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¿En qué pensamos mujeres y hombres cuando nos tocamos?

Soy partidaria de que cada uno viva su sexualidad como le salga del genital. Que los gustos sean por colores y que, cada vez que compartimos la cama, sea como un copo de nieve, única.

Pero no puedo evitar analizar hasta qué punto nos creemos que es libre lo que despierta nuestro placer.

Y es algo que me he preguntado viendo el último estudio de Diversual sobre la masturbación.

mujer placer

PEXELS

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Porque una de las cosas que más me han llamado la atención es que la mayoría de los hombres recurren a la pornografía como recurso principal (81%) para estimularse durante la masturbación.

La mayoría de las mujeres (82,9% en cambio) a la imaginación.

Solo tengo que hablar con un par de amigas para dar con la explicación a esta diferencia, no nos sentimos identificadas con el porno.

Las escenas planeadas desde el punto de vista masculino, los cuerpos hipersexualizados, que solo salgan las actrices en pantalla o que el denominador común de la trama sea la sumisión y usar a la mujer como una vagina en lata, hace que muchas de nosotras no conectemos sexualmente con estas imágenes.

Al no utilizarlas para estimularnos desde pequeñas -algo que sí les pasa a ellos- nos toca buscar una fuente alternativa de placer: nuestra cabeza.

Es ahí donde se desarrollan las mayores fantasías. Que pase algo con el profesor de Pilates, una historia con el compañero de trabajo, sexo en un lugar imposible, esa amiga…

El cerebro es nuestro proyector y, las películas mentales que nos montamos, la pornografía.

Y si algo tiene de positivo es que es única y personalísima. Que se adapta a lo que nos pasa a diario y las cosas suceden tal y como nos gustaría.

Esta ventaja, respecto a las imposiciones de la pornografía, suponen que no estamos sujetas a comportarnos como vemos en una pantalla por lo que ha decidido un director.

Nosotras decidimos y dibujamos cómo queremos que sea.

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Y no digo que cortar con las películas eróticas y empezar a darle a la fantasía sea lo único aceptable desde ya.

Pero sí creo que puede hacernos un favor.

Masturbarse mejora el autoconocimiento que tenemos sobre nuestro propio cuerpo. A mejor autonocimiento, mejor resultado en la cama cuando estamos con alguien más.

Y, si ese conocimiento es impuesto, replicamos lo que vemos, pero no conectamos con lo que nos gusta verdaderamente.

Algo que sí se consigue a fuerza de hacer el trabajo de pensar qué es lo que nos estimula (y usarlo como material la próxima vez que nos toquemos en la intimidad).

Mara Mariño

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Este es el reto semanal que despierta tu deseo (y puedes hacer con amigas)

Tres amigas y un dilema sobre la mesa: nuestro deseo sexual estaba un poco de capa caída.

Así que nos propusimos algo, durante una semana nos dedicaríamos a tener (al menos) un orgasmo al día y comprobar qué pasaba con esa falta de motivación íntima.

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LELO

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He pertenecido a varios grupos a lo largo de mi vida, el del colegio, la universidad, el del trabajo, el piso compartido… Pero ninguno como «Pepitillas».

Este grupo de WhatsApp se fundó el mismo día en el que tres chicas quedamos a merendar en una tarde cualquiera de primavera.

La misma tarde en la que nos negamos a seguir con la libido por los suelos y nos propusimos hacer todo lo que estuviera en nuestra mano (literalmente) para cambiarlo confiando en algo que he defendido un sinfín de veces en el blog.

No necesitamos tener sexo en compañía para mantener el deseo sexual activo. La masturbación es lo único que nos hace falta.

El objetivo del reto era experimentar en carne propia cómo iba respondiendo nuestro cuerpo a una rutina de orgasmos de los que cada una tendría que encargarse.

Mientras que el desafío era libre -cada una podía decidir cómo y de qué manera llegar al orgasmo- lo que se convirtió en requisito imprescindible era avisar a las demás cuando ya estuviera conseguido.

Fue así como ese grupo de Whatsapp también servía como recordatorio de los deberes de cada día de tener al menos un orgasmo.

Y, una vez cumplida la tarea, mandar el emoji con el visto verde a modo de fichaje.

Pasaron varias cosas interesantes a lo largo de esa semana.

La primera, lo divertido que era pertenecer a esta sororidad de masturbadoras y poder hablar sin pelos en la lengua de por qué nos retrasábamos ese día o incluso compartir algún material que pudiera servirnos de ayuda (un vídeo de chicos bailando realmente anima a cualquiera).

También nos sirvió para motivarnos a seguir el reto cuando a lo mejor se echaba la noche encima y avisábamos a la que faltaba por hacer el check.

Pero sobre todo para compartir cómo nos íbamos sintiendo, especialmente cuando una pasó del modo letargo a que se lo empezara a pedir el cuerpo. Nuestro mayor triunfo, el objetivo de las «Pepitillas» se había conseguido.

Y eso que, a mitad del reto, casi nos rendimos. Una decía que se sentía igual, sin mucho deseo sexual.

Si a eso le sumas que muchas veces lo dejábamos a última hora, cuando más costaba y no nos apetecía, era normal que mantenernos fieles al challenge diario fuera el mayor reto.

En mi caso, al poco de empezar, enseguida noté que la libido me aumentaba.

De hecho se convirtió en imposible mandar mi check orgásmico antes de ir al gimnasio, donde las respiraciones de los que estaban entrenando me despertaban de nuevo.

Era como si el orgasmo me despertara y estuviera receptiva todo el día.

Soy consciente de que, haciendo esto, no hemos descubierto la penicilina. Pero nos quedamos con el triunfo de haber comprobado, con las propias amigas, que somos nosotras mismas las primeras capaces de mantener el deseo encendido.

El gran beneficiario, además de sentirnos más activas, fue sin duda nuestro suelo pélvico y dedicarnos ese ratito a nosotras hablándolo con toda la naturalidad del mundo.

Así que recomiendo que cualquiera se apunte al reto. Aunque si es con amigas, como hice yo con mis «Pepitillas», es todavía mejor.

Es más, le hemos puesto ya punto final (solo hemos necesitado una semana para notar los resultados) y una no descartaba seguir poniéndolo en práctica otra semana más.

Al final, no hay nada más adictivo que el placer.

Mara Mariño

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La unión hace el placer: cuando él es quien tiene una buena colección de juguetes

Es casi tan habitual ser yo quien pone el repertorio de juguetes sexuales en la cama, que rara vez me he encontrado a quien tuviera colección propia.

Y no ya porque dieran por hecho que tendría algún que otro artículo motorizado para la cama, sino porque, hasta hace nada, la mayoría de hombres no se planteaban tener algo así en casa.

juguete masturbacion

PEXELS

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Mientras que nosotras hemos recorrido un camino larguísimo, hasta el punto de que cuesta encontrar a quien no tenga un succionador de clítoris, la relación de los hombres con los juguetes sexuales no se ha fortalecido tanto.

Una de las razones puede ser porque, socialmente, la masturbación masculina nunca ha sido tabú.

La facilidad de la mano también hace parecer innecesario buscar fuentes alternativas de placer.

Entonces parece casi extraño que ellos puedan tener artículos sexuales para usar o bien por su cuenta o en pareja.

Quizás es más común en personas que practican el BDSM asumir que, seguramente, cada uno tenga un buen repertorio de cuerdas, esposas, pinzas, floggers o mordazas.

Pero cuando se trata de que él saca del cajón un succionador o un dildo, ¿debería cambiar la cosa?

Si somos las primeras que reivindicamos la importancia del clítoris en la cama y hasta hemos llegado a descubrir toda la intensidad que nos produce mediante juguetes, ¿por qué iba a resultarnos raro que él tuviera un producto sexual del estilo para dar el máximo placer a su pareja?

No se nos puede olvidar que los juguetes son aliados para todos, hay cosas que un pene, una lengua o unos dedos no pueden hacer.

Sobre todo si tenemos en cuenta que se contratan a ingenieros aeronáuticos para replicar -en miniatura- la potencia de un motor de avión en el interior de tu succionador.

Además, puede ser algo que tenga de otra relación o que simplemente le apeteciera comprar para tener como parte de su colección.

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¿Qué más da siempre y cuando esté perfectamente desinfectado (o se use un preservativo en su defecto para cubrirlo)?

Personalmente, dar con quien tenga juguetes propios me parece sexy. No solo es una green flag de que es curioso y está dispuesto a experimentar haciendo de nuestra vida sexual algo variado y entretenido.

También es consciente de cómo quiere hacerme disfrutar (y está preparado para ello).

Mara Mariño

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Adiós al mito de que las mujeres tardamos más: es que nos planteamos el sexo mal

«Estoy tardando demasiado» y «Ya debería haber llegado» son los dos pensamientos más frecuentes que tengo cuando llego tarde para ver a una amiga, y me pilla tráfico, y cuando estoy con otra persona en la cama y no consigo alcanzar el orgasmo.

pareja cama

LELO

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Lo peor es que llego a agobiarme hasta tal punto de lo estar a la altura de ciertas expectativas de velocidad que lo que hago es pedirle que pare.

En esas ocasiones, siempre contesto lo mismo. Algo tipo «No tengo el día» o «Pueden ser las hormonas» son las primeras excusas que se me vienen a la cabeza, mi mayor boicoteado de orgasmos.

Y lo que hago es dar la razón de algo que no es del todo cierto: que nosotras tardamos más que ellos en corrernos.

Esta creencia está tan extendida que ha llegado a relacionarse la virilidad con el tema de la duración en la cama.

Ya no es el tamaño, sino que pueda aguantar 17 horas y 45 minutos penetrándote como un taladro. Lo que haga falta con tal de que llegues al orgasmo.

Pero llega un estudio realizado por la tienda erótica Diversual, con motivo del Día Mundial de la Masturbación, y resulta que descubro que estaba equivocada todo este tiempo.

La diferencia entre la media de tiempo que mujeres y hombres dedicamos a la masturbación, es más pequeña de lo que esperaba.

Ellos le dedican unos 4’54 minutos de media, nosotras 5’38.

Y más de la mitad de participantes, en ambos casos, afirmaron llegar siempre al orgasmo mediante esta vía.

Así que esto significa que el problema no es que biológicamente las mujeres necesitemos auténticas maratones sexuales, sino replantearnos qué estamos haciendo en la cama.

Pero claro, es difícil que no se llegue a la conclusión de que nuestros genitales son casi como un Escape Room, imposible de superar, si seguimos considerando la penetración la práctica estrella del dormitorio.

Ahí no es que vayamos a necesitar algo más de esos cinco minutos y medio, es que no va a haber forma de que cruces el umbral de «vale, me está gustando, pero necesitaría algo más».

Ese ‘algo más que nos falta’ es el clítoris. El mismo que nos tocamos siempre que nos masturbamos bajo el abrigo de la sábana -no vaya a ser que entre alguien en la habitación- y que queda fuera de la trama entre el pene y la vagina por mucho que nos esmeremos en hacer el misionero, el perrito o el pretzel.

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Así pasa, que más del 60% de las mujeres recurrimos a los juguetes de forma regular (solo el 6% de ellos) para masturbarnos habitualmente.

Con todos los productos que han puesto ahora el clítoris bajo el foco, no nos faltan vibradores, succionadores y demás en la colección.

Que el 80% llegamos más fácilmente al orgasmo es el tercer resultado de la encuesta que demuestra que el problema no es que nos tomemos nuestro rato o que, como en mi caso, sea una razón para agobiarnos.

Lo que queda claro es que mientras sigamos centrándonos en la penetración, en vez de dar placer mediante otras prácticas como el sexo oral o la propia masturbación, el mito de que somos las tardonas del dormitorio va a seguir en nuestra cabeza.

No es que necesitemos más tiempo, necesitamos tocarnos el clítoris.

Mara Mariño

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De mi yo treintañera a mi yo de 20 años: tranquila, el sexo mejorará

Hoy, que he cruzado el umbral del tercer dígito, no podría parecerme mejor momento para analizar como han sido estos últimos diez años.

De ahí que, a ti -mi yo que se estrenaba en la veintena-, haya decidido escribirte esto.

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El sexo mejorará. Tu repertorio de fantasías, también. No le des tanta importancia a que haya un sentimiento detrás cada vez que te bajas las bragas. Es culpa de tu educación católica. Permítete disfrutar sin apegarte a nadie.

Deja de pensar que algo no va bien porque no llegas al orgasmo en la penetración. Estás perfectamente. Sabes cómo pasártelo bien con tu clítoris. Úsalo.

No te preocupes tanto por el tamaño de su pene. Te da igual por el punto anterior. Preocúpate por cómo mueve la lengua.

Sé sincera. No digas que le llamarás si no vas a hacerlo. Admite que no sientes química entre vosotros y que no habrá una segunda cita, así no pierde el tiempo escribiéndote y tú no te sientes tan agobiada cada vez que lo hace.

No le saques defectos a tu cuerpo porque la publicidad te diga que debes hacerlo. Vas a querer a tus celulitis y estrías porque son parte de ti.

Que no, no tienes las tetas pequeñas, así están perfectas.

Masturbarte cuando te duele la regla va a ayudarte a que se te pasen antes los dolores. Ponlo en práctica cuanto antes.

No te hagas la cera en el pubis. Van a dejar de salirte pelos en algunas zonas para siempre.

De hecho, no te obsesiones tanto con la depilación. A mi edad deja de preocuparte cortarte los pelos y te preocupa más cortarte la uña del índice para no arañarte el clítoris.

¿Y esa postura que tanta vergüenza te daba? Ahora es tu favorita.

Mara Mariño

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Así le puedes enseñar a que te haga llegar al orgasmo

Soy la primera que sostiene que el orgasmo no es imprescindible para disfrutar del sexo con alguien.

Pero, tampoco voy a engañaros, es un momento incomparable.

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En casa, cuando lo perseguimos por nuestra cuenta, lo tenemos fácil.

El punto de placer de nuestro cuerpo está tan cogido que, basta con ponernos a ello, para llegar enseguida.

Con otra persona es otra historia.

Puedes tener la suerte de que, por un azar del destino, la manera en que te toque sea la que sueles hacer tú.

O bien que a su estilo -nuevo para ti-, dé la casualidad de que también te pone tanto que consigues llegar.

Pero como no suele ser lo habitual, es muy frecuente que nos veamos en la siguiente encrucijada.

¿Le digo algo o le dejo continuar, aunque no vaya a alcanzar el orgasmo?

Mi recomendación es que, si te apetece llegar al clímax, lo comentes, claro que sí.

Pero sí, tienes que ser tú quien tome la iniciativa, porque la otra persona no sabe qué está pasando por tu cabeza. Ni si quieres tener un orgasmo.

Tomarte un minuto para hacérselo saber, sin que corte el rollo, puede ser tan natural, fácil y rápido como decir que así te encanta, pero que te gustaría correrte.

Aunque hay vídeos en Youtube fantásticos para descubrir de qué manera estimular el cuerpo, deja la pantalla a un lado y opta por el método old school.

Por lo que puedes indicarle cómo hacerlo si es algo tan fácil como un “más rápido/despacio/arriba o abajo”.

Si la explicación es más técnica y elaborada, enseña cómo sueles hacerlo para que fiche tu sistema.

Y, la tercera opción, es que cojas la mano/genital/etc y muestres de qué manera tiene que hacerlo, ya sea moviendo su cuerpo o el tuyo para que se haga una idea del método.

Es importante comunicárselo de manera tranquila, sin insinuar que lo está haciendo mal (porque la manera que te gusta a ti y la que sabe hacer la otra persona no es correcta o incorrecta, simplemente la que os gusta a cada uno o habéis aprendido que le gustaba a otra persona).

Y, si eres quien recibe el consejo, no lo encajes como un ataque, nadie nace sabiendo y cada amante es como desbloquear un nivel nuevo de conocimiento del sexo.

Mara Mariño

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Orgasmos más largos e intensos, el otro beneficio de trabajar el suelo pélvico

Amiga, ¿sabes cuando vas al gimnasio y te insisten en que tienes que hacer ejercicios de pecho para mantener tu espalda fuerte y evitar que se te encorve de tanto trabajar delante de la pantalla?

Pues pasa lo mismo con tu suelo pélvico.

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Es esa zona de la que tanto oyes hablar a las de tu grupito que ya están embarazadas pero no terminas de saber ni qué es ni para qué sirve.

A modo resumen, te diré que son todos los músculos que rodean tus esfínteres sujetándolos. Y sucede que, por el embarazo, quedan distendidos y no cumplen su función de ‘agarre’.

También hacer deportes de impacto (correr, saltar, montar a caballo…) debilitan muchísimo el suelo pélvico.

Pero Valérie Tasso, que es escritora, sexóloga y Embajadora de LELO España (www.lelo.com), explica mucho mejor que yo por qué tenemos que ejercitar -a cualquier edad- esta zona.

«Es un músculo encargado de sostener nuestras gónadas (órganos genitales internos) y permite evitar que se ‘caigan’. Al no poder ver este músculo, pensamos que no existe. Con el paso del tiempo y la fuerza de la gravedad (además de otros acontecimientos como tener un bebé), este músculo se va cayendo, se debilita esta ‘malla’ que sostiene nuestros órganos», dice la experta.

Según Valérie, es lo que puede provocar incontinencia, respuesta sexual más lenta, dificultades para llegar al orgasmo, prolapsos de vagina, útero y ano (desplazamientos)…

«Lo bueno del suelo pélvico es que, a poco que se ejercite, suele ser muy agradecido. Tener una pequeña rutina de ejercicio del suelo pélvico toma poco tiempo y tiene grandes beneficios a largo plazo«, afirma.

Las señales en las que te tienes que fijar

Además de la incontinencia urinaria, no aguantar dentro de la vagina tampones o bolas chinas son señales de que el suelo pélvico necesita ponerse en forma.

«A veces las señales no son tan evidentes. Cuando nunca habías tenido problemas para llegar al orgasmo, y cada vez tienes más dificultades para lograrlo, puede ser debido a muchos factores (estrés, tensiones, cansancio, etc.) pero también puede ser por culpa de un debilitamiento de tu suelo pélvico, afirma la sexóloga.

Cómo ejercitar el suelo pélvico

En palabras de la experta: «Se puede trabajar el suelo pélvico sin peso y/o con peso. Los ejercicios de Kegel son muy buenos para trabajar este músculo. Y además, sencillos. Luego, como complemento, las llamadas ‘bolas chinas’. De todas formas, siempre recomiendo que las personas acudan a un fisioterapeuta de suelo pélvico que sabrá, en todo momento cómo trabajarlo según el estado del PC de cada paciente».

  1. Primero siéntate e intenta contraer y relajar el ano (o la vagina. Imagínate que estás intentando orinar y que, para que no salga la orina, tengas que cortar la micción. Eso se consigue si contraes la vagina). Y así, sucesivamente.
  2. Para saber si estás haciéndolo bien, tu cuerpo no tiene que moverse y tus piernas y tus glúteos no deben temblar. Nada. Solo el ano (o la vagina que, en el fondo es lo mismo porque si contraes el ano, notarás que la vagina también se contrae. Y viceversa).
  3. La clave es esa: que tu cuerpo no se tensione y que no sientas dolor. Cuando ya tengas experiencia, podrás hasta andar haciendo estos ejercicios. Solo es cuestión de práctica. Al principio estás muy enfocada en esta área de tu cuerpo. Luego, podrás andar o escribir en tu ordenador mientras ejerces tu suelo pélvico.

Evitar la ‘caída’ de los órganos internos (que podría tener a la larga unos efectos muy desagradables, como la incontinencia o los prolapsos que, llegado a cierto punto, requerirían cirugía) es una razón más que suficiente como para entrenarlo.

Pero también recuerda que tener un suelo pélvico fuerte permite conseguir orgasmos más largos, más intensos y de manera más regular.

«En otras palabras, refuerza tu potencial orgásmico y te permite disfrutar mejor de tu sexualidad», declara Valérie.

Mara Mariño.

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¿Quieres comprarle un juguete sexual a tu novia? No cometas estos errores

Soy la primera que, cuando entra a una tienda erótica toca todo lo que tiene al alcance de la mano y curiosea como la que más.

Y, como las dependientas de Lovesexing me contaron, como clientes tenemos hábitos mucho más cuestionables.

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Pero, en el caso de los hombres, entra en conflicto el tema que tenemos tan pendiente: la educación sexual.

Las expertas me comentaban que era habitual que entraran chicos algo confundidos en la tienda.

Una petición muy habitual, que reciben por parte de ellos, es la de que están buscando juguetes anales para sus novias.

Con esto, o bien no son conscientes de que el ano masculino y el femenino son iguales o bien es la excusa que usan porque no se sienten preparados para decir que es para ellos.

Sea cual sea, quiero recordar que, gracias a sus terminaciones nerviosas, el ano es placentero para todos (a no ser que tengas hemorroides).

Así que que los juguetes destinados a ello hacen disfrutar a ambos miembros de la pareja.

Pasa también que, cuando esos devotos novios van en busca del regalo perfecto (lo cual aplaudo), no saben muy bien qué es lo que más puede excitarle a sus parejas.

Ante la pregunta de si su chica es vaginal o clitoriana, se quedan en blanco. ¿Cómo saberlo si cuando practican sexo del que sea, disfruta tanto de un cunnilingus como de la penetración?

Mi consejo es recordar si, para llegar al orgasmo, ella siempre necesita estimulación externa del clítoris.

Siendo ese el caso, un juguete que se encargue de esa parte (como un succionador o un dildo con apéndice externo que vibra), será el mejor regalo.

Yendo en pareja, no mejora la cosa cuando se dan ciertas actitudes hacia la otra persona, como por ejemplo pensar que no hace falta cierto juguete teniendo un pene ‘en casa’.

Nos toca ir rompiendo con la idea de que los productos eróticos son sustitutivos. Es el momento de verlos como complementos.

Si algo consiguen es abrir un mundo de posibilidades a nuevas sensaciones y prácticas que, sin ellos, nos estamos perdiendo, como la doble penetración, por ejemplo, o el pegging.

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En definitiva, hacen más variada y entretenida nuestra vida íntima.

Lo que me confirman es que la mayoría de la clientela masculina solo compra para sus parejas y van directos al juguete más popular: el succionador de clítoris.

Y, por lo general, la lencería masculina no es algo que les interese (aunque os digo desde ya que hay cierto tipo de calzoncillos que nos encantaría veros lucir), ni se plantean juguetes compartidos.

A esto último también hay que darle una vuelta. Las propias dependientas me comentaron que no tiene ningún sentido.

Hay anillos, pinzas, juguetes que estimulan los genitales de ambos o artículos con mando a distancia que son perfectos para pasar un buen rato en compañía.

Así que espero que la próxima vez que un lector vaya a comprar algo a una tienda erótica, se atreva a mirar más allá del estante de los succionadores, que hay todo un mundo de cosas.

Mara Mariño.

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Menos tabúes, más mujeres hablando de sexo

Hace cinco años me ofrecieron la oportunidad de hacer algo inesperado, escribir un blog de sexo.

Y, como buena ex alumna de colegio de monjas, mi único requisito fue poder hacerlo bajo el pseudónimo de Duquesa Doslabios.

(No fuera a ser que alguien de mi entorno estuviera al tanto de que escribo la palabra «vagina» tantas veces al mes y provocara un escándalo).

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En aquel momento, muy poca gente era consciente de mi doble vida. De que, además de periodista de otras cosas, escribía artículos de BDSM, pareja, ghosting o enfermedades de transmisión sexual.

El Satisfyer todavía no había aparecido, y algunos de los temas -como el hecho de que el clítoris fuera un órgano para dar placer- todavía estaban lejos de convertirse en la carne de Twitter que son hoy en día.

Compatibilizar ambos mundos me parecía un reto al principio. ¿Qué podía aportar que resultara interesante?

No era una experta en sexo. Pero sí podría hablar con personas que lo fueran.

Las entrevistas han sido y son mi perdición. Cuando una sexóloga, psicólogo, doctora o eminencia del mundillo con ‘X’ me cuenta algo para que escriba sobre ello, me doy cuenta de lo grande y variado que es nuestro ámbito más íntimo.

En estos cinco años he aprendido a estar en pareja, he reflexionado de relaciones del pasado, he compartido anécdotas de otras mujeres que querían que hablara sobre algo que les había pasado.

Me he enfadado, me he reído, he escrito artículos llorando de rabia. Porque si algo ha conseguido Lilih Blue es conectarme conmigo misma en todos los niveles de mi vida.

Tanto emocional como sexual, el más evidente quizás.

Este viaje que me ha llevado a sitios tan inesperados como el Salón Erótico de Barcelona o a charlas en boutiques eróticas. He entrevistado lo mismo a un sumiso por Facebook que a una chica que vendía sus bragas.

En estos cinco años de bloguera, he visto un cambio imparable. De repente el clítoris, las red flags, los amores tóxicos o el consentimiento -que algo se hablaba, pero menos-, eran temas de conversación fuera de la pantalla.

Pienso que, hasta hace nada, una violación se seguía considerando abuso. El porno era nuestra única ‘escuela’ educación sexual. Y una mujer que hablara de sexo, de deseo, era una ninfómana.

O una mala mujer por disfrutar con su cuerpo y enseñar a otras a hacer lo mismo -y no necesariamente acompañadas-.

El placer femenino ha sido invisibilizado durante siglos y tengo (y tenemos) la suerte de que ahora podemos hablar de ello. Y, ser escuchadas.

Escuchadas en grupos de amigos, en reuniones familiares, escuchadas en el blog de 20minutos.es. No tener límites ni impedimentos tratando este tema es dar un paso hacia el mundo que quiero.

Ese en el que no se nos juzga por vivir libremente nuestros deseos, en el que hay menos tabúes y más igualdad tanto dentro como fuera de la cama.

Y esto me ha llevado aquí, a desprenderme de la máscara -aunque lleve una en la foto-, a quitarme los prejuicios de los que sigo hablando y en los que sigo trabajando, a reeducarme sexual y afectivamente, a salir a la luz y decir que estoy orgullosa de este espacio, de tener la oportunidad de hablar en este diario, de que me encanta mi trabajo.

Así que, ¿por qué no empezar a firmarlo, después de cinco años, con mi nombre y apellido reales?

Mara Mariño.

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Sí, las mujeres nos masturbamos menos que los hombres (pero eso está cambiando)

Era el tabú por excelencia cuando las millennials íbamos al colegio. Mientras que el hecho de que nuestros compañeros se hicieran pajas era la conversación diaria, que alguien insinuara que te hacías «dedos» era el fin del mundo en aquella época.

Ni las chicas de mi generación ni yo tuvimos las cosas fáciles en ese aspecto.

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En el momento en que era algo de lo que sentir vergüenza, pasaba a ser un tema que no te atrevías ni a hablar en tu círculo de amigas (nunca sabías cuáles no estarían en tu clase al año siguiente).

Así que descubrir(se) a una misma era algo privado, como para ellos, pero además secreto.

Cuando llega la edad adulta, cambiamos de círculos, el tema se normaliza.

Sentimos que, por fin, podemos sacar nuestra manera de masturbarnos -o en quién pensamos al hacerlo-, en una conversación con una amiga, después de esa clase en la universidad.

Nos ha costado su tiempo, pero finalmente hablamos de ello y lo ponemos en práctica.

Porque no es solo admitirlo abiertamente, es hacerlo por nuestra cuenta.

En uno de los estudios más recientes sobre la evolución de la sexualidad femenina, que nos ha costado llegar a la masturbación, es aún más evidente.

Mujeres de la Generación Z y millennials disfrutamos de una vida sexual individual constante (casi el 50% de las 2.000 mujeres españolas se masturban con frecuencia).

Pero la cifra va disminuyendo conforme la edad aumenta.

Y es que aunque la masturbación parece algo sencillo y normal hoy en día -gracias Satisfyer por abrir el melón del clítoris-, aún pesan cosas en nuestra contra.

Para empezar, ese tabú continúa hasta el punto de que hay mujeres que, cuando se les pregunta acerca de sus hábitos íntimos, no son capaces de contar que lo hacen cuando quizás si lo ponen en práctica.

La vergüenza de ser humilladas en clase por hacerse dedos aún pesa por muy lejos que queden los años de colegio. Es un tabú que se nos ha pegado tanto al cuerpo que hasta nos impide tocarnos.

Luego están las que se masturban pero no saben que lo hacen. Si en las películas eróticas todo lo que vemos es una penetración constante, es imposible saber si lo que ponemos en práctica para darnos placer -tan distinto al porno- es realmente masturbarse.

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Como dice el cómico Ritxi Olivé, ese movimiento que ejecutamos sobre nuestro clítoris se parece más a un patrón de desbloqueo del teléfono móvil que a lo que vemos en la pornografía.

Así que puede que de pequeña empieces frotándote contra un peluche, una mesa o simplemente apretando las piernas, que, como no son dedos, como masturbación tampoco cuenta (o eso pensamos en aquel momento).

Por suerte, hoy en día, las divulgadoras de este tema, nos encargamos de explicar casi desde el principio cómo hacer para tocarse incluso para aquellas que no saben por dónde empezar.

Ahora aprender cómo funcionamos es tan fácil como escribir en el buscador de Google «Cómo masturbarme».

Por último, están aquellas que, del agobio que les produce el tema, son incapaces de dedicarse ese rato para ellas y liberarse en ese sentido.

Las cifras nos alejan todavía un poco de ellos, pero vamos por el buen camino.

Y, ya que he sacado el tema del colegio, aprovecho para poneros esto de deberes para casa y seguir mejorando los porcentajes para el próximo estudio.

El tocaros, viviros, sentiros y disfrutaros. Os deseo todo el placer que podéis daros sin ayuda de nadie que no seáis vosotras.

Está en nuestra mano cambiarlo. Literalmente.

Duquesa Doslabios.
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