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‘Te vas a quedar soltera’

«Nunca tendrás novio», sentenció mi seguidor en una de mis publicaciones de Instagram donde daba mi opinión sobre el caso de Rubiales y Hermoso.

Podría haber contrargumentado mi análisis, haber dejado de seguirme, hasta haberme bloqueado, si me apuras, pero eligió esas tres palabras en concreto para tratar de hacerme el máximo daño.

«Bueno, tú podrás decir lo que quieras de la actualidad, del fútbol y hasta del machismo, pero nunca tendrás novio». Ese era su consuelo. Esa era mi ‘condena’.

mujer soltera

PEXELS

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Aquel comentario me hizo viajar al pasado.

A un pasado en el que, nuestras abuelas, a poco de convertirnos en mayores de edad, ya nos preguntaban por parejas, preocupadas de que todavía no estuviéramos casadas ante los ojos de Dios ni tuviéramos hijos (porque en ese momento de sus vidas, ellas ya habían sido madres).

Si además le decías que ibas a centrarte en tu carrera universitaria, que ibas a aprovechar para viajar y conocer mundo o aprender idiomas, y que traer un novio por Navidad no entraba en la lista de prioridades, porque además querías un novio adulto que se hiciera responsable de la mitad de la tarea doméstica y carga mental, el drama estaba servido.

En ese momento, tu abuela, al borde del colapso mental, manifestaba su preocupación diciéndote que «así no te va a querer nadie y te vas a quedar para vestir santos».

Conste que no culpo a nuestras abuelas. En sus tiempos, ser mujer era eso: nacer, crecer, casarte, reproducirte, limpiar, barrer y cocinar.

Y si no lo hacías, te quedabas destinada a adornar la iglesia que te pillara más cerca, asegurándote de que los ropajes de las tallas de santos y vírgenes estuvieran en perfecto estado (de ahí el origen de la expresión).

Mi seguidor era bien conocedor de este subcontexto machista cuando hizo el comentario. En un mundo donde el amor es lo que nos valida, es lo peor que se le puede decir a una mujer: nadie va a quererte, vas a ser una soltera.

Soltera.

La palabra que recibimos como una amenaza velada de ese futuro incipiente donde solo los gatos y las plantas son los seres vivos que nos acompañarán por el resto de nuestra vida.

Pero hay algo que él no podía imaginar. Esa idea ya no nos asusta y además es falsa.

 

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No hay miedo en la soltería por ‘culpa’ de unos padres que nos han educado en lograr lo que nos propongamos y sentirnos realizadas a través de ello.

Unos padres que nos han apoyado en una formación que nos permitiera ser independientes, hasta el punto de que no necesitáramos que nadie se ocupara de ‘nosotras’, porque podemos arreglárnoslas -no solas-, pero sí por nuestra cuenta.

Y vaya si caló el mensaje.

Les creímos hasta el punto de que, para muchas de nosotras, tener pareja ya no es una prioridad: es un complemento que si forma parte de nuestra vida, genial, pero si no aparece, no nos determina la felicidad.

Ya no necesitamos el amor romántico para sentirnos realizadas y la boda no es el culmen de nuestra vida.

Pero sí lo es ese ascenso merecido, el viaje a otro país con una cultura distinta a la nuestra, pedir una hipoteca a nuestro nombre, hacernos un viaje en coche de 600 kms, aprobar las oposiciones, ser madres solteras

Lo que nos preocupa no es echarnos o no novio, es el imparable cambio climático que significa que el de 2023 es el verano más frío que recordaremos en nuestra vida, nos preocupa que el sistema sanitario esté bajo mínimos.

Nos preocupa que la pensión que nos corresponda, nos permita tomarnos una cerveza en una terraza de Madrid, pero no una asistencia sanitaria para que nuestra calidad de vida no caiga en picado cuando no seamos independientes.

Pero sobre todo, que soltera no nos da miedo porque no significa sola. En el camino de priorizarnos, el núcleo duro está formado por familiares, compañeras y compañeros, amigas y amigos.

Y si estar soltera es porque llega a nuestra vida una persona cuya razón de incompatibilidad sea que rechaza el feminismo, pues sí, mejor estar soltera.

Aunque si pienso en el comentario, me encantaría decirle que identificarme con un movimiento que busca la igualdad nunca ha afectado mi vida sentimental.

Solo significa que de cara a establecer vínculos, resulto atractiva a un tipo de público que cree en la igualdad entre hombres y mujeres y que, de la misma manera, yo me fijo en las personas que comparten mi mentalidad.

Pensando de esa manera no es que tengas más posibilidades de quedarte soltera, lo que tienes son más probabilidades de tener una pareja feminista.

Mara Mariño

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El problema no es que las mujeres seamos ‘muy exigentes’, sino los hombres que no se han adaptado

Mis dos abuelas trabajaron por un tiempo tanto dentro como fuera de casa.

Ambas compartían que, sin el salario de sus maridos, no habrían sido capaces de salir adelante con aquellos (pocos) ingresos que recibían, quedando relegadas a dedicarse a la familia.

mujer sola feliz

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Dos generaciones después, sus nietas -y las nietas de tantas otras abuelas-, nos hemos liberado en cierta manera de aquella estructura que nos destinaba sí o sí a ser amas domésticas hasta el fin de nuestros días.

Ya no necesitamos un hombre al lado, podremos pagarnos un piso de solo 40m2, pero somos independientes, tenemos nuestro trabajo.

El camino para llegar a este punto ha sido largo, muy largo. Tanto que hemos tenido que aprender a priorizar nuestra carrera profesional sin remordimientos y a preguntarnos si realmente queríamos ser madres (y no dar aquel destino por hecho).

Y en ese proceso ha entrado también mirar desde un punto de vista crítico todos esos mensajes del amor romántico que nos decían que solas no éramos nada.

Solo a través del amor podíamos validarnos, sentirnos realizadas.

Ahora tenemos la libertad de elegir en todo, parejas incluidas. Lo que puede explicar que a veces sea tan complicado dar con una persona con quien queramos compartir nuestra vida.

Hay quienes sostienen –coaches del amor en su mayoría- que solo nos movemos en estratos de tíos ‘superiores’ o, como los llaman, los ‘tíos top‘.

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Hombres que, según ellos, son a los que concedemos citas por estar monetaria y educativamente a nuestro nivel.

Pero la realidad es que escogemos parejas porque las queremos, no porque las necesitamos.

Y nos ha llevado mucho trabajo entender qué es lo que queríamos, llegar a la conclusión de que estamos mejor solas que con una pareja que no cumple nuestros requisitos más básicos.

Esos requisitos no son de poder adquisitivo o educación, porque, como digo, ya tenemos esas cosas nosotras. Pero son estándares mucho más difíciles de encontrar: empatía, respeto, cariño, responsabilidad afectiva

Lo que ha pasado es que la estructura que antes nos tenía en casa, y nos empujaba a buscar pareja para sobrevivir, ha cambiado.

Esta nueva estructura para los hombres ya que no les beneficia como la anterior, porque no les garantiza una pareja con la única condición que tenían antes: ser la figura patriarcal autoritaria, el cabeza de familia por ser el suministrador.

Pero en vez de tratar de adaptarse al cambio, de hacer el esfuerzo de aprender de emociones y relacionarse de manera más igualitaria con nosotras, lo que veo es que somos las mujeres quienes recibimos el mensaje de que bajemos las expectativas.

Allá donde mires, hables con quien hables, si estás soltera te dicen que es que «Eres muy exigente», «Eso te pasa por ser selectiva» o que quizás «Si bajaras la vara de medir, tendrías más citas» .

En definitiva, volver a esa estructura anterior porque era lo que funcionaba para ellos.

La situación actual es que los hombres a los que les falta esa adaptación, nos critican diciendo que o rebajamos las exigencias o vamos a acabar solas con gatos (y locas, claro).

Sin embargo, pasan dos cosas, la primera es que estamos en el punto en el que preferimos no tener pareja, antes que estar mal acompañadas.

Nuestras amistades, familiares y redes de apoyo son una fuente más que suficiente de amor y diversión.

Y la segunda, que tampoco nos quedamos solas porque cada vez hay más hombres evolucionando.

Lo que quizás refleja es el miedo que pueden tener aquellos que no se plantean cambiar ni un ápice, porque quienes van a quedarse solos, son ellos.

Mara Mariño

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5 frases que tienes que dejar de decir a las personas solteras

Hay dos cosas que fastidian mucho cuando estás soltera, la primera es que, cuando compras comida y vives sola, tienes miedo de que se ponga mala, porque todo depende de la velocidad a la que comas.

La segunda, las frasecitas.

mujer harta

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Sí, me refiero a las que escuchas de tus amistades (emparejadas, por supuesto) para intentar ‘animarte’ sobre tu situación.

Y aunque no tienen mala intención, no solo dan por hecho que queremos estar también en una relación, sino que muchas de ellas se basan en mitos del amor romántico.

El mejor ejemplo es el de «El amor llega cuando menos te lo esperas», como si fuera el autobús un día de servicio mínimo por huelga.

Además de que nadie tiene pruebas científicas de que eso sea así, quizás no se está buscando el amor.

A lo mejor lo que realmente quieres que llegue es una bajada en los precios de alquileres, para poder independizarte por tu cuenta, sin tener que compartir con nadie, porque estás feliz con tu perro como único compañero de piso.

Otra que también decimos es «¿Y cómo es que no tienes novio?» Pues porque no, punto. Echarse novio no es tan sencillo como echarse una bufanda alrededor del cuello.

Puedes tener toda la predisposición del mundo o no tener tiempo, dar con personas con las que no te apetece crear vínculos emocionales o, simplemente, estar bien a tu aire.

«Es que eres muy exigente», te toca escuchar de vez en cuando.

Bueno, quizás querer a tu lado a una persona que no es celosa, a diferencia de tu amiga que ya está casada con alguien que no le deja ni hablar en el gimnasio, no es precisamente poner el baremo por las nubes.

En el momento en el que tienes claro qué quieres y cómo mereces ser tratada, no conformarte con menos no es una exigencia, es un básico de autocuidado.

«¿Por qué no pruebas…?», es la frase que viene acompañada desde aplicaciones móviles para conocer gente a eventos de citas rápidas o incluso cruceros para personas solteras por las Islas Griegas.

Algo que se suele decir en un contexto en el que, en ningún caso has pedido ayuda ni sugerencias de cómo conocer a gente y que además, no tienen por qué ser la solución a todos los problemas ni funcionar igual de bien para todo el mundo.

Hay quien tiene la suerte de encontrar a su pareja en un primer y afortunado match y quien odia la idea de tener un perfil en una aplicación de ligar.

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Otra de las relaciones que todavía no hemos deconstruido suficiente es la de relacionar la maternidad con la pareja.

Porque todavía hay quien, enterándose de tu estado civil, te suelta un «¿Es que no vas a tener hijos?» y se queda tan a gusto.

Como si la única manera de concebir fuera en una relación.

No solo existen otras maneras de ser madre y soltera -como la fecundación in vitro con un donante de un banco de esperma, por ejemplo-, sino que hay vías alternativas como la adopción.

Si se quiere cumplir el sueño de ser madre, tenemos que dejar de lanzar mensajes como que una persona sola no puede hacerlo.

Más que nada porque no solo se es capaz -y todos tenemos un caso monoparental en nuestra familia, si lo piensas, que lo demuestra-, sino que la pareja no te garantiza que vaya a haber corresponsabilidad en la crianza.

Puede que, al leer estas frases, pienses que, si alguna vez las has usado (como es mi caso, confieso), no ha sido con mala intención, sino todo lo contrario.

Pero desde el otro lado se reciben con cierta condescendencia, porque cuando las escuchas te recuerdan al «¿Estás triste? Sonríe».

Ni estar soltera depende de una sola persona -hay una serie de factores que no se pueden controlar– ni debemos dar por supuesto que el estado ideal es estar en pareja y enseguida intentar ‘solucionar’ su situación.

¿La mejor pregunta que puedes hacer entonces? ¿Cómo estás? ¿Qué me cuentas? ¿Alguna novedad en el trabajo? ¿Qué tal tu familia? ¿Eres feliz?

Pero vaya, puedes aplicarlo a una persona soltera y a cualquiera en realidad.

Mara Mariño

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‘Slow love’ o tomarte las cosas con calma cuando estás conociendo a alguien

Recuerdo cuando terminó la pandemia como una etapa muy movida en cuanto ligoteo, era como si se hubiera desatado la revolución sexual que tanto canta La Casa Azul.

cita romántica

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Ahora, las mascarillas han desaparecido de la ecuación. Las restricciones también.

Podemos volver a acercarnos disimuladamente al borde de la mesa de la terraza, para estar más cerca de la otra persona, sin miedo de contagiarnos.

Total, hemos perdido la cuenta de las dosis de vacunas que llevamos encima.

Pero esa urgencia de después de los meses de cuarentena, ha terminado por diluirse.

Al encierro le ha seguido otro fenómeno: el de las bodas sin fin.

Las que se retrasaron se han concentrado en este verano y, cuando vas a la tercera de ellas, te planteas si no estaría bien dejar de dar tumbos sentimentales y tener alguna conversación más allá de «¿tienes la casa libre?».

Y es algo que también ha descubierto We-Vibe realizando una encuesta a solteros y solteras.

Lo mejor es que la conclusión a la que han llegado es que nos estamos tomando las cosas no solo con calma, sino con dedicación.

Conocerse bien a todos los niveles ya es más importante que si surge un polvete. La química está muy bien, pero la compatibilidad manda.

Y para averiguar si se tiene, las conversaciones previas son las que ayudan a que se vayan construyendo esa conexión emocional de cuando descubres que a la otra persona también le apasiona El Señor de los Anillos.

Una vez el vínculo emocional es seguido de la afinidad, la química en el sexo no puede faltar, es otra de las pruebas de fuego.

De hecho casi la mitad tanto de hombres como mujeres, terminarían una relación si sexualmente no es satisfactoria, revela el estudio.

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En nuestro caso, el 29% de las mujeres españolas tratan en profundidad el tema de los deseos y fantasías sexuales durante los tres primeros meses de relación, según el estudio de la empresa.

En el caso de ellos, el 27% lo tratan en el primer mes.

Y ahora la pregunta del millón, ¿cómo llego a ese punto de conexión?

Ana Lombardía, que es experta en bienestar y salud sexual de We-Vibe (y le entrevisté hace poco por el lanzamiento de su libro), tiene claro qué claves nos acercan.

Para empezar, es fundamental abrirse en cuanto a los miedos -especialmente si hay nervios de por medio-, también tener la paciencia de conocerse sin prisas por ‘recuperar el tiempo perdido’ y, sobre todo, coquetear.

Según la sexóloga, es como conducir, no se olvida nunca. Pero con un poco de práctica -en un bar, un plan con amigos, una sesión de entrenamiento en el parque-, puedes volver a dejar salir tus encantos y ver qué pasa.

En resumen, tómatelo como la slow food o el slow sex, tan de moda ahora. Hazte fan del slow love.

Mara Mariño

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¿Cómo sabes si es el momento de volver a tener citas?

Después de quedarme soltera, lo tuve fácil para saber cuándo quería volver a tener citas.

Necesitaba quedar con gente que no me preguntara por mi ex por el simple hecho de que no supieran de su existencia y la conversación no girara en torno a él.

Aquello me llevó a tener una serie de citas desiguales. Yo conseguía ‘huir’ del nombre de mi anterior pareja, pero no buscaba conectar emocionalmente con nadie.

En ese momento, por mucho que la otra persona me resultara estupenda (que algunos lo fueron), me veía incapaz de poder llegar a algo más.

Tenía citas, sí, pero para mí no era más que una vía de escape y no un interés real de conocer y bucear en el chico que tenía enfrente.

El clavo que saca a otro clavo no funcionaba en este caso por mucho que siguiera la recomendación de seguir quedando.

No dependía de cuántos pudieran completar la agenda, sino de que mi capacidad emocional llevaba el ‘modo avión’.

El miedo al dolor o a que volviera a pasar lo mismo eran claros: no estaba preparada para volver a la carga.

Cualquier profesional habría visto claramente mi problema: al bloquear mi habilidad de estar presente de manera emocional con alguien, no podía dejar que las cosas prosperaran.

No se tiene la energía para tener citas si todavía el pasado está estancado en el momento actual. Lo mismo pasa si no entendemos en qué punto nos encontramos.

Por mucho que quisiera salir y distraerme, el hecho de bordear el problema de raíz -que no estaba lista para abrirme– no concordaba con las relaciones que podía tener.

Solo dejándome seguir un proceso en el que poder llorar, perdonar, soltar lastre, aprender y volver a empezar.

Que si somos conscientes de que no estamos en ese punto, no enredemos a personas que pueden estar interesadas y dedicándonos esa energía que no somos capaces de darles de vuelta.

Duquesa Doslabios.

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La otra cara de la soltería

Por inercia tiendo a la positividad (qué remedio con estos tiempos que corren si no quiero terminar hundida en la miseria). Y es algo que he tenido que poner a prueba en 2020, así como en lo que llevo de 2021.

Te cuento, ahí estaba yo hace unos meses. Feliz. Feliz a rabiar. En un pisazo estupendo, el trabajo de mis sueños, una pareja que me hacía latir el corazón y la vida entera y una ristra de sueños por delante para despedirme de la veintena y agarrarme a los 30 como una osa, con garra.

En un abrir y cerrar de ojos, me encontré soltera, mudándome a casa de mis padres, notando que perdía otro óvulo bueno en esa última regla y, en definitiva, con una perspectiva de futuro completamente distinta a la que me había planteado.

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Así que después de un puñado de años fuera del mercado, tocaba comprobar cómo andaba la temperatura del agua por si me apetecía darme un baño en ese mar que dicen que está lleno de peces.

En otra época de mi vida, aquello habría sido una fiesta en la piscina como las de las películas americanas. Hoy aquí y mañana allí. Contigo, ese, aquel y aquella (por ejemplo).

Pero esta vez era tan diferente que el simple hecho de empezar a hablar con alguien ya me producía una tremenda pereza (y no os hablo de si encima era una de esas personas con las que necesitas sacacorchos para que la conversación fluya).

Vamos, que el panorama de la soltería no me parecía ni atractivo ni estimulante. Más bien un circuito en el que no quería meterme.

Lo bueno es que tomarme las cosas con calma y disfrutar de un periodo sola, ha hecho que caiga en lo mucho que estoy disfrutando en esta etapa conmigo.

Ya sé que es evidente -claro que lo obvio no quita lo cierto-, pero para empezar mi tiempo es solo mío. M-í-o. Y no sé tú, pero a estas alturas de mi vida, no conozco a muchas personas de mi entorno que puedan decir eso.

No tengo que ponerme de acuerdo para ver una serie, para seguir con la película que quedó a medias el día anterior u organizar si este finde se veían a sus padres o a los míos.

Que sí, que son ejemplos tontos. Pero que hacer lo que te apetece en cada momento de tu vida es un lujo que solo valoramos cuando ya no lo tenemos. Te lo digo yo, que he estado en el otro lado hasta hace dos días.

Y lo mejor es que el egoísmo de este momento no tiene nada de malo, porque al final estás sola. Así que no molestas a nadie si vives a tu manera, sea la que sea.

Esa cantidad de tiempo me está permitiendo darle vueltas a muchas cosas. A qué quiero y, sobre todo, a qué no. Por mucho que haya sido un mal trago ponerle fin a la relación, es como si hubiera subido de nivel. Una digievolución emocional que me está permitiendo ver cómo puedo mejorar de cara a la próxima vez.

Aunque esto vaya a sonar cutre, es otra grandísima verdad: me gusta encargarme yo sola de mis finanzas.

Organizarme para hacer solo gasto en las ocasiones especiales que yo decida (como puede ser celebrarme a mí o irme de viaje a ver a una amiga) y en definitiva, poder ahorrar en condiciones sin desembolsos que a lo mejor antes consideraba más superfluos.

Pero sobre todo porque me he quitado el runrún de muchos agobios que traía en la mochila emocional. Si había suficiente confianza, si no, si me estaría contando toda la verdad, si me podía fiar… Esos malos hábitos que viciaban el día a día empañando la rutina.

Cuando a tu lado no hay nadie de quien esperar nada, es imposible que te decepciones. Dos no discuten si uno no quieren y dos no discuten si solo hay uno.

He perdido el miedo que me acompañaba de si estaba con la persona correcta. Ese futuro que me preocupaba que no llegara a suceder, si nos casaríamos, tendríamos hijos, un bulldog francés o una parrilla para hacer barbacoas los domingos, ha desaparecido.

Si al principio me agobiaba la idea de haber perdido esa opción, me ha tocado entender que la vida no es como mi agenda. No puedo organizarlo todo y apuntarme las citas de cada semana. Se va haciendo por su cuenta independientemente de mis planes.

Así que, ¿para qué estresarme por lo que se escapa de mi control cuando puedo disfrutar los cambios? ¿Cuando quizás los caminos me lleven a otros sitios, personas y vivencias que resulta que también me apetece descubrir y que ni me había planteado?

Duquesa Doslabios.

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En San Valentin celébra(te) estar soltera

Llámame «típica», «ñoña», «romántica», «cursi» o «novelera», que me va a dar igual. Estando en pareja me encantaba San Valentín.

Me encantaba de la misma forma que el día del padre o de la madre hago un plan familiar especial. O como cuando es el día de la croqueta le escribo a alguna amiga que tocaría meterse una buena ración entre pecho y espalda.

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Porque por mucho que todos los días queramos a la pareja, a los padres -y a las croquetas, claro-, cosas tan bonitas de la vida que nos hacen tan felices merecen tener su propia fiesta.

Así que mi pregunta -por y para mí- solo podía ser una. ¿Qué iba a pasar con mi idea de San Valentín estando soltera? ¿El día de los enamorados me incluye si no estoy en pareja o no hay un crush en el punto de mira al que invitar a cenar?

He decidido que sí. Que en mi primer San Valentín soltera después de muchos años en una relación, me toca celebrarlo de alguna manera.

Hay algo que no cambia respecto a los otros 14 de febreros: el amor.

Los anteriores años eran la excusa perfecta para hacer algo especial entre los dos, aunque especial fuera algo tonto y no necesariamente digno de compartir en Instagram.

Pero cocinar una cena codo con codo puede ser tan romántico como cualquier ramo de flores que te manden a casa con forma de corazón.

Para 2021 he decidido celebrar el amor por el que he decidido estar sola, el que me profeso hacia mí misma.

El mismo que me llevó a tomar la decisión de separarme, de empezar una nueva etapa individual. Así que el homenaje me lo daré a mí, recordando por qué me puse por delante para cuidarme, cómo estoy, cómo va mi autoestima, cómo puedo quererme más, qué capricho (¿por qué no?) puedo concederme hoy para mimarme…

Y, por supuesto, cómo puedo darme placer, cómo hacerme disfrutar.

Porque todo lo que sea conocerme, es una forma de celebrarme. Un buen libro, un masaje, la subscripción a esa plataforma de Streaming o un juguete sexual entran en mi top de regalos personales en este día.

Si bien el furor por los succionadores de clítoris está más que justificado (y para mí es el nuevo básico del cajón de la mesilla de noche), también unas bolas chinas me parecen una buena idea -siempre es un buen momento para empezar a trabajar la musculatura del suelo pélvico-.

Sin olvidar el vibrador conejito, un buen recuerdo de que las ramificaciones del clítoris rodean la zona interior de la vagina.

«La cuestión es que si te apetece probar algún juguete, lo hagas sin ningún tipo de recelo. Son buenos complementos para tu sexualidad, a solas o en pareja», me recuerda Lorena Berdún, psicóloga y sexóloga (podéis encontrarle en lorenaberdun.es).

«Cuando te conoces bien, sabes qué es lo que te gusta, cómo responde tu cuerpo ante determinada estimulación y, por lo tanto, estarás más preparado/a para guiar a una posible pareja. Cuando te abres a otra persona y tienes la confianza para decirle lo que te gusta, las relaciones sexuales pasan a un plano mucho más rico y nutrido«, afirma.

Y aunque mañana no pueda darme el gustazo con nadie, me puedo encargar igualmente de que sea un gran día del amor de mi vida, yo. La persona con la que, a ciencia cierta, voy a tener la relación más larga.

Duquesa Doslabios.

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10 cosas que necesito para estrenar la soltería según mis amigos

Por si el tono deprimente de mis anteriores artículos ha sido demasiado sutil, lo confirmo por aquí. Comunicado oficial: vuelvo a estar soltera después de varios años fuera del mercado y cada vez más cerca de los temidos 30.

Y, como novata en el mundillo, una de las primeras cosas que hice fue preguntar qué venía a continuación.

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No es que no afronte que me toca escalar, una a una, las etapas del duelo hasta llegar a la esperada cima de la superación (prometo que estoy trabajando en ello y hago, día a día, mis progresos).

Es que estoy tan oxidada en esto de volver a planear sola que no sabía ni por dónde empezar. Así que, parafraseando al Cholo y su «Partido a partido», me planté en la casilla de salida a la espera de que me contaran qué artículos imprescindibles necesitaría en mi nueva vida.

Os comparto sus respuestas.

  1. Ropa interior nueva: me quedo con la duda de si se referían a lencería normal -de esa que usamos para el día a día- o a algún diseño fantasioso en vista de un horizonte futuro en el que pueden surgir nuevos encuentros sexuales. Desde la experiencia, y por lo pronto, me he centrado en las primeras aprovechando para hacer una buena limpieza. Sobre todo de los modelos que ya estaban machacados, esos que, ya con la confianza, no me daba vergüenza poner en nuestro extendedero.
  2. Condones: la protección es fundamental ya sea estando con una única pareja que manteniendo relaciones con varias, pero sí que es cierto que, en el caso de vivir una soltería en la que los encuentros se den con frecuencia, no pueden faltar los preservativos tan a mano como las mascarillas. No basta con dejarlos en el cajón de la mesilla. La persona soltera debe estar alerta, nunca sabe cuándo puede llegar la siguiente oportunidad.
  3. Plataformas de streaming/libros/videojuegos: la cosa es mantener la cabeza ocupada y, en el caso de tener cuentas conjuntas, negociar quién se la queda y quién tiene que darse de alta (o al menos si se quiere seguir disfrutando del plan Netflix & chill). Si bien me confieso incapaz de quedarme sola en casa viendo series, admito que está siendo un buen momento para recrearme en mi relación con los libros, que, además de distraer, ayudan a contraer el sueño por la noche (pantallas 0 – papel impreso 1).
  4. Apuntarse al gimnasio/cualquier disciplina deportiva: dice una página de Facebook que me apasiona que de las mayores rupturas amorosas nacen los auténticos culturistas. Y sí, el desengaño amoroso es fácil de combatir con una buena dosis de endorfinas. Además, haciendo actividades grupales aumentamos las probabilidades de conectar con nuevas personas (¡con las que encima compartimos gustos!).
  5. Algún capricho: este punto todavía me lo estoy pensando, pero me parece el más necesario. En mi caso, lo más seguro es que sea una limpieza facial profunda.
  6. Colonia nueva: según una amiga, se debe acompañar la vida nueva de un olor nuevo. Y aunque entiendo por dónde va la teoría, es el único punto al que me resisto. Soy de esas personas que se mantienen fieles a los aromas cuando dan con el que les encaja. Me gusta demasiado mi perfume del día a día como para cambiarlo, pero no descarto hacerme con uno más potente para las ocasiones especiales venideras.
  7. Satisfyer/succionador de clítoris: escribiendo un blog de sexo, este punto estaba más que cubierto. Pero es probable que, ahora que mi vida sexual es cero, comience una etapa de redescubrimiento de mí misma. Nunca es tarde para probar cosas nuevas o atreverme a pedir ese set de cuerdas que siempre me ha llamado la atención.
  8. Un viaje: cualquier destino es bien recibido en estos tiempos, pero en mi caso tengo claro que el primer desplazamiento fuera de Madrid va a ser para ver a una amiga. De forma que no solo disfruto de cambiar de ciudad, sino que me llevo de paso la mejor de las terapias, pasar tiempo juntas arreglando el mundo.
  9. Cambiar el corte de pelo: escribía en enero de 2019 (sin saberlo), sobre la relación entre una ruptura amorosa y un cambio de look. Estrenar peinado se puede traducir universalmente por el «Aquí estoy y sigo adelante», ya que nos sirve para mostrarnos a nosotras mismas -al menos de manera externa-, que damos comienzo a una nueva etapa de nuestra vida.
  10. Algo que tu ex odiara: voy a partir de la base de que no soy una persona vengativa, así que no me parece muy sano (para mí) comprarme algo a modo de revancha. Que, además, en mi caso, tendría que ser un kilo de azúcar para tomármelo a cucharadas. Pero puedo entender que haya quien encuentre sentido a esta última sugerencia. Quizás haciéndose por fin con ese cuadro que siempre le había gustado, pero que su ex no le dejaba colgar en la pared del piso.

Duquesa Doslabios.

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La vida es demasiado corta como para no disfrutar la soltería

«La envidia que le das a tus amigos emparejados cuando ligas», «Ver lo que te da la gana en Netflix», «Ir, entrar, salir, viajar, trabajar full time sin tener que rendir cuentas a nadie», «Vivir a tu aire», y mi favorita de todas: «Calma».

FACEBOOK TOMORROWLAND

Esas son algunas de las respuestas que me da mi comunidad de seguidores cuando lanzo la pregunta de las ventajas de optar por la soltería.

Una situación que ha pasado de estar relacionada a pasarte tus días en un piso rodeada de gatos o jugando a los videojuegos, a vivir la vida de una manera increíblemente plena.

Si algo hemos conseguido los millennials, y doy gracias a películas como ‘Mejor solteras’ que se han encargado de ellas, es de romper con el estigma de que solo en pareja podemos alcanzar sentirnos completas como personas.

Soltería es independencia, es libertad, es disfrutar de una misma con un 100% de felicidad. Hay pequeños placeres que la convierten en una opción que hay quienes mantienen toda su vida.

Solo se vive una vez, y, entre tantas relaciones, es imprescindible que exista una de autoemparejamiento, como lo define Emma Watson.

Hay un extraño bienestar en poder tirarte en el sofá con tu pijama más sucio del armario comiendo espagueti y con un vaso de vino. Pero también lo hay en no responder un mensaje de texto por el simple motivo de que no te apetece, sin que haya consecuencias..

Aunque no basta con reivindicar la soltería, también desde fuera de ella hay que aprender a respetarla.

Querría una ley que prohibiera las frasecitas condescendientes de turno. En tu boda, por mucha ilusión que te haga que las solteras peleen por el ramo, puede que no todas queramos pasar por el altar.

Ya vale de que el monotema de las comidas familiares es que a ver cuándo te echas novio o que se te va a pasar el arroz.

Lo mismo con las amigas. Quedas para contarte qué tal van las cosas, no para que tu vida sexual o emocional sea diseccionada o puesta bajo la lupa en una placa de Petri. Un escrutinio del que solo te libras si has sentado cabeza con alguien.

Al final, hay que recordar que por mucho que coincidamos en que siempre es de agradecer «que no te quiten el postre,» lo cierto es que soltería «es felicidad».

Duquesa Doslabios.

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Primeras citas

Querid@s,

No sé si llegue a comentarles que antes de coger el montante y despegar rumbo a Chicago me adentré en el fascinante mundo del espectáculo. Me dio por apuntarme a un concurso de primeras citas. No busco novio, pero me va la marcha estar delante de la cámara y si hace falta me apunto a un bombardeo. Por aquello de hacer televisión, porque quiero ser artista y para que se me conozca un poquito más por estos mundos de Dios. Así fue como me apunté al nuevo concurso de Cuatro, Primeras Citas. Es el nuevo dating show por el que apuesta la cadena y para la que sigue buscando solteros.

Parece que en España hay más solteros que parados. Nada más y nada menos que  de 17 millones de personas solteras y sin compromiso. Compuestas y sin novi@ como me recuerda mi madre casi cada día. Semanas antes de irme, participé en casting, rellené el debido cuestionario, hablé con varias persones a quienes conté mi vida en verso para que contactaran con la persona más afín a mi persona, inquietudes y un largo etcétera que no vienen a cuento. Me llamaron días después diciendo que tenían a mi hombre perfecto.

Desde el otro lado del teléfono, yo ponía cara de póquer. No lo creo. Incrédula, animada  y pendenciera. Dije que sí -¿por qué no?- y pa Madrid que me fui. Ahí viví una primera cita a ciegas en toda regla en un restaurante repleto de cámaras imperceptibles y Carlos Sobera como maestro de ceremonias. He aquí el avance del programa, búsquenme como buscan a Wally en sus multitudinarias ilustraciones.

Los celestinos de Primeras Citas me prepararon una primera cita a ciegas. Decían que perfecta. Juzguen ustedes mismos cuando lo vean, si es que les pica la curiosidad mi aventura televisiva. Se estrena este mismo domingo por la noche en cualquier canal de Mediaset y creo que salgo. No quiero adelantarles ninguno de los acontecimientos, tendrán que verlos ustedes mismos. Si les parece debatimos en los siguientes posts.

Que follen mucho y mejor.