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Del novio heterobásico al que cuestiona su masculinidad

Hace unos días fui a ver un espectáculo de monólogos en el que dos cómicos diseccionaban algunas de las actitudes -aprendidas- que tenían con las mujeres.

Y entre el público, parejas, en su mayoría, nos debatíamos entre la risa y la reflexión. Porque Heterobásicos daba qué pensar.

hombre masculino

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Quizá porque tanto yo como mi acompañante habíamos encontrado similitudes, por un lado o por otro, entre nuestras experiencias y los chistes.

Por supuesto, fue la ocasión ideal para hablar abiertamente sobre algunos de los palos que se tocaron. Aquel show de comedia había servido para dar pie a una conversación.

Algo parecido sucedió hace unos meses con la serie de Machos Alfa, que reflejaba el machismo -tan enraizado en la sociedad- de una manera en la que, entre broma y broma, la verdad asomaba.

La conclusión de que estos productos tengan ahora un hueco con el tinte de humor incorporado, es que por primera vez nos atrevemos a poner en tela de juicio la masculinidad.

Así como la trama de la serie incluye a los coaches en ‘nuevas masculinidades’ o los cómicos del espectáculo se posicionaban lejos de la masculinidad antigua, parece un buen momento para que los hombres se pregunten, ¿qué somos?

El vocabulario actual nos da todo tipo de términos: Joseantonios, simps, incels, pagafantas, planchabragas, mangina, calzonazos, heterobásicos, machirulos…

Unas palabras que van de un extremo a otro, desde el que presume de hipermasculinidad al que se le humilla por no mostrarla lo suficiente.

Raúl Macías, divulgador de masculinidades y educación sexual (@masculinidadsubersiva), y codirector de Macho Alfalfa, el podcast, es el primero que anima a cuestionarse ese ‘enganche’ con la masculinidad.

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«Rara vez para empoderar a las mujeres se habla de la feminidad, ¿por qué los hombres tenemos reticencias de enunciarnos como hombres sin acudir a la masculinidad?», reflexiona.

En su opinión, el cambio pasaría por hablar de otras formas de ser que se alejen de la idea de masculinidad más extendida.

«¿Qué es ser masculino? Ocultar tus sentimientos, mostrar tu fuerza física, validarte y reafirmarte como hombre a través de la ira o agresividad, ejercer el control de los relatos, ocupar el espacio público… ¿Cómo vamos a enunciar la masculinidad de otra manera si estas cosas queremos resignificarlas?»

Como señala, el problema pasa porque si no cumples esas normas aprendidas, que se leen no solo desde la masculinidad, sino desde la heterosexualidad, se sufren agresiones, violencia, rechazo, etc.

Ni alfas, ni betas, hombres libres

«Las nuevas generaciones deberían acercarse a la masculinidad desde la curiosidad», explica. Que es algo que persiguen tanto su podcast como la serie de Netflix o los espectáculos de comedia en vivo.

«Que no lo vean como un ataque, porque es una oportunidad de explorar otras formas de ser y habitar identidades sin la rigidez de los mandatos de la masculinidad».

Para Raúl, este cambio de dogma «no es una imposición, es cuestionarse la manera en la que nos mostramos al mundo y nos han dicho que debemos ser. Porque si no somos así, nos devalúan o sentimos que estamos fracasando».

«Los hombres solo tenemos miedo de otros hombres. ¿No nos debería hacer cuestionar de qué manera estamos construyendo al sujeto ‘hombre’? Hablar de otras formas de ser hombres es tener la libertad para elegir cómo ser y ninguna manera te va a llevar a sufrir violencia», explica.

«Eso nos permitiría ser más libres y ver a las demás personas como iguales. Si nos lo permitimos, vamos a respetar a cualquier sujeto.»

Sin embargo, divulgadores como Raúl son aún muy criticados en redes sociales, un acoso del que ha hablado abiertamente.

«Hay más hombres concienciados que les cuesta visibilizarse por el grupo de iguales, ya que está visto como una traición a la masculinidad. Somos menos los que alzamos la voz por la penalización que puede tener», afirma.

«Somos consecuencia de este movimiento por parte personas que han estado oprimidas, lo que nos ha llevado a que nos cuestionemos. Nos hemos adaptado a los nuevos tiempos al sentir que estábamos alineados con muchas cosas».

Y como él mismo explica, gracias a alzar la voz se han generado movimientos sociales que han agitado la forma de entender la sociedad y la propia forma de los hombres de estar en el mundo: «Se han puesto en duda comportamientos y conductas».

Las mismas que ahora sirven para nutrir las tramas de series, películas o shows de comedia desde una perspectiva que, hasta ahora, nunca habíamos visto.

Mara Mariño

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‘Machos Alfa’, la nueva serie que se cuestiona la masculinidad (más o menos)

Durante las fiestas he sido de las que se ha enganchado a una de las novedades de Netflix (y se la ha ventilado en un pestañeo, no me escondo).

Pero la combinación de serie que reflexiona sobre la masculinidad, junto al puntito de comedia y el casting, era demasiado tentadora.

machos alfa serie Netflix

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Machos Alfa hace muchas cosas bien. La primera y más evidente es poner sobre la mesa que los hombres ya no son los mismos.

O quizás sí son los mismos, pero es la sociedad la que ha cambiado y eso les obliga a cambiar.

Y eso, en un país como España, donde las cifras de violencia de género nos siguen poniendo la piel de gallina a diario, es hablar del elefante que estaba (y aún está) en la habitación.

Los cambios en los roles, cómo avanzan las relaciones y mutan con el paso del tiempo y, por supuesto, el feminismo, son algunos de los hilos conductores de la vida de los cuatro protagonistas.

Tengo también que decir que Machos Alfa dista mucho de ser perfecta.

Que los retratos de ciertas mujeres, como desquiciadas y amenazando con conductas tan tóxicas, como es poner la integridad física de alguien en peligro o amenazar, me han rechinado.

 

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Porque, si bien pueden existir casos así, no son lo que reflejan las estadísticas en cuanto al género de los culpables de violencias se refiere.

Yo he ido de copiloto con mi exnovio mientras él se cambiaba al carril contrario en plena Castellana y aceleraba, después de decirle que quería terminar la relación.

Y sé de amigas que han tenido experiencias parecidas.

Verlo en la pequeña pantalla, casi como un gag de comedia, con los papeles invertidos, fue como si la persona que te empieza a gustar mucho te hace gaslighting.

Como si la serie me dijera que bueno, que quien oye algo del estilo tiene todo el derecho a ponerse así y que al final, no es tan terrible, hasta hace un poco de gracia.

Solo que cuando eres tú quien no puede salir del coche, no la hace para nada.

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En Machos Alfa el mundo es un poco al revés, ellas son las exitosas, las que quieren relaciones abiertas, las que solo usan Tinder para follar, las que manipulan y las que se aprovechan del sexo para conseguir sus objetivos.

Y ellos los que sufren, quienes se ven injustamente expulsados de su casa, de su vida anterior o los que se ven inmersos en una espiral de citas en la que, aparentemente, no tienen ningún interés, pero luego sus exigencias van aumentando en cuanto al aspecto físico de sus ‘pretendientas’.

Con todo, me quedo con lo positivo de Macho Alfa y es que haya una serie que toque estos temas (y haya coronado el top 10 de lo más popular de la plataforma de streaming durante más de una semana).

Porque nos recuerda la importancia de hablar de las cosas, y si algo hace la ficción es darle visibilidad al machismo de una masculinidad que pedía a gritos una actualización.

Ya que de todo lo que no se habla, es como si no existiera, la apuesta de Netflix pone el foco en que sí, hay muchas cosas que cambiar, en que no se puede cosificar, seguir haciendo piropos a diestro y siniestro, llamando «chochetes», «golfa»…

Pero también que las emociones se deben poder expresar y, para mí, la conclusión final, que los hombres también necesitan esa red de apoyo donde sentirse seguros y ellos mismos.

¿Me ha faltado el realismo quizás de lo que son los personajes femeninos de cara a sentirme más identificada con ellos? Sin duda.

Lo justifico como que es una serie de ficción, pero me quedo a la espera de ver qué pasará en una segunda temporada -que tengo pocas dudas de que la habrá, visto el éxito de la serie-, donde confío en que la representación sea menos fantástica.

Y, por favor, que no termine con una señora escupiendo a nadie en la cara, otra cosa que me ha sucedido -cuando le regalé una peineta a una persona que me iba gritando piropos desde una bicicleta- y que, curiosamente, como el que iba a 120km/h en la Castellana, también era un hombre.

¿Es un pequeño paso para Netflix, pero un gran paso para las nuevas masculinidades? Espero verlo pronto.

Mara Mariño

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Mayor inteligencia emocional, compasión, apoyo… Así es la ‘nueva masculinidad’

Uno de los comentarios que más recibo en Instagram por parte de hombres (que si aún no me sigues, este es mi perfil), es que se sienten perseguidos.

Casi como que no pueden ser ellos mismos y sienten que están siendo juzgados todo el tiempo incluso por cosas que no han hecho.

masculinidad hombres

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Y es que la masculinidad está en el punto de mira, más que nada porque al ir en línea con la sociedad machista en la que vivimos, parece que ser un ‘machote’ ahora está mal visto.

Todo está en continuo cambio: los iPhones, las series de la tierra media, el feminismo y, por supuesto, la masculinidad. De ahí que se anime a revisarse la propia.

Ahora Jason Momoa puede aparecer con un bolso rosa en la alfombra roja y Billy Porter se puso un vestido para los Oscar, pero  no son las únicas pruebas de que lo que antes era ‘ser un hombre’ es un concepto que ha empezado a desvanecerse.

Es más, de lo que se habla últimamente es de las nuevas masculinidades y, sobre este tema, José Alberto Medina Martín, psicólogo -al que entrevisté hace unos meses aquí-, explica por qué se han puesto tan de moda últimamente.

«Las nuevas masculinidades son constructos sociales que se oponen a la masculinidad hegemónica», afirma.

La pirámide de esta masculinidad la corona quien «más poder tiene y demuestra, más fuerza posee y ejerce, y más conquistas sexuales cosecha», ya que los pilares son el poder, la posesión, el capital erótico, la autoridad, la fuerza y el dominio tanto del género opuesto como del espacio público.

En cambio, las nuevas masculinidades apuestan por «la apertura emocional, la cooperación, una comunicación asertiva, la escucha activa y otra serie de valores».

Y si tiene tanta importancia es, como recuerda José Alberto, porque «yo soy lo que mi masculinidad dice de mí. Lo uso como etiqueta para transitar mi espacio, mi vida».

Si la ‘antigua’ masculinidad es algo a lo que le estamos cogiendo manía es por cómo se ha construido «como antítesis de lo femenino», explica el psicólogo.

Se basa «en la violentación, en cualquiera de sus formas (humillación, mofa, agresión, discriminación, vacío, etc) de otras identidades masculinas que cuestionan dicho modelo o que están lejos de él. Ser hombre es no ser mujer y sus derivados (marica, travelo, etc)».

Que a día de hoy sea algo que nos sigue pesando es porque «nuestros padres y abuelos no han tenido un contexto amable que les diese la libertad para cuestionar estas cosas. Por poner unos ejemplos, la paternidad se ejerce desde la demostración y no desde el cariño, la intimidad o la ternura, no hay una conexión emocional con los amigos, las relaciones de pareja son desiguales donde ambas partes siguen perdiendo de formas muy específicas (tanto heterosexuales como homosexuales), etc», explica José Alberto.

Entonces, puesta a imaginarme cómo sería el mundo si los hombres se plantearan su masculinidad, y se alejaran de esa identidad tan violenta, queda claro que la sociedad sería más inclusiva y respetuosa, «libre de sesgos machistas«, añade José Alberto.

«No tendríamos expectativas impuestas y autoimpuestas, dispondríamos de libertad para escoger trabajos sin que se cuestione que sean o no más femeninos (limpiador) o masculinos (directora de una empresa)».

Además los hombres contarían con «repertorio para resolver conflictos y un mayor desarrollo de la inteligencia emocional. Supongo que vamos encaminados a conseguirlo, tiempo al tiempo», apunta, positivo, el experto.

¿Cómo cambiar la propia masculinidad?

«Propongo trabajar la identidad del hombre, que antes de hombre, es humano. La identidad masculina aún predominante sigue basándose en esos estándares que son tóxicos: comunicación violenta, dificultad para resolver conflictos interpersonales, vivir la intimidad con pánico, complacencia con otros hombres que consideran más poderosos por miedo a ser cuestionados…», afirma el psicólogo.

Sus consejos para trabajar en ello pasan por «mejorar la asertividad, el cuestionamiento sin juzgarnos, la compasión, la capacidad de pensar a largo plazo viendo los beneficios de modificar su forma de ver el mundo (terapia), todo lo que tiene que ver con las emociones (regulación, identificación, discriminación, etc) y sobre todo ganar autonomía».

Como matiza José Alberto, autonomía no es lo mismo que aislamiento: «Hace falta tener la autonomía bien trabajada, y más en el caso de los hombres. Masculinidad y soledad van muy dadas de la mano y se necesita coraje, y que se valide dicho coraje, porque si encima que nos cuesta horrores mostrarnos vulnerables en este cambio, si no se nos apoya o incluso se hace mofa, pues vamos listos».

hombre abrazo

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En el sexo también la masculinidad clásica está haciendo de las suyas. Ya que «se comprende la intimidad únicamente como mantener prácticas sexuales», reflexiona.

«El único placer que cuenta es el suyo, porque se valora al hombre en la sociedad, y dentro de las mismas relaciones sentimentales, en función del placer que puede dar a una mujer. Esto lo hace para sentirse bien él realmente, es un vehículo, no un propósito nacido del querer a la persona», explica Jose Alberto.

La penetración es la práctica que resume esto, o, en palabras del experto: «Aquellas donde el pene esté en primera línea de batalla».

«Y no, esto no es una metáfora. Muchos hombres viven las relaciones sexuales con ansiedad porque una parte muy grande de su identidad gira en torno a su rendimiento sexual, como si fuera un examen y no una oportunidad de descubrimiento, placer y exploración. La penetración es la práctica por excelencia, y más allá de ello, no hay sexo. Es una concepción muy mecánica».

Estereotipos de género y orientación sexual

Sobre si la ‘vieja’ masculinidad afecta a los hombres homosexuales y bisexuales cuando se relacionan con otros hombres y tienen un interés sexual o romántico, José Alberto analiza que tendemos a dicotomizar y dividir entre dos lados.

«Lo de verdad, que exista y se reproduzca. Lo de mentira, que deje de existir. Y si no, que al menos no se note. De ahí toda la homofobia interiorizada, que también la vivimos los hombres bisexuales», explica.

«Hay estereotipos de género aún siendo los sujetos del mismo sexo. En prácticas sexuales nos encontramos con algo muy habitual: el activo, el que penetra, el que hace, y el pasivo el penetrado, el que se deja hacer», explica.

«Seguimos jugando con la dominación y sumisión como sinónimos de lo masculino y femenino. Con buena dosis de coitocentrismo. Porque no hay más sexo, no lo concebimos. Y que nos gusten ambas cosas no, siempre hay algo que te gusta más».

A la hora de tener acercamientos interpersonales el problema es el mismo. Según el psicólogo, el estereotipo es «Que no sabemos, porque ‘no somos hombres de verdad’, pero queremos. Y, en el caso de hombres homosexuales, que no les gustan las mujeres, ¿cómo procedo? ¿Le doy una rosa? ¿Le digo que está muy guapo? ¿O mejor le demuestro que soy un tiaco y le suelto ‘bro me molan tus zapas’?».

«Hombres bisexuales y homosexuales hemos sido socializados como heterosexuales y como hombres, sin más. Arrastramos el machismo, lo interiorizamos y lidiamos con la homofobia. Siempre en ese intento impuesto de acercarnos a lo que debemos ser. Es muy doloroso».

Nadal y el club de las ‘nuevas’ masculinidades

En vías de la deconstrucción, cabe preguntarse qué hacer si los hombres del entorno siguen estancados en esa masculinidad del ‘macho’. Para José Alberto la respuesta está clara: «No respondas con sobresalto».

«Estás en un proceso donde muy posiblemente te señalen como blandito o que haces tonterías. Pero da una respuesta desde toda la calma que puedas en ese momento. Si reaccionas a voz de pronto le estás dando la atención de la cual siempre se han estado alimentando», sugiere.

«Tampoco está en tu deber recriminar y convertir estos comportamientos machistas. Estás en tu derecho de alejarte. Señala lo que puedas, rodéate de un círculo que te apoye y te escuche», recomienda el experto.

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Entre los diálogos de las masculinidades, se habla de un tiempo a esta parte de masculinidad híbrida, «que tiene que ver con nuevos modelos de masculinidad sin perder los privilegios. Porque la sociedad no sigue leyendo como hombres, más allá de nuestros comportamientos», explica José Alberto.

«Como dice Foucoult tenemos impresos unos mandatos de género, pues qué mínimo que empleemos esta ventaja para una labor prosocial, sin invadir los espacios de lucha feminista. A ver si ahora vamos a dejar de usurpar el espacio público y decirle a las mujeres que se queden en casa a cuidar y ser buena madre y vamos a usurpar los espacios de reflexión y actuación feministas», reflexiona.

«Lo típico de ‘¿un hombre me dice cómo ser buena feminista?’ Pues en eso se puede convertir la nueva masculinidad. Así que mucha perspectiva de género y mucho trabajo personal para que esto de lo nuevo no sea ‘pero ahora lloro en público’. Un abrazo, Nadal», dice el psicólogo.

Mara Mariño

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Pon un hombre ‘mangina’ en tu vida

En mi clase siempre había un chico al que no le gustaba jugar al fútbol. Solía ser tímido, buen estudiante y se llevaba bien con las compañeras.

El resto de chicos de la clase, en cambio le acorralaban en el vestuario para pegarle.

pareja hombre sensible

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Esto es algo que estuvo pasando -siempre con diferentes víctimas- desde los últimos años de secundaria a los primeros de la E.S.O. Y además, no faltaba que se refirieran a él como “el marica”.

La única razón por la que él recibía ese trato era la de no ser como los demás chicos. O cómo se suponía que debían ser.

Violento, gritón y listo para levantarle la falda a cualquiera de sus compañeras en cualquier momento.

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A ese compañero de clase (que siempre terminaba cambiándose de colegio a diferencia de los abusones, que siguieron en el centro hasta el final) sería lo que hoy en día ellos considerarían un ‘mangina’.

‘Mangina’ es el término inventado que une las palabras ‘man’ (hombre) y ‘vagina’, como refiriéndose a un hombre que es tan poco viril que, en vez de tener un pene entre las piernas, tiene genitales femeninos.

Y claro, esto en el mundo en el que los hombres se consideran seres superiores, es uno de los peores insultos.

El mangina es casi considerado un traidor por los que enarbolan el insulto, el nuevo «pagafantas», un «planchabragas».

Es un hombre que no trata a las mujeres como trozos de carne por no ir silbándolas por la calle o metiéndoles mano si la ocasión lo propicia, aunque ella no esté por la labor.

Porque eso es lo que hace un tío de verdad según ellos, ostenta el poder y su deseo va por delante de todo.

Un mangina es aquel que, para ellos, está en una categoría por debajo pero, para nosotras, que nos trate como personas, de igual a igual, se oponga a contratar strippers en la despedida de soltero de sus amigos o se considere feminista, le pone en un nivel superior al Manolo o Pepe de turno.

Al igual que el hecho de que tenga un lado sensible, cuidadoso y pacífico. Los machos violentos que tenían que ser fuertes y gritones para asustar y vencer a sus enemigos se han quedado en la Antigüedad del homo sapiens.

En una sociedad en la que el pene es casi un tótem, adorado por los hombres que lo pintan en la mesa desde que son pequeños, se lo dibujan a sus amigos en la frente cuando se van de interrail o lo mandan en formato selfie (y por las mujeres, que lo escogen como símbolo en las despedidas de soltera), no hay nada más humillante que ser hombre y carecer de él.

Aunque el caso del término ‘mangina’ prueba que sí, sí que hay algo peor, y es tener una vagina en su lugar. Lo que consigue este término es relacionar la vagina con lo indeseado, lo débil, lo negativo.

Y curiosamente todos lo que lo usan como tal deberían recordar que, para tenerle tan poca estima a las vaginas y usarlas como algo despectivo, salieron de una de ellas.

Mara Mariño

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‘Antes el Salón Erótico de Barcelona era para hombres’

Han sido cuatro años desde la última vez que vine al Salón Erótico de Barcelona. El evento ha cambiado, y yo también. Quizás por eso tenía tanta curiosidad sobre nuestro nuevo encuentro.

mujeres salón erótico barcelona

Producción propia

Hay cosas que siguen igual en el Pabellón del Vall d’Hebron durante los días que dura la cita más caliente de la ciudad condal (ola de calor aparte).

Como el hecho de que se ven más tetas que en una película española o que siempre encuentras a algún asistente masturbándose -más o menos discretamente- en la calle, por los alrededores del lugar.

Pero muchas otras son distintas. Como el público, que esta vez es más joven que nunca. Predominan las parejas de mi quinta y, en lo que menos se paran, es en la parte de los espectáculos eróticos.

Las charlas son el principal reclamo, que han conseguido igualar, por primera vez, la proporción entre asistentes hombres y mujeres.

Las largas colas antes de que den comienzo y que todas las sillas se llenen (e incluso nos tengamos que sentar en el suelo para asistir a muchas de ellas) son la prueba de su popularidad.

De esto es muy consciente Montse Iserte, la sexóloga y coordinadora de actividades del evento: «Antes el salón era para hombres. Y de unos hombres muy específicos».

«Lo está partiendo todo lo que tiene que ver con técnicas eróticas o trabajar el deseo, la gente es lo que está buscando. Cuando hay temática de estas, las aulas se nos llenan», afirma la sexóloga.

Un programa para el gusto de todos ha sido la clave: «Hemos intentado traer más variedad como defensa personal femenina, twerking, trabajar el feminismo y las masculinidades. Aunque también hay clásicos que se repiten año tras año como tuppersex, charlas de erotismo, sensualidad, dificultades sexuales…»

El tema de las nuevas masculinidades, dentro del feminismo, es el que quiere convertirse en el centro de la edición de este año. Las mismas que protagonizan el anuncio del Salón de este año que se convirtió en viral al poco rato de ser posteado.

«Queremos trabajar las masculinidades y darnos cuenta de que los hombres hetero-cis deberían formar parte de este movimiento en vez de tomárselo como un ataque. Es para ayudarles a ellos también a deconstruirse de lo que la sociedad les ha impuesto, con todos los problemas que esto supone en el ámbito sexual y emocional, y reconstruirse para ser más felices y entendernos mejor», dice Montse.

Pero, y aquí entra una de las incongruencias del Salón, ¿es posible apoyar las nuevas masculinidades cuando el tema de la cosificación del cuerpo femenino, sigue siendo el gran protagonista de los shows de la zona porno?

Y lo pregunto porque son casi todo actrices las que dan el espectáculo, al estilo de cualquier película porno, ante un público mayoritariamente masculino.

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«El Salón Erótico de Barcelona no deja de ser o había sido siempre una opción de ocio, entretenimiento, espectáculo. Es lo que encuentras cuando se practica sexo en vivo y merece la pena verlo, es algo que no ves en ninguno otro sitio», afirma la coordinadora de actividades.

«Este año en el escenario principal se ven espectáculos super bonitos, trabajados estéticamente y deconstruidos: muchos tipos de pareja y grupos, personas sin erección, etc. Además, una cosa son los espectáculos y otra las charlas. Hay 12 horas seguidas de charlas, estamos yendo mucho más allá de lo que se ve en el escenario y creo que es la forma de llegar a estas personas», declara Montse.

Y, como otros años, siempre te queda la opción de darte una vuelta por la parte superior del pabellón y conocer desde ilustradores a artesanos del cuero, que realizan artículos de BDSM, pasando por propuestas tan curiosas como es la de hacer tu propio book de fotos erótico o llevarte una réplica en bronce o escayola de tus genitales.

Así que sí, tres años de pausa después, el Salón Erótico se ha adaptado. Como me dijo Montse, estamos ante un evento más feminista e inclusivo.

Y aunque queda todavía mucho por recorrer, personalmente, confío en que siga la línea que ha tomado este 2022. Es el camino.

Mara Mariño

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