Archivo de la categoría ‘consentimiento’

Sobre el ‘despiste’ de equivocarte de orificio durante la penetración

Hay momentos en los que, cuando tienes sexo con otra persona, te quedas pillada por alguna razón.

Puede ser la típica interrupción de repasar mentalmente dónde guardas los condones (la última vez los moviste para que tu gato dejara de jugar con ellos), pasar previamente por el baño para quitarte la copa o cuando notas que algo no está yendo como esperabas y no sabes cómo reaccionar.

La reflexión de hoy va de uno de esos casos.

mujer hombre cama

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Soy la primera consciente de que los genitales femeninos no son la estructura más fácil e intuitiva del mundo.

Me encantaría que resultaran tan mecánicos y fáciles de interpretar como un pene. Pero son más bien como la web de la Renfe.

O la conoces al dedillo porque la visitas a menudo o terminas sin saber dónde está cada cosa.

Tenemos pliegues, texturas, agujeros y todo está hacia abajo y muy cerca unas cosas de otras.

Es más, recuerdo que un amigo me contó que, lo que más les sorprendía a los hombres la primera vez que tienen, sexo era lo ‘abajo’ que está la vagina cuando se la esperan a la altura del pene, coronando nuestro pubis.

Así que soy bastante comprensiva cuando, como digo, un dedo, una lengua o cualquier otro apéndice, termina en el agujero que no esperaba: el ano.

Y es que a la hora de tener sexo con penetración con una persona, no parece necesario hablar para que quede claro que, el orificio en el que va a suceder la acción, es la vagina.

Por eso es muy habitual que, si por un casual notamos que la vagina queda atrás en el olvido y se va en la dirección equivocada, nos cerramos en banda y preguntamos si todo bien o si necesita ayuda con las indicaciones.

Sin embargo, ese error de dar con alguien que se ‘escurre’ o se equivoca, nos ha pasado si no a todas, a la mayoría. Como comento, teniendo en cuenta el diseño de nuestra anatomía, es algo bastante frecuente. 

Si recordamos que solemos tener sexo con la luz tenue (aunque yo recomiendo recrearse con las vistas), más todavía.

Te puede interesar leer: De perderle el miedo al sexo con la luz encendida

Pero ¿qué hay de los casos en los que se usa como excusa para seguir adelante y conseguir una penetración por la otra vía?

Cuando eso nos sucede -porque solemos saber discernir cuando se trata de una confusión y no de algo intencionado- para nosotras es muy tenso y hasta preocupante.

Especialmente porque no se ha negociado previamente.

A diferencia de la vagina, que sí está preparada para la penetración, es una zona que necesita mucha más preparación y puede resultar, además de incómodo, muy doloroso.

Por eso creo que debe ser siempre puesto sobre la mesa antes de ponerlo en práctica.

Es más, precisamente como necesita un buen calentamiento y una charla previa (algo que en el porno nunca sucede y lleva a más de uno a pensar que en la vida real es así), hay quienes se refugian en que a nosotras nos puede dar demasiada vergüenza o quedar lo bastante asustadas como para que pidamos que se detenga la práctica.

Si quieres ahorrarnos la incomodidad, saca el tema primero.

Es tan fácil como «Oye, ¿te gustaría tener sexo anal?». Y por supuesto respetar la respuesta, ya sea afirmativa o negativa.

Porque aunque no lo hayamos hablado, si no queremos practicarlo, que lo hagas por error no te va a llevar a conseguirlo.

Es más, lo que vas a realizar es una práctica no consentida y se considera violación.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Aprender a ligar (bien) cuando sales de fiesta: la campaña de esta sexóloga en Bilbao

¿Cuántas veces has salido de fiesta y han dado por hecho que, por ser amable, estabas insinuándote?

¿Y cuántas veces has tenido que decir que no estabas interesada en tener nada con una persona y no ha dejado de insistir hasta que has sacado la baza de que tienes pareja?

¿Por qué solo te dejan tranquila si saben que ‘perteneces’ a otro?

Punto Morea Bilbao

EL BLOG DE LILIH BLUE

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Nuestras nociones de flirteo no son precisamente las mejores. Pero, ¿y si eso pudiera cambiar? ¿Y si pudiéramos salir de fiesta y ligar bien?

Esa era el objetivo que Melanie Quintana, la sexóloga que se encuentra detrás de la plataforma de educación sexual Somos Peculiares, se propuso.

En su primer año como directora ejecutiva del Punto Morea (Punto Morado) en Bilbao, no solo sacó adelante el proyecto para que la Aste Nagusia 2022 (la Semana Grande) contara con un espacio seguro, sino que fue más allá uniéndolo a la divulgación de educación sexual.

«Siempre ha habido carpas que han promovido las relaciones libres, la prevención de ITS, el VIH, pero nunca ha habido educación sexual en el Punto Morea. Sí divulgación o campañas relacionadas con el feminismo, pero nunca educación sexual como tal», dice la sexóloga.

Su stand, un mix de colores que arrasa en Instagram estos días por ser uno de los rincones más fotografiados de las jaias, no es solo un punto de encuentro para mujeres de todas las edades, que se acercan por curiosidad algunas y con un firme convencimiento otras.

«Esperad, que vengo con mi nieta», dice una señora hablando con una de las técnicas en igualdad del Punto Morea.

Otra le cuenta a su hija, mientras le colocan una de las pulseras que se han diseñado para la campaña (que lleva escrito ‘Solo sí es sí’), que nadie debe tocarla sin su consentimiento.

Te puede interesar leer: Tranquilo amigo, no tienes que llevar un contrato encima por la ley del ‘Solo sí es sí’

Además es un lugar de bienvenida para que, como la propia Melanie nos cuenta, se acerquen otras asociaciones feministas para fomentar la sororidad con cualquier colaboración.

Pero, ¿cómo consigue un puesto en unas fiestas populares ayudarnos a ligar mejor?

Además de los talleres de educación sexual que se están impartiendo en los diferentes barrios de Bilbao, acompañando la acción, el puesto es en sí mismo una declaración de intenciones.

«De primero de flirteo, toma nota: Sí es un deseo. No es un límite», dice una de las paredes donde más se fotografían las asistentes a las fiestas.

«Debe haber un Punto Morado porque siempre pasan cosas», dice la sexóloga. «Intentamos prevenirlas, pero no podemos pretender que desaparezca la violencia si no hay educación de base».

Por eso su stand, en pleno corazón de las fiestas bilbaínas, resulta tan impactante: «Las campañas del ‘no es no’ se quedan escasas y se basan en la negativa. No queda trasfondo de cómo aprender a relacionarnos mejor».

«Respeto, ligoteo sano, consentimiento, límites y deseos» son el foco de los mensajes, desde la educación sexual, que aparecen tanto en el punto (en euskera y traducido al inglés y castellano) como en las pulseras que reparten.

Son otros de ellos el «Mi no tiene suficiente fuerza, no necesito añadir que tengo pareja», «Los límites que pongo son para respetarme, no para ofenderte» y «Sin responsabilidad afectiva no juego».

«La propuesta fue llegar a la raíz del problema. Necesitamos educación en cómo nos relacionamos. De nada vale decirnos así no puedes relacionarte. Hay qué enseñar cómo podemos hacerlo bien y bonito», afirma la experta.

¿Alguno de los tips para ligar de fiesta -o en cualquier lado- que dan en el stand?

«Cómo nos podemos decir que sí a algo mediante la comunicación asertiva, conquistarnos de forma sana respetando lo que los demás desean, cómo podemos hacer para gestionar un rechazo, porque no somos una croqueta, a todo el mundo no le podemos gustar. Y a todo el mundo no le puede gustar nuestra forma de interactuar o ligar con ellos».

«También el poder decirle a alguien ‘Me encantas’ incluso sin hacer alusión al físico. Tocar el pelo y otros códigos. Ni todo es blanco ni negro, es en los grises donde podemos jugar».

Y es que hay algo que, a la orilla de la ría de Bilbao, la sexóloga nos recuerda: «Se pueden tener gestos de cariño y de ternura sin que sean soeces, estamos buscando conquistar, no follar».

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Tranquilo amigo, no tienes que llevar un contrato encima por la ley del ‘Solo sí es sí’

Ya había hombres que se llevaban las manos a la cabeza, preocupados de si tenían que tener sexo ante notario.

Pero ahora, la Ley de Garantía de Libertad Sexual (conocida como la ley del ‘Solo sí es sí’), les ha dejado aún más consternados.

Lo que empezó con una broma en redes de que deben empezar a llevar encima un contrato cuando salen de noche, es algo que ha llegado a viralizarse en redes sociales por parte de un grupo de chavales, que los esgrimían en la discoteca.

hombre preocupado

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Y en ese sentido, nosotras lo tenemos más ‘fácil’. Estamos acostumbradas a llevar de todo en el bolso para que nos dé menos miedo volver a casa solas.

El manojo de llaves que nos creemos que funciona a modo de puño americano, un calzado de repuesto para quitarnos los tacones por si tenemos que correr en algún momento, un spray de colonia o desodorante (porque el de pimienta no es legal)…

Pero claro, ellos no cuentan con la ayuda del bolso, así que, ¿dónde van a llevar las copias del contrato de consentimiento? ¿En el bolsillo y arriesgarse a que se arrugue?

Ironías aparte, si esto es algo que te preocupaba -y ya estabas mirando qué pantalón tenía los bolsillos más grandes para ir con los folios y el boli- tengo buenas noticias para ti: puedes dejarlo todo en casa, no te hace falta.

Es más, voy a explicarte de manera muy sencilla en qué consiste esta nueva ley y por qué no debería de preocuparte nada.

Se le da importancia al «Sí» porque son muy frecuentes los casos en los que la voluntad de la víctima se encuentra alterada.

Es el caso de si se encuentra bajo los efectos del alcohol, drogas o sustancias mediante las cuales siente que no puede decir que no, como es el caso de los pinchazos (de los que os hablé hace unos días).

Te puede interesar leer: No es a tu amiga a quien tienes que prevenir de los pinchazos de droga

Y si se ha considerado que el consentimiento mediante el «sí» es importante, es para evitar que los «es que ella no dijo nada en ningún» o «se quedó callada, ¿cómo iba a saber que no quería?» no sirvan como excusa.

Esto lleva a que muchos hombres (y mujeres también, especialmente las madres de varones) piensen que su libertad se encuentra dependiendo de que una mujer cualquiera vaya a una comisaría e interponga una denuncia que bien puede ser falsa.

En este sentido, pueden respirar con tranquilidad. No se está persiguiendo a los hombres ni nos están dando el poder de que podamos castigar arbitrariamente a quien nos dé la gana.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Mara Mariño (@meetingmara)

La presunción de inocencia sigue ahí porque el Tribunal Constitucional ya dijo que las leyes de violencia de género no son contrarias a la Constitución Española.

Esto significa que, solo con la denuncia de una mujer, nadie va a acabar en la cárcel, ya que es la Ley de Enjuiciamiento Criminal la que lleva las detenciones.

Para que sepas un poco cómo va esta ley, funciona de la misma manera que los casos de hurto, robo o estafa. Es decir, la palabra del denunciante es la que tendrá peso para el juez, pero a partir de ahí se debe investigar si es verdadera o no.

Así que no tienes que preocuparte, es la propia Justicia Española la que te protegerá tras la investigación (si eres inocente, claro).

Esta nueva ley también castiga con pena de cárcel la difusión de fotos y vídeos, que es algo de lo que, hasta ahora, salían indemnes quienes lo utilizaban a modo de venganza o castigo.

Pero también resulta tan sencillo como no enviar nada íntimo, que haya llegado de otra persona, si eres el destinatario.

Como conclusión final, y para calmar esos ánimos, al igual que no llevas un contrato encima cada vez que entras a una tienda, para que el dependiente confirme que no te has llevado nada y no eres culpable de robo, no debes preocuparte porque una mujer firme si no tienes intención de violarla.

Así de sencillo.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

De las mujeres que intimidan a los hombres

La última vez que me abrí Tinder, me dieron dos plantones. Con el tercero pude quedar y tomarme algo y aproveché para preguntarle por qué pensaba que podía ser que no habían querido quedar conmigo.

PEXELS

En su opinión había dos cosas que podían echar para atrás a mis matches a la hora de conocerme.

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

La primera, que hago pesas. No voy al gimnasio a la clase de yoga o spinning (que me parece perfecto). Voy al gimnasio a mover hierros.

La segunda, por supuesto, que escribía este blog.

En mi perfil no lo escondía. «Escribo un blog de sexo y pareja, puede que mi siguiente artículo vaya sobre ti«, era lo que aparecía más o menos.

Quizás era la idea de encontrarse leyendo mi experiencia en el espacio (siempre de manera anónima, claro), les hacía recular.

O a lo mejor el hecho de que, después de tantos años como la Lilih Blue de 20minutos, algo de sexo he aprendido.

Te puede interesar: Al chico que te mira el ‘bodycount’

Fuera por lo que fuere, mi acompañante apostaba por esas dos cosas. Eran lo que, según él, me convertían en intimidante ante algunos ojos masculinos.

Porque sí, las mujeres intimidamos. O eso parece cuando otra de mis amigas me cuenta que, teniendo casa y viviendo sola, si conoce a un chico con el que quiere acostarse, este prefiere ir a su piso compartido antes que a donde vive ella.

O cuando otra conocida, centrada en su trabajo en el sector bancario, comenta que recibe un salario mensual muy por encima del de él.

Hasta el punto de sacarle un cero por la derecha.

Es curioso que ellos se sientan intimidados por nuestra fuerza, una vida sexual pasada, la situación de independencia o incluso por nuestro dinero.

Tanto que, lo que nuestras amigas pueden considerar éxitos, se convierten en factores que juegan en nuestra contra.

Mientras que, lo que a nosotras nos intimida, es que nos toquen sin consentimiento, puedan hacernos daño, forzarnos y destrozarnos.

Así de diferente es lo que puede echarnos para atrás a la hora de dejarnos llevar. De estar con él a solas.

Que hable de las mujeres de cierta manera, que sea un experto en artes marciales, que enseguida frecuente nuestro espacio y consiga que no lo sintamos más nuestro… En definitiva, que nos sintamos amenazadas, expuestas.

Al final va a ser verdad que lo que más les aterra a ellos es que una mujer ponga en peligro su ego.

Y lo que más nos aterra a nosotras es que nos ponga en peligro la vida.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Si es tu pareja, ¿necesita tu consentimiento?

Te planteo una pregunta: el que era mi novio de aquel momento, estaba tumbado en la cama. Yo me encontraba recostada a su lado.

Estábamos viendo la reposición de una famosa serie de televisión cuando me dijo que si se la podía chupar.

Una pareja sentada en la cama consentimiento

PEXELS

En aquel momento, con toda la pereza del mundo de estar en la postura perfecta sin ganas de nada que no fuera seguir tumbada, le dije que no me apetecía.

Se incorporó y empezó a decirme que cómo podía ser tan egoísta. Que si me lo pedía era porque lo «necesitaba», porque «estaba pasando un mal momento», porque aquello le haría «pensar en otra cosa».

Si como pareja suya, no era capaz de ver todo eso, si no lo hacía por «el amor que sentía», es que no era «una buena novia».

Bajé la cabeza y se la chupé.

Y ahora la pregunta: ¿consentí a tener sexo?

Accedí, sí, pero de manera coaccionada, sin ninguna gana de hacerlo.

Solo por la presión de su discurso y por haber pulsado una tecla que siempre funcionaba conmigo, la de la culpabilidad de querer ser la mejor pareja.

Accedí y ahora me arrepiento. Porque así no debería ser poner en práctica algo placentero, con un chantaje emocional, haciendo a la otra (o al otro) sentir mal.

Accedí, pero mi consentimiento interno -que no el que puse en práctica- no estaba de acuerdo con mis acciones.

En aquel momento tenía que haber visto que, una persona que recurre a la manipulación para conseguir algo (lo que sea), no era buena para mí.

Pero llegamos a una pareja todavía con muchas cosas que desaprender. La primera es que estar con alguien nos abre la puerta a una barra libre de sexo. Cuando y donde quieras puedes pasar por la estación de sus piernas a recargar o descargar, lo que prefieras.

Y nosotras todavía arrastramos la culpabilidad de que, si nuestra pareja no está satisfecha, puede irse a otro lugar -que es otra persona- a conseguir eso que no podemos darle.

Lo que deberíamos tener claro, en su lugar, es que si esa es la razón por la que alguien se va de nuestra vida, no es la persona que queremos a nuestro lado. Mejor solas que forzadas a follar.

Estar en pareja implica que haya sexo siempre y cuando las dos personas quieran tenerlo por voluntad propia. Si uno de los miembros no está de acuerdo por lo que sea (dolor, sueño, cansancio o que no le apetece y punto), debe ser respetado.

Te puede interesar: Consentir a tener sexo no es consentir todo tipo de sexo

Que haya sexo en pareja no implica tampoco acceder a cualquier tipo de sexo. No todas las prácticas se pueden realizar sin tener antes una conversación primero asegurándonos de que no cruzan los límites de nadie.

Así que quédate con esto: si ignora tus negativas, si te coacciona, si te manipula, si se enfada si no lo haces, si te amenaza, si te resignas, no estás teniendo sexo con tu pareja. Te está violando tu pareja.

Mara Mariño

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Consentir a tener sexo no es consentir todo tipo de sexo

Tenemos un cacao en la cabeza, uno importante. Y empieza por no saber muy bien lo que está sucediendo en nuestra intimidad.

Te pongo un ejemplo. Imagina que vas a una cita con alguien que has conocido por una aplicación de ligar.

PEXELS

Os lleváis genial, la química está por las nubes y no veis el momento de que el camarero traiga la cuenta para iros a casa de alguno de los dos.

No hay tiempo para delicadezas, la ropa va quedando por el suelo hasta que ya podéis complaceros. Y el sexo deja de ser apresurado y urgente para convertirse en violento.

Hay golpes, hay estrangulamientos, tirones de pelo, un «perra» de por medio… Sabes que forma parte del polvo, pero no puedes evitar una cosa: asustarte.

Porque en todo momento querías tener sexo con esa persona, pero no podías imaginar que esto era lo que te esperaba. Igual, de haberlo sabido, ahora que lo estás padeciendo, te lo habrías pensado dos veces.

Se puede decir que consentiste, claro, pero que accedieras a tener sexo no significa que dieras libertad para hacer cualquier cosa con tu cuerpo.

Billie Ellish lo comentó en una entrevista en televisión hace unos meses: «Las primeras veces que tuve sexo, no dije que no a cosas que no estaban bien. Fue porque pensaba que se suponía que era lo que me tenía que gustar».

¿Cómo no sentirnos identificadas?

Evitar que esto pase no significa que (como alguno que otro comenta) haya falta ir siempre con una carpeta de formularios en la mano. Rellenando previamente que prácticas se pueden hacer -y cuáles no- y firmando ante notario.

Pero sí que en la conversación previa se puede decir que el tipo de sexo que te gusta es duro y que si le va a hacer sentir cómoda a la otra persona.

Y también hacerle saber que, en el caso de que sea demasiado, siempre puede decir que no quiere continuar o que se bajará el nivel de intensidad un poco.

Eso sería lo ideal, claro. Pero si por lo que sea, no surge la conversación y ya se está en faena, parar y decir que eso no, que no está en una película porno, que no eres fan de ese tipo de sexo (o al menos, no de primeras sin conoceros).

Y si contesta que es su manera normal de hacerlo -algo bastante probable si tenemos en cuenta los vídeos eróticos de los que estamos rodeados-, pedirle más cuidado si quiere continuar.

Decir que sí en un primer momento no nos compromete ni con una persona ni con una forma de tener sexo.

Se puede cambiar de idea si la situación se vuelve incómoda o, simplemente, no apetece seguir. Recuerda que la persona a la que te debes es a ti.

Duquesa Doslabios.
(Ya puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

El sexo, la culpa y Virginie Despentes

Dentro de que me considero feminista, me considero también mala feminista.

En mi vida sexual reside una de mis incongruencias.

PEXELS

Porque encuentro excitantes las escenas en las que la relación sexual implica que la mujer sea forzada.

Recuerdo que fue algo que le confesé a mi pareja con vergüenza y un gran sentimiento de culpa.

Como si estuviera traicionando a todas las mujeres del mundo y fueran a prohibirme la entrada al 8M.

Y no me cabe en la cabeza. Es algo que ni quiero vivir ni deseo que experimente ninguna mujer.

Pero ahí está, me pasa que veo una escena y misteriosamente descubro que me estimula, que me despierta.

Intento racionalizarlo pensando que es solo una fantasía, que lo que pasa en mi cabeza se queda en mi cabeza.

Aun así he intentado descubrir por qué es eso en concreto. Por qué la circunstancia de una falta de consentimiento enciende mi cerebro.

Una de las explicaciones que encontré es que mis primeros contactos con escenas sexuales, justo cuando el cerebro es más maleable, recogían ese tipo de interacción.

Y es algo que consiguió quedarse tan grabado en mi retina, fueron unas imágenes tan potentes las que acompañaron mi despertar, que aún no he conseguido librarme de ellas con mi reeducación feminista.

Me consuela pensar que los gustos cambian y podré seguir trabajando en deconstruir mi imaginario erótico.

Pero no fue hasta que leí a Virginie Despentes y su libro Teoría King Kong, que pude llegar a comprenderlo en profundidad.

La escritora me hizo entender que mi fantasía no era tan rara, que era hasta habitual pensar en esos términos en un sexo con coacción.

Todo parte de la eterna lucha femenina que vivimos las mujeres. Esa que nos hace preferir ser siempre vírgenes antes que putas (aunque de lo primero ya tengamos poco).

Cuando el placer femenino se reivindica, el deseo se manifiesta y una mujer vive su vida sexual como quiere y tiene las parejas que desea, socialmente se le considera una ‘puta’. Se le rechaza y critica.

Mientras que la idea del sexo forzado, se escapa de todo ese prejuicio, ya que libera de culpa toda esa parte de disfrute consciente.

Puede interesarte también este artículo: Decálogo para una vida sexual feminista si no sabes por dónde empezar

En las fantasías de muchas, es la salida. El punto medio que permite disfrutar de la sexualidad sin que se comprometa nuestra imagen pública, sin que nos llamen ‘zorras’ por disfrutarlo.

Aunque soy consciente de que lo ideal no es encontrar un sexo en el que encontramos la liberación de disfrutar sin que nuestro subconsciente se preocupe.

Sino que vivir el sexo a nuestra manera -la que queramos- fuera algo que no nos afectara de cara a ser juzgadas por el hecho de ser mujeres.

Duquesa Doslabios.
(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Así es cómo mi colegio permitía el abuso sexual hacia las alumnas

Creo que no hay una sola vez de las que un desconocido me ha metido mano en público en la que no me haya planteado si podría haber hecho algo para evitarlo.

Pero nunca si él podría haber hecho algo para evitarlo. Como decidir no tocarme en contra de mi voluntad, por ejemplo

Aunque fueron ellos los que tomaron la decisión de ir a por mi culo o pasarme la mano entre las piernas sin preguntarme, sin que yo quisiera, en mi cabeza le seguía dando vueltas a mi responsabilidad.

UNSPLASH

¿Puedes culparme de verlo así? Piensa que fui a un colegio de monjas donde el uniforme era obligatorio. Y el de las niñas, por supuesto, era una falda de tablas.

Desde primaria hasta el último curso de secundaria corrías el riesgo de que alguno de tus compañeros tuviera la ocurrencia de levantarte la falda.

Y daba igual que fueras a quejarte a los profesores. El «son cosas de niños» le quitaba peso a su abuso.

Nosotras, en cambio, sentíamos la vergüenza por parte doble. Primero porque nos habían dejado, literalmente, en bragas.

Segundo porque era delante de toda la clase.

Y con una sensación de injusticia e impotencia de ver que nadie te ayuda, que nadie se lo toma en serio y que te toca aceptar algo desagradable. Eso se convierte en el día a día.

Dejaba el mismo sabor amargo que termina por convertirse en familiar cuando un grupo de desconocidos te grita obscenidades o pasa por delante de ti un hombre trajeado recién salido de trabajar, e invadiendo tu espacio personal, te dice que te lo quiere comer.

Pero tú te callas, porque por mucha vergüenza que pases, eso es más seguro que responder y que pueda reaccionar con violencia.

Para los profesores era una «trastada» sin ninguna maldad. Para nosotras el suplicio de que nuestra intimidad se viera expuesta.

Y ya ni te cuento de la pesadilla en que se convirtió cuando entramos en los años en los que nos venía la regla. Que pudieran ver las alas de la compresa era el culmen de la humillación.

Así que la solución del centro escolar, ante la creciente oleada de «subefaldas», fue la de aconsejarnos a las alumnas llevar pantalones cortos por encima de las bragas.

Si no queríamos quedarnos en ropa interior, teníamos que cambiar nosotras nuestra manera de vestirnos todos los días.

No se quedaba ahí. Quienes no llevaban este tipo de shorts y su ropa interior quedaba a la vista, eran consideradas unas «guarras».

Porque aún con la alternativa de los pantalones, preferían no llevarlos. Señal de que les gustaba que se lo hicieran y realmente querían quedarse en bragas.

Mi colegio nunca se planteó coger a los chicos de cada curso y enseñarles que lo que estaban haciendo estaba mal. Que debían respetarnos.

Lo que lograron fue que ellos pasaran todos sus años escolares aprendiendo que podían invadir la intimidad de sus compañeras mujeres sin que pasara nada.

Y nosotras la misma cantidad de años aprendiendo que era nuestra responsabilidad protegernos. Porque de no hacerlo el castigo sería ser humilladas con el estigma de disfrutar de aquel abuso.

Cuando cada día de los primeros años de tu vida aplicas el mensaje de que solo tú eres responsable de un abuso, ¿cómo no llegar a la edad adulta sintiéndonos nosotras culpables de que nos fuercen, nos silben, nos besen, nos violen o nos maten?

Y ¿cómo esperar que ellos respeten nuestro cuerpo, sin que nosotras les dejemos, cuando llevan accediendo a él desde siempre?

Duquesa Doslabios.
(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Amigo, así es cómo te afecta la ley del ‘Solo sí es sí’

¿Piensas que es muy complicado ser hombre hoy en día? ¿Que vas a tener que ir con un contrato en el bolsillo y firmar ante notario si quieres tener sexo con una chica?

Este artículo es para ti.

UNSPLASH

Vengo a explicarte de una forma sencilla cómo te afecta la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual o, como la conocemos coloquialmente, la del «Solo sí es sí».

Por lo pronto, abuso y violación han pasado de ser considerados delitos diferentes a que ambos vayan a juzgarse como agresión.

Es decir, ya no es necesaria que haya violencia o intimidación para que puedas ir a la cárcel si haces algo en contra del consentimiento de otra persona.

Y cuidado, porque esto se aplica también a lo que suceda en la calle.

Si por un casual eres lectora, recordarás con todo lujo de detalles aquella vez que te tocaron por sorpresa en el vagón de metro, en unas fiestas de pueblo o cuando te asaltó ese desconocido en el parque siendo tú pequeña.

Ahora todo acoso callejero es considerado delito leve y se puede penar con multas o hasta un año de cárcel. ¿El secreto para evitarlo si eres un hombre? Tan sencillo como no tocar a una mujer que no te ha dado permiso.

De tanto reivindicar que las calles también son nuestras, la nueva ley también recoge el acoso callejero.

Comportamientos no deseados verbales que violen la dignidad de una persona -y sobre todo si se crea un ambiente intimatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo (cada vez que te sueltan el comentario troglodita de turno, en resumen), también será castigado.

Ante la duda guárdate para ti la opinión sobre cómo nos queda ese escote o las piernas que tenemos. No te la hemos pedido.

Respecto a tener que llevar siempre boli y papel encima para que quede claro que la relación entre ambos fue consentida, decirte que no, que no hace falta que vayas cargado.

Solo que aprendas que ni quedarse en silencio ni adoptar una postura pasiva significan que estén aceptando tener sexo contigo. Que esta vez no vale lo de «ella no opuso resistencia».

Y con los agravantes de si además se hace en grupo, es la pareja, un familiar o se usan sustancias para anular la voluntad de la víctima.

Así que antes de que salgas con el «Es que ya no vamos a poder hacer nada», déjame aclararte que no te tienes que preocupar.

Que vas a poder hacer de todo, pero con consentimiento, claro. Que igual es de lo que te estabas olvidando hasta ahora.

Y antes de despedirme, una noticia que, si eres amante del teclado, te puede interesar. Hasta el 26 de septiembre puedes inscribirte en los XV Premios 20Blogs y, además de llevarte el premio de 5.000 euros, formar parte de la familia bloguera. Si te quieres apuntar, tienes toda la información aquí.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

 

¿Una diferencia entre ‘Los Bridgerton’ y ‘Juego de Tronos’? Cómo se graban las escenas de sexo

Hay todo un mundo de distancia entre los desnudos o escenas íntimas que podíamos ver en Juego de Tronos y las de ahora en series como Los Bridgerton, Sex Education o Euphoria.

Antes bastaba con incluir en el guión que tocaba quitarse la ropa, un coito, la interpretación de una felación… Las nuevas producciones cuentan con una figura nueva en el set: la coordinadora de intimidad.

Netflix

Un puesto que idea la coreografía para la filmación de los momentos sexuales después de un encuentro previo al rodaje entre los actores, comunicando sus preferencias.

Una reunión para saber qué les haría sentir cómodos para crear una escena capaz de respetar todos los límites.

Como si fueran una lucha o parte de un momento musical -con todos los bailarines moviéndose de un lado al otro- las escenas de besos y caricias, se ensayan y se graban siguiendo los pasos.

Y lo raro es que, hasta ahora, esto no existiera, no fuera necesario. Que todo lo relativo a escenas íntimas quedara en manos de un director que hacía y deshacía sin tener en cuenta los deseos de los actores.

Solo si nos da por repasar algunas de las escenas de películas de éxito podemos entender la dimensión del problema. Cuando no siempre los contactos físicos o la desnudez han sido fruto del consentimiento.

Como el caso de una Maria Schneider de 19 años que no sabía que iba a ser forzada por Marlon Brando debido a la ocurrencia de Bernardo Bertolucci en El último tango en París.

Por su idea de untar sus genitales con mantequilla delante de la cámara sin que ella estuviera informada y quitándole hierro con el «Es solo una película».

Ese es el problema, que cuando ella pasó el resto de su vida sin poder volver a desnudarse delante de una cámara -con varios intentos de suicidio por el camino y adicción a las drogas-, no es solo una película ni una serie.

Es la historia de siempre, de forzar en contra de la voluntad. Y, en este caso, en el nombre de un bien mayor, que ya puede ser la próxima película ganadora de varios Oscar o la serie estrella de la plataforma de streaming de turno.

Porque solo sabiendo a qué atenerse, qué va a pasar y respetando dónde están los límites, se puede trabajar con dignidad.

Eso también forma parte de los derechos humanos, el derecho a «condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo», condiciones que no pasen por sentir miedo, humillación, sometimiento o abuso.

Así que si la solución es convertirlo en una danza de caricias y besos detallada en el guión, que se haga desde ahora y en todas las producciones, ya sean películas o series.

Sin que se repita la historia de una Emilia Clarke llorando en el baño antes de rodar la escena de Daenerys desnudándose, la de una Emma Stone padeciendo un ataque de asma en plena escena de sexo por la tensión a la que estaba sometida o la de Evangeline Lilly en Lost sin poder dormir después de ser grabada semidesnuda.

Sin más nombres de mujeres que terminan con los nervios destrozados en el nombre del séptimo arte ni de ningún otro.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).