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¿Qué hacer cuando hay un pequeño sangrado tras practicar sexo anal?

Cuando te planteas tener sexo anal, tienes que enfrentarte a dos verdades ineludibles.

La primera es que puede que en algún momento, veas una mancha marrón, la segunda, que veas sangre.

PEXELS

Ni una ni otra tienen por qué aparecer siempre. Es más, hay quienes tienen el músculo del ano tan distendido que lo mismo pueden hacer fisting sin ningún tipo de miedo.

Pero para otras personas, los capilares que rodean el ano son tan sensibles que, incluso limpiándose con un poco más de fuerza, ya manchan el papel con sangre.

Conclusión: cada culo es un mundo.

Pero si formas parte del segundo grupo y te atreves a probar el sexo anal, incluso utilizando litros y litros de lubricante a base de agua, es probable que en algún momento sufras un sangrado menor posterior a la práctica.

Lo realmente importante es, una vez se ve la sangre, lavar la zona y practicar la abstinencia hasta que las pequeñas heridas se cierren.

El peligro que tienen los sangrados en esa parte del cuerpo es que corren el riesgo de infectarse por las bacterias.

Si el flujo continúa, porque no es solo de los vasos sanguíneos superficiales, hay que acudir al médico, puede ser una fisura anal o algo más serio (sobre todo notas dolor, hay sensación de hinchazón, náuseas o fiebre).

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También puede suceder que en el momento dejen de sangrar, pero que al día siguiente -previa visita al baño-, la sangre vuelva a hacer acto de presencia.

Repetimos estrategia. Se limpia muy bien comprobando que no queden restos, con agua y jabón, y se seca.

Otro consejo para hacer la recuperación más sencilla, y ayudar a que no vuelvan a sangrar las venas más finas en la próxima visita al baño, es tomar mucha fibra y beber agua de manera abundante.

Duquesa Doslabios.
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Y si no sabes qué tocarle, tócale el culo

Queman las manos que recorren de arriba a abajo el cuerpo como si fuera una pista de carreras. Trazan la topografía de la piel y se cuelan por los recovecos.

Por cada uno de ellos.

Hace poco, con una amiga, hablaba de ese algo que todos tenemos en común. Todos tenemos ano.

CALVIN KLEIN

El culo es algo de lo que disfrutar independientemente de nuestro género u orientación sexual.

Y solo nos queda incluirlo en la lista de paradas vía contacto de las yemas de los dedos.

Tú eliges si lo quieres de preliminar, a modo de entrante de lo que está por llegar, o como plato principal. ¿Por qué no disfrutar del estímulo de esa zona como protagonista?

Llévate la sorpresa de que gozar el sexo anal no siempre es introducir algo por el orificio (que por cierto, si no sabes qué complicaciones se pueden dar, te lo conté aquí el otro día).

Porque lo cierto es que sexo es todo lo que engloba una práctica sexual, termine o no en penetración.

Así que si echamos las cuentas y sumamos dedos con el verbo tocar, estimular el ano cuenta también como sexo anal.

Si eres de cerrarte a cal y canto en cuanto notas algo un poco cerca, no te preocupes, puede pasar. El pudor, los estereotipos… Quitarte la vergüenza y los prejuicios será tu primera victoria a la hora de disfrutar.

El placer es innegable, como es también el hecho de que el ano tiene un sinfín de terminaciones nerviosas (más que la vagina incluso).

Por eso podemos empezar acariciando, besando o lamiendo otras zonas para relajarnos.

Poco a poco, conforme se vaya subiendo la temperatura, masajear las nalgas será la mejor maniobra de acercamiento (seguida por la incursión de un dedo hacia dentro).

Que aunque se pueda utilizar un juguete también, de primeras un dedo es siempre algo que entra mejor (literalmente).

No tienes el miedo de que vaya a hacerte daño y puedes preparar por tu cuenta esa toma de contacto para cuando te pille en compañía.

Aunque ante la preocupación, nada como poner las dudas sobre la mesa (o las sábanas) y aclarar con la otra persona que los límites se van a respetar.

Muévelo en círculos suavemente. Puedes probar también a hacerlo -más adelante y si te atreves-, con la lengua.

Elevar las sensaciones a la máxima potencia es tan sencillo como masturbarse a la misma vez o, simple y llanamente, dejarse llevar según lo que vaya pidiendo el momento.

Duquesa Doslabios.

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Hombres del mundo, es el momento de romper este tabú sobre el sexo

No hace falta que él lo diga en alto. En el mismo momento que notas su cuerpo crispándose, justo cuando tus manos se acercaban al culo -a esa zona sagrada e intocable que muchos hombres consideran su ano-, ya sabes que aquello no le está gustando.

Que tu intención fuera la de continuar la incursión con un dedo o un juguete algo más grande, es lo de menos. Es raro (muy raro), dar con alguno a favor de experimentar con el culo si se trata del suyo.

CALVIN KLEIN

[Y recalco la parte de que sea el suyo, porque de la obsesión por el ano ajeno podría escribir un tema entero.]

Aunque más curiosa me parece todavía la explicación que dan para justificarlo. «No es lo mismo para hombres que para mujeres, a vosotras os gusta», he llegado a oír cuando el tema ha salido.

Como si a la hora de formarse nuestro sistema digestivo en el útero materno, a las mujeres nos pusieran pequeños clítoris revistiendo el tracto y a ellos pistolas táser.

El primer mito a derribar es que las sensaciones son diferentes. El ano es exactamente igual independientemente del género: un esfínter para expulsar los excrementos. Fin. No tiene más misterio.

Entonces, ¿a qué viene tanto alboroto, tanto susto y tanto miedo cuando se trata de introducirles algo por el culo?

Para mí, la diferencia está clara. Si se trata de nosotras, el ano no está mal visto.

Que una mujer experimente con su sexualidad es siempre motivo de celebración. Ponte escotazo, la falda más corta, ese tacón que te empodera, besa a tu amiga en el botellón, métele la lengua, haz un trío con tu novio y otra chica, usa ligas, prueba el sexo por detrás…

Cambia mucho la cosa si es un hombre el que se besa con su amigo o el que se permite el lujo de probar a qué viene tanto misterio con el punto erógeno del culo.

A día de hoy muchos llevan tan interiorizada la homofobia que saber que su amigo ha disfrutado de una buena comida de culo, un beso griego realizado majestuosamente, es sinónimo de vergüenza.

No vaya a ser que caiga un «gay» o un «maricón» en la conversación, que ante el grupo peligre la hombría, que se cuestione que se es tan macho como los demás.

Lo preocupante no es solo que factores externos -y encima discriminatorios-, condicionen a la hora de conocerse en el ámbito más íntimo. Ese que se queda entre nosotros y las paredes de la habitación.

También que, a estas alturas, se relacione la masculinidad con cosas que son totalmente ajenas a ella.

Si que pruebe el sexo anal no me convierte en menos femenina, en menos mujer, no debería suceder tampoco a la inversa (y eso también es feminismo).

Nos toca cambiarlo. Y es algo que va desde liberarse de prejuicios y probarlo, hasta cortar al cuñado que hace el comentario homófobo de turno sobre quienes -con más huevos que él- viven su sexualidad con libertad.

Lo que hagas en la cama no te define como persona. Solo es un culo.

Y, créeme, te va a gustar.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si esta es la mejor época para tener sexo anal?

Yo lo tengo claro, el mejor momento para tener sexo anal es cuando apetezca. Lo mismo que con el resto de prácticas sexuales, claro.

Pero, si me pongo a pensar en la situación que estamos viviendo actualmente, con toda la crisis sanitaria, las limitaciones de aforo y el control de desplazamientos, llego a la conclusión de que puede que no sea la mejor etapa para relacionarnos.

Sin embargo, es especialmente buena para practicar sexo anal.

CALVIN KLEIN

Que las reuniones familiares, los viajes con las amigas o las celebraciones masivas que antes copaban los fines de semana hayan desaparecido de la agenda nos ha llevado a un día a día mucho más íntimo en nuestras casas.

Ya no tenemos (o al menos no con tanta frecuencia) el agobio de salir corriendo porque llegamos tarde o las prisas por limpiar antes de que lleguen los invitados.

Si a eso le sumamos que se ha extendido el teletrabajo, el tiempo ya no es un problema. Tenemos todo el del mundo para prepararnos para el sexo.

Porque sí, aunque es una práctica muy común, necesita ser tratada de una forma algo distinta, de ahí que muchas veces cometamos errores sin ser muy conscientes de ello.

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En ningún otro momento habíamos tenido tanta privacidad como ahora ya que pasamos gran parte del tiempo en casa, de ahí que sea mucho más sencillo organizarse, adquirir todo lo necesario (el preservativo y un lubricante de base acuosa son imprescindibles) e incluso poder ir al baño con calma en cualquier momento.

Y es que un estado anímico relajado es el punto de partida, seguido de la alta excitación.

Sin más compromisos que el de pasar las tardes en casa ni prisas, la estimulación será más protagonista que nunca.

Así que, por mucho que veamos con ganas esa vuelta a la normalidad (la verdadera), ¿por qué no disfrutar el tiempo que nos queda juntos en casa dedicándonos a probar (o repetir) la experiencia?

Duquesa Doslabios.

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Cuando él quiere sexo anal y tú no

El sexo anal siempre producirá curiosidad. Ya sea como experiencia dentro de la vida íntima o, en el caso de no contemplarlo, por lo morboso que puede resultar imaginar meter algo por el culo.

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Y, ya que es una de las prácticas más famosas por ambas razones, no nos cansamos de leer (y en mi caso de escribir) sobre ello.

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De todo lo que aparece relacionado con el sexo anal (si duele, cómo hacerlo con higiene, si se sangra…) me he dado cuenta de que en los foros femeninos hay algunas consultas que se repiten desde el principio de internet.

«Mi novio quiere sexo anal, pero a mí no me gusta ¿Qué debo hacer?» o «Si no tenemos sexo anal dice que me deja. No quiero perderle». Incluso un literal «Estoy asustada» por si su pareja rompe con ella si se niega a hacerlo.

No me preocupa tanto el hecho de que pueda haber una falta de entendimiento en la relación a la hora de probar algo nuevo (a fin de cuentas, siempre hay un miembro con más tendencia a experimentar que el otro).

Es el hecho de que no tengamos en consideración lo que queremos hacer -o en este caso no queremos-, solo para complacer a la otra persona o incluso llegar practicarlo a la fuerza, ya sea por miedo a que se rompa la pareja o que haya una infidelidad por no acceder a ello (bajo estas líneas puedes leer algunas de las consultas reales que ahora mismo circulan por la red).

Así que voy a explicarlo por partes y a intentar hacerte entender por qué si no quieres pasar por ahí, estás en todo tu derecho.

En primer lugar, y por obvia que resulte la afirmación, tu culo es tuyo y tú decides si quieres mantenerlo solo como vía de salida. Repito, tú, no tu novio. Si tu pareja tiene tantas ganas de probar lo que es, que sea él quien se meta algo por detrás.

Quienes lo hemos practicado, no podemos negar que hay más que suficientes razones como para no querer hacerlo como que duele, puede producir heridas, sangrado, puede derivar en problemas de salud…

En segundo lugar, hay que ser fiel a una misma en todos los ámbitos, especialmente en el de la sexualidad. Es fundamental respetar los deseos propios haciendo libremente solo aquello con lo que nos sintamos cómodas. Podemos tener motivos que la otra persona no comparta o no entienda, pero eso no significa que tenga menos validez nuestra decisión.

Por último, si recibes algún tipo de presión con amenazas de que puede ser el desencadenante de una ruptura o de cualquier otro tipo de repercusión, queda claro que esa persona te ve como un culo y no como un todo. Y, amiga, no quieres a tu lado a alguien que solo tiene interés en estar contigo por una práctica sexual (o interés por cualquier cosa que no seas tú).

La sexualidad es lo bastante variada como para disfrutarla sin necesidad de hacer partícipe el ano. No vas a vivir una vida menos plena por no probarlo.

Duquesa Doslabios.

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Sangrar después de tener sexo anal, ¿motivo de preocupación o normalidad?

Cuando surge el tema del sexo anal, quitando las bromas de turno relacionadas con mirar a Cuenca o morder la almohada, hay algo que nadie comenta. Se puede sangrar.

GTRES

Por mucho que se haya convertido en una práctica sexual relativamente frecuente, hay algo en lo que todos estaremos de acuerdo: no es un agujero pensado como vía de entrada. Es un esfínter que funciona a modo de salida, por lo que ir en sentido contrario, puede causar complicaciones si no se hace bien.

De ahí viene la importancia de tener a mano un buen lubricante (mejor si es a base de agua), así como otros consejos que hace que la experiencia sea placentera.

Pero, ¿qué pasa después? ¿Hay vida después del anal?

Aunque no es frecuente si se ha hecho a un ritmo lento y con cuidado, puede pasar que la zona sangre. Es algo que puedes descubrir en el mismo momento, nada más terminar o incluso un par de días después.

Y es que la práctica puede causar pequeñas roturas en los vasos sanguíneos que rodean el ano. Por lo general, suelen curarse solas, pero no podemos dejar de prestarle atención.

Al ser una vía de salida de deshechos, el ano está especialmente expuesto a los gérmenes de las heces, lo que se traduce en que se puede infectar si no se limpia de manera adecuada (y también una vía de entrada de infecciones, de ahí que sea fundamental el preservativo).

Si, por un casual, han pasado varios días y sigue el sangrado, la visita al especialista es obligatoria, ya que de no tratarlo y seguir teniendo sexo de esa manera, nos arriesgamos a que se convierta en un problema crónico.

Que aparezca algo de sangre en las heces tampoco tendría por qué resultar especialmente preocupante si hace unos días hemos realizado la práctica. Pero como comentaba más arriba, no dejar pasar más de unos días si persiste.

Y, sobre todo, dedicarle el tiempo que sea necesario a los preliminares con las manos o juguetes especializados para evitar molestias o sangrados innecesarios.

Duquesa Doslabios.

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Bolas anales, ¿qué son y cuándo usarlas?

Yo, que soy madrileña de nacimiento, y por tanto gata, tengo especial cuidado con el refrán que habla sobre la curiosidad y los de nuestra especie.

Mis bolas anales a punto de ser estrenadas.

¿Probar cosas nuevas? Sí y siempre. Y como lo desconocido me llama, me llamaron unas bolas anales. Bueno, más que llamarme, fue a través de hablar por Facebook con Placeres Secretos Love Store, un sex shop español, que llegaron a mí.

He de admitir que, si bien el sexo anal ya lo he tanteado (y a fondo), no estaba muy puesta en el tema de juegos preliminares anales. Para añadirle un poco de variedad a ese tipo de experiencia que aunque, como os digo he probado pero a veces se me resiste, me animé a pedir unas bolas anales tailandesas (en concreto me pedí estas).

Las bolas anales tailandesas vienen unidas y terminan en una especie de anillo que hace que resulte sencillo su manejo. Aunque llegaron con una pequeña muestra de lubricante, es algo que recomiendo tener siempre cerca en grandes cantidades si quieres experimentar por la zona de atrás (de base de agua, más concretamente).

El lubricante vuelve una experiencia anal de cualquier tipo mucho más cómoda, independientemente del tamaño que vayas a probar, ya que es una zona que no lubrica per se.

Como llevaba desde el año pasado sin tener sexo anal de ningún tipo, agradecí las bolas para reconectar conmigo misma y familiarizarme con las sensaciones. Lo que no esperaba es que, a diferencia de la reacción que pueda producir introducir un dedo o el pene directamente, las bolas me permitían sentir intensamente cada vez que entraba una u otra, ya que las dimensiones del juguete están diseñadas de manera gradual.

PLACERESSECRETOS

Además de permitirme tener una transición cómoda de tener la musculatura de la zona «normal» (o sea, el culo cerrado) a más predispuesta a tener sexo anal que pasando de un dedo a un pene, proporcionan un placer (siempre bien acompañado de una correcta estimulación del clítoris) que no me esperaba.

En definitiva, de haber sabido que es algo que hace el sexo anal más sencillo, las habría utilizado cuando lo realicé por primera vez. Sin embargo, aunque ya estés «habituada» a realizarlo porque forma parte de tu repertorio, gracias a las bolas, experimentas unas sensaciones muy placenteras que también conseguirán sacarte de la rutina si buscas algo nuevo entre las sábanas.

Eso sí, recuerda lubricar, tener paciencia, mucha calma y, sobre todo, limpiar todo muy bien tanto antes como después de utilizarlo.

Piensa que a la vida hemos venido a pasarlo bien, el por dónde es lo de menos. ¿Te vas a animar a probarlas?

Duquesa Doslabios.

Los errores que cometes (sin saberlo) cuando practicas sexo anal

De la serie Los errores que cometes (sin saberlo) cuando le haces una felación, y Los errores que cometes (sin saberlo) cuando le haces un cunnilingus, llega el tercer volumen para todos los que tienen curiosidad acerca del sexo por la puerta de atrás.

PIXABAY

«Las cosas no están bien por hechas, sino por bien hechas», una máxima que deberás aplicar a la hora de tener sexo anal ya que estos son los errores más comunes a la hora de ponerse manos a la obra:

  1. Estresarse: el acto de ser enculado empieza en la mente. Para comenzar hay que estar mentalizado de que es una práctica sexual como cualquier otra, que no tiene nada de malo y cuyo fin es el placer. Aquí hemos venido a pasarlo bien.
  2. No ir al baño antes. No digo inflarse a laxantes, una limpieza de colon o usar una pera para ducha íntima. Basta con que hayamos ido al baño un par de horas antes para que tengamos el camino despejado. Y por supuesto lavarnos la zona con agua y jabón.
  3. No excitar. El recto es un músculo, y aunque mentalmente no lo podemos controlar podemos conseguir que se relaje. ¿Cómo? Estando excitados, por lo que lo mejor es estar estimulando el clítoris de manera continua de principio a fin.
  4. No lubricar adecuadamente o directamente no lubricar. Si no hay una adecuada lubricación puede ser la primera y última vez que practiques sexo anal. Piensa que el recto está diseñado como vía de escape, no como zona de carga y por tanto no se humedece naturalmente.
  5. Usar lubricantes de base oleosa es mucho más incómodo que usar uno de base acuosa. El lubricante a base de agua no se convierte en algo pegajoso, y aunque hay que reponerlo más a menudo, es preferible a la hora de tener sexo anal.
  6. Meter el pene directamente. Al ser un músculo, hay que acostumbrarlo previamente. Se puede empezar metiendo un dedo delicadamente (prohibido llevar uñas largas) y una vez entre sin problema pasar al pene.
  7. No usar condón. Independientemente de que a través del ano no exista riesgo de embarazo, sigue siendo una vía de contagio de enfermedades de transmisión sexual, por lo que el condón, además de más higiénico, es obligatorio.
  8. Ser impaciente. Esto no es como el sexo vaginal, no se puede meter nada rápido. Hay que tomarse su tiempo por lo que escoge un momento en el que no tengas ningún tipo de prisa y puedas dedicarle la atención que se merece.
  9. Dar duro. Esto no es una película pornográfica en la que los actores puedan meterse una berenjena por el ano sin sentir ni padecer, por lo que es muy importante la gentileza y ser delicado. El sexo anal es una cuestión de confianza, ya que confías plenamente en que la otra persona va a parar si a uno le duele. Recuerda que el dolor es una señal de que algo está yendo mal. Es mejor parar y volver a empezar varias veces antes que arriesgarse a un desgarro.
  10. La posición inadecuada. Para creativos en la cama ya está el sexo vaginal. En el anal el receptor debe estar relajado, por lo que las posturas más cómodas son la del perrito o tumbados medio de lado. Esta última hace algo más tediosa la penetración pero es la que permite que el receptor pueda estimularse cómodamente mientras el otro trajina a sus espaldas.

Una vez está entro, solo queda disfrutar de los orgasmos estelares, ya que la sensación de placer es mucho más intensa que durante la penetración vaginal (recordad que el clítoris no debe abandonarse en ningún momento), y, también, aguantar las ganas de ir al baño, que son algo normal y simplemente fruto de lo que está pasando detrás.

Duquesa Doslabios.

‘Pegging’: cuando se la metes tú a él

Todos tenemos, aunque intentemos evitarlo, ciertas trabas en la cama. Un límite, una frontera, una línea invisible que mentalmente nos trazamos en algún momento de nuestra vida en la que encontramos la barrera bajada y semáforos intermitentes acompañando el cartel «No pasar».

AMANTIS/GTRES

Para una es hacer una felación, para otra sexo anal, para otra el perrito o hacerlo en el parking de un centro comercial. Aunque para ellos el límite suele estar en el mismo punto: el culo.

Algo tiene el culo que espanta profundamente al hombre heterosexual joven (aunque imagino que al que es más adulto también. Sigo a la espera de que me confirmen mis fuentes). Da lo mismo que acabes de conocerle, que lleves con él años, que os hayáis visto hacer de todo, que se va a cerrar en banda (y en culo) a cualquier cosa que pueda traspasar ese punto.

El pegging precisamente es la práctica sexual que consiste en que la mujer penetre al hombre con un arnés con dildo o strap on (para las que queráis buscarlo en algún vídeo). De esta manera ambos pueden penetrar y ser penetrados por el ano, lo que supone que los dos puedan disfrutar de la sensación placentera e incluir algo nuevo en la cama.

El problema que muchos hombres encuentran con el pegging es precisamente el gigantesco miedo al culo. La insistencia con la que muchos protegen el agujero haría sospechar a cualquiera de que es ahí donde están guardando el carné de «tio hetero» y que cualquier cosa introducida por el ano, les va a hacer perder la tarjeta del club.

Automáticamente, cuando propones hacerlo,más de uno salta con el «Pero si no soy gay» o aún mejor «No creo que me vaya a gustar». En ese momento tú le recuerdas que a ti te ha metido por ese mismo agujero un trozo de carne de tamaño butifarra media. «Ya, pero no es lo mismo, a vosotras os gusta«. Error.

Bueno, error no, sí, nos gusta, sí, es placentero por las terminaciones nerviosas que llegan al ano, pero lo tenemos ambos géneros igual de diseñado. Sin embargo (y más a su favor), la estimulación de la próstata mediante esta práctica puede conducir a orgasmos espectaculares.

El pegging no tiene nada de vergonzoso ni humillante (a no ser que justo la pongas en práctica el día que te has tomado una tiramisú siendo intolerante a la lactosa y termines con las sábanas como un Pollock). No es «algo gay», no te vuelves gay por ponerla en práctica, no vas a ser menos hombre, no se te va a encoger el pene ni vas a empezar a hacer pis sentado (a no ser que quieras).

Es una experiencia como cualquier otra y, aquellos lo bastante atrevidos y liberados mentalmente como para ponerla en práctica, se llevarán una sorpresa muy agradable.

Duquesa Doslabios.