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¿Y si lo que no hay que hacer en una primera cita es lo que deberíamos hacer?

Soy toda una experta en pasar vergüenza en las primeras citas. Y parece que, con los años, he perfeccionado mi habilidad de vivir momentos humillantes.

Uno de los más incómodos fue cuando me dio un tirón en la pierna y tuve que hacer estiramientos en pleno afterwork.

Contorsionarme para estirar la ingle me ayudó a no pasar desapercibida, no ante la otra persona, pero sí en general.

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Aunque aquella vez que me escogió una paloma como su inodoro portátil también es digna de recordar.

Pero qué le voy a hacer si me pueden los nervios y mi primera frase suele ser algo tan absurdo como «Soy tu solución para tener hijos altos».

Me preocupa, como a cualquiera, que en ese encuentro, salga todo de la mejor manera. Que mi pelo esté en su sitio, la piel sin granos, el look de infarto…

Una excelencia que no tiene sentido, que no es real porque no suele representarnos. Y aun así, ¿por qué queremos que todo sea redondo?

Que el encuentro vaya bien -sin demasiados episodios embarazosos-, que el plan pase al recuerdo o nos trabajemos la imagen con cuidado, nos da resultado.

No tiene por qué acabar en una relación, pero sí ayuda a mantener vivo el interés y dar pie a nuevos planes en el futuro.

Propongo darle la vuelta, ser tan naturales que lo normal incluya también un moño deshecho o una cita con gafas dejando las lentillas en casa.

Pero cuidado, no digo que nos movamos al extremo contrario y se convierta el chándal con pelotillas (y manchas de las que ya no salen ni en la lavadora) en el atuendo oficial de ir a una cita.

Sí me refiero a un punto medio, más cercano a nuestra persona, tanto por dentro como por fuera.

Porque es ahí, tanto cuando vas al estilo de tu día a día o cuando te equivocas (y quieres que te trague la tierra), que te ríes y te liberas de la presión por el 10.

Que vives algo más parecido a lo que es tu vida fuera de ahí. Quien eres tú.

Equivocarse, tropezarse, incontinencia verbal, un pedo que se ha escapado en el peor momento y lugar, ese pelo por dentro de la boca que no consigues quitarte con la mascarilla…

En resumen, mostrarte tal cual, con defectos. Los mismos que hacen que ese alguien pase de gustarte un poco a que no te importe aceptarlos en el pack, porque incluso con los fallos -la otra persona-, nos sigue encantando.

Solo desprendernos de los agobios que vienen impuestos es la verdadera señal de que estamos cómodos en su compañía.

Y es que, ¿no es eso lo que queremos al fin y al cabo? ¿Alguien con quien poder ser auténticos?

Duquesa Doslabios.

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Te va a hacer ‘ghosting’ y no lo digo yo, lo dicen estas señales

Uno de mis puntos débiles cuando conozco a alguien nuevo es la ilusión. Entre con poco y casi nada me emociono.

Si a eso le sumo que no sigo los códigos no escritos de esperar no sé cuántos días a mandarle un mensaje o que enseguida quiero volver a quedar, soy carne de cañón de ghosting.

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Y como algún que otro desplante me he comido últimamente, he llegado a preguntarme si es posible adelantarse a ese «leído» que más que como una palabra, se debería leer como un punto final.

¿Prestando la suficiente atención podemos identificar esos síntomas previos a la desaparición definitiva de la otra persona?

Aunque siendo un tema tan escurridizo es difícil estar completamente segura de que vas a quedarte hablando sola, he empezado a pillar algunos comportamientos.

Al principio parecía todo fluido, había interés, una química digna de estudiar en cualquier laboratorio… De repente empieza a contestar con menos frecuencia.

Y no es que le hayas escrito a mediodía y no haya podido coger el móvil hasta después de comer, hablo de varias horas y de tomar por costumbre ese patrón comunicativo en el que a las 5 de la tarde está respondiendo tu «Buenos días».

Como las conversaciones no son fluidas, empieza a ser evidente que hay más interés de un lado que de otro y es habitual que, en muchos casos, los diálogos terminen en un «visto» o en un «me gusta» si se ha empezado a hablar por una historia de Instagram.

Y por mucho que te ha repetido que no tiene tiempo para contestar o incluso le has oído quejarse de lo poco que le gusta estar con el móvil, le ves constantemente en línea (¿stalker quién?).

En su lista de repasar las historias de los amigos, cotillear a su ex o actualizar la cuenta de memes que tanta gracia le hace, responderte está en los últimos puestos.

Es también bastante significativo cuando el Sr. Ocupado (o la Sra. Ocupada, que el ghosting no tiene género) aparece después de días sin dar señales de vida al reclamo de un vídeo en el que apareces en el gimnasio haciendo sentadillas.

Culos y abdominales tienen más probabilidad de recibir una respuesta que cualquiera de tus intentos de conversación.

Quizás en algún momento dudes de todo esto porque, no solo ha vuelto a escribirte, sino que viene con un plan que te apetece un montón bajo el brazo.

Esta tarde te llama y te cuenta, o mejor, directamente quedáis la próxima semana y os ponéis al día. Pero como vuestro futuro no existe, vas a volver a quedarte esperando esa llamada o esa cena que nunca llega.

Y es que bien que se cuida de usar términos ambiguos cuando habla de vosotros, para que quede claro que no sois nada, que todo está en el aire, pero que no cierres la puerta, porque igual cuando le pique la entrepierna, tienes suerte y despeja la agenda.

He podido comprobar que por mucho que todo esto se esté cociendo de una forma descarada, nunca va a hablar del elefante en la habitación (el fantasma, en este caso) aunque le sacas el tema.

Todo va bien, no ha cambiado nada, eres tú quien se está montando la película de que no tiene el mismo interés.

Pero si te fías de tu instinto, llegarás a la misma conclusión que yo: ese comportamiento ni es normal ni está bien. O al menos para ti.

Antes de despedirme, quiero dejar un recordatorio que ojalá te grabes a fuego cuando empieces a verle las orejas al ghostingesa persona no quiere una conexión real.

Su vaga forma de comportarse es algo de lo que puedes aprender -porque cuesta muy poco hablar claramente por mucho que esté normalizado el silencio- y alejarte antes de que te haga daño.

Duquesa Doslabios.

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Culpo a la Covid-19 del fin del primer beso en las citas

Aunque lo ideal sería llegar a casa después de una primera cita con el pulso acelerado o la cabeza repasando detalles como la forma de sus ojos, no en todas las primeras citas hay química.

Pero cuando la hay, el momento que rodea acercarse por primera vez -casi hasta el punto en el que los labios están a punto de tocarse-, es uno de los más memorables.

Para bien o para mal, claro. El primer beso no es solo una interacción física, es un paso decisivo antes del momento de la despedida.

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Un broche que definitivamente puede hacer que se cambie de opinión confirmando que queremos seguir viendo a la otra persona o que, por el contrario, no ha habido suficiente compatibilidad.

Dejarse rodear por un beso no es solo buscar el roce de una lengua en la boca invitada. Es prestarle atención a los detalles que acompañan el momento.

Una mano que trepa por la nuca y acerca más la cabeza, otra que rodea la cintura… Y sobre todo, ponerle voz a esas zonas de contacto tratando de averiguar si es verdad que parece que existe electricidad en los roces.

La facilidad -relativa- con la que antes podías atreverte a iniciar la maniobra de acercamiento, parece ahora impensable. Incluso si sientes que es el momento y el lugar.

Esa señal inequívoca cuando, ya sea en pleno Paseo de la Castellana o bien frente al mar, perdida en la sonrisa visual de la otra persona (esa que solo puedes intuir por las características arrugas de los ojos), empieza a aletear algo en el pecho anticipando lo que, en otras circunstancias, terminaría con un beso inolvidable.

El coronavirus ha robado un sinfín de primeros besos (también de segundos y de terceros).

Y aunque es lo más prudente en estas circunstancias, la falta de conexión física nos deja con la duda de hasta qué punto nos podemos fiar de nuestro criterio cuando llega el momento de decirse adiós.

Y así como nos ha arrebatado la oportunidad de dejarnos llevar como nos gustaría, tenemos la suerte de que no se ha llevado el romance por el camino.

Porque si algo consiguen las citas Covid Free es que te fuerzan a hablar (aunque sea más alejados de lo que nos gustaría) y a buscar formas alternativas de acortar las distancias físicas.

Ahí está el verdadero reto. En besarse sin tocar.

Duquesa Doslabios.

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La segunda cita es más importante que la primera (aunque no te lo creas)

Las primeras veces suelen dejar bastante que desear. Y aquí hablo desde la experiencia absoluta. Con más razón todavía si me preguntas por las primeras citas.

Expectativas por las nubes, nervios desatados, un retraso por parte de la otra persona que hace que tengas que esperar 45 minutos en la calle, conversaciones infinitas sobre el gimnasio, un plato que sale mal (con trocitos de cristales, historia real), una despedida un poco fría…

PULL & BEAR

Que sea la que más a menudo vamos a recordar -porque marca el comienzo si la historia va más allá- es la excusa perfecta para que exista demasiada presión a su alrededor. 

Discutía con un amigo la teoría de que la primera cita debería ser siempre algo casual. Una postura inversa a mi pasión por diseñar encuentros dignos de película hollywoodiense.

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En su opinión, era mejor una toma de contacto informal dejando para la siguiente ocasión un plan más especial.

Pero, ¿qué pasa cuando no las tienes todas contigo? ¿Es buena idea volver a quedar si te sientes a medio camino entre que no sabes si hay chispa o no quieres volver a ver a la otra persona?

Pues sí, porque entre una cita menos y una cita más, tampoco hay tanto gasto de energía ni de tiempo. Pero sobre todo porque hay poco que perder y mucho que ganar.

Hay tantas razones por las que la primera vez que te ves con alguien puede salir mal…

Desde que se estaba atravesando un mal día hasta que ganaron la partida el estrés o la ansiedad por la presión que rodea un primer encuentro.

Esa segunda cita es sinónimo de seguridad, la confirmación de que hay algo de interés por la otra parte, lo que se traduce en acudir con más confianza.

También es la mejor ocasión para repasar qué podría haber ido mejor y ponerlo en práctica. ¿Monopolizaste la conversación? ¿Te quedaste con ganas de preguntarle por sus anteriores parejas? Es el momento de rectificar y poder profundizar.

Y si sigo sin convencerte porque lo que te ronda por la cabeza es que segundas partes nunca fueron buenas, te recuerdo que El Imperio contraataca, Las dos torres o El caballero oscuro son la prueba de que a veces (solo a veces) hay excepciones a la regla.

Duquesa Doslabios.

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Casa e hijos: tu próxima relación seria podría salir de una ‘app’ de ligar, según un estudio

Conocer gente a través de una pantalla pone ciertas cosas fáciles. La primera saber que, en cualquier momento y solo pulsando un botón, puedes cortar la comunicación sin dar explicaciones.

Si quedas y no sale bien, habrá un repuesto cerca a golpe de click. Y la tercera es que hace que conocerse en persona sea tan sencillo que no requiere un esfuerzo más allá de proponer ir a tomar algo.

Y además sabiendo que puede dar pie a que avance rápido.

DEREK ROSE

Así que sí, admito que soy de las que veía en este tipo de aplicaciones el campo de cultivo perfecto para historias esporádicas.

Muy intensas y muy fugaces, como un petardo. Al menos, así funcionaban (o lo había comprobado en su día) hace años.

Sin embargo, parece que o bien las apps de ligar se están adaptando a los nuevos tiempos o hay quienes empiezan a utilizarlas como auténticas celestinas del siglo XXI.

Hace unos días, un amigo me contaba que, en su familia, dos de sus hermanos habían encontrado a sus parejas en Tinder. Ayer mismo, mi hermano se abría un perfil en Bumblee con el filtro de que buscaba una relación.

Aunque la prueba definitiva de que las cosas están cambiando más allá de mi círculo cercano (no solo encuentro ejemplos en mi entorno) ha sido el último estudio de la Universidad de Ginebra.

Analizando las intenciones de aquellas parejas que habían conectado de manera digital, llegaron a la conclusión de que no solo estaban más dispuestas a irse a vivir con la otra persona, sino a formar una familia en poco tiempo (sí, incluso antes que las personas que se conocían offline).

Claro que la pandemia ha también ha jugado un papel crucial en esto. Si dar con una persona con quien se tienen en común objetivos o planes de vida -que además resulta atractiva-, podía conseguir que las cosas fueran a una mayor velocidad, el distanciamiento social ha hecho el resto.

Durante varios meses, ya fuera por aplicaciones hechas expresamente para conocer gente o incluso el propio Instagram, hablar ha sido el nuevo quedar en directo.

Y sobre todo hacerlo largo y tendido, sacando temas que igual ni nos planteábamos y llegando a profundizar en la otra persona. La chispa ha surgido y no solo se han roto parejas durante la cuarentena.

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Historias que arrancan, relaciones que han dado el paso y se han mudado a un piso, quienes han hecho la gran pregunta y se casarán en 2021…

El amor se ha abierto camino.

Así que parece que hay vida (y futuro) más allá del swipe right. Quizás se puede sentar la cabeza con el próximo match y quienes somos algo escépticos a encontrar el amor en las peceras digitales, nos atrevamos por fin a probar el agua.

Duquesa Doslabios.

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Las señales confusas más típicas que mandamos (y por qué lo hacemos)

¿Te ha pasado alguna vez que cuando te sientes a gusto conociendo a alguien -y crees que es recíproco-, esa persona comienza a comportarse de una manera algo extraña y aquello (que no tenía ni nombre todavía) termina por enfriarse?

Es cuando entran en acción una serie de señales que, por su dualidad, te hacen dudar de que estés yendo hacia delante o hacia atrás.

Una de mis asignaturas pendientes es aprender a identificarlas -cuando las recibo y cuando puedo estar emitiéndolas-, porque o yo soy muy poco avispada o de verdad que las nuevas formas de relacionarse se me escapan.

CALVIN KLEIN

El objetivo de recurrir a ellas, consciente o inconscientemente, no es otro que tomar un poco de distancia, que puede ser porque no se tiene todavía claro si hay interés en que pase algo más, por un posible miedo al compromiso, por la incertidumbre de que las dos personas estén en el mismo punto o bien para ralentizar un poco el avance, porque se está en un momento cómodo.

Y todo eso sin necesidad de hablar del tema. Lo que somos capaces de hacer con tal de evitar poner las cartas sobre la mesa

Haciendo autocrítica, hay una en la que caigo de cabeza: la de poner mi vida sentimental en un segundo plano.

Si ya de por sí mi rutina es ajetreada, de un tiempo a esta parte, tiendo a dejar a alguien que pueda estar conociendo relegado a un puesto por detrás de cosas como el trabajo, la familia, quedadas con amigos, estudios e incluso el gimnasio.

Quiero pensar que, si se diera el caso de que aquello empezara a rodar con más fuerza, iría recolocando las prioridades. Pero en un punto en el que todo está tan en el aire, suelo encontrarme bastante ocupada como para hacer planes con regularidad.

Peco también de convertir los mensajes en un diálogo infinito en el que pasan horas entre bocadillo y bocadillo. Y sí, claro que es normal sentir bajón si es imposible seguir una conversación fluida con alguien a quien quieres conocer más en profundidad, sobre todo si el régimen de respuesta es de cuatro o cinco veces al día.

Aunque, por otro lado, bien que nuestro nombre aparece de los primeros de su lista de visualizaciones cuando la otra persona sube una historia. Es de esas pequeñas incoherencias que caracterizan el clásico Hot N Cold -que cantaría Katy Perry-, estamos lejos pero con la suficiente cercanía como para enterarnos de todo y responder con el emoji de turno, cuando igual todavía hay un mensaje sin contestar en la bandeja de DM.

Debo romper una lanza en defensa de que no siempre resulta fácil abrirse. E, incluso cuando lo queremos hacer, expresarse a través de un teclado y no mirándose a los ojos tampoco es la mejor alternativa.

Al final, todo lo que no sea que lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace vaya en la misma dirección, puede dar pie a confusión. Y eso es algo que va desde tener interés (si realmente lo hay), mostrar cariño y hacer partícipe a la otra persona en nuestra vida.

No hace falta tener la conversación de si se es pareja o no (que igual ya somos un poco mayores para eso), pero sí se puede sacar el tema de si se está a gusto y se está en el mismo punto. Sea el que sea.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si volvemos a currarnos las primeras citas?

Hoy he vuelto a despertarme romántica. Exactamente igual que en los últimos 28 años, hay cosas que nunca cambian.

En mi mañana de melancolía quiero confesar que echo de menos las primeras citas. Pero las primeras citas auténticas.

PULL & BEAR

No me refiero a esos encuentros a medio camino entre casa de uno o de otro a tomar algo en cualquier bar que fuera cómodo y estuviera bien comunicado, sino a las primeras citas como las que organizaba durante mi adolescencia.

En aquella etapa -tan intensa para la mayoría de cosas-, quedar con alguien por primera vez era todo un acontecimiento.

Y no me avergüenzo de decir que, ya en esa época, pensaba en cada minúsculo detalle: desde el sitio, la ropa, si llevaba el mp3 con una selección musical que escuchar mientras se pusiera el sol y que pudiera servir como canción de los dos, un cuaderno para inventarme un juego de escritura en medio de Debod…

Pero es que realmente vivía aquellos instantes con la emoción de que podría ser la historia que más repitiera a lo largo de mi vida. Incluso aunque me saliera el tiro por la culata, el intento de beso en una cobra o solo durara aquello una semana.

El desenlace era lo de menos.

Para mí, lo importante era darme al 100% desde el primer momento, poniendo toda la carne en el fuego. Y repito que lo de que saliera bien o mal pasaba a un segundo plano, lo importante era ayudar a las chispas (si se daban, por supuesto) con todo lo que estuviera en mi mano.

Entiendo que hoy en día, con la cantidad de gente que conocemos (o que podemos conocer si nos ponemos a ello gracias a ciertas apps), este ritmo de vida tan frenético y nuestros dos, tres o cuatro trabajos, dedicar una hora a organizar algo distinto, a buscar, a llamar por si abren el local a media tarde, a buscar un plan B por si no funciona el plan A, es todo un desgaste.

De la misma manera voy descubriendo que, por mucho que en el fondo anhelemos eso, no nos sale dedicarle tanto esfuerzo e incluso hay quien puede asustarse de encontrarse con una persona que lo planifique demasiado (¡Alerta, no vaya a ser que le gustemos o algo!).

Preferimos quedarnos en la comodidad del tomar algo, de los sitios de siempre, de la zona segura y los planes que, con muy poco, ya suelen salir medio bien. Pero ya no creamos historias.

Me gustaría que fuéramos más conscientes de lo valioso (y atípico) que es estar en una de esas citas sabiendo que le has dedicado ese esmero a alguien sin conocerle -prácticamente- de nada.

Y me quedo también con la visión desde el otro lado: la de que, de buenas a primeras, han pensado algo especial y tan alejado de tu rutina para ti.

Sin más expectativa que la de vivir un rato diferente contigo independientemente de cómo salga. Sin presión, de verdad. No van por ahí los tiros.

No recuperaría muchas cosas de mi adolescencia, pero sí esa valentía que teníamos a la hora de tirarnos a la piscina. Claro que, ya en el aire, pensabas que ojalá que hubiera agua, pero no cambio por nada la sensación de saltar con todas las ganas del mundo.

La vida es muy corta como para que pese más el miedo al porrazo que la adrenalina, la ilusión y todas esas emociones que terminan por movernos, que las que tienden a paralizarnos y quedarnos en las alternativas mainstream.

Las mismas a las que recurrimos, por costumbre, en todas las citas. Al bar y la cerveza de toda la vida.

Duquesa Doslabios.

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2021 no será un año para románticos

Definitivamente lo de volver a ligar, después de tantos años ‘fuera del mercado’, no es como montar en bicicleta.

Claro que puede que esté un poco oxidada y los nervios me la jueguen en algún momento -sobre todo cuando me viene la incontinencia verbal y me encuentro lanzando preguntas sin ton ni son-, pero me planteo hasta qué punto soy yo y cuánta dificultad tiene conocer a alguien en estos tiempos.

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Porque al final, volviendo a la bicicleta, tanto el medio de transporte como el código de circulación son iguales por mucho tiempo que pase.

Yo me siento como si alguien hubiera decidido (¡por su cuenta!) cambiar las normas, los códigos, lo que es válido y lo que no, el orden o incluso las palabras que antes te permitían desbloquear las capas de una persona.

Y así voy, no sé si del derecho o del revés, buscando el sentido en el fondo de un plato de pasta preguntándome en qué momento cantidad superó a calidad y el romance pasó a ser solo una categoría de Netflix.

En la generación de smartphone no puedes dar un paso en falso. Y si lo das, eres consciente de que el número de sustitutas nunca será un problema, algo que funciona en las dos direcciones.

Sí, también he aprendido que en esta era del fast dating no necesitas participar en un evento de citas rápidas para tener nuevos matches constantemente.

Pero incluso si no tienes una aplicación de ligar, me preocupa que sea el estímulo de gustar -la adicción por el like instantáneo-, el que le haya ganado la carrera al estímulo de despedirse y girarse para ver a la otra persona marcharse, sabiendo que una pequeñita parte de ti querría acompañar sus pasos.

Quizás me toca subirme al carro de la comunicación 2.0, la que se basa en mandar memes y fotos y hablar hasta las tantas de la madrugada a través de una pantalla.

Pero -y llámame clásica-, me gustaba más cuando eso lo hacía en el parque de debajo de casa, por mucho que fuera invierno y terminara con las manos como témpanos de hielo (ya se me ocurriría alguna forma de hacerlas entrar en calor).

Lo que más me duele es que, por primera vez en la historia, mostrar interés es sinónimo de debilidad. Da igual que diga Delafé «cuando hace ‘bum bum’ es que no hay queja» si la única desconexión que nos permitimos es precisamente la sentimental.

¿En qué lugar nos deja a los soñadores todo esto? Porque lo de ir con pies de plomo, cuando el corazón me pide andar ligero, no lo controlo demasiado.

2021 tampoco será un año para románticos. Pero seguiremos ahí, esperando el momento en el que podamos decir sin miedo a un ghosting ese «Me gustas», el mismo que viene acompañado con un «Pero me gustas de verdad».

Esperando el momento de enamorarnos de nuevo.

Duquesa Doslabios.

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¿De qué hablar para romper el hielo? Fernando Simón y otros temas que han triunfado en 2020

Cuando se trata de hablar al empezar a conocer a alguien, he descubierto que hay una serie de normas no escritas. La primera: no se da el número de teléfono, la aplicación que estés utilizando basta y sobra para mantener la conversación viva.

La segunda: un «jaja» a tiempo es una victoria. Da igual lo que vaya delante, si es una pulla, una indirecta o una declaración de intenciones. El «jaja» equivale a la norma matemática del «más por menos es igual a menos», así que consigue matizar lo que sea que digas previamente.

TINDER

La tercera, tener un buen tema, un as bajo la manga que enganche a la otra persona y mantenga el interés en hablar. Dar con la vía de entrada para una buena conversación puede pasar por el clásico stalkeo de las fotos colgadas en la red social (si tiene mascotas, los temas de animales no fallan) o, en el caso de las aplicaciones, recurrir a la información de la biografía.

En ese segundo caso, Tinder ha recopilado los temas que más se han repetido este año en las biografías de los usuarios. Y las tendencias de 2020 son un claro reflejo de lo que ha sido este año.

De todas las conversaciones que podríamos imaginarnos para ligar, poco se nos pasaría por la cabeza que el tema más repetido sería un médico epidemiólogo.

Pero lo cierto es que la persona que más se ha ‘pasado’ por los perfiles ha sido Fernando Simón. Aunque, ahora que la vacuna está en boca de todos, puede ser que cambiemos al icono pop de 2020 por el fármaco.

Poeque sí, el coronavirus ha condicionado la forma de ligar e incluso de presentarnos a nuestro crush (ya hiciera swipe left o swipe right). Houseparty, Zoom o #quédate en casa son los términos que más dieron de qué hablar en los primeros meses de la crisis sanitaria.

No significa que solo nos hayamos quedado en la pandemia. El exitazo de TikTok también llegó a Tinder, así como las ganas de viajar. La aplicación permitió a los usuarios «moverse por el mundo» y se enviaron un 76% más de mensajes.

Además de Fernando Simón, otras celebridades como Bad Bunny o Ibai se convirtieron en los más repetidos en las biografías. Sin embargo no ha sido solo el año de personajes, también el gaming ha vivido su época dorada al servir de excusa para tener citas (virtuales, por supuesto) y dar con el match al que le gustan también los videojuegos.

Qué nos deparará 2021 a la hora de empezar una conversación, más allá de la vacuna, es un poco un misterio. De lo que no tengo dudas es que, como en 2020 (y al menos durante los primeros meses del año), la mascarilla seguirá siendo fundamental en las citas.

Como buena romántica, quiero pensar que lo que vendrá en el nuevo año es la ansiada antigua normalidad (que no la nueva) y podremos volver a hablar o presentarnos sin que el coronavirus se lleve el protagonismo.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si hubiera una forma fácil de saber si vais a quedar en persona?

Hace poco, una amiga muy sabia creó el concepto ‘Romance de Schrödinger’, algo que definió como una historia de amor que sucede y no sucede al mismo tiempo.

Y no se me ocurre mejor ejemplo para explicar la forma en la que nos comportamos hoy en día, cuando se trata de ir un paso más allá con alguien.

PULL&BEAR

Porque, por un lado, parece que aquello tiene futuro. Hay señales inequívocas. Te ha contado sus traumas infantiles, le detallaste al milímetro aquella movida que hubo en tu familia y no pasa un día sin que os preguntéis cómo estáis.

En tu cabeza ya fantaseas con lo que puede salir de ahí (¡y qué fantasías! ¿No te apellidarás Grey?), pero a la hora de la verdad aquello no termina por ir a ningún lado.

Lo bueno es que, si prestas atención, hay una serie de indicadores que adelantan el resultado. Una serie de spoilers que, por mucho que te niegues a ver, son la prueba de que no vais a quedar.

  1. De 0 a 100 y 0 otra vez, así son la mayoría de las conversaciones. Hay días que es como si no hicierais otra cosa más que responderos y otros en los que tarda varias horas en contestar. Y no solo eso. Cuando lo hace, emplea monosílabos, frases cortas y tira poco del hilo para que el tema siga fluyendo. En definitiva, no le apetece tanto hablar. Una conducta que puede terminar en un ghosting o, igual de cruel, contigo en el banquillo. Esperando a que un día se aburra, vea una historia en la que sales especialmente bien o no tenga nada mejor que hacer y decida emplearse a fondo hablando.
  2. Aunque claro que en la era digital es muy común que parte del proceso de conocer a una persona suceda a través del teléfono, lo que no es del todo normal (ni siquiera en la era Covid-19) es que nunca se dé el contacto físico. ¿Siempre habla de una hipotética quedada que nunca llega a materializarse? ¿Contesta con un ‘estaba con lío’ cuando le dices de tomar algo’? ¿Deja en leído la conversación al intentar cerrar plan, pero luego sigue hablándote como si nunca hubieras dicho de veros? No son buenas señales. Cuando hay interés auténtico, lo de verse en persona se convierte en una necesidad real.
  3. También puedes fijarte en las respuestas que recibes cuando intentas cerrar una fecha. Constantes cambios del plan, que no pueda acudir en el último momento o que siempre tenga una cita el día que ya le habías dicho son pruebas de que -aunque te cueste creerlo- no eres una prioridad en su vida y va a tratarte como un plan de segunda, llegando a dejarte detrás del dentista (y mereces a alguien que te valore al menos tanto como a una buena limpieza bucal).

En definitiva, actitudes evasivas e irregulares sin ningún tipo de explicación -que pueden darse en estos ejemplos y en tantos otros-, deberían hacer sonar las alarmas en tu cabeza. Cuanto antes lo identifiques y dejes de gastar tu tiempo con estas personas, antes podrás conocer a alguien que de verdad quiera conocerte sin trampa ni cartón y no como si fueras el plan B.

Duquesa Doslabios.

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