispas dieran validez a una relación emocional. En realidad, he podido comprobar como el amor va mucho más allá.

Como le explicaba a una amiga, para mí es el concepto ‘chocolate caliente’ versus ‘fuego artificial’.

Los fuegos son sentimientos explosivos, muy vistosos y desmesurados. Te hacen sentir que harías cualquier cosa por esa persona y que el nivel de experiencias conjuntas casi roza la locura. Y, como los propios espectáculos de luces en el cielo, son muy espectaculares, pero breves.

En cambio, para beberse un chocolate caliente, hace falta tiempo. Para calentar la mezcla lo suficiente y después para que se enfríe y poder beberlo sin quemarse. Una vez das el primer sorbo, la sensación dulce te hace sentir abrigo por dentro, casi como si el líquido de la taza te diera un abrazo.

Y aunque no quiere decir que en estas relaciones no haya espacio para la química, para que salten chispas, no lleva el ritmo desmesurado, fogoso y rápido de un fuego artificial. Lo que no significa que no sean igual de válidas a la hora de darles una oportunidad.

En mi experiencia, las relaciones que podrían haber brillado en cualquier cielo, han sido bonitas y muy divertidas, pero poco más.

Por otro lado, mi relación más larga, en la que más feliz he sido, es como tomarse cada día esa taza de chocolate caliente. Simplemente, verle dormir a mi lado me hace sentir en paz con el mundo, ridículamente afortunada por haberme encontrado con una persona tan fantástica. Con la certeza de que estoy en el lugar y junto a la persona con quien quiero estar.

Ha sido ahí donde he encontrado algo real, profundo y fuerte que me impulsa a ser la mejor versión de mí misma cada día.

Y si esa felicidad plena no es amor, dudo bastante que la consiga un espectáculo pirotécnico.

Duquesa Doslabios.

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No, yo tampoco paro de discutir con mi pareja y sí, es algo normal

Ya lo comentaba hace unos días, para muchos esto es «o se acaba la cuarentena, o se acaba mi relación de pareja».

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Y es que, de cierta manera, es como si hubiéramos llegado al extremo. Si la convivencia ya es el perfecto caldo de cultivo para los roces diarios, sumándole la situación, es imposible salir del paso sin pasar por varias broncas.

Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué si generalmente me llevo bien con mi pareja, ahora parece que no podemos pasar un día sin tener una discusión?

Por pasar, pasan muchas cosas. En primer lugar, está el agobio.

Podremos decirlo más o menos a lo largo de estos días, pero es imposible escapar del miedo ante la incertidumbre de lo que pasará en unas semanas (si volveremos a recaer, si se ampliará todavía más el estado de alarma, cómo nos afectarán las consecuencias de una crisis económica…).

La sensación de ansiedad implica que mi cabeza es, desde que esto empezó, una olla a presión y que basta cualquier mínima cosa para que estalle.

A la nueva angustia hay que sumarle que ya no se puede hacer vida fuera de casa. Ese rato de quedar con tu familia o desahogarte con tu amiga ha pasado a mejor vida.

Claro que puedes contar tus penas vía videollamada, pero a no ser que tengas una casa como la de Kim Kardashian con decenas de habitaciones, es difícil tener total intimidad.

A eso añado el teletrabajo. En el mejor de los casos, ambas personas pueden hacerlo, una situación que suele derivar en problemas de la gestión del hogar.

En el peor, los dos se encuentran sin ingresos y con el estrés añadido que eso supone. Así que sí, ¿cómo no íbamos a estar discutiendo?

Mi consejo es tratar de mantener la cabeza fría y, sobre todo, diferenciar. ¿Es una discusión ‘auténtica’ o es fruto de estos factores? Lo más probable es que la respuesta sea la segunda.

Ante eso, es mejor capear las peleas según van viniendo y de la mejor manera. Es decir, poniéndonos en la situación del otro de que estamos sometidos a mucha tensión.

Recuerda que la cuarentena es algo temporal. Pasará, tarde o temprano, y con ella la mayoría de enfados.

Duquesa Doslabios.

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