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Los ligues de la cuarentena no son reales

Es lo que intentaba explicarle a una amiga cuando el chico con el que había empezado a quedar, antes del estado de alarma, le acababa de decir que no veía claro lo de volver a verse una vez el aislamiento terminara.

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Para mí, la cuarentena ha tenido dos fases (tres si contamos la sensación de irrealidad de las primeras semanas).

Una de ellas, la que corresponde marzo y todo el mes de abril, de bajonazo emocional en el que no veíamos que esto llegara a su fin. Es en esa fase donde, quien nunca ha tenido pareja se ha planteado por primera vez dar el paso de meterse en una relación seria.

Es también el periodo en el que han llegado los mensajes de los exnovios o profundas conversaciones hasta bien entrada la madrugada que te han dejado pensando que realmente tenías conexión con esa persona.

Durante ese periodo, la preocupación por lo que pudiera pasar en un futuro llevaba a buscar seguridad. Y, ¿qué hay más seguro que empezar a crear un vínculo emocional, ya que las relaciones esporádicas solo podían darse bajo peligro de multa e irresponsabilidad social?

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En esa fase, mi amiga y su crush estaban de maravilla. Seguían conociéndose, haciendo videollamadas constantes para sentirse acompañados y con el carrete de fotos de Whatsapp lleno de imágenes del otro.

Pero cuando la segunda etapa ha hecho acto de presencia, (una parte que vendría a ser la segunda mitad de mayo con el cambio de fase en ciertos territorios) ese miedo por lo desconocido se ha visto sustituido por la ilusión de quien empieza a ver la luz al final del túnel.

Además no cualquier luz, ¡la luz del verano! La estación de las rupturas por excelencia.

Y es que por mucho que hayas hablado, prometido, esperado o confiado, hay una verdad universal que tenemos que aceptar: parte de nuestro comportamiento en la cuarentena ha sido fruto del aburrimiento, lo que puede incluir la forma de ligar.

Las expectativas futuras son buenas: cambios de fase, vacaciones a la vuelta de la esquina y encima ¡ya podemos pasear por la calle! El momento más esperado del día en el que las hormonas van a 200 km por hora.

Con ese panorama, no es de extrañar que haya quien haya cambiado de idea dándose cuenta de que, en realidad, no tiene tanto interés en estar en una relación seria.

Duquesa Doslabios.

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El paseo de las 20:00, la nueva revolución sexual

La canción de La Casa Azul se reproduce automáticamente en mi cabeza cuando se acerca el momento de dar el paseo de la tarde (de siempre soy más de atardeceres).

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Uno de los versos –«Tú, que anticipabas un futuro catastrófico, hoy pronosticas la revolución sexual»-, es el que me parece el ejemplo perfecto para la nueva fase de desescalada aprobada por el Gobierno, la que nos permite salir a la calle a andar unas horas al día.

Yo misma tuve dudas de qué ponerme para salir a andar. Las zapatillas de cordones, comodidad ante todo, estaban más que aseguradas.

Pero mentiría si os dijera que, por encima de la crema solar, no iba un poco de colorete.

En medio de mi crisis de armario, una de mis amigas comentaba por videollamada que ella iba a vestirse bien por si ligaba, aunque fuera en la distancia.

Si algo nos unía a las dos, con y sin pareja, era las ganas de salir con nuestro mejor aspecto, de vernos bien, lo que consigue extenderse a nuestro ánimo.

Por mi barrio pasaba algo parecido. Además de cruzarme con otras vecinas también arregladas, las altas dosis de colonia también llamaban la atención.

Era como si nos hubiéramos puesto de acuerdo en acicalarnos, como si indirectamente, todos los sentidos que nos captaran, nuestros y ajenos, registraran el mensaje de «Aquí estoy yo».

Al final, con todo lo que hemos pasado, encontrar las ganas de seguir adelante, es una forma también de sobrevivir.

Y sí, eso incluye querer ligar. Tener ganas de conocer a alguien, de gustar y que te gusten aunque sea andando a un metro de distancia, de cruzar miradas atravesando el paso de cebra o, lo más sencillo, viéndote el reflejo en un escaparate y pensar que tienes un aspecto increíble, son pequeñas victorias.

No solo vivimos de harina, levadura, Netflix y libros. La ilusión, sobre todo la que sentimos hacia nosotros mismos, hay que alimentarla.

Duquesa Doslabios.

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