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Aguanta el orgasmo ahora, llega al clímax más intenso después

Respiras y devuelves la exhalación en forma de jadeo. Cada repetición te sale más intenso, más acelerado, más urgente, más claro.

Lo que está por llegar se encuentra a la vuelta de cualquier embestida y es algo que puedes notar en cómo se arquea tu cuerpo, la forma de galopar de tu pulso o la sensación de acumulación de tensión que solo parece pedir que te liberes para poder explotar.

¿Y si ahí, justo ahí, pararas de golpe? ¿Qué pasaría si, cuando puedes acariciar el clímax, con los primeros indicios de que estás dejándote ir, frenaras?

torso de hombre

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Aunque quizás la pregunta es que por qué ibas a querer hacer eso en el momento en el que te encuentras disfrutando al máximo.

De eso trata el edging, parar cuando estás a punto de llegar al orgasmo, una práctica que cada vez se está haciendo más popular al descubrir que, después de esa interrupción, podemos multiplicar nuestro placer.

Una vez se para, solo hay que esperar unos segundos (aquí hay que controlar los tiempos para no perder la excitación) y volver a estimularte por tu cuenta o en compañía hasta que estás, otra vez, al borde del clímax.

Es jugar con el orgasmo al ‘pilla pilla’.

Te doy dos razones para ponerlo en práctica. ¿La primera? Durar más tiempo en la cama, algo aconsejable si, por lo que sea, tienes un día en el que la excitación está por las nubes y quieres que dure más el sexo.

La segunda es porque también se relaciona con mejores orgasmos. De mayor intensidad o duración, queda en tus manos averiguarlo.

Añadiría un tercer beneficio, ya que ayuda a ser consciente de la respuesta sexual tanto en solitario como en pareja. Aprendiendo cómo funcionamos en el sexo es más fácil guiar los encuentros y disfrutarlos tal y como queremos.

Como toda novedad que implica el disfrute personal, el edging se debe practicar por cuenta propia (al menos al principio).

Es la manera de conocer el cuerpo, saber qué técnicas nos llevan al disparadero, si tenemos que bajar el ritmo de la mano o de los dedos. Todo para identificar qué se siente justo antes y quedarse en esa fase.

Una vez has parado, respira hondo, puedes incluso abrir tus ojos. Después vuelve a intentarlo y déjate alcanzarlo.

Notarás que el orgasmo dura más o es más intenso. En cuanto lo tengas controlado, puedes probarlo de la misma forma en pareja.

Piensa que otro punto a favor del edging es que la única forma de controlarlo es probar mediante acierto y error. Y es una excusa tan buena para masturbarse como cualquier otra.

Duquesa Doslabios.

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Guía para ampliar tu repertorio sexual

Me las doy de original, de alternativa, de amante de la variedad. De que lo mismo te cojo en la cama que te ato con un cinturón al sofá.

Pero por mucho que disfrute de la diversidad, me definen posturas, formas de besar o maneras de tocar que reproduzco sin parar. Lo mucho que me encantan es la razón por la que no sé cómo evitar las ganas de meter un dedo en la boca de otra persona o pedir un mordisco si la ocasión se presta a ello.

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Podría decirse que forman parte de mi forma de disfrutar. Pero qué le voy a hacer si me pierdo cuando recorro los labios de otra persona con la lengua, cuando pido que se tumbe en el suelo.

Conozco bien mi repertorio erótico. Son muchos años averiguando lo que me gusta, lo que me despierta el deseo. Y también lo que puede hacer que se lo despierte a otra persona por conocerme y saber cómo reacciona mi cuerpo.

Así que peco de, en muchas ocasiones, ir a lo seguro. A ese ángulo donde sé que se me ve mejor el culo.

Cuando son las primeras veces con una persona, es fácil. Cada poco tiempo es algo diferente, tanto en un lado como en el otro.

¿Pero qué alternativa tenemos cuando el número de parejas se reduce a uno solo?

Queda fuera de la ecuación experimentar diferentes maneras de disfrutar, dejar que te hagan, conocer (y conocerte) más.

Es ahí cuando entran en juego, por lo pronto, las amigas. Esas más íntimas que te cuentan qué le hizo ese chico para estimular su punto G y terminar en un espectacular squirt.

La que te anima a que esa noche escojas vestido en vez de pantalón para hacer la de quitarse las bragas al terminar la cena, que aquello le funcionó.

Como amante de las letras, me quedo también con la literatura erótica, con los relatos, con esa fantasía que aún no he cumplido de mojarle una camisa blanca.

Repertorio es también probar sitios distintos (tanto de localización como de la propia geografía del cuerpo). Atreverse a meter de una vez ese dedo por detrás y permitirse disfrutar.

En la cama tenemos lujo de poder ser quienes queramos, de probar a modo de juego un cambio de rol que quizás de primeras no nos saldría. De salir de la zona de confort, pasar de ser sumisa a la más pura dominación -y viceversa-.

Deletrearle ‘coconut‘ con la cadera, mover ese espejo hasta que podáis veros la cara -y el cuerpo-, en cualquier postura…

Más allá de utilizar juguetes (que siempre son una buena manera de aderezar las cosas), cambiando los hábitos implica que por fin nos atrevemos con eso que de primeras parece raro. Y aprender a encontrar formas de excitarnos con ellos, por supuesto.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué nunca deberíamos fingir un orgasmo?

No deberíamos mentir. Así, en general. Quitando las mentiras piadosas, me encantaría que viviéramos en un mundo en el que todos fuéramos sinceros y nos dijéramos la verdad (qué ingenua, ¿no?).

Sería tan fácil como «Mira no, no me apetece quedar», «No quiero seguir conociéndote», «No me gustas», «Ya no te quiero» o «Por mucho que sigamos, no voy a correrme».

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Todavía nos cuesta parar de tener sexo si no llegamos al clímax, al orgasmo, ese punto final con solo de percusión y un fuego artificial.

Preferimos hacer cambios sin fin y buscar otras formas de seguir incluso poniendo en práctica posturas que podrían ganarse un hueco en cualquier rutina de acróbata. «Sube la pierna, baja un poco el culo, vamos al suelo, contra la pared, ¿y el chorro de la ducha?».

Todo con tal de evitar parar y decir que no tenemos el día, que no nos encontramos bien, que hace demasiado calor, que el cansancio se empieza a acusar o que igual ya está bien después de dos horas sin parar.

Es una de las razones por las que hay quienes optan por hacer que están teniendo un orgasmo espectacular. «Sí cariño, ya me he corrido, podemos pasar a otra cosa».

Sucede lo mismo con los orgasmos que se fingen para complacer a la otra persona, que no sienta que no ha estado a la altura o que no nos ha hecho disfrutar. Que, ante todo, su ego no sufra.

Especialmente cuando son esos casos de quienes preguntan cada poco tiempo si nos está gustando o si se ha empleado a fondo en una ejecución de sexo oral.

Pero ni con esas fingir el orgasmo debería ser una opción que contempláramos. Deberíamos normalizar que lo hemos pasado bien o que no nos apetece continuar sin que resulte raro ni con la sensación de que ha sido una experiencia incompleta, con ese fleco suelto.

Incluso es preferible coger y decir «Me gusta cómo me estás comiendo pero no tengo la cabeza aquí» que seguir dándole bola a algo que no termina de pasar si no queremos continuar.

Es darle la vuelta al sexo, quitando de la ecuación (o simplemente otorgándole menor peso al orgasmo) y dándole el protagonismo a la afinidad, ese feeling, la química sexual y el placer en general.

Disfrutar del camino en compañía no debería ser una carrera a contrarreloj a ver cuánto se tarda en llegar a la línea de meta. Es un trayecto en el que hay experiencias tan intensas que bien pueden equipararse a un orgasmo.

En definitiva, disfrutando de cada bocado, beso, cachete o caricia y dándole el mismo peso que a cualquier otro momento. Porque igual es que lo tiene (y solo nos queda aprender a disfrutarlo como tal).

Duquesa Doslabios.

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Según los hombres, el otro sitio favorito de la casa para masturbarse es…

¡Ah, la intimidad! Esa cosa tan preciada que, durante los meses de aislamiento en casa parecía casi imposible de conseguir. El reto era tener nuestro espacio para quienes no vivíamos solos (ya fuera con familia, amigos o pareja).

Y aunque cada uno se ha apañado como ha podido, me gustaría hablar de las preferencias a la hora de escoger un sitio en el que poder disfrutar con nosotros mismos.

CALVIN KLEIN

En mi caso, la elección está clara. Soy una firme defensora de reencontrarme en la cama, a salvo de miradas indiscretas bajo el edredón y siempre con el valor añadido de que puedes decir que vas a dormir y nadie va a molestarte.

Otros espacios del repertorio apenas tienen peso para mí, pero no es así para ellos, por ejemplo.

De hecho, según los resultados que ha proporcionado el estudio de Arcwave, marca de juguetes sexuales para hombres, sobre sus costumbres a la hora de masturbarse, hay otro sitio de la casa que sigue muy de cerca al dormitorio.

También para ellos, la habitación el lugar preferido para darse placer. Y sí, es fácil entender por qué si pensamos que todos reservamos ese espacio para lo mismo.

Además de ser el lugar de la casa donde pasamos más horas estudiando, trabajando, jugando a videojuegos o leyendo, contamos con la intimidad de antes de ir a dormir.

Como decía más arriba, un lugar en el que sabes que ya nadie va a entrar por la puerta.

Y, justo seguido de la habitación, un poco menos de la mitad de los hombres que participaron en el estudio, respondieron que su otro lugar favorito era el baño.

Si tenemos en cuenta las diferencias entre la eyaculación femenina y la masculina, la explicación llega casi por sí sola.

La opción de poder limpiarse en el mismo sitio es un punto a favor, que el papel esté tan a mano o pudiendo hacerlo en la ducha.

No me olvido de la privacidad que da el baño. Es otro de esos (escasos) lugares sagrados de la casa donde sabemos que no vamos a ser interrumpidos.

Así que también reúne los requisitos para ser uno de esos sitios en los que poder dedicarse un rato. Y tú ¿eres más de baño o de habitación?

Duquesa Doslabios.

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Llegar al clímax a la vez es posible: trucos para compartir el orgasmo

Cuando llevas tanto tiempo llegando al orgasmo a destiempo con la otra persona, correrse a la vez es algo que te parece que solo pasa en las comedias románticas.

Es en las películas cuando los protagonistas alcanzan la cumbre del placer justo en el mismo momento para, después, desenredarse cayendo entre las sábanas.

SKYN USA

Y aunque lo que aparece en pantalla suele formar más parte de la ficción que representar nuestra realidad, que se dé es algo bastante especial. No solo por la sincronización, también por dejarse llevar acompasadamente compartiendo el placer.

Eso no quita que lo importante sea disfrutar, sí, pero para quienes -como yo- pensábamos que era imposible, hay formas de buscar el instante.

Imposible porque casi parecía necesario que se alinearan los planetas y las estrellas para coronarnos juntos.

Con paciencia y una pizca de práctica, podemos poner de nuestra parte para que consigamos el orgasmo compartido.

Ya hablé hace un tiempo de los gatillos sexuales (que no gatillazos), una serie de estímulos que nos hacen corrernos enseguida y pueden ir desde recibir un cachete, un dedo en el culo o, por qué no, palabras al oído.

En cualquier caso, mirarse a los ojos podría ser un buen punto de partida. La excitación de ambos es más fácil de captar si se esta frente a frente que si es mediante una postura en la que no se aprecian las expresiones.

Y no hay nada más morboso que ver cómo alguien experimenta un placer que provocas tú, dicho sea de paso.

Para esos casos en los que uno de los dos toma la delantera, no hay nada como parar sin llegar a frenar. Es decir, cambiar la práctica y dedicarse a tocarse, acariciarse, pellizcarse o chuparse.

También aquí pueden entrar en escena aliados como los juguetes (sobre todo aquellos que más nos aceleran).

Y luego seguir, una vez empatados en excitación, hasta el final.

Duquesa Doslabios.

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Si te cuesta llegar al orgasmo con el clásico 69, es hora de que pruebes el 68 o ’69 hawaiano’

No, yo tampoco sé quién bautiza las posturas sexuales, pero lo de ponerles gentilicios como coletilla es algo que no entiendo.

Como que en España llamemos ‘paja cubana’ a masturbar con las tetas pero en Italia eso se conozca como ‘una española’.

CONTROL ESPAÑA

Nacionalidades aparte, es el momento de conocer esta variedad del 69, que también encuentras como ‘el 68’ (y, de paso, nunca más dejar de practicarla de hoy en adelante).

Personalmente, he pasado por mis fases con la postura original. Al principio no congeniábamos porque me costaba pillar el multitasking de recibir placer y concentrarme en recibirlo al mismo tiempo.

Con el tiempo, ha terminado por ser una de mis favoritas para esos momentos en los que necesitas bajar un poco el ritmo pero seguir disfrutando.

Y aunque la más típica es aquella en la que una persona se tumba boca arriba y la otra se coloca a cuatro patas y en sentido inverso, también me atreví a experimentar con la versión vertical (y averiguar que eso de tener sexo oral mientras me baja la sangre a la cabeza, no es lo mío).

El 68 no tiene ese problema, es más, tiene una ventaja respecto a las otras y es que es perfecta para aquellas que, como yo, tienen problemas a la hora de concentrarse cuando hacen este tipo de posturas en las que tienes que estar pendiente de varias cosas.

La principal diferencia es que se centra solo en uno de los dos miembros (adiós a esos pensamientos que te recuerdan que debes mantener el ritmo).

Pero vamos por partes. Antes que nada, la colocación. La persona que vaya a practicarla, debe tumbarse mirando hacia arriba con las rodillas flexionadas.

La pareja utiliza las piernas como respaldo apoyando el resto del cuerpo sobre el torso y dejando justo sus genitales a la altura de la boca.

Es importante que el peso caiga también sobre los brazos y las piernas para no aplastar mucho a quien hace de apoyo y que aguante lo más cómodamente posible.

Con esta postura, chupar y lamer es facilísimo, sí, pero también utilizar las manos.

Y no solo en los genitales, teniendo el ano tan cerca, es la excusa perfecta para hacerle una visita al vecino de abajo.

Duquesa Doslabios.

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No es otra ‘review’ de un succionador de clítoris

Tengo cuatro succionadores de clítoris. Cuatro. No son iguales, pero es un producto que, sea de la firma que sea, suele garantizarte el orgasmo (la velocidad a la que llegues ya es otra historia).

Y no te puedes imaginar lo feliz que me hace que siga siendo uno de los productos con más éxito de ventas o que sea raro encontrar a una mujer que no tenga uno en su casa.

Duquesa Doslabios

Para quienes, como yo, hemos pasado gran parte de nuestra vida sexual pensando que algo no funcionaba bien entre las piernas (por no disfrutar tanto de la penetración cuando eran las películas las que estaban pintando un sexo de ficción), el succionador es un puñetazo en la mesa.

La declaración de intenciones de que tú y yo estamos bien hechas. Solo que estábamos mirando hacia otro lado sin tener en cuenta que hacían falta menos juguetes para meter por la vagina y más productos pensados en estimular las 8.000 terminaciones nerviosas del clítoris.

Y, una vez pruebas el juguete en casa, te corres noventa veces y te preguntas para qué gastarías tanto dinero en hacerte las pestañas cuando era un buen orgasmo lo que realmente te iba a iluminar la mirada, llegas a la conclusión de que no puede haber ningún artículo comparable a tu sex toy estrella del cajón.

O, al menos, eso pensaba yo muy convencida después de probar los diferentes modelos.

Pero hace unos días llegó un paquete a mi casa de Lelo, quienes se han encargado no solo de amenizarme 2020 sino de rescatarme cuando volvía a estrenar soltería (y por tanto de hacerme más amena la estancia conmigo misma) y me mandaron Enigma.

¿Otro succionador de clítoris? Fue lo primero que pensé. Ya he probado el normal, el que va más lento, el de boquilla amplia… ¿De verdad hay más maneras de excitar esa zona que sean más efectivas que las que había probado hasta ahora?

Pues como puedes adivinar viendo la imagen, no era otro succionador. O no uno como los que había probado hasta ese momento.

Con esa boquilla diminuta tampoco me parecía 100% estilo conejito, los que llevan un dildo pegado a una protuberancia que te estimula el clítoris.

Era algo distinto. Un mix entre los dos. Como si hubieran tenido una noche loca en La Isla de las Tentaciones y les hubiera salido una hija de la Generación Z que hace Tik Toks y lleva el pelo degradado.

Y como hemos venido a este mundo a probarlo todo, ahí estaba yo, entendiendo qué tenía de diferente ese juguete con forma de interrogación respecto a los demás.

La primera conclusión es la más evidente, mi nuevo amigo no es para la superficie, hay que meterlo (o al menos parte de él).

Y a no ser que ya estés excitada solo con la idea, recomiendo usar lubricante o algo de saliva en su defecto. Respiras hondo, relajas los músculos de la zona y aquello va entrando solo (por la parte del apéndice curvado, claro, no cometas la burrada de meterlo por donde los botones, que eso es el mango).

Si que es verdad que de primeras te puede parecer un poco raro esto de que la parte que queda fuera de la vagina te parezca que está invertida, pero en cuanto ya notes que tienes la boquilla del succionador a la altura de tu clítoris, estás lista para la acción.

Y es que esa es una de las cosas que más me gusta, que como la unión con forma de ‘U’ es flexible, puedes regularlo a tu altura, no está diseñado para una vulva específicamente porque se adapta a todas.

El funcionamiento es como el de sus antecesores con una diferencia. La zona de dentro vibra también tocando esas paredes que coinciden con la parte interna del clítoris (y debidamente estimuladas, terminan por hacer que te arda la cara).

Además del modo clásico de vibración o los que son intermitentes, hay un par de opciones que alternan la vibración interior con el succionador. Aquello es la fantasía.

Por dos razones, la primera porque no te lleva al orgasmo de inmediato, sino que te hace conectar primero con el interior de tu vagina y segundos después con el clítoris, con un breve (y glorioso) periodo en el que ambas coinciden.

Como digo, no es un orgasmo inmediato, pero la sensación de ‘pasar’ de una a otra parte es tan placentera que, el orgasmo que puedes vislumbrar al final del camino, se vaticina espectacular (y termina siéndolo).

¿Que si compensa para usarlo en pareja? En mi caso, me ha tocado probarlo sola, pero ¿por qué no usarlo como aprendizaje? Quizás si alguien lo ve en marcha entiende qué zonas debe estimular con los dedos o con la lengua.

En cualquier caso, para sexo anal (o un buen beso griego) me parece una opción muy interesante, ya que otros vibradores pueden entorpecer las posturas. Con la forma de interrogación nos aseguramos que quede por delante «el grueso» del juguete y no moleste nada.

Duquesa Doslabios.

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Olvida el café, la nueva pausa del teletrabajo es para masturbarse

Qué locura esto de que ahora la oficina esté en casa. Desde que hemos descubierto que basta poner un jersey por encima del pijama para dar el pego en las reuniones por videollamada, no hay quien nos vista.

¿Nos estamos desatando con esto de estar lejos de la supervisión del jefe o el resto de compañeros? Pues un poco sí. Al menos, tenemos todo de nuestra parte para añadir, a la pausa del café, la pausa para masturbarse.

BIJOUX INDISCRETS

Un rápido sondeo entre mis seguidores me confirma mis sospechas, la mayoría hemos aprovechado la seguridad de estar en casa, así como la ventaja de poder organizarnos la faena a nuestro ritmo, para dedicarnos un rato en la intimidad.

El deseo sexual en horario de trabajo es la razón más común, pero le sigue de cerca, según las respuestas, la necesidad de combatir el estrés.

¿Agobio por la cantidad de trabajo? ¿Una reunión pesada? ¿Se aproxima la fecha de entrega y sigues en pleno bloqueo? Hacer una pausa a solas para aliviarse parece la mejor manera de combatirlo (o al menos de conseguir esa descarga de endorfinas, dopamina y oxitocina inmediata).

Aunque también hay quienes contestan que es una forma de luchar contra el aburrimiento y que la jornada pase de manera más amena.

No podemos obviar que claro que resulta excitante por partida doble hacerlo mientras se supone que estamos trabajando. Tiene el añadido de que es algo prohibido, ya que deberías estar contestando ese mail y no con la mano entre las piernas.

Quizás una de las respuestas que más me llaman la atención es que, a la hora de ver las diferencias entre los hábitos de mujeres y hombres, las que recurren a juguetes y las que pasan de ellos, logran empatar en los resultados.

En cambio, en el caso de los masturbadores laborales masculinos, gana la mano por goleada. Puede que por la comodidad o porque, a diferencia de nosotras, no hay un equivalente al succionador capaz de hacerles la competencia.

También coincidimos en que usar estímulos externos -como pornografía, audios eróticos…- es de gran ayuda. Duplican la cantidad de quienes tiran de imaginación (mujeres en su mayoría).

Y, ¿qué pasa con retomar el trabajo después de masturbarse? ¿El rendimiento mejora, empeora o se mantiene igual?

Pues entre volver a conectarse con las mismas o más ganas, muy pocos consideraran que afecta de manera negativa a la actividad laboral (para la alegría de nuestros superiores).

Duquesa Doslabios.

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Manual de uso (y disfrute) de los testículos o cómo tocarle las pelotas y que le encante

¿Sabes cuando vas por las escaleras y salen por la puerta los vecinos del piso de abajo? Saludas, intercambias un par de frases en el rellano y continúas el ascenso. Esa era la relación que mantenía con los testículos.

Para mí, no tenían importancia. Les visitas de camino porque te pillan de paso, pero tampoco paras mucho porque vas al piso de arriba, el que tiene terraza y buenas vistas.

DIM

En resumen, que si hacía esto es porque soy una digna hija de la educación sexual de mi generación, esa en la que el pene es el único elemento que tiene importancia de todo el material que guardan los calzoncillos.

Meterlo, sacarlo, volver a meterlo, chuparlo, acariciarlo, masajearlo… Todo lo que fuera salir de allí, buscar otros caminos alternativos de placer, se me antojaba un terreno desconocido.

¿Qué necesidad había? ¡Si el falocentrismo funciona siempre!

Claro que era consciente de que los testículos estaban ahí, pero como pueden estar el hígado o la vesícula. Simplemente no me planteaba que pudieran participar. Es como que ellos estaban a sus cosas, creando esperma y demás, y yo a las mías.

Ahí estaba mi primer error, hay hombres que encuentran en esa zona una grandísima fuente de placer gracias a las terminaciones nerviosas.

Ojo, que también los hay que encuentran una gran fuente de risa porque les hace cosquillas. Y un tercer grupo lo formarían aquellos que no sienten nada más allá del estímulo visual que puede ser ver nuestra performance desde abajo.

Antes de nada, asegúrate de qué tipo de testículos tienes delante, si los placenteros, los risueños o los indiferentes. Queda prohibido pasar de largo hasta que no resuelvas eso.

Y, una vez confirmes que son del primer tipo -y puedes darle rienda suelta a tu imaginación, que no va a empezar a retorcerse de carcajadas-, empieza por la articulación central que llega a la base del pene. Esa línea puede ser un buen punto de partida.

No tendrás ningún problema en dar con ella, porque es una línea más oscura que recorre el pene y sigue bajando por el escroto. Ese ‘caminito’, que recibe el nombre de «rafe», es la cresta del tejido y un lugar que conviene que recuerdes.

A la hora de tocarlos, puedes empezar con caricias suaves, envolverlos con la mano (como si cogieras un racimo de uvas) y acariciarlos con el pulgar.

Sugerencia: recorre con la lengua la zona vertical que te he mencionado, la línea del tejido, subiendo y bajando y aplicando diferentes niveles de presión (sin espachurrar a no ser que te lo pida), así como dejando la lengua en punta o lamiendo al estilo vaca y soltando bastante saliva.

No te olvides de dedicarles atención por separado lamiendo un testículo y luego otro o incluso metiéndolos en la boca. Mejor si evitas la succión y te limitas a introducirlos y acariciarlos con la lengua por dentro (si te entran los dos, pues estupendo).

En el momento de llegar al orgasmo, también puedes hacer participar a los testículos o bien elevándolos un poco hacia la base del pene (que ya estarán ahí colocados) o bajándolos con suavidad, lo que hará que se prolonga la sensación de placer.

Y, ante la duda, pregúntale sin vergüenza. No venimos con manual de instrucciones y si quieres hacerle disfrutar, nadie mejor que él para que te diga qué le gusta más.

Duquesa Doslabios.

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Succionadores de clítoris para orgasmos sin prisas

Si algo tiene el succionador de clítoris es velocidad. ¿Una mañana estresante? ¿Discusión con una amiga? ¿Tu suegra que quiere encasquetarte un objeto decorativo horrible? 30 segundos a solas con el juguete y todo desaparece.

LELO

Aunque claro, puesta a sacarle una pega (¿en serio voy a atreverme a hacer semejante cosa?), es eso de lo único que puedo quejarme. Que es tan rápido como cuando te entre el mono de hamburguesa y vas al restaurante fast food que tienes más cerca.

Te quita las ganas, claro. Pero no es lo mismo que prepararte el plato con ingredientes de calidad y degustarlo en condiciones. Con las dos manos y la boca llena disfrutando de cada bocado –sí, sigo hablando de la hamburguesa-.

Vale que ya tocaba que la industria de los juguetes sexuales se centrara en las 8.000 terminaciones nerviosas del clítoris (el doble que en el glande), pero ¿hemos perdido el interés por lo demás?

Parece que el placer es el nuevo objeto de consumo.

Una nueva incorporación a la lista de servicios instantáneos junto con las plataformas de streaming que nos reproducen la película o serie que queremos, la red de reparto que nos trae la cena que elegimos en una aplicación o la venta premium con envío en 24 horas para tener en la puerta a la mañana siguiente lo que hemos comprado el día anterior.

La cultura de la inmediatez.

Luchar contra ella pasa por algo muy sencillo, recuperar el sexo de una forma que, llegar al orgasmo cuanto antes, no sea la única motivación.

Es algo que podemos hacer por nuestra cuenta: probando nuevos movimientos, un relato, una estimulación menos directa pero igual de excitante.

Y sí, también hay juguetes que se encargan de ello. Sila, de Lelo, es un buen ejemplo. El succionador que ha lanzado en 2021 la marca sueca de artículos eróticos de lujo no es para chicas con prisas.

Es lo primero de lo que me doy cuenta al experimentar en carne propia la boquilla -amplia y aplanada en comparación con la abertura circular del modelo anterior-.

No solo recoge más partes a las que llega la estimulación con las ondas, sino que se aleja del clítoris llegando a él también, claro, pero de una forma más indirecta.

El orgasmo está asegurado, pero no será tan instantáneo.

Precisamente, que los juguetes nos hagan tomarnos nuestro tiempo hace que podamos permitirnos el lujo de fantasear un poco más, de imaginar quién está produciendo esas sensaciones en la piel, de centrarnos más allá del clítoris y, con la mano libre, pellizcar un pezón al mismo tiempo.

Nos da el tiempo suficiente de aderezar la vibración con otros elementos. Y, dedicarnos al sexo con calma, incluso el que se limita a nuestro uso y disfrute particular, es también un lujo que deberíamos valorar más.

Duquesa Doslabios.

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