Entradas etiquetadas como ‘masturbación’

En mayo, masturbarse o morir

Querid@s,

Hablando de masturbarse, hoy vamos a continuar con el mismo asunto. Mayo ya está aquí y amenaza con quedarse un tiempo. Sepan ustedes que mayo es el Mes de la Masturbación Nacional. Y no me lo estoy inventando.

El Mes Nacional de la masturbación apareció por primera vez en 1995 por el sex shop Good Vibrations, en respuesta al despido del cirujano americano Joycelyn Elders. En una presentación del Día Mundial del SIDA, un miembro del público le lanzó una pregunta sobre el rol de la masturbación a la hora de disuadir actividades sexuales de riesgo entre los jóvenes, y este buen hombre respondió, «Creo que la masturbación es algo que forma parte de la sexualidad humana y parte de algo que tal vez debería ser enseñado». Inmediatamente después el presidente Clinton le puso de patitas en la calle. Precisamente Clinton, al que pillaron infraganti con la becaria de la Casa Blanca. Mira que eres poco original querido Clinton.

El objetivo capital del Mes de la Masturbación Nacional radica en tratar de reducir el latoso estigma que rodea el debate y la pajillera práctica del onanismo. La comunidad LGBT debería mantener bien abiertos oídos y ojos ante este asunto y reclamar, aun más si cabe, el derecho de cada mano a tocarse lo que se le antoje. Por dos motivos.

En primer lugar, los molestos prejuicios que siguen rodeando los debates sobre sexualidad son particularmente dañinos para aquellos cuya sexualidad es percibe por la sociedad como «desviado» o «no natural«. En segundo lugar, una parte considerable de la oposición a relaciones sexuales entre seres del mismo sexo proviene de teóricos del derecho natural – además de la omnipresente y omnipotente (casi como Dios) Iglesia Católica- que persisten en conde denar a capa y espada la conducta homosexual por la misma razón que condenan la masturbación: ambos supuestamente tratan a la persona humana como un mero objeto sin fines reproductores. Qué valor.

La masturbación todavía es material de tabú en nuestra sociedad, tanto que algunos depredadores osan incluso entregarse sin decoro alguno a la propaganda panfletaria y dar consejos que nadie ha solicitado sobre cómo evitar la masturbación. Les hablo de un artículo majadero y del ABC que rezaba alto y claro sobre cómo evitar la masturbación. Fíjense lo escandaloso del asunto que hace ya tiempo que lo retiraron de internet y no hay Dios que lo encuentre. Únicamente he podido rescatar este breve fragmento que es más que suficiente para que juzguen por ustedes mismos.

abc

No entiendo por qué oscuro motivo ha de evitarse la masturbacion, no me cabe en la cabeza. No agregare muchos más comentarios al respecto, pero dejemos de ver paja en el ojo ajeno y que cada uno se centre en lo suyo. Desde este blog insisto en darle a la masturbación la importancia que tiene en la sexualidad de todo hijo de vecino, y desmanchar su reputación después de las barbaridades que sobre ella parlotean las malas lenguas.

Empecemos pues por la teoría de la masturbación. Brevemente, que el asunto tiene paja. Según cuenta el diccionario de la RAE, la masturbación es el acto de estimular los órganos genitales o las zonas erógenas con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual.

Vamos, hacerse el  amor, quererse, amarse y darse placer a uno mismo. Ciertamente no detecto tintes malignos que atenten contra la dignidida de cada individuo.

Quedado claro su significado y aunqeu esto no sea un aula de sexualidad ni de lengua española, pasemos seguidamente y sin más dilación a conjugar alto y claro el verbo MASTURBARSE. Todos junt@s:

 Yo me masturbo

Tú te masturbas

Él/ella se masturba

Nosotr@s nos masturbamos

Vosotros os masturbáis

Ell@s se masturban

Lanzo una pregunta al aire para quien quiera aprehenderla. ¿Usted se masturba? Y no digan mentirijillas, que eso SÍ es pecado. Pecado o no, masturbarse es una de las pocas cosas que no valen dinero. Y en este país maravilloso, que desgraciadamente se están cargando unos cuantos iluminados, queda poco para tener que pagar hasta por respirar. Así que, a follar a follar que el mundo se va a acabar.

Como siempre, hagan lo que les dé la real gana. Yo este mes de mayo me voy a masturbar más que nunca. Ciertamente la primavera me tiene alteradísima y el negocio me pica más de la cuenta. No sé en quién pensare mientras me quiero a mi misma con locurísima, esas cosan suceden solas. Pero recuerden que alguien, en algún lugar, en algún momento, se masturba pensando en usted.

barbie

Y al que no le guste que no mire.

Que follen mucho y mejor.

¿Por qué las mujeres no entran a los hombres?

Querid@s,

Aprovecho la polémica desatada entre los más activos de los lectores de este blog. Discutían por estos lares algunos sobre por qué las mujeres no entran a los hombres.

Antes de adentrarnos en este terreno pantanoso, definamos que entendemos cada uno por entrar.

A. ¿Entrar es presentarse a alguien, demostrar interés en conocerle, levantar el teléfono y quedar para tomar algo?

B. ¿Entrar es acercarse en un bar/discoteca/pub (sobri@ o ebri@), quizás más de la cuenta, arrimar cebolleta y meter morro a la primera de cambio?

C. ¿Las dos cosas son entrar?

D. ¿Entrar no es nada de esto? Defina entrar.

He decirles que muchas féminas entran a los hombres, pero es cierto que la mayoría no lo hace. La mayoría de nosotras esperamos a que nos liguen, esperamos a que un caballero nos corteje y a que sea él quien mueva ficha. Pero no todas somos así. Ya les aseguro yo que a las mujeres no se las puede poner a todas en el mismo saco, pero creo aquella mujer que no entra a un hombre es:

A. Porque ese hombre no le gusta tanto.

B. Porque le puede la vergüenza y antes de sufrir en carnes propias una cobra es capaz de dejarlo escapar. Personalmente prefiero ahorrarme que me hagan una cobra o me den un abrazo koala. No quiero ser la pagafantas de turno, rol que por tradición histórica encajan mejor ellos que ellas. Por aquello de que están más acostumbrados que nosotras.

C. Porque su autoestima puede mejorarse: Una mujer segura de si misma, sin miedos, entra. Y por la puerta grande.

D. Porque tiene miedo al rechazo. Una mujer no entra (salvo que esté loca o borracha como una cuba) si no las tiene todas consigo. No es culpa de nadie, simplemente estamos acostumbradas desde que el mundo es mundo a que el hombre sea el que dé el primer paso, el que nos corteje y el que muestre interés. Por follar o por amor.

Mi madre (que no tiene razón en todo lo que dice, pero ante todo es mi madre) siempre me ha dicho que no tengo que ir detrás de ningún hombre. Mi abuela me decía «Al que le gustes lo sabrás y tan pesado será, que no te dejará en paz.»  Mi  abuela tampoco tenía razón, pero también me decía una verdad como un puño Sabe más el diablo por viejo que por diablo. ¿Qué quiero decir con esto? La educación, la cultura, la tradición y la religión tienen mucho que ver, nos guste o no.

No olvidemos que en la época de nuestros abuelos el divorcio era inaudito, incluso si la mujer era víctima de malos tratos. Menos mal que ya no lo es, aunque demasiadas mujeres tengan que seguir lidiando con la violencia de género. Hace treinta años los gays no estaban bien vistos. Menos mal que cada vez hay menos personas homófobas, que por pocas que sean, siempre serán demasiadas. No se puede cambiar toda esta herencia histórica en dos días, ojalá. Y si queremos, dejemos de ver paja en el ojo ajeno y empecemos por uno mismo. Yo empezaré por prometerles que al próximo hombre que me atraiga me lo ligaré. Aunque casi siempre lo hago, yo ya no me quedo con el «y si». A ustedes mujeres les pido lo mismo. Y a los hombres que hablan demasiado mal de las mujeres que dan el primer paso, que no se les llene la boca degradándolas a ellas y a su iniciativa.

Pero no vayan todos de modernos. Más de una vez he escuchado como hombres tachaban de zorras, frescas, guarrillas, putas a la mujer que da el primer paso y se lanza. No nos engañemos, la mayoría de los hombres no son tan liberales como creen y no están acostumbrados a que una mujer les ligue. La mayoría de los hombres son cazadores. Como a Cocodrilo Dundee les gusta detectar a la presa, localizarla, compararla con el resto, estudiarla y conquistarla. Si esa misma presa corre en su dirección y se desploma frente a usted y su arma, me lo juego todo a que en eso mismo instante, a muchos, deja de interesarles como mujer. Les ruego que sepan leer entre líneas, no estoy comparándonos con reptiles, aunque algunos de ustedes pienses que somos unas víboras.

Hay mujeres conquistadores, no lo duden. Y muy listas, actúan fastuosamente y conquistan al hombre que desean con tal maestría que les hacen creer que son ellos los que las han conquistado. Bravo.


Y ahora, espero ansiosa tod@s sus críticas. Les ruego que sean constructivas.

Que follen mucho y mejor.

¿Alguna vez le han comido el culo?

Querid@s,

En la última cena que he compartido con un popurrí de amigos lancé la siguiente pregunta al aire. Y tan ancha. ¿Alguna vez os han comido el culo? Se rieron, pero en muchos de sus rostros sólo pude ver incredulidad, asombro, sorpresa. La típica cara de…»yo eso no lo hago ni de coña, menuda guarrada». No entiendo de primeras ya esta cerrazón y este privarse porque sí de tan primigenio y primoroso placer. Me suena a poca imaginación, muchos prejuicios y un sexo rutinario en la que el misionero es el pan de cada día. Amen.

Para mas información, este annilingus es mundialmente conocido como beso negro. Aunque sepan ustedes que el beso negro ni es beso ni es negro. También se le llama beso polaco o beso de colibrí, porque estimula el periné (base de la pelvis, entre los genitales y el ano tanto femenino como masculino) y de este modo la lengua penetra el ano profundamente, simulando la forma en que los colibrís succionan el néctar de las flores. El ano, ojete u orto, de ahora en adelante «culete» (que queda más fino y elegante) es una de las zonas erógenas más fascinantes de hombres y mujeres, aunque much@s de ustedes no se atrevan a que nadie se aproxime a sus partes traseras o no les seduzca lo más mínimo que nadie se le asome al culete.

Pues qué quieren que les diga, a mi me va el beso negro. Darlo y que me lo den. Para los que a estas alturas del cuento no sepan lo que es, políticamente correcta les diré que consiste saborear y acariciar con toda la boca, la lengua y los labios el esfínter de otr@. Esta lúbrica práctica se remonta a los albores de la humanidad y tiene sus raíces en comportamientos solidarios y de limpieza recíproca entre distintos seres. El placer vino después. El esfínter suele estar muy irrigado y es extraordinariamente sensible. Si aún no lo saben, tóquense ustedes mismos, o mejor aun, pídanle a su pareja que lo haga por ustedes. Verán como cualquier cosita que le hagan ahí detrás obtendrá una recompensa proporcional al cariño y la pasión con que las hagamos.

Cuando se trata de beso negro confieso que soy egoísta y prefiero ser yo a la que se coman a besos. Hay uno que me atiende especialmente bien y me da unos besos negros que me muero. Primero se entretiene un buen rato acariciándome las nalgas y se pone a jugar como quien no quiere la cosa por mis alrededores perianales. Nunca lo hace directamente, ya sabe él que yo prefiero que me hagan las cosas poquito a poquito. Después de palpar bien todo lo palpable, se dirige con su mano poco a poco al ano. No puedo evitar volverme loca y poner el grito en el cielo mientras frota suavemente con el dedo corazón en movimientos circulares y envolventes. Hace lo que toca hasta que su boca entra en acción. Y es aquí cuando empieza el espectáculo, porque los que lo han probado alguna vez, no podrán negarme que a los besados nos gustan estas lamidas de culete más que a un tonto un lápiz.

Cada uno que lo haga como quiera, pero háganme caso en una cosa. El beso negro ha de darse con seguridad, con aplomo, con confianza. Con un par de huevos o un par de ovarios según sea el caso. Use la lengua para masajear y los labios para chupar. No se ande con remilgos, porque si lo hace no disfrutará plenamente de esta experiencia. Si le da asco, mejor dedíquese a otra cosa. Ya habrá tiempo.

Escena sexo oral de la serie Girls

Imagino que a muchos de ustedes no les convence nada esta práctica poco convencional entre los posibles juegos y carantoñas sexuales. ¿A qué se debe tanto ocultismo? ¿Por qué sigue siendo este beso tabú y el placer que se obtiene de él tan estigmatizado entre muchos? Está claro que es porque se relaciona directamente con aquello de caca, culo, pedo pis. Pero ya saben, como hablamos en un par de posts anteriores, si uno se da la friega correspondiente, el black kiss saldrá a pedir de boca.

A favor de esta práctica he de decir que es absolutamente indolora, sólo da gustirrinin y del bueno. Lo peor que le puede pasar a un@ es que se quede con algún tropezón en la boca, si el dueño o la propietaria del ano son algo guarretes. Permítanme que insista pues en la higiene y limpeza del culete, especialmente por respeto a y solidaridad con la boca involucrada. Los más aprensivos hablan hasta de jabones antibacteriales y no se amorran sin un lavado interno con agua y los utensilios pertinentes. No olvide depilarse o rasurarse, una zona despejada y libre de molestos vellos siempre hace más agradable y agradecida la experiencia. ¿A que no le gusta acabar con pelos en la boca? Pues al otro tampoco.

Para terminar, sólo un dato más. ¿Recuerdan el sesenta y nueve verdad? Pues bien, la misma práctica aplicada al beso negro se denomina doble cero. Les advierto que requiere de una cierta elasticidad física. Por si necesitaban una excusa más (apetecible) para apuntarse este año al gimnasio, ya la tienen.

Que follen mucho y mejor.

Somnofilia o síndrome de la bella durmiente: sexo entre sueños

Un susto de muerte. Eso es lo que se llevó el pasado fin de semana una amiga cuando, al entreabrir los ojos a las 5 de la madrugada en la cama del chico con el que sale desde hace un par de meses, se lo encontró inclinado a pocos centímetros de su cara mirándola fijamente. “Casi se me para el corazón. Di un grito tan grande que aún me duele la garganta”, me cuenta. El tipo, nervioso ante tanto escándalo, trató de calmarla explicándole que no pasaba nada, que se había levantado al baño y que, al verla dormida, le había parecido preciosa y se había sentado a “admirarla”. No sé, no es la primera ni la última persona que babea mientras ve dormir a su lado al hombre o a la mujer de sus sueños, sobre todo al inicio de la relación, pero eso de que estuviera tan tan cerca da un poco de mal rollo. A mi amiga, al menos, se lo da. “¿No estás un poco paranoica? A mí me parece tierno”, afirma una tercera.

GTRES

GTRES

Dándole vueltas al tema acabamos hablando de la somnofilia. Y con eso no quiero decir que el reciente noviete de mi amiga la padezca, eso sería mucho decir, pero nos dio tema de conversación para rato. Como decía, todos hemos mirado alguna vez a la persona que teníamos al lado y, al verlo/a dormido/a, hemos pensado “guau, que suerte tengo”. Pero la somnofilia, como toda parafilia sexual, va más allá. Esta en concreto se caracteriza porque el individuo (o individua) que la padece solo logra excitarse al interactuar sexualmente con alguien que está durmiendo. Y como todo en la vida, hay distintos rangos. Los hay que simplemente se excitan con la contemplación, quienes se masturban al hacerlo y quienes sienten la necesidad de mantener relaciones sexuales aunque la otra persona se encuentre totalmente inconsciente por el sueño. O mejor dicho, precisamente por eso. En casos extremos pueden darse casos de abuso sexual.

En la fase REM del sueño, el cuerpo experimenta lo que se denomina tumescencia peneal nocturna en el caso de los hombres y la erección del clítoris en el caso de las mujeres, lo que podría propiciar procesos sexuales. Resulta ridículo pensar, sin drogas ni fármacos de por medio, que alguien pueda penetrar a otro alguien sin que esta persona se despierte, por muy dormido/a que esté. Pero sí que es posible durante la tumescencia nocturna del pene (vamos, el empalmamiento nocturno de toda la vida), que puede durar hasta 90 minutos, que se realice una felación o una masturbación mientras el individuo sigue en los brazos de Morfeo.

"La Bella Durmiente", por Henry Meynell Rheam

«La Bella Durmiente», por Henry Meynell Rheam. WIKIPEDIA

Conozco a una mujer que, en una larga conversación sobre sexo, contó lo muchísimo que le ponía su novio cuando se empalmaba dormido. Tanto, que la mitad de las veces sentía un irrefrenable deseo de metérsela en la boca hasta que él, confundido y somnoliento, se despertaba entre espasmos sacudido por un fuerte orgasmo. Y encantado de la vida, vaya. Otra, en cambio, tiene una fantasía sexual recurrente que pone en práctica a menudo con su marido, y es que ella es la Bella Durmiente y su hombre, convertido en príncipe dorado, la despierta de un siglo de sueño a base de pollazos.

Aunque esto último no entra dentro de lo que se entiende propiamente por somnofilia, viene al caso porque es precisamente así como se ha denominado coloquialmente a esta parafilia: el síndrome de la Bella Durmiente, en referencia al cuento infantil de Charles Perrault en el que una joven doncella es condenada a una maldición que la obliga a permanecer dormida 100 años o hasta que la despierte un beso de verdadero amor. En el cuento, el príncipe, abrumado por la belleza de la joven durmiente, no puede evitar besarla, sacándola así, sin saberlo, de su letargo.

No obstante, la somnofilia no debe ser confundida con la sexomnia, un trastorno del que hemos hablado anteriormente y que lleva a las personas que lo sufren a desarrollar actividad sexual mientras duermen, de forma completamente inconsciente y sin posibilidad de comunicación. Al igual que el resto de sonámbulos, al despertar no recuerdan nada.

Masturbarse por primera vez

Para todo hay una primera vez. Con la masturbación pasa lo mismo, solo que nadie nos enseña y suele ser a golpe de intuición y autodescubrimiento. Que si una mano por aquí, que si un roce por allá… Aunque una cosa son los tocamientos iniciales y otra, lo que vulgarmente se conoce como “hacerse una paja” en toda regla. ¿Cuándo y cómo se suele empezar?

GTRES

GTRES

Mis amigos, acostumbrados a mis indiscretas preguntas, accedieron una vez más a dejarse interrogar, y la verdad es que echando la vista atrás en esto del onanismo no nos pudimos reír más. “Yo tenía 12 años. Estaba en la ducha y empecé a toquetearme. Cuando quise darme cuenta estaba ahí dale que te pego y de repente sentí un escalofrío de placer. Casi me desmayo; tuve que agarrarme a las cortinas y todo para no caerme. Y dije ay la leche, ¿esto qué es? Desde entonces no he parado”, añade.

En lo que a los chicos se refiere, salvo las diferencias propias en detalles y matices, las historias suelen ser parecidas. La cama en lugar de la ducha, 13 años en lugar de 12… Pero poco más. En el caso de las chicas, las diferencias son más grandes. No tanto en la horquilla de edad (12-14) como en los métodos. Alguna me dejó con la boca abierta, reconozco.

“Yo empecé muy jovencita, a los 12 años, y lo hacía pensando en los actores de la peli Exploradores”, me contaba una. Esta lo hacía con la mano, pero me encontré de todo. Eso sí, ninguna con penetración, que con esas edades ni se les pasaba por la cabeza. La que más me sorprendió fue la que dijo que se masturbaba frotándose contra el pico del lavabo. “Una vez hice tanta fuerza que acabé arrancándolo de la pared y rompiéndolo. Mi madre se enfadó muchísimo y nunca entendió cómo narices había hecho aquello”. Para otra, su primera vez fue inesperada. “Había un columpio que simulaba ser un cohete, con barras de hierro muy altas por las que trepar. Un día estaba intentado llegar arriba, y de tanto rozarme, acabé teniendo un orgasmo”. Cojines, almohadas, movimientos rítmicos contra pelotas de tenis… el repertorio es inacabable.

Luego, claro, la técnica se va perfeccionando con la edad. Pero eso, amigos, ya lo dejamos para otro post. ¿Recordáis vuestra primera vez?

A vueltas con la masturbación

Para hoy tenía pensado hablar de otra cosa. Pero ocurre que, como mucha gente, también yo leí ayer el artículo que ABC publicó en la llamada “aula de sexualidad” de su edición digital, en el que explicaba de forma supuestamente didáctica cómo evitar la masturbación.

El texto, elaborado por un equipo de profesionales de la Universidad de Navarra, del Opus Dei, alcanzó enseguida una gran repercusión en Twitter, pero para aquellos que no tuvieron ocasión de leerlo, os lo resumo brevemente. Comenzaba diciendo que “la masturbación no es ni buena ni necesaria para la salud” y que “decidirse por no masturbarse es una muestra de madurez y valentía”. A continuación, explicaba cómo luchar contra ella, para lo cual es esencial “protegerse de la erotización del entorno”.

orgasmo

GTRES

Señalan como factores peligrosos que inducen a ella “el aburrimiento, la soledad, el miedo, el estrés y el cansancio”. Para salir de su “círculo vicioso” recomiendan “protegerse del erotismo ambiental, tener un estilo de vida sano, elegir bien las amistades y ocupar constructivamente tu tiempo libre”. Como ejemplo de esto último, aconsejan buscar respuestas a “problemas como el aborto, la clonación o la eutanasia”. Vamos, que solo les faltó haber puesto para terminar aquel famoso vídeo de «Amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio…”

Afortunadamente, cada cual puede pensar y tener las creencias que le de la gana, y me parece perfecto que todo aquel que así lo prefiera, por las razones que sean, opte por no masturbarse. Eso sí, siempre y cuando no traten de joder al que elige lo contrario ni intenten convencerlo de que son unos/as «débiles mentales, inmaduros y viciosos”.

Porque puestos a opinar, pues opinemos todos. Y como este blog es eso, un espacio de opinión, entre otras cosas, pues opino que de lo único que tenemos que protegernos es de gente como ustedes, señores profesionales del equipo de educación sexual de la Universidad de Navarra. Aunque he de reconocer que algo han mejorado el discurso, al menos ya no atemorizan al personal con que pueden quedarse calvos. Dejen de crear miedos, culpas y complejos con lo más natural que tenemos en esta vida. La sexualidad es inherente a las personas y cada uno es libre de vivirla como plazca.

Masturbarte no te hará ser más listo, pero desde luego, no te hará ser más tonto. No te hace mejor ni peor. Es simplemente una forma de conocerte, de experimentar con tu cuerpo, de explorar tu propia sexualidad y de darte placer. Y eso, señores, sí que es bueno. Se puede hacer solo o en pareja y no es exclusiva de los adolescentes. De hecho, debería formar parte de todas las etapas de la vida del ser humano, en mi humilde opinión. Hasta el 95% de los hombres y el 89% de las mujeres dicen masturbarse con frecuencia, según un estudio reciente efectuado en los Estados Unidos. ¿Eso los convierte a todos en débiles, cobardes, inmaduros y viciosos?

Varias veces he dicho ya que este es un espacio sin pretensiones, en el que solo se cuentan historias, puntos de vista y algunas reflexiones. No se pretende dar lecciones a nadie, ni mucho menos hacer proselitismo de nada. Pero hoy voy a romper mis propias reglas para hacer una sentida recomendación: antes de decir tonterías, prueben a hacerse una buena paja.

¿Cuanto más sexo se tiene, más se quiere?

¿Cuál es el máximo de tiempo que habéis pasado sin practicar sexo? Con otra persona, se entiende. La masturbación, en este caso, no cuenta. Esa fue la pregunta que lancé al aire ayer mientras comía con varios compañeros y compañeras de trabajo. Me costó que se soltaran, la verdad, porque a muchos les da vergüenza luego ver sus historias reflejadas, pero al final acabaron por animarse.

Las respuestas fueron de lo más variopintas. “Tres meses”, dijeron dos chicas. “Ocho meses”, dijo un chico. El resto fueron seis meses, año y medio y dos años. Estos dos últimos casos fueron los que más llamaron mi atención. No por el tiempo transcurrido, oye, que cada uno hace lo que puede, sino por la diferencia de argumentos y actitud.

El tipo del año y medio asegura que no fue algo premeditado. A un primer mes de bajón tras un abandono inesperado siguieron otros siete de “mala racha”. “Era incapaz de ligar, y eso que le puse mucho empeño”, admite. La falta de práctica fue aumentando y un día, cuando quiso darse cuenta, había dejado de pensar en ello. “Sencillamente me acostumbré. Dejó de importarme”, cuenta. En este sentido los expertos sostienen que, cuanto menos sexo se practica, menor es la necesidad, debido a que el nivel sexual del cuerpo se regula a sí mismo minimizándose.

chocolateLa otra chica, la de los dos años, por el contrario, lo vivió de manera muy diferente. Los primeros meses no le preocuparon porque también estaba, digamos, de duelo. Hasta que un día se hartó, se quitó el “luto” y se dio cuenta de que el cuerpo le pedía mambo. Tras años de estar fuera del mercado se sentía poco ducha en las artes del ligoteo, así que, mientras se ponía las pilas, no dudó en comprarse todo tipo de artilugios y juguetitos con los que pasar el tiempo.

En su caso la falta de piel no disminuyó la sexualidad, sino que aumentó su deseo, sus ganas. Que los juguetitos están bien, a falta de pan buenas son tortas, pero no es lo mismo… Y así anduvo hasta que se apuntó a clases de yoga, donde además de paz y relajación encontró a un gran compañero de cama. O sea, que paz y relajación por partida doble. “Al principio me preocupaba si de alguna manera se notaría mi falta de práctica, pero no, el sexo es como montar en bicicleta, nunca se olvida”.

La antropóloga Helen Fisher va más allá y lo compara con el chocolate: “Cuanto más se tiene, más se quiere”. ¿Alquien más comparte esa apreciación?

Los errores más repetidos en el sexo oral

Hace unos días leí en El Mundo que han abierto una escuela de sexo oral en Moscú, a la que por lo visto acuden rusas a diario para ser mejores en la cama. A mí todo lo que sea para aprender y mejorar me parece estupendo. Y si encima ese afán de superación tiene que ver con el sexo, más aún, pero reconozco que me tocó la moral que la escuela en cuestión sea solo para mujeres. ¿Acaso los hombres lo saben todo acerca de esta materia?

Yo no sé cómo será el tema en Rusia, pero lo que es aquí, el panorama a veces deja mucho que desear. Echando la propia vista atrás y teniendo en cuenta lo que me llega por ambas partes, tanto hombres como mujeres tenemos mucho que aprender. Sin generalizar, por supuesto, pero a menudo somos torpes, muchas veces callamos por no incomodar, y otras tantas olvidamos que el sexo real poco tiene que ver con lo que vemos en las películas. Sobre todo si se trata de cine porno.

Sexo oralLas quejas más repetidas por unos y otras tienen un denominador común: el mal olor y la falta de higiene. Agua y jabón, por favor, que estamos hablando de sexo oral. Esto es como el anuncio de la casera: si no hay fregado, nos vamos. Y no se trata de que uno tenga que ponerse ahí a darle a la esponja justo antes del gran momento, sino de un poco de sentido común… y de compasión por el otro. Empatía.

Pasarse de frenada con los dientes y el aburrimiento por los movimientos repetidos también están en el top five de las quejas en el sector masculino. Para combatir este último sugieren sutiles cambios de ritmo, un poquito de imaginación y no “desgastar el frenillo”, como le he oído a alguno. Lo de acariciar los testículos durante la faena está muy bien, pero ojito con no apretar demasiado. Ellas, por su parte, insisten en que lo de agarrarles la cabeza para marcar el ritmo de la felación no mola. Tampoco está de más recordar a alguno que, cuando se prolonga, las gargantas se agarrotan y que por definición, si se empeñan en introducir el asunto hasta la campanilla, lo único que conseguirán es provocar arcadas.

Muchas mujeres afirman que algunos hombres creen que el clítoris es un interruptor que hace que salten al techo de placer en cuanto se les toca. Cuanto más, mejor. Error. No es tan simple: hay que currárselo. Si uno se cansa, puede ir alternando con la masturbación. Acariciar los pechos también ayuda. Pero claro, hablamos de acariciar tetas, no de estrujar pelotas de goma de esas contra el estrés. Ella puede ir también marcando el ritmo con suaves movimientos, pero con cuidado de no acabar asfixiando a nadie. Que hay veces que apretamos tanto las piernas que, decimos algo en el fragor de la batalla y el otro, ahí casi sin oxígeno, no se entera de nada, con las orejas aplastadas y más rojas que la camiseta de la selección. Ya lo decía Raimundo Amador en esa fantástica canción…

Pues eso. Que viva el aprendizaje y que ya se sabe: despacito y buena letra.