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‘Bridgerton’: el desfile de hombres emocionalmente inaccesibles

Ya no sé cuántos días lleva Bridgerton en lo más visto de Netflix España. Y yo, como buena fan de la serie, he vuelto a caer en su trama romántica.

Solo le saco una pega, una vez más el protagonista masculino, es un hombre emocionalmente inaccesible.

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Algo tienen en común el duque, cuya trama se desarrolla en la primera temporada y el vizconde, protagonista en la segunda, son hombres tan centrados en sus objetivos y en sus deberes, que poco o nada de tiempo pueden dedicarle a los sentimientos.

Y, también en común en ambas temporadas, es la protagonista femenina -Daphne y Kate, en estos casos-, quien ‘salva’ al hombre del que se enamora con la fuerza de sus sentimientos. Quien le cambia con y por amor.

Si ese mensaje se me atragantó en la primera temporada, en la última que han estrenado, me ha empezado a preocupar.

¿Cómo vamos a tener relaciones sanas y buscar posibles parejas comunicativas y cariñosas si lo que más nos gusta de la serie de Netflix es precisamente ver todo lo contrario?

Puede que pienses que no es para tanto. Que tan solo es una ficción. Que tratándose de una serie que nos traslada al siglo XIX, no podemos tomar nota de sus lecciones.

Sin embargo Bridgerton sí que se ha encargado de actualizarse. La diversidad étnica de su casting es el mejor ejemplo de ello.

Entonces, ¿por qué las relaciones principales parecen seguir siempre la misma fórmula?

De hecho, hay tantas frases que podemos aplicarnos («El amor no son ojos que se miran, son almas que bailan»), y trasladar al día de hoy, que lo mismo nos sucede con las historias que vemos en la pantalla.

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Es imposible ver al duque o al vizconde y no pensar en ese crush que ha pasado por nuestra vida que cumplía las mismas características de los héroes.

Un hombre algo más mayor, con una carrera brillante, tan absorbido por su trabajo que no tiene tiempo de empezar una relación de pareja.

Un argumento que utiliza desde el principio para dejarte claro que no puede comprometerse con nadie.

Tiene un puesto de mucha responsabilidad, una jornada agotadora y, cuando se queda solo, necesita disfrutar de sus amigos o su familia, como bien te explica.

Solo le da la agenda para tener relaciones esporádicas –para follar sin apegarse siempre está disponible, curiosamente-.

Y nosotras, sintiéndonos la lady Bridgerton o lady Sharma de turno, no nos cansamos de esperar, de confiar en que los sentimientos harán todo el trabajo y él se verá, tarde o temprano, preparado para estar a nuestro lado.

Lo cierto es que, a diferencia de Bridgerton, lo que ocurre en la vida real es que, el emocionalmente inaccesible, solo puede dejar de serlo o bien trabajándolo por su cuenta o con ayuda profesional, si ni con esas es capaz de abrirse.

En ningún caso es ‘el poder del amor’ lo que, por arte de magia, va a conseguir que cambie en ese aspecto.

Pero como esa parte no sale en Bridgerton, solo la de las protagonistas enamoradas hasta las trancas de hombres que no las corresponden (y el final feliz correspondiente, por su puesto), preferimos quedarnos con eso.

El resultado no puede ser otro más que la historia de la era del ghosting. Quedarnos en el banquillo hasta que vuelve a acordarse de que estamos ahí.

Y cuando llama, una vez más, contestar corriendo complacientes y haciendo un derroche de afecto.

Puede que Netflix no tenga toda la culpa de que las relaciones que vivimos sean un desastre. Pero definitivamente no ayuda a que salgamos de ellas e intentemos estar con personas que sienten de manera libre.

Mara Mariño

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